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Claves para un análisis del combate en el nivel táctico en la Guerra de Malvinas. Un estudio de experiencias de oficiales de una Promoción del Ejército Argentino
Keys for an analysis of combat at the tactical level in the Malvinas War. A study of the experiences of officers of a Promotion of the Argentine Army
Claves para un análisis del combate en el nivel táctico en la Guerra de Malvinas. Un estudio de experiencias de oficiales de una Promoción del Ejército Argentino
Prohistoria. Historia, políticas de la historia, núm. 39, 1-37, 2023
Prohistoria Ediciones
Recepción: 20 Febrero 2023
Aprobación: 10 Mayo 2023
Publicación: 16 Junio 2023
Resumen: Entre los militares argentinos y de otros países, la pertenencia a una Promoción define identidades y formas de sociabilidad profesional fundamentales. Este artículo analiza las experiencias de guerra de los veteranos de la Promoción 113 del Colegio Militar de la Nación, es decir, de los oficiales más jóvenes del Ejército Argentino que combatieron en la Guerra de Malvinas. Me propongo reconocer cuán diversas fueron sus experiencias de guerra e indagar acerca de algunas cuestiones claves del combate en el nivel táctico a partir de una interpretación de dichas experiencias. Me serviré del análisis de documentación de las Fuerzas Armadas y de testimonios de los veteranos de esta Promoción.
Palabras clave: Guerra de Malvinas, Ejército Argentino, Promoción, Oficiales, Experiencias de Combate.
Abstract: Among the military in Argentina and other countries, membership in a Promotion defines fundamental identities and forms of professional sociability. This article analyzes the war experiences of the veterans of the 113th Promotion of the Military College of the Nation, that is, of the youngest officers of the Argentine Army who fought in the Malvinas War. I propose to recognize how diverse their war experiences of war were and to inquire about some key issues of combat at the tactical level based on interpretation of those experiences. I will use the analysis of documentation of the Armed Forces and testimonies of the veterans of this Promotion.
Keywords: Malvinas War, Argentine Army, Promotion, Officers, Combat Experiences.
Introducción
We few, we happy few, we band of brothers.
For he to-day that sheds his blood with me, shall be my brother.
Fuente: William Shakespeare, Henry V
En 1982, las Fuerzas Armadas Argentinas libraron contra el Reino Unido la única guerra convencional que protagonizaron en el siglo XX: la Guerra de Malvinas. Los oficiales más jóvenes del Ejército que combatieron en esta guerra fueron cuarenta y nueve subtenientes “en comisión” que pertenecían a la Promoción 113 del Colegio Militar de la Nación y fueron “agregados” a unidades destinadas a las Islas Malvinas. Habían iniciado sus estudios como cadetes entre 1979 y 1980 durante el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” y en su mayoría continuaron sus carreras militares durante el período democrático abierto en diciembre de 1983 hasta la segunda década del siglo XXI.[1]
Las investigaciones en ciencias sociales hechas en Argentina sólo en los últimos años han enfocado el estudio de las experiencias de los combatientes argentinos en la Guerra de Malvinas centrándose en su inscripción en unidades específicas de las Fuerzas Armadas, es decir, reconociendo que dichas experiencias estuvieron determinadas por la composición y alistamiento de sus unidades o subunidades, la instrucción y adiestramiento de sus miembros, su jerarquía en la cadena de mando, su emplazamiento en el teatro de operaciones, su rol de combate y las relaciones establecidas entre jefes, oficiales, suboficiales y soldados antes y durante el conflicto bélico y en la posguerra.[2] Ahora bien ¿Por qué estudiar las experiencias de combate de los oficiales una Promoción? Porque la pertenencia a una Promoción –así como a un arma o especialidad– define identidades y sociabilidades profesionales fundamentales que influyen en sus concepciones y prácticas acerca del mundo militar a lo largo de sus carreras e incluso tras recibir la baja o pasar a situación de retiro.
Este artículo analiza las experiencias de guerra de algunos de esos cuarenta y nueve oficiales veteranos de la Promoción 113 –la denominada “Promoción Islas Malvinas”– buscando, por un lado, reconocerlas en su diversidad y, por otro lado, indagando acerca de algunas cuestiones claves del combate en el nivel táctico a partir de una interpretación de dichas experiencias. Conforme al grado de avance de esta investigación, me serviré de documentación oficial de las Fuerzas Armadas y testimonios de subtenientes “en comisión” que fueron “movilizados” y posteriormente “agregados” a los Regimientos de Infantería 25, 12 y 4 y una Sección del Regimiento de Infantería 8.[3] Algunos de estos testimonios fueron publicados desde la inmediata posguerra y otros producidos para una prosopografía o biografía colectiva de la Promoción 113 que desarrollo actualmente.
Veteranos de Guerra de Malvinas de la Promoción 113
La mayoría de los cadetes de la Promoción 113 iniciaron sus estudios en el Colegio Militar de la Nación en 1979 (quienes provenían de Liceos Militares lo hicieron en 1980) y egresaron en forma anticipada como subtenientes “en comisión” al inicio del 4º año, el 7 de abril de 1982, a raíz del conflicto en el Atlántico Sur entre la Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña. En ese momento, el grado militar les fue concedido “en comisión”, pues requería de una ulterior confirmación formal que se concretó en una ceremonia en el Colegio Militar de la Nación en la posguerra, el 27 de noviembre de 1982. Como correspondía a quienes cursaban el último año de estudios, estos cadetes cumplían funciones por orden de mérito en la organización del Cuerpo de Cadetes. También realizaban aleatoriamente tareas de instrucción de soldados destinados en este instituto. De este modo aprendían en la práctica el ejercicio del mando. En la mañana del 2 de abril supieron de la recuperación de las Islas Malvinas y entre el 8 y 9 de abril se reunieron con otros oficiales y suboficiales y cabos “en comisión” en la Escuela de Infantería para ser “agregados” a unidades distribuidas en todo el país.
De los doscientos ochenta y uno integrantes de la Promoción 113, cuarenta y nueve son “Veteranos de Guerra de Malvinas” (VGM): treinta y cinco del arma de infantería, cinco de artillería y tres de ingenieros, cuatro de intendencia y dos de arsenales. En los Cuadros 1, 2 y 3 se aprecia que siete fueron destinados al RI 25, ocho al RI 8, ocho al RI 12, seis al RI 4, tres al RI 3, dos al RI Mec 6, tres al RI Mec 3, cinco al GA 3, tres a la Compañía de Ingenieros 3, uno al Batallón de Comunicaciones 3, uno al Comando de Brigada III, uno al Hospital Militar de Malvinas y de uno no poseemos información.[4]
APELLIDO y Nombre | OM[6] | Arma | Unidad de destinoGuerra de Malvinas |
PAZ TAGLE, Jaime Ramón | 5 | I | RI 25 |
REUTHER, Alejandro Alfonso | 9 | I | RI 8 |
DALLA FONTANA, Luis Esteban | 18 | I | RI 25 |
APARICIO, Alberto Victorio | 19 | I | RI 8 |
COBOS, Sebastián José | 31 | I | RI 25 |
LOCATELLI, Jorge Alberto | 32 | I | RI 8 |
DURANTE, Osvaldo Luis | 45 | I | RI 25 |
DÍAZ, Mario Alejandro | 48 | I | RI 8 |
RUIZ, José Luis | 59 | I | RI 25 |
BARREIRO, Sergio Orfeo José | 64 | A | GA 3 |
LAFFERRIERE, Guillermo Horacio E | 66 | I | RI 25 |
KITANOVICH, Alberto Nicolás | 69 | I | Batallón de Comunicaciones 3 |
SALAVERRI FERNÁNDEZ, Diego A | 70 | I | RI 8 |
ALIAGA, Guillermo Ricardo | 74 | I | RI 8 |
CENTURIÓN, Jorge Omar | 76 | A | GA 3 |
ALDAO, Carlos Osvaldo | 82 | I | RI 12 |
MOSQUERA GUTIÉRREZ, Miguel C | 85 | I | RI 4 |
ÁLVAREZ BERRO, Aditardo César | 87 | I | RI 12 |
CÓRDOBA, José Luis | 88 | A | GA 3 |
PÉREZ GRANDI, Jorge Daniel | 90 | I | RI 4 |
RAMOS, Néstor Aldo | 92 | I | RI 12 |
LLAMBIAS PRAVAZ, Marcelo A | 94 | I | RI 4 |
PELUFFO, Ernesto Orlando | 95 | I | RI 12 |
DURAN, Leonardo | 99 | I | RI 12 |
JIMENEZ CORBALÁN, Lautaro José | 101 | I | RI 4 |
MOSTEIRIN, Celestino | 102 | I | RI 12 |
HERRERO, Mario Jorge Aureliano | 103 | A | GA 3 |
VEGA, Roberto Augusto | 108 | A | GA 3 |
TORAN, Héctor Ricardo | 112 | I | RI 4 |
FRÍAS, Ricardo Antonio | 114 | I | RI 12 |
AGUIRRE, Héctor René | 115 | G | Compañía de Ingenieros 10[7] |
MARTÍNEZ, Francisco Alfredo | 117 | I | RI 4 |
TREGLIA, Martín Miguel Jorge | 119 | I | RI 12 |
SALVADORES, Gustavo Manuel | 123 | G | Compañía de Ingenieros 10[8] |
FERRANTE, Jorge Oscar | 126 | I | RI 5 |
QUINTANA, Marcos Alberto | 128 | I | RI 5 |
AROMANDO, Ricardo Arsenio | 129 | I | RI 5 |
NOCENTE, Luis Alberto | 133 | G | Compañía de Ingenieros 10 |
PALAZZO, Alberto Raúl Armando | 139 | I | RI Mec 6 |
GARCÍA MOLINA, Pedro José | 141 | I | RI Mec 3 |
VILGRE LAMADRID, Augusto E | 147 | I | RI Mec 6 |
COLOTTI, Guillermo Camilo | 149 | I | RI Mec 3 |
ARISTEGUI, Carlos Javier | 150 | I | RI Mec 3 |
APELLIDO y Nombre | OM | Especialidad | Unidad de destinoGuerra de Malvinas |
CANSINOS, Manuel Ricardo | 6 | Y | RI 25 |
VEGA, Oscar Alberto | 15 | Y | RI 8 |
VILLEGAS, Mario Osvaldo | 16 | Y | Hospital Militar 3r Cat “CR” |
NAVAS, Hugo Ángel Ricardo | 23 | Y | Sin datos |
APELLIDO y Nombre | OM | Especialidad | Unidad de destinoGuerra de Malvinas |
SEGUI, Guillermo Jorge | 8 | R | RI 8 |
BELLO, Rodolfo Osvaldo | 12 | R | Comando de Brigada III |
¿Cuál fue el criterio con que el Estado Mayor General del Ejército decidió la distribución de los subtenientes “en comisión” en estas unidades y comandos? De momento carezco de una respuesta informada en documentación oficial.[11] Sin embargo, es posible considerar dos explicaciones convergentes que resultan de los testimonios de los protagonistas y de los datos disponibles. Por un lado, en los testimonios se dice que el Ejército destinó a los cadetes más antiguos –aquellos posicionados en el primer cuarto del orden de mérito de egreso– a unidades con asiento en el sur del país que aseguraban la zona continental patagónica.[12] Y, por otro lado, los datos presentados en los Cuadros 1, 2 y 3 confirman esta explicación: de los catorce veteranos pertenecientes a las armas –hasta el orden de mérito 74–, doce fueron “agregados” al RI 25 y el RI 8, es decir, dos a unidades de la IX Brigada de Infantería con asiento en Sarmiento y Comodoro Rivadavia (respectivamente) destinadas a las Islas Malvinas.[13]
Ahora bien, dos decisiones de los mandos superiores introdujeron cambios en esta lógica. La decisión del 9 de abril de 1982 de reforzar el componente terrestre en las Islas Malvinas con unidades de la X Brigada de Infantería Mecanizada –RI Mec 3, RI Mec 6, RI Mec 7, elementos del Escuadrón de Exploración de Caballería 10 y la Compañía de Ingenieros 10– y con el GA 3 perteneciente a la III Brigada de Infantería.[14] Y la decisión del 23 de abril de enviar refuerzos con unidades de la III Brigada de Infantería –el RI 4, RI 5 y RI 12–. Ambas decisiones determinaron que los miembros de la Promoción posicionados en el segundo cuarto del orden de mérito y “agregados” a unidades con asiento en la provincia de Corrientes acabaran en el Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (TOAS).[15] Asimismo, que el Ejército destinara a las Islas Malvinas ocho unidades de infantería,[16] tres de artillería,[17] una de caballería,[18] dos de ingenieros,[19] dos compañías de comandos[20] y elementos del arma de comunicaciones,[21] del Comando de Aviación de Ejército 601 y de la Policía Militar, incidió en la primacía cuantitativa de los infantes de la Promoción entre los veteranos de guerra.
Agregados a unidades destinadas a las Islas Malvinas
Los subtenientes “en comisión” Francisco Martínez, Miguel Mosquera Gutiérrez, Marcos Martínez, Marcelo Llambías Pravaz, Ricardo Torán, Antonio Casas, Lautaro Jiménez Corbalán y Jorge Daniel Pérez Grandi fueron “agregados” al RI 4, con asiento en Monte Caseros, provincia de Corrientes. Aquel destino provocó en Jiménez Corbalán sentimientos encontrados: la “agradable sensación” de regresar a su provincia natal, pero lamentó que mientras ellos viajaban “en dirección al Norte” del país, “todo el movimiento y la tensión se dirigían al Sur” (Jiménez Corbalán, 2017:56). Allí los recibió el segundo jefe –el mayor Ricardo Cordón– quien les presentó al jefe: el teniente coronel Diego Alejandro Soria. Al día siguiente fueron asignados a distintas subunidades como el resto de los “agregados”: Pérez Grandi, Llambías Pravaz y Mosquera Gutiérrez a la recién creada Compañía “C”; Francisco Martínez a la Compañía “A”; Jiménez Corbalán a la Compañía “B”; Marcos Martínez, Torán y Casas a la Compañía “Servicios”. Cuando Jiménez Corbalán se hizo cargo como jefe de la 3º Sección de la Compañía “B” sintió una profunda emoción y responsabilidad:
“Estaba por hacerme cargo de mi primera Sección de Tiradores, algo para lo cual me había preparado todo ese tiempo y que resultaba trascendente en la vida de cualquier joven oficial. Mucho había pensado en este momento, sin embargo, un sudor frío me corrió la espalda, al ver las fijas miradas de los Suboficiales y los Soldados que me estaban presentando, y que a partir de ese momento debían cumplir mis órdenes” (Jiménez Corbalán, 2017: 58-59).
La instrucción del personal y el alistamiento del regimiento para su inminente movilización sirvieron para que los subtenientes “en comisión” pusieran en práctica conocimientos adquiridos en el Colegio Militar de la Nación, pero también hicieron aflorar dificultades existentes en las unidades de destino. Un problema estructural que no sólo se presentó en el RI 4 era que, a menudo, los soldados de la clase 1962 reincorporados eran asignados a roles de combate para los cuales no habían sido instruidos y adiestrados durante el cumplimiento del servicio militar. Otro problema estaba relacionado con los soldados de la clase 1963, que constituían la mayoría de la tropa, pues habían completado apenas unas semanas de instrucción básica (Jiménez Corbalán, 2017: 65). El ejercicio del mando en cargos como jefes de Sección de una Compañía ponía a prueba –no sin dificultades– conocimientos y prácticas de la formación como cadetes. Llambías Pravaz recordaba que:
“El primer choque lo tengo con un suboficial mayor, encargado de Arsenales de la unidad, que nos entrega armamento. Yo no quiero recibir efectos que cumplan con limitaciones su servicio. Él me explica que lo que importa es el “cargo” y desliza un comentario sobre mi inexperiencia. Le contesto que seré muy inexperto en muchas cosas, pero que para otras fui bien instruido en el Colegio Militar, además nos vamos a la guerra y no a un desfile, por lo que el cargo por el cargo mismo me importa un bledo” (Llambías Pravaz, 1999: 204).
Pero lo aprendido en el instituto no siempre eran saberes teóricos y prácticos de estricta aplicación en las unidades operativas. A poco llegar al cuartel del RI 12, Ernesto Orlando Peluffo consideró que:
“… la campana de cristal y el castillo de naipes que había formado acerca de mi Ejército en el Colegio Militar, se había roto y desarmado, al enfrentarme a la Unidad, con la realidad. Los problemas en el trato con los suboficiales y los soldados, la falta de medios y comodidades para trabajar, las falencias de instrucción, me hicieron ingresar de golpe en aquél, nuestro Ejército” (Peluffo, 1985: 27).
Asimismo, si bien lo aprendido por los cadetes comprendía saberes indispensables para el desempeño en los cargos y destinos operativos, Guillermo Lafferriere –“agregado” al RI 25– mencionaba que algunos instructores del Colegio Militar de la Nación sólo se preocupaban por impartir formalidades consideradas por él como superfluas en la instrucción del personal de una unidad que debía prepararse para la guerra.[22]
El 15 de abril, el grueso del personal del RI 4 partió en tren rumbo a la ciudad de Paraná y desde allí en avión a Comodoro Rivadavia en la Patagonia argentina. Se instalaron en proximidades de la Guarnición Militar.[23] El 19 de abril comunicaron al teniente coronel Soria que su unidad tendría otra misión en cercanías de la localidad de El Turbio en la frontera sudoccidental con Chile, donde prestaría seguridad estratégica operacional. Sin que aquel desplazamiento llegara a producirse, el 24 de abril recibió una nueva misión, esta vez, con destino a las Islas Malvinas. De modo que, el 25 de abril fueron por vía aérea a Río Gallegos. Hasta el 26 de abril sólo el jefe del regimiento y su plana mayor tenían conocimiento que irían a las Islas; el resto de la unidad lo supo ese día, despertando una enorme alegría y euforia.
El 27 de abril, el RI 4 voló a Puerto Argentino. Al día siguiente comenzó a arribar su equipo, materiales, la dotación inicial de munición y algo de la de reserva. Una vez en las Islas, el RI 4 se vio prontamente afectado por la segregación de sus subunidades o elementos. La 1º Sección de la Compañía “B” fue asignada a la custodia de la casa del Gobernador Militar y la Compañía “A” proveyó seguridad en la costa norte de la península Freycinet en la zona de Monte Low. Ambas quedaron al margen del mando de su jefe natural. Esta práctica fue bastante habitual en el Ejército durante la Guerra de Malvinas e impedía el funcionamiento orgánico de las capacidades de combate de los regimientos de infantería. El resto de las subunidades del RI 4, esto es, las Compañías “B” disminuida, “C”, “Comando” y “Servicios” se dirigieron al oeste de Puerto Argentino marchando a pie. Luego recibieron el apoyo de jeeps y camiones que cargaron los bolsones portaequipos y a quienes estaban con dificultad para continuar la marcha. Montaron sus carpas en la base del Monte Wall y pasaron la noche del 28 al 29 de abril. Al día siguiente, aguardaron la llegada desde el Aeropuerto de la Sección de Apoyo del RI 4 que traía los últimos materiales pesados de la unidad. La Sección de Jiménez Corbalán ocupó posiciones por la tarde del 30 de abril. El subteniente “en comisión” reunió a sus suboficiales para compartir su evaluación de la situación. De este modo, iba afirmando en la práctica su ascendiente sobre el personal subalterno. En la madrugada del 1º de mayo se produjo el primer ataque británico al Aeropuerto de Puerto Argentino. Aunque no fueron alcanzados por el fuego enemigo, desde Monte Wall supieron por las detonaciones que la guerra había comenzado.
Veamos ahora la historia de la 3º Sección –“Alfa”– de la Compañía “C” del RI 8. El 25 de marzo de 1982, el comando de la IX Brigada de Infantería comunicó al jefe del RI 8 –el teniente coronel Ernesto Repossi– sobre la operación de recuperación de las Islas Malvinas y ordenaron mantener su unidad alistada. El 4 de abril le comunicaron que la unidad –con asiento en Comodoro Rivadavia– sería trasladada a las Islas. El 6 de abril cruzaron aerotransportadas la Compañía “Comando”, la “A” y la “B” y parte de la Compañía “Servicios”. En el cuartel quedó la Compañía “C” que estaba organizándose con soldados de la clase 1962 reincorporados y personal de cuadros “agregados”. Recibir cargo y destino en una unidad con asiento en el sur del país tampoco implicaba necesariamente la consumación del ansiado deseo de ser enviado a las Islas Malvinas. El subteniente “en comisión” Guillermo Aliaga fue “agregado” al RI 8, pero al llegar al cuartel para su pesar constató que “la unidad se había ido y fue una gran desilusión”.[24] Pero poco después Aliaga fue destinado a las Islas como jefe de la 3º Sección de la Compañía “C”; no obstante, mientras su regimiento era enviado con su jefe a Bahía Fox en la Isla Gran Malvina, su Sección fue segregada y destinada a Darwin-Pradera del Ganso en el oeste de la Isla Soledad.[25]
El 15 de abril se había conformado en Darwin-Pradera del Ganso la Base Aérea Militar Cóndor para que operaran aviones IA-58 Pucará y helicópteros. También se emplazaron piezas de artillería de defensa aérea. El 20 de abril se decidió reforzar ese emplazamiento. Por tal motivo, el 23 de abril arribó desde Puerto Argentino la mencionada 3° Sección de la Compañía “C” del RI 8 y la 3º Sección de la Batería “B” del GADA 601 –la artillería de defensa aérea llegó escalonadamente entre el 23 de abril y principios de mayo–. En los primeros días, Aliaga y sus hombres quedaron bajo el mando del jefe de la Compañía “C” del RI 25. Hacia fines de abril comenzaron a llegar a Darwin-Pradera del Ganso los elementos del RI 12 y la Sección de Aliaga quedó al mando del jefe de esta unidad y cambió nuevamente de posición con las naturales consecuencias que ello acarrea: “reconocer el terreno, volver a cavar los pozos, ampliar el área de campos minados” (citado en Speranza y Cittadini, 2007: 90). Esta reorganización del dispositivo de defensa mantuvo a Aliaga en una situación de relativo aislamiento respecto de sus mandos, situación que sólo se rompería esporádicamente cuando él concurría al puesto de comando para recibir alguna directiva, ante una ocasional visita de oficiales de su plana mayor, o bien desde mediados de mayo por la presencia en unas posiciones cercanas del teniente primero Ernesto Gómez Repetto, oficial de la Compañía “Comando” del RI 12:
“Me sentía bastante solo porque no tenía con quien hablar. Yo tenía veinte años, prácticamente la misma edad que los soldados. Tres de los suboficiales, también egresados, eran incluso más jóvenes, tenían dieciocho, diecinueve años […] había conocido a mi sección apenas diez días antes en Comodoro [Rivadavia]. No todas las unidades eran así; había compañías que habían recibido instrucción con sus oficiales durante un año y conocían bien a sus soldados. Yo no” (citado en Speranza y Cittadini, 2007: 52-90).
¿Cómo llegó hasta allí el RI 12? El 6 de abril, el teniente coronel Ítalo Ángel Piaggi, jefe de este regimiento con asiento en Mercedes, provincia de Corrientes, recibió orden de preparar su unidad para su traslado a la Patagonia. El 9 de abril arribaron al cuartel los subtenientes “en comisión” con otros oficiales y suboficiales “agregados”. El 12 de abril, Piaggi y su plana mayor se trasladaron por vía aérea a Comodoro Rivadavia y llegaron al día siguiente. El 16 de abril, el RI 12 se puso en movimiento rumbo al sur al mando del segundo jefe, el mayor Alberto Frontera, conformando dos escalones: uno integrado por el grueso del personal con su equipo, armamento y munición individual, viajando en tren desde Mercedes hasta Paraná y desde allí en avión a Comodoro Rivadavia; y el otro con vehículos, equipo, materiales, armamento pesado y de apoyo por vía ferroviaria hasta San Antonio Oeste y luego por vía automotor hasta Comodoro Rivadavia.
El 13 de abril se informó a Piaggi que su unidad sería desplegada en la costa patagónica entre Comodoro Rivadavia y Caleta Olivia en coordinación con el jefe del RI 5, el coronel Juan Ramón Mabragaña, quien también tenía a su unidad asignada a ese sector. El 17 de abril Piaggi reunió al personal de su unidad en Caleta Olivia y el 18 de abril comenzó a posicionarlos en el terreno con dificultades, pues el segundo escalón arribó a esa ciudad el 20 y 21 de abril con el 50% de sus vehículos fuera de servicio debido a la larga marcha terrestre. El 19 de abril le ordenaron trasladarse personalmente hasta Río Gallegos y desde esa ciudad hasta el límite fronterizo con Chile en la provincia de Santa Cruz, más precisamente, en El Turbio y El Zurdo, para reconocer el terreno donde el regimiento sería empleado en acciones defensivas, presumiblemente, contra amenazadas militares procedentes de Chile. El 21 de abril le impartieron orden de ocupar una posición en El Zurdo. Al día siguiente, Piaggi regresó a Comodoro Rivadavia y, alrededor de las 20:00 horas, el RI 12 inició su marcha automotor hacia el sur, pero tras recorrer unos 80 kilómetros recibieron orden de detenerse y presentarse antes de medianoche en el comando de la Brigada en Comodoro Rivadavia. La unidad regresó a Caleta Olivia. La nueva orden era que cruzarían a las Islas Malvinas.
El 24 de abril el RI 12 aterrizó en el Aeropuerto de Puerto Argentino y el 25 de abril se le informó de su posible empleo en la Isla Gran Malvina. Sin embargo, se produjo un cambio de planes, pues se decidió su traslado a Darwin-Pradera del Ganso por vía terrestre en una marcha prevista en dos días de duración. En ese emplazamiento debían constituirse como reserva terrestre de Puerto Argentino y defensa de la Base Aérea Militar Cóndor y del caserío de Darwin-Pradera del Ganso. En la noche comenzaron la marcha en tres escalones. Atravesaron Puerto Argentino, pero debieron detenerse por razones de seguridad al sobrepasar el Town Hall. En la mañana del 26 de abril continuaron hasta la falda sur del Monte Challenger. El 27 de abril organizaron posiciones en ese sector. El 28 de abril, Piaggi fue notificado que el regimiento sería helitransportado hasta Darwin-Pradera del Ganso, pero que la Compañía “B” sería segregada y afectada a la seguridad del Batallón de Aviación de Ejército 601. Ese día el mayor Frontera se reunió el jefe del RI 4, el teniente coronel Soria, que efectuaba un reconocimiento del terreno en el cual se emplazaría su unidad y se determinó que ocuparía el sector que dejado por el RI 12. Este último alcanzó su destino en Darwin-Pradera del Ganso en forma escalonada entre el 28 y 30 de abril. Allí los encontró el ataque británico sobre la Base Aérea Militar Cóndor el 1º de mayo a las 08:25 horas. Piaggi quedó al mando de la Fuerza de Tareas Mercedes, que acabaría integrada por el RI 12, la Compañía “C” del RI 25, la 3° Sección de la Compañía “C” del RI 8, la 3º Sección de la Batería “B” del GADA 601, una Sección de la Compañía de Ingenieros 9 y una Sección del Grupo de Artillería Aerotransportada 4 (Piaggi, 1994: 26-52).
Al igual que el resto del personal de la unidad, los subtenientes “en comisión” del RI 12 llegaron a Darwin-Pradera del Ganso en forma escalonada. Entre el 28 y 30 de abril lo hicieron Ernesto Orlando Peluffo –Compañía “A”– y Carlos Alberto Aldao, Leonardo Durán, Aditardo César Álvarez Berro y Ricardo Antonio Frías –Compañía “C"–. Martín Treglia y Néstor Ramos lo harían el 20 de mayo. Treglia tenía a su cargo el radar Rasit del RI 12 y Ramos –junto con el subteniente Carlos Viscas– un mortero de 120 mm. Poco después de la partida de las otras subunidades del RI 12, la Compañía “B” dejó la ladera sur del Monte Challenger y ocupó posiciones en el Monte Dos Hermanas para continuar prestando seguridad a los helicópteros del Comando de Aviación de Ejército 601. El personal de esta subunidad del RI 12 –a la cual estaba “agregado” el subteniente “en comisión” Celestino Mosteirin– sólo mantuvo intermitentes comunicaciones con sus mandos naturales y sus camaradas través de las tripulaciones de helicópteros que cubrían el trayecto hasta aquella Guarnición.
Otros miembros de la Promoción 113 fueron “agregados” a unidades que a principios de abril ya se encontraban en las Islas Malvinas. Tal fue el caso de los destinados al RI 25, una unidad con asiento en Sarmiento, provincia de Chubut, cuya Compañía “C” participó el 2 de abril en la “Operación Rosario” de recuperación de las Islas y sus Compañías de “Comando” y “Servicios”, “A” y “B” arribaron también ese día al Aeropuerto de Puerto Argentino. Su jefe era el teniente coronel Mohamed Alí Seineldín. Los subtenientes en “comisión” fueron enviados en un vuelo desde El Palomar a Comodoro Rivadavia y desde allí en ómnibus a Sarmiento donde les entregaron su equipo de combate individual. Luego retornaron por vía terrestre a Comodoro Rivadavia y partieron por vía aérea a Puerto Argentino, arribando el 10 o el 11 de abril. Se trataba de Luis Esteban Dalla Fontana y Guillermo Lafferriere –2º jefes de Sección de la Compañía “A”–, Jaime Ramón Paz Tagle y Luis Sebastián José Cobos –2º jefes de la Compañía “B”–, Osvaldo Luis Durante –2º jefe de Sección Reserva–, José Luis Ruiz –2º jefe de Sección de Compañía “D” o Equipo de Combate “Sevillano”– y Manuel Ricardo Cansinos –Sección Intendencia–.[26] Con excepción de la Compañía “C” –destinada a Darwin-Pradera del Ganso–, el RI 25 tenía por misión garantizar la seguridad del Aeropuerto, especialmente, en previsión de un desembarco anfibio de las fuerzas británicas. En ese sector permanecieron hasta el final de la guerra el 14 de junio de 1982. El regimiento poseía una adecuada instrucción y adiestramiento de su personal y la unidad estaba alistada con su armamento, materiales y equipos –cuestión que no fue el denominador común en las Islas–; por ello debió compartir sus materiales y equipos con otras unidades.
Si bien las posiciones del RI 25 en el Aeropuerto fueron estáticas durante la guerra, impidiendo el potencial despliegue del fuego y maniobra de la infantería, algunos de sus integrantes tuvieron oportunidad de efectuar patrullas en los alrededores.[27] Aproximadamente entre el 23 y 26 de abril, Guillermo Lafferriere encabezó una patrulla por Monte Low –al norte del Aeropuerto– con un sargento, un cabo primero y seis soldados de la Compañía “A” y un cabo de la Compañía de Comunicaciones 10.[28] Su misión era dar seguridad a un observador adelantado de la Fuerza Aérea. Se encontraban bastante aislados del resto del dispositivo de defensa de Puerto Argentino, pero días después llegó –como se ha dicho– la Compañía “A” del RI 4. En esa posición los encontró el ataque británico del 1º de mayo.
Experiencias de combate en el Aeropuerto de Puerto Argentino y alrededores
El RI 25 debía dar seguridad a la pista de aterrizaje del Aeropuerto y sus alrededores –una zona de unos cinco kilómetros de largo y un kilómetro de ancho en la península Freycinet–. Esta misión era clave para garantizar el puente aéreo con el continente y, por ello mismo, se asumía que sería un objetivo estratégico a conquistar por los británicos. El 1º de mayo a las 04:42 horas los británicos efectuaron el primer ataque aéreo con un Vulcan B2, que arrojó 21 bombas de mil libras sobre el Aeropuerto, de las cuales sólo una hizo impacto a pocos metros de una de las cabeceras causando daños menores, mientras que el resto lo hizo en los alrededores. Desde entonces, el fuego aéreo o naval enemigo batió constantemente ese sector.
El carácter estático de la defensa perimetral de Puerto Argentino podía erosionar el estado de ánimo y disposición para el combate como consecuencia del cumplimiento de rutinas cotidianas bajo el fuego de hostigamiento y la persistente amenaza de un ataque anfibio o aerotransportado enemigo. Sobre la eficacia del fuego aéreo y de la artillería naval y de campaña británica sobre el Aeropuerto y alrededores, Guillermo Lafferriere recordaba: “Puedo asegurar que no es una experiencia agradable. La primera vez creí que volaría vaporizado en cualquier momento… Un efecto inquietante de la artillería es que es un arma que afecta la moral del enemigo”.[29]
Durante todo el conflicto, Seineldín fue consciente que en el Aeropuerto las capacidades de combate de su unidad estaban limitadas por la adaptación de una posición defensiva fija, es decir, que no permitía desplegar aquello que constituye el núcleo de la táctica de la infantería: el fuego y la maniobra.[30] Pero sabía que su misión era vital. Hoy sabemos que los británicos continuaron bombardeando la pista de aterrizaje con fuego naval y aéreo y desarrollaron sus operaciones terrestres desde el oeste en el Estrecho de San Carlos a partir del 21 de mayo y por el sudoeste desde Bahía Agradable desde el 8 de junio; sin embargo, hasta la caída de Darwin-Pradera del Ganso a manos británicas el 29 de mayo, el comando militar argentino sostuvo la posibilidad de una operación anfibia o aerotransportada sobre el Aeropuerto.[31] Asimismo, que el personal del RI 25 allí destinado no haya entrado en combate directo ni cuerpo a cuerpo con los británicos no atempera el coraje, la templanza y, en definitiva, el valor de la adecuada instrucción y adiestramiento necesarios para que una unidad afronte cotidiana y casi permanentemente el fuego enemigo desde el 1º de mayo hasta el 14 de junio por la mañana cuando se produjo el cese del fuego. El saldo en vidas para los elementos del RI 25 en el Aeropuerto fue favorable. La cuidadosa fortificación de posiciones y adecuada instrucción y adiestramiento en tiempo de paz y su continuación en la guerra –aunque también el azar– permitieron que el fuego enemigo no ocasionara muertos. Y el saldo fue positivo, sobre todo, si se tiene en cuenta que se estima que la pista aterrizaje y sus alrededores recibieron el impacto de 50 bombas de 1000 libras, 153 bombas de 500 libras, 1200 proyectiles de artillería naval, 15 bombas tipo Condiv, 9 bombas tipo Beluga y 16 Misiles AS/SS –130 toneladas en total– (Ejército Argentino, 1983b: 105).
En relación con los subtenientes “en comisión” del RI 25 destinados en el Aeropuerto y alrededores, nos detendremos en un documento elaborado por el Ejército Argentino entre junio y julio de 1982: las “Actas de Recepción” aplicadas a los veteranos inmediatamente a su regreso al continente.[32] De los datos y testimonios reunidos en ellas interesa destacar los que corresponden al Anexo 1 –“Experiencias recogidas en el TOAS-Teatro de Operaciones del Atlántico Sur”– y el Anexo 4 –“Aspectos de interés para agregar”–. Tres subtenientes “en comisión” de esta unidad completaron las Actas en la Guarnición Militar de Sarmiento en julio de 1982.[33] En relación con el desempeño de las “fuerzas propias”, uno sostuvo que hubo:
“1) Falta de espíritu militar y preparación en el personal de soldados. Excelente comportamiento del personal de suboficiales. b) A. Inteligencia: No experimenté su trabajo, ni tuve conocimiento alguno sobre su accionar. c) A. Operaciones: Siempre tuve misiones claras. d) A. Logística: S/N [Sin Novedad]”.[34]
En el Anexo 4, este subteniente “en comisión” señaló:
“1. Debe incrementarse sensiblemente la instrucción nocturna. 2. La disciplina en guarnición debe ser férrea ubicando a cada soldado en su puesto de combate, evitando emplearlos para tareas de fajina u otras, que no condigan con su calidad de combatiente, evitando así deficiencias en el campo de combate o en las posiciones defensivas. 3. Emplear el material a llevar a la guerra, durante los períodos de instrucción, a efectos de experimentar la VERDAD y la REALIDAD y evitar la sorpresa (ejemplo: munición de guerra, tanto para armas portátiles como de apoyo). 4. Incrementar la instrucción sobre el tema FORTIFICACIÓN, dando extrema importancia al reglamento de `fortificaciones en campaña´. 5. Rever el sistema de comunicaciones dentro de la Sec Tir [Sección de Tiradores] y ésta con su elón [escalón] superior. 6. Incorporar medios adecuados para el combate nocturno. 7. La orden de operaciones debe ser tomada en cuenta. 8. Los trabajos en la línea defensiva en lo que respecta a trampas explosivas o de otro tipo, aún a nivel Gpo [Grupo] debe ser realizada por el personal especializado. El soldado de infantería debe mantener su aptitud dedicándose a actividades específicas. 9. El soldado inmaduro y con nuestro sistema de conscripción por Ley del Congreso Nacional no es apto para el combate o situación de resistencia alguna. 10. Cambiar la estructura de la Sec Tir incorporando ametralladoras a cada Gpo y morteros al GpApy [Grupo de Apoyo], con personal especializado exclusivamente en el manejo de cada arma”.[35]
Otro subteniente en “comisión” consignó:
“Lo que destaco es que a mi juicio el soldado de 18 años no está psíquicamente preparado para la guerra, es sumamente inestable. b) A. Inteligencia: Destaco que en el RI 25 se hizo correcta Icia [Inteligencia], informando permanentemente al personal sobre todo aquello que era necesario saber del enemigo. c) A. Operaciones: el RI 25 constantemente vivió la situación en que [se] encontraba. El Regimiento sabía perfectamente cuál era su misión y cómo debía cumplirla. d) A. Logística: No hubo en ningún momento problemas ni con la munición ni con el rancho, hasta último momento se racionó en caliente”.[36]
Y el tercer subteniente “en comisión” registró:
“La falta de libertad de acción. La constante defensa perimétrica de Puerto Argentino, no daba un descanso adecuado a los cuadros y tropas. Falta de infraestructura para el descanso. b) A. Inteligencia. Las informaciones no fueron precisas. No se sabía qué ocurría en el frente, cuáles son las actividades del Eno [enemigo], sus equipos. c) A. Operaciones: El regimiento cumplió con su misión de defender la pista de Puerto Argentino. Sin podérsele demostrar su efectividad en otra operación. d) A. Logística: efectos clase I [alimentos] S/N [sin novedad] llegó siempre a la posición. Al reforzar el Regimiento con cuadros y sold [soldados] c/62 [clase 1962] no se contó con todo el armamento necesario. Desde MAG a los FAL. Necesidad de chalecos de carga y mochilas”.[37]
A su vez, en el Anexo 4, este subteniente “en comisión” sostuvo:
“El soldado de 18 años fue muy inestable en todos sus procederes, pero hay que ser concientes que no fue preparado psicofísicamente ni en instrucciones que lo capaciten para enfrentar un combate nocturno, lo que agravó el estado emocional [sic] del mismo. En los cuadros, especialmente en el personal subalterno, se ve una falta de capacitación técnica y profesional, originadas en una suma de actividades de la vida de la unidad en tiempo de paz. En mi opinión fue el factor fundamental del desequilibrio en el poder de combate con el enemigo. Operaciones. Se demuestra que es necesario un Ejército con mayor movilidad basado en Regimientos Mecanizados y Aerotransportados. Lograr nuestra independencia en el campo de la Aviación con la adquisición de aeronaves (helicópteros, aviones de transporte), apoyo logístico, apoyo táctico. A nivel conducción pude observar la carencia de armamento, equipo de apoyo y de comunicaciones que son fundamentales en cualquier sección de Infantería de un `Ejército Moderno´. Debemos informarnos más de los materiales con los que cuenta el eno [enemigo], pudiéndose ver en publicaciones como Tecnología Militar donde nos da datos útiles como ser que los chilenos ya cuentan con el misil de segunda generación MILAN. Esto nos enseña, que debemos equiparnos con armamentos modernos, mayor cantidad de aparatos de visión nocturna, completar las dotaciones de aparatos de comunicación y radares. Ejemplos PCR 4620 – PCR 3000 – VCR 4620. Proveer a las unidades mayor cantidad de munición para su instrucción y sobre todo hacer de nuestro estilo de vida una práctica intensiva en la paz para ejercitarnos en nuestro fin supremo. La GUERRA por la DEFENSA de nuestra NACIÓN y nuestros VALORES TRASCENDENTALES”.[38]
Estos testimonios reunidos en documentación oficial en la inmediata posguerra destacaban la importancia de una adecuada instrucción y adiestramiento y dejaron constancia de la existencia de problemas doctrinarios, organizacionales y de funcionamiento en el curso de la guerra. Asimismo, señalaron como un factor negativo la inmadurez emocional de los soldados conscriptos de dieciocho años –la ley 20.428 de 1973 dispuso que los ciudadanos dejaran de efectuar el servicio militar obligatorio con veinte años–. Sobre esto último, no obstante, es preciso señalar que los oficiales subalternos de la Compañía “C” del RI 25 destinados en Darwin-Pradera del Ganso ponderaron positivamente en las Actas de Recepción el buen desempeño –basado en una adecuada conducción– de los soldados de la clase 1963 –conscriptos de dieciocho años con unas pocas semanas de instrucción– que tuvieron a su mando. Estos últimos oficiales subalternos afrontaron diversas carencias de armamento, materiales, equipos e incluso de alimentos desde su relativo aislamiento en Darwin y Pradera del Ganso, pero pudieron poner a prueba el atributo básico del combate de infantería: el fuego y la maniobra (Soprano, 2022).
Experiencias de combate en Darwin-Pradera del Ganso
La situación del RI 12, de la 3° Sección de la Compañía “C” RI 8 y de la Compañía “C” del RI 25 en Darwin-Pradera del Ganso era muy diferente a aquella de las Compañías del RI 25 en el Aeropuerto y sus alrededores. El 1º de mayo a las 08:25 horas, tres Harrier atacaron la Base Aérea Militar Cóndor destruyendo un Pucará, materiales, munición y tanques de combustible y causando la muerte de ocho efectivos de la Fuerza Aérea y diecisiete heridos. El subteniente “en comisión” Ernesto Orlando Peluffo –“agregado” al RI 12– relató cómo su Sección experimentó los siguientes días a aquel primer día en guerra:
“Durante la mañana [del 2 de mayo] y en los días sucesivos, hasta el día 4, completamos la construcción de posiciones y las organizamos. El racionamiento era muy discontinuo. Comíamos una sola vez al día y comenzamos a debilitarnos mucho. Yo, hasta entonces, continuaba como encargado de la Sección Apoyo […] Después del 4 de Mayo, los días transcurrieron muy lentamente. No teníamos noticias de ninguna índole sobre nuestras familias, salvo de vez en cuando, uno que otro recibía alguna carta. Las constantes lluvias inundaron nuestros pozos, y para recuperarlos debíamos relevarnos en las posiciones cada veinticuatro horas. Concurríamos a galpones para secar nuestras ropas y recuperarnos físicamente. Se comenzó a requisar corderos pues las raciones eran insuficientes. Los ataques aéreos de los ingleses se habían paralizado, ya que temían a nuestra Defensa Aérea, y desde entonces, sólo efectuaban vuelos de reconocimiento a elevada altura, fuera del alcance de nuestra artillería. Para entonces, no teníamos noticias del enemigo, y las únicas que conocíamos eran las que escuchábamos por radio CARVE de Montevideo. Todo transcurría normalmente en las posiciones, los relevos continuaban y se recuperaban medianamente las fuerzas” (Peluffo, 1985: 27 y ss).
Por su parte, el subteniente “en comisión” Guillermo Aliaga –jefe de la 3° Sección de la Compañía “C” del RI 8–, el 1º de mayo tenía su posición a unos doscientos metros al noroeste de la pista aérea y posteriormente recibiría órdenes de emplazarla hacia el noroeste en Boca House. Aliaga recordaba que la prolongada espera hasta que entraron en combate el 28 de mayo en esta última posición supuso numerosas complicaciones cotidianas:
“El desgaste es muy grande porque aparte del frío y del hambre, la tensión de estar esperando y que no pase nada es terrible, quizá peor. Uno quiere que pase algo, para un lado o para el otro. A mí me costó más manejar a la gente en esa situación que en el combate porque es muy difícil estar tantos días en un pozo, sin relevo, noches y noches sin dormir. Todo cuesta mucho más. Y lo que costaba mucho era cambiarle el sueño a la gente, para que estuviera despierta de noche y durmiera de día, porque el mayor peligro era la noche. Por ahí cuando había incidentes –luces, exploración por el fuego, patrullas– venía bien. Porque indudablemente la actividad, por mínima que sea, a uno le despierta los sentidos, lo saca del tedio de estar muerto de frío y esperando, esperando y nada más […] Era muy difícil moverse en las patrullas nocturnas con esa llovizna permanente y una visibilidad prácticamente nula orientándonos únicamente con la brújula. No teníamos cartas, no conocíamos bien el terreno y existía el riesgo de caer en campo minado. De noche, la única forma de ver, es escuchar, se agudiza mucho el oído. También el olfato porque uno tiene que estar atento a todo, incluso a los olores. Hay que pararse a escuchar, pero no se puede estar quieto mucho tiempo bajo la lluvia, con ese frío terrible. Una noche nos metimos en un campo minado y tuvimos que quedarnos ahí hasta que se hizo de día porque nos habíamos internado mucho y ya no podíamos retroceder […] Manejar a la gente en situaciones críticas es muy difícil ¿Qué convenía? ¿Prepararlos diciéndoles que lo más probable era que entráramos en combate o engañarlos? El hombre es una máquina complicada, no hay dos iguales. Había más convencidos y menos convencidos, y algunos para nada convencidos. No todos aceptaban tener que combatir. Mi deber era tranquilizarlos, demostrarles que uno iba a estar con ellos, que estábamos todos en la misma pero que si entrábamos en combate, iba a tener que combatir. Yo, por lo menos, traté de mentalizarlos para eso” (citado en Speranza y Cittadini, 2007: 64 y ss).
En la noche del 20 de mayo los británicos avanzaron por el noroeste del Establecimiento Darwin y se produjo un intercambio de fuego. El 21 de mayo, aproximadamente a las 06:00 horas batieron el istmo con fuego naval buscando blancos sobre la Base Aérea Militar Cóndor y dando cobertura a la operación de desembarco en la bahía de San Carlos. Formaron cuatro columnas. La primera estaba integrada por el 2º Batallón del Regimiento de Paracaidistas y una Sección del Real Regimiento de Artillería de Misiles 32, que avanzó en dirección a Playa Azul 2 –próxima al establecimiento San Carlos– y desde allí hacia el sur hasta Puerto Sussex. Tenían por objetivo enfrentar un contraataque desde Darwin-Pradera del Ganso. Luego el Batallón de Comandos 40 desembarcó en Playa Azul 1. Y otro tanto hicieron el Batallón de Comandos 45 en Bahía Ajax y a las 11:00 horas el Batallón de Comandos 42 (Camogli, 2007: 188-191).
La Fuerza de Tareas Mercedes contaba con 684 efectivos: 24 oficiales, 142 suboficiales y 518 soldados (Piaggi, 1994: 95-98-129). Camogli señala que a ese número de efectivos debe acrecentarse con 33 de la defensa aérea y unos 200 de la Fuerza Aérea (Camogli, 2007: 297-298). El 22 de mayo, el general Parada ordenó a Piaggi adelantar patrullas en misión de exploración y establecer contacto con el enemigo. El 24 de mayo por la noche le ordenó adelantar la primera línea al norte del istmo con apoyo con la artillería de campaña –con lo cual la defensa se volvía menos densa y más vulnerable en los cuatro puntos cardinales– (Piaggi, 1994: 87-92). El 26 de mayo una nueva orden dispuso que las noches del 26 al 27 y del 27 al 28 de mayo debían efectuar un “ataque de desarticulación” para cerrar el acceso de los británicos –que concentraban fuerzas en Puerto Sussex– al norte del istmo. En la mañana del 26 de mayo, las Compañías “A” y “C” del RI 12 se desplazaron hacia las nuevas posiciones a unos tres mil metros de sus posiciones primarias, la primera hacia el norte y la segunda hacia el sur. Durante la mañana los británicos batieron el sector con fuego naval, sin producir bajas, pero destruyendo una pieza de artillería de defensa aérea de la Fuerza Aérea. Peluffo y sus hombres quedaron “agregados” a la 1° Sección de la Compañía “A” del RI 12 desde el día anterior con dos ametralladoras MAG y un lanzacohetes; asimismo, con escasos medios y enormes esfuerzos, debieron cavar los pozos de zorro en la nueva posición (Peluffo, 1985: 30).
El 27 de mayo, el comandante británico de las fuerzas terrestres, el general Julian Thompson, recibió orden de avanzar sobre Darwin-Pradera del Ganso y enfrentar a las fuerzas argentinas. A las dos y media de la mañana, el 2º Batallón del Regimiento de Paracaidistas marchó en dirección sur hacia Darwin-Pradera del Ganso, el Batallón de Comandos 45 hacia el este rumbo a Douglas Paddock y el 3º Batallón del Regimiento de Paracaidistas hacia Caleta Teal. El 2º Batallón del Regimiento de Paracaidistas se dividió en Caleta Camilla poco antes de alcanzar el istmo de Darwin. La Compañía “A” inició el ataque a las 02:35 horas por el flanco este. Hacia las 03:00 horas, la Compañía “B” enfrentó las posiciones argentinas por el oeste en dirección a Boca House, la Compañía “D” fue por el centro y la Compañía “C” quedó como reserva. Los infantes británicos eran asistidos por tres piezas de 105 mm de la Batería de Comandos 38 de la Artillería Real, dos morteros pesados de 81 mm, fuego naval de la HMS “Arrow”, un destacamento del Regimiento 32 de Armas Guiadas de la Real Artillería con misiles Milan, un destacamento de Defensa Antiaérea de la Brigada de Comandos 3 con misiles Blow Pipe, una Sección de Reconocimiento del Escuadrón de Ingenieros 59 del Comando de Brigada y apoyo aéreo de helicópteros y aviones (Camogli, 2007: 197-201; Miranda, 2018: 287-289; Teves, 2010: 12-13-263-264).
La Compañía “A” del RI 12 encabezó la ofensiva en dirección a Bodie Pick en la noche del 26 al 27 de mayo con el apoyo de un obús Oto Melara de 105 mm del Grupo de Artillería Aerotransportado 4, pero no hicieron contacto con el enemigo. El 27 de mayo, Piaggi ordenó a la Sección de Exploración del RI 12 un reconocimiento en Camilla Creck y se toparon con una patrulla enemiga que después de un breve enfrentamiento los hizo prisioneros. Simultáneamente, los británicos hicieron un ataque aéreo sobre las posiciones argentinas. Por la noche, Piaggi recibió orden de lanzar una nueva ofensiva hacia el norte, pero solicitó al comando de la Agrupación Ejército Litoral que fuera suspendida, lo cual le fue concedido. Minutos después, los británicos iniciaron fuego naval sobre el istmo (Teves, 2010: 230-241). De acuerdo con Peluffo, el 27 de mayo por la mañana rechazaron el avance de una patrulla británica. Por la noche, el jefe del RI 12 le ordenó hacerse cargo del personal de “Servicios” de la unidad –seis suboficiales y treinta y cinco soldados– apenas armados con dieciocho fusiles, nueve pistolas ametralladoras y el resto con pistolas calibre 11,25 mm. En el curso de esa noche siguieron los combates que se producían a unos cuatro kilómetros delante de ellos. En algún momento de la noche, una Sección del RI 12 se replegó para reunirse con otros elementos a retaguardia de la posición de Peluffo, pero éste decidió permanecer en la misma ejecutando fuego de hostigamiento y que luego se replegaría:
“Con mi gente, organizaba la segunda posición de repliegue del Regimiento. También la integraba una Sección del RI 12 que estaba más a la izquierda y la Compañía `A´, que constituía el ala derecha de la posición. Luego del ataque enemigo sobre la Compañía `A´, el Jefe de la misma sólo pudo reunir un tercio de sus hombres en el lugar previsto. No poseíamos comunicaciones de ningún tipo. Las distancias debían ser cubiertas por estafetas para la transmisión de órdenes. Desconocía totalmente la situación y, por el momento, no había recibido ninguna orden de empleo” (Peluffo, 1985: 30-31).
La ausencia de equipos de comunicación sumaba más confusión en el repliegue y sortear los campos minados propios –situados a retaguardia tras el avance– acrecentó las dificultades. A las 06:00 horas, el embate de las cuatro Compañías del 2º Batallón del Regimiento de Paracaidistas se imponía. Cuando resultó evidente que la Compañía “A” del RI 12 no podía sostener más sus posiciones, Piaggi empeñó la Sección “Bote” de la Compañía “C” del RI 25 al mando del teniente Roberto Estévez, quien avanzó desde la escuela hasta la posición de Peluffo. Alrededor de las 7:30 horas, cuando aún no había amanecido y mientras la Sección “Bote” se desplegaba en ese sector, se produjo el choque con los británicos. Peluffo continuó su relato sobre aquel combate:
“Durante esa noche, también recibí parte de la Sección de Exploración, a cargo del Cabo 1ro. RÍOS, que ocupó las posiciones que le asigné, con dos ametralladoras. Durante el resto de la noche, continuamos recibiendo fuego de ablandamiento de artillería y de morteros, por parte del enemigo. Durante el amanecer, vi tropas que se aproximaban por retaguardia. Habían salido justo sobre nosotros; era la Sección BOTE del Tte ROBERTO ESTÉVEZ, del RI 25 […] Todo ocurrió casi simultáneamente […] la posición fue saturada por fuegos de morteros; la Sección BOTE fue sorprendida fuera de las posiciones. Muchos fueron heridos por las esquirlas. Una vez más, el enemigo lanzó su ataque sobre las posiciones argentinas. Se intensificó un nutrido fuego de ambos lados; el combate se transformó en un infierno” (Peluffo, 1985: 31).
Peluffo contó que Estévez primero fue herido en un brazo, pero continuó reglando el fuego de la artillería propia e impulsando a sus hombres por medio de su “voz” y “ejemplo” hasta que un disparo la cara lo abatió. Un cabo de su Sección se hizo cargo del equipo de comunicaciones y continuó con la misión hasta que murió alcanzado por proyectiles trazantes que incendiaron su cuerpo. Seguidamente, un soldado asumió la misión y la sostuvo hasta que también fue muerto. Los sobrevivientes de la Sección “Bote” del RI 25 y el personal del RI 12 a órdenes de Peluffo combatieron a cortas distancias con los británicos hasta que prácticamente quedaron sin municiones, armamento y con muchas bajas entre heridos –uno de ellos era Peluffo– y muertos.
Por su parte, Aliaga ocupaba posiciones en Boca House. Le habían ordenado adoptar un dispositivo de defensa previendo un desembarco anfibio por el oeste, pero él estimaba que la relativa escasa profundidad del Lago Brenton no era apta para un ataque anfibio, así que decidió desplegar su Sección en los trescientos sesenta grados, atendiendo a un posible ataque terrestre, principalmente, desde el norte o el este. Dos miembros de la plana mayor del RI 12 visitaron su posición y cuestionaron ese dispositivo. Aliaga lo modificó parcialmente, pues mantuvo dos pelotones en posición hacia el mar en dirección al oeste y dejó el grupo de apoyo con la ametralladora MAG y un grupo de tiradores hacia el nor-noreste previendo un ataque terrestre. La presunción de Aliaga había sido acertada: en la madrugada del 28 de mayo los británicos avanzaron por tierra desde el norte y antes de alcanzar su posición se toparon –como se ha dicho– con la Compañía “A” del RI 12. Aliaga acrecentó la defensa hacia el norte con algunos soldados que vigilaban la costa. Al amanecer comenzaron un duro combate con los británicos. Inicialmente consiguieron rechazarlos y se replegaron, pero luego estos últimos reforzaron sus fuerzas y poder de fuego y retomaron la ofensiva (Teves, 2010: 297-298). Aliaga sostuvo:
“Combatimos contra todo eso con una sola ametralladora y armas livianas, durante dos o tres horas. No había tiempo para pensar en otra cosa que no fueran las cuestiones prácticas más inmediatas […] traté de analizar mínimamente la situación. Porque por un lado estaba la responsabilidad de cumplir mi misión y por otra la de no sacrificar a mi gente porque sí, pero no tenía los elementos de juicio como para tomar una decisión y sin comunicación, no conocía el desarrollo general de combate como para saber si tenía que quedarme o replegarme. No había pausa de fuego como para ordenar un repliegue ordenado, así que decidí tratar de aguantar hasta la noche […] Mandaron una compañía más, me envolvieron, me saturaron con artillería y quedé aferrado. El apoyo de fuego era terrible y ya era imposible desprenderse […] En algún momento salí del pozo y habré hecho dos metros cuando sentí que me pegó algo en el cuello. Tenía sangre por todos lados. Hubo una explosión dentro del pozo y quedaron heridos el sargento y el cabo. Me metieron en el pozo, no podía hablar, no podía tragar, no entendía nada. Lo próximo que me acuerdo es que empecé a oír voces en inglés y vi a un tipo que me apuntaba. Pensé que me remataba, pero no. El inglés buscó un paquete curaciones, me lo tiró y me miró como diciendo que ya no había nada que hacer” (citado en Speranza y Cittadini, 2007: 139 y ss).
La exhaustiva investigación de Teves sobre los combates en Darwin-Pradera del Ganso nos permite situar a otros subtenientes “en comisión” del RI 12 (Teves, 2010: 213 y ss.). En la mañana del 28 de mayo, Aditardo César Álvarez Berro y unos veinte soldados cubrieron a la Sección del RI 25 del subteniente Juan José Gómez Centurión, aferrada en combate por el enemigo, permitiendo su repliegue hacia Pradera del Ganso. Álvarez Berro y sus hombres avanzaron desde una línea de arbustos a campo descubierto hasta unas posiciones distantes a unos cincuenta metros recibiendo el fuego enemigo durante todo el trayecto. Por su parte, Martín Treglia, además de operar el radar RASIT, se desempeñó como oficial de enlace con el puesto de comando de la Base Aérea Militar Cóndor. El 28 de mayo Treglia tomó posición en la línea de defensa con una ametralladora MAG dispuesto a combatir desde allí con personal de la Fuerza Aérea. Poco después lo pusieron al mando de ocho soldados con ametralladoras PAM y le ordenaron tomar una posición a unos setecientos metros al sudoeste del poblado. Entre tanto, Carlos Aldao ocupaba una posición al sur de Pradera del Ganso con la 1º Sección de la Compañía “C” del RI 12 cuando advirtió la presencia de tropas que se replegaban en su dirección. Como no disponía de equipos de comunicación radioeléctrica, envió un solado estafeta hasta el puesto de comando de la Compañía requiriendo órdenes. El soldado regresó con la novedad de que la Sección debía retroceder hasta ocupar unos pozos más atrás. Aldao ordenó a sus hombres que cagasen sólo el armamento y munición disponible y se pusieran en marcha. Al frente de la columna marchaba su compañero de Promoción, Álvarez Berro. La nueva posición estaba a pocos metros del radar Elta de la Fuerza Aérea. La actividad de este último atrajo el fuego británico y la onda expansiva de un misil –que dejó fuera de acción el radar– arrojó por los aires a Aldao y su jefe de Sección, pero sin causarles daños. Leonardo Durán estaba al mando de la 2º Sección de Tiradores de la Compañía “C” del RI 12. Al mediodía, los británicos abrieron un intenso fuego naval, de artillería y morteros sobre las posiciones argentinas. Piaggi ordenó el repliegue de la Compañía “C” hasta los límites de Pradera del Ganso. Durán cumplió aquella orden en forma inmediata y sus hombres debieron abandonar parte de los equipos y municiones. Su compañero Ricardo Frías se replegó con ellos bajo el fuego británico hasta un cerco de setos que les ofreció alguna cobertura. Recibieron orden de replegarse hasta la localidad de Pradera del Ganso de la que se encontraban a unos dos kilómetros al suroeste. Se separaron en pequeños grupos y emprendieron el trayecto a través de un terreno cubierto de barro y agua. Cuando alcanzaron el destino bajo el fuego enemigo se encontraron con soldados deambulando carentes de mandos y otras fracciones integradas por personal que buscaba cómo organizar alguna defensa (Teves, 2010: 328 y ss.).
En su avance desde el norte y noroeste de la posición defensiva argentina en Pradera del Ganso, los británicos ocuparon la escuela. La artillería argentina batió con sus dos obuses de 105 mm del GADA 601 sobre aquel edificio y Aldao ordenó a un apuntador de lanzacohetes Instalaza de su Sección que disparara un proyectil fumígeno incendiario contra aquel edificio. La escuela se incendió y los británicos no pudieron emplearla como puesto de observación o de resguardo. Luego ordenaron a Aldao y dos soldados –que se ofrecieron voluntariamente– hacer un reconocimiento en dirección al sudeste de la pista de aviación para discernir si los movimientos de tropas vistas allí eran propias o enemigas. Aldao y los soldados fueron recibidos por fuego enemigo que acabó con la vida de estos últimos. El subteniente “en comisión” fue hecho prisionero y conducido a la retaguardia de las fuerzas británicas donde permanecían detenidos otros argentinos. Allí salvó nuevamente su vida cuando un avión Pucará derribado se estrelló a escasos metros. Por la noche, Aldao advirtió que la vigilancia era débil y propuso la evasión. Sólo lo acompañó un cabo primero. Consiguieron infiltrarse a través de las defensas propias, se presentaron en el puesto de comando de Piaggi y luego se reunió con Durán en las posiciones que ocupaban por la tarde. El reencuentro fue una sorpresa, pues lo habían dado por muerto (Teves, 2010: 371 y ss.).
En la noche del 28 al 29 de mayo, el intercambio de fuego prácticamente cesó y en la madrugada se ordenó a los oficiales que no efectuar acciones. Piaggi decidió parlamentar la rendición, acordada en la mañana y concretada al mediodía con una formación para rendir armas y tropas (Piaggi, 2994: 137-14; Ejército Argentino, 1983a: 69-94).
Experiencias de combate en los Montes Challenger, Wall, Harriet, Dos Hermanas, Tumbledown, William y Wireles Ridge
El 1º de mayo estaba previsto que el jefe del RI 4, el teniente coronel Diego Alejandro Soria, se trasladara a la Isla Gran Malvina con su plana mayor para reconocer el emplazamiento donde sería destinada la unidad. Pero hubo un cambio de decisión y se le ordenó permanecer como reserva en Monte Wall.[39] Tras el ataque aéreo británico mejoraron la fortificación de sus posiciones. Cumplieron esa tarea con dificultades pues no disponían de medios de zapa suficientes ni adecuados –además los “pozos de zorro” se llenaban con agua que brotaba del terreno–. Con el correr de los días se presentaría otra dificultad: el racionamiento se fue reduciendo y fue provisto de manera irregular; un paliativo informal –expresamente prohibido– era carnear animales de los isleños o hacerse de los “víveres caídos” en el curso del acarreo y distribución. También las municiones de diferentes tipos acumuladas en los depósitos de las posiciones eran insuficientes.[40] Jiménez Corbalán denominó a estos problemas logísticos y de abastecimiento del RI 4 como el “efecto lejanía”, pues “pareció vivirse dos guerras diferenciadas, la de quienes estaban en Puerto Argentino y alrededores y la de quienes estábamos en primera línea” (Jiménez Corbalán, 2017: 117).
A partir del 1º de mayo, el personal del RI 4 divisó la presencia en el mar de las fragatas británicas que batirían las posiciones argentinas en los alrededores de Puerto Argentino hasta el final de la guerra. Jiménez Corbalán recorría diariamente las posiciones de los hombres de su Sección en el Monte Wall. Esta rutina no sólo era necesaria para obtener información y cuidar el estado de salud de sus hombres sino un recurso fundamental para construir su ascendiente sobre los suboficiales y soldados a su mando y la cohesión moral –el “espíritu de cuerpo”– de su Sección con vistas a su futuro empeñamiento en combate:
“… mi llegada abrupta a la Sección requería alimentar la confianza mutua y eso llevaba tiempo y dedicación, algo que desde un primer momento me había propuesto realizar. Debía hablar y llegar a entender a cada uno, conocerlos, saber de sus inquietudes, anhelos y problemas. No era cuestión de llegar y mandar por mandar. Para eso no había recetas, ni plantillas a ser llenadas, se necesitaba de una predisposición al mando y todas sus implicancias, en síntesis experiencia” (Jiménez Corbalán, 2017: 110).
A su vez, en la línea ascendente de la cadena de mando, Jiménez Corbalán reconocía que su jefe inmediato, el teniente primero Carlos Alberto Arroyo, jefe de la Compañía “B” del RI 4, era un oficial que se ganó su reconocimiento profesional y personal.
La 3º Sección de la Compañía “C” del RI 4 al mando de Marcelo Llambías Pravaz recibió la misión de cumplir con una misión de exploración y seguridad hacia el oeste en el Monte Challenger. En tanto que, el 9 de mayo se ordenó a la Compañía “B” cambiar de posición en forma escalonada a unos 4 kilómetros hacia el este y emplazarse en la ladera sur del Monte Harriet. El traslado del armamento, materiales y equipos y la construcción de las nuevas fortificaciones implicaron un arduo trabajo –allí permanecerían entre el 11 y el 30 de mayo–. En la madrugada del 28 de mayo, las fragatas británicas batieron por primera vez el sector cercano a la posición de la Compañía “B” del RI 4 y un soldado de la Sección de Jiménez Corbalán resultó herido. Al día siguiente supieron de la rendición de la Guarnición de Darwin-Pradera del Ganso. Ese día, el personal de la Compañía “B” del RI 12 que no fue helitransportado hasta aquella Guarnición –entre ellos el subteniente “en comisión” Celestino Mosteirin– fueron “agregados” al RI 4. Por la noche, durante una patrulla al oeste de Monte Challenger, la 3º Sección de la Compañía “C” del RI 4 sin trabar combate con una fracción británica que reconocía el terreno (Jiménez Corbalán, 2017: 217 y ss.).
El 30 de mayo, el RI 4 debió readecuar su dispositivo de defensa pues pasó de ser una “reserva” a convertirse en “escalón defensivo de primera línea”; por ello, emplazó sus posiciones entre los Montes Harriet y Dos Hermanas. El área a defender era extensa y, cabe recordar, el regimiento estaba disminuido por la segregación de algunos elementos. Se inició entonces el traslado del personal que permanecía en Monte Challenger y Monte Wall hacia las nuevas posiciones. El teniente coronel Soria instaló su puesto de comando en Monte Harriet y ordenó a su segundo jefe –el mayor Ricardo Cordón– que se hiciera cargo de los elementos situados en Dos Hermanas.[41] En la mañana del 31 de mayo la Sección de Jiménez Corbalán recibió fuego de artillería campaña enemigo sin que se produjeran bajas. Los británicos estaban en las proximidades y desde entonces batieron el sector con “fuego de ablande” de artillería que causó bajas entre los argentinos (Jiménez Corbalán, 2017: 227 y ss.).
El 3 de junio, Jiménez Corbalán recibió la orden de enviar una patrulla para un relevo en las avanzadas de combate que vigilaban y exploraba en “tierra de nadie” hacia el oeste de las posiciones del RI 4. La misión era arriesgada, pues sabían de la presencia de avanzadas británicas. La patrulla fue emboscada y en el combate murieron dos soldados de su Sección en proximidades del Monte Wall. El 5 de junio, los británicos habían consolidado sus posiciones en los Montes Challenger, Wall y Kent. Al día siguiente, la 3º Sección de la Compañía “C” del RI 4 –al mando de Llambías Pravaz– dio seguridad a personal de infantería de marina durante la instalación de minas antipersona y, mientras cumplían la tarea, la artillería británica batió su sector y en el repliegue tuvieron bajas entre muertos y heridos (Jiménez Corbalán, 2017: 262 y ss.).
El 8 de junio, en el puesto de comando del RI 4 supieron del desembarco británico en Fitz Roy al sudeste de sus posiciones. Y en la noche del 8 al 9 de junio, los comandos británicos efectuaron un ataque sobre posiciones del regimiento y la Sección de Jiménez Corbalán los rechazó y persiguió en su repliegue –arriesgándose bajo el fuego de la artillería enemiga–. A consecuencia de este combate, el subteniente “en comisión” constató el buen desempeño de su Sección, pero también tuvo dos muertos. Conforme la evaluación del jefe de la Compañía “B” del RI 4, éste fue un ataque destinado a conocer y poner a prueba el dispositivo de defensa del regimiento. Retrospectivamente, Jiménez Corbalán reflexionó sobre aquel combate y concluyó:
“La imagen de ver a los británicos retirarse apresuradamente del campo de combate tuvo una importancia anímica significativa que todavía perdura en nuestra memoria. Hoy a la distancia, podríamos decir que el hecho de armas no modificó significativamente la situación táctica, sin embargo posibilitó verificar, que nuestra defensa en algún punto era bastante sólida y los soldados que la integrábamos estábamos totalmente dispuestos a la máxima entrega, como quedó demostrado” (Jiménez Corbalán, 2017: 339)
Poco después los británicos batieron nuevamente las posiciones del regimiento y causaron heridos. También fueron reincorporadas las Secciones de la Compañía “A” del RI 4 –procedentes de la península de Freycinet– al dispositivo de defensa del regimiento en los Montes Harriet y Dos Hermanas tras los insistentes requerimientos del teniente coronel Soria a sus superiores –algunos de los recién llegados fueron “agregados” a la Sección de Jiménez Corbalán–.[42]
Una vez conquistados los Montes Estancia, Kent y Challenger, los británicos efectuaron una intensa labor de exploración y producción de inteligencia sobre el terreno y el enemigo apostado en los Montes Longdon, Dos Hermanas y Harriet. En la noche del 11 al 12 de junio, las unidades de la 3° Brigada de Comando británica iniciaron la conquista de los siguientes objetivos contando con el apoyo de fuego de la artillería de campaña: el 3º Batallón del Regimiento de Paracaidistas sobre Monte Longdon, el 45 Comando sobre el Monte Dos Hermanas y el 42 Comando sobre Monte Harriet. En la mañana del 12 de junio tales objetivos fueron asegurados (Thompson, 1990: 205). En los combates cercanos entre británicos y argentinos, los subtenientes “en comisión” tuvieron un destacado papel al mando de sus Secciones. En el Monte Dos Hermanas, Jorge Daniel Pérez Grandi –2º Sección de la Compañía “C” del RI 4– fue herido en combate y evacuado al Hospital Militar de Puerto Argentino y Miguel Mosquera Gutiérrez –1º Sección de la Compañía “C” del RI 4– también fue herido pero los británicos lo hicieron prisionero; en tanto que Marcelo Llambías Pravaz –3º Sección de la Compañía “C” del RI 4– se batió con sus hombres al sur de las posiciones de sus compañeros de Promoción. En el Monte Harriet, a su vez, Jiménez Corbalán –3º Sección de la Compañía “B” del RI 4– y Celestino Mosteirin –con personal del RI 12 “agregado” al RI 4– combatieron a los británicos y consiguieron replegarse hacia los Montes Tumbledown y William para evitar quedar “aferrados” o “envueltos” por el enemigo que acompañaba su ofensiva con fuego de artillería, morteros y misiles. En el repliegue, Jiménez Corbalán marchó al frente de sus hombres atravesando un campo minado y fue herido por la explosión de una mina pero pudo ser trasladado hasta Puerto Argentino. En los combates de esta noche, el RI 4 tuvo numerosas bajas entre heridos y muertos y camaradas hechos prisioneros –entre ellos, el jefe de la unidad– (Jiménez Corbalán, 2017: 339 y ss.).
La reorganización del dispositivo defensivo se estableció el 12 de junio entre los Montes Tumbledown y William donde se encontraban la Compañía “Nácar” del Batallón de Infantería de Marina 5 (BIM 5) y una Sección de Ingenieros Anfibios.[43] Allí convergió personal del RI 4, el RI 12 y el RI 6 –la 3º Sección Compañía “B” del RI 6 cuyo jefe era el subteniente “en comisión” Augusto Esteban Vilgré Lamadrid, quien también combatió en el Monte Dos Hermanas–. Se replegaron hasta esas posiciones, “agregados” al BIM 5 y distribuidos del siguiente modo: Mosteirin y Vilgré Lamadrid al sur del Monte Tumbledown y Llambías Pravaz al sur del Monte William. Los testimonios de los infantes de marina y los infantes del Ejército dejaron constancia en la posguerra de la aceitada coordinación interfuerzas que desplegaron en el nivel táctico en los momentos previos y durante los combates. A su vez, Francisco Alfredo Martínez –3º Sección de la Compañía “A” disminuida del RI 4– quedó con sus hombres en Wireless Ridge con personal del RI 7, el Escuadrón de Exploración de Caballería Blindada 10 y una Sección de Apoyo del RI 4. A estos luego se sumaría la Compañía “A” del RI 3 disminuida –de la cual formaba parte el subteniente “en comisión” Carlos Javier Aristegui como jefe de la 3º Sección y que resultaría herido en combate– (Jiménez Corbalán, 2017: 443 y ss.).
La 5º Brigada de Infantería –que habían desembarcado en la Isla Soledad en Fitz Roy el 8 de junio– tenía como objetivos a alcanzar en la noche del 13 al 14 de junio los Montes Tumbledown –los Guardias Escoceses– y William –los Fusileros Gurkhas–. Simultáneamente, el 2º Batallón del Regimiento de Paracaidistas –reintegrado a la 3º Brigada de Comando tras unos días “agregado” a la otra Brigada– debía conquistar Wireless Ridge (Thompson, Julian, 1990; Van der Bijl, Nick y Aldea, David, 2003). Argentinos y británicos trabaron combates cercanos en esa última noche de la Guerra de Malvinas hasta que, habiendo sufrido numerosas bajas y siendo sobrepasados por la ofensiva enemiga, los argentinos se replegaron hacia el este en dirección a Sapper Hill, Moody Brook y Puerto Argentino. En la mañana del 14 de junio se produjo el cese el fuego y la posterior rendición de las fuerzas argentinas. Los subtenientes “en comisión” del RI 4 condujeron en combate eficazmente a los hombres de sus Secciones, se ganaron su reconocimiento profesional y sobrevivieron a la guerra. El regimiento que los recibió a principios de abril como “agregados” completó aquella campaña con veintidós muertos (dos oficiales, cuatro suboficiales y dieciséis soldados) y más de un centenar de heridos.
Conclusiones
El 27 de noviembre de 1982, los miembros de la Promoción 113 participaron de la ceremonia de egreso en el Colegio Militar de la Nación que los confirmó como oficiales del Ejército. Cuarenta y nueve eran “veteranos de guerra” “movilizados” y “agregados” a unidades destinadas en las Islas Malvinas. Algunos asistieron a la ceremonia sin recuperarse completamente de sus heridas. Sus experiencias de combate estuvieron determinadas por la composición y alistamiento de sus unidades o subunidades, la instrucción y adiestramiento de sus miembros, su jerarquía en la cadena de mando, emplazamiento en el teatro de operaciones, rol de combate y las relaciones que establecieron con jefes, oficiales más antiguos, suboficiales y soldados antes y durante el conflicto bélico.
Sus jefes de unidad decidieron qué cargos asumirían. Así, por ejemplo: el jefe del RI 4 dispuso que fueran jefes de Sección, el del RI 25 subjefes de Sección y el del GA 3 –una unidad que analizada en otro trabajo (Soprano, 2019)– los asignó a elementos creados ad hoc que prestaban seguridad a los obuses. Las tres situaciones revelan decisiones diferentes: los jefes del RI 4, RI 12 y RI 8 les otorgaron la responsabilidad de conducir a suboficiales y soldados de una Sección, quedando bajo el mando directo de un jefe de Compañía; el jefe del RI 25 les asignó responsabilidades como segundos en el mando de una Sección, pero bajo supervisión directa –al menos formalmente– de un oficial más antiguo que era jefe de Sección; y el jefe del GA3 prefirió que no ejercieran el mando directo sobre personal de cuadros y soldados que integraban elementos constituidos antes del 2 de abril. Estas opciones (entre otras) implicaron diferentes modos de resolver un axioma de la conducción en la guerra: el desempeño y eficacia en combate de una organización militar requiere no sólo de conocimientos teóricos y prácticos sino de una adecuada cohesión moral de sus integrantes. Esto último no podía alcanzarse adecuadamente si sus miembros no se conocían o, incluso conociéndose, no compartieron instrucción en tiempo de paz en la subunidad o elemento que integraban. Tal era el dilema a resolver por los jefes al incorporar un “agregado”.
A su vez, la instrucción y adiestramiento del personal de aquellas unidades y su alistamiento antes y durante la guerra incidió en cómo experimentaron el combate en la guerra. En relación con el alistamiento, el RI 25 y el RI 4 –por ejemplo– cruzaron a las Islas con sus materiales, armamentos y equipos, pero otras unidades lo hicieron sólo con parte del mismo y, en consecuencia, tenían sus capacidades logísticas y de poder de fuego disminuidas para el combate; esto también afectó a aquellas unidades que debieron compartir o ceder sus recursos a otras (entre los recursos faltantes se contaban vehículos, morteros pesados, municiones, cocinas de campaña, entre otros). Asimismo, con excepción de quienes permanecieron en Puerto Argentino, el Aeropuerto y alrededores, el personal de las unidades y elementos distribuidos en emplazamientos más alejados de aquellos sitios experimentaron dificultades, en algunos casos severas, para acceder regularmente al racionamiento como en las posiciones ocupadas por la 3° Sección de la Compañía “C” del RI 8 y elementos del RI 12 en Darwin-Pradera del Ganso. En relación con los materiales, armamento, equipos y el racionamiento es preciso tener presente que el puente aéreo entre el continente y las Islas se mantuvo durante toda la guerra, pero que desde el 1º de mayo el arribo de los vuelos hacia Puerto Argentino se volvió más difícil de concretar.
Respecto de la instrucción y el adiestramiento, los subtenientes “en comisión” sostuvieron en sus testimonios que los soldados instruidos para roles de combate complejos que requería mayores saberes técnicos eran muy requeridos en las subunidades; en tanto que los soldados –de la clase 1962 o 1963– que en tiempo de paz habían cumplido con variadas tareas y tenían conocimientos superficiales de las mismas poseían una instrucción más deficiente. Asimismo, los soldados de la clase 1963 –incorporados al servicio militar obligatorio en febrero-marzo de 1982– tuvieron apenas unas pocas semanas de instrucción básica; mientras que los soldados de la clase 1962 –que efectuaron aquella prestación militar en 1981– y habían sido reincorporados recientemente, en ocasiones eran asignados a roles de combate para los cuales no estaban preparados o estaban insuficientemente instruidos. De modo más general, algunos subtenientes “en comisión” señalaron que los soldados conscriptos de 18 años eran psicológicamente inmaduros e inestables. Pero también es dado destacar que conforme los testimonios de otros subtenientes “en comisión” que combatieron con sus Secciones en Darwin-Pradera del Ganso y en los Montes Challenger, Wall, Harriet, Dos Hermanas, Tumbledown, William y Wireles Ridge reconocieron que hubo soldados que combatieron eficazmente mientras estuvieron bien conducidos. En relación con la instrucción y adiestramiento de los suboficiales y el ejercicio del mando por parte de oficiales más antiguos, en términos generales los ponderaron positivamente, pero las referencias críticas no estuvieron ausentes en algunos casos. Además, los testimonios dejaban constancia de algunos problemas de fondo en la instrucción del personal de cuadros, tales como los déficits en la instrucción para el combate nocturno e incluso en el empleo de las comunicaciones.
Las relaciones de los subtenientes “en comisión” con sus jefes, oficiales subalternos más antiguos, suboficiales y los soldados a su cargo fueron determinantes en el ejercicio del mando y desempeño en combate. En un breve período de tiempo –a partir del momento en que se les asignaba un cargo y responsabilidades en la unidad– los “agregados” debían obtener el reconocimiento de sus superiores y subalternos. En particular, las relaciones con los jefes y sus planas mayores fueron descritas como cercanas en unos casos –como en las compañías del RI 25 en el Aeropuerto y alrededores– y como distantes en otros –el caso del RI 12 y de la 3° Sección de la Compañía “C” del RI 8–. En algunos casos el distanciamiento físico y social producido entre las Compañías y Secciones respecto de sus jefes y planas mayores no era el resultado de –o no era sólo resultado de– una determinada concepción y forma de ejercicio del mando “distante”, sino producto de decisiones de la conducción superior del Ejército que ordenó segregar subunidades o elementos de sus mandos naturales como sucedió a los miembros de la Compañía “C” del RI 25 –destinada en San Carlos-Darwin-Pradera del Ganso–, la 3° Sección de la Compañía “C” del RI 8 –en Darwin-Pradera del Ganso–, la Compañía “A” del RI 4 –en Monte Low en la Península de Freycinet y reincorporada a principios de junio a las posiciones del regimiento–, la 1º Sección de la Compañía “B” del RI 4 –dando seguridad en la Casa del Gobernador– y las subunidades y elementos del RI 12 –desplegadas en forma escalonada entre Monte Challenger y Darwin-Pradera del Ganso–.
De modo que, cuando los británicos concretaron su primer ataque sobre Puerto Argentino y Darwin-Pradera del Ganso el 1° de mayo, los subtenientes “en comisión” estaban distribuidos en unidades y elementos emplazados en diferentes localizaciones en la Isla Soledad e Isla Gran Malvina. Sus posiciones en la cadena de mando, roles y las misiones que cumplieron entre el 1° de mayo y el 14 de junio determinaron sus perspectivas y experiencias de combate, así como sus memorias en la posguerra. El Aeropuerto de Puerto Argentino y sus alrededores (en el caso de los “agregados” al RI 25), Darwin-Pradera del Ganso (para los del RI 12 y de la 3° Sección de la Compañía “C” del RI 8), los Montes Challenger, Wall, Harriet, Dos Hermanas, Tumbledown, William y Wireles Ridge (para los del RI 4), constituyeron los escenarios de guerra en los que los subtenientes “en comisión” –comprendidos en este artículo– fueron probados en combate. Sus experiencias fueron diversas. Los “agregados” a las Compañías del RI 25 en el Aeropuerto de Puerto Argentino y alrededores experimentaron prácticamente toda la guerra en posiciones fijas que debían proveer seguridad a la pista aérea para que continuara funcionando el “puente” con el continente y en previsión de una operación anfibia británica sobre ese sector. Entre el 1º de mayo y el 14 de junio fueron objeto de un persistente e intenso fuego naval y aéreo que descargó sobre ellos 130 toneladas de bombas. En tanto que los veteranos del RI 12, de la 3° Sección de la Compañía “C” del RI 8 y los del RI 4 cambiaron de posiciones en varias ocasiones y tuvieron oportunidad de poner en práctica en los combates terrestres con los británicos el principio básico de la táctica de la infantería: la combinación del fuego y la maniobra.
Los testimonios de los subtenientes “en comisión” en la posguerra –pero también los de sus superiores y subalternos y los de combatientes e historiadores británicos (Bicheno, Hugh, 2009: 285; Middlebrook, 2017: 58)– destacan que incluso sorteando dificultades erigieron su ascendiente sobre los hombres a su mando y cumplieron eficazmente sus misiones de combate. En virtud de ello, en la inmediata posguerra les fue otorgada la “Mención por su Desempeño” Guillermo Aliaga y Jorge Alberto Locatelli del RI 8, Leonardo Durán del RI 12, Miguel Carlos Mosquera Gutiérrez del RI 4, Sergio Orfeo José Barreiro y Mario Jorge Aureliano Herrero del GA 3[44] y con la Medalla “La Nación Argentina al Valor en Combate” Ernesto Orlando Peluffo del RI 12 y Marcelo Alberto Llambías Pravaz del RI 4.[45]
Finalmente, quisiera mencionar dos cuestiones. Por un lado, señalar que la comprensión de las perspectivas y experiencias de combate de estos subtenientes “en comisión” en el nivel táctico, además de permitirnos conocer mejor y ampliar la diversidad de la casuística referida a la Guerra de Malvinas, constituye una adecuada materia para reflexionar sobre cuestiones más generales acerca de esta y otras guerras contemporáneas. En este sentido, un análisis micro-social centrado en estos subtenientes “en comisión” permite comprender situacionalmente las perspectivas y experiencias de los protagonistas, pero también cualificar cuestiones generales que habitualmente constituyen el problema y objeto de los estudios macro sociales sobre la guerra, tales como la instrucción, adiestramiento y alistamiento, las concepciones sobre el ejercicio del mando, la doctrina, capacidad operacional, inteligencia, armamento, materiales y equipos y logística de una Fuerza Armada. Las investigaciones académicas hechas en la Argentina –con unas pocas excepciones mencionadas más arriba– han desatendido el estudio de estas cuestiones macro y micro sociales clave para una historia del combate y los combatientes. Lejos de sustentar cualquier oposición esquemática, sostengo que la interpretación sobre Guerra de Malvinas se vería ampliada y diversificada en su casuística y cualificada en su complejidad si colocásemos las experiencias de los combatientes en sus unidades y subunidades en el centro de las investigaciones y recorriéramos las variaciones en las escalas de análisis entre lo micro y lo macro social en los estudios sobre este conflicto bélico.
Y, por otro lado, quisiera destacar que la Guerra de Malvinas fue un evento crítico –para los veteranos “el” evento crítico– que atravesó las vidas de los miembros de la Promoción 113, tanto de aquellos que fueron combatientes como del resto, pues estos últimos desde entonces tuvieron por “compañeros” de Promoción a camaradas que experimentaron en carne propia la guerra y porque aun no siendo veteranos pasaron a integrar la “Promoción Islas Malvinas”. ¿Cómo han sido las relaciones entre los miembros “veteranos” de la Promoción y los que no lo son? ¿Cómo incidió la veteranía en sus carreras profesionales? Ambas preguntas requieren del desarrollo de la investigación para ser respondidas. De momento, vale tener presente el siguiente presupuesto general y constatación empírica particular: las conducciones superiores, oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas de diferentes países del mundo han procurado capitalizar los duros aprendizajes obtenidos en la guerra, tanto en la derrota como en la victoria, sometiéndolos a crítica sistemática, incorporando las experiencias y su estudio sistemático en la educación básica, capacitación e instrucción militar y promoviendo a los cuadros con experiencia de combate en sus carreras profesionales no sólo como un reconocimiento, sino esperando que brinden sus conocimientos a aquellos que no vivieron la guerra en persona. A pesar de ello, ninguno de los “veteranos de guerra” de la Promoción 113 del Ejército Argentino alcanzó el generalato.
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Notas