Jorge Fernando Navarro
Estudios del ISHiR, 24, 2019. ISSN 2250-4397
Investigaciones Socio Históricas Regionales, Unidad
Ejecutora en Red – CONICET
http://revista.ishir-conicet.gov.ar/ojs/index.php/revistaISHIR
Zonas mestiza
White y Ricoeur: dos visiones ejemplares
sobre la narrativa histórica.
Jorge Fernando Navarro[1]
Resumen
Hayden White, iniciador de lo que hoy se
conoce como el narrativismo, sostiene que toda experiencia puede ser narrada y,
en tal sentido, defiende un enfoque formal y textualista para pensar la
filosofía de la historia. De este modo, en tanto el relato histórico es
considerado una forma discursiva dirigida a la audiencia del presente, el
problema de la verdad de lo relatado pierde centralidad. Contra la devaluación
del acontecimiento, Paul Ricoeur, en cambio, ha mostrado la riqueza de sostener
una simbiosis intelectual entre el concepto de narración y el de
acontecimiento, sin que ello signifique concebir a este último como algo
efectivamente producido en el pasado. Este artículo se propone exponer los
argumentos centrales respecto del problema crucial de la narración histórica,
que es sustentada por cada uno de los filósofos. Además y, fundamentalmente,
analizar las razones esgrimidas por Ricoeur para criticar el narrativismo de
White.
Palabras clave:
narrativismo; acontecimiento; conocimiento
histórico; Hayden White; Paul Ricoeur.
White and Ricoeur: two
exemplary visions of historical narrative
Abstract
Hayden
White, initiator of what is now known as narrativism, argues that all
experience can be narrated and, in that sense, defends a formal and textualist
approach to think about the philosophy of history. Thus, while the historical
account is considered a discursive form addressed to the audience of the
present, the problem of the truth of the story loses centrality. Against the
devaluation of the event, Paul Ricoeur, on the other hand, has shown the
richness of sustaining an intellectual symbiosis between the concept of
narration and that of event, without this meaning conceiving the latter as something
actually produced in the past. This article intends to present the central
arguments regarding the crucial problem of historical narration, which is
supported by each of the philosophers. In addition it analyzes the reasons put
forward by Ricoeur to criticize White's narrativism...
Keywords: narrativism; event; historical knowledge; Hayden
White; Paul Ricoeur.
Hayden
White, iniciador de lo que hoy se conoce como el narrativismo, sostiene
que toda experiencia puede ser narrada y, en tal sentido, defiende un enfoque
formal y textualista para pensar la filosofía de la historia. De este modo, en
tanto el relato histórico es considerado una forma discursiva dirigida a la
audiencia del presente, el problema de la verdad de lo relatado pierde
centralidad. Contra la devaluación del acontecimiento, Paul Ricoeur, en cambio,
ha mostrado la riqueza de sostener una simbiosis intelectual entre el concepto
de narración y el de acontecimiento, sin que ello signifique
concebir a este último como algo efectivamente producido en el pasado (Ricoeur 1991: 41-56).
Aunque aquí no puedan desarrollarse algunos argumentos en profundidad, es
importante advertir que ya en Memoria,
Historia y Olvido, Ricoeur se aleja del narrativismo, pues le urge
especificar el momento referencial en que se distinguen historia y ficción (Ricoeur 2008:328).
I.
Es
en su reconocida obra, Metahistoria, donde White deja de lado los clásicos problemas de la explicación histórica —la
causalidad, la verdad y la justificación— para adoptar de lleno en su lugar la
propuesta narrativista. Aquí, la
historia y la historiografía, aplicadas a construir sus respectivas tramas, son
concebidas como formas de realismo. Pero, mientras la historia —al menos, en
apariencia— deja al descubierto la trama que construye, la historiografía la
oculta a través de los recursos discursivos.
Es
por ello que White, tras cuestionar la especificidad de un vocabulario
descriptivo y explicativo como propio de la tarea del historiador, propone un
acercamiento a puntos de vistas discursivos, retóricos y estéticos que transformen
la escritura de la historia. Desde su perspectiva, esta última constituye una
forma más —junto con el arte y el lenguaje— de representar el mundo. Sin
embargo, dado que la representación no se entiende en un sentido
referencialista —en relación con un mundo exterior—, la teoría literaria pasa a
ser la única disciplina capaz de especificar los recursos lingüísticos que
intervienen en los relatos históricos (White, 1992).
Todo
historiador, según White, se acerca al pasado a través de una serie de prefiguraciones
que operan sobre la experiencia y que responden a los cuatro tropos básicos de
análisis del lenguaje, situados entre el polo metafórico y el metonímico. La metáfora, así, supone una relación
de similitud de objeto a objeto; la metonimia realiza una transferencia
de significado entre palabras cuyos referentes se vinculan por una relación de
contigüidad causal, espacial o espacio-temporal; la sinécdoque se rige
por la relación que media entre un todo y sus partes; por último, se encuentra
la ironía, que implica una negación de lo que se ha afirmado
positivamente en la literalidad.
Los
tropos, desde la perspectiva de White —quien se basa para sostener esta
afirmación en Piaget y Freud—, no son solo propios del discurso, sino también
de la conciencia misma, e incluso funcionan para la conciencia social —como, a
su criterio, lo demuestra la investigación de E.P. Thompson, La formación de la clase obrera en
Inglaterra—. Cada uno de los tropos, entonces, opera de forma autónoma,
aunque en interacción con los otros.
Al
afirmar que constituyen estructuras de la conciencia manifestadas en el
discurso, White defiende que el discurso histórico se halla conformado por una
“estructura profunda tropológica”, con lo cual procura eludir el problema del
determinismo lingüístico. Al respecto, aclara, además, que “la Tropología es
una teoría del discurso, no de la mente o de la conciencia [y, en tal sentido],
busca proporcionar el conocimiento necesario para una libre elección entre
diferentes estrategias de figuración” (White 2003:171).
Queda
claro, por lo tanto, de qué modo singular esta nueva filosofía de la
historia se emancipa de las constricciones de verdad o de representación
fidedigna del pasado. El texto histórico es sustitutivo y el pasado es una
realidad ausente; por ende, el sustituto tiene entidad propia y debe ser
elaborado y juzgado con parámetros propios. Desde estos presupuestos, someter
el texto a las variables de verdad y falsedad carece de sentido, porque, antes
que la representación fiel de un pasado, lo que está en juego es la coherencia
interpretativa de dicha unidad textual.
Los
llamados hechos históricos no se disponen como tales por sí mismos en el
registro documental, pero esto no supone oponer realismo y ficcionalismo. Por
una parte, es preciso reconocer la necesaria distinción entre fáctico y
figurativo y, por otra, advertir sobre el reduccionismo al que ha sido sometido
el relato histórico al considerarlo solo en su dimensión fáctico-informativa.
Para White (año: pág), la idea de que “las
secuencias de hechos reales poseen [per se] los atributos formales de
los relatos que contamos sobre acontecimientos imaginarios (...) solo podría
tener su origen en deseos, ensoñaciones y sueños”.
Otra vía de análisis ofrecida por el filósofo
norteamericano explora la relación entre el conocimiento del pasado y su
expresión narrativa a partir de lo que denomina “narrativización”. Dicha
estrategia le permite saltar del texto al contexto de un modo semejante a
Hegel, quien ya había establecido una relación íntima entre ley, historicidad y
narratividad para indicar las razones por las cuales los acontecimientos se
ubican en una línea narrativa (Tozzi 2003: 27). Para
White, en cambio, la narrativización consiste en otorgar a los acontecimientos
reales la forma de un relato (White 1992:27-28),
de una totalización; de establecerlos en su integridad y de disponerlos
en la coherencia de la vida. Esa totalización, sin embargo, es siempre
imaginada, porque la asociación entre la historia académica y la expresión
narrativa resulta contingente. Además, y fundamentalmente, porque esa
asociación es, ante todo, moral y, en tal sentido, resulta claramente
inalcanzable (Tozzi 2003:28).
II.
En
Tiempo y Narración I, Ricoeur
articuló los conceptos de mythos, mímesis y poiesis con el fin de proponer
una teoría narrativa de la historia. Para el filósofo francés, los
historiadores carecen de un contacto directo con el pasado; lo realmente vivido
por la humanidad en un tiempo pretérito está, sustancialmente, fuera del
alcance del historiador, y sólo se puede acceder a ello a partir de
reconstrucciones. De este modo, utiliza la noción de narratividad para
referirse a la acción de narrar mediante la cual los hombres tienen la
posibilidad de establecer relaciones de continuidad entre acciones diferentes.
El
concepto de narratividad ricoeuriano puede pensarse, entonces, como un modelo
de permanencia en el tiempo que permite al sujeto seguir siendo él mismo a
través de sus diferentes actos, ya que una acción se vincula a alguien que la
lleva a cabo y es allí que emerge su identidad. No obstante, para resultar
auténticamente narrativa, esa identidad no puede ser sino temporal, provisoria.[2] En tal
sentido, la singularidad del hombre radica en su capacidad para convertirse en
relator de “su propia historia”.
Narrar es desplegar en el tiempo la conexión entre quién ha hecho qué,
por qué y cómo; de modo que la correlación entre el personaje del relato y su
acción configura la dialéctica interna de dicho personaje. Esta le confiere a
su vida unidad temporal y una singularidad que lo distingue de cualquier otro.[3] Se establece, pues, una
íntima unidad entre la identidad narrativa, la identidad del personaje y la
identidad de la trama. La construcción de la trama de la acción resulta, así,
de la dialéctica entre concordancia y discordancia, ya que los
acontecimientos requieren de una trama que integre, en la permanencia del
tiempo, la diversidad, la variabilidad, la discontinuidad e inestabilidad de lo
vivido por el hombre. Más aún, la trama consiste en mostrar cómo una acción es
una verdadera síntesis entre la concordancia y la discordancia.[4]
La
“concordancia” implica que hay una disposición de los hechos que aparecen como
regidos por una teleología, mientras que la “discordancia”, en cambio, provoca
alteraciones que asaltan fortuitamente y rompen con la regularidad de ese
aparente curso preestablecido. El relato compuesto de acciones, con unidad,
comienzo y fin, se encuentra gobernado por la “concordancia”; sin embargo,
siempre está acechado por la irrupción de su propio reverso, es decir, la
“discordancia”. Es por esta que se reconocen, inmediatamente, el tránsito de la
felicidad en desdicha o el pasaje del placer al dolor.
Una
vez examinada tal situación, el esfuerzo de Ricoeur se orienta a señalar la
posibilidad de componer, a partir de lo divergente, una concordancia
discordante. La correlación entre concordia y discordia se configura en la
mediación que hace la trama al conciliar la diversidad de acontecimientos
dentro de la unidad temporal de la historia narrada. Se logra, de este modo,
una síntesis paradójica, aunque productiva, llamada “ficción útil”, la cual
tiene efectos de sentido en la posterioridad de la narración. “Responder a la pregunta ‘¿quién?’” hace
posible, además, “contar la historia de una vida. La historia narrativa dice el
quién de la acción. Por lo tanto, la propia identidad del quién no es más que
una identidad narrativa”
(Ricoeur 1990:199).
La función narrativa
y la experiencia humana del tiempo confluyen, por tanto, en una conexión
significativa que Ricoeur expresa mediante la siguiente tesis: el tiempo
deviene humano solo a condición de que pueda ser articulado narrativamente. Ya
en los inicios de Tiempo y Narración I, afirmaba que “la especulación
sobre el tiempo es una cavilación inconclusa a la que solo responde la
actividad narrativa. No porque resuelva por suplencia las aporías; si las
resuelve, es en un sentido poético y no teorético” (Ricoeur 1983:24). Entonces, en tanto el relato realiza una
síntesis del tiempo, puede entenderse la necesidad de explorar qué
representación se tiene de este último y qué relaciones se establecen en él.
La primera de las
tres grandes aporías consideradas por Ricoeur señala la diferencia entre
tiempo cosmológico y tiempo fenomenológico (Ricoeur 1985:467). En este contexto, se sitúa la noción de identidad narrativa como
resultado del entrecruzamiento entre historia y ficción. La segunda aporía
procede del uso del término tiempo en un sentido singular —el
tiempo—, a la vez que se lo disocia en tres “éxtasis”, futuro, presente y
pasado. Por último, la tercera aporía
se origina en la dificultad que tiene el hombre, en tanto ser en el tiempo,
de pensar el tiempo.
Para establecer la
representación del tiempo, el filósofo francés apela a la Poética, de Aristóteles. Señala
que, allí, la actividad creadora se refiere a un mythos, es
decir, a la elaboración de una trama que reorganiza la realidad mediante la mímesis
o imitación creadora. Para mostrar que —en términos de la conciencia histórica
del tiempo—, el tiempo humano se forma y se piensa miméticamente, Ricoeur
propone tres momentos de la mímesis. La mímesis I consiste en la comprensión previa del mundo de la
acción, es la realidad del relato —que este, a su vez, “imita”—, y es el
destino en función de un tiempo prefigurado. La mímesis II está
constituida por la propia elaboración de la trama, que se realiza en el acto de
composición del relato y se rige por un tiempo configurado. Finalmente, la mímesis
III es la apropiación de la trama y la transformación de la realidad en un
mundo donde el lector ha de poder operar una verdadera catarsis de todo este
proceso en un tiempo refigurado (Ricoeur
1985:12). Así pues, para
Ricoeur, la creación de un relato rompe con la aporía fundamental del tiempo:
la que opone la temporalidad auténtica del individuo que vive a la temporalidad
del tiempo calendario —concebido como tiempo cotidiano y común—. Es mediante
esta elaboración que Ricoeur presenta al tiempo histórico como mediador entre el tiempo inmanente de la
conciencia, el tiempo de la vida propia y el tiempo del mundo (Ricoeur 1985:435 y 457).
III.
Como adelantamos en un principio, si bien la
posición de Ricoeur y White manifiestan algunas afinidades, las diferencias
entre ambos son, sin embargo, contundentes. En Tiempo y Narración I, a propósito de los alegatos en favor de la
narración ofrecidos por White, Ricoeur señala los tres desplazamientos operados
por dicho autor respecto de una ontología de la historia. En primer lugar,
pondera el modo en que los parámetros de objetividad y prueba de la filosofía
de la historia se ven modificados por la nueva relación existente entre
historia y ficción. Este acercamiento entre ambas trae a colación, en segundo
término, el problema de la escritura de la historia, la cual era considerada
como la mera comunicación de los resultados de una investigación; no obstante,
a partir de la nueva filosofía de la historia, pasa a ser pensada como
constitutiva de la comprensión histórica. Por último, considerar la historia
como “artefacto literario” incide en las fronteras de demarcación entre la
historia de los historiadores y la filosofía de la historia (Ricoeur
1985:228-229).
En este marco, Ricoeur observa, no obstante, el
modo en que la historiografía se apropia de categorías tomadas de la crítica
literaria, y procura arrojar luz acerca de si ello no comportaría un
rebajamiento de su pretensión de cientificidad. Así, desde su perspectiva,
White se encuentra entre Escila y Caribdis; mientras, por un lado, enfrenta la
resistencia de los historiadores que ven rebajado su objeto de estudio desde
los cánones de la cientificidad, por otro, se encuentra con el cuestionamiento
de los críticos literarios que defienden una evidente distinción entre lo real
y lo imaginario. Más allá de esta dificultad, Ricoeur halla, asimismo, serios
problemas en la discusión sobre las relaciones entre lo imaginario y lo real en
la idea del pasado que la teoría de los tropos no acierta a solucionar. Aun
cuando reconoce cierto acuerdo entre su concepto de refiguración del tiempo
mediante la narración y la redescripción metafórica de White, Ricoeur insiste
en que esta teoría de tropos se ubica en un plano procedimental, con el riesgo
de ocultar la intencionalidad del discurso histórico. Al respecto, argumenta,
“si no se restablece esta primacía de la apertura referencial, no se podría
decir, con el propio Hayden White, que la competencia entre configuraciones sea
al mismo tiempo una ‘competición entre figuraciones poéticas rivales de lo que
puede haber consistido el pasado”
(Ricoeur 1985:60).
White y Ricoeur acuerdan, sin duda, en la
importancia de narrar el pasado —pues implica la construcción de una identidad
histórica individual y colectiva—, tanto como abogan por una teorización que
incluya la tradición filosófica, literaria y científica a fin de expandir el
concepto de “narración”. No obstante, el diálogo entre ambos no está exento de
polémica. Las divergencias comienzan, sobre todo, al intentar establecer el
estatus cognitivo de las narrativas históricas y de las prácticas de
“narrativización”, lo cual pone a la vista la conflictiva relación entre la
historia contada profesionalmente y su propia forma de discurso narrativo.
Para White, se trata de mostrar que es imposible
distinguir entre el relato histórico y los relatos de ficción. Ricoeur, en
cambio, sostiene que toda la experiencia humana es pre-narrativa. Tanto para
uno como para el otro, la
narración está relevada de la constricción de veracidad; es decir, no resulta
ser una mediación que represente fidedignamente el pasado, más bien es el
carácter ausente del pasado lo que encuentra en la narración su sustituto. No
obstante, esta tiene principios formales propios, a los que es necesario
atender y juzgar; en efecto, la configuración formal del texto histórico, lejos
de surgir de la experiencia, es resultado de un orden poético-ficcional.
En cuanto al problema de la
referencialidad, este supone, para ambos autores, “opciones ontológicas y
epistemológicas con implicaciones ideológicas y específicamente políticas”.
Pero mientras Ricoeur profundiza su posición en este sentido, White —guiado por
el “contenido de la forma”— se limita a examinar la retórica de los discursos
históricos y las figuras de los tropos que determinan su contenido.
Referencias
bibliográficas
Ricoeur Paul
(1983) Temps et récit I: L’intrigue et le récit historique. Paris.
Seuil.
Ricoeur Paul
(1985) Temps et récit
III. Le temps raconté. L’ordre philosophique.
París. Seuil.
Ricoeur
Paul (1990)
Soi-même comme un autre. Paris: Seuil.
Ricoeur Paul (1991) “Événement et sens” En L’Évenement en perspective.(Raisons pratiques, épistemologie,
sociologie, théorie social). J-L.Petit. École des Hautes Études en Sciences
Sociales.2º ed.
Tozzi, V (2003) “Introducción”. En Hayden White.
El texto histórico como artefacto literario. Compilación e introducción a
cargo de Verónica Tozzi. Traducción a cargo de Verónica Tozzi y Nicolás
Lavagnino. Barcelona: Paidós.
Tozzi, V (2008) Hayden White y una filosofía de la historia literalmente
informada, Policopia.
White,
H.(1992), “Introducción”. En Metahistoria.
La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX. México: Fondo de
Cultura Económica.
White, H.
(1992b) El contenido de la forma. Narrativa,
discurso y representación histórica.
Barcelona: Paidós.
White, H.
(2007)“Guilty of History? The
Longue Durée of Paul Ricoeur”, Review en History
and Theory, Vol.46, N°2, May, 2007 pp.233-251
Recibido con pedido de publicación 15/01/2019
Aceptado para publicación 26/03/2019
Versión definitiva 23/05/2019
[1]Universidad
Nacional de Rosario/CONICET. Correo electrónico: jfernandonavarro@gmail.com
[2] Ricoeur (1985:355)
[3] Ricoeur (1990:146)
[4] Ricoeur (1990:175)