Artículos

Un caso de derecha nacionalista rusa en la Argentina de los años ’30: el periódico Russkaia Gazeta

A Case of Russian Nationalist Right Wing in 1930’s Argentina: the Russkaia Gazeta Newspaper

Víctor Augusto Piemonte
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas, Universidad Nacional de San Martín, Argentina

Un caso de derecha nacionalista rusa en la Argentina de los años ’30: el periódico Russkaia Gazeta

Prohistoria, núm. 37, 1-20, 2022

Prohistoria Ediciones

Recepción: 18 Diciembre 2021

Aprobación: 20 Febrero 2022

Publicación: 01 Abril 2022

Resumen: Este estudio reconstruye críticamente la historia de uno de los tantos grupos que desde la colectividad rusa en Argentina dieron vida a una intensa actividad editorial: los nacionalistas de derecha que publicaron el periódico Russkaia Gazeta en 1937. La hipótesis aquí propuesta consiste en señalar que, contrariamente al objetivo mutualista que originalmente había asumido, Russkaia Gazeta no se concentró en atender las necesidades de los inmigrantes rusos en Argentina, sino que fue pensado como un dispositivo de aglutinamiento antibolchevique desde donde se pudieran denunciar las políticas soviéticas.

Palabras clave: Inmigración Rusa, Russkaia Gazeta, Derecha Política, Antibolchevismo, Unión Soviética.

Abstract: This study critically reconstructs the history of one of the many groups that, from the Russian community in Argentina, gave life to an intense editorial activity: the right-wing nationalists who published the newspaper Russkaia Gazeta in 1937. The hypothesis proposed here consists of pointing out that, contrary to the mutualist objective it had originally assumed, Russkaia Gazeta did not focus on serving the needs of Russian immigrants in Argentina, but was thought of as an anti-Bolshevik rallying device from which Soviet policies could be denounced.

Keywords: Russian Immigration, Russkaia Gazeta, Political right, Anti-Bolshevism, Soviet Union.

A partir del siglo XVII, Rusia comenzó a recibir una afluencia significativa de extranjeros. Durante gran parte de la historia del Imperio zarista, la colonización interna ocupó un lugar mucho más destacado que la emigración, por lo que esta última distó de ser masiva hasta la segunda mitad del siglo XIX (Zaionchkovskaia, 2003: 145). Los números de la inmigración superaban holgadamente a los de la emigración. Bajo el reinado de Pedro el Grande, el territorio ruso registró una novedad en las características de los inmigrantes que recibía, ya que comenzaron a llegar especialistas militares, científicos y empresarios potentados (Iontserv, 1999: 206-207). La inmigración al Imperio ruso se redujo drásticamente entre 1904 y 1916, producto del deterioro político y económico provocado por la guerra con Japón y el inicio de la Primera Guerra Mundial (Akhiezer, 1999: 166-168). Tras el triunfo de la Revolución Bolchevique, tanto la inmigración como la emigración en Rusia estuvieron signadas por motivaciones de orden político-ideológico. Los inicios de la experiencia soviética encontraron a un nutrido grupo de “emigrantes blancos” (perseguidos por los bolcheviques o descontentos con el nuevo régimen) queriendo salir del país lo antes posible, pero también se produjo la llegada de decenas de miles de extranjeros que querían tomar parte en el proyecto de construcción socialista. Por tal motivo, la nacionalización y la asignación de derechos políticos para los extranjeros estuvieron contempladas en la Constitución de 1918 (Iontsev, 1999: 216).

Según las consideraciones conceptuales acordadas por Naciones Unidas a propósito de las migraciones, la inmigración rusa en Argentina generó una “corriente migratoria”, en el sentido de que se trató de un “conjunto de migrantes que tienen un área común de destino y un área común de origen” (Elizaga y Macisco Jr., 1975: 9). A lo largo del siglo XIX y las primeras dos décadas del siguiente, fue muy común que las migraciones hacia las ciudades fueran aportadas por las poblaciones rurales internas en busca de trabajo. No obstante, así como ocurrió en otros países con grandes extensiones territoriales en las que no existía una población rural tan abultada, las ciudades de Argentina se poblaron con migrantes procedentes de aquellos países en los que había un alto excedente de población agrícola (Singer, 1974: 675-678). En este sentido, Fernando Devoto (2007: 537, 539) ha señalado que la población extranjera tuvo en Argentina, durante los momentos de mayores movimientos migratorios, el peso relativo más pronunciado de toda América.[1] Entre los extranjeros que encontraron vivienda y trabajo en la ciudad de Buenos Aires se encontraban los rusos que llegaron al país con especial fuerza después del triunfo de la Revolución de Octubre. La historiografía dedicada a la inmigración concentró sus esfuerzos principalmente en el período que va desde 1880 hasta 1910, aunque extendió su interés hasta el declive inmigratorio signado por el estallido de la Primera Guerra Mundial y la crisis del capitalismo abierta en 1929 (Bjerg, 2016: 324). De este modo, si los inmigrantes rusos no llamaron la atención de los investigadores, menos posibilidades todavía tenían de hacerlo aquellos que alcanzaron organicidad en la segunda mitad de la década de 1930.

Este estudio tiene el propósito, por tanto, de contribuir al rescate de la historia de uno de los tantos grupos que desde la colectividad rusa dieron vida a una intensa actividad editorial: los nacionalistas de derecha que publicaron el periódico Russkaia Gazeta .Gaceta Rusa) en 1937. Bajo el subtítulo de “Órgano de pensamiento nacional ruso”, Russkaia Gazeta surgía como una respuesta a la “Dura vida de los emigrantes rusos esparcidos por todo el mundo” (“Tiazhelaia zhizn' russkikh emigrantov razbrosannykh po vsemu zemnomu sharu”), quienes requerían de un medio de comunicación que de manera urgente “sirva a sus intereses, analice sus tareas y hable sobre su vida” (“obsluzhival by ego interesy, razbiral by ego zadachi i govoril by o ego zhit’e- byt’e”).[2] Se planteaba como objetivo ayudar no a un grupo en particular, sino a todos aquellos inmigrantes rusos a quienes el destino había abandonado en un país lejano a su tierra natal, y lo hacía presentándose como el único intento de constituir entre ellos la primera organización verdaderamente rusa en la nación de acogida.[3] Según el periódico, los rusos en Argentina llevaban 19 años viviendo una difícil situación, atravesada por complicaciones para conseguir trabajo y vivienda; entre todos los grupos extranjeros, era la nacionalidad rusa la que enfrentaba las condiciones más desfavorables, y esto se volvía especialmente cierto entre quienes integraban las masas trabajadoras. La hipótesis aquí propuesta consiste en señalar que, contrariamente al objetivo primigenio que había asumido, Russkaia Gazeta no emergió como un instrumento mutualista cuyo objetivo fuera el de atender las necesidades de los exiliados rusos en Argentina y contribuir así a una armónica incorporación en la experiencia cotidiana de cada uno de ellos, sino que fue pensado como un dispositivo de aglutinamiento antibolchevique desde donde se pudieran denunciar los efectos perniciosos de las políticas soviéticas. Desde esta perspectiva, el mejoramiento de la vida de los rusos implicaba operar sobre la realidad rusa (y no sobre la realidad argentina), para provocar un cambio sustancial que diera por tierra con el proyecto comunista y revirtiera todas las medidas que el régimen soviético había implementado.

Estructura, organización, intereses y problemas de sostenimiento

Desde la década de 1870, la Argentina fue el país americano de habla castellana que se caracterizó por disponer de una prensa periódica que crecía de manera exponencial junto con el incremento de su población urbana (Garabedian, 2020: 25-28). De este modo, los inmigrantes que dieron forma a la heterogénea colectividad rusa se encontraron con una infraestructura para la producción y circulación de publicaciones periódicas ya en funcionamiento, lo que de seguro contribuyó a estimular la intensa actividad editorial que llevaron adelante.

El periódico comenzó a publicarse a partir de enero de 1937 y su vida se extendió a lo largo de 10 números.[4] Su frecuencia irregular, ya que por momentos fue quincenal, y por momentos llegaron a transcurrir dos meses enteros hasta su reaparición. Si bien no se encuentran números con posterioridad al décimo número sacado a la calle en el mes de septiembre, tampoco se anunció en la publicación el fin de sus actividades. De hecho, el último de los números, aparecido en el mes de septiembre, convocaba en su página final a la población rusa a leer, difundir y realizar suscripciones del periódico. En el número inicial no se publicitaron suscripciones, aunque se solicitaba a sus lectores que contribuyeran a su difusión, haciéndolo llegar a sus conocidos. Se invitaba también a que los lectores hicieran llegar sus críticas a la redacción toda vez que se encontraran con un artículo que no fuese de su agrado.

Como responsable de la publicación aparecía mencionado el colectivo Unión Patriótica Rusa. La redacción realizó tres mudanzas, situando su oficina para el número inicial en la calle Charrúa 3637, trasladada entre los números 2 al 6 a Rivera Indarte 3724, y terminando sus últimos cuatro meses en Otamendi 494. Russkaia Gazeta cambió también de director, produciéndose el reemplazo de Lomot’ a partir del número 7 por A. Somoff.[5] A partir del número 4 se amplió el contenido del periódico, el número de páginas siguió limitado a cuatro, pero se agrandó el tamaño de la hoja. Russkaia Gazeta se publicó íntegramente en lengua rusa. Existió una única excepción a esta norma. Se trató de un breve recuadro en castellano incluido en la primera página del número 6, aparecido el 25 de mayo. Allí se celebraba otro aniversario de la revolución de 1810 ocurrida en la nación argentina, definida como una “Patria Grande y Generosa”.[6] Quienes elaboraban el periódico se ocuparon de dejar en claro que no lo hacían movidos por el afán de lucro. La publicación se solventaba con la publicación de algunos pocos avisos publicitarios y con el precio de tapa, pero también recibía fondos provenientes de aportes privados que realizaban quienes lo desarrollaban. En la cuarta y última página se publicaban avisos de profesiones liberales, principalmente médicos y abogados. También abundaban las publicidades de librerías y bibliotecas. En su número 4, Russkaia Gazeta se propuso ganar en expansión y mantener la regularidad, por lo que se planteó la necesidad de contar con mayores recursos.[7] Era por ello que se comenzaba a recibir suscripciones para recibir 10 números. El dinero debía remitirse a la administración situada en la calle Serrano 975, cuyo responsable era N. Cholovsky.

Los rusos blancos que emigraron voluntariamente a la Argentina lo habían hecho guiados por su evaluación de los costos y beneficios proyectados a partir del malestar experimentado en Rusia y de las expectativas por la obtención de mejores condiciones de vida en el territorio al que arribaban. Los emigrantes políticos inevitablemente se encontraban disconformes con la realidad política de su país de origen, pero debe recalcarse que ello no implicó necesariamente la mediación de persecuciones por parte del gobierno del que se tomaba distancia (Vorob’eva, Aleshkovskii y Grebeniuk, 2017: 101; Ortuño Martínez, 2010: 23). Fue este un poderoso motivo por el cual convivió en Buenos Aires un gran número de rusos que fundamentaban su distanciamiento físico con Rusia a partir del rechazo que manifestaban contra la Unión Soviética desde posicionamientos políticos disímiles y muchas veces irreconciliables plasmados en un variopinto abanico de publicaciones periódicas. No obstante, en opinión de Russkaia Gazeta, ninguno de esos títulos había defendido los intereses del conjunto de los inmigrantes rusos, sino que habían apenas promovido intereses unilaterales de grupos específicos. El mensuario nacionalista se planteaba el objetivo de remediar esta situación, asumiendo la causa de todos los rusos.[8] De manera imprecisa, Russkaia Gazeta se planteaba atender los temas que se relacionaban con Rusia y el pueblo ruso. Se invitaba por ello a todos los inmigrantes rusos a escribir al editor sobre sus dudas, problemas y necesidades. En el pedido de colaboraciones al público general se aclaraba que era innecesario el envío de textos con un lenguaje elaborado y un estilo cuidado, lo que permite dar cuenta de las pretensiones del periódico de llegar a todos los niveles culturales de la población rusa en Argentina. La convocatoria presumía de tanta amplitud que esperaba también la recepción de comentarios de todos aquellos que no estaban de acuerdo con la línea editorial de Russkaia Gazeta.

Tal como ha sostenido Manuel Loyola, el método implicado en la indagación histórica de la edición impresa, exige “la imbricación entre los productos y sus contextos, a la luz de lo cual siempre será posible inferir y proponer nuevas indagaciones y preguntas en una perspectiva de saber que, por definición, es limitada y provisional” (Loyola, 2020: 145). En este sentido, urge señalar que el contexto argentino mucho dice acerca de las condiciones generales que posibilitaron la emergencia de publicaciones de derecha y de ultraderecha, al mismo tiempo que tenía lugar el silenciamiento de voces contestatarias de izquierda. Las expresiones anarquistas y comunistas fueron duramente reprimidas por la larga dictadura iniciada con el general Uriburu. Todas sus actividades fueron ilegalizadas, por lo que sus instrumentos de comunicación fueron clausurados. La misma suerte corrieron las organizaciones de inmigrantes. Es por eso que desde 1930 las publicaciones periódicas de izquierdas de rusos en Argentina tienen una existencia fugaz, en tanto que la continuidad legal de los diarios y revistas de derechas nunca fue puesta en entredicho (Adamovsky y Koublitskaia, 2012).

Tras afirmar que sus raíces se encontraban única e inexorablemente en Rusia, los nacionalistas rusos alegaron sentirse en la obligación de interceder frente a los padecimientos que experimentaban los habitantes de su país de origen. Después de sostener que “La sangre rusa corre por nuestras venas, hierve y burbujea” (“V zhilakh nashikh bezhit russkaia krov’, burlit ona i klokochet”),[9] la publicación dejaba constancia de que la indiferencia ante las noticias provenientes de la lejana patria no era opción para sus artífices. En este sentido, se hacía constar que el año 1937 había marcado un punto de inflexión en la historia soviética.[10] Como contrapartida al crecimiento sin freno de la virulencia estatal, entendían los redactores de Russkaia Gazeta que la defensa de los derechos humanos en Rusia estaba atravesando una fase expansiva en contra de la represión bolchevique. La toma de conciencia ante la crueldad a la que era sometido el pueblo ruso a manos del comunismo llevaba a los jóvenes, a la intelligentsia y al campesinado a implicarse cada vez más en la denuncia social con vistas a revertir la realidad política.[11] Pero no alcanzaba con los repudios individuales, sino que se requería canalizar el descontento en la unificación de fuerzas y en la conformación de una plataforma clara y definida. El periódico nacionalista tenía puestas muchas esperanzas en que esto ocurriera en el corto plazo. El pueblo ruso no era ya el único destinatario del uso masivo del terror, sino que el mismo se estaba haciendo sentir de manera creciente en las filas del propio Partido Bolchevique. El círculo de Stalin estaba ejerciendo un predominio físico además de político sobre el conjunto de los miembros y jerarquías del partido. La invención policial de conspiraciones contra el jefe bolchevique y sus más cercanos colaboradores estaba a la orden del día. Cualquiera podía ser detenido bajo la sospecha de actividades contrarrevolucionarias. El empleo habitual y a gran escala del terror se debía, en el análisis de Russkaia Gazeta, a la pérdida de conexión con el pueblo y al deterioro en la confianza hacia el partido incluso entre quienes hasta ese entonces lo habían apoyado. Bajo esta perspectiva, el recurso de la represión era el único mecanismo que garantizaba la supervivencia de los bolcheviques en el Kremlin. De esta manera, se borraban de plano los servicios que podía haber prestado a la legitimación del régimen soviético los logros registrados en la producción a partir de la implementación de los planes quinquenales.

Es interesante destacar el hecho de que, en la lógica de los nacionalistas rusos, el alcance pernicioso de las políticas bolcheviques iba más allá del plano material, ya que redundaban también en la degradación de los principios culturales que el pueblo ruso había logrado consolidar con el paso de los siglos. Esto no impedía a quienes elaboraban Russkaia Gazeta conservar una confianza inquebrantable en el destino promisorio que esperaba por Rusia una vez que fueran superadas las tormentosas pruebas a las que se encontraba sometida en el presente. Era necesario ir más allá del mundo tangible, y aferrarse a la noción compartida por los nacionalistas de lo que debía ser el mundo. El pueblo ruso era llamado a despertar y a prepararse para los eventos transformadores que tendrían lugar en forma inminente.

La derrota sufrida en la guerra civil había dejado a los nacionalistas rusos humillados y obligados a solicitar el ingreso antes las puertas cerradas de una Europa por la cual no sentían demasiado aprecio.[12] Es necesario aquí recordar el enfrentamiento entre eslavofilia y occidentalismo, los paradigmas que partieron en dos el pensamiento político y filosófico de la Rusia decimonónica. Mientras los occidentalistas apelaron a la encuadrar el Imperio en los cánones de la Ilustración y el racionalismo europeos, los eslavófilos renegaron de las reformas introducidas por Pedro el Grande y buscaron redimir la conciencia idealista de un mesianismo nacional que cristalizó en la tesis que reservaba para Moscú el advenimiento de una “tercera Roma” (Hubeñak, 1996: 135,144). Con la eslavofilia, en la cual se referenciaba –sin explicitarlo– la línea editorial de Russkaia Gazeta, recobró protagonismo en el pensamiento ruso la religiosidad, especialmente la orientación eclesiástica. Los eslavófilos sostuvieron que el secularismo estaba llevando a Occidente a la degradación total, por lo que era fundamental establecer una barrera contra las perversiones occidentales reforzando la lógica de la ortodoxia cristiana (Zenkovsky, 1953: 236-237). En este sentido, Russkaia Gazeta promovió la concurrencia de sus lectores a los servicios religiosos ortodoxos y a las bibliotecas especializadas en su lengua materna que tenían lugar en Buenos Aires.

La “lucha blanca”, como la denominaban los nacionalistas rusos, tenía por máximo propósito defender la patria rusa y la fe ortodoxa de los bolcheviques rusos y comunistas de todas partes del mundo. Consideraban que en su país de origen resistía una gran multitud de insatisfechos que continuaba reconociendo la legitimidad de la bandera tricolor que había defendido el Ejército Blanco.[13] La Revolución de Octubre de 1917 había sumido a Rusia en la total oscuridad y el movimiento blanco se presentaba como el único faro capaz de señalar el camino a seguir. La lucha librada por el Ejército Blanco había tenido el efecto virtuoso de detener la expansión del comunismo en Europa, permitiendo sobre todo a Polonia y Alemania repeler a tiempo al ejército soviético. Aunque el bolchevismo se hubiera impuesto en el conflicto fratricida, la Comintern se había visto resentida por el coletazo recibido. Internamente el país había quedado en gran parte devastado. Externamente, se había puesto a prueba la expectativa esbozada por Lenin a propósito del estallido revolucionario occidental que habría de garantizar la pervivencia del régimen soviético. Si tanto la fe ortodoxa como las ideas nacionales lograban conservar su pureza, ello se debía, según se declamaba desde Russkaia Gazeta, al rol de la emigración blanca. De esta manera, los nacionalistas rusos que emigraron a Argentina se ponían en un lugar de superioridad moral e ideológica, al postular la misión histórica que los encontraba como únicos garantes para la recuperación de la grandeza de Rusia.

De la Revolución de 1917 a la avanzada nazi

La Unión Patriótica Rusa concebía la publicación de Russkaia Gazeta como el instrumento fundamental para llevar adelante la defensa del interés del pueblo ruso, que se encontraba padeciendo la hostilidad del gobierno bolchevique. Era necesario lograr la destrucción total del comunismo soviético y de su encarnación internacional, la Comintern. Los nacionalistas advirtieron sobre la imposibilidad de entablar acuerdos con quienes estrangulaban a la población rusa. Si bien Alemania había, a los ojos de este grupo, ayudado a los bolcheviques en el pasado, Hitler buscaba ahora su aniquilación. Pero sus intenciones no eran altruistas, sino que eran el pretexto para la consumación de planes de conquista. Las tensiones generadas por el gobierno alemán provocaban, sin proponérselo, un efecto positivo para la población rusa, ya que Stalin se veía obligado a hacer concesiones en su favor, aliviando así su difícil pasar. Por otra parte, se corría el riesgo de que el pueblo se uniera, en función de las exigencias planteadas por la coyuntura, a un gobierno que detestaba.[14] Los mismos miembros de la Unión Patriótica se presentaban a sí mismos como un colectivo de rusos discretos y ordinarios que habían debido abandonar su patria por motivos de diversa índole y que anteponían la causa rusa por delante de cualquiera de sus intereses individuales. Según su concepción, resultaban repudiables aquellos rusos que anhelaban las contribuciones de alemanes y japoneses para poner en jaque al poder soviético y devolver el orden a Rusia.[15]

El periódico comentaba que ya por 1919, un italiano (cuyo nombre no se mencionaba) había expresado una opinión original sobre el partido bolchevique.[16] La misma consistía en dejar actuar a los bolcheviques con total libertad, pues ellos mismos se ocuparían de auto-destruirse. En la consideración del órgano de la Unión Patriótica Rusa, tras 19 años en el poder, los bolcheviques comenzaban a dar cumplimiento a esta predicción mediante el inicio de los grandes procesos de Moscú.[17] La búsqueda de chivos expiatorios resultaba necesaria para rehabilitar ante el pueblo ruso y el público extranjero los objetivos esenciales del poder soviético. Este último llevaba dos décadas sobreviviendo en la fragilidad que le planteaba el no contar con el apoyo de las masas.[18] Antes bien, el rechazo era tan grande, según este planteo, que el pueblo ruso intentaría deshacerse del Partido Bolchevique en la primera ocasión que se le presentara en ese sentido. La utilización sin precedentes el terror era la contratara de la falta de consenso que padecía el bolchevismo. En sus primeros años de existencia, el bolchevismo había recurrido a la demagogia. No obstante, habiendo advertido que algún día sería descorrido el velo del engaño, se había procedido a la implementación sistemática del terror: la Cheka fue desde el comienzo mismo de la experiencia revolucionaria el instrumento que viabilizó su aplicación práctica. Posteriormente cambió su nominación, pero su sentido original, a los ojos de los nacionalistas rusos de Argentina, se mantuvo incólume. Russkaia Gazeta hizo un llamado a todos los jóvenes rusos para sumarlos a la lucha del pueblo de su país natal por “una vida independiente, mejor y libre” (“za ego nezavisimuiu, luchshuyu i svobodnuiu zhizn’”), en un territorio donde la tortura estaba a la orden del día y era imperioso combatir la injusticia y la arbitrariedad de sus perpetradores.[19]

Los nacionalistas rusos afirmaban que “Tanto en la teoría como en la práctica, los emigrantes rusos son, principal e irreconciliablemente, enemigos de los bolcheviques” (“I po ideye, i po obrazu deystviy russkiye emigranty yavlyayutsya printsipal’nymi i neprimirimymi vragami bolshevikov”).[20] Fortalecido en el plano político internacional, el poder bolchevique ejercía un dominio creciente para aniquilar –en muchos casos de manera física– la emigración rusa, que se había erigido en su enemigo implacable. La irrupción de Russkaia Gazeta había generado agitación en la colectividad rusa de la Argentina, concitando apoyos y detracciones. Los enemigos de la publicación eran enemigos del pueblo ruso. Era por ello que, según se denunciaba, agentes secretos del bolchevismo lanzaban campañas en su contra.[21]

Asimismo, Russkaia Gazeta procuró configurar una red de publicaciones de rusos antibolcheviques en el extranjero con las cuales trazaba afinidad ideológica. Así fue como aparecieron referencias –aunque marginales– a Znamia Rossii .Bandera de Rusia) y Golos Rossii .La Voz de Rusia).[22] La primera era una revista mensual, órgano del Partido Campesino, con suscripciones anuales tanto en dólares americanos como en pesos argentinos, y su contenido proporcionaba información “extensa” y “precisa” sobre la vida de los trabajadores y campesinos en la Rusia soviética. Golos Rossii, por su parte, era presentada como una revista que retrataba los “desastres” sufridos por el pueblo ruso a manos del poder soviético. Ambas publicaciones se proponían desarrollar una lucha incesante contra el comunismo.

Con mayor ahínco, Russkaia Gazeta se comprometió con el grupo de fascistas rusos de Estados Unidos liderados por Anastasii Vonsiatskii. Este movimiento, que se extendió a lo largo de más de veinte años de existencia, estuvo conformado por inmigrantes rusos de diversa pertenencia social y económica, pero que encontraba un motivo de unidad en la voluntad de aportar a la causa por el derrocamiento del régimen soviético y de su reemplazo por un Estado de corte fascista que combinara las experiencias políticas recientes de Italia y Alemania con elementos institucionales propios de la tradición zarista (Stephan, 1978a).[23] Vonsiatskii fundó en 1933 su Organización Fascista de Toda Rusia con sede en el pueblo norteamericano de Putnam, en el estado de Connecticut. El periódico nacionalista ruso editado en Buenos Aires encontró un motivo de celebración cuando la dirección del movimiento fascista ruso tomó la decisión de crear un órgano de prensa que prometía situarse a la vanguardia del frente de lucha anticomunista.[24] A partir de entonces se publicitó en cada nuevo número la suscripción anual al periódico fascista.

Un breve debate tuvo lugar cuando un lector de nombre Oleg envió al periódico una nota de opinión a propósito de las posibilidades que podía llegar a tener el fascismo para su implementación como forma de gobierno en Rusia. Planteaba Oleg que a 160 años de haberse producido la Revolución Francesa, se hacía necesario para la humanidad la cristalización de “una nueva forma del antiguo principio de autocracia” (“novoi forme starogo printsipa edinovlastiia”)[25]. Esa renovación de la autocracia era encarnada por el fascismo, tanto en la versión del racismo alemán como en la vertiente estatista italiana. En todos los casos, el fascismo presentaba un valor positivo irrefutable, ya que la voluntad de las masas se unificaba y subordinaba en torno de un líder que conducía el “resurgimiento nacional”. No obstante, Oleg advertía que una característica inherente a la naturaleza constitutiva del fascismo, y de la que por ende no podría desentenderse, era su temporalidad. Sin conformar una monarquía genuina, el fascismo no se encontraba en condiciones de presentar las credenciales necesarias cuando su perdurabilidad fuera puesta en cuestión al producirse una crisis prolongada o la muerte del líder que se erigía en cabeza del proyecto. Esto hacía que fuera una forma de gobierno endeble antes que sólida. De tal modo, si bien el fascismo podía, apoyado en el sentimiento nacional, estimular un fortalecimiento del poder del Estado, no se encontraba en condiciones de habilitar la instauración de una dictadura indefinida. Esta línea argumentativa llevaba al ocasional articulista a plantear la conveniencia de la implementación de un sistema fascista para los países de Occidente, pero no para Rusia. En su perspectiva, de hecho, la historia rusa era indisociable de la historia de la monarquía. Rusia había superado siempre sus dificultades y encontrado su poderío únicamente bajo un gobierno autócrata. Por lo tanto, Oleg concluía que Rusia tenía la necesidad de desoír el canto de sirenas de las experimentaciones fascistas y trabajar para la reinstauración de una monarquía ortodoxa.

Desde la redacción de Russkaia Gazeta manifestaron a continuación no estar de acuerdo con los pensamientos expresados ​​por Oleg.[26] Aunque la propuesta teórica fuera totalmente ahistórica, se jactaron de la existencia muy temprana de un fascismo autóctono en Rusia, lo que volvía innecesario emular los sistemas que se estaban consolidando en Europa. Antes bien, proponía la redacción del periódico, Mussolini primero y Hitler después habían basado los fundamentos de sus doctrinas en la ideología rusa. Por otra parte, afirmaban los responsables de Russkaia Gazeta que era por completo errónea la suposición de que fascismo y monarquía no eran compatibles, habiendo quedado demostrado esto en la experiencia de la Unión del Pueblo Ruso.[27] Fundada en 1905 y especialmente activa en 1906-1907, esta organización de extrema derecha por-zarista había logrado bajo la dirección de su fundador, Aleksandr Dubrovin, nuclear a cerca de 350 mil personas en alrededor de 4000 células locales. Concluía la respuesta del periódico en la afirmación de que, en lugar de buscar neutralizarla, el zar debió haberse apoyado en la Unión del Pueblo Ruso. De haberlo hecho, la historia rusa contemporánea, sentenciaban, habría sido completamente diferente. En su opinión, quienes sí habían comprendido la importancia de entrar en connivencia con los sectores organizados de la población habían sido justamente Mussolini y Hitler, de allí que hubieran tenido éxito en conquistar el poder y mantenerse en el ejercicio del mismo.

La Unión Patriótica Rusa también dio a conocer las opiniones de Mikhail Grott, discípulo de Vonsiatskii, quien exigió la aniquilación de la Comintern, la derrota definitiva del bolchevismo y la instauración de una Rusia fascista como la única alternativa posible.[28] Todo esto llevaba a los miembros de la redacción de Russkaia Gazeta a insistir, mirando hacia atrás, en que el fascismo no era ni nuevo ni extraño para la población rusa.[29] Asimismo, realizando una proyección hacia el futuro, las ideas fascistas estaban llamadas a desempeñar un rol de primer orden en la conformación de un nuevo Estado fuerte que devolviera la grandeza a Rusia.

El “pre-fascismo”, entendido como concepto ad hoc elaborado para trazar teóricamente una conexión entre el fascismo y las ideas vinculantes que lo precedieron, ha sido identificado con el híbrido entre darwinismo social, irracionalismo, elitismo y futurismo (Davies y Lynch, 2002: 90). Este último elemento estuvo ausente en el ideario político de los inmigrantes rusos que en Argentina manifestaron simpatías por las experiencias italiana y alemana. No podía ser de otro modo, pues mientras Filippo Marinetti denunciaba la enfermedad del “passatismo” que estaba condenando a Italia a la decadencia,[30] los participantes de Russkaia Gazeta encontraban en la recuperación de los valores tradicionales la llave para reencauzar el futuro de Rusia. ¿A qué se debió esta originalidad en el pensamiento nacionalista de derecha ruso? La respuesta está en su rechazo encarnizado a la Revolución Bolchevique. Desde sus comienzos, el régimen soviético había propuesto la necesidad de que se produjeran estallidos revolucionarios en los países más avanzados de Europa, principalmente en Alemania. Y aunque el movimiento obrero alemán había sufrido dos duros reveses en 1918 y en 1923, y a la muerte de Lenin había triunfado la postura stalinista de “socialismo en un solo país” por sobre la propuesta de una “revolución permanente” encabezada por Trotsky, lo cierto es que la Comintern había llevado a cabo su VII Congreso en 1935. La orientación política de Frentes Populares que dispuso por entonces el organismo comunista, fue recibida con gran preocupación por los sectores radicalizados de derechas, temor que no hizo sino amplificarse con los gobiernos de coalición conformados en Francia y España. Esta situación hacía inevitable que al internacionalismo promovido por el movimiento comunista le surgiera casi de manera natural la respuesta nacionalista. Por otro lado, el marxismo había sido asumido en Rusia por los revolucionarios desde fines de siglo XIX como aquella teoría de la industrialización y la modernización que, mediante la superación del atraso económico, permitiría alcanzar el socialismo (Fitzpatrick, 2005: 21). El carácter científico con que los revolucionarios marxistas buscaron diferenciarse de otro tipo de socialismo considerado “no-científico”, contribuyó a revitalizar aquel irracionalismo que había gravitado con peso en el campo cultural europeo a comienzos del siglo XX. De este modo, el internacionalismo y el cientificismo propios del comunismo no pudieron sino convocar a su exacto opuesto en la lógica de la derecha extrema rusa (Epstein, 1975).

No era nueva, no obstante, propuesta de retornar al tradicionalismo y la ortodoxia del tiempo de los zares. El ex general del Ejército Blanco, Ivan Beliaev, había desarrollado el proyecto de dar forma a una comunidad de inmigrantes rusos que se rigiera por los valores políticos y culturales del Imperio Ruso. Su plan era llevar a cabo su propósito entre las poblaciones indígenas, por considerar que no estaban viciadas por la civilización imperante en aquella Europa en la que había hecho escala antes de arribar a la Argentina (Golubev, sf). Para ello, Beliaev había intentado materializar su proyecto en Buenos Aires, pero sin obtener el éxito esperado, razón por la que decidió irse del país en 1924 e intentar nueva suerte en Paraguay (Sabennikova, 2015: 419; Tereshchuk, 2016: 104-105).

1937, un año de radicalizaciones

La Unión Soviética aprobó a finales de diciembre de 1936 una nueva Constitución, que llegaba para reemplazar a aquella que se encontraba vigente desde 1924. Según el órgano de los nacionalistas rusos en Argentina, a partir de este hecho muchos periódicos extranjeros habían comenzado a dedicar espacio en sus páginas para referir al cambio en la política interna que estaba teniendo lugar en el régimen soviético a partir de una supuesta democratización.[31] En opinión de Russkaia Gazeta, el problema residía en que los periódicos extranjeros producían sus notas favorables al bolchevismo impulsados por el dinero inyectado por organizaciones de propaganda con sede en el Kremlin. Si bien era esperable, sostenían los nacionalistas antisoviéticos, que fueran cooptados varios medios de prensa internacionales financiados en forma espuria por Moscú, les resultaba llamativo el hecho de que fueran muchos periódicos realizados por emigrantes rusos quienes recurrían a esas mismas mentiras y engaños para presentar una realidad idílica de la Unión Soviética. Los agentes de la Comintern eran responsables directos de que en muchas de esas publicaciones Stalin fuera considerado “líder del pueblo”. Era por ello que Russkaia Gazeta consideraba la conveniencia de acudir a los testimonios de aquellos observadores extranjeros que hubieran visitado la Unión Soviética y grabado sus impresiones, pues su “objetividad e imparcialidad está fuera de toda duda” (“ob’ektivnost’ i bespristrastnost’ kotorykh stoit vne vsiakogo somneniia”).[32] Era rescatado a este respecto un artículo publicado en la prensa norteamericana por A. Smith, un obrero que había pasado cerca de tres años en Rusia. Allí el autor comparaba la posición del obrero promedio soviético con aquella que atravesaba el obrero promedio de Estados Unidos. La revista transcribió un fragmento del texto y aseguró que su contenido hablaba por sí solo y no requería interpretación.

Smith se presentaba como minero devenido ingeniero, con 16 años de membresía en el Partido Comunista de Estados Unidos. Su esposa también había estado afiliada al comunismo. La pareja norteamericana decía considerar la ideología comunista como “nuestra religión” (“nashei religiei”). El minero norteamericano contaba cómo al llegar a la Unión Soviética le habían enseñado fábricas, hospitales, orfanatos, museos. Todo parecía indicar que se trataba de un país muy desarrollado. Smith declaró haber asistido a reuniones secretas del Partido Comunista en donde, lógicamente, no se permitía el ingreso de no partidarios. La vida soviética real difería con mucho de la vida ideal propuesta por los folletos de propaganda. Smith arribaba a la conclusión de que la Unión Soviética distaba de ser el paraíso obrero que las voces oficiales pregonaban. Antes bien, era un sistema que promovía tan “terrible esclavitud” (“uzhasnom rabstve”) que lo había llevado a adoptar la decisión de abandonar el país.[33]

Pero no todas las informaciones suministradas por Pravdadistorsionaban la realidad. Cuando los problemas eran evidentes, no se los podía ocultar, aunque se podía relativizarlos. Así, los nacionalistas rusos destacaban que la propia prensa moscovita –insospechada de atentar contra la autoridad del gobierno estalinista– estaba dando señales de alarma sobre el desempeño del Plan Quinquenal en el año 1937. Los malos resultados recientes en la producción habían hecho mella en el optimismo soviético, lo que dio paso a la proliferación de acusaciones por sabotaje y espionaje japonés, alemán y trotskista. El desánimo era tal que había llevado al fin del stakhanovismo, cuyo desarrollo dependía del voluntarismo fundamentado en la confianza y las expectativas generadas por el proyecto industrializador. Entre algunos de los factores económicos que explicaban esta incipiente desazón se mencionaban como ilustrativos el déficit significativo en la extracción de carbón, hierro y acero, la baja arrastrada desde el año anterior en la producción de kilovatios registrada por las centrales eléctricas y la capacidad ociosa en la planta automotriz de la ciudad de Gorky (cuya planta, diseñada para la fabricación de 85 vehículos diarios, se encontraba produciendo un tope de 40 automóviles diarios). La muerte de Sergo Ordzhonikidze en febrero de 1937, Comisario del Pueblo de Industria Pesada de la Unión Soviética desde enero, fue señalada como una de las causas de la ralentización que atravesaba la producción industrial. Mientras que Stalin había planteado que cuanto más se acercaba la Unión Soviética al comunismo mayores serían los atentados destinados a minar el éxito del proceso, para Russkaia Gazeta era evidente que cuanto más fallaba el plan de industrialización , más hincapié ponía el gobierno soviético en buscar chivos expiatorios.[34]

Los nacionalistas rusos destinaban un lugar central al desarrollo de las industrias nacionales, puesto que su propósito era el de proporcionar autonomía económica y militar al país. Fue así como Russkaia Gazeta destacó el hecho de que en Argentina existiera desde larga data un interés por desarrollar una industria nacional.[35] Nacidas al calor de la Primera Guerra Mundial, en un contexto signado por el cese de la importación de bienes industriales procedentes de Europa, las expectativas favorables al surgimiento de una industria autóctona a partir de la necesidad de sustituir importaciones volvieron a recibir impulso con la crisis económica –no se hablaba en el periódico ruso de “crisis del capitalismo”– abierta en 1929. Las disminuciones registradas por las exportaciones y las importaciones se habían acompañado de un alza inusitada en el precio de los bienes extranjeros. Esta situación generaba la promesa de una rentabilidad excepcional, por lo que constituía un estímulo sin par para la producción local. No obstante, se señalaba que las dificultades para encontrar reservas propicias de carbón y hierro complicaban las intenciones de emprender la industria pesada. La inversión industrial en el país había terminado por recaer en el gran capital extranjero y las ramas de mayor crecimiento eran aquellas que dependían de la producción local de materias primas, principalmente la industria alimentaria y la industria liviana. Como parte de su oposición al pensamiento occidental, los nacionalistas rusos se manifestaron contrarios al liberalismo económico, puesto que destacaron la posibilidad de ejercer control de divisas por parte del Estado como instrumento de protección de la industria nacional.

Además de interesarse por las perspectivas que podía ofrecer el crecimiento del nacionalismo en el país en que se habían instalado, Russkaia Gazeta tomó partido por el levantamiento del bando nacional en España, en la confianza de que los acontecimientos peninsulares contribuían a mellar los intereses de la Unión Soviética. Stalin había comprometido su apoyo con la defensa del gobierno de la Segunda República, en tanto que los gobiernos nazi-fascistas de Alemania, Italia y Portugal habían hecho lo propio con los militares golpistas sublevados. Las tensiones generadas en la escena política internacional a partir del desarrollo de la guerra fratricida en España estaban al rojo vivo para agosto de 1937. En la perspectiva nacionalista esgrimida por los nacionalistas rusos, la batalla librada en Bilbao constituía el paradigma de aquella situación.[36] En su imaginario, la guerra civil española reproducía las antinomias que se habían desatado con la guerra civil rusa: el despotismo de los “rojos” del mundo entero, aglutinados ahora en los frentes populares, se deshacía en esfuerzos denodados para detener las operaciones liberadoras de los “blancos”. Bajo la caracterización de “rojos”, como era habitual en los diarios de derecha de la época, el periódico barría con la heterogeneidad de fuerzas –políticas, sindicales, sociales– que componían el variopinto espectro integrado en el bando republicano. Las analogías no terminaban allí. Aunque gran parte de la prensa que Russkaia Gazeta consideraba controlada por los bolcheviques había previsto una derrota rutilante en el frente de Guadalajara, este combate había distado de concluir al igual que aquel que había signado en Novorossiisk el éxodo del otro Ejército Blanco, el de los nacionalistas rusos.[37] Se trazó una analogía entre Francisco Franco y Piotr Wrangel, motivada en la comprensión de que ambos generales habían luchado por los pilares de la “idea blanca” –la justicia, la cultura y la libertad– con un puñado de soldados contra un ejército que lo superaba en cantidad y poderío.[38]

Asimismo, Russkaia Gazeta atribuyó a la Comintern la organización de las “ofensivas” del gobierno republicano.[39] Así, en su particular mirada, no solo era el comunismo internacional el que ejercía un dominio absoluto sobre la autonomía española, sino que además sus acciones no eran defensivas, dado que eran los comunistas mismos quienes producían los ataques. Luchar contra el gobierno republicano era igual a luchar contra las aspiraciones de dominación del comunismo mundial encarnado en la Comintern.

Consideraciones finales

Alrededor de dos millones de rusos habían tomado la decisión de abandonar su país de nacimiento tras el triunfo de la Revolución Bolchevique. La gran mayoría de ellos lo habían hecho por razones políticas. Los denominados “rusos blancos” se expandieron por Europa, Estados Unidos y Argentina. Dentro de este grupo de detractores de la experiencia soviética, los nacionalistas de derecha que dieron forma a Russkaia Gazeta conformaron un grupo numéricamente escaso, aunque muy llamativo por su extremismo. Identificados con el más rancio antibolchevismo, se interesaron por los conflictos internacionales que implicaban un choque brutal entre la derecha y el mundo de las izquierdas en general. Así, tendieron puentes con la España de los nacionales sublevados, que en 1937 estaba incrementando sus avances sobre la Segunda República democráticamente electa. Toda causa que hiciera mella en el movimiento comunista, tendría efectos beneficiosos en la profundización de la descomposición del régimen soviético. Fue también esta postura la que llevó a saludar la aparición del periódico estable de los fascistas rusos de Estados Unidos y a defender a su cabeza más visible, Anastasii Vonsiatskii, cuando fue acusado de cometer acciones ilícitas.

El diario fue pensado en términos de un órgano suprapartido que debía darse una plataforma amplia para mejorar la vida de los rusos. No obstante, las páginas del periódico de los nacionalistas rusos giraron alrededor de Rusia y no había en ellas más noticias sobre la actualidad argentina que aquellas que atañían a la celebración de servicios religiosos o algunas muy esporádicas menciones a la situación económica. La vida del periódico se organizó en torno a la denuncia de la naturaleza social del régimen soviético. La “dictadura bolchevique” aparecía como una reedición del yugo ejercido por los tártaros y, de igual modo, no podía sino tener un carácter transitorio. De hecho, los nacionalistas decían estar “convencidos de que pronto debería caer” (“ona dolzhna skoro past’”).[40] Si bien el pueblo ruso estaba exhausto, era también cierto, a los ojos de los detractores del gobierno bolchevique, que el descontento en su contra crecía a pasos agigantados, sobre todo entre la juventud rusa. Entre las tareas centrales esbozadas por Russkaia Gazeta se encontraban trazar un acuerdo sobre el principio de “nacionalismo”. En su definición cumplía un rol central la cultura nacional, la cual, en la perspectiva de los nacionalistas rusos, era contraria a la muerte, al caos, a las destrucciones. La restauración de la cultura rusa, su puesta a resguardo, era la llave maestra que conduciría al bienestar de los rusos que no abrazaban el cosmopolitismo y el internacionalismo que enarbolaban los revolucionarios rusos triunfantes en 1917.

Para 1930, tuvo lugar en Argentina una importante merma en el arribo de inmigrantes europeos y un incremento de la migración interna. Pese a ello, Susana Novick sostuvo que “la crisis no afectó la ideología que relacionaba inmigración europea con progreso nacional, aún fuertemente arraigada en la sociedad argentina” (Novick, 2014: 265). Pero los inmigrantes rusos de Russkaia Gazeta no se consideraban europeos, y por ende no parecieron considerarse afectados por las expectativas que las políticas migratorias estatales pudieran reservarles. Antes bien, el interés de los rusos nacionalistas estuvo centrado en contribuir al progreso de su propio país de pertenencia, y había una única forma en que podían llevarlo a cabo: colaborar en la denuncia del régimen soviético y propiciar su destrucción definitiva.

Referencias bibliográficas

Adamovsky, E. y M. Koublitskaia (2012). “Publicaciones de la colectividad rusa en Argentina: un inventario crítico”. Estudios Migratorios Latinoamericanos, 26 (72), 51-96. http://ezequieladamovsky.blogspot.com/2014/03/publicaciones-de-la-colectividad-rusa.html

Akhiezer, A. S. (1999). “Emigratsiia kak indikator sostoianiia rossiiskogo obshchestva”. Mir Rossii (4), 163-174.

Bjerg, M. (2016). “La inmigración en la Argentina un mito fundacional y un problema historiográfico”. Revista Electrónica de Archivos y Fuentes (7), 322-329.

Carrère d’Encausse, H. (1983). El poder confiscado. Gobernantes y gobernados en la URSS. Emecé.

Davies, P. y D. Lynch (2002). The Routledge Companion to Fascism and the Far Right. Routledge.

Devoto, F. J. (2007). “La inmigración de ultramar”. En S. Torrado (Comp.), Población y bienestar en la Argentina del primero al segundo centenario. Una historia social del siglo XX. Tomo I (pp. 531-548). Edhasa.

Elizaga, J. C. y J. J. Macisco Jr. (1975). Migraciones internas. Teoría, método y factores sociológicos. Centro Latinoamericano de Demografía.

Epstein, K. (1975). “A new study of fascism”. En H. A. Turner, Reappraissals of Fascism (pp. 2-25).New Viewpoints.

Fitzpatrick, S. (2005). La revolución rusa. Siglo XXI.

Garabedian, M. (2020). “Lectores y periódicos españoles en la Ciudad de Buenos Aires (1870-1910)”. En N. De Cristóforis (Dir.), Los españoles en Buenos Aires. Activismo político e inserción sociocultural (1870-1960) (25-62). Teseo.

Getty, J. A. y O. V. Naumov (2001). La Lógica del Terror: Stalin y la autodestrucción de los bolcheviques, 1932-1939. Crítica.

Golubev, V.P. (s/f). “Ob avtore i knige”. En Ivan Timofeevich Belyaev, Zapiski russkogo izgnannika. S/l, s/e, s/p. https://litresp.ru/chitat/ru/%D0%91/belyaev-ivan-timofeevich/zapiski-russkogo-izgnannika/1

Hans, R. (1964). “Was There a Russian Fascism? The Union of Russian People”. The Journal of Modern History, 36(5), 398-415.

Hohler, S. (2013). “Russian Fascism in Exile. A Historical Phenomenological Perspective on Transnational Fascism”. Fascism (2), 121-140.

Hosking, G. (2012). Russia and the Russians. From Earliest Times to the Present. Penguin Books.

Hubeñak, F. (1996). “La formación del pensamiento nacional ruso”. Prudentia Iuris (41), 127-162. https://repositorio.uca.edu.ar/handle/123456789/10555

Iontsev, V. A. (1999). Mezhdunarodnaia migratsiia naseleniia: teoriia i istoriia izucheniia. Dialog MGU.

Loyola, M. (2020). “La función de lo soviético en Chile. La actuación editorial del inmigrante ucraniano Boris Orjikh”. Cuadernos de historia (53),145-166.

Marinetti, F. T. (2009). “Fondazione e manifesto del futurismo. Pubblicato dal «Figaro» di Parigi il 20 febbraio 1909”. En G. D. Bonino (Sel.), Manifesti futuristi (pp. 37-44). BUR.

Modolo, V. E. (2016). “Análisis histórico-demográfico de la inmigración en la Argentina del Centenario al Bicentenario”. Papeles de Población, 22 (89), 202-222.

Novick, S. (2014). “Migraciones y políticas en el Cono Sur: el caso argentino”. En P. Galeana (Coord.), Historia Comparada de las Migraciones en las Américas (pp. 251-277). Universidad Nacional Autónoma de México.

Ortuño Martínez, B. (2010). El exilio y la emigración española de posguerra en Buenos Aires, 1936-1956. Tesis doctoral, Universidad de Alicante.

Sabennikova, I. V. (2015). Rossiiskaia emigratsiia (1917-1939): sravitel’no-tipologicheskoe issledovanie. Direct-Media.

Schlögel, K. (2014). Terror y utopía. Moscú en 1937. Acantilado.

Shenfield, S. D. (2001). Russian fascism: traditions, tendencies, movements. M. E. Sharpe.

Singer, Paul (1974). “Migraciones internacionales y desarrollo”. Comercio Exterior, XXIV (7), 673-679. http://revistas.bancomext.gob.mx/rce/magazines/410/3/RCE4.pdf

Stephan, J. (1978a). “The Saga of a Russian Fascist in Connecticut”. The New York Times, 14/7/1978. https://www.nytimes.com/1978/07/14/archives/the-saga-of-a-russian-fascist-in-connecticut.html

Stephan, J. (1978b). The Russian Fascists. Harper Collins Publishers.

Tereshchuk, A. (2016). La asimilación lingüística de los inmigrantes rusos en Barcelona. Tesis doctoral, Facultad de Filología de la Universitat de Barcelona.

Vorob’eva, O. D., I. A. Aleshkovskii y A. A. Grebeniuk (2017). “Transformatsiia rossiiskoi emigratsii na rubezhe XX-XXI vv.”. Vek globalizatsii (4), 100-111.

Zaionchkovskaia, Zh. A. (2003). “Emigratsiia v dal’nee zarubezh’e”. Mir Rossii (2), 145-150.

Zenkovsky, V. V. (1953). A History of Russian Philosophy, vol. 1. Columbia University Press/Routledge & Kegan Paul Ltd.

Notas

[1] El censo de 1914 contabilizó 7.903.662 habitantes, entre los cuales 2.357.952 eran extranjeros. Si bien esta proporción representaba un tercio de la población total, para el caso de la Capital Federal la relación entre nativos y extranjeros era casi de 1 a 1 (Modolo, 2016: 211, 213).
[2] “K chitateliam”, Russkaia Gazeta. Organ Russkoi Natsional’noi Mysli (en adelante RG), año 1, N° 1, enero de 1937, p. 1.
[3] “Pochtovyi iashchik”, RG, año 1, N° 1, enero de 1937, p. 4.
[4] El periódico tuvo una segunda época entre 1967 y 1974.
[5] Lamentablemente no hemos podido recabar datos biográficos sobre los dos directores responsables del periódico, así como tampoco de quienes participaron en sus páginas en calidad de redactores.
[6] “1810 – 25 de mayo – 1937”, RG, año 1, N° 6, 25 de mayo de 1937, p. 1.
[7] “Fond ‘Russkoi Gazety’”, RG, año 1, N° 4, 23 de abril de 1937, p. 4.
[8] “Pochtovyi iashchik”, RG, año 1, N° 2, febrero de 1937.
[9] “Russkaia Gazeta”, RG, año 1, N° 4, 23 de abril de 1937, p. 1. [Tanto esta traducción del ruso como las que siguen son nuestras]
[10] Esta cuestión ha sido minuciosa y brillantemente desarrollada por Schlögel (2014).
[11] “Sobytiia priblizhaiutsia”, RG, año 1, N° 7, 1 de agosto de 1937, p. 1. La cuestión cultural fue central en Rusia para la construcción de una identidad nacional. Este era un punto fundamental, ya que, tal como ha señalado Geoffrey Hosking, “ni el Estado imperial ni la iglesia ortodoxa habían logrado proyectar una imagen de la ‘rusianidad’ o generar una narrativa de la historia y las tradiciones de Rusia que fuera capaz de atraer a los rusos de un amplio espectro social. Por esa razón, escritores, músicos, pintores y personas activas en las artes escénicas estaban intensamente preocupados por la identidad nacional” (2012: 344).
[12] “Nasha Vera”, RG, año 1, N° 8, 15 de agosto de 1937, p. 1.
[13] S. Prokopovich, “Znachenne, boloi bor’by”, RG, año 1, N° 8, 15 de agosto de 1937, p. 3.
[14] O. L., “Nashi tseli”, RG, año 1, N° 1, enero de 1937, p. 2
[15] “Kto my?”, RG, año 1, N° 1, enero de 1937, p. 2.
[16] “Bol’shevizm izzhivaet sebia”, RG, año 1, N° 2, febrero de 1937, p. 3.
[17] En efecto, la represión al interior de la dirección del partido fue feroz. Para el momento en que se celebró el XVIII Congreso del Partido Comunista ruso, 98 de los 139 miembros con que contaba su Comité Central habían sido ejecutados en el marco de los procesos de Moscú (Carrère d’Encausse, 1983: 72). Por otra parte, vale aclarar que la interpretación acerca del origen y la dinámica del uso de la represión entre los componentes de la dirección soviética fue oportunamente complejizada con el inicio del nuevo milenio por la historiografía a partir del acceso a archivos documentales hasta entonces vedados a la consulta. En esta línea se encuentra el estudio pionero (ya clásico) de John Arch Getty y Oleg Naumov (2001), el cual ha demostrado la existencia de cambiantes grupos de interés que, superando las intenciones iniciales del propio Stalin, alentaron la fluidez de la dinámica represiva a gran escala.
[18] “Chem derzhatsia bol’sheviki”, RG, año 1, N° 3, marzo de 1937, pp. 2-3.
[19] “Pochtovyi iashchik”, RG, año 1, N° 3, marzo de 1937, p. 1.
[20] “Sposoby razlozheniia Russkoi emigratsii”, RG, año 1, N° 6, 25 de mayo de 1937, p. 1.
[21] “Vykhod odin”, RG, año 1, N° 4, 23 de abril de 1937, p. 1.
[22] RG, año 1, N° 4, 23 de abril de 1937, p. 4.
[23] En 1939, Vonsiatskii acabó concluyendo, irónicamente, que Stalin había representado el papel de “el último nazi”, puesto que había provocado más muertes comunistas que Hitler, Mussolini y Chiang Kai-shek juntos (Stephan, 1978b: 373).
[24] V. Tomashinksii, “Rukovoditel’ Russkim Fashistskim Dvizheniem v Yuzhnoi Amerike”, RG, año 1, N° 7, 1 de agosto de 1937, p. 3.
[25] “Priemlem li fashizm?”, RG, año 1, N° 7, 1 de 1937, p. 3.
[26] “Ot redaktsii”, RG, año 1, N° 7, 1 de 1937, p. 3.
[27] Sobre este grupo de la ultraderecha rusa, ver Hans (1964).
[28] Mikhail Grott, “My ispoveduem…”, RG, año 1, N° 9, 1 de septiembre de 1937, p. 1. Grott fue uno de los más destacados animadores del fascismo ruso y colaboró con los periódicos fascistas rusos de Estados Unidos, Asia y Europa (Hohler, 2013: 127).
[29] La investigación académica parece haberles dado la razón a los miembros de Russkaia Gazeta en este punto. El antecedente más lejano de un “proto-fascismo” ruso fue localizado por Stephen Shenfield en el Berlín de 1875, donde tuvo lugar la publicación de Conservadorismo Revolucionario, un breve libro considerado pionero en ese sentido. Firmada por dos escritores de orientación eslavófila, Yuri Samarin y Fedor Dmitriev, esta obra atacó las primeras fases de la modernización encaradas por el zarismo. De todos modos, concluye el autor, las tradiciones fascistas heredadas en Rusia fueron muy endebles y los partidos fascistas rusos emergieron con la emigración, sin generar impacto real en su patria (Shenfield, 2001: 26-27, 260).
[30] Marinetti había sostenido en su célebre manifiesto “Admirar un cuadro antiguo equivale a verter nuestra sensibilidad en una urna funeraria, en lugar de proyectarla a lo lejos, en violentos chorros de creación y acción. ¿Quieren malgastar todas sus fuerzas en esta eterna e inútil admiración del pasado, de la que salen fatalmente exhaustos, disminuidos y pisoteados?” (“Ammirare un quadro antico equivale a versare la nostra sensibilità in un'urna funeraria, invece di proiettarla lontano, in violenti getti di creazione e di azione. Volete dunque sprecare tutte le vostre forze migliori, in questa eterna ed inutile ammirazione del passato, da cui uscite fatalmente esausti, diminuiti e calpesti?”) (2009: 42). [La traducción es nuestra]
[31] “Pravda o Rossii”, RG, año 1, N° 5, 2 de mayo de 1937, p. 2.
[32] “Pravda o Rossii”, RG, año 1, N° 5, 2 de mayo de 1937, p. 2.
[33] “Pravda o Rossii”, RG, año 1, N° 5, 2 de mayo de 1937, p. 2.
[34] “Novyi Proval. Plan sovetskoi pro myshlennosti na 1937 g.”, RG, año 1, N° 4, 23 de abril de 1937, p. 2.
[35] “Promyshlennost’ Argentiny”, RG, año 1, N° 6, 25 de mayo de 1937, p. 2.
[36] “Voennyi obzor”, RG, año 1, N° 7, 1 de agosto de 1937, p. 1.
[37] “Voina est’ – voina budet”, RG, año 1, N° 7, 1 de agosto de 1937, p. 3.
[38] “Voina est’ – voina budet”, RG, año 1, N° 7, 1 de agosto de 1937, p. 3.
[39] “Voennyi obzor”, RG, año 1, N° 7, 1 de agosto de 1937, p. 1.
[40] “Russkaia Gazeta”, RG, año 1, N° 4, 23 de abril de 1937, p. 1.
HTML generado a partir de XML-JATS4R por