Laura Graciela Rodríguez
Se invitó a los gobernadores de las provincias a que enviaran a Paraná un número de
alumnos proporcional a la representación que cada una de ellas tenía en la Cámara
de Diputados. Para obtener las becas de 20 pesos cada una, el gobierno nacional les
pedía a las autoridades provinciales que seleccionaran a los aspirantes de entre los
alumnos varones de los Colegios Nacionales. El alumno becado era considerado por
las autoridades un funcionario de Estado y como tal, debía exhibir un “buen compor-
tamiento”, esto era, ser estudioso, no involucrarse en política ni organizar protestas y
llevar siempre una vida privada decorosa. Los más necesitados no tenían otra opción
que disciplinarse ante la amenaza de perder la beca.
Se nombró director al norteamericano George Stearns, quien había llegado ex-
presamente contratado por iniciativa de Sarmiento en 1870, junto con su esposa, la
maestra Julia A. Hope de Stearns y sus dos hijos pequeños. El sueldo para él resultó
más bajo de lo esperado (2.400 pesos anuales), mientras que ella fue contratada
(1.000 pesos anuales) para hacerse cargo de la Escuela de Aplicación, aunque no
llegó a dar clases, se enfermó y falleció al poco tiempo (Luiggi, 1959).
Ambos planes de estudio, el del curso normal y de la Escuela de Aplicación, si-
guieron a los de Estados Unidos, y ninguno tenía Religión ni las materias “femeninas”
de Economía Doméstica y Labores (Rodríguez, 2021a). La presencia de un director
extranjero de confesión protestante y al frente de un establecimiento donde no se im-
partía Religión, hizo que la población local, mayoritariamente católica, se mantuviera
inicialmente reacia a la nueva escuela (Bosch, 1955; Luiggi, 1959).
A pocos años de comenzar, guraban 51 varones en el curso normal y 90 niños/as
en la Escuela de Aplicación. De acuerdo a la distribución de las becas, los estudiantes
del curso normal eran oriundos de: Catamarca (13), Entre Ríos (6), Santiago del Este-
ro (4), Buenos Aires (3), Córdoba (3), Salta (3), San Juan (3), Mendoza (3), Tucumán
(3), San Luis (2), Jujuy (2), La Rioja (2), y 4 guraban becados directamente por la
nación (Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, 1874). Las becas que sobraban,
del total de 70, se repartían entre los alumnos de la Escuela de Aplicación, lo que se
prohibió a los pocos años. Estos jóvenes provenientes de otras provincias se alojaban
en Paraná en casas de pensión, que había pocas, o alquilaban casas particulares,
cuando las había disponibles, y algunos de ellos eran muy pobres o huérfanos (Figueroa,
1934).
En 1873, el director logró que se contratara a otro norteamericano, George L. Ro-
berts, que oció de vicedirector y profesor de gimnasia. En 1874 llegaron con el her-
mano de Stearns, William (contratado para dirigir la Normal de Tucumán), las maes-
tras Abigail N. Ward, Susan E. Wade y Anna A. Rice. Durante 1875, la Escuela de
Aplicación funcionó con las norteamericanas Rice (primer y segundo grado), Wade
(tercer y cuarto grado) y Ward (quinto y sexto grado), que también era regente. Esta
última permaneció solo ese año y fue reemplazada por Wade en la regencia.
En 1875, siendo presidente Nicolás Avellaneda y ministro Onésimo Leguizamón,
se aprobó una ley para fundar y sostener catorce Escuelas Normales para Maestras
en cada una de las capitales de provincia, con un plan de tres años de duración, diez
becas de 12 pesos para cada escuela y se dispuso la contratación en el exterior de
maestras para estas Normales (Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, 1877). En
cumplimiento de esta ley, en Paraná se nacionalizó una escuela provincial y empezó a
funcionar como una Normal de mujeres en marzo de 1876, con 40 alumnas maestras
y 70 niños/as en la Escuela de Aplicación (Ministerio de Justicia e Instrucción Pública,
1877). En octubre de 1876, por otro decreto, se ordenó traer desde Estados Unidos al
personal docente, material de enseñanza y mobiliario para estas Normales y se es
ta-
Revista IRICE Nº 43 - 2022 pp. 113 - 132 117