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Juan Carlos Garavaglia y la historia económico-social de América Latina. Algunas lecciones de historia y de vida*
Juan Carlos Garavaglia and the economic-social history of Latin America. Some history and living lessons
Juan Carlos Garavaglia y la historia económico-social de América Latina. Algunas lecciones de historia y de vida*
Prohistoria, núm. 28, 2017
Prohistoria Ediciones
Recepción: 20 Septiembre 2017
Aprobación: 01 Diciembre 2017
Resumen: El artículo señala un puñado de características que van de la obra historiográfica al obrar en la vida de Juan Carlos Garavaglia. Estos enlaces, atravesados por anécdotas personales (algunas ya publicadas en Una juventud en los años sesenta y otras convocadas por el autor para esta ocasión), muestran cómo se manifestaban en su obra y en sus relaciones diferentes aspectos del temperamento y del talento del autor de Mercado Interno… La amplitud de intereses, el atrevimiento de sus planteos, la profundidad en el enfoque o la pasión por mirar los problemas desde los márgenes son algunos de los rostros que, como en una cinta de Moebius, son exhibidos en este vívido retrato que nos dejó, muy pocos días antes de partir él también tempranamente, su colega y amigo Jorge Gelman.
Palabras clave: Juan Carlos Garavaglia, Historia económica, Historia social, Historia agraria colonial, Río de la Plata.
Abstract: This paper brings out many characteristics between the historiography work and the life of Juan Carlos Garavaglia. Those links, coloured by some personal anecdotes (which are in part already published in Una juventud en los años sesenta and some other which are called by the author for this occasion), show how different aspects of temperament and talent of the author of Mercado Interno…were manifested along his work and his relationships. The extensive interests, the daring of his proposals, the depth of approaches or the passion for the outside-observing are some of the faces of a portrait that Jorge Gelman, friend and colleague of Juan Carlos, left us just a few days before passing away himself, too early as well.
Keywords: Juan Carlos Garavaglia, economic history, social history, colonial rural history, Río de la Plata .
Como ya lo dije en otras ocasiones desde ese fatídico 15 de enero pasado en que nos dejó, me resulta extremadamente difícil hacer un balance de la obra de quien fuera para mí sobre todo un gran amigo, a la vez que un compañero de ruta intelectual. Trabajé con él codo a codo durante mucho tiempo desde mediados de los años 80 mientras íbamos forjando una amistad entrañable, y los avances que íbamos logrando sobre el agro colonial rioplatense se articulaban y complementaban de tal manera que a veces nos costaba diferenciar lo que hacíamos.[1]
Entonces, ¿cómo hacer para realizar un balance de su obra?
Intentaré señalar algunas cuestiones que quizás sean de utilidad para quienes lo conocieron menos, destacando lo que me parecen algunas de las mejores enseñanzas que nos dejan su obra y su vida. Porque, resulta obvio pero en este caso es una verdad como puños, ambas cosas son inseparables. Y se me perdonará que en este breve recorrido mezcle algunos recuerdos personales, que me resultan inseparables del Juan Carlos que conocí.
El trabajo de Juan Carlos fue muy amplio e impactó en muchos aspectos de la historiografía argentina y latinoamericana.
Lo conocí primero a través de su obra, asistiendo a los seminarios de Ruggiero Romano en Paris a fines de los años 1970 e inicios de los 80’. Su tesis doctoral sobre el Paraguay colonial y los artículos que iba publicando sobre ese trabajo en diversas revistas impactaron en mí fuertemente. Basta leer mis primeras y rudimentarias publicaciones de mediados de los años 80 para ver que hay dos referentes ineludibles en mis trabajos sobre la economía del Buenos Aires colonial temprano: Assadourian y Garavaglia. A ambos nos los hacía leer detenidamente Ruggiero, aunque al primero no lo quería nada (para él Assadourian pretendía introducir el capitalismo en el mundo colonial que él consideraba cerradamente feudal), mientras que por entonces la obra de Juan Carlos era para el maestro italiano uno de los mejores ejemplos de cómo hacer historia económica auténticamente latinoamericana.[2] Una de las obsesiones de Romano –y en eso creo que tenía toda la razón– era dejar un poco de lado el estudio de la producción y circulación de la plata y el oro (temas a los que se consagraban una legión de historiadores) y dedicarse a analizar lo que llamaba irónicamente los ‘pequeños productos’, que a su juicio eran mucho más importantes para entender la economía colonial, como la coca, el aguardiente o la yerba mate. Y el primer estudio sistemático sobre uno de esos ‘pequeños productos’ fue justamente ese monumento historiográfico que es la tesis de Juan Carlos sobre el Paraguay colonial. Para mí, en este sentido, Romano, Assadourian y Juan Carlos –pese a lo que Ruggiero pensaba y el Sempat seguramente todavía piensa– están ligados indisolublemente en este camino de renovar la historia económica colonial. Si Assadourian fue quien propuso más acabada y brillantemente un modelo alternativo para entender el funcionamiento de la economía colonial, contrapuesto tanto al anacrónico de Mitre-Levene, como al de los dependentistas que hacían furor hacia fines de los años 60 (y lo hizo entre otras publicaciones tempranas en un texto insoslayable publicado en el Cuaderno de Pasado y Presente “Modos de Producción en América Latina” de 1973 editado por Garavaglia[3]), Juan Carlos fue el primero en llevar ese programa enorme de investigaciones que se derivaba de ese modelo –y de los consejos de Ruggiero– a la práctica en su estudio exhaustivo, sistemático, sobre el Paraguay colonial y la yerba mate. Libro que no por casualidad lleva por título: Mercado interno y Economía colonial.[4]
Para quien quiera conocer quien fue Juan Carlos como historiador, creo que ese primer libro, contiene todos los rasgos que habrían de caracterizar a su obra entera. Sobre algunos de esos rasgos volveré.
Durante mi época de exilio yo tenía ya su trabajo en tan alto concepto que cuando lo conocí en persona luego del fin de la dictadura, –vino a dar una charla en 25 de Mayo 217 en esa enorme planta baja atestada de gente, creo que en 1985 cuando él estaba regresando del exilio mexicano rumbo a Tandil, yo había llegado de París un año antes–, me acerqué a saludarlo emocionado como quien conoce a un maestro y se produjo una situación bastante ridícula cuando con ese aire campechano y confianzudo que tenía me miró como diciendo “¿y este … de dónde salió”?, aunque creo recordar que me saludó bastante formalmente al final, después de un rato de incomodidad.
Lo cierto es que al poco tiempo, y atraído yo al campo de la historia agraria colonial por los primeros escarceos de debate producidos en las Jornadas de Historia Económica de Vaquerías en 1984 entre Carlos Mayo y Samuel Amaral sobre el gaucho, nos poníamos a trabajar juntos con Juan Carlos en revisar esa historia y nos encontrábamos casi todas las semanas en su casa o en la mía (además del AGN, obviamente) para contarnos lo que íbamos descubriendo y ayudando a armar así ese rompecabezas de a piecitas, que él había empezado a diseñar con su estudio pionero –y completamente revulsivo– sobre los diezmos del Río de la Plata.[5]
Vuelvo entonces del recuerdo personal a la obra de Juan Carlos y sus aportes a la historia económico-social argentina y americana, para señalar apenas dos o tres cuestiones que me interesa destacar aquí.
En primer lugar diría que fue un historiador latinoamericano y latinoamericanista en el más profundo sentido de la palabra. El hecho de que reivindicara siempre –con ese acento porteño inigualable– su nacimiento en Pasto, en el sur colombiano, lo definía en la forma en que se pensaba como historiador y como ciudadano.[6] Sus intereses en ese sentido siempre fueron de alcance regional, latinoamericano. Gracias a sus trabajos conocemos mucho nuevo sobre la historia del Paraguay, de México y del Río de la Plata. Y cuando digo Rio de la Plata no digo Buenos Aires, sobre cuya economía y sociedad sin duda hizo aportes decisivos, sino sobre todo el espacio, y con algunos trabajos sobre Santiago del Estero, San Luis, Mendoza o el Tucumán colonial en general que fueron, todos, impactantes para cambiar puntos de vista e imaginar nuevos caminos de investigación. Pero a la vez los trabajos sobre esos espacios dejaron huellas en la historiografía de casi todos los países de la región, no solo en los tres sobre los que trabajó directamente.
Juan Carlos tenía una enorme intuición –intuición fundada en una amplísima erudición– para detectar temas importantes, y dar vuelta los saberes adquiridos, de manera muchas veces provocativa. Y estas provocaciones (desde tomar en broma ‘la revolución industrial fallida” de los revisionistas –tal como estos definían al sector textil doméstico del período colonial–, a preguntarse si el gaucho había existido[7]) cumplían una función extraordinaria para el avance de nuestro conocimiento. Por un lado porque si las sostenía, era basado en estudios que llevaba a cabo de una manera muy profunda, sobre lo que voy a hablar algo luego, y a la vez, al provocar, hacía que aquéllos que no estaban de acuerdo con eso que venía a plantear –y eran legión– también tuvieran que dedicarse a trabajar con ahínco, buscando fuentes que pudieran competir con las que ponía sobre la mesa Juan Carlos, así como analizándolas con mejores herramientas teóricas y metodológicas. El resultado de todo esto era un avance en el conocimiento del tema realmente extraordinario, y el desarrollo que tuvo la historiografía agraria colonial en la segunda mitad de los 80’ y en los 90’creo que es la mejor prueba de ello.
En segundo lugar quiero destacar algo que hoy parece bastante raro: el carácter sistemático de los aportes que hacía. Juan Carlos nunca se planteaba un problema historiográfico importante sin después abordar la investigación apelando, además de a un trabajo teórico consistente y a un recorrido historiográfico completo, a un estudio de las fuentes que pudieran medir y dar cuenta hasta el detalle lo que se quería observar y analizar: así lo hizo con la producción y comercialización de la yerba mate, con las alcabalas mexicanas y los flujos mercantiles que estas revelaban para el siglo XVIII novohispano, aportando junto a su querido amigo Juan Carlos Grosso un estudio absolutamente novedoso sobre lo que podía significar un “pequeño” mercado de provincias, o con la economía agraria bonaerense colonial, por mencionar los casos más conocidos. Pero quienes siguieron su producción más reciente sobre finanzas, ejércitos y construcción del estado en el siglo XIX argentino, saben que esa sistematicidad, esa exhaustividad de sus estudios se mantuvo como signo central de sus trabajos. Y no cabe duda que eso hizo y hace que sus numerosos aportes, con los cuales uno suele estar de acuerdo o a veces disentir en algunos aspectos, sin embargo son todos una referencia ineludible, una mina de oro de información, que a la vez que dan sustento empírico a esos trabajos, también han sido y son de gran utilidad a muchos otros estudios hechos por diferentes colegas, que utilizan esa información elaborada por Juan Carlos para otras investigaciones. Lo puedo decir con conocimiento de causa, ya que muchos de los datos que Juan Carlos incluyó en multitud de trabajos los reutilicé, solo o con Daniel Santilli, en diversos estudios en los que por ejemplo los precios de los bienes agrarios, la composición del capital rural, el consumo de carne, y tantas otras cosas más nos sirvieron para seguir avanzando por otras vías que Juan Carlos no había explorado. Pero sin cuyos trabajos previos hubiera sido casi imposible encarar.
Cuando se propuso estudiar el Paraguay colonial no cejó hasta reconstruir toda la curva de exportaciones del Paraguay desde sus inicios hasta la crisis del orden colonial, así como por supuesto todo el entramado productivo y social que le daban sustento. Cuando fue a México reconstruyó las alcabalas que nunca antes nadie había estudiado con esa misma sistematicidad y ese trabajo sirvió de base a muchos otros que le siguieron. Por esos tiempos Enrique Tandeter, su ex compañero de carrera en Filo fallecido trágicamente hace ya más de diez años, hacía lo propio con el mercado de Potosí, siguiendo también por este lado el programa de investigaciones que se derivaba de la obra de Assadourian. Uno diría que la estrategia de investigación de Enrique era más inteligente: la rica y superpoblada Potosí es sin dudas más importante que Tepeaca, una aldea de unos pocos miles de habitantes, en la región de Puebla. Es verdad, pero como es fácil de advertir también, mercados como Potosí había contados con los dedos de las manos, pero ‘Tepeacas’ había centenares (y de nuevo aquí creo que se marcaba esa enseñanza de Ruggiero Romano sobre la importancia de lo aparentemente ‘pequeño’, pero inmenso por su amplitud y repetición). Y lo que mostraba el funcionamiento de ese ‘pequeño mercado’, sobre todo en su articulación con las comunidades indígenas que lo rodeaban, era más difícil de ver en Potosí.[8]
Eso mismo hizo con los diezmos del Río de la Plata, después con los censos de ‘hacendados’ de Buenos Aires de 1789, con los padrones de población. Con las testamentarias!: estas fuentes tan ricas y tan farragosas fueron estudiadas por varios historiadores locales (Carlos Mayo o Samuel Amaral por ejemplo las usaron también en sus estudios sobre el agro porteño), pero Juan Carlos creo que las estudió a TODAS entre 1750 y 1850 y así su trabajo tiene una fortaleza que es muy difícil de superar.
Otra cuestión que quiero mencionar (en parte ya lo insinué antes), es la preferencia de Juan Carlos de mirar los fenómenos históricos desde los bordes o desde los márgenes y así iluminar unas historias en general desconocidas, pero a la vez unas historias que en realidad al estudiarlas demostraba que no eran para nada marginales y ayudaban a entender la Gran Historia: su elección del Paraguay como su primer objeto de estudio no es así casualidad, como no lo fue estudiar Tepeaca en México. Y cuando aquí se dedicó a estudiar un lugar más central, Buenos Aires, (aunque también como dije, Santiago, San Luis, etc.), su mirada se enfocó no tanto en los estancieros más destacados (a quienes también estudió porque no dejó nada sin estudiar para entender a esa sociedad!) sino sobre todo en los pobladores más humildes, en los paisanos, en los peones, en los mecanismos de reciprocidad campesina, en las influencias de migrante tucumano sobre sus prácticas culturales, etc.
Y cuando se puso en años recientes a estudiar las finanzas y la formación del estado en la Argentina de mediados del XIX su mirada se posó también en las provincias interiores, en la Confederación y no tanto en el rico estado de Buenos Aires. Al punto que para mi sorpresa –y supongo que de la de varios– empezó matizada pero insistentemente a reivindicar algunos estudios del campo revisionista –a quienes antes había criticado impiadosamente– los que, con una perspectiva equivocada, sin embargo habían destacado fenómenos políticos y económicos que los estudios de la historiografía liberal y ‘porteño-céntrica’ no habían abordado.[9]
Un último aspecto que quería rescatar era su amor a los archivos como fuente de conocimiento histórico. Pero incluso diría que era un amor a secas, a Juan Carlos le encantaba pasar horas en los archivos, recorriendo legajos y descubriendo todo tipo de cosas. Diría ‘al archivo’ porque sin duda el Archivo General de la Nación [AGN] de Buenos Aires era para él como una segunda casa (casi primera, porque se mudó muchas veces de domicilio y de país, pero siempre venía al mismo AGN, adonde era conocido y reconocido por todos). Todos sus trabajos, hasta último momento, están llenos de archivo, no porque no realizara una profunda reflexión teórica sobre cada tema que abordaba o que no buscara siempre las mejores y más sofisticadas herramientas metodológicas para analizar sus datos. Sin duda que hacía todo esto con maestría. Pero para él no podía haber trabajo de historiador si no se buscaba, hasta agotarlo, todo el material sobre el tema que trabajaba en el AGN y en todos los archivos posibles del país y del extranjero. Solo allí podía encontrar la historia de verdad. Así como también necesitaba conocer el territorio físico, material, sobre el que sus trabajos discurrían.
Para terminar, quisiera recordar también el maravilloso sentido del humor de Juan Carlos y para ello creo que nada mejor que repetir una anécdota ocurrida justamente en el AGN, que contaba frecuentemente e incluyó en ese fascinante libro de memorias publicado hace un par de años Una Juventud en los años 60[10].Juan Carlos era judío según la ley hebraica al ser hijo de madre judía[11] y en este libro cuenta esta anécdota que cito: “Lo simpático de llevar un apellido no judío, es que uno puede gozar escuchando el antisemitismo “vulgar”, si se puede decir así. Una vez, en el Archivo, un tonto con el que salí a tomar un café, hablando de alguien que yo no conocía, dijo “¡Y se casó con una judía, te das cuenta!”, no pude aguantar y le espeté “Bueno, tengo una madre y una esposa judías, así que imagináte como lo sé”, je, je, se le cayó la mandíbula como en los viejos dibujos animados. El Archivo parece una lugar ideal para esas cosas, pues otra vez, mi colega Eduardo Saguier me pregunta “Ché, ¿te parece que le muestre a Carlos Ibarguren el libro de Tulio (Halperin) sobre América Latina?”, Ibarguren estaba sentado justo delante mío en las anchas mesas que tenía en ese entonces el AGN. A mí me pareció una tontera ese esfuerzo por desasnar a Ibarguren, mas nada dije. La escena fue casi de commedia dell’arte. Ibarguren, con su bronceado habitual y su camisa pálidamente celeste, su corbata de James Smart y su traje de corte inglés impecable, toma el libro, lo aleja para verlo bien con sus anteojos caídos sobre la nariz y le dice a Saguier “Decime Eduardo, ¿no te parece que es un poco judaico?”
Hasta aquí llego, sólo para decir otra vez ¡ cuánto lo extrañaremos por tantas razones!
Buenos Aires, diciembre de 2017
Agradecimientos
Este breve escrito retoma lo esencial de mi intervención en el homenaje a Juan Carlos Garavaglia realizado en el marco de las XVI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, en Mar del Plata, el día 11 de agosto de 2017. Agradezco la invitación para publicarlo de Prohistoria
Referencias
GARAVAGLIA, Juan Carlos Modos de Producción en América Latina, Cuadernos de Pasado y Presente, núm. 40, Siglo XXI, Buenos Aires 1973
GARAVAGLIA, Juan Carlos, Mercado interno y economía colonial. Tres siglos de historia de la yerba mate, Enlace Grijalbo, México, 1983.
GARAVAGLIA, Juan Carlos y GROSSO, Juan Carlos Puebla desde una perspectiva microhistórica. Tepeaca y su entorno agrario: población, producción e intercambio (1740-1870), Universidad Autónoma de Puebla / UNICEN, México, 1994
GARAVAGLIA, Juan Carlos Una juventud en los años sesenta, Prometeo, Buenos Aires, 2015
Notas