Artículos libres
De las Reinas de las lavanderas de Saint-Étienne a las Reinas del Trabajo de Villeurbanne: inversión de roles de género y conformismo moral (de fines del siglo XIX a principios del XX)12
From Queens of the laundresses of Saint-Étienne to Labor Queens of Villeurbanne: Inversion of gender roles and moral conformism (from the late nineteenth century to the early twentieth century)
Estudios del ISHIR
Universidad Nacional de Rosario, Argentina
ISSN-e: 2250-4397
Periodicidad: Cuatrimestral
vol. 11, núm. 29, 2021
Recepción: 20 Febrero 2021
Aprobación: 20 Marzo 2021
Resumen: Este texto se propone revisitar los rituales de elección y celebración de distintas reinas obreras en Francia, que han sido previamente analizados por etnologos. A través del prisma de los estudios de género, y desde la perspectiva de la historia política y de la microhistoria, realiza un análisis comparativo de la Reina de las Lavanderas, la Musa del Pueblo y la Reina del Trabajo. De esta manera, comienza por indagar en las fiestas del Mi-Carême y de la elección de la Reina de las Lavanderas de Saint-Etienne en la segunda mitad del siglo XIX, para luego pasar a la coronación de la Musa del Pueblo (1900-1906). Finalmente, analiza la designación de las Reinas del Trabajo en Villeurbanne en los años treinta. El estudio señala la necesidad de distinguir entre, por un lado, la presentación pública y oficial de las reinas trabajadoras, eventos que tienen lugar en el centro del espacio urbano con una concurrencia masiva, son organizados por las élites políticas y que, a pesar de sus respectivas diferencias, encarnan un conformismo moral y político. Por otro lado, se encuentran las festividades de las lavanderas quienes, en sus barrios y con un rol activo, el día del Mi-Caréme retoman rituales carnavalescos como la colecta en la calle, los disfraces, los cantos y las prácticas alimenticias, invirtiendo temporalmente, de ese modo, el régimen de género.
Palabras clave: Reinas del trabajo, Roles de género, Moral, Carnaval.
Abstract: This text aims to review the rituals of election and celebration of different worker queens in France, which have been previously analyzed by ethnologists. Through the prism of gender studies, and from the perspective of political history and microhistory, it makes a comparative analysis of the Queen of the Laundresses, the Muse of the People and the Queen of Labor. In this way, it begins by investigating the festivities of Mi-Carême and the election of the Queen of the Laundresses at Saint-Etienne in the second half of the 19th century, and then goes on to the coronation of the Muse of the People (1900-1906). Finally, it analyzes the appointment of the Queens of Labor in Villeurbanne in the 1930’s. The study points out the need to distinguish between, on the one hand, the public and official presentation of the working queens, events that take place in the center of the urban space with a massive turnout, are organized by political elites and that, despite their respective differences, embody a moral and political conformity. On the other hand, there are the festivities of the washerwomen who, in their neighborhoods and with an active role, on the day of Mi-Carême, take up carnival rituals such as collecting in the street, costumes, songs and eating practices, temporarily investing, thus, the gender regime.
Keywords: Labor Queens, Gender roles, Morality, Carnival.
Este texto pretende vincularse con los escritos de Jacqueline Sainclivier3 al aplicar el concepto de género —la construcción social de la diferencia entre los sexos— para releer rituales previamente analizados por etnólogos. Se apoya en una historia política que permite revisitar estas interpretaciones, con el fin de pasar de la antropología histórica de los años ochenta a una historia social y política de la cultura. Parte de un punto de vista local, el terreno elegido no es breton, sino que se sitúa en dos grandes ciudades de la región de Ródano-Alpes: Saint-Etienne y Villeurbanne. Para esto, es preciso tener en cuenta los jeux d’échelle,4 partir de una microhistoria, determinada por una coyuntura y un espacio específico, para abrirse a realidades más vastas.
Comenzaré por el análisis de las fiestas del Mi-Carême5 y de la elección de la reina de las lavanderas de Saint-Etienne en la segunda mitad del siglo XIX, para pasar luego a referirme a la coronación de la Musa del Pueblo (1900-1906). Finalmente, indagaré en la designación de las Reinas del Trabajo en Villeurbanne en los años treinta.
La reina de las lavanderas, un ritual carnavalesco
El ritual de las reinas —de las lavanderas o del trabajo— no ha dejado muchas huellas en la historia. La búsqueda en archivos no ha dado demasiados frutos. Si bien existen numerosos grabados, fotografías y tarjetas postales, los únicos documentos escritos hallados son esencialmente textos oficiales municipales que reglamentan la circulación, limitan el uso de máscaras o el lanzamiento de confeti durante el período conocido como “Carnaval”. Por otro lado, encontramos algunas anotaciones en escritos de los cronistas locales.6 Incluso, es gracias a los testimonios orales recolectados hace más de un cuarto de siglo en el barrio del Soleil, que descubrimos la persistencia de este ritual en Saint-Étienne hasta la Segunda Guerra Mundial (Burdy, 1991: 161-164).
Conocíamos el ritual de la rosière descrito por Huguette Bouchardeau (profesora de filosofía en Saint-Étienne, feminista, secretaria nacional del PSU y ministra de François Mitterrand), ya que su madre había sido elegida como rosière:
A principios de siglo, el término 'rosière' designaba a una joven meritoria, a la que las autoridades de la ciudad o del pueblo le entregaban un premio a la virtud durante una ceremonia, junto a una corona de rosas. La virtud significaba, por supuesto, el amor por el trabajo, la devoción a la familia y la virginidad. Mi madre fue rosiére en Saint-Étienne en 1925, el año en que cumplió dieciocho años. Su hermano André acababa de fallecer a los dieciséis años. Ella y su madre lo habían cuidado durante diez años... La abnegación de Rose por el chico, quien había quedado mudo, rechazaba la comida y se deslizaba gradualmente hacia la muerte, le había llegado a un par de vecinos, "gente rica" según mi madre. Estos le informaron del caso de Rose al comité de selección. Ella no recuerda demasiado la ceremonia, pero recuerda con presición el sobre que le fue entregado a los premiados. "Quinientos francos", susurra con respetuosa gratitud para la institución y para los ocasionales mecenas (...) (Bouchardeau, 1990: 37).
Muy diferente fue la figura y la reputación de la lavandera, más parecida a la de una pescadora que a la de la rosière. Durante el Mi-Carême, la tradición entre las lavanderas era disfrazarse, elegir una reina y dar un baile: la costumbre está documentada en muchas ciudades, entre ellas, París. Se trataba de una fiesta de barrio y, al mismo tiempo, una fiesta corporativa. La Reina de las Lavanderas es, hasta finales del siglo XIX, representante de sus compañeras de trabajo, ya que son ellas quienes la eligen en cada lavadero. Cabe señalar que para las mujeres francesas esta era, antes de 1945, una de las raras ocasiones para votar. Esta función fundamental de la representación es la que diferencia a esta reina tanto de la rosière, elegida por su virtud y sus méritos, como de la miss, elegida por su belleza, así como de otras reinas del trabajo del siglo XX (Segalen y Chamarat, 1983: 44-55).
Debemos recordar lo que era la Cuaresma en una sociedad cristiana: un período de cuarenta y seis días, ubicado entre el martes de carnaval (víspera de la Cuaresma) y el día de Pascua; durante el cual se invitaba a los católicos a entregarse a la plegaria, el ayuno y la abstinencia. Este período estaba precedido por tres días de festejos previos al Miércoles de Ceniza, lo que en la región de Saint-Etienne se denominaba caramentran (cuaresma entrante).7 El Mi-Carême, el jueves de la tercera semana de la cuaresma, marcaba un alto de la abstinencia y era célebre por sus festejos populares. Incluso, en la segunda mitad del siglo XIX y en la primera del XX, el Mi-Carême es esencialmente una fiesta femenina y popular, en la que las principales heroínas son las lavanderas.
El cuidado de la ropa, el lavado, ocupaba un lugar central en la vida de las mujeres obreras. Michelle Perrot se refiere a la “tiranía de la ropa” que tuvo lugar en el siglo XIX con el desarrollo de la higiene (Perrot, 1980: 128-133), de la que sólo estaban exentas aquellas que no lavaban ni su ropa ni la de los demás, por ejemplo, las esposas de los ferroviarios que, como signo de distinción, se hacían lavar sus vestimentas.8 Es preciso distinguir a las lavanderas profesionales, que trabajan en un lavadero dirigido por un jefe, de las lavanderas —empleadas domésticas y obreras— que se ocupan de la limpieza familiar y, también, de algunas canastas de ropa de los vecinos.9 Esto explica la gran cantidad de puestos para lavar en los lavaderos de los barrios obreros que son, a la vez, lugar de trabajo, encuentro, solidaridad e intercambios. La corporación de lavanderas es visible por su número, por su organización de hecho, aunque muy pequeña (asociación sindical afiliada a la Bolsa de Trabajo a finales del siglo XIX),10 pero también, por su presencia cotidiana en las calles. Efectivamente, lavan (de lunes a jueves), y luego entregan la ropa ya secada y planchada (generalmente viernes o sábado).11 En 1929, cuando el uso de las lavanderías parecía declinar debido al comienzo del lavado privado y doméstico, con la llegada del agua al fregadero de las viviendas de Saint-Étienne,12 el municipio construyó en los barrios populares cuatro modernas lavanderías, con entre 50 y 60 puestos cada una. Quedan todavía 796 lavanderas registradas en Saint-Étienne, para 3518 puestos de lavado en las lavanderías, que dependen, la mayoría de las veces, de jefes de lavandería.13
Las lavanderas forman un grupo profesional femenino muy específico, tienen una imagen y una reputación de mujeres fuertes, habladoras, que divulgan noticias y chismes en los lavaderos del barrio, cantan coplas y canciones, y cuentan a los gritos chistes alegres. En 1870, la directora de la escuela primaria católica de las niñas del barrio de Côte-Chaude le pidió al municipio que construya un lavadero de pocas plazas para las monjas “cuya presencia en el lavadero del barrio era una oportunidad para bromas groseras”.14 Este señalamiento permite cuestionar la influencia religiosa en la fiesta del Mi-Carême, ya que la Iglesia condena la inversión y el travestismo, por considerarles pecado (Baroja, 1979: 96).
De hecho, en las entrevistas recogidas en 1984, las antiguas lavanderas mostraron claramente cómo el Mi-Carême se trataba de una inversión de los roles de género:
Me hicieron disfrazar de hombre. Me puse los overoles sucios para ir a pedir vino; conseguimos buenas porciones de salchichón, un buen trozo de queso, un buen canon [ración de vino] para la mesa. Salímos todas en banda y regresamos con dos o tres litros de vino barato cada una.
En esa “¡semana en que las mujeres estábamos borrachas!”, según expresa una de ellas, se encuentran elementos tradicionales del carnaval con su exceso dionisíaco: cambiaban la vestimenta —usaban los overoles sucios (esos que ellas debían lavar): “tomé los overoles de mi cliente y luego me fui”—, comiendo y bebiendo en exceso como los varones; invirtiendo temporalmente el régimen del género. Se trata de mujeres que, un día al año, se divierten entre ellas, cantan, bailan, beben, se disfrazan de hombres, eligen una reina y salen a mendigar vino por las calles de su barrio; después van a festejar a su lugar habitual de trabajo y luego se dirigen al centro de la ciudad para el desfile que formaliza la elección de la reina. Un documento de marzo de 1906 registra la transformación del ritual en manos de un comité, presidido por un hombre, que organiza el desfile del Mi-Carême, trasladado ahora al domingo por la tarde, junto a la coronación de la “Reina de las Lavanderas”. Al son de la banda musical de la ciudad, el desfile se dirige hacia el salón municipal de conferencias, donde se le conceden las medallas a la reina y a sus dos damas de honor. Un baile nocturno cierra la velada.15
De la reina de las lavanderas a la reina de las reinas, un ritual comercial
En París, fue en el cambio del siglo XIX al XX cuando el ritual de elección de la Reina de las Lavanderas para el Mi-Carême cambió por completo de significado, después de que la ceremonia fuera asumida por los comerciantes del mercado Les Halles y que se iniciara la coronación de una Reina de Reinas, durante una celebración comercial que atraía multitudes. Desde 1900 la reina ya no es elegida, sino que es designada por los representantes de Les Halles, y luego por un comité de notables (masculinos) del distrito, que privilegia como criterio de elección la belleza (Faure, 1978: 149-150). Aun así, en 1901 vemos circular por el Barrio Latino una carroza llamada “El progreso del feminismo”, que representa un tribunal de mujeres que condena a los hombres a las tareas maternas y del hogar, figura moderna del mundo invertido (Faure, 1978: 82).16 Imitando estas celebraciones parisinas, el 20 de febrero de 1910, los trabajadores de Saint-Étienne eligen a las reinas que representarán a las distintas corporaciones durante las celebraciones del Mi-Carême. Los días 5 y 6 de marzo, la Comisión de Fiestas organiza un desfile en beneficio de las obras municipales de asistencia social. Ese día la Reina de las Reinas de Saint-Étienne fue la de Comercio y sus damas de honor fueron la Reina de la Cintería y la Reina de las Lavanderas, Antoinette Chauvet, quien combinaba juventud y belleza.17 Los retratos fotográficos de las tres jóvenes presentan una imagen que perduró en el período de entreguerras (a pesar de las variaciones en la moda) en las Reinas del Trabajo, la de jóvenes bien vestidas, con sus atuendos y joyas más hermosas.
En los barrios obreros, el Mi-Carême conservó para las lavanderas, hasta la Segunda Guerra Mundial, su carácter tradicional de travestismo e inversión de roles de género. Las prácticas carnavalescas del "mundo del revés" de las lavanderas perduraron más tiempo que la festividadad oficial, que no volvió a celebrarse tras la prohibición de todas las celebraciones durante la Gran Guerra. La persistencia de estos ritos en el período de entreguerras explica sin dudas la supervivencia de una memoria colectiva del grupo profesional, recogida por el historiador18 cuarenta años más tarde. Antes de 1914, el municipio de Saint-Étienne también había apoyado otro festival, el de la Musa del Pueblo.
La coronación de la Musa del Pueblo, un ritual político republicano
La obra musical "La Coronación de la Musa del Pueblo", una alegoría femenina a la gloria del Trabajo simbolizada por la Musa del Pueblo, compuesta en 1897 por Gustave Charpentier, alumno del ilustre compositor de Saint-Étienne Jules Massenet, fue acogida con entusiasmo en Saint-Étienne, el 14 de julio de 1900, en un municipio recientemente (en mayo) conquistado por el socialista Jules Ledin. Convertida en fiesta nacional desde 1880, la celebración del 14 de julio tiene como objetivo educar políticamente al pueblo en la tradición de las fiestas cívicas de la Revolución Francesa. Durante la “guerra de las dos Francia”, a principios del siglo XX, compite, además, con fiestas y procesiones católicas (Rochefort, 2007). Las trabajadoras de Saint-Étienne participaron en la preparación de la fiesta nacional eligiendo a una Musa del Pueblo: la primera en 1900 fue Louise Pointe, elegida siguiendo criterios de moralidad y belleza.19 Ella encarna al pueblo trabajador y virtuoso, una versión laica de la rosière. El 14 de julio de 1900, la multitud llegó a aclamar tanto a la Musa del Pueblo como a Gustave Charpentier, quien ese día dirigió personalmente a las bandas musicales de Saint-Etienne interpretando su obra: más de 20.000 personas abarrotaronn la plaza del ayuntamiento y las calles adyacentes.20 Pero, a diferencia del Mi-Carême de las lavanderas, sin dejar de celebrar el trabajo de las trabajadoras, no es una celebración espontánea, sino que es organizada por el municipio socialista y laico. Este último pretende unir a los trabajadores-ciudadanos en una fiesta popular que combina la poesía, la música y la danza y en la que participa el pueblo. La fiesta de la Musa del Pueblo no es específica de Saint-Étienne (que la celebró en 1900, 1902, 1906 y 1907),21 existía en otras ciudades de clase trabajadora dirigidas por funcionarios socialistas electos. Es, de hecho, a través de las redes del socialismo municipal que la Musa del Pueblo entra a formar parte de las celebraciones por las Fiestas del Trabajo.
De la musa del pueblo a la reina del trabajo, un ritual político del socialismo municipal
El trabajo había estado en el centro de la reflexión de muchos intelectuales sansimonianos de la primera parte del siglo XIX (en particular de Charles Fourier) y, más tarde, del fundador del Familisterio Godin, Jean Baptiste André Godin. En su libro Soluciones sociales, el término ‘trabajo’ vuelve una y otra vez bajo una pluma que celebra la reconciliación social por medio de la asociación del capital, del trabajo y del talento. Allí encontramos también un grabado de “la fiesta del Trabajo” (la primera, sin dudas, que lleva este nombre).22 El grabado presenta el patio central del Palacio Social, construido en 1859, convertido en una sala de ceremonias, decorado con banderas y pancartas de diferentes oficios, que se transforma, después de la ceremonia, en un salón de baile (Pinol, 2011: 16-23).
Desde finales del siglo XIX hasta la Segunda Guerra Mundial, se lleva a cabo un proceso de construcción de bolsas de trabajo, también llamadas palacios o casas del pueblo, o palacios de trabajo, asociadas a nuevas formas de militancia, de sociabilidad y de prácticas políticas. Al mismo tiempo, se consituyeron las associations d’elus23y las redes de municipios socialistas que buscaron experiencias y saberes en toda Europa y que se impusieron en el período de entreguerras como los nuevos actores colectivos en el paisaje político francés (Payre, 2007). En Roubaix, por ejemplo, el municipio conquistado en 1922 por el socialista Juan Lebas, se celebró fastuosamente la fiesta del Trabajo y se vinculó, en 1924, la “Coronación de la Musa del Pueblo” y las “Fiestas del Trabajo”, como lo muestra el afiche art déco producido para la ocasión.24 Es prioridad del municipio socialista la transformación de las condiciones de vida de los trabajadores y sus hijos. Un ambicioso programa lo testimonia: nuevas escuelas, colonias escolares, centros al aire libre y viviendas sociales. En Villeurbanne, el socialista Lazare Goujon, elegido en 1924, tuvo la iniciativa de construir un edificio que combinase el valor del trabajo, la higiene, la cooperación, el ocio y la educación. Su discurso del 20 de mayo de 1927, durante la presentación del proyecto delante del consejo municipal, evoca metafóricamente un templo de fe laico.25 Un año más tarde, el domingo 20 de mayo de 1928, la ceremonia en la que se coloca la primera piedra del Palacio del Trabajo tiene lugar bajo la presidencia de Albert Thomas, en ese entonces, director de la Oficina Internacional del Trabajo en Ginebra.
En este contexto es celebrada La Fiesta de la Primavera. Un desfile encabezado por la Reina del Trabajo y sus damas de honor, encaramadas en carrozas decoradas con flores, seguido por dos concursos curiosamente vinculados: el de la decoración de las fachadas de las casas y el de la "primera trabajadora de la ciudad". Para este, se establece un ranking, realizado por dos notables (un médico y el representante del Palacio del Trabajo), sobre criterios relacionados con la antigüedad laboral y el número de hijos (la elegida en 1928 tenía 37 años de antigüedad y 5 hijos), con el estado civil (las viudas tenían tres puntos adicionales). Un gran baile cierra la jornada. De esta manera, es posible hallar aquí diversos elementos de las fiestas municipales del Mi-Carême y de la Musa del Pueblo —el desfile, el baile—pero el momento y la designación de la Reina del Trabajo cambia (ya no es elegida por sus compañeras, sino por la damas de honor elegidas por la corporación). Y es a las obreras que tienen méritos desde el punto de vista del trabajo y de la maternidad, a quienes se les atribuye el papel de representar el mundo del trabajo en la comuna.26 "Es la comuna, simple célula orgánica de la sociedad actual y futura, expresión viva y práctica de la unión fraterna que debe reinar entre los hombres para su felicidad común y para su acceso interrumpido a un ideal de humanidad superior" afirma el alcalde Lazare Goujon en noviembre de 1931. Inaugurado en 1934, el Palacio del Trabajo de Villeurbanne, una “catedral del pueblo”, atestigua la transición al municipalismo como horizonte, con el objetivo de forjar una ciudadanía local que regenere la humanidad. En este contexto es designada la Reina del Trabajo y la primera trabajadora de la ciudad, cuyos criterios de selección se acercan a la tradición de las rosières, mujeres virtuosas y meritorias que le sirven de modelo a las demás. Si el orden social ya no está ligado a la caridad cristiana, esta subsiste en el marco secularizado del socialismo municipal que cumple de esta manera, en su celebración del trabajo y la maternidad, un rol conservador en el sistema de géneros.
Conclusión
Si diferenciamos entre las fiestas políticas y cívicas organizadas por municipios, de los eventos de tipo carnalavesco que perduran hasta la Segunda Guerra Mundial en los lavaderos de los barrios obreros de Saint-Étienne, no podemos suscribir a la apreciación de un etnólogo que evoca “un calendario de tristes fiestas políticas y municipales jerarquizadas que no dejan lugar ni a la fantasía ni a la libertad”.27
En conclusión, es preciso distinguir entre, por un lado, la presentación pública y oficial de las reinas, la Reina de las Lavanderas, la Musa del Pueblo o la Reina del Trabajo, eventos que tienen lugar en el centro del espacio urbano con una concurrencia masiva, son organizados por las élites políticas y que, a pesar de sus respectivas direfencias, encarnan un conformismo moral y político. Por otro lado, se encuentran las festividades de las lavanderas quienes, en sus barrios y con un rol activo, el día del Mi-Caréme retoman rituales carnavalescos como la colecta en la calle, los disfraces, los cantos y las prácticas alimenticias, invirtiendo temporalmente, de ese modo, el régimen de género.
Archivos consultados
AMV Archives municipales de Villeurbanne, Lyon, Francia.
AMSE Archives Municipales de Saint-Étienne, Saint-Étienne, Francia.
BMSE Bibliothèque Municipale de Saint-Étienne, Saint-Étienne, Francia.
Referencias
Baroja, Julio Caro (1979). Le Carnaval. Paris: Gallimard.
Bouchardeau, Huguette (1990). Rose Noël. Paris: Seghers.
Burdy, Jean-Paul, Dubesset, Mathilde y Zancarini-Fournel, Michelle (1987). "Rôles, travaux et métiers de femmes dans une ville industrielle: Saint-Étienne, 1900-1950". Le Mouvement social, (140), pp. 27-53.
Caucanas, Sylvie (1979). "Fêtes et loisirs à Saint-Étienne sous la IIIe République". Bulletin du Centre d'Histoire Régionale/Université, (2).
Faure, Alain (1978). Paris Carême-prenant. Du carnaval à Paris au XIXe siècle. Paris: Hachette.
Burdy, Jean-Paul (1991). Le Soleil noir. Un quartier de Saint-Étienne (1840-1950). Lyon: Presses universitaires de Lyon.
Payre, Renaud (2007). Une science communale. Réseaux réformateurs et municipalité-providence. Paris: CNRS Éditions.
Perrot, Michelle (1980). “Femmes au lavoir “, La saleté. Sorcières (19).
Pinol, Jean-Luc (2011). “Le familistère, ou palais du travail, de Jean-Baptiste Godin à Guise (Aisne)”. En: Michelle Zancarini-Fournel (coord.). Le Palais du travail, catalogue d’exposition. Villeurbanne: Le Rize.
Rochefort, Florence (dir.) (2007). Le pouvoir du genre. Laïcités et religions (1905-2005). Toulouse: Presses Universitaires du Mirail.
Segalen, Martine y Chamarat, Jocelyne (1983). “La Rosière et la ‘miss’: les ‘reines’ des fêtes populaires”. L’Histoire, (53).
Notas