Artículos

Izquierda y derecha peronista como categorías de análisis o los 34 días de disputa institucional en torno a la Universidad de Buenos Aires, 1974

Peronist Left and Peronist Right as Analytic Categories or 34 Days of Institutional Disputes around the University of Buenos Aires, 1974

Sergio Friedemann
Universidad Pedagógica Nacional, Argentina
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Universidad de Buenos Aires, Argentina

Izquierda y derecha peronista como categorías de análisis o los 34 días de disputa institucional en torno a la Universidad de Buenos Aires, 1974

Prohistoria, núm. 37, 1-26, 2022

Prohistoria Ediciones

Recepción: 15 Octubre 2021

Aprobación: 22 Diciembre 2021

Publicación: 15 Febrero 2022

Resumen: El artículo contribuye al debate acerca de la pertinencia de las categorías de izquierda y derecha para abordar los conflictos intraperonistas de los 60/70 en Argentina. A través de fuentes orales y escritas, se analizan las disputas en torno a las políticas universitarias entre la Universidad de Buenos Aires y el Poder Ejecutivo Nacional a poco de comenzar el gobierno de Isabel Perón. Asimismo, se observan posiciones moderadas, centristas o con pretensión de equidistancia, concluyendo que izquierda y derecha peronista resultan categorías válidas como polos de un continuum más que como expresiones dicotómicas y excluyentes, aún en un contexto de polarización y competencia centrífuga.

Palabras clave: Izquierda, Derecha, Peronismo, Años 70, Universidad.

Abstract: This paper contributes to the debate on the pertinence of the categories of Left and Right to address the conflicts within Peronist factions in Argentina during the seventies. Through oral and written sources, it analyzes the disputes on higher education policies between the University of Buenos Aires and the National Executive Power shortly after the beginning of Isabel Perón’s government. Additionally, moderates, centrists, and so claimed equidistant positions are observed, concluding that Left and Right Peronism are valid categories as poles of a continuum rather than as dichotomous and mutually exclusive expressions, even in a context of polarization and centrifugal competition within the party.

Keywords: Left, Right, Peronism, Seventies, University.

Introducción

El 25 de mayo de 1973 el peronismo volvía a gobernar la República Argentina 18 años después del golpe de estado que lo derrocó. Cuatro días más tarde, las universidades nacionales fueron intervenidas para ponerlas, se dijo, “al servicio del pueblo”.[1] Dentro de la alianza de gobierno, fueron en su mayoría los sectores de la izquierda peronista (en adelante, IP) quienes tuvieron a su cargo la responsabilidad de gobernar las universidades públicas del país.

El peronismo había atravesado un importante desarrollo de un sector de izquierda que iba a hacer suyas ciertas articulaciones novedosas de la época, como la del nacionalismo con el marxismo y el cristianismo revolucionario. El apoyo a la revolución cubana, la reivindicación de la China de Mao, un latinoamericanismo tercermundista y antiimperialista y la confianza en que la vuelta de Perón podía constituir un avance en el camino hacia el socialismo, fueron algunas de sus características. En casi todos los casos, la IP apoyó la lucha armada, y cuando la llegada al gobierno por vía electoral fue una posibilidad, iba a distinguir dicho logro de una hipotética toma del poder por parte del pueblo (González Canosa, 2018; Tocho, 2020).

También la derecha peronista (en adelante, DP) se radicalizó (Carnagui, 2020), dando lugar a una polarización creciente y una competencia centrífuga (Sartori, 2005) al interior del movimiento.[2] Las posiciones centristas o más moderadas tuvieron su lugar en la amplia coalición gobernante durante las presidencias de Cámpora y Perón, aunque la derecha ganaría posiciones de forma gradual hasta consolidarse durante el gobierno de María Estela Martínez.[3]

Este artículo pretende contribuir a los debates actuales acerca de la pertinencia de las categorías de IP y DP, asumiendo el desafío de ir más allá de definiciones generales sobre estas nociones para ingresar en el terreno específico de lo sectorial y a escala situada. En particular, se trata de visualizar qué contenido asumieron en torno a la cuestión educativa–universitaria ciertas adhesiones políticas en un contexto de enfrentamiento abierto entre la universidad más grande del país y el ministerio bajo cuya órbita se emplazaba. Se utilizan diversas fuentes primarias como entrevistas en profundidad, documentos institucionales y prensa gráfica, entre otras.

El texto se organiza en cuatro apartados. En el primero se argumenta, frente a algunas objeciones, que las categorías de izquierda y derecha resultan útiles para abordar los conflictos intraperonistas de la época como polos de un continuum más que como expresiones dicotómicas y excluyentes. En el segundo, se repasa de manera sintética el proyecto universitario impulsado por la IP en la Universidad de Buenos Aires (UBA). El tercero se detiene en un breve período en el que los conflictos entre IP y DP cobraron mayor relevancia institucional, cuando las autoridades de la rebautizada Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires, designadas durante la gestión de Jorge Taiana al frente del Ministerio de Cultura y Educación, resistieron y se enfrentaron a las políticas universitarias impulsadas por el nuevo ministro Oscar Ivanissevich bajo la presidencia de Isabel Perón. En el cuarto apartado se incorporan algunos ejemplos de posicionamientos centristas, moderados y/o con pretensión de equidistancia, a los fines de visualizar que ellos también tuvieron lugar en la alianza de gobierno, aunque no lograran prevalecer en la conducción del rumbo universitario. Una breve mención a ciertos discursos de Perón muestra que no era ajena a su percepción la idea de que izquierda y derecha podían convivir al interior del movimiento heterogéneo que él pretendía equilibrar.

Las categorías de izquierda y derecha peronista

Ha sido recurrente, tanto desde la teoría como desde la política contemporánea, el cuestionamiento a las categorías de izquierda y derecha, así como las respuestas a esas objeciones (Bobbio, 1995; Mouffe, 2011). En el caso de la historia del peronismo, el problema se potencia debido a la pretensión de escapar a la disyuntiva entre los polos de poder de la segunda posguerra que marcaron su surgimiento, bajo la idea de tercera posición. En los años sesenta, sin embargo, la consigna del no alineamiento y el tercermundismo habilitaron al desarrollo de expresiones de izquierda, socialistas y/o antiimperialistas no subordinadas a la geopolítica soviética. La llamada “nueva izquierda” global se destacó en la revitalización de los debates al interior del marxismo. Ahora, intelectuales inmersos en esta tradición de pensamiento buscaban recuperar sus fundamentos críticos frente al dogma, su filosofía frente a la doctrina. Ni Perón ni el peronismo fueron inmunes al ciclo global que estallaría en el 68.

Más allá de los reparos a las categorías de izquierda y derecha a escala planetaria, que tuvieron un nuevo impulso a partir de los años 90 con “el fin de los grandes relatos”, en Argentina el debate acerca de la existencia de izquierdas y derechas al interior del peronismo corrió por cavilaciones diferentes. IP y DP son categorías todavía hoy utilizadas u objetadas, pero en pocos casos problematizadas. La inestabilidad de los significados de izquierda y derecha (Agüero & Bohoslavsky, 2020) –cuestión válida al interior de identidades políticas– hace que resulte más prudente persistir en una periodización –años 60 y 70– antes que arriesgar formulaciones mucho más generales.

Algunas objeciones resultan estimuladoras, aunque suelen impugnar a las categorías en sí mismas con fundamentos que en rigor están dirigidos a sus usos no cuidados. Por ejemplo, que no deberían adjudicarse a la IP acciones y discursos que sostuvo su expresión hegemónica a comienzos de los 70, la organización Montoneros (Denaday, 2017; Slipak, 2015). Se desprende que la IP no resulta un campo homogéneo y que se deben considerar una multiplicidad de expresiones internas. En cuanto a los primeros años de la “resistencia peronista”, coincidimos en que resulta apresurada la identificación de los llamados “duros” o “intransigentes” con la noción de IP (Denaday, 2017; Ehrlich, 2020).[4] De modo análogo, ha sido cuestionada la identificación lineal entre DP y la Alianza Anticomunista Argentina (triple A) así como su sinonimia con el llamado “peronismo ortodoxo” (Besoky, 2016; Ladeuix, 2016).

Otra observación tiene que ver con que la militancia no se ha identificado como perteneciente a una IP (Ehrlich, 2020). Esto es cierto en la mayoría de los casos. Pero no ha sido infrecuente la adscripción a cierto sector del peronismo, añadiendo el adjetivo de revolucionario, o bien ocupando el lugar de una tendencia interna. Lo que aquí sostenemos, empero, es que las categorías pueden resultar válidas en términos analíticos, más allá de sus usos nativos, se trate o no de autonominaciones. La propuesta, más que descartar o aceptar de antemano categorías por su carácter analítico o nativo, consiste en dar cuenta de cuál es la utilización realizada desde la producción historiográfica, y para el caso de los usos analíticos, ensayar posibles definiciones o aproximaciones.

Tampoco la DP se ha identificado a sí misma bajo ese epíteto. Nacionalistas de derecha asumieron, igual que sus pares antagónicos, encarnar el verdadero peronismo, ubicando a la otredad en el lugar de infiltrados. La teoría del infiltrado, pues, operó hacia ambos polos (Friedemann, 2021b). Pero también construyeron una otredad quienes pretendieron ubicarse en un centro o distantes de ambos extremos (Garrido, 2020). La existencia de escalas de grises, así como aquellos casos difíciles de clasificar dentro de la díada izquierda/derecha, no anula la posibilidad de delimitar ciertas facciones al interior del movimiento que sí disputaron su rumbo. En síntesis, las categorías de IP y DP permiten delimitar a ciertos actores, pero no a todos. En ambos casos, se trata de conjuntos heterogéneos de contornos difusos que se constituyen de manera relacional y que se ubican hacia los extremos de un continuo. Este reclama para sí escalas de grises, pretensiones centristas, casos difíciles de ubicar, fluctuaciones, desplazamientos y alianzas hacia uno y otro lado de una topografía dinámica y no dicotómica.

Para los años 60 y 70, resulta viable definir a la IP como una zona político-intelectual y un conjunto heterogéneo de grupos, redes y actores que articularon en su proyección política elementos deudores de la tradición marxista y/o de izquierdas con la identidad peronista. La DP, en cambio, se destacó por su anticomunismo y en no pocas ocasiones su antisemitismo, entre otras características (Besoky, 2016). A su vez, es posible una agenda de trabajo que permita avanzar en esas delimitaciones a partir de observaciones empíricas sectoriales y situadas, como pueden ser en torno a propuestas de políticas públicas, intervenciones académico-profesionales o posicionamientos político-ideológicos específicos. En este estudio nos enfocamos en las políticas universitarias nacionales y su impacto en la universidad porteña.

Izquierda peronista: la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires

El 25 de mayo de 1973, cuando Cámpora asumió la presidencia de la Nación, la IP aguardaba ocupar más espacios institucionales de los que finalmente obtuvo (Bernetti, 1983). Ninguno de los ministros era un miembro claro del conjunto que empezó a nominarse como “tendencia revolucionaria” del peronismo.[5] No obstante, con varios ministerios existió un vínculo estrecho o alianzas más o menos cristalizadas, y al interior de ellos tuvo lugar cierta participación de la IP. El Ministerio de Cultura y Educación, bajo la gestión de Jorge Alberto Taiana, fue uno de los principales. En la UBA asumió como rector el historiador marxista y peronista Rodolfo Puiggrós, referente de las juventudes, la IP y de su intelectualidad. Otros espacios fueron los gobiernos de las provincias de Buenos Aires, Salta, Mendoza, Córdoba y Santa Cruz. Unos pocos lugares en la Cámara de Diputados, en legislaturas provinciales y municipales, intendencias, etc., pueden ser también contabilizados.

En la UBA, rebautizada por Puiggrós como Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires, la mayoría de los decanos interventores eran parte de la IP. El secretario general del rectorado fue Ernesto Villanueva, un joven sociólogo que había participado de las Cátedras Nacionales de la Facultad de Filosofía y Letras y era militante de Montoneros. Cuando a Puiggrós le solicitaran la renuncia en el mes de octubre, una movilización del movimiento estudiantil impediría que asuma su reemplazante –el decano de Odontología Alberto Banfi, designado por el Poder Ejecutivo–.[6] En cambio, fue Villanueva quien ocuparía el cargo.

En la época circuló el epíteto de “decanos montoneros”, aunque en rigor es probable que ninguno de ellos perteneciera a esa organización. Podían ser simpatizantes, periféricos o adherentes a la idea de patria socialista, entre otros significantes que Montoneros y sus agrupaciones de superficie lograban hegemonizar. En los años 60 habían participado de redes y grupos estudiantiles, profesionales y/o disciplinares. Además de las Cátedras Nacionales, hemos identificado grupos de la Facultad de Arquitectura, una red de abogados peronistas defensores de presos políticos, médicos y sanitaristas, un grupo de científicos que se rodeó en torno a la figura de Rolando García, entre otras “experiencias configuradoras” (Friedemann, 2021b). Llegado 1973, encontraron la oportunidad de institucionalizar sus postulados, aunque también resistencias por parte de otros sectores del peronismo. Estas diferencias en torno a propuestas político-técnicas y profesionales transcendía los muros universitarios y se expresaba en la creación de diversas usinas de pensamiento, grupos político-técnicos o Think Tanks (Denaday, 2018). El Consejo Tecnológico del Movimiento Nacional Justicialista que dirigía Rolando García, por ejemplo, sería recordado por Leopoldo Frenkel –a cargo del Consejo de Planificación– como demasiado utópico, por pretender la “estatización de las unidades productivas que proporcionaban bienes de consumo masivo” (Fernández Pardo & Frenkel, 2004 : 152). Si Frenkel –un peronista “ortodoxo”– fue favorecido como intendente de la Ciudad de Buenos Aires, en la UBA iban a destacarse los sectores de la izquierda del peronismo.

De ese modo, la UBA comenzó un proceso de refundación institucional que incluyó desde el cambio de su nominación hasta la transformación de los planes de estudio y la proclamación de una pedagogía liberadora. Desde la mirada de los reformadores, la universidad previa era vista como elitista, cientificista y al servicio del imperialismo. Elitista, porque solo unos pocos podían acceder a los estudios universitarios. Cientificista, porque la ciencia aparecía como un fin en sí mismo, y pro-imperialista, porque las investigaciones que la universidad realizaba y el contenido que enseñaba no tenían que ver con las reales necesidades del país y su pueblo, sino que estaba ligada a los intereses económicos de los monopolios y de las potencias. Se sostuvo que la universidad había sido una isla, y que ahora debía dejar de estar aislada de los verdaderos problemas que ataban al país a la dependencia. En cambio, se proclamó la construcción de una “nueva universidad” o “universidad del pueblo”, que debía colocarse “al servicio de la liberación nacional”.[7]

La implantación del ingreso irrestricto, levantando los exámenes y cupos, significó una duplicación de los ingresantes por año entre 1972 y 1974. En cuanto a lo pedagógico, las políticas educativas de todos los niveles educativos se vieron imbuidos por la pedagogía de la liberación que promovía el brasileño Paulo Freire, invitado a la Argentina para presentar un programa de alfabetización de adultos. En el nivel universitario también se instaló con fuerza la propuesta de transformar los métodos de enseñanza y otorgar un lugar más activo al estudiante. En esa dirección, se impulsaron nuevas formas de evaluación, con mayor peso al trabajo grupal y la autoevaluación estudiantil, lo cual despertó fuertes reacciones. La masividad producto de la apertura en el ingreso podía contrastar con las propuestas de una educación freireana basada en el diálogo, pero ello no impidió la búsqueda de técnicas novedosas en aquellas materias masivas para los ingresantes. Además, se postuló que debían superarse las diferencias entre trabajo manual y trabajo intelectual, promoviendo situaciones de aprendizaje en espacios productivos. Tal vez, el mayor énfasis en cuanto a las transformaciones impulsadas estuvo fijado en la propuesta de un modelo de universidad centrado en la vinculación del conocimiento con la sociedad y el estado: se trataba de una mirada instrumental de la institución universitaria, que la colocaba al servicio de causas que la trascendían, ya sea formulada en términos de “liberación nacional y social”, o la más moderada de “reconstrucción nacional”. Más allá de estas consignas grandilocuentes, es en el análisis de las medidas concretas, de los convenios firmados por la universidad, de la creación de institutos y centros de investigación, de las resoluciones y sus fundamentos, en las normativas y publicaciones institucionales y en las iniciativas de las diferentes facultades que puede observarse esta noción de que la universidad debía cumplir funciones relacionadas a la resolución de problemas sociales y nacionales y sobre todo de las clases trabajadoras, que aparecían como el sujeto privilegiado del cambio social que se proclamaba.[8]

Políticas públicas de similar tenor ideológico, e incluso con trayectorias que se movilizaban entre lo universitario y lo gubernamental, han sido observadas en otros ámbitos, como el caso de la Provincia de Buenos Aires bajo el gobierno de Oscar Bidegain, obligado a renunciar en enero de 1974 (Pozzoni, 2015; Tocho, 2020). Ya hemos enumerado otros espacios institucionales en los que la “tendencia revolucionaria” tuvo participación. Al promediar el segundo semestre de 1974, ya se habían perdido esos lugares en los que tuvo injerencia la organización Montoneros, sus “agrupaciones de superficie” o “frentes de masas”, militantes cercanos a ellos (“periféricos” o “satélites”), simpatizantes de esa organización o militantes y adherentes de otras agrupaciones de la IP, como las Fuerzas Armadas Peronistas, el Peronismo de Base o el Movimiento Revolucionario Peronista, entre otras menos conocidas. En no pocas ocasiones, el significante utilizado por la IP para autoidentificarse fue el de “Juventud Peronista” (JP)[9], como el caso de los diputados nacionales afines a este conjunto más o menos heterogéneo. Ocho de ellos renunciaron por haber sido expuestas sus diferencias con Perón cuando se impulsó una reforma al código penal y el líder los recibió para conversar con las cámaras de televisión encendidas. Las otras provincias mencionadas, por su parte, sufrieron golpes de estado o intervención federal (Servetto, 2010) y las universidades nacionales también fueron intervenidas. Todo ello fue llevando a la IP a una marginación creciente al interior de la alianza gobernante. La derecha nacionalista, que también actuaba dentro del movimiento, se ocupó de presionar para que esos desplazamientos se realicen. En un clima de conflictividad y violencia creciente, con la aparición y asesinatos en serie de la triple A, la llegada a la presidencia de Isabel tras la muerte de Perón el 1º de julio de 1974 terminó de definir el conflicto entre izquierda y derecha a favor de esta última, aunque nuevos clivajes comenzarían a tener lugar, como la disputa entre verticalistas y antiverticalistas (Ladeuix, 2021).

Antes de ello, existieron escenarios de conflicto abierto en los que, además de visualizar enfrentamientos violentos, es posible detenerse a observar diferencias en torno a las políticas públicas. Eso es lo que sucedió durante 34 días en la rebautizada Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires, cuyas autoridades resistieron al cambio de elenco gobernante en el Poder Ejecutivo y a las nuevas políticas universitarias.

Izquierda y derecha peronista: 34 días de enfrentamiento institucional

Perón murió el 1º de julio de 1974 y la relevó en el cargo su esposa y vicepresidenta María Estela Martínez. Vicente Solano Lima, sobre quien volveremos, era el rector de la UBA desde la sanción de la ley universitaria en marzo de 1974, además de secretario general de la presidencia. Pero renunció a sus dos cargos cuando murió Perón y como rector lo reemplazó el decano de Farmacia y Bioquímica, Raúl Laguzzi. Según Villanueva, era “uno de los decanos nuestros”.[10] Laguzzi reconstruyó su paso por esa experiencia como alguien que “estaba cerca de la JP, pero no pertenecía orgánicamente”.[11]

Hace tiempo que las disputas intraperonistas limitaban las posibilidades de éxito de la reforma universitaria. El periodismo no dudaba en presentar una batalla al interior del gobierno entre sectores “marxistas” y “peronistas” o de “izquierda” y “ortodoxos”.[12] Cuando Isabel Perón nombró el 14 de agosto de 1974 a Oscar Ivanissevich como ministro de Educación, desplazando a Taiana,[13] cualquier observador podía aseverar que la cuestión en el ámbito educativo se terminaba de definir a favor de los segundos. Todavía con Perón vivo, el “documento reservado” del Consejo Superior del Movimiento Nacional Justicialista, dado a conocer el 2 de octubre de 1973 poco después de la muerte del secretario general de la CGT José Ignacio Rucci, había llamado a purgar a los elementos marxistas de los ámbitos de gobierno. El documento prescribía, por ejemplo, que “se impedirá toda propaganda de los grupos marxistas máxime cuando se presenten como si fueran peronistas, para confundir”.[14] Desde la prensa montonera se puso en duda la veracidad del texto y se lo adjudicó a maniobras de grupos herederos de la dictadura, “infiltrados en el movimiento”.[15] Lo cierto es que la renuncia de Puiggrós se anunciaba en simultáneo con el documento y la universidad sería considerada por la IP, en especial por la JUP subordinada a Montoneros, como el último bastión dentro de las estructuras estatales, frente a quienes se acusaba de ser “la reacción imperialista infiltrada en el seno de nuestro movimiento”.[16] En síntesis, para los grupos en contienda se trataba de una controversia entre un nosotros –los verdaderos peronistas– y un ellos, los infiltrados. A pesar del documento reservado, del desplazamiento de Puiggrós y el sucesivo recambio de rectores, hasta septiembre de 1974 pudieron mantenerse los lineamientos político-académicos y conservaron sus cargos la mayoría de las autoridades de la UBA.

Pero durante 34 días, antes de ese relevo, sucedió esta rareza. Las autoridades peronistas de la Universidad de Buenos Aires, designadas por el Poder Ejecutivo del gobierno peronista, iban a protagonizar una escalada de conflicto contra el Poder Ejecutivo del nuevo gobierno peronista. La Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires se opuso con acciones concretas a las políticas universitarias del nuevo ministro nombrado por Isabel, Oscar Ivanissevich. Las categorías de izquierda y derecha peronista pueden resultar útiles para diferenciar a grupos antagónicos que se autodefinieron como peronistas y acusaba al otro de no serlo, de ser un infiltrado. No se asumían de izquierda o de derecha, pero el exterior constitutivo –el infiltrado– era para unos el trotskismo/marxismo, mientras que para los otros era la reacción imperialista.

Para el diario La Nación, la llegada del nuevo ministro significaba una inminente “rectificación” de la política universitaria, y una “aceleración de una definición dramática entre el peronismo ortodoxo y la izquierda”.[17] Las facultades fueron ocupadas por la estudiantil Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA, rebautizada entonces como Federación Universitaria para la Liberación Nacional de Buenos Aires: FULNBA) como respuesta al cambio ministerial y en defensa de la continuidad de la política universitaria. La Juventud Universitaria Peronista (JUP), que conducía la FULNBA, consideraba a Taiana como “el único ministro que realmente cumplió con los postulados del 11 de marzo de 1973”, en alusión al día de las elecciones en las que triunfó Cámpora.[18]

Ivanissevich se posicionó en contra de los principales ejes de transformación universitaria impulsada con anterioridad. Por ejemplo, planteó que la investigación debía realizarla el sector privado, al tratarse de “un gasto que no pueden soportar los países en desarrollo”. El gobierno anterior, en cambio, había postulado la investigación científica universitaria en función de las necesidades nacionales como herramienta para salir de la dependencia. También se manifestó el nuevo ministro en contra del ingreso irrestricto, “un golpe bajo a la fe de los jóvenes”. Su argumento era que anulaba “los valores humanos perfectibles”, al negar la posibilidad “del esfuerzo de perfección ascensional del ser humano que conoce sus insuficiencias, pero no quiere admitirlas”.[19] Su discurso era tradicionalista, nacionalista-católico y anticomunista. Acusaba a “la conjura internacional del marxismo” por la situación que se vivía en “las universidades sublevadas”, por “lavarle el cerebro a alumnos y maestros”, mientras llamaba a “una lucha a muerte para conservar la Patria de San Martín y Perón”.[20] En poco tiempo, la “misión Ivanissevich” iba a alcanzar a casi todas las universidades nacionales.[21]

Las facultades de la UBA seguían tomadas por el movimiento estudiantil cuando Ivanissevich afirmó que había “desorden en la universidad”[22] y empezaron a circular rumores acerca del reemplazo del rector. Pero Laguzzi respondió, en conferencia de prensa, que si las universidades estaban ocupadas era “para preservar el orden e impedir que se rompa la política universitaria que se viene llevando a cabo desde mayo del año pasado”.[23] Era la propia institución la que respaldaba la toma de edificios, frente a la “lucha a muerte” convocada por el ministerio. Mayo del 73 era colocado como un mito de origen que marcaba el camino a recuperar ante el cambio de rumbo propuesto por el gobierno nacional.

En las mismas declaraciones, y en contra de los dichos de Ivanissevich, el rector Laguzzi confirmó el ingreso irrestricto para la UBA, e incluso su ampliación a quienes adeudaban materias del último año del secundario. También afirmó que había pedido una audiencia con el nuevo ministro, sin obtener respuesta.[24] Esto último permite visualizar un intento por conservar las vías institucionales de una disputa que tenía múltiples escenarios: las calles, las facultades, la prensa política y también las propias instituciones estatales. Algunos decanos protagonizaron clases públicas a modo de protesta, como Adriana Puiggrós en Filosofía y Letras, y Alfredo Ibarlucía de Arquitectura. En pocas semanas hubo atentados a autoridades de la universidad, represión en manifestaciones estudiantiles, allanamientos en las unidades académicas y detención de gran cantidad de estudiantes.[25] Montoneros pasaba a la clandestinidad y el gobierno prohibía publicaciones de la IP.[26]

Agrupaciones universitarias de la DP, como la Confederación Nacional Universitaria (CNU), impulsaban de igual modo una “lucha frontal contra el enemigo sinárquico en el campo universitario, absolutamente en sus manos”. Como “enemigos del justicialismo” y “de la Nación”, ubicaba en la universidad a “las más variadas corrientes de la decadencia y la corrupción intelectual como el racionalismo, iluminismo, liberalismo, marxismo, trotzkismo, progresismo o judeo-cristianismo”.[27] Se produjeron atentados con bombas a la decana de Filosofía y Letras, Adriana Puiggrós,[28] al rector del Colegio Nacional Buenos Aires, Raúl Aragón y al rector de la UBA Raúl Laguzzi, en cuyo domicilio una explosión causada por la Triple A mató a su bebé de cinco meses el 7 de septiembre. El número 42 de la revista El Caudillo de la tercera posición,[29] publicada el día anterior, responsabilizaba a Adriana Puiggrós (“una marxista de triste apellido”) y a Raúl Laguzzi del “desorden que un grupo de marxistas irresponsables intenta perpetuar en las casas de estudio”, y proponía una solución “drástica y definitiva”, “cirugía mayor” para terminar con el “nido subversivo”, “así haya que cerrar por un tiempo la puerta de unas cuantas facultades”. Según la revista, la universidad era “el último reducto que le queda a la tendencia [y] tiene que ser saneado cueste lo que cueste”.[30]

En un discurso por el día del maestro, Ivanissevich dijo que, según la ley, estaban dadas las condiciones para intervenir la Universidad de Buenos Aires. Se burló de Laguzzi –por haber dicho que los estudiantes ocuparon las facultades para protegerlas– y afirmó que “usarlas para la subversión es atacar directamente la jerarquía del Estado y la integridad de la República”. Como venían pidiendo El Caudillo y la CNU, advirtió: “Para muchos lo que se impone es el cierre de las universidades subvertidas para asearlas, ordenarlas y normalizarlas”.[31]

Como respuesta, el rector Laguzzi y el secretario general Villanueva anunciaron la realización de un plebiscito obligatorio para los días 19 y 20 de septiembre en todas las facultades, “a fin de que cada estamento se pronuncie sobre la política universitaria desarrollada desde el 25 de mayo hasta la fecha”.[32] Según expresaron, Ivanissevich era “antiperonista”, ya que albergaba una concepción similar a la de los “sectores adictos a las dictaduras militares” por sus posicionamientos respecto de la participación política, de la investigación científica y del ingreso.[33] Una vez más, podemos ver cómo las diferencias al interior del movimiento eran abordadas en términos de autenticidad identitaria y exclusión de la otredad. Para las autoridades de la UBA, el ministro e incluso Isabel Perón eran vistos como antiperonistas. El verdadero peronismo, para su ala izquierda, se remontaba a la “primavera camporista”.

El gobierno no permitió la realización del plebiscito, ya que intervino la universidad el día 17. El decreto, firmado por Isabel y por Ivanissevich, afirmaba que era público y notorio que estaban dadas las causales de intervención previstas en la Ley Taiana.[34] Desde la mirada de la UBA, eran el gobierno y las fuerzas represivas legales e ilegales las que provocaban la situación de conflicto. La nueva intervención interrumpía el proceso de “normalización” que se había iniciado seis meses antes con la sanción de la ley, al que restaba llamar a elecciones y delinear los nuevos estatutos.

El decreto designó como rector interventor al abogado Alberto Ottalagano, quien se asumiría como fascista, antimarxista y justicialista (Ottalagano, 1984). Tanto él como Ivanissevich aparecían como encarnando una “misión”[35].

“Los católicos y los argentinos estamos llevados a una prueba de fuego: o justicialistas o marxistas. Serán superados los partidos políticos, se llamen radicales, conservadores, etc., porque todos esos partidos liberales tendrán que escoger entre el justicialismo y el marxismo […]. Aquí y ahora hay que estar con Cristo o contra Cristo. […] Nosotros tenemos la verdad y la razón; los otros no la tienen y los trataremos como tales”.[36]

En este caso eran las autoridades nacionales las que se asumían como el verdadero peronismo (“justicialismo”), ubicando a su par antagónico en la otredad, el marxismo. Esa era la “prueba de fuego”, y los “partidos liberales” debían escoger posición ante la cruzada antimarxista.

Será durante el rectorado de Ottalagano, luego de estos 34 días, que las diferencias en torno a las políticas universitarias se verán cristalizadas en resoluciones de la Universidad de Buenos Aires y en las nuevas designaciones de autoridades. Raúl Zardini había sido decano de Ciencias Exactas durante la dictadura, cargo que tuvo que dejar en 1973. A comienzos de 1974 se opuso a la ley universitaria del peronismo por sus “rasgos marxistas”. Ahora volvía al decanato y afirmaba que “el fascismo conserva su vigencia”. Y no iba a ser un decano más, sino uno de los dos designados por Ottalagano para reorganizar todas las carreras de la universidad. El otro iba a ser Raúl Sánchez Abelenda, de Filosofía y Letras, quien es recordado por haber recorrido las aulas de diversas facultades con un incienso “para exorcizar a los malos espíritus de Freud, Marx y Piaget”.[37]

Los planes de estudio aprobados a principios de 1974 fueron cancelados y se dispuso un sistema único de calificaciones que derogaba los anteriores y las evaluaciones coloquiales.[38] El ingreso irrestricto también fue anulado y cada facultad debía indicar la cantidad de cupos disponibles. Para la asignación de las vacantes, el orden de mérito se realizaría según el promedio obtenido en la escuela secundaria por parte de los aspirantes.[39] Fueron dados de baja todos los alumnos inscriptos el año anterior que no hubieran llegado a cursar ninguna materia[40] y se derogaron las resoluciones que flexibilizaban la regularidad de los alumnos.[41] Además, las normas para ingresar a la universidad a partir de 1975 iban a incluir un certificado policial de buena conducta o de antecedentes personales.[42]

Ante esta situación, la militancia estudiantil conformó una “Comisión Permanente por el Libre Ingreso a la Universidad”, señaló que “el régimen impuesto es discriminatorio y arbitrario”, y pidió que se aplique la ley universitaria y se deroguen las normas restrictivas.[43] Por su lado, la FULNBA calificó al nuevo sistema de ingreso como una vuelta al “viejo anhelo reaccionario de la universidad elitista” y convocaba a los aspirantes a ingresar a “organizarse en torno a los Centros de Estudiantes para luchar contra el nuevo sistema”.[44]

La participación política al interior de las casas de estudio fue reprimida y las asambleas quedaron prohibidas.[45] Esto contrasta con un rasgo extendido durante el período previo: el asambleísmo[46], mecanismo informal de toma de decisiones en el que, en no pocas ocasiones, participaron las autoridades. Si entre 1973-1974 numerosas propuestas político-pedagógicas tendían a borronear las jerarquías institucionales, ahora se destacaba la diferencia de roles entre profesores y funcionarios, por un lado y estudiantes por el otro.

El Instituto del Tercer Mundo “Manuel Ugarte”, que había sido creado durante el rectorado de Puiggrós, cambió de nombre por el de “Instituto de la Patria Grande y la Tercera Posición”[47] y luego sería clausurado. Según la gestión de Ottalagano, “la orientación anterior del Instituto [...] servía para fines políticos ajenos a los intereses de la Nación, a través de la demostración seudo-científica del marxismo como única ideología de los movimientos de liberación de los pueblos del tercer mundo”.[48] Si desde la IP el foco se habría trasladado desde la idea de tercera posición a la del tercer mundo, postulando la unidad latinoamericana –preocupación temprana del socialista Manuel Ugarte–, la visión de Ottalagano contrastaba por su versión hispánica de la patria grande. Como explicaría tiempo después en un programa de televisión –cuando también asumiría el fascismo–, su propuesta era la “restauración del mundo hispánico” (Ottalagano, 1983: 34), la unidad “hipanoamericana”, en tanto “la Argentina es a la América Española, lo que Castilla y Aragón fue a España, lo que el Piamonte fue a Italia y lo que Prusia fue a Alemania: El Estado llamado a lograr su unidad” (p. 36). Además, según la mirada de Ottalagano un peronista no podía no ser católico, y el fascismo era “la temporalización del catolicismo en tiempo y espacio” (p. 6). Ante la pregunta de los periodistas –Bernardo Neustadt y Mariano Grondona– afirmó que, si bien no tenía nada en contra de los judíos, y que incluso tenía amigos judíos, “les aconsejo que se tranquilicen, que se hagan notar lo menos posible para no irritar la ira aria” (p. 10). El problema de Hitler, explicó, fue que le quitó “validez universal [...] al concepto de raza aria, [porque] lo limita a los alemanes y germanos” (p. 6). Como observa Juan Luis Besoky (2016), el anticomunismo –ahora expresado en la lucha a muerte contra el marxismo–, el antisemitismo, y un énfasis en la idea de Hispanoamérica, son todos elementos característicos de la DP.

Las escalas de grises: escenas centristas en una arena polarizada

¿Pueden reducirse los posicionamientos intraperonistas a dos contendientes? La respuesta es negativa, aunque las políticas ejecutadas responden en buena medida a las de una reforma universitaria impulsada por la izquierda del peronismo y su posterior contrarreforma en manos de la derecha. Existe cierto consenso en torno a la creciente polarización que atravesó al movimiento peronista en los tempranos setenta. También se puede afirmar el carácter centrífugo que tuvo la competencia intrapartidaria, tomando esta conceptualización de la teoría de los sistemas de partidos del italiano Giovanni Sartori (2005).[49] Pero incluso desde este enfoque de la ciencia política, la competencia centrífuga se ve favorecida cuando hay un centro político ocupado. Podría establecerse que Juan Domingo Perón no fue el único que intentó ocupar cierta zona de centro en un peronismo cada vez más heterogéneo al regresar al país, aunque el enfrentamiento con Montoneros modificó ese panorama. Veamos in extenso un fragmento de uno de sus discursos más famosos:

“Hoy yo quisiera tratar un tema que es especialmente importante por el momento que vivimos. Y es esa aparente controversia que parece haber producido en algunos sectores del peronismo; la lucha que, aparentemente, ha sido planteada como acusación a una burocracia sindical, por un lado, y a los troskos, por el otro. Indudablemente, en movimientos como el peronista, de una amplitud tan grande y de un proceso cuantitativo tan numeroso, tiene que haber de todo en lo que a ideologías se refiere. Yo siempre he manejado el movimiento peronista con la mayor tolerancia en ese sentido […]. Es indudable que en todos los movimientos revolucionarios existen tres clases de enfoques: de un lado, el de los apresurados, que creen que todo anda despacio, que no se hace nada, porque no se rompen cosas ni se mata gente. Otro sector está formado por los retardatarios, esos que no quieren que se haga nada, y entonces hacen todo lo posible para que esa revolución no se realice. Entre estos dos extremos perniciosos existe un enfoque que es el del equilibrio y que conforma la acción de una política; no ir más allá ni quedarse más acá, pero hacer lo posible en beneficio de las masas, que son las que más merecen y por las que debemos trabajar todos los argentinos”.[50]

Conviene recordar una vez más que los términos izquierda-derecha conforman, desde nuestra mirada, un continuum dinámico, y que las disputas al interior del peronismo eran también disputas por obtener la aprobación y el reconocimiento por parte de Perón en función de las diferentes miradas que podían coexistir en el movimiento. O en otras palabras, los actores buscaron legitimar su propia peronicidad, tal como había sucedido desde los orígenes del peronismo (Garzón Rogé, 2017). No se trata aquí de ubicar a Perón en una topografía ideológica, sino recuperar su propio punto de vista que, también dinámico, cambiante y relacional, fue casi siempre reacio a clasificar al peronismo en torno a la díada izquierda/derecha.[51] Esto suele ser recordado una y otra vez por los objetores de estas categorías políticas de la modernidad para pensar al peronismo. Pero, con frecuencia, se omite que cuando Perón se opuso a identificar a su movimiento como una fuerza de izquierda, o bien de derecha, no lo hizo porque no existiesen a su interior tales componentes ideológicos, sino por su mirada respecto de lo que el peronismo debía expresar como totalidad:

“Nosotros no tenemos prejuicios de ninguna naturaleza, porque así tiene que ser; los movimientos tienen hombres de extrema derecha y de extrema izquierda. Nunca me olvido que cuando organicé esto, vino un día el ministro de Relaciones Exteriores, que era un conservador, el doctor Remorino [...]. Yo había puesto allí a Borlenghi, a Bramuglia, que venían del socialismo, y me dijo: ¡Pero usted está colocando todos comunistas ahí! Y yo le dije: No se aflija Remorino, es para compensarlos a ustedes que son reaccionarios”.[52]

Izquierdas y derechas, aun considerando la inestabilidad de sus significados (Agüero & Bohoslavsky, 2020), convivieron al interior del peronismo a lo largo de los años. No es probable que la polarización centrífuga en la que culminó el retorno del peronismo al gobierno a partir de 1973 haya sido un efecto deseado por Perón, aunque sí se la considere un resultado de la amplitud ideológica en efecto promovida. Al comparar las políticas universitarias de 1973-1974 con las de 1974-1975 prima el antagonismo, porque las posiciones centristas no lograron prevalecer en ninguno de los dos momentos como dominantes.[53] Pero es posible, en términos relativos, ubicar a ciertos actores que no deben identificarse de manera lineal con la IP o con la DP, aunque en ocasiones hayan quedado atrapados en determinada alianza con alguno de los polos.

Un caso a considerar es el del propio ministro Jorge Alberto Taiana. Si bien fue uno de los ministros que mejor vínculo tejió con las agrupaciones juveniles de la IP, donde se ubicaba su hijo Jorge Enrique[54], es difícil aceptar que se hubiera “convertido al marxismo”, como fue sostenido desde la extrema derecha. Ejemplo ilustrativo es que si desde la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires llegó a postularse que las universidades privadas debían ser reabsorbidas por el Estado[55], el ministro “elogió la enseñanza privada establecida durante el gobierno de Arturo Frondizi, que colabora con la acción del estado”.[56] Incluso entre sus colaboradores estaba Horacio Domingorena, el autor de la ley que reglamentó la habilitación de títulos habilitantes por parte de instituciones privadas durante el frondicismo, que provocó la recordada disputa “laica o libre”. El sector de La Plata de la Federación Universitaria Argentina (FUA-La Plata), que estaba conducido por el Partido Comunista, apoyó los grandes lineamientos de las políticas universitarias del 73, aunque se ocupó de distinguir entre sectores “revolucionarios” y “personeros de derecha” al interior del gobierno. A partir de esa distinción, se opuso a la designación de Domingorena en la comisión de estudio de la ley universitaria impulsada por Taiana. Se trataba, decían, del “autor del artículo 28 que abrió las puertas a la privatización y desnacionalización de la enseñanza”.[57] En retrospectiva, el hijo de Taiana recuerda que, en relación con su padre, “no pensábamos igual sobre las cosas”, y que él, el hijo, “representaba a alguien que quería empujar un poquito más”. A veces, dice, su papá le hacía caso, pero otras veces seguía el consejo de otros asesores: “Tenía a otros tipos, además. No me iba a dar bola todo el tiempo, porque si no, le hubiese ido muy mal”. Aun así, bajo la órbita de Taiana sucedió esa participación de la IP en el gobierno de las universidades, entre otros espacios educativos:

“Él se entera que tenía que ser un poco el Malraux[58] de Perón. O sea que el peronismo había cometido un error importante con los sectores medios en el primer período, se había enemistado, y que entonces en esta segunda etapa había que tener un proceso educativo, cultural, más a la izquierda que la tradición del peronismo, pero que se forzara en mantener adentro a la juventud creativa, comprometida y con ideas sociales. Esto significaba tener claro que la educación y la cultura iban a estar más a la izquierda que el resto”.[59]

La Ley Taiana, sostuvimos en otra oportunidad, es la expresión de una correlación de fuerzas más que el resultado lineal de lo que esperaba tal o cual sector del peronismo. Aprobada por unanimidad en el Senado, y por amplia mayoría en la Cámara de Diputados, algunas izquierdas la juzgaron represiva y ciertas derechas demasiado reformista o marxista. El diputado Ortega Peña, ya distanciado por izquierda con el oficialismo, se opuso desde su bloque unipersonal “de la base”. Raúl Zardini también se opuso a la ley, pero por sus “rasgos marxistas”. La CNU, sin embargo, la apoyó (Besoky, 2017). La JUP la hizo propia, aunque militó contra algunos aspectos del proyecto original que no le satisfacían. En definitiva, la Ley Taiana, escrita de puño y letra por el ministro, aunque modificada en la Comisión de Educación del Senado, podría considerarse una expresión moderada ante la disputa entre los extremos del peronismo que se sustituyeron en la conducción de la universidad más importante del país. Aun así, contenía muchos de los elementos que la IP venía impulsando.

En cuanto a las agrupaciones estudiantiles, el caso del Frente Estudiantil Nacional, fusionada con Guardia de Hierro (GH) en la Organización Única para el Trasvasamiento Generacional (OUTG), expresa un caso difícil de clasificar (Besoky, 2016; Cucchetti, 2013). Por el origen de su nombre –asociado a su homónima rumana–, ha sido usual ubicar a Guardia de Hierro con la derecha, y algunos elementos presentes en la organización habilitan a ese tipo de lecturas. No obstante, coincidimos con Juan Luis Besoky, entre otros autores, en que sería más pertinente situarla en el centro político del peronismo de entonces, o al menos con cierta pretensión distante respecto de la IP y la DP. Por su lado, el FEN tiene orígenes en la izquierda reformista universitaria, que luego se propone como una agrupación “de pasaje al peronismo” (Reta, 2019). La OUTG se encontrará en 1973 con la posibilidad de aliarse a la JUP en la Facultad de Veterinarias, colocando a su decano Francisco Rossi, de GH (Friedemann, 2021b), e incluso dos asesores de Puiggrós provendrían de ese espacio.[60] Aun siendo de Guardia de Hierro, Rossi sufrió las amenazas típicas de la DP, cuando bajo el nombre de Confederación de Estudiantes Universitarios (CEU) convocaba a los estudiantes a unirse a los “grupos patrióticos peronistas combatientes en defensa de nuestra tradición occidental y cristiana” frente al “objetivo trotskysta” (sic) de los interventores.[61] Pero la alianza del FEN-Guardia de Hierro con la JUP no prosperó, y luego de solicitar Villanueva la renuncia de Rossi, el grupo que lo había propuesto como decano denunció que lo echaban por tratarse de un “premeditado plan de enfrentamiento con el General Perón” y pedían al ministro de Educación el reemplazo de las autoridades de la universidad, “claramente identificados con la autodenominada ‘tendencia revolucionaria’”. La diferenciación se realizaba una vez más asumiendo un verdadero peronismo frente a un otro que no lo era: “Obviamente hoy no son peronistas”.[62] Ello no debe llevar, insistimos, a ubicar a la OUTG en el mismo lugar que, por ejemplo, la CNU, en el extremo derecho del continuo. Cuando fue aprobada la ley universitaria, esta última realizó una toma en la Facultad de Derecho, aduciendo acefalía en tanto los decanos dejarían su lugar como interventores para dar lugar a la nueva figura de “normalizadores”.[63] Luego de levantada la toma, fue la IP (expresada en la FULNBA) la que ocupó los establecimientos para evitar ocupaciones de los opositores y así “garantizar” el normal funcionamiento de las actividades académicas. En esa oportunidad, la OUTG repudió la ocupación de la CNU, aunque ya estaba enfrentada con la IP.[64]

Otra agrupación que repudió esa toma, mostrándose distante de unos y otros, fue la JUP-Lealtad,[65] expresión universitaria de la JP-Lealtad, una escisión de Montoneros provocada por la situación de enfrentamiento con Perón. Aunque podría interpretarse que sus integrantes provenían de la IP, su ruptura con Montoneros los llevó a intentar ocupar, sin demasiado éxito, el centro político del peronismo (Garrido, 2020). Esta ruptura política coincidió con la discusión de la ley universitaria y su aprobación a comienzos del 74. Los “leales” lograron integrar a sus filas al decano de Ciencias Económicas, el economista Oscar Sbarra Mitre y al recientemente nombrado decano de Exactas Roberto Lugo, que participaba del Consejo Tecnológico de Rolando García y venía ejerciendo el cargo de director de Investigaciones del Instituto de Estudios de la Realidad Argentina, una de las creaciones del rectorado durante 1973. Según recuerda Lugo, el decanato se lo ofreció directamente Ernesto Villanueva cuando era rector.[66] Un tercer decano, Enrique Martínez, de Ingeniería, también se había alejado de “la tendencia” y decidió aliarse a los dos decanos de Lealtad en una jugada política que terminó mal: cuando se aprobó la ley, y estaba por asumir Vicente Solano Lima como rector normalizador, Martínez cuenta que “la señal que yo interpreté con algún otro compañero fue que lo nombraban para desplazar a los montoneros”. Entonces, continúa Martínez, hicieron “una alianza circunstancial” con Sbarra Mitre y Roberto Lugo, fueron a verlo a Solano Lima y le pidieron “que desplazara a los montoneros”. El resultado de aquella reunión con Solano Lima fue adverso. Todos los “delegados interventores” debían renunciar para que asuman los “normalizadores”, y los únicos que no fueron ratificados bajo esa figura fueron Lugo y Martínez. Sbarra Mitre sí pudo conservar su cargo.[67] Notemos que Martínez subraya que la alianza fue circunstancial: “no nos unían demasiadas cosas”.[68] En retrospectiva busca diferenciarse de quienes se asumieron como “leales”. Pero Martínez se quedó en Plaza de Mayo cuando el 1º de mayo de 1974 Montoneros se retiró tras el famoso discurso en que Perón los trató de “imberbes”:

“Yo estuve en la plaza, solo, pero del lado de la lealtad.”

“Se quedó” [Entrevistador].

“Claro. No, no, claro. Es más, me pareció terrible que se fueran los montoneros, pero yo los conocía bien a los muchachos. Fueron a provocar. No cabe ninguna duda que fueron a provocar. Fueron a que los rajaran. Es imposible imaginar una Plaza de Mayo llena con veinte mil personas gritando, justo debajo del balcón ‘Qué pasa, qué pasa, qué pasa, General, que está lleno de gorilas el gobierno popular’. Qué podían hacer. No había mucho para imaginar”.[69]

Que los decanos cercanos a Lealtad hayan esperado algo diferente de Solano Lima, se explica por la posición moderada del líder del Partido Conservador Popular. Reemplazó como rector a Ernesto Villanueva[70], quien volvió a ocupar el cargo de secretario general que había detentado desde la asunción de Puiggrós. Según el testimonio de Villanueva, Solano Lima era un aliado, alguien “con quien no tenés más remedio que convivir”.[71] Hay que admitir que, en efecto, Solano Lima no reemplazó a los decanos de la tendencia, y tampoco cuestionó el rumbo universitario. Según los medios de prensa, asumió con el propósito de lograr un mayor diálogo entre los diferentes sectores y llevó adelante una “línea conciliadora”.[72] Sin embargo, la revista de la DP El Caudillo de la Tercera Posición, lamentó que hubiera actuado “como un enemigo al entregar todo lo que pudo al marxismo loco de Laguzzi y sus adláteres”. No era el enemigo, pero había actuado como tal. Un reportaje que le realizó en diciembre de 1974 la revista Cuestionario, dirigida por Rodolfo Terragno, lo presentaba como “insospechable tanto de ‘fascismo’ como de ‘izquierdismo’”. Allí, Solano Lima afirmó que, durante su gestión, había logrado pacificar la universidad, ya que “no hubo incidentes, ni ocupaciones, ni conflictos”. Frente a la pregunta de si le había entregado la universidad a la izquierda, respondió que “no es exacto”, y que “la Universidad tiene izquierda, derecha y centro” pero que “los activistas no llegan al diez por ciento”. Y que “hay izquierdas totalmente respetables que actúan en la legalidad, como el PC”. Respecto de los decanos, dijo, “algunos, se decía, eran de la Tendencia; otros no”. También se mostró a favor del ingreso irrestricto, recalcando que esa era la posición de Perón (Ivanissevich ya se había pronunciado en contra). En la misma entrevista, respecto de Montoneros, afirmó que tenían una “concepción muy avanzada del peronismo” pero que estaban equivocados en la técnica para imponer sus ideas. También valoró en lo personal a Isabel y a López Rega, pero dijo que era muy pronto para juzgar su gestión.[73]

Reflexiones finales

Cuando se discutió la ley universitaria a comienzos de 1974, un elemento sorpresivo fue incorporado por la Comisión de Educación del Senado, en lo que interpretamos fue un avance contra la IP. Se trató del artículo 5º, que prohibía al interior de las universidades el “proselitismo político partidario o de ideas contrarias al sistema democrático que es propio de nuestra organización nacional”. Uno de los pocos diputados alineados con la “tendencia”, se expresó de este modo:

“Estimo que, evidentemente, lo importante y substancial ‒como dijera el señor miembro informante de la mayoría citándolo a Paulo Freire‒ es que la educación, en su conjunto, es política. La educación hay que tomarla como forma de concientización, conforme a un programa […]. Si nosotros consideramos que nuestro gobierno actual impulsa la tarea de reconstrucción y liberación, evidentemente la universidad no puede estar ajena a ello. Por lo tanto, consideramos que el problema del proselitismo político sería innecesario plantearlo en la ley […]. Por ello digo que el artículo 5º puede estar de más. Y no me asusta confrontar las posiciones políticas que están en este proyecto; o sea, confrontar lo que significa el movimiento peronista, la lucha del pueblo argentino por su liberación con cualquier posición de izquierda o de derecha que pretenda, a través de una práctica estudiantil verborrágica, eliminar esta esperanza del pueblo en su conjunto.[74]

Miguel Zavala Rodríguez había asumido su banca en reemplazo de uno de los diputados renunciantes de la JP. A diferencia de Ortega Peña, que también asumió en esa oportunidad, se mantuvo en el bloque oficialista apoyando la ley. Si bien se muestra distante de ciertas posiciones “de izquierda o de derecha” entre el estudiantado, Zavala Rodríguez acompaña en general el proyecto de ley pero pone en discusión uno de sus artículos, tomando partido en las disputas intraperonistas. Poco tiempo después, integraría el “Partido Peronista Auténtico” impulsado por Montoneros.[75] Su trayectoria lo muestra dentro de la IP y su propio discurso manifiesta el carácter relacional de los significantes izquierda y derecha. Sería parte de los autodenominados “auténticos” peronistas ante el avance de la derecha y la persecución política de la Triple A durante el gobierno de Isabel.

A lo largo del trabajo, nos propusimos mostrar que las categorías analíticas de IP y DP, utilizadas en ocasiones en un sentido general y en otras oportunidades objetadas, pueden ser productivas para dar cuenta del contenido de ciertas políticas públicas o propuestas sectoriales, permitiendo una mayor riqueza a la hora de delimitar a dichas expresiones ideológicas del peronismo. A su vez, mostramos que la utilización de esas nociones no implica asumir un posicionamiento dicotómico alrededor de ellas, sino que pueden ser concebidas, de forma relacional, como espacios que tienden hacia los extremos de un continuo; zonas heterogéneas y de límites difusos cuyos contornos hacia el centro político también deben ser considerados. Nos referimos a las escalas de grises, las posiciones más o menos centristas, los espacios difíciles de clasificar y/o aquellas expresiones con pretensión de equidistancia respecto de los polos en tensión.

En trabajos previos hemos definido la categoría de IP en términos analíticos, relativos y relacionales: a) analíticos, porque nos interesaba resaltar que en la mayoría de los casos no eran categorías usadas por los propios actores, ya que ellos se definían como peronistas, a secas, o escogían otras opciones, como la de peronismo revolucionario, nacionalismo popular o tendencia. Agreguemos que, si bien hacemos un uso analítico de los conceptos, las categorías de IP y DP son también categorías nativas, aunque no prime esa autoadscripción entre sus componentes; b) relativos, porque como toda noción de izquierda y derecha, requiere ser ubicada en tiempo y espacio para precisar sus contornos y contenidos. No es lo mismo ser de izquierda o de derecha hoy que en los años setenta, y tampoco son ellas iguales en diferentes lugares; y c) relacionales, porque izquierdas y derechas se definen con relación a su otredad que se presume distante. Agreguemos aquí que eso lo hacen también las posiciones centristas: “el contenido del centro político depende de aquellas posiciones que se encuentran a sus extremos” (Garrido, 2020: 400). También el centro es relacional.

Entre 1973 y 1976, hubo peronistas que impulsaron una reforma universitaria y hubo peronistas que la derogaron. Resulta sencillo contraponer a un historiador marxista como Rodolfo Puiggrós con un autodenominado fascista como Alberto Ottalagano. Ambos fueron rectores interventores de la UBA en nombre de un gobierno peronista, con poco más de un año de diferencia. De igual modo resultan contrastantes las miradas de dos agrupaciones universitarias: la JUP y la CNU. A lo largo del trabajo, nos propusimos reponer ciertos contenidos en torno a las políticas universitarias que sostuvieron la IP y la DP, pero mostrando que no se trata de dos espacios exclusivos y excluyentes para comprender al peronismo de los setenta, sino, en todo caso, aquellos que se sustituyeron en torno a la capacidad de imponer sus puntos de vista en torno a esas políticas. Las posiciones centristas existieron y tuvieron expresión, y ello sucedió en mayor medida en torno a otras políticas públicas. Dicho de otro modo: la escena política es la que estuvo polarizada, y no las categorías las que son dicotómicas. En conclusión, resulta posible ubicar determinados posicionamientos en una topografía política que considere las nociones de izquierda y derecha como polos de un continuo más que como expresiones dicotómicas y excluyentes, aún en un contexto de polarización y competencia centrífuga. En particular, hemos visualizado de manera sintética qué contenido asumieron en torno a la cuestión educativa-universitaria ciertas adhesiones políticas en un contexto de enfrentamiento abierto entre la universidad más importante del país y el ministerio bajo cuya órbita se situaba.

Referencias bibliográficas

Agüero, A. C., & Bohoslavsky, E. (2020). Izquierdas y derechas. Una introducción. Prismas-Revista de historia intelectual, 24 (2), 149-157.

Bernetti, J. L. (1983). El peronismo de la victoria. Legasa.

Besoky, J. L. (2010). La revista El Caudillo de la Tercera Posición: órgano de expresión de la extrema derecha. Conflicto Social, 3(3), 7-28.

Besoky, J. L. (2016). La derecha peronista: Prácticas políticas y representaciones (1943-1976) (Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación). Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Recuperado de http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.1280/te.1280.pdf

Besoky, J. L. (2017). La gestión del ministro Ivanissevich y la derecha peronista: los 100 días de Ottalagano. Folia Histórica del Nordeste, (29), 145-174. Recuperado de http://www.iighi-conicet.gob.ar/wp-content/uploads/2018/03/FH29.pdf

Bobbio, N. (1995). Derecha e izquierda. Taurus.

Carnagui, J. L. (2020). Radicalización política en el campo de la derecha: la Concentración Nacional Universitaria (CNU) y la represión paraestatal en el Gran La Plata antes del golpe de estado. Contenciosa, VIII(10).

Campos, E., Friedemann, S., & Gómez, S. (inédito). Izquierda peronista: usos, alcances y situaciones de un concepto polémico.

Caruso, V., Campos, E., Vigo, M., & Acha, O. (2017). Izquierda peronista: una categoría útil para el análisis histórico. Historiografías, (14), 68-90.

Codesido, N. (2021-inédito). La radicalización política de Bernardo Alberte: del derrocamiento de Perón a la primera Tendencia Revolucionaria del Peronismo (1955-1969).

Cucchetti, H. (2013). ¿Derechas peronistas? Organizaciones militantes entre nacionalismo, cruzada anti-montoneros y profesionalización política. Nuevo mundo mundos nuevos. https://doi.org/10.4000/nuevomundo.65363

Denaday, J. P. (2017). Notas para el debate historiográfico sobre el peronismo de los setenta. Pasado abierto, (5), 115-136.

Denaday, J. P. (2018). No todo fue violencia: un think tank en el retorno de Perón: el caso del Consejo de Planificación del Movimiento Nacional Justicialista (1970-1973). Universidad Torcuato Di Tella.

Duzdevich, A., Raffoul, N., & Beltramini, R. (2015). La Lealtad. Los Montoneros que se quedaron con Perón. Sudamericana.

Ehrlich, L. (2020). Cuando la revolución cambia de signo. La “izquierda” del peronismo como objeto de deseo y de represión. Prismas-Revista de Historia Intelectual, 24 (2), 289-295.

Fernández Pardo, C., & Frenkel, L. (2004). Perón. La unidad nacional entre el conflicto y la reconstrucción, 1971-1974. Córdoba: Del Copista.

Friedemann, S. (2021a). Del “gabinete montonero” a la Universidad de Buenos (1973-1974). Páginas, 13 (31). https://doi.org/http://dx.doi.org/10.35305/rp.v12i30.466

Friedemann, S. (2021b). La Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires. La reforma universitaria de la izquierda peronista, 1973-1974. Prometeo.

Garrido, P. E. (2020). ¿Hacia un peronismo de centro? Un abordaje de la experiencia de la JP Lealtad (1973-1974). Argumentos, (22).

Garzón Rogé, M. (2017). Un espécimen peronista. Pruebas de identidad y modos prácticos de ser en el primer peronismo. Revista Pilquen. Sección Ciencias Sociales, 20 (4), 82-95.

González Canosa, M. (2018). ¿Democracia y/o Revolución? Las Fuerzas Armadas Revolucionarias frente a la coyuntura electoral: los comicios, la revolución y la lógica instrumental (Argentina, 1972-1973). Izquierdas, (38).

Kandel, P., & Monteverde, M. (1976). Entorno y caída. Planeta.

Ladeuix, J. I. (2016). Perón o muerte en la aldea. Las formas de la violencia política en espacios locales del interior bonaerense. 1973-1976. Universidad Nacional de Mar del Plata.

Ladeuix, J. I. (2021). Los mazorqueros contra Urquiza. El enfrentamiento entre verticalistas y antiverticalistas en la provincia de Buenos Aires durante 1975. Un análisis a partir de las crisis municipales en Junín y Tres de Febrero. Coordenadas. Revista de Historia Local y Regional, 8 (2).

Mouffe, C. (2011). En torno a lo político. Buenos Aires: Fondo de cultura Económica.

Ottalagano, A. (1983). Soy fascista, ¿y qué? Una vida al servicio de la patria. RO.CA.

Perón, J. D. (1974). Juan Perón, 1973-1974. Todos sus discursos, mensajes y conferencias. Vol. 2. Editorial de la Reconstrucción.

Pozzoni, M. (2015). La participación político-técnica de la izquierda peronista en el ministerio de educación bonaerense (1973-1974). Estudios, (34), 119-137. Recuperado de http://ref.scielo.org/fpqr5g

Puiggrós, R. (1974). La universidad del pueblo. Crisis.

Reta, M. A. (2019). “Lo nuevo se gesta en el interior de lo viejo”. Una aproximación a la experiencia de la Organización Única del Trasvasamiento Generacional. XIII Jornadas de Sociología.

Rodriguez, L. G. (2015). Universidad, peronismo y dictadura, 1973-1983. Buenos Aires: Prometeo.

Sartori, G. (2005). Partidos y sistemas de partidos. Alianza.

Servetto, A. (2010). 73/76. En El gobierno peronista contra las «provincias montoneras». Siglo XXI.

Slipak, D. (2015). Las revistas montoneras. Siglo XXI.

Tocho, F. (2020). Lógicas políticas en tensión: La Tendencia Revolucionaria del Peronismo y su participación en el gobierno constitucional de la provincia de Buenos Aires (1973-1974).

Notas

[1] Decreto N.º 35 del 29/5/73. En Boletín oficial de la República Argentina del 13/7/73.
[2] Es decir que primó la polarización y el enfrentamiento entre oposiciones bilaterales más que la moderación o la búsqueda de competir por un centro ocupado (Sartori, 2005: 177).
[3] Juan Perón, exiliado en Madrid, fue excluido de la contienda electoral por una cláusula de residencia impuesta por la dictadura militar saliente. Héctor Cámpora fue elegido presidente y Vicente Solano Lima vicepresidente. Poco después renunciaron, y en nuevas elecciones fueron elegidos Perón y su esposa María Estela Martínez, conocida como Isabel, como presidente y vicepresidenta. Perón murió el 1º de julio de 1974 e Isabel asumió la presidencia hasta el golpe de Estado de 1976.
[4] Se desarrollarán con mayor detenimiento las respuestas a esas objeciones en Campos, Friedemann & Gómez (inédito). Un importante repaso historiográfico acerca de los usos de la categoría de izquierda peronista en Caruso, Campos, Vigo, & Acha (2017).
[5] Es usual en la bibliografía el uso de la categoría “tendencia revolucionaria” como alternativa a la de izquierda peronista. Preferimos evitar su uso analítico porque había sido acuñada pocos años antes por otros actores del también autodenominado “peronismo revolucionario” (Codesido, 2021). Cuando la utilizamos es para introducirla como expresión nativa en la coyuntura específica aquí analizada.
[6] Según un medio de prensa, Banfi militaba “en la ortodoxia peronista” (Hizo declaraciones Taiana a su regreso. En La Nación, 1º de febrero de 1974, p. 3). Su nombramiento fallido fue apoyado por la derechista CNU y la más centrista FEN-OUP. Desde la mirada de Villanueva era “el único que nos traicionó” (Entrevista, 2010).
[7] Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires, Comisión de delegados interventores [UNPBA-CDI]. Lineamientos generales para la elaboración de la ley universitaria. En Aportes para la nueva Universidad, 3, agosto de 1973; Comisión de Proyecto Universitario. Borrador del Proyecto de Reestructuración universitaria, en Aportes, 5, enero de 1974; Puiggrós, R. (1974).
[8] Hemos considerado, entre otras fuentes, resoluciones del consejo superior de la universidad, publicaciones institucionales y entrevistas en profundidad. Un análisis a fondo de la experiencia se encuentra en: Friedemann (2021b).
[9] Como respuesta a esta disputa en torno al significante JP, la derecha vería nacer entre sus filas a la JPRA (Juventud Peronista de la República Argentina), y desde la izquierda montonera se desprendería la Juventud Peronista Lealtad.
[10] Entrevista a Ernesto Villanueva (2010).
[11] Andrés Osojnik (2006). Raúl Laguzzi. La indemnización. En Página 12, suplemento especial 19º aniversario, recuperado de http://www.pagina12.com.ar/especiales/19aniversario/15.htm.
[12] Editorial. En La Prensa, 7 de diciembre de 1973, p. 6; Dentro de lo previsible. En La Nación, 15 de agosto de 1974, p.8.
[13] Renunciaron tres ministros. En La Nación, 14 de agosto de 1974, pp. 1, 6 y 16; Tomó juramento a tres ministros la Presidente. En La Nación, 15 de agosto de 1974, pp. 1 y 7.
[14] Drásticas instrucciones a los dirigentes del Movimiento para que excluyan todo atisbo de heterodoxia marxista. En La Opinión, 2 de octubre de 1973.
[15] ¿Y esto qué es? En El Descamisado, 21, 9 de octubre de 1973, p. 2.
[16] A Puiggrós le fue exigida la renuncia y los delegados de facultadas lo apoyan. En La Opinión, 2 de octubre de 1973, p. 10.
[17] Dentro de lo previsible, La Nación.
[18] Fueron ocupadas las facultades anoche. En La Nación, 14 de agosto de 1974, p. 5.
[19] Mensaje de su Excelencia el señor ministro de Cultura y Educación doctor Oscar Ivanissevich. 10 de setiembre de 1974. En Centro Nacional de Documentación e Información Educativa, Ministerio de Cultura y Educación. [CNDIE-MCE]
[20] Mensaje de su excelencia…, CNDIE-MCE.
[21] Una mirada general sobre la “Misión Ivanissevich” en las distintas universidades nacionales se encuentra en el libro de Laura Graciela Rodríguez (2015).
[22] Dijo Ivanissevich que hay desorden en la universidad. En La Nación, 23 de agosto de 1974, p.19.
[23] No limitarán el ingreso a la universidad. En La Nación, 27 de agosto de 1974, p.10.
[24] No limitarán…, La Nación.
[25] Más de 100 detenidos en manifestaciones. En La Nación, 23 de agosto de 1974, p.19; Con las clases callejeras los estudiantes buscan apoyo popular para sus propuestas. En La Opinión, 1º de septiembre de 1974, p.12; Entrevistas realizadas por el autor.
[26] Por ejemplo: Fue clausurada La Causa Peronista. En La Nación, 7 de septiembre de 1974, p. 1.
[27] Por qué mueren nuestros compañeros. En Concentración de la Juventud Peronista, Año I, Nº1, septiembre de 1974, p. 3, citado por Juan Luis Besoky (2017). Sobre la participación de la CNU en la violencia paraestatal, ver también Carnagui (2020).
[28] Solidaridad con Puiggrós. En La Opinión, 5 de septiembre de 1974, p. 15.
[29] Órgano de difusión de la derecha peronista. Estaba integrada por miembros de la Concentración Nacionalista Universitaria (CNU), la Juventud Peronista de la República Argentina (JPRA), y estaba vinculada a la triple A y al ministro José López Rega, quien la financiaba (Besoky, 2010).
[30] Cuentas claras y política espesa. En El caudillo de la tercera posición, año II N.º 42, 6 de septiembre de 1974.
[31] Mensaje de su Excelencia…, CNDIE-MCE
[32] Habrá un plebiscito en la Universidad. En La Nación, 14 de septiembre de 1974, p. 1
[33] Habrá un plebiscito..., La Nación.
[34] Decreto N.º 865 del 17/9/74 firmado por M.E. de Perón y Oscar Ivanissevich. En Boletín Oficial, 23/9/74.
[35] Señaló Ottalagano los objetivos de su gestión. En La Nación, 4 de octubre de 1974, p.5.; Reiteran colaboradores su adhesión a Ottalagano. En La Opinión, 31 de diciembre de 1974, p. 18.
[36] La Nación, 16 de noviembre de 1974. En Kandel y Monteverde (1976: 31).
[37] Entrevista a Adriana Puiggrós, 2014. Espacios de crítica y producción, 50, p. 41.
[38] Universidad de Buenos Aires. Resolución de Consejo Superior [Res. C.S.] N.º 293 del 10/12/1974.
[39] Res. C.S. N.º 47 del 16/1/1975.
[40] Res. C.S. N.º 63 del 27/1/1975.
[41] Res. C.S. N.º 118 del 22/10/1974.
[42] Normas para ingresar en la Universidad. En La Nación, 18 de febrero de 1975, p.5.
[43] Ingreso en el Colegio Nacional Buenos Aires. En La Nación, 31 de enero de 1975, p.7.
[44] La FULNBA basará su estrategia en una convocatoria a los aspirantes. En La Opinión, 18 de enero de 1975, p.11.
[45] Por Res. C.S. N.º 151 del 30/10/1974 se prohíben las asambleas hasta el 15 de noviembre, y luego se prorroga esa prohibición por sucesivas resoluciones.
[46] Hízose una asamblea en Ciencias Exactas. En La Nación, 14 de junio de 1973, p. 6; Derogaríase el curso de ingreso en Derecho. En La Nación, 15 de junio de 1973, p. 15; entre muchas otras.
[47] Res. C.S. N.º 30 y N.º 33 del 27/9/1974.
[48] Res. C.S. N.º 421 del 20/12/1974.
[49] Si bien sería forzado pretender analizar nuestro objeto de forma acabada desde la teoría del sistema de partidos de Sartori -pensada para una democracia representativa estable-, nos resulta fructífero el concepto de competencia centrífuga así como algunos elementos relacionados a la vida política intrapartidaria.
[50] Discurso de Perón en la CGT, 30 de julio de 1973 (Perón, 1974: 56).
[51] No obstante, el 2 de agosto de 1973, según se publicó en la época, dijo a los gobernadores de las provincias: “Nosotros somos un movimiento de izquierda. Pero la izquierda que propugnamos es una izquierda justicialista por sobre todas las cosas; no es una izquierda comunista ni anárquica”. Discurso pronunciado ante los gobernadores de provincias, en la residencia presidencial de Olivos, 2 de agosto de 1973 (Perón, 1974: 65-66).
[52] Reportaje realizado por periodistas de la división Noticias de Canal 13 y del diario La Opinión, de Buenos Aires, en la residencia de Gaspar Campos, 3 de septiembre de 1973 (Perón, 1974: 116).
[53] Sí puede haber sucedido en otros ámbitos de gobierno, aunque lo sectorial merece ser estudiado en cada caso.
[54] Jorge Enrique Taiana militaba en Descamisados, que se fusionó con Montoneros en 1972, y pasó a trabajar como secretario de su padre en el ministerio.
[55] UNPBA-CDI, en Aportes.
[56] Taiana se refirió a su gestión. En Clarín, 26 de mayo de 1973, p. 11.
[57] Reforma Universitaria y situación actual. En La Nación, 17 de junio de 1973, p. 6.
[58] André Malraux fue el ministro de Cultura de Charles De Gaulle en Francia, entre 1958 y hasta la caída de este último en 1969.
[59] Entrevista a Jorge Taiana (h.) (2011). El destacado es nuestro.
[60] No pudimos confrontar con otras fuentes este testimonio: “Guardia pone dos asesores del Rectorado: Jorge Landau y Felisa Ladovsky”. Entrevista a Abel Fernández (2020), militante de Guardia de Hierro durante el período.
[61] Alerta a estudiantes un grupo universitario. En La Nación, 11 de junio de 1973, p. 12.
[62] “Hasta hoy acatamos a las autoridades universitarias nombradas por el Sr. Ministro, en tanto somos docentes universitarios. Desde hoy acatamos solamente la voluntad del Gral. Perón, en tanto somos militantes peronistas”. Volante. Núcleo Docente Peronista, Renuncian al decano de la Facultad de Veterinaria de la UNBA. 12 de febrero de 1974.
[63] Ocupaciones de facultades. En La Nación, 19 de marzo de 1974, p. 1 y p. 6.
[64] Normal actividad en el ámbito universitario. En La Nación, 20 de marzo de 1974, p. 18.
[65] Normal actividad…, La Nación.
[66] Entrevista a Roberto Lugo (2018). Agreguemos que en la propuesta de gabinete que Montoneros le elevó a Perón figuraba como candidato a dirigir el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) (Friedemann, 2021a).
[67] En un libro de registro testimonial sobre la agrupación Lealtad, se recoge un testimonio según el cual durante el rectorado de Solano Lima fueron expulsados “los decanos de la Lealtad” con la excepción de Sbarra Mitre. El relato incluye a Ibarlucía (Arquitectura), Lugo (Exactas), Martínez (Ingeniería) y Pericoli (Agronomía) (Duzdevich, Raffoul, & Beltramini, 2015). Es erróneo el dato de la expulsión de Ibarlucía y Pericoli tras la reunión con el nuevo rector, y no pudimos confrontar con otras fuentes su pertenencia a este desprendimiento de Montoneros. Quien sí asumió abierta y públicamente pertenecer a Lealtad fue Sbarra Mitre, quien continuó en funciones. Lugo, en entrevista con el autor (2018), también asume haber pertenecido a “los leales”.
[68] Entrevista a Enrique Martínez (2011).
[69] Entrevista a Enrique Martínez (2011).
[70] La nueva legislación fijaba que para ser rector había que tener 30 años cumplidos, y Villanueva tenía apenas 28. Art 24º, Ley 20.654.
[71] Entrevista a Ernesto Villanueva (2010).
[72] Finoli, H. “El doctor Lima deja hoy la Universidad de Buenos Aires”. En La Opinión, 25/7/1974, p. 8.
[73] Habla Solano Lima. En Cuestionario, diciembre 1974, p. 8.
[74] Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, 64ª y 65ª Reunión, 3ª sesión extraordinaria de los días 13 y 14 de marzo de 1974, fs. 6205-6369. Intervención de Miguel Zavala Rodríguez. El destacado es nuestro.
[75] En 1976 sería asesinado a balazos, delante de sus hijas, por un grupo de tareas durante la última dictadura. Testimonio de Yamila Zavala Rodríguez en https://www.bn.gov.ar/micrositios/multimedia/ddhh/testimonio-de-yamila-zavala-rodriguez
HTML generado a partir de XML-JATS4R por