Discusión 2
Comentario a DI MEGLIO, Gabriel Manuel Dorrego. Vida y muerte de un líder popular, EDHASA, Buenos Aires, 2014, 424 páginas.
A comment to DI MEGLIO, Gabriel Manuel Dorrego. Vida y muerte de un líder popular, EDHASA, Buenos Aires, 2014, 424 pages.
Comentario a DI MEGLIO, Gabriel Manuel Dorrego. Vida y muerte de un líder popular, EDHASA, Buenos Aires, 2014, 424 páginas.
Prohistoria, núm. 26, 2016
Prohistoria Ediciones
Recepción: 05 Octubre 2016
Aprobación: 15 Noviembre 2016
Resumen: El texto que se presenta a continuación comenta el libro de Gabriel Di Meglio, Manuel Dorrego. Vida y muerte de un líder popular, una biografía dedicada a una de las figuras más emblemáticas del proceso independentista rioplatense, indis-cutido líder popular y fundador del federalismo. Se articula en torno a tres divagaciones (historio-gráficas), dos provocaciones (interpretativas), y un doble enigma (literario y musical).
Palabras clave: Dorrego , Independencia rioplatense, biografía histórica, Buenos Aires, federalismo.
Abstract: This article reviews the recent book by Gabriel Di Meglio, Manuel Dorrego. Vida y muerte de un líder popular, a biography of one of the most symbolic figures of the independence wars in the River Plate, unquestioned popular leader and founding father of that region’s federal party. It is built around three (historiographic) digressions, two (interpretative) taunts, and a double (literary and musical) enigma.
Keywords: Dorrego , Independence in the River Plate, historical biography, Buenos Aires, federalism.
No resulta fácil abordar en clave crítica una obra tan bien lograda y tan bien terminada en casi todos sus aspectos: sólidamente documentada, ágil y convincentemente estructurada, y muy bien escrita. Ante esa dificultad, he optado por articular mi comentario en torno a tres divagaciones, dos provocaciones, y un enigma. Paso a exponerlas a continuación:
Tres Divagaciones (Historiográficas)
El libro que se comenta forma parte de un fenómeno generalizado de recuperación de la biografía como género historiográfico legítimo y apreciado. Estigmatizada durante décadas como una de las expresiones más descollantes de un abordaje “positivista”, obsesionado con los grandes personajes y los acontecimientos vistosos, abordaje severamente descalificado por las vertientes “estructuralistas” que hegemonizaron la disciplina durante gran parte del siglo XX (marxistas, seguidores de Annales, cliómetras y cuantitativistas), la biografía ha retornado triunfalmente de la mano de un “revisionismo” post-giro cultural que vuelve a poner el énfasis en lo particular, en la “agencia” de los sujetos, y en la contingencia del quehacer histórico. Es verdad que la vida de una persona también puede trabajarse en un registro más “estructural”, atento al peso de las fuerzas más impersonales de la historia y a la sedimentación de la acción colectiva en la larga duración. Hasta cierto punto, ese es el sello que distingue a otra de las biografías comentadas en este encuentro (la de Juan Manuel de Rosas elaborada por Raúl Fradkin y Jorge Gelman), en la que actor y estructura interactúan de manera permanente y estrecha, y en la que, a la postre, el actor emerge como una suerte de encarnación de estructuras ajenas a su control y voluntad. El Dorrego de Di Meglio no comparte ese énfasis, sino que por el contrario, carga decididamente las tintas hacia la excepcionalidad, el voluntarismo y la irrefrenable expresividad del personaje. En ese sentido, es una obra reconociblemente, por emplear un concepto provocador, “post-estructuralista”.
Y sin embargo, si bien la biografía se presta admirablemente para resaltar precisamente lo indeterminado y lo no previsible del accionar humano, hay otro de sus rasgos que apunta más bien en sentido contrario. Porque la vida de una persona, con su trayectoria claramente articulada entre un comienzo y un fin, y con la facilidad con que sus etapas sucesivas pueden hilvanarse en una narrativa más o menos coherente, hasta teleológica, también se presta para resaltar la inteligibilidad del quehacer humano, y el deber del historiador o la historiadora de discernir y recuperar dicha inteligibilidad. Se incurre así en un gesto “humanista” o “racionalista” que no dialoga muy fluidamente con las preferencias post-estructurales, por lo general recelosas de la lucidez de los sujetos, de la supuesta coherencia de sus actos, y hasta de la noción misma, necesariamente unitaria e integrada, de sujeto. Vista desde ese ángulo, la obra de Di Meglio podría antojarse más bien “conservadora”, en el sentido que otorga a dicho término la crítica postmoderna respecto de sus predecesores “cientificistas”.
Pero Di Meglio vuelve a situarse derechamente en el campo de lo “renovado” cuando arranca la vida de su personaje de los moldes porfiadamente nacionalistas en que la historiografía tradicional ha enmarcado las biografías de los próceres independentistas, habitual y casi obligadamente asociadas a los estados nacionales que, mirados en retrospectiva, ayudaron a fundar. Lejos de esa mirada, Di Meglio se ha cuidado más bien de subrayar la trayectoria profundamente “transnacional” de Dorrego, cuya acción se desplegó en un abanico territorial que abarca lo que hoy en día son la Argentina, Chile, Bolivia, Uruguay, el Caribe y Estados Unidos. Para lograr este efecto ha emprendido una verdadera odisea bibliográfica y documental, reuniendo datos y testimonios que permiten llenar prácticamente todas las lagunas de esa peripatética y ubicua trayectoria (y de paso reforzando lo que es uno de los puntos fuertes de esta biografía: su voluminosa base empírica). Rompe así con el sesgo nacionalista de este tipo de obras, y se inscribe en el “giro transnacional” que ha irrumpido como una de las últimas innovaciones en nuestro quehacer disciplinario.
De esta forma, y para cerrar estas “divagaciones historiográficas”, concluyo diciendo que es difícil encasillar la biografía de Dorrego en algún campo teórico o generacional determinado, oscilando entre enfoques “accionalistas” o “estructuralistas”, modernos o postmodernos, según cuál sea el ángulo desde el que se la mire. Lejos de ser una debilidad, este “eclecticismo” confiere al libro una riqueza, una complejidad y una flexibilidad propias del mejor trabajo historiográfico, porque es lo que más se acerca al carácter mismo de la vida en sociedad.
Dos Provocaciones (Interpretativas)
Desplazándonos desde el marco historiográfico hacia las hipótesis ofrecidas por Di Meglio para dar cuenta del sentido y trascendencia de la vida de su biografiado, hay dos que me parecen levemente problemáticas, y sobre las que me atrevo a llamar la atención.
La primera apunta hacia la fuerza o la convicción que, según Di Meglio, motivó no solo el accionar de Dorrego, sino de casi todos los actores que ocupan las páginas de su libro: el patriotismo, definido en clave americanista y anti-española. Según nos asegura en la página 54, “la noción de patria -un concepto que remitía al territorio en que se vivía en clave comunitaria y sentimental- devino el principio identitario fundamental (el énfasis es mío) a partir de 1810: había que servirla, salvarla, liberarla”. Y luego, nuevamente en las páginas 129-130: “Esta noción era la más fuerte a la que se podía apelar en la época, ya que el patriotismo era el principio de identidad colectiva más importante después de la Revolución”.
Es verdad que Di Meglio se cuida, al menos en la primera de las citas reproducidas, de advertir que la noción de patria también formaba parte “de los tres pilares simbólicos de la sociedad hispana junto con Dios y el rey”, y que por tanto también los “fidelistas”, como él denomina (acertadamente, a mi juicio) a los realistas al menos hasta 1814, podían reivindicarla en beneficio de su propia causa. Pero al convertirla en un factor identitario común y además anterior a 1810, se hace problemática su identificación como el “principio identitario fundamental” posterior a esa fecha. De ser efectivamente un fenómeno posterior, la pregunta que surge es cómo adquirió esa condición con tanta rapidez y con tanta fuerza. De no serlo, la pregunta es qué lo diferenciaba del patriotismo colonial, y por qué este no resultó a la postre más poderoso que el “revolucionario”. No es, por cierto, una incógnita sencilla de resolver, pero la obra la deja abierta y perturbadoramente planteada.
Mi segunda provocación apunta a una tesis posiblemente más central para el sentido profundo del libro (hasta el punto de ser incluso parte de su título), y es la que refiere al carácter “popular” del liderazgo de Dorrego. Es verdad que Di Meglio documenta más allá de cualquier duda que su personaje efectivamente supo concitar y conservar adhesiones populares poderosísimas, y que sus contemporáneos lo identificaron repetidamente como un verdadero “tribuno de la plebe”. Pero más allá de la existencia misma de este sentimiento, lo que me intriga es el carácter y los fundamentos de dicha “popularidad”. ¿Se trataba simplemente de una cuestión “empática”, de un particular don de Dorrego para dialogar a contrapelo de las rígidas jerarquías sociales de su época? ¿Se trataba de un mecanismo más bien instrumental o “clientelar”, orientado a obtener apoyos militares y políticos a cambio de reciprocidades más bien simbólicas? ¿O subyacía a esas adhesiones un trasfondo más “programático”, en el sentido de inclinarse por una visión más igualitaria o más justa de las relaciones sociales?
La información concreta entregada en el libro no aporta elementos para sustentar esta última lectura. Más bien al contrario: su paso por Haití indujo en Dorrego reflexiones muy poco “igualitarias”, y no precisamente empáticas respecto del fin de la esclavitud, al menos en las condiciones en que ello ocurrió en dicha isla. En otras partes del texto se reconoce que la figura de Dorrego “puede ser recuperada desde una perspectiva liberal” (p. 384), o que su “populismo” era tributario de un republicanismo de corte “jeffersoniano”, más celebratorio de la libertad individual que de la igualdad o la justicia social (pp. 151-152). No se trata por cierto de exigirle a Dorrego posturas igualitaristas que habrían resultado bastante anacrónicas para su época y para la sociedad en la que se formó y desenvolvió (lo que no significa que no hayan existido). Pero como la historiografía se mueve simultáneamente entre el pasado y el presente, destacar el carácter “popular” de su liderazgo, como se hace en esta biografía, sin hacerse cargo expresamente de los matices y las ambivalencias que dicho adjetivo suscita en un lector actual, puede generar expectativas o preguntas que en sus páginas quedan hasta cierto punto sin abordar, al menos no directamente.
Y por último, un (doble) enigma (literario y musical)
Gabriel Di Meglio ha optado por encabezar cada uno de los capítulos de su biografía con epígrafes extraídos de canciones rockeras. ¿Dónde reside ese misterioso vínculo entre Manuel Dorrego y el rock, que indujo a nuestro autor a ir marcando los hitos de su vida con “señales” extraídas de esa tradición musical, y que para él resulta tan evidente que ni siquiera vale la pena explicárselo al lector? ¿O estamos simplemente frente a un émulo de Umberto Eco en El nombre de la rosa...?
Santiago de Chile, 30 de agosto de 2016