“El periodismo que los auspició”: tres
itinerarios para explorar la relación entre prensa y política en espacios
locales (Río Cuarto, Córdoba 1930-1955)
Rebeca Camaño Semprini
Estudios del ISHiR, 23, 2019. ISSN 2250-4397
Investigaciones Socio Históricas Regionales,
Unidad Ejecutora en Red – CONICET
http://revista.ishir-conicet.gov.ar/ojs/index.php/revistaISHIR
Dossier
“El periodismo que los auspició”: tres
itinerarios para explorar la relación entre prensa y política en espacios
locales (Río Cuarto, Córdoba 1930-1955)
Rebeca Camaño Semprini[1]
Resumen
Los diarios no son considerados ya
solamente fuentes de información sino actores políticos factibles de
convertirse en objeto de estudio de los investigadores preocupados por las
relaciones entre la prensa y la política. Es desde esta perspectiva que en el
presente trabajo analizamos los itinerarios de tres diarios diversos –por su
posicionamiento ideológico y devenir histórico– publicados en Río Cuarto entre
1930 y 1955, atendiendo a su accionar e influencia en el escenario político de
esos años.
Palabras clave: prensa; política; partidos; Río Cuarto.
“El periodismo que los auspició”: three itineraries to explore the
relationship between press and politics in local spaces (Río Cuarto, Córdoba,
1930-1955)
Abstract
Newspapers are no longer considered as
sources of information but political actors that can become objects of study
for researchers concerned about the relationship between the press and
politics. It is from this perspective that in this work we analyze the
itineraries of three different newspapers -for their ideological positioning and
historical evolution- published in Río Cuarto between 1930 and 1955, attending
to their actions and influence in the political scenario of those years.
Keywords: press;
politics; political parties; Río Cuarto.
Introducción
En
los últimos años se ha producido un crecimiento exponencial de los estudios
centrados en los medios de prensa, en particular escritos, y sus vinculaciones
con los poderes políticos.[2] Los diarios dejaron de ser
únicamente fuentes de información para los investigadores y se han convertido
ellos mismos en objeto de estudio, en tanto actores políticos. Con algunos
matices, por tales se entiende a aquellos actores individuales o colectivos
capaces de afectar el proceso de toma de decisiones en el sistema político. Es
decir, su ámbito de actuación es el de la influencia, no el de la conquista del
poder institucional o la permanencia en él (Borrat, 1989). Es desde esta
perspectiva que en el presente artículo abordaremos la relación entre la
prensa, los partidos y, más abarcativamente, la política en el espacio
riocuartense entre los golpes de Estado de 1930 y 1955.
Como
en la actualidad, por entonces Río Cuarto era la segunda ciudad en importancia,
tanto poblacional como políticamente, de la provincia de Córdoba. Se trataba
del principal centro urbano del departamento, articulador del espacio rural
circundante a través de los servicios financieros y de intermediación comercial
de los productos agropecuarios; características que han llevado a definirla
como una “agro-ciudad” (Hernández y Carbonari, 2012). En otras investigaciones
hemos dado cuenta de cómo estas características influyeron en la política
local, al tiempo que reconstruimos los principales rasgos del escenario
político riocuartense, atendiendo al devenir de los distintos particos
actuantes en la ciudad y a las relaciones entre oficialismo y oposición (Camaño
Semprini, 2014, 2015 y 2016).
Nos
proponemos ahora revisitar este período pero atendiendo particularmente al rol
que le cupo a la prensa local en dichos procesos. Para ello, tomamos tres
experiencias, disímiles tanto por sus recorridos como por sus posicionamientos
ideológicos: los diarios Justicia, El Pueblo y La Voz de Río Cuarto. El primero de ellos se publicó entre 1921 y
1954 (aunque se conservan ejemplares hasta 1951), se hallaba vinculado al ala
más tradicional del radicalismo riocuartense y, como ésta, luego otorgó su
apoyo al naciente peronismo. El segundo era de tendencia demócrata, presente a
lo largo de todo el período estudiado (fue impreso entre 1912 y 1985), mantuvo
su mirada crítica hacia el radicalismo primero y el peronismo luego. El
tercero, por su parte, nació en 1946 como voz oficialista del peronismo y se
publicó hasta 1954. El argumento que hilvana este recorrido es que estos tres
diarios actuaron como actores políticos, con capacidad de influir en la opinión
pública local y en la toma de decisiones gubernamentales; al tiempo que, como
contracara, se vieron también influidos –con variada intensidad– por los
partidos políticos.
Justicia y los vaivenes del radicalismo en los años treinta
A
comienzos de la década del treinta predominaban los sectores más tradicionales
dentro del radicalismo riocuartense. Por entonces rodriguiztas y garzonistas se
disputaban los cargos partidarios y públicos dentro de la UCR local. Los
primeros respondían al dirigente Carlos J. Rodríguez, miembro de Acción
Católica, en 1928 había propuesto ante el Congreso Nacional una reforma
constitucional tendiente a reemplazar al parlamento liberal, “en definitiva
bancarrota”, por una democracia corporativa. Los segundos respondían a Agustín
Garzón Agulla, para quien la democracia no era sino “el gobierno de los mejores
para el bien de todos” y que, pese a reconocerse liberal, no ocultaba su fe
católica; por el contrario, hacía de ella el norte de sus decisiones políticas
(Moyano Alliaga y Garzón de Nelles, 2000, p. 560). Precisamente con este último
sector, liderado en Río Cuarto por el médico Felipe Gómez del Junco es que se
hallaba alineado el diario Justicia
que, bajo la dirección de Ventura G. Ferreyra, se reconocía “eminentemente
católico”.
Desde
sus páginas se criticaba, aunque sin nombrarlo directamente, el personalismo de
Hipólito Yirigoyen:
De esta suerte,
a trueque de defender al ‘hombre’ y de culminar nuestra obsecuencia ante su
vista, celebramos ditirámbicamente sus mayores extravíos, entonando salmos
enternecedores a cualquier estupidez (…) Bajo este régimen de oprobio y de
vergüenza, la lisonja reina soberana, inundando el ambiente con el eco de sus
genuflexiones y zalemas.[3]
Era
en el contexto de su administración, cuyas características encontraba “más
prop[ias] de la obscura demagogia, que de la pureza institucional proclamada
por nuestros paladines”[4] que el diario anunciaba
vientos de fronda: “el huracán amenaza arrazar [sic] con los falsos puntales
que, rato ha, atentan contra la grandeza y solidez del glorioso templo del
radicalismo tradicional”.[5] No es de extrañar entonces
que al producirse el golpe de Estado de 1930 y reemplazarse las autoridades, Justicia celebrara afirmando que “La
administración queda de esta suerte, confiada al ejército nacional,
circunstancia que garantiza una era de buen gobierno y de positivos beneficios
para los intereses de la población” [6]y que tiempo después se
refiriera a Uriburu como un digno militar “encargado de poner coto a los
despilfarros que llevaban al país a la bancarrota, por obra de cuatro
individuos sin escrúpulos ni conciencia”.[7]
Aseveraba, asimismo, que sería un grave error incluir a todo el partido en las
críticas que solo podían atribuirse a esos “cuatro malos radicales” que
rodearon a Yrigoyen para empañar el brillo y la aureola del radicalismo.[8]
El influjo de los sectores
tradicionales dentro del radicalismo permite comprender la tibieza con que
abrazó la táctica abstencionista adoptada a nivel nacional. Esto quedó
particularmente evidenciado en los comicios municipales realizados el 27 de
diciembre de 1931. Aunque no presentó candidatos propios a la intendencia era
de público conocimiento que brindaba su apoyo a Carlos Vismara, del Comité de
Comercio.[9]Algunos de los dirigentes
radicales incluso integraron la lista de candidatos a concejales y otros
posteriormente formaron parte de su cartera a partir de febrero de 1932. El rol
de Justicia en su campaña electoral y
triunfo fue fundamental. Lo presentaba como un “mesías salvador”, al tiempo que
lo erigía en símbolo de la administración frente a la política. En una
percepción dicotómica de ambas esferas, mientras la primera era homologada a
una gestión racional, eficiente y sistemática, la segunda era percibida como un
ámbito en el que predominaban el pragmatismo, los intereses mezquinos de los
distintos partidos políticos, la discrecionalidad y el conflicto:
El Comité de Comercio no es una entidad política y, precisamente en
eso, radica su prestigio. Su lista de candidatos a intendente y concejales,
responde a su elevado propósito administrativo, dejando de un lado la política”
[Vismara era un] “reconocido financista, en quien la opinión pública ve
fundamentalmente al hombre independiente y administrador severo que precisa la
comuna de Río Cuarto en su angustiosa situación económica[10]
Por ello, Justicia sentenciaba: “No es un
político, sino un administrador” y esto lo convertía en el mejor candidato.
Esta mirada dicotómica era compartida por el propio Vismara y se fue volviendo
más explícita en los meses siguientes, luego de su llegada a la intendencia. Para
entonces había reconocido públicamente su adscripción al fascismo, aunque
aclaraba: “Es verdad que soy fascista,
pero fascista italiano, como no es menos verdad que el fascismo italiano nada
tiene que ver ni se inmiscuye con el de cualquier otra nación”.[11] Pese a la disquisición,
esto fue disparador para que se produjera un realineamiento político, del cual
formó parte activamente Justicia.
Para comprender este
proceso deben tenerse en cuenta varios aspectos. Por una parte, tenemos que
señalar que –merced al establecimiento del voto directo para las internas
partidarias de la UCR– había comenzado a producirse una renovación dirigencial
dentro del radicalismo riocuartense, como consecuencia de la cual los sectores
más tradicionales del partido estaban siendo lentamente desplazados por el ala
sabattinista. Por otra parte, esta renovación se tradujo en un cuestionamiento
cada vez más explícito hacia aquellos sectores del radicalismo que habían
apoyado la candidatura de Vismara, tanto porque se había burlado la abstención
establecida como por la ideología fascista del intendente. Finalmente, las
acusaciones de “colaboracionismo” que recaían sobre los radicales garzonistas
de Río Cuarto y los rumores de vinculaciones –por asociación– con el fascismo,
llevaron a que a partir del mismo 1932 estos sectores no solo le retiraran su
apoyo sino que además iniciaran una dura campaña en su contra.
Aparte
del Concejo Deliberante, otra arena del conflicto fue la prensa local y,
puntualmente, Justicia. Alineado con
el sector del radicalismo sospechoso de colaborar con el fascismo, este diario
arremetió fuertemente en sus páginas en contra de Vismara. En noviembre de 1932, en la presentación de
una entrevista que se le realizó a Gómez del Junco, Justicia aseveraba:
Retirado este apoyo [el del radicalismo
garzonista] y el del periodismo que los auspició en las difíciles horas de la
lucha, las actuales autoridades de la comuna, son virtualmente cadáveres. Si
tienen un ápice de pudor, deben retirarse, sin esperar a acciones cuyas
consecuencias pudieran ser fatales, dada la efervescencia pública. El comercio,
el radicalismo y el periodismo, los repudian enérgica y públicamente. Por lo
tanto, no pueden honradamente continuar en sus cargos. Su situación no puede
ser más desairada. El repudio es general. Han fracasado y deben irse[12]
Para
lograr la renuncia de las autoridades municipales Justicia promovió la desobediencia fiscal. Asimismo, buscó instalar
en la opinión pública riocuartense la idea de que la comuna sufría una
acefalía, al tiempo que instaba a la movilización en contra de las autoridades
municipales para lograr su dimisión. En este sentido, a fines de 1932
sentenciaba: “La intendencia, virtualmente está vacante”;[13]
y meses después, bajo el título de “Río Cuarto dejará sentir su voz de protesta
contra las autoridades municipales”, argumentaba:
Es por demás
justificable la unánime protesta que recorre los cuatro costados de la ciudad y
también razonable y justiciera la actitud asumida por el pueblo (…) cuyo
repudio y desprecio al intendente se ha de exteriorizar una vez más en el gran
mitin que se llevará a cabo esta tarde en la plaza pública donde la expresión
sincera de un general sentir ha de ir a retumbar en el vacío caserón del inútil
palacio municipal[14]
Por
otro lado, y como parte de la estrategia que los radicales emprendieron para
librarse de las versiones que los vinculaban a tendencias fascistas, Justicia publicó una serie de
editoriales en los que buscaban establecer una clara diferencia entre el
gobierno municipal y la UCR. Así, por ejemplo, en una nota se preguntaba
retóricamente “Las actuales autoridades municipales, ¿son o no radicales?”[15] y en otra, afirmaba “La
comuna es fascista, no radical”,[16] al tiempo que instaba a los
radicales a negar públicamente cualquier vinculación con Vismara en particular
y, más ampliamente, con el fascismo: “El Comité de Circuito debe de hablar. La
actitud en silencio es complicarse”.[17]
Aunque
el objetivo principal no fue logrado, pues Vismara cumplió con su mandato hasta
1935 y Justicia tuvo que pagar una
multa por calumnias en contra del intendente, durante meses éste debió
enfrentar las envestidas de la prensa y los cuestionamientos de la opinión
pública, al tiempo que la de Vismara fue la última gestión del Comité de
Comercio. Además, pese a este revés, el diario continuó alineado con el
garzonismo local, que ese año enfrentó en internas partidarias al sabattinismo.
El triunfo de este último no fue bien recibido por el ala más tradicional del
partido, la que fue acusada de no respetar la disciplina partidaria y recurrir
desde la abstención hasta la abierta oposición. Más clara fue, sin embargo, la
tendencia rupturista en las próximas elecciones internas para seleccionar el candidato
a intendente realizadas en octubre de 1939. En esa oportunidad la derrota
sufrida por el garzonista Felipe Gómez del Junco frente al sabattinista Ben
Alfa Petrazzini llevó a una escisión, con importantes consecuencias
posteriores, dentro del radicalismo riocuartense.
En
efecto, luego de realizadas las elecciones, el Comité de Circuito de la UCR
(dominado por los garzonistas) anuló motu
proprio tres mesas y convocó a complementarias. La adopción de esta medida
se fundamentaba en supuestos fraudes cometidos por el sector sabattinista, bajo
la protección de funcionarios públicos afines a dicha fracción.[18] Habiendo sido finalmente
desestimadas las denuncias formuladas por los garzonistas y reconocido el
triunfo de Petrazzini por considerar insuficientes las pruebas presentadas, un
grupo de correligionarios encabezados por el vencido precandidato Gómez del
Junco decidió abandonar las filas de su partido y fundar la Unión Vecinal de
cara a las elecciones municipales a celebrarse al año siguiente (Camaño Semprini,
2014).Una vez más, Justicia se plegó
al accionar de este sector y apoyó sus candidaturas, cuyas actividades
proselitistas eran seguidas diariamente en las páginas del diario.
Pese
a los esfuerzos, Gómez del Junco resultó vencido y asumió la intendencia el
candidato radical. Sin embargo, luego de producido el golpe de Estado de 1943,
Petrazzini fue desplazado de su cargo y reemplazado por un comisionado
municipal. Hasta mediados de 1945 el Ejecutivo estuvo en manos de funcionarios
militares, pero a partir de entonces la mayor parte de los cargos
administrativos y gubernamentales de la provincia, incluidos los municipales,
recayó sobre civiles vinculados al radicalismo antisabattinista, con el claro
objetivo de ir construyendo opciones continuistas de cara al proceso de
reapertura democrática en ciernes. Fue así como en agosto Gómez del Junco llegó
finalmente a la intendencia riocuartense, cargo que desempeñó hasta fines de
1945, cuando renunció para dedicarse de lleno a su candidatura a senador
nacional por el peronismo.
Tanto
su ejercicio al frente del municipio como su candidatura fueron apoyados por Justicia, que –al igual que el ala del
radicalismo con la que se hallaba alineada– viró su apoyo al naciente
movimiento peronista. Durante los años siguientes se volvió una de las voces
oficialistas locales, al punto de cambiar su slogan de “Diario independiente de
la tarde” a “Una voz justicialista en el Sud de la Provincia” y siguió de cerca
el desempeño de Gómez del Junco en el Congreso Nacional. Lamentablemente,
aunque se editó hasta 1954 solo se conservan sus ejemplares hasta 1951, por lo
que no podemos conocer su postura frente al conflicto entablado entre el
peronismo y la Iglesia católica a fines de aquel año.
El diario como tribuna de la oposición: El Pueblo y sus columnas políticas
En
la vereda de enfrente se hallaba El
Pueblo. Si durante los años treinta se había desempeñado como vocero de la
oposición demócrata a los gobiernos del Comité de Comercio primero y de la UCR
luego, con la desaparición del diario radical Tribuna en 1943 y el alineamiento de Justicia con el naciente peronismo se convirtió en el portavoz de
la oposición en el ámbito riocuartense. Desde sus notas editoriales y,
fundamentalmente, a través de sus columnas Del
Mentidero Político[19] y Cazando al Vuelo,[20] a cargo del dirigente
demócrata y director del diario, Luciano Subirachs, el diario se erigió en
representante no ya solamente de los demócratas sino del conjunto de las
fuerzas políticas opositoras. Amparándose en el uso de un seudónimo, encontró
en ellas un intersticio para hablar sin tapujos de la vida política, tanto a
nivel nacional como provincial y local.[21]
Relatando en primera persona, “Pancho Poncho” comentaba los rumores políticos
que llegaban a sus oídos, así como las charlas que mantenía con su
contrafigura, “Onofrio”, quien frecuentemente le mostraba otra perspectiva de
los hechos relatados. Ubicada generalmente en la segunda página del diario y
adoptando el formato de “chimento”, la columna se destacaba por la acidez de
los comentarios y la mordacidad del relato que, generalmente, venía a reforzar
las ideas plasmadas en alguna nota editorial. En su primera aparición, el 28 de
julio de 1945 afirmaba:
Aunque todavía
no sabemos con exactitud en qué mes y día y para cuándo el electorado argentino
será convocado a comicios, ya los partidos políticos se mueven con un vigor
cada día más acrecentado, lo que parece muy en lugar, pues si para un candidato
que no quiere serlo, hace tiempo que se desarrollan actividades proselitistas
en forma jamás superada, es lo menos que pueden hacer los que ya son viejos en
el oficio.[22]
En
obvia referencia a Perón, la columna denunciaba tanto su política continuista
favorecida por el nuevo Estatuto de los Partidos Políticos como el acercamiento
hacia miembros del radicalismo en búsqueda de apoyo político:
Muchos
comentarios he escuchado sobre la nueva táctica del coronel Perón, amparándose
en el recuerdo de don Hipólito Irigoyen. Son muchos los que presumen que está
empezando a desconfiar de su política obrerista, que por un lado ha determinado
la actitud defensiva de la clase patronal y por otro está provocando
categóricos manifiestos de importantes organismos sindicales, disconformes con
los resultados de tal política. De ahí esta nueva postura, mejor dicho, de ahí
este afán de buscar el calor del favor irigoyenista de una gran parte de la
masa electoral argentina.[23]
Aunque
su compadre Onofrio desestimaba la efectividad de dicha estrategia de Perón,
diciendo “Ni que se ponga ‘la pavita del viejo’”, lo cierto es que –como ya
mencionamos– hubo un recambio de autoridades que benefició al radicalismo
antisabattinista. A nivel provincial, esto se vio evidenciado con el
nombramiento del abogado Hugo Oderigo como Interventor Federal en Córdoba, a
quien la prensa local le atribuyó la asignación de la tarea de “radicalizar la
administración provincial, con radicales de los que hace tiempo venían formando
‘rancho aparte’”.[24] Al respecto Pancho Poncho
decía irónicamente en su columna del 25 de agosto:
Por de pronto, son muchos los nombres que se barajan para cargos en la
ciudad y en el departamento, existiendo la impresión de que no se procederá
aisladamente, sino que de una sola hornada saldrán muchos panes, aunque algunos
harán el efecto de tortas[25]
Ciertamente,
poco después se hizo cargo de la Jefatura Política del departamento de Río
Cuarto el abogado Arturo Culasso, vinculado al grupo de radicales garzonistas
que se había desprendido de la UCR en 1940 y formado la Unión Vecinal. Su
asunción prácticamente coincidió con la ya referida de Gómez del Junco al
frente del municipio. La importancia de estos nombramientos fue plasmada en la
columna Del Mentidero Político,
afirmando que, como consecuencia de la nueva orientación política del gobierno
de la intervención, Municipalidad y Jefatura Política eran “una sola y misma cosa”.[26] Aseveraciones de este tipo,
que permiten vislumbrar una vinculación entre el gobierno y el naciente
movimiento peronista, se repitieron en los meses siguientes. Ejemplo de ello es
el siguiente fragmento, publicado en la misma columna en diciembre de 1945, en
ocasión del recambio de autoridades derivado de la renuncia de funcionarios con
el objetivo de presentarse como candidatos en las próximas elecciones:
“(…) En la
Jefatura y en la Intendencia, quedan los mismos elementos adictos a la causa
‘continuista’ y, en cuanto al dirigente máximo, lo mismo da que esté dentro que
fuera de la administración a los efectos de la acción proselitista. Se ha
producido un cambio de piezas en el tablero del ajedrez, pero la situación es
la misma. (…)”[27]
Las
“piezas de ajedrez” a que se refiere la nota tenían referentes claros: Gómez
del Junco, que era el dirigente máximo del radicalismo renovador en la ciudad,
abandonó su puesto como comisionado municipal para presentarse como candidato a
senador nacional, e incluso se habló de que integraría con Auchter la fórmula
como candidato a vicegobernador; Arturo Culasso lo reemplazaría, dejando la
Jefatura Política en manos de Darío Guiraldi; así como renunciaría al cargo de
comisario general Isidoro Varea a los fines de presentarse como candidato a
senador provincial, nombrando en su lugar a otro representante del sector
“gomezjunquista” (Camaño Semprini, 2014). El carácter estratégico de estas
jugadas y el resultado exitoso de las mismas sería explicitado con posteridad
por Gómez del Junco: “la Junta Renovadora colocó a sus mejores hombres en la
cabeza de cada uno de los departamentos provinciales (…) Este mecanismo
político daría más tarde sus frutos” (Gómez del Junco, 1982, p.12).
Esta
fuerte vinculación de los ex garzonistas con el Estado permitiría explicar el
predominio del sector radical renovador (a quienes Pancho Poncho denominaba radicales saltarines) por sobre el ala
laborista del peronismo, dando lugar a una relación asimétrica entre ambos.
Mientras el primero se presentaba relativamente homogéneo, el laborismo se
caracterizó en su etapa formativa por las tensiones y disidencias internas. Su
relativa debilidad puede atribuirse también a las características de su
conformación inicial en el ámbito de una ciudad cuyos rasgos socio-económicos
la hacían poco proclive a su arraigo e implicaron la ausencia de elementos
obreros fuertemente consolidados. Finalmente, debe sumarse como factor
explicativo la falta de experiencia partidaria de sus miembros auténticamente
trabajadores frente a las largas trayectorias tanto de quienes militaron en el
radicalismo renovador como de aquellos adherentes a la “vieja política criolla”
presentes entre sus propias filas (Camaño Semprini, 2014).
Desde
las columnas Del Mentidero Político se
denunciaba que quienes se autodefinían como “laboristas” debieron luchar
permanentemente contra la “infiltración” de los radicales. Esta situación fue
resumida sarcásticamente en un comentario publicado a comienzos de 1946 con
respecto a la elección de convencionales:
(…) Parece que
ante la actitud asumida por los ‘laboristas’, el sector que encabeza el doctor
Gómez del Junco, que veía en peligro su predominio, pidió los auxilios del
‘laborista’ máximo y maximísimo’, quien habría dado instrucciones precisas al
enviado especial. La intervención surtió efecto, pues en las entrevistas se
habría llegado a un acuerdo paritario: mitad y mitad. Pero los ‘laboristas’
recién se dieron cuenta en esa reunión, de que les habían metido la ‘mula’, al
encajarles como presidente a quien es un ‘junquista’ hasta la médula.[28]
En este mismo sentido, días más tarde se hacía
referencia a la selección de candidatos para las elecciones de febrero:
“En los comicios internos, los dos candidatos a senadores por este
departamento, aparecieron: uno como ‘radical’ y el otro como ‘laborista’, pero,
en realidad, los dos eran radicales y en esto estaba la ‘mula’, pues el doctor
Lobos Castellano, que figuraba como ‘laborista’, en los últimos comicios
internos de la UCR, que militaba en la fracción del Dr. Garzón Agulla, fue
candidato para el mismo cargo”[29]
Las diferencias percibidas desde la columna
política entre ambas corrientes internas del peronismo no giraban solamente en
torno al acceso a los cargos disponibles, sino que se referían también a la
diversa percepción que tenían de la política partidaria. Del Mentidero Político criticaba permanentemente a los radicales saltarines, por ser “viejos
camanduleros de la peor política criolla”:[30]
“(…) los
laboristas locales, creían, de buena fe, que la organización y la acción del
partido estaría libre las artimañas de la vieja política criolla, pero se
encontraron con que los radicales que saltaron del charco siguiendo las huellas
de don Jazmín Hortensio, lo único que saben es de ‘votos son triunfos’, vengan
como vengan y de donde vengan (…)”[31]
De estas
desavenencias, Pancho Poncho derivaba una segura derrota del peronismo:
“La desinflación
del globo ‘peronista’ no se produje solamente por la acción de los adversarios,
ni por el desencanto de muchos que en un principio creyeron en la realidad de
su hombre providencial, sino por la ‘armonía’ de sus propios correligionarios”[32]
Estos
vaticinios fueron acrecentándose con el paso de los días y en la víspera de las
elecciones, su compadre Onofrio le anticipaba:
“el candidato
del ‘continuismo’ tan pronto como le vea las patas a la sota, se tomará una
larga temporada de descanso para resarcirse del desgaste de tanto hablar y de
tanto andar y, sobre todo, para buscar un consuelo a su aflicción por la
derrota”[33]
El mismo
24 de febrero, convencido del triunfo de la Unión Democrática, Pancho Poncho
daba prácticamente por cerrada la columna Del
Mentidero Político con las siguientes palabras:
“–Bueno, Pancho –me decía ayer Onofrio–, hemos llegado al final de la
jornada tan ansiosamente esperada. Durante estos meses, casi todos los días
hemos charlado de cosas de palpitante actualidad. Nos hemos hartado de
“chimentar” y, francamente, hemos tenido acierto de órdago. ¡Mira que no
amputamos ‘primicias’ de primer agua, que ya quisieran para sí, más de cuatro!
Es verdad que con anónimos han querido quitarle el sueño algunos despechados.
Pero, más rabiarán cuando los escrutinios confirmen lo que hemos vaticinado; de
la misma manera que ‘patalearon’ cada vez que descubríamos cosas que los
interesados creían más secretas que las tumbas de los Faraones
Lástima –mi Pancho querido– que ahora ya no tendremos oportunidad de
seguir con nuestros chimentos.
Quién sabe Onofrio. A lo mejor
después tendremos mucha tela que cortar.
–Eso será para vos, pues yo
estoy juntando chirolas para ir a cualquier parte a descansar de mis fatigas,
como el más vulgar de los oligarcas y burgueses.”[34]
Comentando
la jornada electoral, pocos días después decía respecto a los peronistas: “¡El
chasco que se llevarán cuando las urnas vayan develando su secreto!”[35]. Sabemos que el sorprendido
fue Pancho Poncho y así quedaba evidenciado en una carta que, como continuación
de sus diálogos, le dirigió Onofrio a comienzos de marzo. Pese a su extensión,
consideramos interesante la transcripción de algunas partes, pues representa
una síntesis de la columna y del posicionamiento del diario frente a la
realidad política imperante:
Mi querido
Pancho: Me imagino cómo andará tu espíritu por la forma cómo se van
desarrollando los escrutinios, tan al revés de lo que te habías imaginado (…)
En ningún momento dudé de que los comicios serían legales con la garantía de
las fuerzas armadas, pero al mismo tiempo te anticipé que no había
materialmente tiempo de deshacer lo hecho durante casi dos años y medio en un
tren de proselitismo oficial jamás igualado en la historia política argentina
(…) no estamos asistiendo a una lucha política, sino a una lucha social: la de
los que tienen muy poco o nada frente a los que tienen algo o mucho (…) con su
prédica larga y tesonera, con los medios de diverso orden que ha hecho uso el
candidato ‘laborista’ ha logrado crear lo que a muchos os parecía imposible:
una nueva fe y una nueva esperanza en las masas laboriosas más desheredadas,
que son la mayoría. Lo difícil, si llega a la presidencia, será mantener esa fe
y esa esperanza (…) Frente a esa realidad, mi Pancho querido, no es cuestión de
desesperar, sino de ocupar el lugar que a cada uno corresponde teniendo
únicamente en cuenta los intereses del país y la grandeza de la Nación. Todo lo
demás es cambiante y en sus fluctuaciones, ya es sabido que se produce el mismo
flujo y reflujo en las satisfacciones y en los sinsabores (…)[36].
En
efecto, luego de mantener silencio por un par de meses, en junio de 1946 El Pueblo volvió a incluir la columna de
Pancho Poncho, pero esta vez con el nombre de Cazando al Vuelo, la cual continuó publicándose –con la misma
ironía y acidez que su antecesora– durante todo el gobierno peronista y aun
luego de su caída. Pero el rol de El
Pueblo no se restringía a la publicación de esta columna política tendiente
a influir sobre la opinión pública local sino que además se convirtió en un
sustituto de dos de los canales más importantes de que dispone la oposición
para hacer oír su voz: la actividad parlamentaria y la tribuna pública. En el
primer caso, porque en el ámbito municipal no hubo elecciones en la provincia
de Córdoba sino hasta 1951 y aun entonces solo una exigua cantidad de
localidades, entre las que se hallaba Río Cuarto, eligió intendente y Concejo
Deliberante. Mientras tanto, las funciones ejecutivas fueron desempeñadas –como
venía haciéndose desde 1943– por un comisionado municipal y las legislativas
eran concentradas por un organismo centralizador con sede en la capital
provincial.[37] En el segundo caso porque,
conforme avanzaban los años y el peronismo se consolidaba en el poder, fueron
aumentando los controles y censuras a los actos públicos de la oposición,
variando desde la prohibición hasta la autorización pero posterior detención de
los oradores, pasando por el traslado a zonas extracéntricas de la ciudad y la
obstrucción de las tareas de publicitación.
Para
sortear estos obstáculos, El Pueblo sistemáticamente
publicaba panfletos del radicalismo, donde se vertían claras críticas al
oficialismo peronista y se denunciaba las trabas a las que se enfrentaba la
oposición. Por constituir un neto ejemplo de ello y una síntesis de los
argumentos de la oposición, reproducimos a continuación un fragmento de un
panfleto radical publicado en agosto de 1950:
Ciudadanos: El régimen peronista ha creado el delito de opinión. Los
medios de expresión del pensamiento están al servicio unánime de la
glorificación del régimen imperante. La prensa opositora está clausurada y la
independiente que aun logra aparecer, lo hace tenazmente hostilizada por el
oficialismo y bajo censura. Las radios no tienen espacios libres para los
partidos democráticos (…) El único medio de opinión que aún subsiste es la
representación parlamentaria de la minoría (…)[38]
Esta
práctica se mantuvo aún luego del llamado a elecciones y de la asunción de las
nuevas autoridades municipales en 1952. Pese a que entonces se hallaba
constituido un Concejo Deliberativo donde el radicalismo ejercía la oposición,
la mayoría absoluta con que contaba el peronismo (ocho de los doce concejales)
le garantizaba la imposición de su voluntad en la toma de decisiones.[39] A ello se sumaban prácticas
tendientes a obstaculizar el desempeño de la minoría en el recinto legislativo.
Una de las denuncias por miembros del bloque radical fue la falta de equidad en
el acceso y disponibilidad de los expedientes, ya que mientras la minoría veía
cercenado su derecho a poder trasladarlos, debiendo solicitarlos por secretaría
las veces que fueran necesarias, los representantes del oficialismo podían
retirarlos para su estudio. Concomitantemente, los peronistas solían imponer el
tratamiento sobre tablas de expedientes a los que no había accedido previamente
la minoría. Sin embargo,el recurso más frecuentemente utilizado fue el de
declarar “fuera de cuestión” los planteos esgrimidos por el radicalismo e inmediatamente
“cerrar el debate”. En el mismo sentido, hubo oportunidades en que, habiéndose
tratado algún asunto dentro de las comisiones internas y expresado la minoría
su disidencia con respecto al despacho de la mayoría, se le impidió leer su
propio informe.[40]En esas oportunidades, El Pueblo nuevamente se constituía en un
canal alternativo para que la voz de la oposición llegara a la opinión pública
a través de sus páginas, reproduciendo los argumentos que el radicalismo no
había podido expresar en el recinto legislativo.
El
peronismo tiene la palabra: La Voz de Río
Cuarto
Como
ya hemos planteado, mientras que Justicia
se hallaba alineado con el radicalismo garzonista y acompañó sus virajes
políticos y El Pueblo mantuvo la
tendencia demócrata que había manifestado a lo largo de su historia, La Voz de Río Cuarto nació como órgano
difusor de las ideas peronistas. No estuvo, sin embargo, exenta de los
conflictos suscitados al interior del oficialismo sino que, por el contrario,
en repetidas ocasiones los puso de manifiesto.
Esto
se debió, al menos en parte, al explícitamente estrecho vínculo entablado entre
esta empresa periodística y los dirigentes peronistas. Nacida en septiembre de
1946 bajo la dirección del senador provincial Isidoro Varea, contaba entre sus
socios fundadores a influyentes figuras del peronismo riocuartense como el
senador nacional Felipe Gómez del Junco, el diputado nacional Amado Curchod, el
senador provincial Ernesto Lobos Castellanos y el futuro comisionado municipal
Federico Pereyra Zamudio. Este último reemplazaría a Varea como director del
diario a partir de 1947, como consecuencia de su enfrentamiento con Gómez del
Junco y, desde sus páginas, llevaría a cabo una campaña en contra de su sucesor
al frente de la Municipalidad, el comisionado Alfredo Nolasco Ferreyra.
En
efecto, a comienzos de 1947 se desató abiertamente y sin previo aviso un duelo
entre quienes hasta entonces habían compartido una trayectoria política en
común. Para comprenderlo debe recordarse que, con el objetivo de limitar las luchas internas mediante el
reforzamiento del criterio de autoridad personal como principio legítimo de
construcción del partido, a mediados de enero de 1947 el Partido Único de la
Revolución Nacional (PURN) pasó a llamarse Partido Peronista (Tcach,
2006).Consecuentemente, el 18 llegaron a Córdoba tres delegados del Consejo
Superior: Héctor Cámpora, Alcides Montiel y Oscar Albrieu, bajo cuyo padrinazgo
se realizó semanas después una reunión a puertas cerradas de la que
participaron los miembros de la ex Junta Provincial del PURN, legisladores
adictos a Auchter y el propio gobernador.[41]
En ella se resolvió constituir la Junta Provincial del Partido Peronista sobre
la base del predominio de la ex UCR (JR), con los antiguos radicales Enrique
Martínez Luque e Isidoro Varea como presidente y secretario general,
respectivamente. Esto no solo significaba el reforzamiento de la importancia de
Río Cuarto dentro del peronismo provincial, sino que acentuaba el desarrollo de
disputas a su interior (Camaño Semprini, 2014).
Casi
inmediatamente comenzaron los rumores en la prensa local de un distanciamiento
entre Varea y Gómez del Junco, cual “hijo que rompe lanzas con el padre”.[42] Considerando la ausencia de
alguna controversia de carácter ideológico-doctrinario y que el comienzo de las
desavenencias sugestivamente coincide con el nombramiento de Varea como
secretario general del Partido Peronista en Córdoba, la teoría de los
incentivos selectivos (Panebianco, 1990)–es decir, aquellos beneficios (de
poder, de status y materiales) que la
organización distribuye solamente a algunos partícipes y de forma desigual–
resulta particularmente útil para explicar esta competencia entre los dos
legisladores peronistas. En efecto, al asumir un cargo de tal importancia
dentro del partido, Varea adquiría una doble participación, parlamentaria y
directiva, en términos de Duverger
(1957), dentro del peronismo provincial, lo cual le brindaba una insoslayable
ventaja sobre Gómez del Junco.
Como
mencionamos, esto se tradujo al interior de La
Voz de Río Cuarto en un desplazamiento de Varea, quien hasta entonces se
había desempeñado como director, y su reemplazo por Pereyra Zamudio. Durante
los primeros meses de su gestión, que prácticamente coincidieron con su
nombramiento como comisionado municipal, la mirada hacia Varea y el ala del
peronismo que lo acompañaba fue muy crítica. Sin embargo, luego de que Pereyra
Zamudio fue removido del Ejecutivo municipal y substituido por Alfredo Nolasco
Ferreyra, el centro de las críticas se desplazó hacia este funcionario. Ejemplo
de ello fue la acusación que La Voz de
Río Cuarto realizó contra el nuevo comisionado por malversación de fondos a
través de una serie de artículos publicados durante el mes de julio de 1948. En
ellos se hacía referencia a la compra de moto-niveladoras y de automóviles por
parte de la municipalidad a cambio de una comisión, así como a la venta
irregular de un automóvil de la asistencia pública al dirigente peronista Oscar
Baldassarre. Finalmente, se refería al uso indebido de una suma que rondaba
entre los treinta y cuarenta mil pesos que estaba destinada a la construcción
de un cementerio en el este del barrio Alberdi. Entre los autores de estas
denuncias, que finalmente fueron desestimadas por la justicia, se identificó a
Tristán Castellano, dirigente nacionalista, vinculado al Obispado desde la
década del treinta y para entonces enrolado en las filas del peronismo, bajo el
liderazgo departamental de Gómez del Junco.
Para
comprender este enfrentamiento al interior del peronismo debe considerarse la
tendencia hacia la concentración funcional de la autoridad mediante el
desplazamiento de los liderazgos locales que ya se había instaurado como lógica
característica del proceso de consolidación del Partido Peronista (Tcach,
2006). Como consecuencia de ello, Baldassarre sería nombrado a cargo de la
Jefatura Política. Proveniente de las filas laboristas, este dirigente impulsó
en el espacio riocuartense la consolidación de la unidad del peronismo
mediterráneo en torno a la figura políticamente neutral del gobernador San
Martín. La conformación de este “nuevo” peronismo cordobés impulsó a un
realineamiento de Felipe Gómez del Junco e Isidoro Varea, otrora enfrentados,
quienes implementaron una estrategia de acercamiento mutuo para enfrentar el
proyecto centralizador oficialista.
Como
parte de ésta, ambos legisladores impulsaron la creación en el Congreso
Nacional de un bloque de senadores y diputados cordobeses para colaborar con el
gobierno provincial, al tiempo que conformaron una lista de unidad para
enfrentar la precandidatura de Baldassarre. Anticipo de esta faz política fue
la campaña detractora a través de las páginas de La Voz de Río Cuarto que afectaba a las dos figuras más importantes
de este proyecto centralizador en el espacio departamental. Su corolario fue la
judicialización del conflicto, pues Nolasco Ferreyra entabló una querella
contra La Voz de Río Cuarto por
calumnias e injurias y solicitó que se juzgara por delito de imprenta a
Castellano y Pereyra Zamudio, en tanto autor de una de las notas aludidas y
director del diario, respectivamente.[43]
Más
allá de las tensiones internas, reflejadas en las páginas del diario, La Voz de Río Cuarto sostuvo durante
todo el período la defensa de las banderas del peronismo y su accionar político
a nivel nacional. Ello puede observarse en su posicionamiento respecto a tres
procesos estrechamente vinculados entre sí: la centralización
político-administrativa, la peronización de la administración pública y las
restricciones impuestas a los sectores opositores.
Con
respecto al primero, en diciembre de 1948 La
Voz de Río Cuarto celebraba que con el triunfo peronista en la provincia
“la revolución ha[bía] llegado a este rincón de tierra argentina que como un
apéndice del poder central ha quedado relegado a esta buena y óptima ocasión
que se nos presenta con dos genuinos representantes del general Perón y sus
nobles ideas”[44] y mostraba a la reforma
constitucional, en tanto consagración de los derechos del trabajador y la
familia, de la ancianidad y la cultura, como la inauguración de una nueva era
jurídico-institucional, “principio del gran paso hacia la orgánica
reestructuración de un país pleno de realizaciones”.[45]En
torno al tema, sentenciaba: “Ahora podrán convencerse los resentidos y los
desplazados, de que la Patria no volverá nunca a ser pasto de todos cuantos le
humillaron para satisfacer personales y repudiables apetencias”.[46]En referencia a la
peronización de la administración pública, en 1947 La Voz de Río Cuarto encomiaba la tarea desarrollada por el
entonces gobernador Auchter al “sanear la administración de los elementos que
trababan la libre acción de las nuevas fuerzas peronistas dispuestas a trabajar
por el bien común”[47] y años después, haciéndose
eco de las palabras de Gómez del Junco, reclamaba una profundización del
proceso: “Hay que hacer justicia a los hombres de la primera hora (…) son los
que tuvieron la visión de la revolución y se lanzaron a la lucha en horas que
no eran nada ciertas ni fáciles”.[48] Finalmente, las
restricciones a las minorías no eran percibidas como tales. En referencia al
proceder en las elecciones, en las que la oposición denunciaba falta de
prescindencia y obstaculización sistemática, La Voz de Río Cuarto afirmaba:
Los poderes públicos garantieron en toda la República el cumplimiento
de la ciudadanía nacional, para que la voluntad del pueblo se manifieste
conforme a las disposiciones constitucionales. Peronistas, radicales,
conservadores, comunistas, participaron de las elecciones sobre un mismo plano
de igualdad, respetados todos y entre sí respetuosos[49]
En
el mismo sentido, negaba las denuncias de los sectores opositores respecto a
las restricciones en el acceso a los medios de prensa y los denunciaba por
“remachar casi a diario, con la falta de libertad (…) en tanto que esa misma
prensa deforma la verdad, desfigura las noticias, y va creando una equívoca
conciencia, en determinados sectores de población interesados en aceptar el
embuste como veracidad”.[50]
Amén
de las intencionalidades políticas del diario, consideramos que sus lecturas
sobre la realidad política respondían a una determinada concepción acerca de
cuáles eran los principios legitimadores del poder y de la democracia, que –en
un marco más amplio– eran compartidos por el peronismo y diferían con respecto
a los sostenidos por la oposición. El
primero hacía hincapié en su carácter mayoritario, social e inclusivo, mientras
que la segunda los concebía, de acuerdo con los principios liberales, fundados
en el respeto por las instituciones republicanas y las libertades políticas.
Partían, en consecuencia, de un desacuerdo de base acerca de cuáles eran los
valores que la política debía promover, por lo que adoptaron posiciones
irreconciliables y mutuamente excluyentes, presentándose cada uno como el único
y verdadero representante legítimo de la nación argentina y negándole al otro
el derecho de serlo. Así, para La Voz de
Río Cuarto el peronismo representaba una revolución que había venido a
dignificar al pueblo y liberar a la nacionalidad, tras la cual “no habrá
fuerzas mancomunadas o no que nos vuelvan a lo pasado”.[51]
En ese contexto, los partidos opositores eran presentados como “echados al
olvido” por un pueblo “que los había vencido en buena ley” y ahora los veía
reaparecer “llenos de lacras morales” llamándose “depositarios de los
principios democráticos”.[52]Pese a su extensión,
conviene reproducir el siguiente fragmento, pues sintetiza cabalmente estos
argumentos:
Mientras el
Peronismo afianza su crédito cívico en la conciencia nacional merced a la obra
constructiva del general Perón y sus leales colaboradores, el radicalismo se
diluye como sombras del pasado, pasando de lo ridículo a lo esfumante. No le
queda ya absolutamente nada de partido opositor, ni de partido a secas. Sin
programa orgánico, sin cimientos sociales, sin ideales de ninguna naturaleza,
es la más viva expresión del derrotado que huye sin esperanzas ni norte. Y por
eso puede decirse hoy que en el país no hay política opositora porque ni hay
opositores en la verdadera acepción del vocablo.[53]
Como
Justicia, también La Voz de Río Cuarto dejó de editarse en
1954 y se conservan ejemplares solo hasta 1952, por lo que no podemos
reconstruir su posicionamiento en los últimos tiempos del peronismo en el
poder, pero sí afirmar que fue su vocero en el ámbito riocuartense hasta el
final de sus días.
Consideraciones finales
En
investigaciones anteriores Justicia, El Pueblo y La Voz de Río Cuarto constituyeron para nosotros fuentes
privilegiadas para la reconstrucción del escenario político riocuartense. En
este trabajo hemos decidido focalizarnos en un aspecto que –aunque estuvo
presente– no fue central entonces: su rol como actores políticos. Para ello
reconstruimos sus diversos itinerarios, dando cuenta de los sucesivos
posicionamientos, virajes y estrategias adoptadas para influir tanto en la toma
de decisiones gubernamentales como en la opinión pública local.
En
estos procesos vimos cómo, mientras buscaban influir eran también influidos
–con distinta intensidad– por la política local. Justicia acompañó el devenir del radicalismo más tradicional y,
como este sector, se sumó al naciente peronismo. El Pueblo, que tradicionalmente había sido demócrata y crítico del
radicalismo, durante los años de gobierno peronista se convirtió en vocero de
la oposición y, en tanto tal, fue un canal alternativo al Concejo Deliberante y
la tribuna para que los sectores minoritarios –en particular la UCR– llegaran a
la opinión pública. La Voz de Río Cuarto
no solo expresaba las ideas oficialistas sino que nació como una empresa
periodística netamente peronista. Ello llevó a que las disidencias al interior
del partido se vieran reflejadas en sus páginas tanto como la adscripción a la
doctrina justicialista.
En
todos los casos, lejos de ser observadores externos de los conflictos políticos
se vieron involucrados y ejercieron una mediación activa entre la opinión
pública y los partidos. Reconocemos detrás de este accionar no solamente un
interés particular de cada uno de ellos en el ámbito de la influencia sino
también diversas concepciones, frecuentemente en tensión, acerca de lo político.
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Fuentes
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El Pueblo, Río Cuarto 1945-1955
Justicia, Río Cuarto 1930-1945
La Voz de Río Cuarto, Río Cuarto 1946-1950
Recibido con pedido de publicación 09/02/2019
Aceptado para publicación 11/04/2019
Versión definitiva 28/04/2019
[1] Centro de Investigaciones
Históricas de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Río
Cuarto y Centro de Estudios Avanzados de la Facultad de Ciencias Sociales de la
Universidad Nacional de Córdoba/CONICET. Correo electrónico: rebesemprini83@gmail.com
[2] Entre una producción mucho más
vasta, encontramos: Sidicaro, 1993; Díaz, 1996; Alonso, 1997; Da Orden y Melon
Pirro, 2007; Ruiz, 2007; Rein y Panela, 2008; Ruffini, 2017.
[3]Justicia, 18 de enero de 1930.
[4]Justicia, 13 de febrero de 1930.
[5]Justicia, 15 de abril de 1930.
[6]Justicia, 9 de septiembre de 1930.
[7]Justicia, 8 de abril de 1931.
[8]Justicia, 8 de abril de 1931.
[9] Esta agrupación de alcance comunal
había gobernado la Intendencia municipal durante gran parte de la década del
veinte. Cabe aclarar que en otros espacios políticos (provincial, nacional)
muchos de sus miembros adherían al radicalismo.
[10]Justicia, diciembre de 1931.
[11]El
Pueblo, 22 de
marzo de 1934.
[12]Justicia, 18 de noviembre de 1932.
[13]Justicia, 30 de noviembre de 1932.
[14]Justicia, 03 de noviembre de 1933.
[15]Justicia, 02 de agosto de 1933.
[16]Justicia,06 de junio de 1933.
[17]Justicia, 07 de junio de 1933.
[18]El
Pueblo, 17 de
octubre de 1939.
[19] Entre julio de 1945 y marzo de
1946.
[20] Desde junio de 1946.
[21]Aquí resulta notable la distancia con otros diarios del interior del país,
como por ejemplo El Litoral de Santa
Fe, que durante los años de gobierno peronista respondió al embiste gubernamental con la autocensura y lo que Darío Macor
denominó un «encierro parroquiano». En este sentido, se esforzaba por eludir
los temas políticos nacionales que podían traerle conflictos o los atendía con
la mera reproducción de la información proveniente de las agencias gubernamentales,
al tiempo que crecía la referencia a
temas como los deportivos y las cuestiones locales de la ciudad capital
y la región centro-norte de la provincia (Macor, 2014).
[22]El
Pueblo, 28 de
julio de 1945.
[23]El
Pueblo, 28 de
julio de 1945.
[24]El
Pueblo, 7 de
agosto de 1945.
[25]El
Pueblo, 25 de
agosto de 1945.
[26]El
Pueblo, 5 de
septiembre de 1945.
[27]El
Pueblo, 12 de
diciembre de 1945.
[28]El
Pueblo, 10 de
enero de 1946.
[29]El
Pueblo, 24 de
enero de 1946.
[30]El
Pueblo, 5 de
enero de 1946.
[31]El
Pueblo, 1 de
enero de 1946.
[32]El
Pueblo, 16 de
enero de 1946.
[33]El
Pueblo, 23 de
febrero de 1946.
[34]El
Pueblo, 24 de
febrero de 1946.
[35]El
Pueblo, 27 de
febrero de 1946.
[37]Diversos organismos
centralizadores de la administración municipal se sucedieron entre 1943 y 1955:
Oficina de municipalidades, Dirección General de Municipalidades, Inspección
General de Municipalidades, Consejo Provincial de Municipalidades.
[38]El
Pueblo, 14 de
octubre de 1950.
[39]Más allá del rotundo triunfo del
peronismo, que obtuvo 12.149 votos
frente a los 10.910 del radicalismo, la nueva legislación establecía que la
mayoría obtenía 8 bancas y solo la primera minoría tenía representación, con 4
bancas.
[40] Archivo Histórico Municipal de
Río Cuarto. Libro de Actas del Concejo Deliberante.1952-1955.
[41]Justicia,
26 de febrero
de 1947.
[42]El
Pueblo, 15 de
febrero de 1947.
[43]Justicia, 03 de septiembre de 1948.
[44]La
Voz de Río Cuarto,
16 de diciembre de 1948.
[45]La
Voz del Río Cuarto,
18 de marzo de 1949.
[46]La
Voz de Río Cuarto,
14 de diciembre de 1948.
[47]La
Voz de Río Cuarto,
29 de mayo de 1947.
[48]La
Voz de Río Cuarto,
27 de mayo de 1949.
[49]La
Voz de Río Cuarto,
11 de diciembre de 1948.
[50]La
Voz de Río Cuarto, 28
de febrero de 1948.
[51]La
Voz de Río Cuarto,
6 de abril de 1949
[52]La
Voz de Río Cuarto,
17 de noviembre de 1949.
[53]La
Voz de Río Cuarto,
15 de agosto de 1950.