Sección Especial

Lidia Cano: subjetivación y memoria sobre el bracero

Lidia Cano: Subjectivation and Memory about the Bracero

Irina Córdoba Ramírez
Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México, México

Lidia Cano: subjetivación y memoria sobre el bracero

Prohistoria. Historia, políticas de la historia, núm. 39, 1-21, 2023

Prohistoria Ediciones

Recepción: 10 Febrero 2023

Aprobación: 08 Mayo 2023

Publicación: 16 Junio 2023

Resumen: Este artículo pretende visibilizar la experiencia de Lidia Cano (3 de agosto de 1932) en la construcción de la memoria sobre los braceros, trabajadores mexicanos que laboraron en Estados Unidos entre 1942 y 1964, por medio de un proceso de migración circular. La historia de vida de Lidia y su liderato en el movimiento social por la devolución del fondo de ahorro, en el municipio de Empalme, Sonora, son estudiados a través de la categoría de análisis de la subjetivación política que permite advertir la manera como se entrelaza su experiencia como mujer en migración con la memoria colectiva en torno a las contrataciones de braceros en Empalme y la erección de una estatua a los trabajadores agrícolas temporales.

Palabras clave: Bracero, Memoria, Migración, Movilidad, Subjetivación.

Abstract: This article tries to visualize the experience of Lidia Cano (August, 3rd, 1932) in the construction of the memory of the braceros, Mexican workers who worked in the United States between 1942 and 1964, through a process of circular migration. The life history of Lidia and her leadership in the social movement for the return of the savings fund in the municipality of Empalme, Sonora, are studied through the category of analysis of political subjectivation. This cathegory allows us to see how her experience as a migrant woman is intertwined with the collective memory surrounding the hiring of braceros in Empalme and the erection of a statue to the temporary agricultural workers.

Keywords: Bracero, Memory, Migration, Mobility, Subjectivation.

Lidia Cano: subjetivación y memoria sobre el bracero



Hoy en día el trabajo de un historiador ya no es llevar el pasado
al futuro, sino trabajar en el presente y tratar de luchar contra
la presión de las memorias, haciéndoles justicia, claro, porque
existen y aportan a la comprensión general del mundo

Fuente: Pierre Nora

En octubre del año 2016 fue develada la escultura Al bracero en la ciudad de Empalme, Sonora.[1] El monumento, único en México, reivindica el papel de los trabajadores agrícolas temporales en Estados Unidos a partir del patrimonio material, también rememora procesos históricos en tres órdenes: la historia del municipio sonorense; el papel de las migraciones en la historia regional y la historia de las mujeres en los procesos de migración y movilidad.

Las siguientes páginas se anclan en el planteamiento de Maurice Halbwachs, quien advierte “Nuestra memoria no se basa en la historia aprendida, sino en la historia vivida” (Halbwachs, 2004: 60). Las narrativas de la memoria aquí analizadas muestran cómo un grupo social construye su identidad colectiva, cómo los espacios físicos le dan significado a los recuerdos y olvidos, cómo los procesos de migración y movilidad forjan, desde motivaciones individuales y colectivas, otro territorio identitario que no es desterritorializable.

La reflexión se articula en torno al concepto de subjetivación política y se sirve de la historia de vida de Lidia Cano (3 de agosto de 1932-), activista empalmense y promotora del monumento; esta perspectiva epistémica subraya “la complejidad del comportamiento humano y sus motivaciones” (Pujadas Muñoz, 1992: 9). La exposición consta de tres apartados que entrelazan la historia local, con el activismo y la historia de vida de la empalmense.

Migración, movilidades y memoria: Empalme, Sonora

Dentro de la diversa geografía del norte de México, Empalme es un municipio vinculado a los procesos de movilidad y migración, interna e internacional, a lo largo de su breve historia. Ubicado en el Golfo de California o Mar de Cortés, en el estado de Sonora, Empalme pertenece territorialmente a la nación yaqui, aunque su poblamiento se dinamizó a inicios del siglo XX como una consecuencia del tendido del ferrocarril del Pacífico, por medio del ramal Empalme-Guaymas.

De manera temprana, en la década de 1930, Empalme logró ser reconocido como municipio autónomo de Guaymas, aunque las tensiones entre ambos espacios no concluyeron sino hasta agosto de 1953. Como ha advertido Luis Aboites, Guaymas perdió territorio y población para formar otros municipios a lo largo del siglo XX (Aboites, 2010:393). En la década de 1950, los proyectos económicos y políticos en la región de la costa sonorense contribuyeron a facilitar la autonomía de Empalme, consideramos que el Programa Bracero y, de manera específica, el establecimiento del centro de contratación o estación migratoria en su geografía, fueron una coyuntura favorable para que la localidad lograra la separación.

El Programa Bracero fue una etapa de la relación migratoria entre México y Estados Unidos que transcurrió entre 1942 y 1964. La etapa tomó su nombre del término que designó a la población mexicana que trabajaba con los brazos, estacionalmente, desde finales del siglo XIX en el país vecino, sobre todo, en tareas agrícolas y mineras (González Navarro, 1994: 986-987); indudablemente, el término se popularizó con el programa.

La bracereada se reguló con base en una sucesión de acuerdos internacionales que gestionaron un modelo migratorio particular. De manera ideal, emigrarían personas del sexo masculino, procedentes de áreas rurales, en un ciclo de migración circular, es decir, temporal, para realizar tareas, primordial, pero no exclusivamente agrícolas, bajo la protección de un contrato de trabajo. Es cierto que la emigración indocumentada jamás se contuvo, por lo que el flujo migratorio fue más diverso de lo que el modelo previó, pero en términos de negociación el Programa Bracero ha sido el programa de trabajadores extranjeros más largo en la historia de Estados Unidos.

Entre 1930 y 1950, como parte del municipio de Guaymas, Empalme no mereció ningún registro en los censos de población. En 1960, ya como municipio autónomo, Empalme contaba con 22,485 habitantes, de los que 18,964 residían en el “pueblo” del mismo nombre, según establece el censo levantado ese año.[2] En 1970 la población del municipio se incrementó a 34,136 habitantes, los datos censales no nos permiten conocer con exactitud cuántos residían en la pequeña ciudad de ese nombre y cuántos en las colonias, ejidos, haciendas, rancherías y demás categorías territoriales que lo integraban.

Según informó el propio censo, la población del estado de Sonora se fortaleció gracias a la migración interna. El flujo provino de diversos estados, sobre todo, Sinaloa (52,073), Jalisco (18,712), Chihuahua (17,469), Baja California (12,508), Nayarit (9,555), Durango (9,209), Michoacán (8,030), Zacatecas (6.998) y Guanajuato (6,347).[3] En el caso de los migrantes procedentes de Guanajuato (3,808), Jalisco (11,947), Michoacán (4,679) y Zacatecas (3,799) arraigados en Empalme, los mayores porcentajes se ubicaron en dos rangos temporales, el de seis a diez años de residencia en Sonora y el de once o más años. Ambos plazos coinciden con la vigencia del Programa Bracero, el inicio de las contrataciones en la entidad, en 1949, y la conclusión del programa en 1964.[4] Cabe subrayar que los cuatro estados que aportaron población a Empalme pertenecen a El Bajío, región de migración histórica hacia Estados Unidos (Durand, 1994: 11) por lo que, podemos suponer, su contacto inicial con Sonora derivó de la búsqueda de un contrato en el programa.

Figura 1
Figura 1
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Empalme, Sonora

Google maps (foto satelital) https://goo.gl/maps/kfNFjY2J6AGB4CXPA1e3

En la actualidad, Empalme tiene 51,431 habitantes y su día a día sigue enlazado de manera estrecha con los procesos migratorios y de movilidad, sirva de ejemplo el que los datos preliminares del censo de población 2020 lo refieran como el municipio con mayor porcentaje, a nivel federal, de inmigrantes intraestatales, interestatales e internacionales por cambio u oferta de trabajo.[5] A la larga, el análisis histórico podrá valorar mejor el papel que han tenido en la última década el recrudecimiento de la política migratoria en Estados Unidos, la impronta de la maquila y la reciente inversión privada en nuevas tierras de cultivo, para generar el escenario descrito por los datos demográficos en el municipio.

Los procesos de crecimiento y decrecimiento de Empalme, en la segunda mitad del siglo XX y en las primeras dos décadas del siglo XXI, han dialogado con cuatro hechos históricos presentes, en mayor o menor medida, en la memoria de sus habitantes: la bracereada, la privatización de los ferrocarriles, la migración entre México y Estados Unidos y la violencia vinculada al crimen organizado; estas páginas reflexionan sobre el primer hecho, pero hacen hincapié en la manera en que las mujeres se vincularon al proceso migratorio.

En las últimas dos décadas, el interés por el papel de las mujeres en migración ha llevado a profundas indagaciones que la historiografía en México y Estados Unidos ha estudiado con perspectiva de género. La literatura se ha enriquecido de la mano de una nueva lectura de fuentes; el empleo de la historia oral; perspectivas que suman los análisis cualitativo y cuantitativo y el diálogo interdisciplinar que ha gestado metodologías tendientes a visibilizar más allá de la agencia del migrante y problematizar la de quienes se encuentran en el complejo ámbito que se entreteje en torno al proceso de desplazamiento, fundamentalmente, las mujeres y las infancias.[6]

Historia de vida: del ferrocarril a la bracereada

La identidad de los empalmenses está en la movilidad y la historia de Lidia Cano se enmarca en este hecho. Sus padres, oriundos de Jalisco y Durango, arribaron en la segunda década del siglo XX a Empalme. Doña Lidia rememora que el jalisciense Timoteo Cano, su padre, cuyo nombre lleva una de las calles de la ciudad, “fue uno de sus fundadores”. Nacida el 3 de agosto de 1932 en una familia que procreó diez hijos y en la que ella fue la quinta, considera que su historia personal ha corrido de manera simultánea a los hechos que modelan la historia de Empalme.

Sin duda, saberse hija de migrantes es uno de los rasgos que ha definido la sensibilidad de Lidia Cano hacia un proceso continuo en la historia de su ciudad. Sin embargo, y aunque sus nueve hijos viven fuera de Sonora, no es el rasgo que ella considera esencial y modernizador en la historia de Empalme. En su relato, ese sitio lo ocupa el ferrocarril.

Hija de un ferrocarrilero, con tan solo 16 años, ya era mensajera en la oficina de Ferrocarriles Nacionales que se encontraba en Empalme. Doña Lidia rememora que las oficinas “eran modernas, muy bonitas, como las de Estados Unidos”.[7] En esa actividad, y con estudios básicos, su proyecto era incorporarse como mecanógrafa gracias al escalafón, pero luego de dos años, en 1950, al contraer matrimonio, dejó de lado su objetivo: “me casé y ya no pude trabajar”.[8]

En su matrimonio concibió nueve hijos, quienes nacieron entre 1951 y 1972. En la actualidad siete residen en Tucson, Arizona, y dos en Tijuana, Baja California. La vida familiar, “el machismo”, le impidió realizar tareas fuera de su casa, pero hacia 1983 su vida se encontró en una nueva coyuntura: la viudez. Frente a la misma ella rememora, “¿Y ahora, qué?” No sólo se trataba de sacar adelante a sus hijos pequeños, tres en edad escolar, sino de ocupar su tiempo. En principio, dedicó éste a actividades comunitarias, primero con niños y jóvenes, más tarde con los ferrocarrileros y, finalmente, con los ex braceros.

Antes de la contratación de trabajadores en el marco del Programa Bracero, Empalme, según recuerda Lidia Cano, “era un pueblo tranquilito, ferrocarrilero, que esperaba la raya cada ocho días”.[9]

En 1956, la familia de Lidia Cano ya tenía a cuatro de sus nueve hijos. Las contrataciones habían llegado a Empalme años atrás, cuando ella contaba con apenas 20. Recuerda, que el 2 de octubre de 1956 su esposo se contrató como bracero; se ausentó durante tres años, y durante el primero de los cuatro que duró su bracereada realizó dos visitas a Empalme al concluir sus contratos de seis meses.

La construcción de la memoria sobre el Programa Bracero exhibe la participación de las mujeres, quienes vivieron de manera relacional la migración, como lo hizo Lidia Cano. Las mujeres en migración han participado de distintas formas en los procesos de movilidad, pues estos no se restringen a quienes atraviesan las fronteras en calidad de emigrantes. Lidia Cano y su entorno local muestran, al menos, cinco de estas dinámicas. Son mujeres que se quedaron en las comunidades de origen, como doña Lidia, pero también mujeres que han migrado y atravesado fronteras, como sus hijas; son mujeres asentadas, que hicieron la vida en las localidades de recepción, experiencia de aquellas que trasladaron su residencia a Empalme, como indican los datos censales, en compañía de quienes buscaron contratarse como braceros. Otras experiencias perceptibles en este espacio sonorense son las de quienes, sin tener familiares migrantes, han vivido en este municipio que, al ser centro de contratación, se convirtió en una ruta de tránsito para quienes emigraron temporalmente como braceros; y la de las mujeres retornadas, aquellas que han regresado a Empalme debido al recrudecimiento de las políticas migratorias en Estados Unidos.

Estas experiencias, al igual que sucede en otros procesos sociales, están fuertemente determinadas por la condición de género, pues el papel que juegan los significados asociados a la diferencia sexual a través de roles y ordenamientos tiene un peso importante en la experiencia migratoria. La reflexión de Lidia Cano sobre el proceso migratorio visibiliza su experiencia personal y familiar, pero para comprenderla también es necesario dirigir una mirada interseccional.

De la contratación a la organización

Hoy, con 90 años, madre de nueve hijos, numerosos nietos y bisnietos, Lidia Cano realiza las tareas de representación de los ex braceros y habita el lugar que siempre le ha sido familiar. Resignificar su labor como líder de los trabajadores que participaron en el Programa Bracero encuentra gran utilidad en la categoría teórica, metodológica y política de la interseccionalidad. A partir de “las intersecciones de raza y género, clase y género y la consubstancialidad de estas relaciones para los grupos sociales involucrados” (Viveros Vigoya, 2016: 2-3), este planteamiento permite advertir las múltiples dimensiones de las relaciones de poder.

En principio debe decirse que Lidia Cano, igual que las mujeres estudiadas por Sonia Hernández en la frontera noreste de México, ha obtenido una posición de autoridad “después de muchos años de trabajo y su nueva posición les acarreó responsabilidades adicionales” (Hernández, 2017: 269).

Su historia de vida enlaza lo cotidiano con la operación del Programa Bracero, pero más allá de esto su experiencia muestra la intersección del espacio público en el que se lleva a cabo la lucha por la devolución del fondo de ahorro de los extrabajadores temporales y sus familias, con el espacio privado que constituyen “los vericuetos de los ‘momentos críticos’ de la vida” de esta mujer sonorense (Pujadas Muñoz, 1992: 21).

Como se dijo antes, el Programa Bracero fue un programa de migración circular entre México y Estados Unidos, mediante el que se firmaron alrededor de 4.6 millones de contratos de trabajo agrícola y ferroviario (García y Griego, 1998: 1215. Calavitta, 1992: 1. Durand, 2006: 65-81). El traslado masivo de hombres al frente y la rotación de empleos debido a la Segunda Guerra Mundial plantearon la urgencia de importar trabajadores, por lo que, a menos de diez años de realizarse las deportaciones multitudinarias de mexicanos, debido a los efectos de la Gran Depresión, el primer acuerdo apuntó a satisfacer las necesidades de la economía estadunidense.

La contratación de trabajadores agrícolas temporales en el noroeste de México dio inicio en 1949, cuando, según establecen los acuerdos que articularon el programa, los centros de contratación o estaciones migratorias se establecieron en los estados fronterizos, para abandonar de manera paulatina otras geografías como la de El Bajío.

Durante la vigencia de la bracereada el término bracero convivió con otras palabras como alambrista, mojado y wetback, estas voces nos hablan de la manera como se realizó la contratación y el cruce por la frontera de los trabajadores. Es importante advertir que la palabra bracero no se empleó de manera exclusiva para designar a los trabajadores temporales contratados dentro de México (Vézina, 2019: 183).

La bracereada experimentó diversos cambios a lo largo de los 22 años en que estuvo vigente, debido a las modificaciones en los acuerdos que la regularon; las condiciones del contexto internacional –la conclusión de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y la guerra de Corea (1950-1953)–; la caída de los precios de algunos productos que requirieron pizcadores para su cosecha, como el algodón; y el peso de los movimientos sindicalistas en Estados Unidos, entre otros aspectos.

La historiografía ha distinguido tres etapas en la operación del programa, la vinculación de Empalme, Sonora, con este se enmarca en la segunda etapa, es decir, un periodo en el que, concluida la guerra mundial el gobierno de Estados Unidos dejó de ser el empleador de los trabajadores mexicanos y los centros de contratación comenzaron a abandonar el centro del país.

Los acuerdos que sustentaron la bracereada imprimieron un cambio en el patrón migratorio. Se dio aliento al movimiento de hombres solos, muchos de ellos provenientes de áreas rurales que trabajarían temporalmente, bajo un esquema de regulación que se fincó en un contrato avalado por ambas naciones. No obstante, el programa nunca sustituyó, ni desalentó la migración indocumentada. De manera simultánea, un número bastante elevado de hombres, mujeres y niños recurrió a la migración sin documentos como estrategia de movilidad y muchos más trasladaron su lugar de residencia a los espacios en los que era más fácil acceder a un contrato o cruzar la frontera.

Al concluir la Segunda Guerra Mundial, la firma de un nuevo acuerdo fue entorpecida de manera recurrente, también se dio lugar a modificaciones sustanciales. Una de ellas quedó asentada en el acuerdo de 1948, en el que se estipuló que los centros de contratación se establecerían por arriba “de una línea de costa a costa que pase por Guadalajara y Querétaro” (Temporary Migration of Mexican Agricultural Workers, 1950: 12). Esta disposición trasladó paulatinamente la contratación de trabajadores a las ciudades de Hermosillo, Sonora; Chihuahua, Chihuahua; y Monterrey, Nuevo León.

Según los testimonios documentales localizados en el Archivo General del Estado de Sonora la contratación de braceros en la ciudad de Hermosillo inició en 1949, pero para 1952, según rememora la propia Lidia Cano ya se realizaba en Empalme. ¿Cuáles fueron las razones del traslado? En la prensa local se enumeran el descontento social, los riesgos de enfrentamiento entre pobladores y aspirantes a un contrato y el incremento de crímenes, como el robo, derivados de la presencia de los trabajadores temporales.[10]

De acuerdo con lo establecido en los acuerdos, a las ciudades designadas como centros de contratación llegarían los aspirantes a un contrato que, de manera previa, documentaron en las cabeceras municipales de procedencia su intención por contratarse como braceros. La Secretaría de Gobernación consideró que estos listados ordenarían el traslado de los interesados a las ciudades donde se encontraron las estaciones migratorias o centros de contratación, sin embargo, no todos los aspirantes que llegaron a los centros de contratación se encontraron registrados en una lista. Estos individuos, llamados trabajadores libres, fueron atraídos por la posibilidad de obtener un contrato. Su concentración fue una experiencia por la que pasaron todas las ciudades donde se realizaron las contrataciones y se tradujo en largas esperas, en promedio de 21 días, que llegaron a ser de hasta tres meses.[11]

Lidia Cano rememora las condiciones precarias de los migrantes, pero también sostiene que “los braceros levantaron a Empalme”.[12] No fue el único lugar que se benefició con los flujos migratorios internos e internacionales, ni tampoco el único factor de atracción hacia el noroeste. La vecina Guaymas incrementó en la década de 1950 su población de 18,890 a 34,865 personas (Aboites, 2013: 393), el proyecto de desarrollo marítimo denominado “Marcha al mar” influyó en el asentamiento de la población (Lorenzana Durán, 2018: 341).

Sobre las numerosas penalidades de los trabajadores en el programa agrícola, doña Lidia considera que son innegables. Desde nuestra perspectiva, no observar más allá de las mismas limita la comprensión de los procesos migratorios y reduce la dimensión contextual a un estoicismo individual casi atávico, lo que no implica desconocer el enorme aporte económico que los braceros proporcionaron y las razones del movimiento por la devolución del fondo de ahorro que se les retuvo.

Comprender la importancia del programa en Empalme nos requiere atender, primero, la injerencia de los empresarios agrícolas locales en las contrataciones y el que Estados Unidos siempre haya manejado su gestión de la migración “a un doble nivel: el formal, sujeto a la legislación, vigente en cada momento, y el informal, de acuerdo con las leyes de la oferta y la demanda en el mercado de trabajo” (Durand, 1994: 87).

En los espacios en los que hubo centros de contratación, al menos en el norte del país, se generaron acuerdos entre autoridades federales y estatales, centrales obreras y otras agrupaciones clientelares, que permitieron aprovechar el flujo de mano de obra en las cosechas locales. La mano de obra que satisfizo esas necesidades y a la que se dirigieron esos acuerdos fueron los llamados trabajadores libres. Con el objetivo de dar una idea de la tensión que la demanda estacional de mano de obra generaba en el mercado de trabajo temporal entre ambas naciones e, incluso, entre los diferentes valles agrícolas sonorenses, se debe considerar que una hectárea de trigo requirió 6,916 horas hombre, mientras una de algodón –el producto más cultivado en los valles aledaños a Empalme– demandó 37,392.

Los llamados trabajadores libres constituyeron el recurso disponible, para satisfacer la demanda de mano de obra de los agricultores locales, quienes, acreditados, luego de cosechar algodón en la Costa de Hermosillo, pudieron aspirar a un contrato para ir a trabajar a Estados Unidos. ¿Cómo se entretejieron las necesidades de la próspera agricultura algodonera con la operación del Programa Bracero? Por medio de un impuesto al erario local, negociado entre los miembros de la Comisión Mixta de Control de Pizcadores de Algodón y el gobierno de la entidad. Este acuerdo logró que el centro de contratación “facilitara” la selección como braceros a los trabajadores libres que pizcaron dos toneladas del cultivo en la región agrícola de la Costa.[13]

Enclave de la agricultura de exportación, la Costa de Hermosillo se vio favorecida por la inversión en un proyecto económico que, parte de la historiografía sonorense, ha denominado Plan Alemán, en alusión al impulso que recibió de quien ostentó la presidencia de México entre 1946 y 1952 (Guadarrama et al., 1985: 164-165; Ramírez et al., 1985: 177-178). Otras zonas agrícolas en el estado –como la de Guaymas– pugnaron para que los acuerdos y las comisiones mixtas las incluyeran; los testimonios subrayan la preeminencia que se le concedió a la costa.[14] Incluso, en el noreste del país, en el centro de contratación de braceros establecido en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, se procuró lograr un acuerdo similar, sin que los testimonios muestren el vigor que los acuerdos con los intereses locales tuvieron en Sonora.[15]

Además, el flujo de trabajadores generó circuitos económicos para satisfacer necesidades que fueron desde la alimentación hasta el cuidado personal. Lidia Cano rememora “vino mucha gente del sur, puso negocios, nosotros no teníamos esas habilidades”.[16] Es importante decir que se llegó a valorar la posibilidad de mover el centro de contratación a otro punto de la geografía sonorense, pero el intento se desechó al considerarlo “inoperante”; las contrataciones funcionaron en Empalme hasta 1964.[17]

Lidia Cano comenzó a realizar trabajo comunitario en 1983. Once años después, la privatización de los ferrocarriles derivó en procesos de contracción económica para Empalme y, también, en su primera tarea como líder comunitaria. Mirar la condición de clase y el estado civil nos permite comprender cómo actuaron los condicionantes de género para que ejerciera ese liderazgo: la representación de los trabajadores ferrocarrileros. La interseccionalidad también explica su silencio sobre los años en que fue cónyuge y madre, marcados por el machismo que condicionó su experiencia y que ella enuncia sin ambages. Un día a día en el que la violencia reprimió a los militantes de la Liga Comunista 23 de septiembre en la región y también segó la vida de, al menos, un miembro de su familia. Su papel como líder de las demandas de los ferrocarrileros le facilitó transitar a líder de los ex braceros, muchos empalmenses ostentaban las dos experiencias. Así, en los últimos años de la década de 1990, Lidia Cano atravesó de nuevo los límites del género y el trabajo, para desplegar una actitud solidaria que al paso de los años ha reforzado la memoria del bracero en la localidad.

Figura 2
Figura 2
Figura 2

Lidia Cano en el año 2009, Empalme, Sonora

Diana Irina Córdoba Ramírez

Debemos subrayar que su historia de vida no es un planteamiento que busque esencializar su viudez, sino que permite advertir numerosas posibilidades para reconocer la manera como se da forma a la memoria individual en su diálogo con la social (Franco Ferraroti en Pujadas Muñoz, 1992: 10). La historia de vida nos permite comprender las motivaciones por las que Lidia Cano considera importante rescatar la memoria del trabajador bracero. En este sentido, la utilidad de la historia de vida, desde el punto de vista metodológico, radica en que nos permite “una aproximación crítica a lo social, basada en estrategias de análisis que combinen dialécticamente su aproximación al subjetivismo de los testimonios biográficos y a la debida contextualización de las trayectorias vitales dentro de la ‘matriz de las relaciones objetivas’ en las que cada sujeto está implicado” (Pujadas Muñoz, 1992: 12).

Como ha advertido Abel Astorga Morales, quien ha realizado el estudio más profundo sobre el movimiento que reclama el fondo de ahorro de los ex braceros, la construcción de la memoria sobre el programa se relaciona con el inicio y la vigencia de las contrataciones, pero después cayó en cierto olvido (Astorga Morales, 2017: 147-152). No obstante, a finales de la década de los 1990 comenzó a despuntar un movimiento social que, a su vez, ha generado entre la comunidad de historiadores un interés renovado para elaborar cuestionamientos sobre las dinámicas que articularon la migración temporal entre 1942 y 1964.

El descuento de 10% derivó de uno de los acuerdos que le dieron vida al programa (Vélez Storey, 2002: 19-42). Según la redacción de los contratos, como ha explicado Vélez Storey, el dinero se regresaría a los trabajadores una vez que concluyeran su estancia en el país vecino. No obstante, en los menos de los casos el ahorro se devolvió a los braceros (Astorga Morales, 2017: 101-147).

Según una investigación realizada por la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México, dada a conocer en la prensa en 2012, las cantidades recibidas por el gobierno mexicano y los intereses que habrían generado durante siete décadas –cumplidas en la fecha en la que se dio a conocer el cálculo– harían acreedor a cada ex bracero de una compensación, fijada entonces, en 1,069,000 pesos.[18]

El fideicomiso creado en mayo del año 2005 por el presidente Vicente Fox –Fideicomiso que administra el fondo de apoyo social para ex trabajadores migratorios mexicanos–, anulado en noviembre del año 2020 por la administración federal, pretendió saldar la deuda histórica del Estado mexicano. El fideicomiso es una figura jurídica de derecho civil por medio de la cual una persona (física o moral) transfiere la titularidad de una parte de sus bienes o derechos a una institución fiduciaria. La finalidad es que con ellos se realicen una serie de fines lícitos y determinados que, en este caso, el Estado (fideicomitente) señaló –en el contrato respectivo– se dedicarían al pago del adeudo, por concepto de fondo de ahorro. Sin embargo, durante quince años innumerables dificultades entorpecieron el resarcimiento económico.

En principio, el fideicomiso excluyó tanto a los trabajadores que luego de su experiencia en Estados Unidos decidieron no volver a México, como a quienes no pudieron comprobar su participación en el programa. Otras dilaciones tuvieron que ver con el pago de recursos. La administración federal fijó el monto, para quienes estuvieran acreditados como ex braceros o sus viudas, en tan sólo 38,000 pesos; en el año 2008 la crisis internacional añadió que el dinero fuera entregado en anualidades de 4,000 pesos. Los pagos también se han visto afectados por la división dentro del movimiento social (Astorga Morales, 2017: 238) y, finalmente, por la desaparición del fideicomiso.

En esa coyuntura, Lidia Cano, sin perder de vista la importancia del resarcimiento económico, comenzó a vislumbrar la importancia de preservar la memoria de la bracereada por medio de un monumento y la organización de la asociación civil “Braceros Unidos en Acción”, que ella misma preside.

La solidaridad de la memoria: subjetivación política

Las narrativas en la historia de vida de Lidia Cano “personifican las relaciones inter-discursivas que conforman diálogos internos con voces ajenas y ecos que articulan los mundos sociales y subjetivos” (Salazar Henao y López Moreno, 2016: 12).

Es al tema de la subjetivación política al que dedicaremos este sub apartado. Lidia Cano se identifica como una mujer de izquierda, pero apartidista. Considera que su “lucha no es política” y con ello devela la comunicación que ha mantenido con diversos actores políticos a lo largo de su activismo y la autonomía con la que, hace hincapié, ha logrado conducirse frente a ellos.

Este punto es de singular interés porque nos permite comprender la manera como el liderazgo de Lidia Cano se aparta del mundo de lo que ella entiende como político y nos permite subrayar la forma como ha construido su subjetivación política, es decir, una lucha que, no hay duda, la ha llevado a ocupar el espacio público.

Aquí entendemos el término subjetivación política en el sentido que lo emplea Gilles Deleuze, esto es, como “la relación con el afuera” (Deleuze, 2015: 124). Es esta relación con el proceso migratorio y las experiencias de los trabajadores temporales lo que parece dar forma a la horizontalidad de la lucha que Lidia Cano encabeza como representante de los ex braceros. Sus motivaciones, advierte ella misma, se encuentran en dos ámbitos. Uno es el de su religión, el cristianismo. Otro, el de la historia del programa y la incidencia que tuvo en su vida. La manera como Lidia Cano recuerda el paso de los braceros por Empalme merece ser estudiada con detalle, pues permite advertir cómo ella ha constituido “un interior del exterior” (Deleuze, 2015: 125), en el que la pobreza era un rasgo compartido con los aspirantes a un contrato: “quienes ya habitábamos Empalme, estábamos tan pobres como ellos”.[19]

Desde la perspectiva de doña Lidia, los braceros levantaron a la pequeña ciudad ferrocarrilera. Los testimonios en la prensa y en el Archivo General del estado apoyan su dicho, por ejemplo, en 1959 el centro de contratación llegó a concentrar, en tres días, hasta 12,000 aspirantes a un contrato para trabajar en Estados Unidos, entonces Empalme, según expusimos arriba, contaba con 18,964 habitantes.

Doña Lidia considera que, con los braceros, llegó a Empalme la oportunidad de crecer como economía, ya que la oferta de servicios atrajo a la población procedente de rancherías y otros puntos al sur del municipio. Su mirada es sensible: “La gente llegó y se quedó […] llegaba, se contrataba y con el tiempo decidió quedarse en Empalme”.[20] Es por lo anterior que ella considera que, si es cierto que la bracereada sólo llevó a trabajar a Estados Unidos a los hombres, afectó a todos los que de alguna forma fueron contemporáneos a su operación. Este hecho subraya el papel de quienes, como ella, son mujeres en procesos de migración que, sin experimentar la movilidad, ven entrelazada su experiencia de vida con el proceso de quienes emigran, inmigran, transitan por o retornan a una comunidad.

Sobre la necesidad de resarcir económicamente a los extrabajadores no hay duda, pero la motivación de doña Lidia se finca en haber constituido a partir de su liderazgo “nuevos modos de subjetivación, capaces algunas veces de oponerse a las relaciones de poder y de independizarse de ellas” (Deleuze, 2015: 134). De sus tareas comunitarias, con niños y jóvenes, en el béisbol, Lidia Cano pasó a representar a los trabajadores del ferrocarril afectados por la privatización y luego a los ex braceros. Sus primeras actividades comunitarias constituyeron un “espacio de socialización ‘bisagra’”, en el que desempeñó tareas asociadas a la procuración y cuidado de otros en el espacio público; fueron actividades de enorme importancia para la construcción de su agencia (Araoz Robles, 2020: 112-114).

Además, el proceso le permitió definir una agenda para la conservación de la memoria del Programa Bracero en su localidad: un monumento. Sobre ese punto debemos subrayar que las condiciones de producción de la memoria son un acto de auto definición, por lo que Lidia Cano muestra autonomía al consolidar una agenda propia y comunitaria de trabajo, en donde, sin desconocer las prioridades definidas por otros líderes, ella ha podido definir prioridades en su desempeño como representante de los ex braceros.

Figura 3
Figura 3
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Monumento Al bracero, Empalme, Sonora

Noé Josué Valenzuela Tapia

Develado en octubre del año 2016, el monumento Al bracero en la ciudad de Empalme subraya la comprensión de doña Lidia sobre las narrativas de la memoria y las múltiples formas en las que se puede reivindicar el papel de los trabajadores agrícolas a partir del patrimonio material. El monumento devela su papel como negociadora y, aquí subraya, tanto el carácter local de los escultores, como el del presidente municipal que la apoyó, Carlos Enrique Gómez Cota, a quien ella entrenó en el béisbol cuando niño. El monumento nos descubre, también, capas de significados en las que la historia de las mujeres en migración, como la de Lidia Cano, merecen recuperarse y volverse aún más visibles.

Conclusiones

Sin duda, el ser hija de un ferrocarrilero y esposa de un ex bracero le ha conferido a Lidia Cano reconocimiento por parte de su comunidad, sin embargo, en el movimiento de los ex braceros ella ha tenido que labrar una senda propia. Ejemplo de lo anterior es que, pese a ya encontrarse vinculada a la lucha por la devolución del fondo de ahorro su nombre no aparezca en la relación de dirigentes de la obra Historia de un ahorro sin retorno (Astorga Morales, 2017: 209).

El testimonio de las páginas anteriores subraya el hecho de que la migración bajo el Programa Bracero tuvo efectos en sectores sociales más allá de los señalados por el modelo migratorio. Es también la historia de una ciudad: Empalme, Sonora; y de un proceso continuo: la movilidad y la migración.

Desde hace dos décadas Lidia Cano ha dirigido sus esfuerzos a la devolución del fondo de ahorro de quienes firmaron uno de los más de cuatro millones de contratos de trabajo en el marco de la bracereada. No sólo eso, para ella el resarcimiento que se debe a los ex braceros tiene que ver también con la historia y el presente de Empalme. Su balance sobre el programa invita a mirar un escenario que subraya la capacidad de decisión individual y colectiva, en un rememorar introspectivo, pero también en un diálogo que afirma el saberse partícipe de un proceso social más amplio.

Sus tareas como representante de los ex braceros –ya no sólo del municipio de Empalme, sino también del de Hermosillo–; la manera cómo ha trabajado para generar una memoria colectiva sobre el programa en su localidad; y, las dificultades que advierte dentro del movimiento por la restitución del fondo de ahorro parten de una reflexión en la que el trabajo comunitario constituye una piedra angular.

La significación del programa en las narrativas personales, de manera específica en la suya, nos permite advertir su interés no sólo por preservar la memoria sobre los trabajadores que se contrataron en Empalme para ir a Estados Unidos, sino su incansable labor para generar condiciones que proporcionen calidad de vida y reduzcan las tribulaciones que, a su avanzada edad, experimentan los ex braceros. En este sentido, una de sus mayores habilidades ha sido tejer puentes de negociación con autoridades de distinto nivel y procurar la llegada de programas sociales para la población mayor. En octubre de 2009, nos comentaba sobre la gestión que llevaba a cabo con la Secretaría de Desarrollo Social para “satisfacer el fondo de ahorro y conseguir descuentos en las tierras del panteón” para los extrabajadores.[21]

La presencia de la autoridad no la amedrenta, por lo contrario, advierte con claridad que ella ha tenido que negociar para obtener algún beneficio para las personas que representa, pero ha sido firme respecto a no permitir el uso del movimiento con objetivos ajenos. Lo sintetiza es una frase: “sabes con quién puedes lograr algo y con quién no. Y si no lo sé yo, alguien más lo advierte”,[22] por eso considera que una de sus acciones más importantes ha sido involucrar a los propios trabajadores en las demandas y peticiones que buscan beneficiarlos o resarcir el agravio del fondo de ahorro retenido. Con base en lo anterior, consideramos que su liderazgo tiene un plano de horizontalidad que convoca e involucra a la comunidad de la que forma parte y representa.

Su empeño para erigir un monumento que retratara las andanzas de quienes se contrataron como braceros permite afirmar su convicción en las palabras que expresó –durante la primera entrevista que realizamos con ella–, en el año 2009: “La historia de Empalme es la historia de los braceros y la historia la escribimos todos”.[23]

Finalmente, la historia de vida de Lidia Cano y su liderazgo nos permiten advertir que las mujeres en migración han sido, en buena medida, las articuladoras de la memoria de esos procesos y han jugado un papel de primera importancia en la lucha por los derechos de los migrantes.

Ciudad de México, mayo 2021.

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Siglas y referencias

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El Imparcial. Diario Independiente de Sonora, Hermosillo, Sonora.

El Porvenir. El Periódico de la Frontera, Monterrey, Nuevo León.

Notas

[1] Agradezco al Lic. Noé Josué Valenzuela Tapia, del Museo Ferrocarrilero de Empalme, su apoyo permanente para dialogar sobre el papel de los braceros, la movilidad y los procesos migratorios en esta ciudad sonorense.
[2] VIII Censo General de Población-1960. Estado de Sonora (1963). México: Secretaría de Industria y Comercio, Dirección General de Estadística, p. 40.
[3] IX Censo General de Población-1970. Estado de Sonora (1971). México: Secretaría de Industria y Comercio, Dirección General de Estadística. Recuperado de:

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[4] IX Censo General de Población-1970. Estado de Sonora (1971). México: Secretaría de Industria y Comercio, Dirección General de Estadística. Recuperado de:

https://www.inegi.org.mx/programas/ccpv/1970/#Tabulados

[5] Se trata de 1,207 inmigrantes. Censo 2020 Principales resultados Estados Unidos Mexicanos. (2020, Enero 25). Recuperado de:

https://inegi.org.mx/contenidos/programas/ccpv/2020/doc/Censo2020_Principales_resultados_EUM.pdf. Panorama sociodemográfico de México. Recuperado de:

https://www.inegi.org.mx/programas/ccpv/2020/tableros/panorama/

[6] El número de historiadoras, sociólogas y antropólogas que anteceden este análisis es numeroso, pero cuatro trabajos han resultado fundamentales en torno al problema de la subjetivación: Gail Mummert (2010); Ana E. Rosas (2014); Patricia A. Schechter (2012); y de muy reciente aparición Larisa L. Veloz (2023).
[7] Entrevista realizada a Lidia Cano, Empalme, Sonora, el 7 de marzo de 2020, por Diana Irina Córdoba Ramírez.
[8] Entrevista realizada a Lidia Cano, Empalme, Sonora, el 7 de marzo de 2020, por Diana Irina Córdoba Ramírez.
[9] Entrevista realizada a Lidia Cano, Empalme, Sonora, el 3 de octubre de 2009, por Diana Irina Córdoba Ramírez.
[10] Entre marzo y abril de 1951 estos conflictos y las soluciones que se trataba de dar a la concentración de trabajadores se hicieron presentes en la prensa, algunos de los artículos que expusieron la problemática son los siguientes: “Hospitalidad incondicional del Estado a Nuestros Braceros”; “Gestiones a favor de los braceros”. El Imparcial. Diario Independiente de Sonora, núm. 4120, 24/3/1951. “Primer incidente serio con los braceros”. El Imparcial…, núm. 4131, 6/4/1951. “El Imparcial y el grave problema de los braceros”. El Imparcial…, núm. 4141, 18/4/1951.
[11] El término de trabajadores libres se encuentra en la documentación del archivo del estado permanentemente, parece haber sido un término articulado por los funcionarios encargados y observantes de la gestión de las contrataciones. José Jesús Valenzuela C., Proyecto para la erección de una Oficina Controladora de personas aspirantes a trabajadores emigrantes en los campos agrícolas de los Estados Unidos de Norteamérica, Empalme, Sonora, Archivo General del Estado de Sonora [AGES], OM, caja 372, t. 2144. Tres observaciones sobre este documento: no tiene fecha, se encuentra en un tomo dedicado a 1955 y en su contenido se refiere a las contrataciones realizadas en 1960.
[12] Entrevista realizada a Lidia Cano, Empalme, Sonora, el 3 de octubre de 2009, por Diana Irina Córdoba Ramírez.
[13] Estos acuerdos han sido estudiados por Maren Von der Borch (s.f.), Gabriela González Barragán (1988), David Fitzgerald (2006: 259-293), Sergio Chavez (2012: 20-40) y quien escribe estas líneas (Córdoba Ramírez, 2017: 71-150).
[14] Álvaro Obregón a Francisco Gazca, 2 de marzo de 1960, AGES, OM, caja 342, t. 2075. Unión de Crédito Agrícola del valle de Guaymas a Luis Encinas, gobernador del estado, 5 de octubre de 1961, Empalme, Sonora, AGES, OM, caja 372, t. 2144. J. Refugio Bernal S. al presidente municipal de Quiriego, Sonora, Hermosillo, 28 de diciembre de 1962, AGES, OM, caja 342, t. 2076.
[15] “Braceros a Anáhuac y Sabinas Hidalgo”. El Porvenir. El Periódico de la Frontera, núm. 16,271, 6/8/ 1959.
[16] Entrevista realizada a Lidia Cano, Empalme, Sonora, el 7 marzo de 2020, por Diana Irina Córdoba Ramírez.
[17] Informe del Lic. Gustavo Vázquez Romo, sin lugar, 18 de abril de 1962, AGES, OM, caja 372, t. 2144.
[18] No he tenido acceso a esta investigación, pero la conozco por la prensa. “Ex braceros se niegan a recibir miserias”, El Universal, Ciudad de México, 15/4/2012.
[19] Entrevista realizada a Lidia Cano, Empalme, Sonora, el 7 de marzo de 2020, por Diana Irina Córdoba Ramírez.
[20] Entrevista realizada a Lidia Cano, Empalme, Sonora, el 7 de marzo de 2020, por Diana Irina Córdoba Ramírez.
[21] Entrevista realizada a Lidia Cano, Empalme, Sonora, el 3 de octubre de 2009, por Diana Irina Córdoba Ramírez.
[22] Entrevista realizada a Lidia Cano, Empalme, Sonora, el 7 de marzo de 2020, por Diana Irina Córdoba Ramírez.
[23] Entrevista realizada a Lidia Cano, Empalme, Sonora, el 3 de octubre de 2009, por Diana Irina Córdoba Ramírez.
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