Paula Sedran
Estudios del ISHiR, 24, 2019. ISSN 2250-4397
Investigaciones Socio Históricas Regionales,
Unidad Ejecutora en Red – CONICET
http://revista.ishir-conicet.gov.ar/ojs/index.php/revistaISHIR
Dossier
Prácticas distintas. El problema de la
definición de lo peligroso y su impacto en el análisis histórico en la escala
local y regional, fines del siglo XIX – mediados del siglo XX.
Paula Sedran[1]
Resumen
El fin de siglo XIX vio la consolidación
de sociedades modernas en el mundo occidental y a mediados del siglo siguiente
se afianza la sociedad de masas en buena parte de ese territorio tan diverso.
Las rupturas y mutaciones vividas en esos años provocan un acuerdo: no sólo
cambió el orden de lo real, sino también las formas en que éste se interpretó y
en cuáles sujetos sociales participaron de dicha interpretación. Uno de dichos
procesos fue la reconfiguración de prácticas sociales peligrosas para la
sociedad: de la explicación de sus causas, de la prescripción de soluciones y
de por qué presentaban un peligro. Desde la mirada hegemónica, estas prácticas
fueron homogeneizadas en contraste con las costumbres prácticas y valores legítimos.
Esta mirada inserta dichas prácticas en el tiempo de la historia sólo como otras, como alternativas, como fenómenos
marginales. Este dossier apunta a restituir estas experiencias en favor de una
vuelta a presentar el espesor de ciertas relaciones sociales, para pensar su
continuidad, su historicidad propia.
Palabras clave: peligrosidad; discursos; experiencia; orden social; historia
regional/local.
Alternative practices. The
difficulty in the definition of dangerous and its impact on historical analysis at local and regional scales, during
the late 19th and mid-20th centuries.
Abstract
The
end of the nineteenth century saw the consolidation of modern societies in the
western world, and in the middle of the following century mass society strengthened
in much of that diverse territory. The changes experienced in those years
generate a consensus in interpretation: not only the order of reality changed,
but also did the ways in which it was interpreted and in which social subjects
participated in this interpretation. One of these processes was the
reconfiguration of wich social practices were labelled as dangerous to society:
the explanation of their causes, the prescription of solutions and why they
were represented as dangerous. From the hegemonic point of view, these
practices were homogenized in contrast with legitimate social customs,
practices and values. This perspective inserts them in the time of History only
as an other, as alternative and marginal phenomena. This dossier aims to restore
these experiences, in order to re-present the thickness of certain social
relationships, to think about their continuity, their own historicity.
Keywords: dangerousness; discourses; experience; social order;
regonal/local history.
El
fin de siglo XIX vio la consolidación de sociedades modernas en el mundo
occidental y a mediados del siglo siguiente se afianza la sociedad de masas en
buena parte de ese territorio tan diverso. Amén de las discrepancias que puedan
generar en el seno de las ciencias sociales, las diversas rupturas y mutaciones
vividas en esos años provocan un acuerdo que es casi una armonía en su acepción
más literal: no sólo cambió el orden de lo real, sino que cambiaron las formas
en que éste se interpretó y en cuáles sujetos sociales participaron de dicha
interpretación. Uno de los procesos más variopintos -y conflictivos- fue la
reconfiguración de prácticas sociales peligrosas
para la sociedad: de la explicación
de sus causas, de la prescripción de soluciones y, especialmente, de por qué
presentaban un peligro para la sociedad. Desde la mirada hegemónica, estas
prácticas tuvieron como punto en común tensionar el ordenamiento social, en
dimensiones de la vida que se hicieron conspicuas en el período que abordamos.
Las transgresiones a la ley (Caimari, 2007; Rafart, 2009, Sozzo y Caimari,
2017; Salvatore y Barreneche, 2013; Galeano, 2009 y 2018), a la salud (González Leandri y Carbonetti, 2008; Rivero
y Carbonetti, 2019) y a la moral (Sedran, 2015) pero también prácticas de ocio
(Gayol; 1996; Yanguilevich, 2007; Sedran, 2015), de consumo (Pérez, 2015;
Garavana y Moreyra, 2019) de manifestación política (Suriano, 2002, Falcón,
1984), de sociabilidad (Fernández, 2017) diversas en su "naturaleza,"
en sus objetos, en sus protagonistas (Aversa, 2003; Gil Lozano, Pita e Ina,
2016) y en sus historias mismas, son re-clasificadas bajo el prisma de su
relación con el orden social.
En
esta clave, se presentó a estas prácticas distintas dentro de una cierta
homogeneidad en su temporalidad: se trata de conductas variadas, disímiles e
inherentemente heterogéneas al orden
social (Bataille, 2009) las cuales son reunidas bajo una categoría global que
las uniforma en su condición disruptiva y estudiadas como tales (Sedran, 2019).
En este sentido, que la historia ponga su mirada sobre prácticas
"distintas" no para "insertarlas" como emergencias o
sobresaltos en una temporalidad (Rufer, 2010), en un decurso (moderno,
nacional, racional, científico, masculino, urbano, sano, estatal) también
implica una apuesta que refiere a hacer explícita la politicidad de la
disciplina, pues demanda un recuento en el veredicto de los que fueron, con el tiempo, puesto al margen. Si volvemos
sobre la advertencia sobre el requisito de un tiempo homogéneo y externo a la
experiencia para reificar a las sociedades modernas como las portadoras de la
Historia y diferenciarlas de las sociedades "de cultura" (que tienen
tiempos vividos, no objetivos) (Wallerestein, 1996), puede así también pensarse
al gesto de exteriorizar, de subsumir las experiencias "distintas" (a
qué, siempre es la pregunta adecuada) no sólo como una manera de establecer un
orden social dado, en la sincronía, sino de hacer diacrónico unos límites
espacializados (fuera del orden social) de ciertas prácticas puntuales. Es en
la diversidad de los tiempos de sus experiencias particulares que estas
prácticas son, en un sentido más estructural, peligrosas.
Así,
necesariamente surge la pregunta por el tiempo específico de la peligrosidad.
Basta con afirmar que "cada sociedad identifica/produce/ordena a sus
peligrosos?" Qué nos dice esa comprobación, por otra parte, ya hecha?. En
este caso, la "visibilización" de ciertas prácticas, nos permite
restituir la trama de las razones, los intereses, los saberes, las emociones y
los condicionamientos múltiples que las hicieron peligrosas, pero desde la
interacción entre los discursos hegemónicos y los de los protagonistas. En
ello, sin duda, el acercamiento micro (Grendi,
1996; Fernández, 2019) a una
diversidad notable de fuentes que nos proponen las y los autores, fue una
herramienta indispensable.
Los
trabajos que integran este dossier se paran en la tensión constitutiva entre
las experiencias y saberes estudiados y su inserción en un tiempo-orden
homogéneo. Apuntan, por tanto, a restituir estas experiencias en favor de una
vuelta a presentar el espesor de ciertas relaciones sociales, precisamente para
darles continuidad, historicidad, ya que "no [se] reconoce a ciertos
sujetos como sujetos de la modernidad y (como historia) no puede reconocer[se]
tampoco las condiciones contingentes de producción de [sus] discursos (Rufer,
2010). Entendemos que, en la amalgama de esos diálogos, existe la oportunidad
de poner en tensión no sólo estos fenómenos (algunos más estudiados, otros
menos) y darles así un mejor entendimiento, sino de revisar nuestras propias
categorías y clasificaciones para pensarlos. Dicho ejercicio ha probado ser
fructífero tanto en el análisis de la intersección entre discursos científicos,
legos e institucionales, así como en la comparación temática de casos locales y
regionales. Por ello, los trabajos de este dossier recorren distintos aspectos
de la peligrosidad, como forma de identificar, como forma de ordenar y como
prácticas sociales más allá de su peligrosidad.
En
todo caso, una agenda tan particular, que necesariamente se monta sobre los
importantes desarrollos hechos por distintos campos de la historia social,
política, cultural, intelectual, impone identificar aquellas variables que
hicieron peligrosos, marginales, temidos, despreciados a ciertos sujetos y sus
prácticas dotándolos, con ello de manera externa, de una unidad interior
homogénea (Segato, 2007). En la reflexión sobre las nociones de peligrosidad
vigentes en determinados períodos de nuestra historia, la restitución de estas
percepciones "contrarias" a las dominantes son clave y se obtienen a
partir de los análisis micro, en tanto éstos se detienen en los dichos de los
sujetos, suspendiendo transitoriamente su colocación apriorística en el
casillero de "lo empírico," "lo alternativo," "las
resistencias." El salto al vacío
será reponer, en un sentido pleno, las historias que la experiencia dicta y
renegociar su lugar en la Historia.
En
el primer artículo de este dossier, Ricardo Campos Marín analiza, a partir del
caso español, uno de los pilares de la
peligrosidad en las sociedades capitalistas de los siglos XIX y XX: la que
vincula pobreza, vagancia, y trabajo a la clase obrera. El autor inicia su
estudio en la comprobación de que uno de los discursos troncales de la
modernidad es aquel que señala, en las sociedades industriales, a "la
pobreza como fuente del crimen, la ética del trabajo como solución de la
desviación social y la fragilidad de la frontera entre obreros honestos y vagos
y maleantes (...)". A partir de ello, desglosa en detalle el diálogo entre
textos legislativos, higienistas, psiquiátricos, jurídicos y criminológicos, y
sus percepciones sobre pobreza como fuente del crimen en España.
Específicamente se detiene en los discursos científicos hegemónicos del período
-el higienista, el psiquiátrico y el criminológico- y, en sus prescripciones y
en su relación con los discursos del Estado, reconoce las cristalizaciones de
los rasgos peligrosos que unieron causalmente al pobre, al trabajador, al vago
y al delincuente. La indagación en los vínculos entre los miedos de la clase
dominante por la politicidad de los pobres y el despliegue de un conjunto de
discursos prescriptivos para administrar el tiempo de los trabajadores resulta
un punto clave del análisis y, con ello, invita a estudiar este punto en
particular para espacios no metropolitanos de la Argentina.
Por
su parte, Adrián Carbonetti analiza las formas en que una de las enfermedades
más conspicuas de los siglos XIX y XX se construyó como problema social y cómo
la definición discursiva de un enfermo peligroso, el tuberculoso, fue el puntal
para dicha construcción. El autor analiza empíricamente el caso cordobés,
aunque siempre pivoteando con la producción de saberes y de políticas respecto
de la tuberculosis en otros espacios sociales. En este sentido, pone de
manifiesto cómo la experiencia del
tuberculoso quedó por fuera de las nociones socialmente afianzadas sobre cómo
identificarlo, sobre qué tratamientos debía recibir, sobre qué peligrosos representaba
para la sociedad en su conjunto. Además, específicamente respecto de las causas
que llevaban a un individuo a ser
tuberculoso, el autor reconstruye, mediante un recorrido documental
detallado, cómo la responsabilidad se
atribuyó a los individuos: que optaban por una vida viciosa que los hacía
propensos al contagio (y a aumentaban así las probabilidades de sus
descendientes a contraer el mal) y, una vez enfermos, no tomaban las medidas
necesarias para proteger al resto de
sociedad. En este discurso, la pobreza no terminó de consolidarse como causa de la enfermedad. Antes bien, la
pobreza material en que se hallaban los tuberculosos era consecuencia de su
pobreza moral y ambas los llevaban hacia la enfermedad. Uno de los puntos de
fuga de este discurso sobre sujetos peligrosos es la división conceptual entre
los enfermos de los sectores más pudientes y los tuberculosos de las clases
populares. Como en otras cuestiones de la agenda de la peligrosidad, el autor
nos muestra cómo esos dos arquetipos, en apariencia incompatibles, convivieron
en los discursos dominantes del período.
Dolores
Rivero y Cecilia Moreyra también se sitúan en el campo de la salud y la
enfermedad. Su ejercicio, a diferencia del anterior, propone pensar la
peligrosidad en un área específica de la salud y un momento plenamente identificado con las mujeres: la atención del
parto. Mediante el análisis del particular enfrentamiento entre una partera
diplomada una consuetudinaria, se dibujan perfectamente dos aspectos centrales
de la delimitación de la peligrosidad: en su praxis social y en su interacción
con las instancias del poder del Estado. En la demanda que la partera diplomada
inicia contra la otra mujer, las autoras identifican por un lado la
normalización de la práctica, de la mano del saber médico, la
profesionalización y el avance (aunque accidentado y condicionado) de la
regulación estatal en la materia; por el otro, los argumentos y saberes
específicos que cada uno de los sujetos involucrados despliega en el expediente
de la demanda. Ahora bien, las autoras subrayan la potencialidad de estas
fuentes para explorar, específicamente, la traducción judicial de la experiencia de los sujetos no
hegemónicos, en este caso, la partera no diplomada que es objeto de la demanda
y la mujer parturienta que reclama ser atendida por ella y rechaza el cuidado
la de la profesional: ¿cuáles eran las razones de la paciente para confiar en
la mujer no diplomada?¿puede atribuirse ello sólo a "pervivencias" de
un período no medicalizado? ¿Qué decía de esa decisión la partera diplomada?
Más aún: ¿cuáles eran los peligros que temía la mujer que debía ser atentida?
El
trabajo de María Virginia Pisarello explora otra arista de la cuestión de la
peligrosidad: la latente, aquella que
no se manifiesta sino en su extrañeza; un peligro que no es peligro siempre que
pueda traducirse como exótico y lejano. La autora explora las formas en que se
retrató-enunció la figura de Mahatma Gandhi en el diario santafesino El Orden en las décadas de 1920 y 1930.
En el contexto del inicio del proceso independentista indio, así como de la
expansión de las agencias internacionales de noticias, la reconfiguración de un
otro peligroso adquiere una dimensión
internacional que tiene formas, tiempos y protagonistas específicos. Pisarello
nos muestra cómo Gandhi es retratado, primero, como un agitador cuyo peligro
reside en el poder de movilizar las ingentes masas del subcontinente indio: es
en clave civilizatoria que se resalta el peligro de una violencia potencial.
Ahora bien, en la coyuntura temporal analizada, esa imagen cambia de la mano de
dos variables, citas en escalas muy distintas: una, el cambio del peso que las
agencias norteamericanas tienen en la distribución de noticias de la mano del
estrechamiento de relaciones políticas y económicas de la Argentina con ese
país. Por otra parte, en una escala local, la reivindicación de Gandhi como un
luchador del pueblo formó parte de las estrategias propias del diario para
distinguir su voz periodística frente las otras publicaciones locales. La
autora indaga cómo la peligrosidad inicial es traducida en una reivindicación
de una lucha, por medio, precisamente, del acento puesto en el carácter
no-violento de su práctica política.
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Recibido con pedido de publicación 09/02/2019
Aceptado para publicación 11/04/2019
Versión definitiva 28/04/2019