Dossier

Conocimientos, prácticas culturales y escalas de análisis: contribuciones para explorar la historia argentina del siglo XX

Knowledge, cultural practices and scales of analysis: contributions to explore the argentine history of the 20th Century

Federico Martocci
Instituto de Estudios Históricos y Sociales de La Pampa, CONICET / Universidad Nacional de La Pampa, Argentina
Juliana López Pascual
Centro de Estudios Regionales “Prof. Félix Weinberg” / Universidad Nacional del Sur, CONICET, Argentina

Estudios del ISHIR

Universidad Nacional de Rosario, Argentina

ISSN-e: 2250-4397

Periodicidad: Cuatrimestral

vol. 14, núm. 39, 2024

revistaestudios@ishir-conicet.gov.ar

Recepción: 15 julio 2024

Aprobación: 30 julio 2024

Publicación: 30 agosto 2024



DOI: https://doi.org/10.35305/e-ishir.v14i39.1976

Resumen: La producción historiográfica de las últimas décadas demuestra la expansión de los abordajes que, en distintas líneas de investigación, aportan a una historia cultural del pasado argentino en la que resulta cada vez más frecuente la problematización de la escala de observación empírica y la adopción de un marco regional. Asimismo, la difusión reciente de los planteos teóricos de Peter Burke respecto de la historia del conocimiento profundiza el estudio de los objetos culturales al generar preguntas en torno a la configuración, circulación y recepción de saberes y prácticas de heterogénea naturaleza y a la conformación histórica de las culturas científicas. El conjunto de trabajos que aquí presentamos se ubica en la convergencia de ambas derivas historiográficas y ofrece un panorama inicial de indagaciones que exploran una diversidad de espacios, temporalidades, fuentes y metodologías entre las que destaca la aproximación biográfica como categoría analítica relevante.

Palabras clave: Historia del conocimiento, historia cultural, ciencia, cultura, región.

Abstract: The historiographical production of recent decades demonstrates the expansion of approaches that, in different lines of research, contribute to a cultural history of the argentinian past in which the problematization of the scale of empirical observation and the adoption of a regional framework are increasingly frequent. Likewise, the recent dissemination of Peter Burke's theoretical approaches regarding the history of knowledge deepens the study of cultural objects by generating questions about the configuration, circulation and reception of different knowledge and practices as well as the historical formation of scientific cultures. The set of papers presented here is located at the convergence of both historiographical trends and offers an initial panorama of research that explore a diversity of spaces, temporalities, sources and methodologies among which the biographical approach stands out as a relevant analytical category.

Keywords: History of knowledge, cultural history, science, culture, region.

En lo que va del siglo XXI, la expansión de las investigaciones centradas en temas de historia cultural ha sido extraordinaria en Argentina, fruto sin dudas de los cambios historiográficos que se dieron a nivel internacional desde el último tercio del siglo XX. En el plano nacional, esto se combinó con el despliegue de enfoques analíticos que complejizaron y multiplicaron las potenciales vetas del abordaje empírico, entre los que se cuenta, por ejemplo, el desarrollo de la historia regional. No es posible aquí ofrecer un panorama exhaustivo de esos estudios, por cuestiones de espacio y, además, a causa de su enorme diversidad, pero por fortuna existen trabajos que han avanzado en ese sentido y brindan un racconto al respecto (Bjerg, 2022a), que ofrecen análisis de diversas expresiones, iniciativas, grupos, espacios e individuos de la cultura argentina (Altamirano, 2024) o bien que recogen una parte importante de las pesquisas actuales en clave regional y local (Bandieri y Fernández, 2017). Lo que sí queremos remarcar es que, a partir de nuevos abordajes, es posible ampliar las cartografías de la historia cultural argentina y ofrecer un panorama claro de fenómenos interconectados por vínculos no siempre tersos ni evidentes (Fernández, 2007; Agüero y García, 2010; Fiorucci y Laguarda, 2013; Martínez, 2013; Salomón Tarquini y Lanzillotta, 2016; Orquera y Sánchez Patzy, 2019;Agesta y López Pascual, 2019; entre otros).

Ahora bien, las ciencias sociales también habilitaron en las últimas décadas una profusa discusión en torno a la producción del conocimiento en Argentina. Un texto clave en ese sentido fue el libro que coordinaron Federico Neiburg y Mariano Plotkin (2004) a comienzos de la presente centuria, que se concentró en la constitución del conocimiento social, al que luego le siguieron diferentes estudios individuales y colectivos. Muchos de estos últimos se enfocaron en actores e instancias de carácter estatal, o al menos en la conformación de corpus de saberes de Estado, en ciertos casos incluso devenidos en instrumentos centrales para delinear e implementar políticas públicas en áreas concretas de intervención gubernamental (salud, educación, economía, estadística o defensa, para mencionar solo algunas). Ello permitió que, en una línea complementaria, surgieran análisis focalizados en la circulación de dichos saberes de Estado (Bacolla y Caravaca, 2017). Pero otros trabajos se detuvieron en cómo circularon saberes no necesariamente estatales (Salvatore, 2007), es decir, que no tenían en el Estado el locus de origen; y se hicieron, al mismo tiempo, abordajes sobre diálogos y cruces entre conocimiento experto y sentido común, lo que permite explicar las múltiples circulaciones y apropiaciones de los saberes (Caravaca, Daniel y Plotkin, 2018). Este conjunto de estudios, que aquí no podemos “cercar” con exhaustividad, lejos está de reconocerse en una perspectiva teórica y metodológica homogénea. No obstante, es claro que los aportes sociológicos de Theda Skocpol, Peter Evans, Dietrich Rueschemeyer y Pierre Bourdieu fueron importantes en términos teóricos para incentivar preguntas y recortar objetos de estudio. En ciertos casos se advierte además el influjo de Bruno Latour, en especial de su propuesta para comprender la actividad científica a partir del contexto social y tecnológico (es decir, de la science in action y del rol que tiene en la construcción de redes), y de la contribución de Daniel Rodgers para abordar la circulación global de textos, teorías y prácticas concretas sin perder de vista los procesos de reelaboración de las ideas en esos crossings.

Según se puede observar, este dossier se gesta en un marco caracterizado por la multiplicación de valiosos estudios que, desde las ciencias sociales, abonan los debates en torno a la cultura, la producción de conocimiento, la circulación de saberes y el papel de actores específicos en esas instancias. Por ello, como un mosaico en movimiento, la historiografía se muestra actualmente rica, diversa y productiva para la comprensión de los procesos en sus distintas articulaciones con la multiescalaridad de lo social, lo cultural y el plano de las ideas. Más aún, se ha planteado recientemente que en Argentina la historia cultural se presenta como una zona de indagación híbrida y con fronteras epistemológicas difusas, lo que se plasma incluso en revistas científicas prestigiosas que acogen trabajos que podrían inscribirse tanto en la historia de los intelectuales, en la historia conceptual, en la historia de las ideas o en la historia cultural (Bjerg, 2022a). Sin embargo, son menos usuales las conjunciones entre los estudios sobre la producción de conocimiento y las prácticas culturales conectadas con esos procesos creativos. Por supuesto, lo que proponemos en este dossier no ofrece una solución a todos los problemas (y tampoco es ese nuestro objetivo), sino que, por el contrario, solo aspira a habilitar un espacio de diálogo que creemos fructífero entre las investigaciones sobre prácticas culturales, por un lado, y producción de conocimiento en espacios situados, por otro. En tal sentido, consideramos que es factible el diálogo entre la historia cultural y el subcampo que se ha denominado historia del conocimiento o, aún mejor, de los conocimientos (en plural), como sostiene Peter Burke (2017: 22) en un libro que fue traducido al español y publicado en Argentina hace solo unos años. Esto último, al tiempo que pone de manifiesto el interés de la historiografía nacional en dicha temática, también evidencia el tardío arribo de esos debates a nuestras tierras, puesto que una de las primeras contribuciones de Burke sobre el tema se remonta a los albores del siglo XXI.[1]

La perspectiva que trazamos abreva en los vasos comunicantes que conectan a dichas líneas de análisis. Para citar solo dos diremos que, de una parte, ya a comienzos de la presente centuria Justo Serna y Anaclet Pons (2005: 25-26) identificaban entre la vasta variedad de historias culturales aquellas que abordaban tanto a las lectoras, los libros y las bibliotecas como a la ciencia y la tecnología, aspectos fundamentales de la vida humana. Por otra, estos mismos historiadores reconocían a Peter Burke como uno de los integrantes del “colegio invisible” que entonces nucleaba a quienes hacían historia cultural (Serna y Pons, 2005: 28-34), una forma original de recuperar ese término de la sociología de la ciencia. En la actualidad, Burke es un referente clave de la historia del conocimiento y, como señalamos, una de sus obras más conocidas al respecto fue publicada en 2017 en Argentina. Aunque no es este el lugar para detallar el valor de ese libro, al menos cabe señalar que ofrece un nutrido abanico de conceptos de enorme significación, algunos de los cuales se recuperan en los trabajos de este dossier. A su vez, allí observa que quienes se acercan a la historia del conocimiento pueden ver rápidamente que esta tiene “vecinos cercanos” que provienen de otras disciplinas, entre las que menciona a la sociología, la antropología, la economía, la geografía, la política, la arqueología, el derecho y la historia de la ciencia y resalta los aportes que suelen hacer archivistas, bibliotecarios y curadores de museos. Entre estas “tribus vecinas”, según él, la más cercana es la historia de la ciencia (Burke, 2017: 24-25). A tal punto que entiende que muchas “de las contribuciones a la historia del conocimiento pueden describirse como historia de la ciencia (de este nuevo tipo) con otro nombre” (Burke, 2017, p. 25).

Nuestro interés en el autor del libro La cultura popular en la Europa moderna (publicado originalmente en 1978) no se restringe, sin embargo, a sus aportes en materia del conocimiento. En efecto, en esta última obra el historiador inglés también apela a la combinación de escalas y conjuga el análisis global con el estudio de especificidades regionales (Burke, 1996). Más aún, en una entrevista reciente, Burke señaló que, según su criterio, el debate sobre la microhistoria mantiene su actualidad en tanto historiadores como Carlo Ginzburg, Edoardo Grendi y Jacques Revel han planteado interrogantes de mucha relevancia vinculados con los efectos del cambio de escala en la investigación histórica (Neves Guzmán, Lermanda Delgado, Wallffiguer Belmar, Ibarra Rebolledo y Venegas Espinoza, 2022: 501). Inclusive Burke reconoce, en otra entrevista, que fue mucho lo que aprendió de Giovanni Levi en torno a la microhistoria, pero no comparte la postura de este historiador porque el inglés apuesta a un equilibrio entre micro y macro, lo que en su opinión habilita una mejor comprensión de las conexiones (Möller Recondo, 2007: 156). La necesidad del juego de escalas, para recuperar el conocido planteo de Revel (2015), se impone en un contexto historiográfico como el de Argentina en el que, tal como señalamos, los estudios en clave regional se multiplicaron en el curso de las últimas décadas. Asimismo, según se afirmó recientemente (Andújar y Lichtmajer, 2021), la historia local se muestra también como un campo en plena expansión; en esas aproximaciones, y al igual que en la historia regional, sin embargo, la actividad científica, en general, y la producción de conocimientos en áreas especializadas, en particular, no han tenido un lugar preponderante. Esto se puede advertir, por caso, en los exiguos estudios sobre el despliegue de disciplinas científicas en universidades del interior del país, razón por la cual hace poco propusimos “conectar” y “cruzar” en términos analíticos las trayectorias de universidades creadas en espacios regionales, con el objetivo de pasar del estudio de instituciones al abordaje de los actores que las “habitaban”, sus desplazamientos, las redes que integraban y sus vínculos con la sociedad en ámbitos específicos (Martocci y Lanzillotta, 2021).

En este dossier, no obstante, ofrecemos una perspectiva que no se subsume a lo que sucedía en el plano universitario (aunque lo contempla, en cierta medida). Con el fin de incentivar el diálogo con Burke, y de explorar “conocimientos situados”, en sintonía con el concepto que él emplea, los estudios aquí reunidos focalizan en lugares, que en algunos casos remiten a regiones, en otros a ciudades o incluso a centros académicos y bibliotecas. Esa dimensión, más bien micro, no obtura sin embargo la posibilidad de articular con lo nacional y lo global, lo que deriva en una diversidad de escalas que bien puede abonar explicaciones que se detengan en cómo se desplazan los conocimientos (entre regiones y países, o también entre personas, redes e instituciones), a la vez que permiten demostrar, como indica el historiador inglés, que distintos “tipos de conocimientos han tenido diferentes centros en diferentes momentos” (Burke, 2017: 39). El concepto antes mencionado, al menos de manera implícita, puede perfectamente ser una categoría transversal en los artículos que aquí se presentan. Pero hay otro elemento más que le confiere unicidad a los trabajos: la apuesta por indagar a partir de trayectorias, en algunos casos individuales, en otros, en cambio, de carácter más colectivo (aunque no en sentido prosopográfico). Esto no se caracteriza por la originalidad, puesto que ya a fines del siglo XX Levi (1989: 1334) planteaba que la biografía permitía advertir bien las posibilidades que tenían los agentes para operar en contextos normativos concretos, y muchas veces contradictorios. En este sentido, Revel recordaba luego que, en el tercio final de la pasada centuria, la Alltagsgeschichte alemana y la microstoria italiana afirmaban que era preciso reconsiderar el tema de la experiencia individual, así como también la forma en la que esta se articulaba en las tendencias colectivas. Más aún, a comienzos del siglo XXI el historiador francés destacaba que el género biográfico había experimentado una inflexión sustantiva para entonces, lo que implicó que la revisión de una trayectoria sea considerada “una experiencia singular” más que “la de una ejemplaridad destinada a encarnar una verdad o un valor general” (Revel, 2005: 223). Es en esta línea que se inscriben los trabajos que presentamos, en los que se podrá advertir cómo las trayectorias de José Alazraqui, Germán García, Blanca Rosa Gigena de Morán, Guillermo Covas, Samuel Gorbán y José Prado, por mencionar solo a algunas personas que desfilan en estos trabajos, permiten explicar momentos relevantes de la historia del conocimiento, ya sea económico, agronómico, bibliotecológico o sobre literatura regional en espacios situados. En este sentido, entonces, la articulación entre la variación de escalas y la reconstrucción de los derroteros subjetivos se configura en una suerte de hipótesis instrumental que atraviesa el corpus aquí reunido y le otorga relativa unidad metodológica.

Ahora bien, ¿por qué partir de trayectorias específicas? En primer lugar, se podría decir que esos itinerarios (aunque no son estrictamente biografías intelectuales) resultan una opción válida para adentrarnos en diversas problemáticas regionales que derivaron en la producción de materiales éditos, proyectos institucionales, iniciativas profesionales, pero también en “prácticas” de distinto tipo, otro concepto clave en la historia del conocimiento (Burke, 2017: 56-57). En muchas ocasiones, esas “prácticas” rebasaron los ámbitos académicos e incidieron en materia productiva, económica y cultural. Eso es posible de advertir si aguzamos la mirada a partir de una escala más acotada, lo que servirá para complementar o enriquecer otras líneas de indagación. Contamos por fortuna con las investigaciones que se enfocan en las políticas científicas desplegadas en la Argentina durante el siglo XX (Hurtado, 2010), así como también con estudios que exploran la emergencia y desarrollo de campos científicos (vinculados con las “ciencias duras”) en el país durante la segunda mitad de dicha centuria (Kreimer, 2016). Desde perspectivas que no se enrolan en los mismos enfoques, estas contribuciones realizaron aportes muy significativos para comprender las instituciones, políticas y actores de la ciencia argentina a lo largo del siglo pasado. Esos abordajes, a pesar de ser disímiles, conciben a la ciencia como un elemento constitutivo de la historia de la sociedad. Aquí pretendemos entablar un posible diálogo con estas líneas, puesto que creemos que es posible hallar puntos en común. Sin embargo, en línea con Burke (2017: 57), entendemos que para aprehender las “prácticas” es importante “incorporar la historia de la ciencia a una historia más amplia de los conocimientos”. Eso permite la comprensión de la “profesionalización” de ciertas disciplinas en espacios regionales, el rol de los desplazamientos de personas, ideas y objetos simbólicos en la producción de conocimiento científico, pero también los ámbitos y actores que producen saberes y no están insertos en la academia. La reconstrucción de trayectorias individuales y colectivas es una importante puerta de acceso si se quiere bucear en esas aguas.

En segundo lugar, para terminar de responder el interrogante anterior, cabe señalar que la iniciativa abreva en la intención de potenciar los estudios de una amplia diversidad de figuras involucradas en la producción y circulación de conocimientos. Ya disponemos de una sólida literatura que abordó las formaciones académicas y las configuraciones de perfiles profesionales en Argentina desde las ciencias sociales,[2] pero creemos que hacen falta más estudios que se concentren en aquellas personas que produjeron saberes desde esferas de acción por fuera de las universidades y el Estado o, incluso, otras que no habían accedido a la educación superior, como algunas de las que aparecen en los artículos que reunimos. De este modo, el carácter plural de los conocimientos se apunta como un elemento central de la agenda historiográfica: ello permitirá que se revisen los que provienen del ámbito estatal y de instituciones con una impronta científica, pero también los que se gestan en otros espacios, tales como entidades sociales, bibliotecas populares, grupos de sociabilidad cultural, o incluso espacios más pequeños en los que intervienen individuos que no presentan filiación concreta, como talleres o explotaciones rurales, por mencionar algunos. Desde luego, no todos esos ámbitos tienen tratamiento en las páginas del dossier, pero pueden incluirse en estudios futuros. Esto habilita el abordaje de lo que los contemporáneos entendían por conocimiento, y el valor que le otorgaban en un tiempo y espacio determinado, lo que ensancha las posibilidades analíticas y complejiza interpretaciones focalizadas en personalidades científicas o institutos universitarios. Más aún, si partimos de trayectorias es posible contemplar mucho más de cerca estas cuestiones, y a la vez identificar desplazamientos y redes, con lo cual se pone de manifiesto el potencial que ofrece la combinación de escalas.

Revisiones bibliográficas recientes han identificado las interrelaciones entre la historia del conocimiento y la historia de la ciencia en América Latina. En tal sentido, se destaca que eso sucede en un contexto de gran amplitud metodológica para recortar los objetos de estudio y de propuestas que muestran interés por la historia cultural. A partir de libros específicos, se observa que los abordajes que focalizan en biografías son útiles a la hora de construir explicaciones sobre los tópicos estudiados (Hoth de Olano, 2022). La historiografía argentina cuenta en la actualidad con una nutrida producción que se detiene en las particularidades de la cultura en distintos espacios del país, y no solo en las principales urbes, como ya planteamos. Desde esa base, creemos factible avanzar en pesquisas que consideren la perspectiva cultural como “agregado” en las diferentes aproximaciones historiográficas, tendencia que identificó Lila Caimari (2007: 214), con la pretensión, en este caso, de propiciar explicaciones más densas sobre la producción y circulación de conocimiento en ámbitos situados. En un clima disciplinar atravesado por la tensión y cierta resistencia a reconocer que “los bordes epistemológicos” se hallan difuminados, lo que incide claramente en el “desvanecimiento de las fronteras interiores” (Bjerg, 2022b: 4), puede que esta iniciativa desemboque, progresivamente, en trabajos que construyan una social history of knowledge, como titulaba Burke sus primeros libros sobre el tema.

Propiciamos así trabajos que construyan una historia argentina del conocimiento en la que se incluya a los “expertos” y también a los legos, carentes de una titulación específica que acreditara expertise; aportes que forjen interpretaciones en las que se reivindique el accionar de instituciones universitarias y científicas consagradas, pero al mismo tiempo el know how de actores individuales o colectivos que no se asumían científicos ni vivían de esas actividades; estudios que revisen cómo se consolidaron las culturas académicas en diversos espacios regionales de Argentina y de qué manera se modificaron a lo largo del tiempo, así como también investigaciones que permitan comprender las producciones literarias y ensayísticas que emergieron durante el siglo XX en diferentes latitudes, sin las cuales es difícil, muchas veces, comprender las representaciones culturales vigentes en determinado momento histórico en clave local y regional. Procuramos, en definitiva, ofrecer un conjunto de trabajos en los que la reflexión historiográfica se nutra conceptual y metodológicamente de diversas vertientes para el abordaje de los actores y objetos culturales y de las iniciativas científicas en la Argentina del siglo XX. Además, se contemplan las distintas escalas de análisis, por lo que los planos local, regional y global adquieren la misma relevancia, y eso constituye una forma de asumir el “desafío metodológico” de la reconstrucción densa (Man, Yunis y Pons, 2023). Apostamos así a la puesta en diálogo de estudios que aborden aspectos de los conocimientos y sus historias, ya sea que reconstruyan itinerarios profesionales (individuales o colectivos), que analicen instituciones culturales y científicas concretas, así como también a las personas que las “habitaban”, las prácticas vinculadas con la formación de recursos humanos en ciertas disciplinas o las redes que ligaban a profesionales e intelectuales específicos. En un marco en el que estas últimas categorías han sido revisitadas a la luz de sus complejas relaciones con las instancias estatales (Rodríguez y Soprano, 2018), bien vale recuperar esos estudios con el fin de explorar sus conexiones con espacios de intervención cultural o científica y, en especial, para denotar su relevancia a la hora de explicar la producción (y traducción) de ciertos conocimientos.

Las contribuciones aquí reunidas ofrecen, entonces, un mosaico en el que se destacan la densa variedad de líneas de investigación que confluyen en la historia cultural y el dinamismo metodológico e instrumental inherente a su despliegue. Las derivas en torno a sujetos, prácticas, nociones y organismos de diverso cuño convergen, dialogan y se distancian en la búsqueda de explicaciones que atiendan de forma pertinente al problema de la región. En esa heterogeneidad es posible, no obstante, identificar puntos de partida, abordajes y periodizaciones comunes.

En efecto, las contribuciones estructuran un arco cronológico que abarca buena parte del siglo XX y señalan, simultáneamente, inflexiones. El texto de Janet Cian y Florencia Rodríguez Vázquez abre la compilación en torno a la década de 1920 y preanuncia, de cierto modo, la centralidad procesual que se observa entre 1930 y 1960, época en la que confluyen los artículos de María de los Ángeles Lanzillotta, María de las Nieves Agesta y Juliana López Pascual, Camila Entrocassi Varela y, transversalmente, Federico Martocci. En este sentido, creemos que la propuesta global funciona como disparador de interrogantes amplios tales como ¿qué periodizaciones corresponden a una historia del conocimiento en Argentina? ¿cómo se articulan las marcas temporales de una historia cultural densa y compleja con los momentos y declinaciones históricas de la construcción de saberes diversos y no siempre formalizados? ¿cuáles son los puntos de contacto entre el pasado de la ciencia y la tecnología y la historia de las instituciones educativas y de formación profesional? Entendemos este dossier, en parte, como un puntapié inicial que jalone la reflexión colectiva sobre la escala temporal en el análisis de las culturas científicas y que también asuma la necesidad de su estudio relacional atento a los entramados sociales, políticos y económicos en los que ocurrieron. Del mismo modo, la propuesta contribuye a una posible cartografía histórica de fenómenos ligados al conocimiento; fragmentario y exploratorio, este mapeo señala y visibiliza lugares concretos -La Plata, Santa Rosa, General Pico, Bahía Blanca, Rosario- a la vez que invita a la reflexión en torno a la circulación de prácticas, nociones y sujetos en el territorio y a la búsqueda de criterios comparativos que expliquen esa diversidad y sus elementos comunes.

Y es que otro punto de acceso a estos textos se abre en torno a las temáticas, en las que como se ha señalado, la biografía emerge como una herramienta fundamental y como un hilo útil al relato. En este sentido, los cruces y agrupamientos trascienden la cronología -y, claramente, profundizan los interrogantes en torno a ella-. De un lado, la reconstrucción de las trayectorias de Samuel Gorbán y José Alazraqui se centra, de manera particular, en instancias de articulación individual entre los sujetos y el mundo académico para dar cuenta de los diálogos, sinergias e intercambios que pueden observarse en esa relación compleja. En el primer caso, el artículo de Camila Entrocassi Varela hace foco en la figura del economista y su inserción en la Universidad del Litoral durante los años cincuenta con el fin de abordar la singularidad de su reflexión disciplinar como su incidencia en el campo del saber específico. La estructuración de los estudios económicos en ese ámbito dio sustento a la inserción de la ciudad de Rosario en el mapa institucional de la economía en Argentina así como configuró un punto importante dentro de una amplia red continental de entidades, investigadores e ideas en torno a la problemática del desarrollo económico latinoamericano. En el segundo, los vínculos entre saberes, enseñanza y producción son, asimismo, parte de los interrogantes generales abordados por Janet Cian y Florencia Rodríguez Vázquez: seguir los pasos de Alazraqui les permite sostener, simultáneamente, hipótesis interpretativas y metodológicas de relevancia historiográfica. En este sentido, la figura del enólogo e ingeniero agrónomo y su acercamiento a la Universidad Nacional de La Plata desde la década de 1920 no solo funciona como variable empírica para el reconocimiento de las prácticas asociadas a la enología y su especificidad, sino que también opera como modelo de análisis para el estudio de las circulaciones interconexiones entre agencias estatales y entidades educativas en la formación profesional de cuadros técnicos que modernizaron ciertas actividades productivas.

La perspectiva heurística atenta a la dimensión subjetiva es, también, el punto de partida de las contribuciones de Federico Martocci y de María de las Nieves Agesta y Juliana López Pascual que, asimismo, coinciden en su interés por la cuestión escalar. En el primer caso, la trayectoria vital del ingeniero agrónomo Guillermo Covas sirve al autor para presentar un análisis del estatus social y profesional de la Agronomía en la Argentina durante los años centrales del siglo XX, proceso que no se explica sin considerar las décadas previas. Ello le permite identificar sus vínculos con el desarrollo del campo científico global, así como abrir interrogantes en torno a la circulación transnacional de los saberes ​​específicos sobre conservación del suelo. Deslizándose entre lo macro y lo micro, el texto de Martocci ofrece una trama densa en la que la producción del conocimiento se articula intrínsecamente al eje espacial en tanto la ciencia agronómica se entendía como factor fundamental en el manejo de las tierras de la región semiárida. En el segundo, la indagación en torno a las prácticas y el pensamiento del bibliotecario Germán García adquiere un carácter problematizador: Agesta y López Pascual observan su participación en el mundo asociativo de Bahía Blanca y reinstalan así las preguntas en torno a lo colectivo y lo social como agentes históricos. En atención a las relaciones entre las prácticas de gestión bibliotecaria y la definición de saberes específicos y técnicos que la legitimaran como labor profesionalizada, el artículo argumenta en torno a la incidencia dinámica del capital simbólico como variable explicativa de los desplazamientos institucionales, de la consolidación del prestigio individual y de la recepción activa de los debates transversales. De este modo, se verá, uno y otro aporte retoman y utilizan de manera fecunda un corpus conceptual amplio en el que vibran claramente los planteos sociológicos bourdieanos junto a las propuestas históricas de Peter Burke.

Elemento consolidado de la historia cultural, la sociabilidad letrada también aparece como objeto de estudio de este dossier, revisitada a partir de preguntas en torno a la escala de observación y el eje espacial. En ese sentido, los artículos de Agesta y López Pascual y de María Lanzillotta se recortan en una temporalidad análoga -las décadas de 1930 a 1950- en el centro-sur argentino, motivados por interrogantes distintos a la vez que unidos por el interés en comprender la singularidad del trabajo intelectual en el escenario nacional de mediados del siglo. En efecto, si las primeras hacen foco en la Asociación Bernardino Rivadavia de Bahía Blanca, Lanzillota se concentra en la red de sujetos, prácticas y nociones que giraron en torno a la asociación pampeana Amigos de Artes y Letras y que, en su devenir, configuraron un discurso ligado a la identidad provincial que otorgó relativa singularidad a la producción literaria del entonces Territorio Nacional de La Pampa. En ambos, la dimensión espacial configura una apuesta hermenéutica a la vez que se configura como una problemática sociopolítica que requiere de un tratamiento singularizado y minucioso.

Finalmente, la mirada integral sobre los artículos aquí reunidos invita a considerar aspectos asociados a la conformación disciplinar de los saberes, al desarrollo histórico de los constructos que adquirieron carácter científico y a la determinación de circunscripciones de desempeño profesionalizado como espacios atravesados por la conflictividad. Desde este punto de vista, artículos como los de Cian y Rodríguez Vázquez y de Entrocassi Varela abonan a las hipótesis respecto del rol de las universidades y el organigrama estatal como instancias de legitimación de las prácticas y de las agendas de trabajo de saberes, como la agronomía o la economía, que se entendían directamente ligados a la esfera productiva y a la estructura moderna de lo público. No obstante, análisis como los presentados por Martocci o Agesta y López Pascual insinúan la pertinencia de señalar las rugosidades de esos procesos. Explorar las discusiones internas a los campos en formación, las dificultades propias de la especificidad conceptual y las desavenencias que habitaron la realidad de los actores involucrados confirma, si seguimos a Bourdieu, que la misma validación asignaba posiciones, distribuía capitales de diverso tenor, contribuía a la adopción del habitusy definía una doxa. Casos como el de la misma ciencia agronómica o la bibliotecología hablan de la necesidad de atender a esos fenómenos desde una mirada multiescalar que, asimismo, contemple las asimetrías de poder regional y la injerencia variable de la dimensión institucional.

Como si de hojas de ruta se tratara, esta propuesta ofrece a la lectura un conjunto de investigaciones recientes que, al centrarse en sujetos concretos y situados, vuelven a llamar la atención sobre las tensiones inherentes al relato histórico y sus dificultades actuales. Lejos de la fascinación por la empiria, la reposición de diálogos, cruces y problemáticas comunes confirma lo apropiado de la perspectiva culturalista para el tratamiento pluriescalar de los fenómenos ligados a la producción de saberes, su interconexión con otras dimensiones de lo real y la necesidad de su análisis e interpretación dialógicas. En este sentido, entonces, el dossier sugiere una posible zona de problemas temáticos y metodológicos que, por su misma naturaleza, convoca al debate y la reflexión colectiva en torno a los conocimientos, sus lugares, prácticas y agentes en la Argentina del siglo XX.

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Notas

1 Hacemos referencia a Burke (2000), obra a la que luego le siguió Burke (2012).
2 Por razones de espacio, remitimos a la obra de Frederic, Graciano y Soprano (2010), así como al libro que mencionamos antes de Neiburg y Plotkin (2004), que sirven como ejemplos, pero de ninguna manera agotan el amplio listado existente de aportes sobre la temática en cuestión.
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