Reseñas
SEMÁN, Ernesto Ambassadors of the Working Class. Argentina's International Labor Activists & Cold War Democracy in the Americas, Duke University Press, Durham, 2017, 314 pp. ISBN 978-0-8223-6905-9.
SEMÁN, Ernesto Ambassadors of the Working Class. Argentina's International Labor Activists & Cold War Democracy in the Americas, Duke University Press, Durham, 2017, 314 pp. ISBN 978-0-8223-6905-9.
Prohistoria, núm. 30, 2018
Prohistoria Ediciones
SEMÁN Ernesto. Ambassadors of the Working Class. Argentina's International Labor Activists & Cold War Democracy in the Americas. 2017. Durham. Duke University Press. 314 pp.. 978-0-8223-6905-9 |
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Embajadores de la clase obrera… es, ante todo, un libro sobre los primeros años de la Guerra Fría en América Latina. En este sentido, el objeto de estudio de Semán –la figura del “agregado obrero” dentro de la estructura del Servicio Exterior del gobierno peronista– no es excusa ni casualidad. A lo largo de los siete capítulos que componen el libro, el autor da cuenta de cómo un experimento original del peronismo, la designación de activistas obreros en las embajadas alrededor del mundo, significó un agregado particular al clima de posguerra, y, para las ambiciones del gobierno estadounidense sobre América Latina, llegó a ser una amenaza mucho más real que aquella representada por la URSS y el comunismo.
El trabajo comienza con un recorrido histórico por los años treinta que discute la vieja imagen de la “década infame” y considera los incipientes procesos de intervencionismo estatal e industrialización que las élites argentinas llevaron adelante para enfrentar las dificultades económicas y sociales provocadas por la crisis de 1930. A pesar del alcance modesto de estas políticas, su aplicación fue suficiente para posibilitar la emergencia de un sector industrial en la economía argentina y la formación de una clase obrera moderna. En este contexto, el golpe de Estado de 1943 fue uno de los varios experimentos –y uno de los más exitosos si se ve su continuidad en el peronismo– de reforma social que se ensayaron para encauzar las transformaciones sociales surgidas de esta diversificación económica.
En el segundo capítulo Semán introduce al incipiente peronismo –todavía bajo la forma del gobierno militar– en la historia más amplia de la posguerra y de los planes que Estados Unidos tenía para América Latina. Sirviéndose de la biografía de Spruille Braden –aquel funcionario del State Department norteamericano que, a comienzos de 1945, llamaba a su gobierno a dejar de lado la Good Neighbor Policy en favor de un intervencionismo declarado sobre los asuntos de los Estados latinoamericanos y, unos meses después, dirigía la oposición política contra la candidatura de Perón–, Semán presenta los debates sobre la democracia en América Latina que se suscitaron luego del ascenso del peronismo. Para el autor, la experiencia peronista rescató viejas ideas de soberanía nacional, históricamente opuestas al panamericanismo propuesto por EE. UU., a las que combinó con un nacionalismo transformado por un nuevo ethos de clase y otros conceptos –centralidad de los sindicatos en la política, intervención del Estado en materia económica, primacía del bien común sobre la libertad individual– que contribuyeron a la consolidación dentro del gobierno estadounidense de un “miedo liberal a un potencial fascismo doméstico” en la Argentina, el cual no tardó en confundirse con el “miedo a la revolución latinoamericana”.
Desde el tercer capítulo en adelante la investigación se centra en la figura de los “agregados obreros” y en cómo la experiencia de estos trabajadores en el exterior formó parte de una reconfiguración de antiguas ideas de excepcionalismo nacional, transformadas durante el peronismo por un nuevo y radical sentimiento de clase que daba cuenta de los cambios que se estaban produciendo en el país, al mismo tiempo que dio sustento a un “nacionalismo populista” que atrajo a vastos sectores de la clase obrera latinoamericana. Así, en el capítulo tres se examinan la creación y puesta en práctica del programa de agregados obreros y la ruptura que significó dentro del servicio diplomático argentino, lugar reservado a lo largo de la historia para las clases altas de la sociedad. Los candidatos a ocupar los nuevos cargos –en su gran mayoría, activistas sindicales de base de las provincias del interior– recibieron cursos de entrenamiento a través de los cuales incorporaron los fundamentos del pensamiento social de Perón –quien supervisó personalmente las clases– y fueron designados en más de cuarenta embajadas alrededor del globo.
Los capítulos siguientes narran como los agregados obreros resignificaron los contenidos del curso en base a sus trayectorias previas y luego los aplicaron a su tarea diplomática, una vez desplegados por el mundo. El capítulo cuatro da cuenta de la labor que desempeñaron los primeros egresados de la escuela de agregados obreros que fueron destinados a las embajadas argentinas en Europa, Estados Unidos y la URSS, donde la mayoría tuvo serios problemas para establecer contacto con los trabajadores y dirigentes sindicales locales –en la URSS la interacción incluso fue impedida por el gobierno soviético–. Similares dificultades presentaron las tareas de propaganda y difusión de los logros del gobierno peronista, especialmente dentro del movimiento obrero estadounidense, donde la ideología del business unionism volvía fútil los intentos de generar simpatías hacia el peronismo. Fue sólo a través de los informes donde describían la situación de la clase obrera en los distintos países –elaborados por los agregados en base a su propia observación– que la presencia de los funcionarios obreros pareció cobrar algún sentido, ya que era en esos escritos donde se mostraban convencidos de la posición beneficiosa, en términos comparativos, en la que vivían los trabajadores bajo el peronismo.
En los capítulos quinto y sexto Semán demuestra que fue en el territorio latinoamericano donde los agregados obreros no sólo actuaron con mayor libertad de los gobiernos que los recibían –y también de Perón–, sino también donde tuvieron más éxito en sus iniciativas. Durante los primeros años de existencia del programa –desde 1947 a 1949–, los agregados obreros llevaron a cabo una intensa campaña de propaganda y difusión de las ideas y logros peronistas que permeó hondamente en las clases populares, los trabajadores e incluso algunos líderes políticos latinoamericanos, y les permitió encarar acciones conjuntas con aquellos que compartían el rechazo al intervencionismo norteamericano, el imperialismo soviético y el dominio de las élites locales. Sin embargo, en varias ocasiones las actividades de los agregados obreros fueron en contra de los deseos del propio Perón y de las circunstanciales alianzas internacionales que sostenía. En una época de constantes conmociones políticas y militares, no era raro que las relaciones que los agregados habían establecido con los líderes sindicales locales los llevaran a auxiliar o darles asilo diplomático a opositores a los gobiernos que el mismo Perón pretendía apoyar.
A partir de 1949, el programa de agregados obreros se consolidó institucionalmente. Los cursos de formación se extendieron, el puesto de agregado obrero fue incorporado formalmente al servicio diplomático de Cancillería y el número de efectivos puestos en actividad se duplicó. Sin embargo, este crecimiento fue en paralelo con una reorientación de la labor de los diplomáticos obreros, de los que ya no se requerían las habilidades que habían sabido cultivar durante los primeros años de servicio. En este sentido, muchas de las estrategias utilizadas por los agregados obreros para forjar relaciones con los distintos movimientos obreros de la región empezaron a ser vistas por Perón y otras autoridades peronistas más como un impedimento que como caminos viables para la expansión de la influencia peronista sobre la región.
El último capítulo se encarga de revisar la efímera experiencia de ATLAS, la organización sindical de alcance continental apadrinada por el peronismo, nacida en un momento en el que la política exterior oficial de Perón ya no estaba destinada a confrontar abiertamente con EE. UU. o aliarse con los líderes populistas de América Latina.
Como indicamos en un principio, Embajadores de la clase obrera… es un libro sobre América Latina durante los años de la Guerra Fría. Pero es, también, un libro sobre el movimiento obrero argentino y su experiencia durante los años peronistas. Las afirmaciones de Semán sobre la relación entre los sindicatos y Perón cuestionan muchas de las ideas y preconceptos que aún dominan en las interpretaciones más establecidas sobre el fenómeno peronista. A través del análisis de las prácticas y los repertorios discursivos de los agregados obreros, el autor avanza de forma original sobre nociones (ciudadanía política, radicalización de la política de los sectores populares, democracia radical, etc.) muchas veces olvidadas por los estudios históricos al momento de considerar las experiencias populistas. Y es en esta recaracterización del populismo –y del peronismo en particular– que el trabajo de Semán es más exitoso.