GARZÓN ROGÉ, Mariana (Ed.). Historia
Pragmática: una perspectiva sobre la acción, el contexto y las fuentes.
Buenos Aires: Prometeo Libros, 2017. 140 pp. ISBN: 978-987-574-866-8
Diego Frachia
Estudios del ISHiR, 22,
2018. ISSN 2250-4397
Investigaciones Socio
Históricas Regionales, Unidad Ejecutora en Red – CONICET
http://revista.ishir-conicet.gov.ar/ojs/index.php/revistaISHIR
GARZÓN ROGÉ, Mariana (Ed.). Historia
Pragmática: una perspectiva sobre la acción, el contexto y las fuentes.
Buenos Aires: Prometeo Libros, 2017. 140 páginas. ISBN: 978-987-574-866-8
Diego Fracchia (UNTREF)
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istoria Pragmática: una perspectiva sobre la
acción, el contexto y las fuentes es una obra que se propone rastrear los
principales fundamentos de una novedosa perspectiva teórica para las Ciencias
Sociales -y en particular para la Historia- a través de ciertos trabajos
seleccionados y traducidos por la autora. Esos capítulos (publicados
originalmente en distintos contextos) se tornan explicativos de una gama
variada de metodologías, categorizaciones y debates epistemológicos que tienen
como hilo conductor la problemática de dar cuenta de las prácticas de los
actores por parte del investigador y las posibilidades de su historización.
En su estudio
introductorio, la autora rastrea los orígenes y las principales líneas de
desarrollo de dicho horizonte metodológico. La piedra fundamental de este nuevo
paradigma fue, para Garzón Rogé, Les
Formes de l’ expérience: une autre histoire sociale de Bernard Lepetit,
publicado en 1995. Allí Lepetit, aunque inserto en un marcado contexto de
crisis posmodernista, buscaba ofrecer respuestas frente a los problemas
acarreados tanto por el estructuralismo como por la historia de las
mentalidades. Su propuesta era analizar la sociedad como una categoría propia
de la práctica sin recurrir a fundamentos explicativos externos a ella misma.
Aquel programa, señala la autora, no fue avalado por el comité de Annales -grupo de intelectuales a los
que Lepetit pertenecía. No obstante, ese enfoque continuó su elaboración a
través de las investigaciones de otros historiadores (ya que Lepetit falleció
poco después de la citada publicación) en diversos entornos académicos con
preocupaciones similares.
En ese marco,
distintas orientaciones teóricas innovadoras se oponían -de manera análoga- a
una historia de corte positivista que desconocía el lenguaje de los actores
sociales en pos de hallar mecanismos causales que explicaran los procesos
históricos. Al respecto, la autora destaca el rol que ocupó la microhistoria,
tanto desde su orientación cultural como social. La primera, repasa, buscaba, a
partir del achicamiento de la escala de observación, rastrear en los testimonios
de los actores aquellas huellas de lo escondido (contexto cultural normativo) a
través de sus “descuidos reveladores”. Para la segunda vertiente, en cambio, lo
más relevante radicaba en captar los comportamientos de los actores en sus
propios espacios de referencia y reponer las relaciones sociales que los hacían
posibles. Como crítica a ambos posicionamientos, Garzón Rogé remarca la
presencia de Simona Cerutti que, desde el propio universo intelectual de la
microhistoria, apuntaba contra la noción de estrategia
percibida como un análisis de los comportamientos en relación a un plan que era
exterior a los actores y les imponía o limitaba sus cursos de acción. Frente a
ello, Cerutti cuestionaba el núcleo procedimental de la microhistoria y marcaba
la necesidad de reconocer las posibilidades reales de la acción de los actores en el contexto; entendido éste como el
escenario donde ellos conocen y manejan “interpretaciones plurales sobre sus
mundos”, las que son capaces de movilizar con el fin de modificar intersubjetivamente
sus propias circunstancias. La actitud del historiador, en ese marco, no
debería ser la de un detective que devela el sentido oculto de las acciones,
sino que más bien habría de situarse como un “aprendiz extranjero” que parte de
la ignorancia sobre qué hacían los actores; tomando como cierto que son ellos
los que poseían nociones prácticas acerca de sus circunstancias y sobre cómo
actuar en ellas. En este marco, las fuentes dejarían de ser recipientes
transparentes de información como lo pretendía el positivismo y, al mismo
tiempo, se alejarían de la idea de pistas (en alusión a C. Guinzburg) en las
que habría que rastrear los elementos que se encuentran el margen de la escena
y escapan al control del actor estudiado. Desde un enfoque praxeológico
-siguiendo a Cerutti- las fuentes son consideradas “acciones en las que los
actores afirman sus derechos, asientan sus pretensiones, legitiman sus
conductas y obtienen reconocimiento”. En este sentido, los sistemas culturales
se vuelven, a priori, inaccesibles
para el historiador ya que son elaboraciones de los propios actores a través de
acciones cuyas intencionalidades desconocemos. Es en la comprensión de esos
actos donde aparece la posibilidad de reconstruir el contexto. Así, Garzón Rogé
retoma los principales argumentos de Cerutti -y en menor medida de otros
autores- para construir su estudio introductorio donde se accede a un relato
historiográfico que da cuenta de los debates en los que emergieron los
principales posicionamientos teóricos que conforman los rasgos elementales de
esta perspectiva teórica.
La primera traducción
que abre la serie de cuatro artículos incluidos en el libro es “Recorridos de
la práctica, 1966-1995”, cuyo autor es Angelo Torre. En este trabajo, el
historiador italiano elabora una crítica mordaz al paradigma historiográfico
que, durante la década de 1980, se monta sobre la sociología de Pierre Bourdieu
con un pretendido interés por las prácticas de los actores pero que, en
definitiva, sostiene Torre, terminó por desvalorizar las interrelaciones
concretas para realzar la interpretación de los modelos culturales en las que
éstas se inscribían. Para ello, analiza las obras de dos autores a los que
presenta como emergentes de dicha perspectiva: Antonio Manuel Hespanha, en el
campo de la historia jurídica, y Roger Chartier en el de la historia cultural.
El primero proponía explorar las formas de “micro-poder autónomas” que daban
por tierra con aquella imagen estructuralista en la que el monopolio del poder
recaía en el estado. Para esto, Hespanha recurría al concepto de habitus ya que su centro de atención
eran los mecanismos “prácticos” de poder para abordar las instituciones
jurídicas del Antiguo Régimen. En este sentido, Torre le critica la
imposibilidad de rastrear un recorrido inverso, es decir, Hespanha no se
ocupaba de analizar “en qué condiciones se produjeron y estandarizaron dichas
normas”. El marco metodológico utilizado por Hespanha -siguiendo a Torre-
reproducía una contraposición entre la “informalidad de los comportamientos” y
la “continuidad de la cultura” que retomaba las formulaciones positivistas de
los años 60’s, ya que si bien las prácticas aparecían en el relato, lo hacían
reducidas a juicios o procedimientos. Similares cuestionamientos surgen de este
artículo hacia la obra de R. Chartier en su intento de superación de la
historia de las mentalidades. Para este fin, sigue Torre, el autor francés se
apoyó en el principio de la “apropiación diferenciada” de las representaciones;
donde las prácticas se reducían a los usos que los actores -o grupos sociales-
hacían de aquellas. Como consecuencia, sostiene nuestro autor, la “realidad
social” de la que deriva la práctica se presentaba rígida y estereotipada,
producto de la aplicación de los conceptos de habitus y campo: mientras
que el primero determinaba las acciones, el segundo era el marco en el que se
manifestaban con cierta regularidad.
El segundo artículo
traducido por Garzón Rogé es “Who is Below” de Simona Cerutti publicado
originalmente en 2015. Cerutti se propone realizar un recorrido crítico de la
“historia desde abajo”, preguntándose por la posibilidad cierta de identificar
quién es ese abajo; no desde una perspectiva que se sustente en grupos sociales
definidos de antemano sino desde un análisis praxeológico. Para ello, la autora
analiza los conceptos centrales de la obra de E. P. Thompson a través de la
recepción y circulación de los mismos en historiadores posteriores. Así
encuentra, por ejemplo, que la noción de english
crowd -presente en la obra del historiador británico- fue traducida y
asociada a la categoría de “clases populares”, producto de un clima de época en
la historiografía italiana y francesa. De este modo, sostiene la autora, se
produjo una asimilación entre below y
“pueblo” que tuvo como resultado la atribución de ideologías a grupos bien
identificados en la escala social, pasando por alto las ambigüedades que sí
estaban presentes en la obra de Thompson. Por otra parte, frente a la noción de
agency, la autora ofrece una
alternativa que pone en el centro de la escena otro abordaje metodológico de
las acciones. Mientras que Thompson entendía las prácticas populares como
expresión directa de resistencia a las estructuras de poder por parte de un
grupo dotado de consciencia y voluntad, Cerutti advierte las acciones como
expresión de las capacidades de actores “múltiples y desparejos para crear
fisonomías y grupos sociales” que no están dados de antemano. Para la autora
italiana, si bien Thompson confrontó la imagen de paternalismo y deferencia construida
por la historiografía whig, lo hizo
adoptando el lenguaje de sus propias fuentes, es decir, retomando la dicotomía
entre pobres y poderosos. En ese marco, afirma Cerutti, los “pobres” que
aparecían en las fuentes de Thompson -en referencia, por ejemplo, a las cartas
anónimas de súplicas y quejas- no eran “el pueblo”, sino más bien, todos
aquellos que esgrimían cierta condición de debilidad, económica o de otra índole, para pedir la protección
del gobierno, como se hacía tradicionalmente. En este sentido, remarca Cerutti,
a la vez que la history from below se
presenta como un “trabajo de salvataje” que se esfuerza por rehabilitar las
vías alternativas no recorridas, suele caer en la asimilación de dichas
acciones a la expresión de “culturas populares”. En esa operación, se sustrae
la legitimidad de la que gozaban esas prácticas ya que se las vincula con las
condiciones patrimoniales de un grupo social cuando, en realidad, el
calificativo “popular” deviene como fruto de la derrota en la batalla por la legitimidad
que se dio en el propio contexto.
El tercer texto
traducido corresponde al antropólogo Jean Bazin, se titula “Interpretar y
describir” y fue publicado originalmente en 1996. En este trabajo, el autor
sienta sus bases metodológicas a partir de un posicionamiento que enuncia como
clave para la observación de las acciones partiendo de la ignorancia: “yo no sé qué es lo que hacen”. Asimismo,
contradice la postura tradicional donde la escena es tratada como una
circunstancia ejemplar portadora de un sentido oculto o latente que debe ser
interpretado. Como alternativa, propone un abordaje que tiene como objetivo la
descripción de la acción situada. Para ello -sigue Bazin- el investigador debe
suponer que los comportamientos humanos no son tan diferentes y, sin tratar de
buscar el sentido, atravesar el aprendizaje que lo acerque a la posibilidad de
poder hacer lo que “ellos hacen” para, recién ahí, abordar el intento de
describirlo. Esta necesidad de “reducir la alteridad” propiciaría, según el
autor, una actitud antropológica en la que el género humano comenzaría con el
“vecino de enfrente”, ya que si bien “yo sé hacer lo que él hace”, desconozco
múltiples aspectos como para hacer una descripción certera. Es decir, se trata
de ir aprendiendo las reglas de los comportamientos sin la necesidad de suponer
que los observados “tienen” el sentido de lo que hacen guardado en su interior.
En ese marco, las reglas no son las causas ni las razones de sus acciones, sino
la forma que tiene el investigador de describirlas.
El libro cierra con
el artículo de Francis Chateauraynaud e Yves Cohen cuyo título es “Perspectivas
sobre las historias pragmáticas”. En este racconto
historiográfico, los autores construyen un balance de los vínculos y
diálogos académicos entre las diferentes perspectivas en las que se percibe a
la acción como fuente de las investigaciones: “historia pragmática”, “historia
de las prácticas” e “historia pragmatista”. En ese marco, los autores remarcan
los puntos en común y las discontinuidades entre varios autores paradigmáticos
con el fin de mostrar la pluralidad de los abordajes. De este modo, surgen
nexos entre la microhistoria, la pragmática del lenguaje, la sociología
pragmática, los estudios de la acción situada -de Foucault a Lepetit- y las investigaciones
sobre la performatividad. El objetivo sustancial del trabajo es abrir nuevos
enfoques, temas y problemas como fuentes de investigación. A partir de la
lectura de este capítulo toma forma aquello que Garzón Rogé deja entrever en su
estudio introductorio: la historia pragmática no está apoyada en un programa de
investigación homogéneo y las “derivas y apuestas”, en este horizonte, se
caracterizan por la multiplicidad.
El valor de esta obra
radica en el acercamiento al contexto historiográfico argentino de este
conjunto de posturas teóricas que, aunque disímiles, están hilvanadas por las
mismas preocupaciones metodológicas. A lo largo de la lectura del libro queda
claro que frente a los distintos objetos de estudio, la variabilidad de los
períodos abordados y las fuentes con las que pueda contar el investigador,
existen múltiples formas de posicionarse; partiendo desde el propósito de no
imputar modelos, ideas o marcos culturales de antemano para comprender las
acciones de los actores. En este sentido, el libro no se presenta como un
manual de procedimientos metodológicos para el investigador, sino que abre un
abanico de posibilidades diversas con ejemplos concretos que ilustran cada
caso. Por esto, más allá de rastrear la evolución de una corriente
historiográfica, la importancia de la obra reside en mostrar la heterogeneidad
dentro de un proceso que, como resalta la autora, se encuentra en movimiento.
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Recibido con pedido de publicación 25/10/2018
Aceptado para publicación 29/11/2018
Versión definitiva 29/12/2018