Artículos
La instantánea del debate. Estrategias y prácticas de sociabilidad de Bahía Blanca en el proceso socioeconómico del sudoeste bonaerense (Argentina, 1949)
The snapshot of the debate. Strategies and sociability practices in Bahía Blanca in relation to the socioeconomic process of Buenos Aires’ southwest (Argentina, 1949)
Estudios del ISHIR
Universidad Nacional de Rosario, Argentina
ISSN-e: 2250-4397
Periodicidad: Cuatrimestral
vol. 13, núm. 36, 2023
Recepción: 30 Noviembre 2022
Aprobación: 21 Marzo 2023
Publicación: 30 Agosto 2023
Resumen: Durante los meses de septiembre y octubre de 1949, la sociedad civil de Bahía Blanca (provincia de Buenos Aires) fue partícipe y testigo de una coyuntura en la que, mediante distintas prácticas de sociabilidad y movilización, se pusieron de manifiesto sus intereses materiales y simbólicos sobre el sudoeste bonaerense y la norpatagonia. La reconstrucción e interpretación de esos eventos permite demostrar que su acción conjunta e interrelacionada fortaleció e impulsó los antiguos anhelos de jerarquización regional a la vez que capitalizó los debates surgidos en torno a la organización de los centros de producción nacional y a las vías de modernización que se planteaban asociadas a la industrialización de la economía.
Palabras clave: sociabilidad, Bahía Blanca, representaciones, modernización, territorio.
Abstract: During September and October 1949, the civil society of Bahía Blanca (Buenos Aires province) was participant and witness of a situation in which, through different sociability and mobilization practices, their material and symbolic interests in the southwest of Buenos Aires and the North Patagonia were revealed. The reconstruction and interpretation of these events makes it possible to demonstrate that their joint and interrelated action strengthened and promoted the old yearnings for regional hierarchization while capitalizing on the debates that arose around the organization of national production centers and the modernization paths that were associated with the industrialization of the economy.
Keywords: sociability, Bahía Blanca, representations, modernization, territory.
Desde hace más de un siglo, la ciudad portuaria bonaerense de Bahía Blanca es imaginada por muchos de sus pobladores como “capital de la Patagonia” lo que, desde una mirada histórica, constituye un nudo de preguntas en torno a quiénes, cómo, por qué y mediante qué estrategias pusieron en circulación esta imagen, así como cuál fue su recepción por parte de los espacios interpelados. En este sentido, un estudio de largo plazo que contemple las prácticas de religación y asociacionismo que se vincularon a esta representación hace posible la comprensión específica del problema tanto como aporta conocimiento sobre la dinámica de la sociedad civil local, su accionar político y su injerencia en distintas dimensiones del Estado, variables fundamentales del análisis sociohistórico del siglo XX argentino (Di Stéfano et al. 2002). Asimismo, es la propia extensión temporal del interrogante lo que invita a la observación de sus momentos coyunturales o de inflexión, atendiendo entonces a las transformaciones históricas de la idea y a su inserción en las peculiaridades del proceso más amplio de modernización económica y social.
Los primeros proyectos enfocados en concretar esta noción se rastrean hasta fines del siglo XIX, momento en el que se produjeron debates en torno a la creación de un nuevo estado provincial cuya capital sería, en efecto, Bahía Blanca[1] (Silva, et al. 1972). Argumentados sobre la gravitación material de la ciudad sobre el sudoeste bonaerense y la norpatagonia, los planes se sostuvieron en las condiciones adquiridas por la localidad y su población por su incorporación al sistema económico agroexportador a partir de la configuración de un potente nodo ferroportuario y una notable expansión social y demográfica (Ribas 2008; Agesta 2016). Las movilizaciones políticas y mediáticas que se dieron entonces no concluyeron con un saldo favorable; sin embargo, la voluntad de centralización no desapareció sino que resurgió con fuerza desde fines de los años treinta y, más aún, en las décadas siguientes (López Pascual, 2022a). Así, en el contexto de las discusiones en torno al estatuto jurídico de los Territorios Nacionales de La Pampa, Neuquén y Río Negro,[2] las fuerzas vivas de Bahía Blanca volvieron a canalizar su interés por la jerarquización administrativa de la ciudad acompañando el movimiento, también, con proyecciones de desarrollo de la infraestructura de transportes y de expansión de las instituciones educativas y culturales. Iniciativas como la Comisión Pro Capitalización de Bahía Blanca (1943) o la Comisión Pro Trasandino del Sur (1947) se presentaron como fenómenos políticos en los que convergieron y se hicieron visibles la voluntad de movilización ciudadana y el recurso a estrategias de legitimación que incluyeron la cultura letrada, la visual y la material, lo que configuraría una suerte de dispositivo simbólico de acción perdurable en el tiempo (López Pascual 2020 y 2021b).
Hacia 1949, este devenir sociopolítico cobró mayor contundencia y se produjo una coyuntura en la que la sociabilidad local, en diálogo con diversas esferas del Estado, postuló con insistencia un proyecto de articulación regional que otorgaba a Bahía Blanca un rol de hegemonía multifactorial a la vez que defendía modelos económicos, culturales y políticos que ponían en cuestión la centralidad de la Capital Federal. La observación de la prensa periódica publicada durante los meses de septiembre y octubre de ese año pone de manifiesto la ocurrencia simultánea de tres procesos diferentes pero interrelacionados; en primer lugar, se produjo la conformación efectiva de la Mesa Regional Pro Bahía Blanca y Zonas Confluentes, entidad de naturaleza híbrida entre el accionar privado y el público que se sostuvo en funcionamiento al menos hasta inicios de los años sesenta. En segundo lugar, el patrocinio del Ministerio de Hacienda, Economía y Previsión de la Provincia de Buenos Aires posibilitó la organización de la “Primera Exposición Regional de Economía” (PERE) inaugurada en la ciudad. Por último, la movilización estudiantil y vecinal que solicitaba la creación de una universidad en Bahía Blanca desde décadas atrás cobró un nuevo impulso: la Federación Universitaria del Sur emergió como un actor de peso que, capitalizando las otras dos instancias, exhibió pública y estentóreamente sus reclamos a los poderes públicos.
Este escrito intenta reconstruir este momento coyuntural en su complejidad, buscando dar cuenta de las especificidades de cada instancia así como de las formas en las que su accionar conjunto nutrió y fortaleció las ideas de jerarquización e involucró a diversos sectores de la ciudadanía en su búsqueda de legitimidad. Las prácticas de sociabilidad constituyeron aquí un recurso estratégico que capitalizaba los esfuerzos de los distintos grupos y propiciaba sinergias coordinadas entre ellos y los organismos del Estado. En este sentido, argumentaremos que, a pesar de las diferencias y singularidades de cada evento, ellos confluyen en una visión unificada en la que predominaban los intereses de expansión material asociada al modelo industrializador y una perspectiva que discutía la organización espacial de la economía centrada en el puerto de Buenos Aires y el conurbano bonaerense.
El artículo busca dialogar, por tanto, con un abanico de problemas historiográficos que se presenta amplio y complejo. De una parte, interesa aportar al conocimiento de las articulaciones y tensiones regionales que dieron cuerpo a los procesos de modernización en la Argentina a mediados del siglo XX explicando las formas en las que la transformación del sistema productivo dialogó con las experiencias de las sociedades civiles y con la expansión de las incumbencias del Estado.[3] Por otra parte, aunque asociado a ello, el análisis del interrogante central se inserta en las preguntas en torno a las particularidades del fenómeno sociohistórico de aparición de las sociedades masivas y sus instancias de agregación[4] en localidades que, por su especificidad, pueden entenderse como ciudades intermedias lo que,[5] en última instancia, conduce a la exploración de las proyecciones territoriales y sus escalas de operatividad.
Asimismo, este escrito se origina en el cruce de un abordaje necesariamente interdisciplinar cuyo énfasis teórico está puesto en lo relacional. Partiendo de las propuestas de Maurice Agulhon (2009) sobre la sociabilidad, la mirada histórica se nutre de los aportes de Roger Chartier (1992) al concepto de representación y los complementa con los debates en torno a la producción del espacio social, el poder y la territorialidad. La propuesta charteana se caracteriza por concebir las representaciones como variables que aglutinan la capacidad de servir como prismas de intelección del mundo y, simultáneamente, como matrices productoras de prácticas coherentes con el conjunto de intereses detentados por grupos en mayor o menor grado de conflicto social. En ese sentido, consideramos que su planteo puede entenderse en articulación con otros que reflexionan teóricamente respecto de la dimensión espacial: de una parte, los de Henri Lefebvre (2013) sobre la dialéctica materialista del espacio y su condición de productor y producto de las relaciones entre sectores sociales y, de otra, aquellos que provienen de la Geografía Cultural (Claval, 2002; Raffestin, 2019; Cosgrove, 1987) y que sintetizan la caracterización del territorio como resultante de esas mismas interacciones, atravesadas por pugnas por la configuración del poder.
¿La unión hace la fuerza? La Mesa Regional Pro Bahía Blanca y Zonas Confluentes
Fruto del trabajo previo de las subcomisiones que desde agosto integraran la Comisión Pro Bahía Blanca, el 27 de septiembre de 1949 se produjo la primera Asamblea general de dicho organismo, en la que se estableció de manera formal la Mesa Regional Pro Bahía Blanca y Zonas Confluentes. Efectivamente, las primeras reuniones realizadas durante los días de julio -como consecuencia de la visita del Ministro de Obras Públicas Juan Pistarini- habían dado origen a un organismo que, de manera embrionaria, proponía “interesar a todos los sectores de la población” y consultar “las legítimas aspiraciones del vecindario y comercio”[6] para dar curso a un movimiento amplio que buscara soluciones a los “problemas” de la ciudad.
Según narró la prensa, el encuentro se trató de “la mayor concentración de fuerzas económicas y sociales” y su composición atestiguaba la “representación amplia y destacada de todos los factores que inciden en las necesidades presentes y futuras de la economía comarcal”.[7] Las numerosas adhesiones recibidas durante los días anteriores habían sido ampliamente publicitadas en medios gráficos y radiales lo que no solo difundía la información relativa al evento sino que también creaba expectativas respecto de su magnitud e importancia:[8] según registraban La Nueva Provincia y El Atlántico, allí se harían presentes los “delegados de las fuerzas productoras y laboriosas de esta ciudad y localidades de la zona, como así de los territorios de La Pampa, Río Negro, Chubut y Neuquén, legisladores, magistrados, autoridades civiles, militares y eclesiásticas”, y representantes de una “interminable serie” de entidades culturales.[9]
En efecto, en la reunión se dieron cita 300 emisarios de las instituciones corporativas, sociales, deportivas, agrarias, sindicales y de fomento de los partidos del sudoeste bonaerense y de los Territorios Nacionales de La Pampa, Neuquén, Río Negro y Chubut: Bahía Blanca, Ingeniero White, Punta Alta, Tornquist, Zapala, Macachín, General Cerri, Río Colorado, Rivera, Felipe Solá, San Román, Cabildo, Cipolletti, Médanos, Coronel Dorrego, Algarrobo, Pedro Luro, Mayor Buratovich, General Roca, Villarino, Patagones, Bernasconi, General San Martín, Jacinto Aráuz, Viedma y Rawson (Mapa 1).[10] La amplitud de la convocatoria y el alcance masivo de la asamblea fueron cuidadosamente planeadas: en ese día, los comercios locales cerraron sus puertas a las 17 horas, dando asueto a su personal, y los actos fueron transmitidos radialmente de manera íntegra por las señales de LU2 y LU3 desde su inicio.
Dando continuidad a la participación estatal en la iniciativa,[11] el acto fue abierto por el discurso del intendente municipal de Bahía Blanca y presidente de la Comisión organizadora José Aralda, quien ofreció palabras de bienvenida a los delegados a la vez que, brevemente, distinguió el suceso como la manifestación de los consensos regionales y la voluntad popular. Aunque los problemas que abordaría la asamblea eran “muchos de ellos de vieja data”, su tratamiento se enmarcaba en la obra de “la revolución que estamos viviendo” y en el renacimiento de “partes del país que han estado hasta hace poco sumidas en la miseria y en el desconocimiento total de los hombres gobernantes”. En su alocución, las tareas de la Comisión se articulaban al hecho de que Bahía Blanca fuera uno de “los puntos principales”[12] dentro del primer plan quinquenal gestado por la administración justicialista. De acuerdo con el informe que el representante de la Asociación Empleados de Comercio Emilio Sevillano presentó a continuación, las tareas de la Comisión concluían en un diagnóstico certero respecto de “la actividad antieconómica de la centralización que padece el país” así como la gran concurrencia a la asamblea ponía de relieve “la unión entre Bahía Blanca y los territorios del sur”.[13] Hasta aquí, las intervenciones dejaban en claro algunas generalidades que, no obstante, otorgaban sentidos concretos al encuentro, enfocándolo hacia el crecimiento material de una región que se asumía al margen de los núcleos de condensación económica y que, en el contexto de las políticas peronistas, veía la oportunidad de transformar su situación y jerarquizar a la ciudad.
En efecto, durante el evento se dio lectura a un memorial preparado para su presentación al Consejo Económico Nacional que funcionaba desde su creación en 1947.[14] En su primer apartado, el texto refirió tanto al “área de influencia” de Bahía Blanca como a sus “zonas confluentes”, entendiendo la relación de la localidad con los territorios aledaños en un doble sentido; de una parte, se trataba de una superficie de 300.000 kilómetros cuadrados y una población de un millón de habitantes que contaba con una gran riqueza natural.
El volumen de su exportación cerealista y especialmente triguera, que llegó en 1946 a ser el 53 por ciento de lo exportado en el país. La importancia como puerto de aguas profundas y su capacidad de almacenaje en elevadores de los más grandes de Argentina.
Otros aspectos son la riqueza frutícola del Alto Valle; la ictiológica del Atlántico Sur; la producción lanera de las zonas confluentes y la capacidad de almacenamiento del Mercado Victoria, de unos 14 millones de kilos de lanas sin prensar. El volumen de su importancia ganadera y el monto de las 100.000 toneladas de petróleo que pasan frente a sus puertos por alta mar, procedentes de Comodoro Rivadavia.[15]
Por otra, se remarcaba la condición de nodo ferroportuario ligado a la producción triguera y ovina: la salida marítima lo convertía en exportador de la zona cerealera y lanar en tanto daba provecho a sus aguas profundas y a la gran capacidad de almacenaje de sus elevadores y mercados de acopio. De esta manera, se articulaba una representación compleja de la ciudad que tomaba basamento en la tradicional inserción en el modelo económico agroexportador definido a fines del siglo XIX y adoptaba una matriz de relación campo-ciudad; mientras las materias primas circulaban hacia Bahía Blanca y su puerto, ella detentaba un relativo poder e influjo sobre las tierras productoras y sus habitantes,[16] configurando un nuevo centro que, en rigor de verdad, ponía en segundo plano otras voluntades regionales.[17]
Un segundo aspecto incluido en el documento dio tratamiento a las circunstancias “negativas” que afectaban a la economía y los transportes locales, centradas en los bajos niveles de importación, las limitaciones portuarias infraestructurales que ello presentaba y los efectos de las tarifas diferenciales ferroviarias que favorecían la instalación de industrias en el Gran Buenos Aires “donde están concentradas las mayores masas consumidoras y hacia el cual convergen las líneas troncales en abanico”.[18] En ese sentido, la Asamblea aprobó un pliego de demandas que hacían foco en el desarrollo de los sistemas portuarios y de transportes, en tanto puntualizó la necesidad de dar curso a las obras que Pistarini había prometido se realizarían en el puerto de Ingeniero White: la construcción de una dársena de ultramar, una de pescadores, una cámara frigorífica, la ampliación de los muelles cerealistas, así como sus accesos carreteros, y la apertura de mercados lanar y de hacienda que hiciera evitables los traslados de esa producción al puerto de Buenos Aires.
La solución a los problemas de circulación de bienes y personas requería, también, de la inversión en la remodelación ferroviaria local y en la creación de nuevas rutas, entre las que se destacaron las conexiones viales entre Bahía Blanca, Río Colorado, Neuquén, San Carlos de Bariloche, Pedro Luro y Patagones, y la efectivización del tramo férreo trasandino que atravesara la norpatagonia y uniera a la localidad con la costa pacífica chilena.[19] Por otra parte, el memorial postulaba la importancia de paliar los problemas hídricos que sufría la región por su clima semiárido, profundizados durante los años de escasas lluvias: desde ese lugar, se reclamaba el efectivo aprovechamiento del cauce del río Colorado mediante la construcción de un embalse en Huelches, que aliviara las sequías del territorio sur de La Pampa y proveyera fuerza hidráulica, y de sistemas de riego en su curso inferior para mejoramiento de las tierras de partidos como Villarino, Patagones y Viedma.[20]
Las obras proyectadas y la supresión de tarifas diferenciales ferroviarias promoverán una economía de fletes, incremento de las importaciones, descentralización racional de la industria; desarrollo de la producción agraria; solución del problema de la erosión de la tierra con el riego, todo ello de gran impulso para la economía general.
Finaliza el memorial diciendo que tales obras contribuirán a descongestionar el puerto de Buenos Aires; a que se utilice racionalmente el máximo de la capacidad de carga de los puertos de ultramar inactivos en gran parte; a que retornen los habitantes a las ciudades, pueblos y campos del interior y que de todos esos efectos positivos se obtendrá la creación de activos focos de trabajo en la ciudad, pueblos y campos de las zonas confluentes y se producirá una desconcentración financiera y bancaria y de todas las oficinas de intercambio para importación y exportación.[21]
Se hacía evidente, en la lectura del manifiesto, que los argumentos que canalizaban la voluntad de crecimiento y consolidación de la producción regional se anudaban, intrínsecamente, a una reflexión respecto del funcionamiento del sistema económico argentino y el reclamo por una descentralización de las actividades de carga, acopio, transporte y comercialización que, en última instancia, fortalecerían demográfica y socialmente a los poblados del interior del país.[22] En ese mismo sentido, el memorial apuntó a la solicitud de que el recientemente creado Instituto Tecnológico del Sur,[23] “que prepara técnicos de acuerdo a las necesidades de la producción agraria, industrial y minera regional”,[24] funcionase como Universidad Nacional. Como veremos, este aspecto constituyó un punto álgido en la movilización social y política sucedida durante la coyuntura de octubre de 1949 y extendió la resonancia eminentemente económica de la Asamblea en tanto dio intervención en el debate e involucró a los representantes de la cultura científica.
A pesar de la convocatoria regional ampliada que validaba la reunión y de la participación de gran cantidad de emisarios de los intereses de otros poblados, la conformación de la Comisión Ejecutiva de la Mesa Regional Pro Bahía Blanca dio preeminencia a los grupos bahienses, como se atestiguó algunos días después, cuando se dio a conocer su nómina. Allí pudo observarse una composición que asignó la gran mayoría de los cargos a los delegados de diversos sectores económicos de la localidad, en conjunto con organismos de fomento, el Estado municipal, integrantes de los medios de comunicación, sindicatos, estudiantes universitarios y entidades deportivas.[25] Asimismo, el conjunto daba cuenta del fenómeno social específico que acontecía en Bahía Blanca a raíz de la progresiva transformación de su perfil económico; en articulación al desarrollo de nuevas formas de producción y circulación ligadas a la promoción del consumo interno, los sectores burgueses de la ciudad comenzaron a diversificarse lo que, en términos concretos, significó la aparición y consolidación de asociaciones ligadas a las actividades de comercio mayorista, industria y servicios que coexistirían con otras preexistentes, vinculadas al escenario agroexportador, las que nucleaban a las profesiones liberales y la progresiva organización del mundo del trabajo[26] (Fittipaldi, 2018; Costantini y Heredia Chaz, 2018; López Pascual 2022b).
Los señalamientos de la prensa respecto de la comisión ejecutiva daban cuenta de que, en efecto, las tareas a realizar buscaban jerarquizar a Bahía Blanca incluso cuando la organización incluyera voluntades de una región mayor:
La comisión permanente que ha de surgir tendrá a su cargo la coordinación y movilización de toda esta fuerza para la consecución de las aspiraciones que por primera vez trascienden el estrecho límite bahiense para abarcar a las zonas confluentes, ganando así en amplitud y sentido y reivindicando para Bahía Blanca su condición de verdadero centro de un porvenir ilimitado.[27]
En ese sentido, entre las primeras acciones llevadas a cabo por la flamante comisión se encontró la planificación de entrevistas con los poderes ejecutivos provincial y nacional, a los efectos de presentar el memorial elaborado. Mediante la intervención del diputado nacional justicialista Eduardo Forteza, los dirigentes buscaron canalizar las inquietudes de la asamblea dentro de la agenda de trabajo del gobierno peronista, práctica que sostendrían en los años subsiguientes y, particularmente, en el contexto de los debates por la redacción del Segundo Plan Quinquenal.[28] En paralelo y mientras recibía nuevas adhesiones provenientes de distintos organismos de la región interpelada, la Mesa manifestó su apoyo pleno al desarrollo de la Primera Exposición Regional de Economía que se inauguraría el 12 de octubre de 1949.[29]
Ver para creer. La Primera Exposición Regional de Economía
Como se indicó, la caracterización material de la ciudad sufrió modificaciones durante la década de 1940 como producto de su progresiva articulación al modelo productivo que comenzó a desarrollarse como respuesta a la crisis global desatada en 1929. El impulso estatal a nuevas formas de producción a partir de los años treinta, y sobre todo durante los años peronistas, asignaron un rol preponderante al consumo del mercado interno,[30] lo que estimuló tanto el desarrollo de manufacturas locales como su comercialización. Así, la estructura socioeconómica de Bahía Blanca sufrió mutaciones que la alinearon a ello: de una parte, su mayor impulso mercantil y financiero la ubicó como relativo núcleo de afluencia y circulación hacia el sur del país (Marenco, 2006; Costantini y Heredia Chaz, 2018). De otra, su capacidad de trabajo se incrementó por la expansión demográfica resultante de las sucesivas inmigraciones europeas y de países limítrofes que incidieron sobre su población estable.[31] En última instancia, la convergencia de ambos fenómenos condujo a un posicionamiento cuantitativamente relevante dentro de la provincia de Buenos Aires y los Territorios Nacionales australes[32] y a una relativa inserción en las dinámicas de las sociedades masificadas latinoamericanas,[33] lo que reforzó el carácter de ciudad intermedia que ya asumía desde fines del siglo XIX.
Hacia 1949, ese proceso material hallaba un nivel de concreción que no sólo se manifestaba en la transformación del paisaje urbano de la localidad -materializado en la rápida aparición de construcciones en altura y la complejización de su infraestructura de servicios básicos (López Pascual 2022b)- sino que estimulaba a los bahienses a visibilizarlo y poner “en evidencia la creciente potencialidad de Bahía Blanca y sus zonas confluentes”.[34] Con el auspicio del Ministerio de Hacienda, Economía y Previsión de la Provincia de Buenos Aires y a consecuencia de lo expuesto en el Congreso Regional de Economía realizado el año anterior, un conjunto de “caracterizados vecinos”[35] dio curso a la organización de la Primera Exposición Regional de Economía que se desarrolló en las instalaciones del Mercado de Frutos Victoria durante los meses de octubre y noviembre de 1949. Recuperando la tradición de las exposiciones universales y sus estrategias de exhibición material como dispositivos de configuración del poder, la muestra local se enfocó en concentrar y exponer al público “la evolución económica de la región”:
Mostrará una realidad viva, una historia ya escrita de superados esfuerzos, de frutos bien logrados, y también una historia por escribirse, un futuro en gestación, cuya plenitud ha de alcanzarse más rápido y mejor, cuando sean resueltos los problemas vitales de Bahía Blanca en directa, en estrecha relación con el sur argentino, dado que de esa satisfacción depende la prosperidad material y espiritual de una inmensa región del territorio patrio.[36]
La perspectiva histórica planteada conllevaba, también, una proyección positiva del futuro a condición, nuevamente, de la solución de problemas originados en el sistema centralizado de la economía argentina y su dependencia del puerto de Buenos Aires.
Esta doble significación de la muestra, es lo que interesa señalar, sobre todo. Allí lo hecho, lo que se ha podido realizar con el renovado impulso de la iniciativa privada y también lo que sería factible llevar a cabo sin la limitación derivada de situaciones todavía insolubles. También está presente la obra oficial, como asimismo lo que se ha podido concretar en realidad con la armónica colaboración del Estado y los particulares. La Primera Exposición Regional de Economía está advirtiendo, de este modo, lo que una inmensa región del territorio nacional puede producir, si se estructura su economía en base a un centro de convergencia de excepcionales posibilidades como lo es Bahía Blanca y su magnífico puerto de aguas hondas, tan notablemente dotado para exportar e importar.[37]
Las posibilidades de producción de una gran región del territorio nacional quedaban supeditadas, según la fuente, a la estructuración de Bahía Blanca como su nuevo centro portuario.[38]
En el marco de la inauguración de la muestra se hizo presente el Ministro de Hacienda, Economía y Previsión Miguel López Francés, quien emitió el discurso central de apertura. En sus palabras, la muestra hallaba sentido en la agenda política del gobierno provincial de Domingo Mercante que, a la sazón, se articulaba en la “profética visión de estadista” que se hacía visible en la gestión de Juan Domingo Perón. A este respecto, la exposición marcaba el hito inicial de una serie de otras exhibiciones en el territorio bonaerense que se realizarían para dar lugar a la “extraordinaria potencialidad económica de Buenos Aires” como “emblema de la grandeza del país”.[39]
Esta exposición, por estos motivos sucintamente expuestos, tiene un doble significado. En primer término, es una demostración del progreso alcanzado por las industrias regionales, y a la vez, un estímulo oficial encaminado a favorecer su desarrollo integral. Desde este punto de vista estrictamente regional, es la prueba inequívoca de que determinados pensamientos de gobierno, se van cumpliendo adecuadamente. Por otra parte, el estímulo y protección a las industrias locales, no responde a los estrechos criterios, al amor a la “patria chica”; sino a planes racionales de reactivación económica plena. Criterio que recién en los últimos años, ha sido puesto en ejecución, atendiendo no solamente a razones geográficas, sino al afán de propender al mejoramiento efectivo de las comunidades locales, tanto en el orden material como cultural.
“Pero junto a esta racionalización de las economías regionales, subyace la meta más importante aún: el armónico y equilibrado funcionamiento del cuerpo económico de la Provincia entera, y en sus más vastos lineamientos de la Nación en su conjunto. He aquí la importancia de estas muestras que objetivamente consideradas, sin células vitales activas del organismo mayor que es la economía general del país.[40]
Desde esa perspectiva, el evento cobraba la significación explícita de hacer públicos los logros de la transformación industrial, alineada desde mediados de los años 40 en la prédica de la soberanía y la independencia materiales, toda vez que se realizaba desde Bahía Blanca “emporio del sur” y “representación concreta de un gran sueño nacional que asciende y se corporiza”.[41]
La muestra significó el esfuerzo organizativo de convocar una gran cantidad de stands que, según se aprecia en su reconstrucción, provenían mayormente de Bahía Blanca, aunque también se presentaron expositores de Córdoba, Mendoza y la localidad bonaerense de Tres Arroyos (Mapa 2). Los resultados y productos de los numerosos emprendimientos[42] fueron divididos en tres pabellones: uno destinado a la industria nacional establecida fuera de la jurisdicción regional, otro que reunía los productos de importación con representantes en la región y el tercero dedicado totalmente a la actividad regional comprendida de acuerdo con la sexta sección electoral. Todos ellos – repartidos en 5 galpones de 900 m. cedidos por el Ministerio de Transportes de la Nación- contaban con la intervención de artistas plásticos locales que habían ejecutado motivos regionales para su “ostentación”.[43] En un cuarto sector funcionó un teatro con capacidad para 1200 personas donde se efectuaron espectáculos artísticos con figuras consagradas en el teatro, la radiofonía y el cine.[44] Además, los espacios contaban con un sistema de altavoces que emitían música de manera permanente para generar un entorno amable al espectador, que accedía al lugar atravesando un gran arco alegórico[45] de 7 metros de base y 5 de altura, coronado por 21 banderas de las repúblicas latinoamericanas (Imagen 1). El centro de la actividad lo constituía, por lo tanto, el público al que se esperaba recibir, para lo cual se facilitaban medios de traslado en ómnibus especialmente coordinados, y al que se ofrecían servicios de confitería y restaurante. En ese sentido, la actividad de la prensa escrita y radiofónica cumplió un rol fundamental en la publicidad del evento toda vez que incluyó asiduamente la noticia entre sus contenidos durante el mes previo, ensalzando y exaltando su acontecimiento, lo que la constituyó en un eje crucial en el éxito de concurrencia (Imagen 2).
En efecto, la PERE fue una manifestación material que ponía de manifiesto el poder industrial de Bahía Blanca a la vez que, recurriendo al sentido de la vista, colaboraba en la construcción de un relato representacional mayor que argumentaba, en última instancia, a favor de las pretensiones de los grupos económicos locales: “Una idea surgida del propio medio bahiense, que ha de demostrar en forma palpable, la jerarquía e importancia lograda por la gestión progresiva y pujante de sus fuerzas productoras”.[46] El acto de exhibir apelaba así a otros, los de mirar y ver, para divulgar nociones que vinculaban la capacidad productiva con la legitimidad de las demandas y la búsqueda de reconocimiento político. Asimismo, la operación se asentaba sobre prácticas ya empleadas que se ligaban a lo que Ricardo Cicerchia (2016: 31) ha llamado “el reto primordial de la imaginería capitalista” durante el siglo XIX: la alabanza material y simbólica del progreso mediante un relato visual atractivo y convocante que, ahora, era recuperada como estrategia de debate en el terreno de las transformaciones económicas asociadas a las iniciativas del Estado.
A ese respecto, la prensa periódica reforzaba ese accionar e intervenía clarificando el ideario y canalizándolo hacia inquietudes similares a las planteadas por la Mesa Regional Pro Bahía Blanca y Zonas Confluentes:
Bahía Blanca ha mirado siempre hacia el sur. Hacia la Patagonia, que asemeja en su potencial de gigante dormido. Ha acunado sus inquietudes y ha compartido, en la medida que le ha sido posible, el destino común. No ha sido una ciudad que como tantas otras del país, tuviera vuelta la mirada hacia la metrópoli. Ha comprendido su destino, y se ha nutrido para acrecentarse, de las fuentes regionales que la circundan y ha volcado todo su afán sobre el futuro de los territorios que a su margen y más hacia el sur, esperan el día de su liberación. (…) La zona sur bonaerense está también poderosamente ligada a la ciudad de los grandes puertos semiutilizados. Y aquí convergen de un extendido sector provincial, los trigos y cereales que vivifican la economía nacional. Esto, unido a lo anterior, sintetizan la significación de Bahía Blanca como ciudad eminentemente regional, aunque sus títulos políticos no autoricen a llamarla capital.[47]
Calificado como emprendimiento “desinteresado”, el evento redundaba en argumentos que sostenían la perentoriedad de la descentralización económica -específicamente, portuaria- y, simultáneamente, fortalecían la noción de la ciudad como centro y “capital” de la región que la circundaba.
En este mismo sentido, pero sumando una variable más a la ecuación del relato, la prensa ilustrada convocó a los docentes del Instituto Tecnológico del Sur para que emitieran su opinión respecto de la Exposición. Mediante ensayos breves, profesores como Césare Cremona, José María Arango y Florencio Charola aportaron visiones donde, con claridad, articulaban el desarrollo industrial local a la expansión de la cultura científica lo que, en el corto plazo, redundaba en la demanda de creación de una universidad que atendiera las necesidades de la región.
Así esbozado el presente de la industria en Bahía Blanca, y las previsiones para su futuro, las perspectivas pueden considerarse alentadoras. Las industrias bahienses se asientan sobre bases sólidas, en cuanto se adecúan al medio y a sus posibilidades. Para afrontar los problemas esbozados cuentan ya con las escuelas técnicas a las que está reservado el formar los factores de la gran industria futura, de la que, superada la fase artesanal, pueda desenvolverse con autonomía en las condiciones económicas que el futuro depare. En el mismo orden y en una etapa más avanzada, cuenta con un instituto que por gravitación natural ha de ser universidad, llamado a proveer al sur de la generación de ingenieros que hará efectiva la incorporación de la Patagonia al patrimonio nacional; e incumbe también a ese Instituto Tecnológico del Sur la misión de dirigir la investigación científica que necesita la industria para su asesoramiento y progreso.[48]
En conjunto, los textos publicados ofrecían una visión que reforzaba la centralidad productiva de Bahía Blanca y ataba su evolución futura a los efectos de una política educativa que fortaleciera su capital laboral en base a la creación de cuerpos técnicos y burocráticos apropiados para mantener “el alto grado de eficiencia” y “competir con la industria de los demás países y de las demás zonas del país” siguiendo “los métodos preconizados por la ciencia”.[49] En el relato del progreso industrial indefinido se recuperaba un elemento que, en rigor de verdad, constituía uno de los símbolos del reclamo lugareño a los poderes centrales desde hacía más de veinte años: la organización de una casa de altos estudios.[50] Si tradicionalmente se había observado a la política cultural como punta de lanza de la misión civilizatoria y clave de la modernización social del interior provinciano (Agesta, 2016), la transformación económica y de los modos de producción capitalista complejizaban esa visión al entenderla como condición sine qua non de la expansión material.
“Acción recíproca de la industria y de la ciencia”. La Universidad del Sur y las disputas por su radicación
En las vísperas de la realización de la Exposición Industrial y en simultáneo a la conformación de la Mesa Pro Bahía Blanca, a fines de septiembre de 1949, se dio a conocer el tratamiento y la aprobación por la Cámara de Senadores del proyecto de ley para la creación de la Universidad Nacional de la Patagonia que, inicialmente, alegró a los bahienses que creyeron ver así cumplido un anhelo de larga data. Sin embargo, los detalles del pliego presentado por Alberto Teisaire excluían a Bahía Blanca de entre las ciudades candidatas lo que, en verdad, también debatía fuertemente la relación “natural” de la localidad con el territorio sureño. En efecto, la norma tratada despertó la indignación popular, política y mediática locales en tanto sostenía que su emplazamiento sería determinado por el Poder Ejecutivo “siempre que lo sea desde la margen derecha del Río Negro al sur”.[51] Aunque restaba todavía su aprobación por parte de la Cámara de Diputados -que finalmente la descartó-, el simple tratamiento del proyecto desató la frustración y la movilización general de la sociedad civil que reclamó durante todo el mes de octubre.
Ya el 27 de septiembre, con las primeras noticias del proyecto, se produjo una manifestación de 3.000 estudiantes que celebraba la futura aparición y que, recolectando más de 10.000 firmas, se desplazó por las calles para solicitar al intendente José Aralda que, desde su cargo y como presidente de la Comisión Pro Bahía Blanca y Zonas Confluentes, diera su visto bueno al pedido de creación (Imagen 3). La movilización prosiguió su camino al grito de “Queremos que apoyen la creación de la universidad” presentándose al vicerrector de Instituto Tecnológico del Sur, Santiago Bergé Vila, para culminar en la realización de una asamblea estudiantil que resolvió extender la solicitud de apoyo a los poblados aledaños para, luego, enviar una comisión de 200 estudiantes que se reuniera con el presidente Perón.[52] Como se hizo evidente en la prensa y a pesar de la multiplicidad de actores involucrados, la Federación Universitaria del Sur (FUS) -creada el 10 de septiembre de 1949,[53] - emergió como un agente organizador y líder del reclamo, respaldado por la adhesión de un arco asociativo amplio y heterogéneo. Durante los días siguientes, distintas entidades– entre las que se encontraron Los Amigos de Bahía Blanca, la Corporación del Comercio y de la Industria, la Comisión Municipal de Cultura, la Comisión de Planificación Urbanística, la Asociación Artistas del Sur, la filial Bahía Blanca del Colegio Libre de Estudios Superiores, el Sindicato Médico de Bahía Blanca y la Sociedad Obreros Fideeros y Anexos-[54] convergieron en su aval al pedido, remitiendo telegramas al primer mandatario e interviniendo en la conformación de la opinión pública en la que también participó la Confederación General del Trabajo y la Mesa Regional Pro Bahía Blanca y Zonas Confluentes, que rápidamente organizó una reunión extraordinaria al conocer los detalles problemáticos del proyecto.[55]
En ese contexto, la organización colectiva produjo un memorial en representación de “las fuerzas vivas, entidades culturales, profesionales, comerciantes y estudiantes” de “Bahía Blanca, Patagones, Santa Rosa y General Pico (La Pampa), Tandil, Azul, Coronel Suárez, Pigüé, Coronel Dorrego, Tres Arroyos, Necochea, Alto Valle (Río Negro) y núcleos de población del sur de la provincia de Buenos Aires, La Pampa y Río Negro”.[56] Allí, se interpelaba al gobierno nacional a fin de que la base de la futura universidad fuese el Instituto Tecnológico del Sur, nacionalizado un año antes:
El Instituto Tecnológico del Sur, (…) fue y es fiel a los fines de su creación: “la investigación científica y la formación profesional y técnica, dentro del campo de las disciplinas tecnológicas y las ciencias aplicadas al comercio, la industria y la producción agropecuaria, contemplando substancialmente las necesidades superiores del pueblo argentino y particularmente las regionales del sur de la provincia de Buenos Aires y de la Patagonia”.
Y el Instituto Tecnológico del Sur, Excmo. Señor presidente, sirve plenamente a aquello alto propósito y sirve a la cultura y al progreso nacional. La vitalidad de su obra, por demás intensa, en el aspecto científico y social, los beneficios (…) reciben ya de estudios a jóvenes que no pudieron ni pueden hacerlo en otros centros universitarios argentinos. De los 362 alumnos que figuran en sus registros resultan índices de procedencia muy ilustrativos: 233 inscriptos son de Bahía Blanca, 20 del territorio de La Pampa, 21 del territorio de Río Negro, 25 de la ciudad de Punta Alta, 2 del territorio de Neuquén, 6 de Patagones, 8 de Tres Arroyos, 5 de Tandil, etc., contándose asimismo estudiantes de Chubut y de la zona sur de la provincia de Buenos Aires: Villarino, Necochea, Coronel Suárez, Coronel Pringles, Bolívar, Coronel Dorrego, Mar del Plata, Adolfo Alsina, Saavedra, etc. La circunstancia de que en esta cifra haya solamente 7 estudiantes que provienen de ciudades que son centros universitarios, a saber, capital federal, La Plata y Santa Fe, refirma la convicción de que el ITS sirve al sur esencialmente, en lo que a recepción de estudiantes se refiere.[57]
El documento clarificaba en términos cuantitativos y cualitativos la proyección regional sustentada desde la ciudad (Mapa 3) a la vez que presentaba un vínculo estrecho entre la potencial decisión en materia educativa y el desarrollo económico regional, alineándose de tal forma a la preceptiva emitida por los docentes del Instituto. Además de ratificarlas con su rúbrica, la MRPBB impulsó estas definiciones convocando a nuevas movilizaciones por parte de la ciudadanía, que se reunió nuevamente el 2 de octubre en el palacio municipal para escuchar las intervenciones de la FUS, los Amigos de Bahía Blanca, la CGT, la Corporación del Comercio y de la Industria, la Comisión Municipal de Cultura y el propio intendente (Imagen 4). Con el correr de los días, además, se decidió que una delegación de representantes estudiantiles, encabezados por la comisión directiva de la FUS, viajara a La Plata para entrevistarse con el gobernador Mercante acompañados del Ministro de Hacienda López Francés.
La prensa periódica y radial acompañó esta algarabía recurriendo, nuevamente, a las condiciones materiales inherentes a Bahía Blanca como “virtual capital” de la Patagonia:
Las mismas razones que tuvo el Superior Gobierno de la Nación, para designarla cabecera económica a Bahía Blanca, su magnífico puerto de mar -el primero de la República en su género- las convergencias de sus redes ferroviarias, al Sur, Oeste y Norte del país, que corren pos sus inmensos declives geográficos, su categoría de centro de una zona de influencia extraordinariamente rica, la potencia de su desarrollo que la distingue entre las primeras ciudades del país, próxima a la primera Base Naval, argentina y a la Sexta Región Militar, justifican la creación universitaria con una base de trescientos sesenta y dos estudiantes en sus escuelas de Ingeniería Industrial, Química Industrial y Ciencias Comerciales, nucleados en solo dos años, que testimonian desde el punto de vista educacional y humano que la creación respondió a una necesidad que el gobierno supo percibir.[58]
El tema portuario y la problemática de la centralización económica volvieron a funcionar como elementos de peso en la argumentación y aportaron fundamentos al debate que se entendía crucial. La Nueva Provincia, por caso, emitió una opinión editorial rotunda en tal sentido: “El asiento de la Universidad Nacional de la Patagonia no puede ser otro que Bahía Blanca”. Desde su perspectiva, la polémica planteada no constituía un simple juego de intereses locales
sino un problema de carácter eminentemente nacional, cuya solución debe darse con un sentido cabal de la realidad argentina y, por consiguiente, con una concepción nueva, que esté rectamente dirigida a rectificar una política de olvido y de desamparo del sur argentino, cuya puerta ancha es Bahía Blanca y su puerto. Si hasta ahora esta ciudad no ha desempeñado el papel de avanzada hacia el extremo austral, es precisamente por una extremada y aniquiladora absorción del centralismo, tanto en el tránsito terrestre como el marítimo. Pero tan pronto como al puerto bahiense se le conceda la franquicia, en forma permanente y definitiva, para exportar e importar, y cuente con los medio materiales y espirituales para un acercamiento efectivo con la inmensa región que por ahora abarca el sur de la provincia de Buenos Aires, los territorios nacionales de La Pampa, Río Negro y Neuquén, se transformará en uno de los puertos de ultramar de mayor importancia del país, con los consiguientes beneficios para la Patagonia y el progreso general de la República.[59]
Aunque avalaba la oportunidad del proyecto, por cuanto reconocía la necesidad de la creación de una casa de altos estudios para el sur del país, calificaba su potencial ubicación al sur del Río Negro, “en pleno desierto”, como extemporánea, incluso si validaba la creación de centros e institutos educativos en las localidades sureñas como extensiones de la virtual Universidad bahiense. El Atlántico, por su parte, calificaba de incomprensible la indicación geográfica del proyecto puesto que
al sur del río Negro, ni Viedma, ni Trelew, ni Comodoro Rivadavia atraerían al estudiantado universitario; en unas ciudades por carencia de comodidades para instalarla, y en otras por la escasez de población estudiantil en condiciones de seguir cursos superiores y por razones del clima desapacible que no atrae ni seduce para que vayan allá a estudiar quienes, si cuentan con recursos, podrán trasladarse a otras ciudades.[60]
La FUS, en tanto, respaldaba esas declaraciones a la vez que insistía en que la movilización popular constituía un “clamor unánime” que había unificado a las “dispares fuerzas que integran el conglomerado social” en procura de un logro anhelado durante más de dos décadas. La cristalización de la Universidad del Sur en Bahía Blanca, afirmaban, era su marca de origen y su “profesión de fe”: “la Universidad del Sur ha de ser un potente núcleo de irradiación espiritual sobre una vasta región de la cual Bahía Blanca es política, económica y culturalmente su obligado centro”.[61]
Días después, La Voz Andina de San Carlos de Bariloche, replicaba afirmando, en cambio, que “Bariloche debe ser la Sede de la Universidad de la Patagonia”,[62] lo que permite observar que el problema constituía un debate tanto cultural como económico que abarcaba a los intereses de una región amplia y que, a la sazón, la opción por Bahía Blanca no era unánime. En efecto, de acuerdo con la prensa barilochense, luego de conocida la noticia del proyecto de Teisaire numerosos pueblos habían iniciado movimientos civiles con el objeto de reclamar la radicación en tanto representaba “un indudable prestigio para el lugar” y “un poderoso factor de progreso”. Sin embargo, a su entender, un análisis imparcial de la cuestión demostraba que la “sede natural” para la casa de altos estudios era esa localidad sureña, “donde se cuenta ya con un considerable volumen de población efectiva que sobrepasa los 15000 habitantes, siendo además centro mundial de turismo”. Asimismo, siendo el espacio donde convergían visitantes de todas partes del mundo, a ellos convenía “demostrar que nuestro orgullo de ser argentinos no descansa solamente en la potencialidad económica de nuestra producción agrícola ganadera”.[63]
La evidencia del debate sobre el tema impulsó la profundización del reclamo bahiense, que aprovechó la instancia de la Primera Exposición Regional de Economía para volver a tomar las calles y hacer escuchar su voz. En oportunidad de la visita de Miguel López Francés, ministro de Hacienda, Economía y Previsión bonaerense y rector del ITS que inauguraría la muestra, el movimiento estudiantil convocó a una manifestación que agitara la opinión pública a favor de la radicación de la Universidad en Bahía Blanca. Su llegada por vía aérea fue recibida por las autoridades y una delegación de estudiantes que, luego en las inmediaciones céntricas, se amplió conformando una columna que portaba estandartes y entonaba cánticos alusivos, la que López Francés encabezó. El recorrido por las calles hizo un alto frente al diario La Nueva Provincia “reiterando los estudiantes palabras de agradecimiento por la colaboración que presta este diario a la justa aspiración que les anima”[64] y culminó en los locales del Instituto, donde el secretario de Estado improvisó un discurso en el que transmitió palabras de optimismo sobre las gestiones relativas al problema y adelantó las posiciones elogiosas que sostenían al respecto el grupo de rectores de las universidades nacionales y el ministro de Instrucción, Oscar Ivanissevich.
En efecto, aunque la Universidad Nacional del Sur en Bahía Blanca tardaría otros siete años en ver la luz, el proyecto de creación de la Universidad de la Patagonia fue desestimado por la Cámara de Diputados. Por su parte, la sociabilidad estudiantil local, concentrada en la FUS, adquiriría cada vez mayor protagonismo en el movimiento popular que demandaba la casa de estudios trasladando esa centralidad luego a las disputas políticas universitarias de las décadas siguientes (Orbe, 2007).
Palabras finales
Interrogante fundamental de la historiografía occidental del siglo XX, el proceso de modernización se presenta tan diverso, heterogéneo y complejo como lo fueron sus geografías y protagonistas. En efecto, el fenómeno presiona sobre las definiciones y generalizaciones estrictas e invita a una reflexión que no sólo tome en cuenta las diferencias regionales sino también las problemáticas de la escala temporal y espacial de observación. En ese sentido, la reconstrucción aquí realizada busca dar cuenta de las formas en las que en Bahía Blanca, ciudad intermedia del interior bonaerense argentino, las transformaciones globales que dieron curso a las sociedades modernas de masas convergieron con el proceso local específico que, en tanto movilizaba y traccionaba cambios socioeconómicos profundos, fortalecía las aspiraciones de ciertos grupos sociales sobre los territorios de una gran región aledaña. La coyuntura de septiembre y octubre de 1949 ofrece la posibilidad de hacer foco en un momento preciso de este devenir en tanto permite contemplar, como en una instantánea, la confluencia de múltiples factores y su accionar conjunto a la vez que expone la centralidad de las prácticas de agregación y manifestación como estrategias clave de la participación privada en la esfera pública.
De una parte, la creación de la Mesa Regional Pro Bahía Blanca y Zonas Confluentes deja ver la emergencia de una sociedad civil activa que, de forma coordinada con el Estado municipal, buscaba dotarse de organismos que permitieran canalizar sus intereses específicos y dialogar con las dimensiones provincial y nacional de un gobierno que ponía en acto una transformación general del sistema productivo. Desde su origen, la entidad buscó dar lugar a la intervención de los representantes de un vasto espacio geográfico y social con el que, por lo demás, edificaba relaciones complejas pero del que se reconocía su centro de gravitación política y económica. Avalada por la respuesta positiva de los emisarios regionales, la pretendida posición de hegemonía de la localidad resultaba fortalecida y la definía como un interlocutor válido para recoger las preocupaciones de la zona y emitir una voz relativamente unificada en el debate por el desarrollo material. La definición de una agenda política específica consolidaba esa noción en tanto su eje fundamental trabajaba sobre la inminencia de configurar el papel del puerto de Ingeniero White en un sistema económico nacional que tendía a la expansión de la producción industrializada.
Por otra parte, la búsqueda de visibilidad del movimiento económico estuvo en la base de otras formas de asociación privadas y públicas que recurrieron a estrategias de exhibición en las que, nuevamente, Bahía Blanca y su rol político resultaban fundamentales. La organización de la Primera Exposición Regional de Economía significó la complejización de un relato sobre el progreso local en el que el acento estuvo puesto en la potencia manufacturera del sudoeste bonaerense. Los actos de mostrar y ver se presentaron como elementos centrales en la difusión de esa representación y convocaban a la población ampliada a participar de los intereses que, en rigor de verdad, surgían de entre los sectores sociales ligados al ámbito industrial y de la esfera económica en general pero en el que otros círculos -como el educativo y el científico- se sentían involucrados.
La pretensión de jerarquía regional y de fortalecimiento de la actividad industrial dialogó, finalmente, con la movilización popular surgida a causa de la discusión respecto de la expansión del sistema universitario en el sur del país y de la descentralización de la educación superior. La posibilidad de quedar marginados de las decisiones respecto de la potencial nueva casa de altos estudios se presentó como un elemento que en su demanda aglutinó los intereses intelectuales y los socioeconómicos en la creación de la Federación Universitaria del Sur y en manifestaciones que enfatizaban el lazo entre la cultura científica y el crecimiento industrial. En ese sentido, entonces, se generó una argumentación circular que redundaba en una configuración territorial: mientras las razones para la localización de la nueva universidad se hallaban en la conceptualización de Bahía Blanca como “virtual capital” de la región del sudoeste bonaerense y la norpatagonia por sus condiciones portuarias y de expansión material, su emplazamiento era defendido porque se entendía como una variable clave en el futuro crecimiento y jerarquización de la ciudad como “centro” del sur del país.
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