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Descamisado(s), descamisada(s). Palabra y concepto durante el peronismo

Descamisado(s), descamisada(s). Word and Concept during Peronism

Daniel Waissbein
Universidad de Oxford, Reino Unido

Descamisado(s), descamisada(s). Palabra y concepto durante el peronismo

Prohistoria, núm. 30, 2018

Prohistoria Ediciones

Recepción: 10 Mayo 2018

Aprobación: 30 Junio 2018

Resumen: El trabajo examina las circunstancias que rodearon a la introducción y el uso, en el contexto peronista, poco después de 1945, de la voz descamisado(s) descamisadas(s) –existente en romance al menos desde el año 1304, cuando scamiciati era sinónimo de “desnudos”, como se comprueba en un sermón pronunciado en Florencia– y las hesitaciones que el término suscitó en el espíritu del líder del movimiento, en contraste con el entusiasmo de Eva Duarte, su verdadera impulsora. Se consideran, asimismo, las tergiversaciones y manipulaciones ideológicas a las que dio lugar, entre las que figuran matices religiosos e interpretaciones racistas de exaltación de lo supuestamente autóctono y denigración de “lo extranjero” y “contrario a la nacionalidad”. Se analiza también la confusión que existió entre descamisados y pueblo; las imágenes visuales destinadas a exaltar la figura del descamisado y, por último, sus ecos en la guerrilla montonera donde un escuadrón de muerte dependía, según parece, de un periódico que llevaba su nombre.

Palabras clave: Perón , Eva Perón, descamisado , obrero , trabajador , pueblo.

Abstract: The article examines the circumstances that surrounded the introduction and use, in the Peronist context, shortly after 1945, of the voice descamisado (shirtless) –existing in Romance at least since the year 1304, when scamiciati was a synonym for “naked”, as evidenced in a sermon given in Florence– and the hesitations the term inspired in the movement´s leader, in contrast to the enthusiasm of Eva Duarte, the true driving force behind its imposition. It discusses the ideological distortions and manipulations it underwent at the time, among which we find religious undertones and racist assertions giving preferment to soi-disant native values over what was deemed “foreign” and “opposed to Argentinity”. It also studies the confusion that existed between descamisados and people; the visual images intended to exalt the figure of the descamisado, and, finally, its echoes in the Montonero guerrilla where a hit squad apparently depended on a journal that carried its name.

Keywords: Perón , Eva Perón, descamisado (shirtless), labourer , worker , people.

Juan Domingo Perón atribuía un origen errado a la palabra descamisados como designación de sus seguidores. Lo comprobamos en un diálogo que mantuvo con Enrique Pavón Pereyra en Villarrica de Paraguay el 27 de octubre de 1955, pocos días tras su derrocamiento, al que Pavón Pereyra tituló “El origen de los descamisados”. Allí, ante la pregunta: “–Me interesaba bucear el origen del mote de “descamisados”. Sobre todo, el origen que usted, general, les achaca”, Perón respondió:

“–¿Qué eran los descamisados? Esencialmente los “marginales”, los “desclasados”, los “desposeídos” de Leandro Alem. Los grupos humanos cada vez más considerables que no tenían sitio en los esquemas del inmovilismo militar o derechista, y que pugnaban por levantar la voz y ejercer su voto. En cierta oportunidad el conde de Motrico, me preguntó si conocía el hecho de que a los partidarios de Espartero, en la Barcelona progresista de 1840, les llamaban así: “descamisados” Le manifesté que lo ignoraba. Pero en el Martín Fierro, en cambio, había encontrado aquella estrofa que empieza “Yo no tenía ni camisa / ni cosa que se parezca…” y que describe patéticamente la pobreza extrema del gauchaje. Lo que sí creo es que el mote es peyorativo. Y que nos bautizaron como tales el día que los oligarcas descubrieron que nuestros seguidores más constantes andaban en camiseta”.[1]

Queda claro aquí que para Perón se trata de un apodo peyorativo dado a sus seguidores por “la oligarquía”, por haber observado que los “más constantes” entre estos supuestamente no usaban camisa y se mostraban “en camiseta”. Es posible que no pocos descamisados prefiriesen tal atuendo, en los días cálidos, y en el interior de sus casas, pero podemos dudar si fue la mayoría de quienes recibieron o adoptaron el “mote”. No vemos muchas camisetas en las fotografías de asambleas, reuniones, o mitines peronistas.[2]

A continuación, en la misma entrevista, ante la pregunta “¿Y los que afirman que el término es traducción de los sans-culottes de la Revolución Francesa?”, Perón parece ignorar la existencia de cualquier vínculo, limitándose a declarar que “esas ocurrencias no hacen mal a nadie”, tal vez porque desconocía la importancia del uso de ambos vocablos en España a lo largo del siglo XIX y en particular en sus primeros decenios.

Favorecer la difusión de la voz descamisados fue una misión que le cupo a su mujer, si bien todo lleva a pensar que el término se impuso en los comienzos del régimen por una concatenación de circunstancias que Perón y su consorte aceptaron y de la que supieron sacar partido, pero que no iniciaron ni fomentaron. El líder, sin embargo, a diferencia de Eva, quien se sirvió de la expresión a menudo en los años que siguieron hasta su temprana muerte, no impulsó su empleo, y la utilizó menos de lo que se suele creer. Es sabido que no se dirigió a sus oyentes en la Plaza de Mayo el 17 de octubre de 1945 con la invocación “¡descamisados!” sino con la de “¡trabajadores!” y que no la pronunció ese día.[3]

Un repaso de las ocasiones en que se sirvió de ella, tal como consta de los documentos, registros de discursos y de otras intervenciones orales en los primeros años de su gobierno, que se conservan incompletos, nos permite observar sus dudas y vacilaciones en cuanto a la conveniencia de utilizarla. Reticente en su entusiasmo, no parece que la haya usado en público antes del 14 de diciembre de 1945, fecha de la primera alocución importante de su primera campaña presidencial, cuando la pronunció ante unos doscientos mil oyentes, junto al Obelisco de Buenos Aires, tres meses antes de las elecciones que lo llevaron al poder el 24 de febrero de 1946. Si bien tampoco se conserva el texto completo de este discurso, al igual que para el 17 de octubre anterior, su empleo de la voz, en los fragmentos que nos han llegado, muestra que su valoración de ella es negativa. Sigal yerra, como veremos, al afirmar que fue en ese discurso cuando Perón “adoptó públicamente el término descamisado” que la muchedumbre había “coreado una semana atrás en el acto de apoyo al decreto de participación en las ganancias”, ocasión en la que, según informaba el diario porteño La Nación del 8 de diciembre, “la mayoría de los manifestantes procedió a sacarse sus sacos al grito de ´los descamisados ´”.[4]

Durante el acto del 7 de diciembre, como lo indicaba otro diario porteño conservador, La Prensa, en su edición del 8, los integrantes de la Alianza Libertadora Nacionalista habían vitoreado “al ex funcionario Perón y a las chusmas descamisadas”. Perón, sin embargo rechazó la expresión una semana más tarde, en su alocución del 14, y, lejos de “adopt[ar] públicamente el término” manifestó su repudio sirviéndose, precisamente, de la misma frase aparecida en La Prensa, una semana antes, al afirmar que

“desfilaremos por nuestras calles tranquilos, entusiastas de nuestra causa, sin calificar a nadie de chusma ni de descamisados, para contrapesar a ellos [sic, por “los”] que han lanzado el calificativo despectivo. ¡Tendremos el corazón bien puesto debajo de una camisa, que es mejor que tenerlo mal debajo de una chaqueta!”[5]

Está claro por tanto que Perón consideraba entonces, casi tres meses después de la famosa concentración del 17 de octubre de 1945 en la Plaza de Mayo, que descamisados era palabra despectiva, y aceptaba que tenía un valor no tan diferente al de la voz chusma, que DRAE define, en su segunda acepción, como “conjunto de gente soez”. Si Perón se refiere aquí a un modo de vestirse, y explica que sus seguidores van en camisa y sin chaqueta, (sin hacer ninguna alusión a las camisetas a las que, como se ha visto, se referiría diez años más tarde) pero no son descamisados, es porque, claramente, pensaba por entonces que el sentido de la voz subordinaba una costumbre vestimentaria a una condición moral que él, al igual que La Prensa, entendía de manera negativa.

Sólo el 17 de octubre de 1946, casi un año más tarde, Perón decidió por fin adoptar a descamisados como bandera de gloria para designar a sus seguidores. Para llegar a ello hizo falta una prolongada presión popular y el líder tardó mucho en acatarla, a diferencia de la masa, que se mostró más flexible y creativa. Luna observa que tras el 17 de octubre de 1945 “los peronistas” –pero no habla en cambio de Perón– “asumieron rápidamente” lo que llama con razón “el vituperio”, y añade que “la camisa se convirtió en un símbolo de lucha, una palabra mágica, una afirmación de estilo populachero y fraternal del movimiento”. Refiriéndose luego al mitín electoral ya mencionado, del 14 de diciembre, explica que acabada la arenga

“...mientras se demoraban las aclamaciones, alguien le puso en la mano [a Perón] el asta de una bandera con una camisa anudada a manera de estandarte: sonriente, Perón tremoló la improvisada enseña sobre su cabeza en medio del delirio de la multitud”.[6]

A menos de tratarse de una puesta en escena, lo cual parece improbable, el gesto que consagraría la glorificación, más que de la camisa, de los descamisados, surgió, todo lleva a pensarlo, de manera espontánea y no por iniciativa del líder sino de unos pocos seguidores anónimos. Luna añade que “durante varios días se armó un clamoreo en el campo democrático acusando a Perón de haber agraviado la bandera argentina”, pero considera que la actitud de este “había dado jerarquía de categoría política a un signo que desde entonces el peronismo usaría permanentemente”.[7] Sigal, por su parte, opina que a partir de ese momento “más allá de su empleo político, [descamisados] cumplió el papel de denominar a las nuevas masas”.[8] Está claro, sin embargo, que ello se hizo de manera independiente de la voluntad del líder. Por las “nuevas masas” Sigal entiende a los grupos de manifestantes trabajadores que no se comportaban con la dignidad y el decoro que los dirigentes socialistas y comunistas, al igual que los periódicos que transmitían las ideas del establishement político y cultural argentino, esperaban y exigían en toda manifestación popular. Luna comenta que “en adelante fue un rito invariable en el peronismo sacarse el saco al empezar los actos”.[9] Importa insistir, me parece, que la actitud partía del público presente, y no de los funcionarios o los candidatos peronistas. Lo corrobora este comentario que extraigo del diario El Litoral de Santa Fe sobre los comicios celebrados allí el 1 de enero de 1946, o sea apenas dos semanas más tarde:

“Cuando Perón se acercó ante el micrófono lo saludó una prolongada ovación. Desde todos los ámbitos partió el pedido general de que se sacara el saco para quedar en camisa, cosa que Perón hizo; también se le saludaba agitando una camisa.”

Luna agrega, siempre en el mismo trabajo, que “no tardaron en componerse poemas a los descamisados” aunque, lamentablemente, no los reproduce y no he podido dar con ellos en ninguno de los documentos que consulté, pero como estoy lejos de haber agotado las fuentes, no me parece imposible que subsistan.

Perón volvió, un par de meses después, a utilizar el término en otro discurso que pronunció también ante el Obelisco porteño, el 12 de febrero de 1946. Mostró allí todavía cierta hesitación semántica, como se observa en las dos menciones que hace de la palabra:

“De cada treinta y cinco habitantes rurales solo uno es propietario. No andamos muy lejos cuando decimos que debe facilitarse el acceso a la propiedad rural. Hay que evitar la injusticia que representa el que treinta y cuatro personas deban ir descalzas, descamisadas, sin techo y sin pan, para que un lechuguino venga a lucir la galerita y bastón por la calle Florida y aún se sienta con derecho a insultar a los agentes del orden porque conservan el orden que él, en su inconsciencia, trata de alterar con sus silbatinas a los descamisados.”[10]

Considero esta cita paradigmática, pues nos presenta, como en cáscara de nuez, la evolución que descamisados tuvo en estos primeros años del peronismo. En el primer uso se trata del adjetivo, cuyo sentido me parece claramente denotativo, y sinónimo de desharrapados, referido a quienes son tan pobres que carecen de calzado y de habitación, se visten mal, tal vez con harapos y están hambrientos, un significado no tan distinto del que la palabra tenía en italiano siete siglos antes, cuando un predicador toscano la usó, en la primera noticia que conservamos de ella en lengua romance, hacia 1304.[11] Perón la aplica aquí a los trabajadores rurales, cuya pobreza, en 1945 debía en efecto ser ingente y quizá no tanto menor de aquella a la que se refiere el predicador. El segundo empleo, al final de la cita, ya en forma de sustantivo, obedece al nuevo significado adquirido por la voz, referida a sus seguidores, oponiéndolos, por estar menos bien vestidos –pero no harapientos ni con el torso desnudo– a la elegancia del joven rico y atildado que pasea por la calle Florida y manifiesta arrogante desprecio hacia los pobres. La oposición que se establece entre silbador lechuguino y silbados descamisados trasciende lo vestimentario y la pobreza material, para hacer hincapié, en cambio, en una distinción de clase que, basada en criterios económicos, engloba a los descamisados en una cohorte con reivindicaciones políticas propias. A ellos el lechuguino, representante de un grupo, y no mero individuo, se opone al mismo tiempo que a sus reclamos, y silba para indicar rechazo y provocación, tal como insulta –siempre en la visión que presenta Perón– a los “agentes del orden” que intentan evitar o morigerar el conflicto.

Cuando Perón volvió a utilizar el vocablo en público, tras acceder a la presidencia en junio de 1946, ya había asumido completamente el nuevo sentido, aquel que le daban, aunque con valoraciones opuestas, tanto sus seguidores como sus opositores. Lo demuestra de la manera más fehaciente posible el que se aplicase el “mote” a sí mismo. En efecto, en el primer aniversario del 17 de octubre, en 1946, bautizado en la Plaza de Mayo como “Día del Descamisado”, Perón empezó su discurso dirigiéndose a “mis queridos descamisados” y al referirse luego a su condición anterior de ciudadano común, acentuando retóricamente el carácter ínfimo que su persona aún revestía un año antes, recordó que cuando había saludado a la muchedumbre desde ese mismo balcón de la Casa Rosada en esa ocasión, “sin ser más que un descamisado, decreté feriado el 18 de octubre”. No fue así, pues Perón carecía de autoridad entonces, y no podía decretar nada, pero el episodio debió confundirse en su recuerdo con el paro general dispuesto por la Confederación General de Trabajo argentina, a la que borró de la epopeya, convirtiendo a su propia figura en el ciudadano a la vez más humilde (“sin ser más que un descamisado”) y en el descamisado más poderoso (capaz de decretar una huelga general, seguida por millones de trabajadores). Se trata de una dicotomía entre humildad y poder cuya mezcla utilizó siempre con pericia, ayudado en ella por las palabras y actitudes de su esposa. Sigal mantiene que fue durante ese discurso cuando Perón anunció por primera vez la construcción de un Monumento al Descamisado que pensaba inicialmente erigir en esa misma Plaza de Mayo, y que debería “hacer un descamisado tan parecido, como [fuese] posible, al verdadero descamisado”.[12] Sigal también nos informa que ese mismo día el padre Virgilio Filippo, recién nombrado “adjunto eclesiástico a la Presidencia de la Nación”, ofició en la Plaza una misa de campaña y “obsequió al General una escultura de mármol y bronce, representación, dijo, del Primer Descamisado”.[13] Lamentablemente, no he podido dar con ninguna foto, ni sé tampoco cuál fue el destino ulterior del obsequio.

Encuentro otros tres ejemplos de uso de descamisado por el líder en sus “conferencias, discursos y alocuciones”, tal como están extractados en el volumen Habla Perón. Publicado durante su gobierno, sin fecha, probablemente en 1951, con fines de propaganda, nos permite comprobar la parquedad de ocasiones en que Perón pronunció la palabra en la década de los cuarenta, y los límites de significado que le otorgó. En las 187 páginas de la obra, que presenta una sucesión de breves párrafos de seis o siete renglones en promedio, reunidos bajo cuatro grandes acápites que corresponden a los “temas principales que conforman otros tantos libros dentro de este volumen: político, económico, social y cultural”, vemos que se cuentan con los dedos de una mano las ocasiones en que aparece descamisado. En cambio vocablos de sentido cercano, aunque algo menos amplio, como obrero, o trabajador, figuran centenares de veces.[14]

Descamisado no vuelve a aparecer hasta una alocución del 5 de noviembre de 1947, o sea poco más de un año tras el discurso anterior, leída en la ceremonia realizada para entregar el pectoral que el gobierno ofreció a monseñor Nicolás de Carlo, obispo de Resistencia, en el Chaco, en reconocimiento por su labor social y educativa. Perón enumera allí caóticamente previsión social, confort sedentario, miradas de simpatía, ropa humilde, aspereza de vida y descamisados, y atribuye a estos últimos, “riqueza en la fe”, en contraposición a su pobreza en bienes materiales. Como se verá los define exclusivamente por el tipo y la calidad de sus vestidos:

“Me enorgullezco de haber logrado que a la Secretaría de Trabajo y Previsión entren todos con igualdad de derechos, y de que si existen miradas de simpatía y asientos cómodos, sean dedicados a quienes visten humildes ropas, a esos descamisados ricos en la fe, pese a las asperezas de su vida.”[15]

No sé si se trata exclusivamente de la fe cristiana, como lo haría pensar la entrega del pectoral al obispo. Si bien Perón consideraba importante contraponer la abundancia en la fe a la escasez material de los descamisados, no descarto que en la visión del líder anidasen los gérmenes de la creencia que esperaba obtener de sus seguidores en el papel redentor que muy pronto atribuiría, de manera explícita, a sus propias políticas sociales y económicas. En cualquier caso mientras se mantuvo en el poder la evaluación positiva de la fe cristiana de los pobres es algo a lo que Perón no volvería a menudo, y eventualmente abandonaría, porque rivalizaba con su intento de endiosamiento personal, como tendremos ocasión de comprobar más abajo. Si bien retomó el tema en el exilio, con referencias elogiosas a Francisco de Asís, a quién en la entrevista con Pavón Pereyra, mencionada más arriba, consideraba un protodescamisado, lo hizo solo para ayudar a su propio engrandecimiento, pues convertía así a la orden franciscana en una especie de seguidora peronista avant la lettre.[16]

Seis meses más tarde, en su “Mensaje ante la Asamblea Legislativa”, del 1° de mayo de 1948, Perón volvió a servirse del concepto, ahora para oponer al comunismo una postura de especie filosófica o teórica “descamisada”, como si la misma conformase una doctrina que, empero, no definió, al menos en la parte del texto que figura en el volumen que vengo citando y que aparece allí trunco por descuido editorial. Dicha doctrina, muy en ciernes por entonces, tras la creación del Partido Peronista a principios de 1947, coincidía o iría a coincidir con la que pronto se llamaría “justicialista”, nunca “descamisada”, y que encontraremos abajo. En el primero de los textos que siguen Perón nos indica su oposición al marxismo, con sintaxis peculiar, como ocurre a menudo en sus discursos, y aquí, además, con lagunas de transcripción:

“La batalla de los “descamisados” frente al marxismo no tiene únicamente un sentido político, sino también [¿el de?] la apreciación social de que las clases obreras no pueden encontrar su bienestar en un sistema que anula al individuo para someterlo colectivamente, sino en la exalta [¿ción de valores?] comunes”.[17]

Ese mismo día Perón utilizó la palabra dos veces más. La primera, al expresar el deseo de “que sea ésta por antonomasia la fiesta del pueblo argentino”, demuestra su intención, patente asimismo en otras declaraciones, de englobar gobierno, trabajadores y descamisados en una unidad:

“…por esa razón, el gobierno que es pueblo puro, el Gobierno que se siente honrado de llamarse a sí mismo de trabajadores, inaugura esta fiesta bajo los auspicios de ese pueblo descamisado, lleno de merito para la patria”.[18]

Afirmar que “el gobierno es pueblo puro” carece de sentido preciso, pero sirve para oponerlo a “los enemigos del pueblo” que Perón mencionaba a menudo y a quienes confundía con la oposición política a la que llamaba oligarquía y consideraba hostil a los descamisados y al “pueblo”. El concepto de pueblo, vinculado estrechamente por los justicialistas con el de descamisado, es problemático tanto para ellos como para sus opositores, y su reivindicación por el peronismo no parece haber sido primigenia, al igual de lo que ocurrió con descamisados, sino haber surgido en reacción a su uso por la oposición. esta lo pronunció en la Plaza Francia de Buenos Aires el 24 de agosto de 1944 cuando celebró la liberación de París, al grito repetido de “¡Somos el pueblo!”. Entonces, como explica Sigal, “se pretendía competir con el gobierno –¿y por qué no con Perón?– por la propiedad del verdadero pueblo”. No sé si corresponde pensar ya por entonces en una competencia con Perón específicamente. De todos modos la estudiosa cita el periódico porteño La Nación del 25 de agosto de 1944, que encuentra en esa celebración al “auténtico pueblo argentino, esta vez puede decirse”. Sobra añadir que no existe pueblo inauténtico ni pueblo falso que oponer al calificativo que reclamaba para sí la coalición antiperonista, ni tampoco es nunca el pueblo, que engloba a todos, una facción, por numerosa que resulte. Dos años después, el 17 de octubre de 1946, mientras el Partido Laborista argentino celebra el “Día del Pueblo”, en la Plaza de Mayo los peronistas celebraban en cambio el “Día del Descamisado”.[19] Las vacilaciones y cambios a las que daría lugar el conflicto, nunca resuelto, entre pueblo y descamisados se examinan abajo.

Por último, en el mismo discurso del 1° de mayo de 1948, Perón anunció de manera vaga e imprecisa un proyecto grandioso, de contenido mesiánico y enorme ambición política y social, destinado a lograr la felicidad universal –el paraíso terrestre– y basado –otro eco religioso– en “el sacrificio” del descamisado individual. No definió sus características, pero explicó que pensaba en aras del bien de la comunidad o, como lo declara, de la “patria”; pero, como veremos, no solo de ella. Equiparó en dicho anuncio el significado de descamisados al de “conglomerado de trabajadores” y siempre con la lógica sui generis (o, si se prefiere, falta de lógica) que distingue a muchas de sus expresiones públicas y privadas, explicó ese día que en dicho “sacrificio” residía un “movimiento”, que confunde de inmediato con una doctrina, la del “peronismo”, y que este, que ya ha traspasado las fronteras nacionales, algo que afirma sin dar más detalles, se ha convertido (gracias al sacrificio del descamisado argentino) en lo que designa como “justicialismo social”:

“En estos momentos, en que se cambia el destino de la Patria, y en que la Historia cambia su curso, quedará determinado en forma imborrable todo lo que se debe a ese descamisado que supo sacrificar su propio beneficio en aras de la colectividad, que es su Patria. Es a ese conglomerado de trabajadores que la Argentina debe su presente y deberá su futuro. Y como este movimiento ha salido ya de nuestras fronteras, para dejar de ser peronismo y convertirse en el justicialismo social, no será difícil que podamos decir algún día que la felicidad del mundo se debe al descamisado argentino.”[20]

Perón imagina aquí la misión que llevaría a cabo en el futuro, a escala universal, el descamisado argentino, hasta lograr la “felicidad del mundo” en una especie de metafísico paraíso justicialista terrestre, alcanzado gracias al peronismo transfronterizo. Todo, en verdad, nunca fue más que un postulado, inflado en retórica pero vacío de cualquier contenido real.

El último ejemplo de uso de la voz descamisado en Habla Perón proviene de un discurso que el militar pronunció ante la Asamblea Constituyente el 27 de enero de 1949. Allí Perón alude al proverbio decimonónico “de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”, difundido por Louis Blanc en Francia 1851 y retomado por Marx en 1875 durante su residencia en Inglaterra. Marx se sirvió de él para describir la fase ulterior de la utopía comunista, cuando la sociedad alcanzara su desarrollo perfecto. Perón entiende tal evolución, en cambio, como una realidad alcanzable, vinculada a un deseo personal suyo, destinado a crear durante su gobierno y gracias a su “doctrina”, de la cual se siente orgulloso, “el acontecimiento de nuestro siglo”, como lo llama en otra frase. En ella paragona de modo implícito las mejoras sociales ocasionadas por su gobierno con los sucesos fundamentales del siglo XX. Entre estos, los que más inmediatamente debieron acudir al espíritu de sus oyentes fueron sin duda la revolución rusa de 1917, y el auge del nacional-socialismo alemán y del fascismo italiano, tan recientes por entonces, a los que Perón atribuye en la cita que sigue menor capacidad que a su propia doctrina para generar las condiciones que instalarían la felicidad universal. Para alcanzarla consideraba indispensable la existencia de un estado, al que creía representar, omnipresente en su tutela de la masa formada por el conjunto de los individuos descamisados, a la vez símbolo y encarnación de sus triunfantes política y doctrina:

“Nuestra preocupación no es tan solo crear un ambiente favorable para que los más capaces o mejor preparados labren su prosperidad, sino procurar el bienestar de todos. Junto al arado, sobre la tierra, en los talleres y en las fabricas, en el templo del trabajo, dondequiera que veamos al individuo que forma esa masa, al descamisado, que identifica entre nosotros nuestra orgullosa comprensión del acontecimiento de nuestro siglo, se halla hoy también el Estado.”[21]

Las elucubraciones de Perón en torno al origen de descamisado(s), sus vacilaciones en cuanto a su significado, y la lentitud y cautela con que procedió a utilizar la voz, así como la parquedad de ejemplos que podemos encontrar en sus intervenciones públicas, por más que adquieran relevancia notable para la comprensión de su postura política, contrastan con su uso frecuente, entusiasta y decidido por parte de su esposa, que examinaré más adelante, tras estudiar el que se hacía en otras esferas políticas y en los periódicos de la época.

Inicialmente el término tuvo un empleo de signo despectivo, como se observaba en el diario La Razón al día siguiente de la manifestación del 17 de octubre de 1945, descrita con la frase “unos cuantos descamisados recorrieron las calles del centro vitoreando a la dictadura y cometiendo desmanes”.[22] Pero aunque el sentido que preponderó fue ese, dada la orientación política de la mayoría de los periódicos argentinos por entonces, volvió a ocurrir lo sucedido un siglo antes en España, cuando los liberales a quienes se apodó descamisados adoptaron con orgullo el término, invirtiendo su valoración.[23] Lo vemos en otro diario porteño, La Época, dirigido por el peronista Eduardo Colom, que usó la voz el mismo 18 de octubre con connotación positiva para referirse a los manifestantes. También, un día más tarde, el 19, los comparó elogiosamente a los sans-culottes de la Revolución francesa, algo que, como hemos visto, Perón consideraba absurdo nueve años más tarde en su entrevista con Pavón Pereyra.[24] En ese mismo número La Época criticó a otros diarios, que no nombró, por servirse de la expresión en sentido negativo, utilizándola como insulto aplicado a los seguidores de Perón.

Una demostración clara de que los opositores atribuían contenidos denigrantes y también amenazadores a la figura del descamisado nos la ofrece una caricatura, aparecida en la revista satírica porteña Cascabel en 1946, sin duda en directa alusión al logotipo de su rival del momento, La Descamisada. En ella dos personas “civilizadas” observan a un forajido que, pistola en cinto y cuchillo en mano, enarbola una camisa, y cuando una pregunta “¿Y esa bandera, a qué estado representa?”, la otra responde: “Al estado de sitio”.

Antes, el 1 de noviembre de 1945, la Confederación General del Trabajo había proclamado con orgullo, pocos días después de que Colom lo hiciera en La Época, que los descamisados eran los nuevos sans-culottes criollos y que, dos semanas antes, el 17 de octubre, habían salvado la revolución de Perón.[25] Semejante visión del papel de los descamisados puede haber sido un freno más que un aliciente para la adopción del término por Perón. Decirle al líder que los descamisados habían salvado su revolución era ponerlo a él en posición pasiva. Su ego no gustaba reconocer favores y quería deberlo todo a sí mismo. En su propia visión Perón nunca debió nada a nadie pero todos le debieron todo a él.

El concepto de descamisado no limitó su influencia a la esfera semántica, sino que muy pronto invadió también la visual. Tras el primer 17 de octubre fue corriente, nos informa Luna, ver “en carteles y volantes el arquetipo plástico de un joven con los músculos tensos, el grito al aire y la prenda desacomodada, bien abierta sobre el pecho”.[26] El trabajador con la camisa abierta, aunque nada “desacomodada”, fue la imagen que se adoptó para el malogrado Monumento al descamisado planeado pocos años más tarde. Como explica Marcela Gené, quien nos remite a un trabajo de Anahí Ballent, “la voluntad de cincelar –literalmente– al descamisado flotaba en el ambiente desde 1947, cuando se constituyó la Comisión Nacional Honoraria del Monumento al Descamisado”, sin duda en vinculación con la declaración del líder en la Plaza de Mayo ese 17 de octubre, pero, añade “el proyecto no prosperó entonces ni cuando fue revitalizado en 1952, a la muerte de Eva Perón”.[27] Ballent, por su parte, explica que el Monumento al Descamisado se confunde, tras la aprobación de la ley 14.124, siempre en 1952, con el que se pensaba erigir a la memoria de Eva Duarte, muerta poco antes:

“El monumento, que debía ubicarse frente a la residencia presidencial, consistiría en una columna, cuya base contendría el mausoleo, y sobre el cual descansaría la gigantesca escultura del descamisado. Se proponía ser “el monumento más grande del mundo” y convertirse en “la octava maravilla”. La altura total del monumento sería de unos 150 metros; (en comparación la Estatua de la Libertad en Nueva York mide solo 50 metros) y la estatua del descamisado propiamente dicha tendría unos 65 metros de altura […]. El proyecto incorporaba catorce ascensores y un sarcófago de plata. La verticalidad era el elemento más notable de la composición. Los visitantes podrían subir a la cabeza de la figura, alta de casi 150 metros, y habría varias terrazas de observación en distintos niveles, rematando en la que se encontraría sobre el yunque del descamisado. Visto desde el rio, el monumento dominaría el horizonte de la ciudad. Se lo destinaba a ser un símbolo urbano, como la Estatua de la Libertad, o el mítico Coloso de Rodas.”[28]

En verdad la Estatua de la Libertad en el puerto de Nueva York, frente a la isla de Manhattan, solo tiene 33 metros de altura, pero está apoyada sobre una base de 48 metros, y el Coloso de Rodas, una de las siete maravillas del mundo clásico, cuya fama estaba muy presente en el espíritu de quienes habían concebido la idea del Monumento al Descamisado, medía apenas, se sospecha, unos 30 metros.[29] El Monumento al descamisado estaba proyectado para ser, en cambio, de la altura de un rascacielos de unos cincuenta pisos, dos veces más alto que la estatua neoyorkina y cinco veces más que la estatua más grande de la antigüedad clásica. Habría sido también la construcción más alta de la Argentina.

Eva había pensado el monumento porteño como el mausoleo del “descamisado desconocido”, enterrado en sus cimientos, y de allí el carácter fúnebre del proyecto, que luego, tras su propia muerte, habría podido servir para guardar su féretro. El costo, equivalente a varios centenares de millones de dólares estadounidenses, habría resultado tan desmesurado como su tamaño. La maqueta de prueba permite observar que el yunque, al que se refiere Ballent en el texto recién citado aparece tras las nalgas del descamisado, a derecha e izquierda. Es allí donde se habría situado la terraza más alta a la que habrían llegado los ascensores en el interior del monumento, tal vez no el lugar más feliz donde colocarla.

El mausoleo fue proyectado por el escultor toscano Leone Tommasi (1903-1965), quien esculpió también las estatuas situadas sobre el pórtico de la sede de la Fundación Eva Perón, entre las que se encuentra una, pequeña, del descamisado. Se le atribuye a Tommasi asimismo una gigantesca estatua inconclusa de Perón, de 65 metros de altura, en la que supuestamente habría estado trabajando cuando la caída del líder en setiembre de 1955.

Irónicamente, el rostro de la figura que corona el proyecto del monumento al descamisado, con su mirada perdida y vacía, como se aprecia en las ilustraciones del mismo, me recuerda la fisionomía, en las fotografías de la época, cuando frisaba los cuarenta y cinco años, de un ciego nada descamisado, en ninguna de las múltiples acepciones de la palabra y hoy más conocido que entonces: Jorge Luis Borges.

La construcción del mausoleo, en un lugar vecino al que ocupa ahora en Buenos Aires la sede de un canal de televisión, entre las avenidas Libertador y Figueroa Alcorta, cercano a la residencia presidencial demolida hace varios decenios, donde la reemplazó el edificio de la Biblioteca Nacional, y cuyos jardines circundantes se proyectaba extender para que rodeasen también el monumento, se interrumpió en 1955 con la caída de Perón, cuando solo se había acabado la base. Lo más probable es que por entonces se hubiese abandonado la idea de enterrar allí solo a uno o a varios descamisados anónimos, y se pensase remplazarlos o acompañarlos con el féretro de Eva Duarte. Se consideró asimismo, por un breve lapso, erigir, en lugar de la colosal estatua de bronce proyectada para el descamisado, otra de igual tamaño de la consorte de Perón, idea a la que se habría opuesto Tommasi, quien habría indicado que la delicada figura de Eva solo se prestaba a ser artísticamente esculpida en mármol, lo cual exigía dimensiones drásticamente reducidas para la escultura, en comparación con la del descamisado que sí podía ser de bronce. Las proporciones del monumento proyectado eran tales que habrían dado a los edificios circundantes, que incluyen las moles del Museo Nacional de Bellas Artes y de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, una apariencia ínfima en contraste.

Las informaciones que pude recoger sobre el monumento presentan numerosas contradicciones, y si bien ofrezco el panorama más coherente que me fue posible reconstruir, los datos de que dispongo son incompletos y, temo, no siempre fidedignos. Ello se debe, en parte, a que en el periodo que va desde las primeras ideas sobre la elaboración del “Monumento (o Mausoleo) al descamisado”, desde fines de los años cuarenta, pasando por la muerte de Eva Duarte en 1952, hasta la caída de su marido en 1955, el proyecto se modificó varias veces, tanto en carácter como en aspecto y ubicación. Algunas fuentes mencionan, como ya indiqué, una estatua de Perón, de dimensiones gigantescas, que habría reemplazado a la estatua del descamisado, que no se erigiría. Entre ellas una ingeniosa crónica, publicada en la revista New Yorker el 15 de octubre de 1955, pocas semanas tras la caída de Perón. Se llama allí a Tommasi el último descamisado, en obvia contraposición al primer descamisado, y se lo considera, es difícil saber con cuánta seriedad, víctima de la política argentina del momento:

“Se suele decir que los artistas no deben inmiscuirse en política. Dicha idea nunca recibió una confirmación más elocuente que el caso del escultor italiano Leone Tommasi, quien parecería haberse quedado con una pila de fragmentos de estatuas de mármol de proporciones descomunales, en las que estuvo trabajando durante tres años, tras recibir confirmación del general Juan D. Perón para que lo representara en un monumento algo más grande que la Estatua de la Libertad. Ahora que el nuevo régimen argentino ha expuesto a la luz del día toda la riqueza que Perón había acumulado, sugerimos que, en pro de las buenas relaciones internacionales, se le asigne una pequeña parte a Tommasi, quien de otro modo está destinado a convertirse en el último descamisado peronista –un descamisado cargado, por una jugarreta de la política, con varias toneladas de dictador petrificado.”[30]

Es sin duda por una especie de “licencia pictórica”, que los sellos postales argentinos respetan la tradición iconográfica europea, y no toman en cuenta la realidad local, por más que reflejen, al hacerlo, la imprecisión que siempre afectó a la parte estrictamente vestimentaria del sentido de la voz, cuando celebran la futura erección del Monumento, presentando a un descamisado anónimo, no en mangas de camisa, ni tampoco con la camisa abierta, como en el esbozo de la estatua, sino con el torso desnudo, como ya lo vemos en España en el siglo XVII en “La fragua de Vulcano”, la famosa tela de Velázquez, aunque no lo estén las figuras que aparecen en el fondo de la imagen, ni tampoco la mujer que ocupa el plano intermedio en el sello.

Otra escultura del descamisado, una figura de hierro erigida en 2013 en la orilla sur del Riachuelo, en el suburbio bonaerense de Avellaneda, entre el viejo y el nuevo puente Pueyrredón, corta este nudo gordiano, pues por sus características no permite saber si el personaje lleva camisa, desabrochada o no. Conocida como “El descamisado o Coloso de Avellaneda”, esta escultura, más modesta, grande, sí, pero no colosal, con quince metros de altura, es obra de Alejandro Marmo, con la colaboración de Miguel Santoro, a quien se debe la inspiración. Lleva consigo una pequeña efigie de Eva Duarte, casi una muñeca, a la manera de san Cristóbal cargando a Cristo niño, alusión que refuerza el hecho de que la estatua se encuentre frente al Riachuelo, como si el descamisado se dispusiese a cruzarlo.

Tal como se observa en las imágenes contemporáneas, el descamisado es siempre de raza europea y piel blanca. Para algunos opositores del régimen peronista argentino, sin embargo, la voz, cuando empezó a usarse, desde fines del año 1945 y principios del 1946, debió asociarse, en mayor o menor medida, con matices no solo de clase sino también de raza, como no podía ser menos en la América Hispana. Es un vínculo que encontramos ya en esta declaración de Juan Montalvo de fines del siglo XIX en su tratado “De la nobleza”

“¿Dónde están en América los renuevos de esos ilustres señores, gloria en otro tiempo de la madre patria? Los huaches de Bogotá, los cholos de Quito, los rotos de Santiago, los léperos de México: los chagras, huasos, gauchos: los ños, ñores y dones; los encamisados y los descamisados, en fin, de toda la América meridional, inclusive la formidable cohorte de zambos, mulatos, cuarterones y quinterones; todos estos y cada cual de ellos, si entendiesen de genealogía pudieran probarle al más pintado caballero que sus abuelas fueron hermanas y moraban contiguas, la una en la abacería de tal calle, la otra en el figón del frente y que nunca se extinguieron en el contexto americano.”[31]

La imagen racial que se vinculó a los descamisados peronistas a partir de 1945 no nos refiere a zambos y mulatos, sino, sobre todo, a los abarcados por una expresión despectiva de implicaciones palmarias, que corresponde al nombre popular, cabecita negra, de una especie de aves autóctonas argentinas, la carduelis magellanica.

Cabecita negra se utilizó a menudo, de manera despectiva, para designar a personas de cutis moreno y origen mestizo, muchas veces de proveniencia rural, también llamadas, con igual o peor intención condescendiente negros, morochos, o grasas, cuyas simpatías políticas correspondían a las de los descamisados peronistas y cuya indumentaria contrastaba con la de los ciudadanos de piel blanca, mayor solvencia económica y origen europeo. Bien que la expresión continúe usándose, cabecita negra nunca fue reivindicada por el peronismo: su flagrante carácter racista y despectivo nunca alcanzó un rescate como el efectuado para descamisado, al menos, que yo sepa, hasta el momento.[32]

Los peronistas intentaron, en cambio, darle a descamisado una valoración étnica positiva, referida a la gente de piel oscura, que oponer a las connotaciones negativas de cabecita negra. Aunque loable, es de lamentar, sin embargo, que el intento se basase igualmente en una distinción racista, aunque positiva y exaltante, por tratarse de una evaluación celebratoria.[33] Fue empero denigrante para los excluidos de ella, y para alcanzarla se buscó vincular a los descamisados con los gauchos y reclamar para ellos, por el bies de la mitología gauchesca, una argentinidad más acendrada y auténtica de la que sus propulsores estaban dispuestos a reconocer a los opositores del régimen, en quienes veían, utilizando una extraña y peligrosa expresión, que recuerda a la utilizada por Hitler y sus secuaces en relación con los judíos en los diez años precedentes, y hasta pocos meses antes, a los “enemigos de la nacionalidad”. Es este el sintagma que utilizó Perón el 12 de febrero de 1946 frente al Obelisco de Buenos Aires, durante su primera campaña electoral.[34] Identificó entonces su propio ideario con el de un supuesto “pensamiento criollo”, mediante el cual, declaró, “estamos abriendo el surco y sembrando la semilla de una patria libre”.[35] A falta de pruebas en contrario, es preciso concluir sin embargo que dicha filosofía criolla nunca se formuló y solo existió el anuncio de su existencia.

Por entonces algunos peronistas llevaron a cabo un esbozo de reflexión sobre los aspectos de raza y no solo de clase implicados en la voz descamisado. Ello exigió tiempo y alcanzó resultados arbitrarios, esperables en el contexto de ambición de poder político en que se hicieron. Los revela un artículo populista y xenófobo, firmado por Eva Perón (aunque nos asiste el derecho a dudar que haya sido su autora efectiva), publicado en el diario Democracia el 4 de agosto de 1948 bajo el título “Significación social del descamisado”. Recojo allí la afirmación de que “[los descamisados] aparecían en el escenario político argentino como una reencarnación del gaucho, defendiendo lo suyo, clamando por la justicia”.[36] Frente a ellos estaban, de nuevo, “los enemigos de la nacionalidad” quienes en la visión de Eva iban “del brazo con los malos extranjeros”. Usada tan cerca de “gaucho”, y contrapuesta a “extranjero”, la palabra “nacionalidad”, en la misma expresión de la que, como acabamos de ver, se había servido su cónyuge dos años antes, Eva me parece aludir, como ya lo había hecho Perón, aunque él tampoco hubiese llegado a ponerlo en blanco y negro, a los conceptos de argentinidad de “raza” y argentinidad de “sangre”. Estos serían atributos que pondrían al cabecita negra en una situación de privilegio, pues de allí resultaría que el descamisado nativo, de tez oscura, acabaría siendo más auténtico o acendradamente argentino que los ciudadanos de piel más blanca. Pero había para esta teoría un obstáculo insalvable, porque la dura realidad obligaba a indispensables excepciones entre las que estaban, en primer lugar, el presidente y su esposa.

En ese mismo artículo la autora se muestra consciente de que la pérdida de las connotaciones negativas de descamisado, y su reemplazo por una valoración opuesta, había sido alcanzada con creces a mediados de 1948. Aunque descamisado, escribe,

“...se lanzó inicialmente como un insulto, fue recogido y transformado en bandera de justicia, de trabajo y de paz... En vano se trató de ponerle un mote [al trabajador] que revelara su pobreza económica, su mal vestir. Desde un punto de vista social, la palabra descamisado superó su acepción idiomática. Se transformó en sinónimo de lucha, de anhelos, de reivindicaciones, de justicia, de verdad.”

Eva también vincula la voz, con preocupación casi maternal y con cierta condescendencia, a la imperfección vestimentaria de sus seguidores, que querría ver redimida en la precisa medida que nos indica a continuación: “para finalizar, sólo me resta concretar esta aspiración: que con el correr de los años, debajo de sus camisas limpias y bien planchadas, continúe palpitando el alma del “descamisado” de octubre, con sus ansias de justicia, paz y progreso”.[37]

En La razón de mi vida, Eva discute otros aspectos, igualmente importantes desde una óptica partidaria, que atañen a la condición del aspirante al título de descamisado. Opta allí por un enfoque a la vez místico y metafísico, por ser el único que le permite resolver las contradicciones inherentes a la política peronista, y mantener dentro de la categoría del descamisado a sí misma, a Perón, y a los jerarcas amigos. Para ello se ve obligada a dejar de lado el cariz vestimentario y ofrecer en cambio una definición que incluye a los obreros y sus familias pero que no se limite a ellos. Eva crea, mediante el concepto de “autenticidad” que saca a relucir por primera vez, la categoría ontológica del descamisado inmaterial, el único descamisado auténtico, como afirma. El carácter de este, tal como lo define, trasciende no solo el atuendo, que no deja de ser un símbolo en alguna medida, sino las condiciones de vida concretas, nada simbólicas, que este denota. Con malabarismo idiomático e ideológico da así pie a la existencia del descamisado rico, y aun millonario, con lo que no hace sino repetir, aunque lo ignora, las ideas sobre Philippe Egalité, príncipe de la sangre, de Francia, entre otros personajes encumbrados, expresadas por el periodista y escritor conservador español José Selgas y Carrasco desde un punto de mira político y social opuesto al suyo sesenta años antes.[38]

De las palabras de Eva que cito a continuación se desprende que resulta perfectamente descamisada, en su visión, del modo más “auténtico” posible, la pareja que formaba con su marido, vestidos con el lujo que podía admirarse en fotografías de la época, aun cuando ni el atuendo ni la complacida fisionomía de ambos, que trasunta la ausencia de las preocupaciones que acosan casi siempre al descamisado, lo denoten.

Eva lo expresó, vinculándolo a los conceptos de obrero y, una vez más, de pueblo, en el siguiente análisis, donde establece una diferencia entre ser “materialmente descamisado” y “descamisado auténtico” :

“¡todos los que estuvieron aquella noche en la Plaza de Mayo [el 17 de octubre de 1945] son descamisados! Para mí por eso descamisado es el que se siente pueblo. Lo importante es eso; que se sienta pueblo y ame y sufra y goce como pueblo, aunque no vista como pueblo, que esto es lo accidental. Un oligarca venido a menos podrá ser materialmente descamisado, pero no será un descamisado auténtico [...] No todos los descamisados son obreros, pero, para mí, todo obrero es un descamisado”.[39]

Como vemos Eva define la voz sobre la base del sentimiento subjetivo del pretendiente al título: lo que importa es que “se sienta pueblo”, por rico que sea, para adquirir la autenticidad que le permite proclamarse descamisado verdadero. Un oligarca “venido a menos” podrá ser descamisado, pero no será nunca un descamisado “auténtico”; en cambio un rico no oligarca –alguien tal vez difícil de definir con precisión, pero que corresponde a su idea de sí misma, de su marido y de la élite del gobierno peronista– sí lo será. En su visión, la mancha producida por una riqueza pasada es indeleble, como el pecado original, y no basta la pobreza presente para borrarla. De manera opuesta, una vez “pueblo”, afirma, se sigue siendo siempre “pueblo”, por una especie de nobleza de nacimiento, parecería, igualmente indeleble, por más riqueza que se acumule, y aunque se incurra en accidentes tales como no vestirse “como pueblo” y se lo haga en cambio con elegancia y ostentación. La mujer de Perón defiende, como vemos, una visión del descamisado a la vez clasista e hipócrita, que venía como anillo al dedo de su realidad personal, familiar y social.

Aquí entra en juego, como se acaba de ver, el concepto de pueblo, tanto o más que el de descamisado, pues aunque ambos términos parecen sinónimos en la pluma de los Perón, se trata de una sinonimia elástica, sujeta a crecimiento y mengua según momento y ocasión. En verdad pueblo es el conjunto de personas que integran una nación, y por consiguiente está conformado por cada uno de nosotros, sea cual fuere nuestra condición social, ínfima o exaltada. Los patricios son también “pueblo”, al igual que la plebe, de modo que inclusive un “oligarca” es pueblo, le guste y nos guste, o no. Cada uno de nosotros, cualquiera que sea su condición, se sabe parte del pueblo, y si está en sus cabales siempre habrá circunstancias en que no pueda menos que sentirse tal. En ocasión de votar, por ejemplo. El pueblo es una totalidad abarcadora, y por tratarse de un todo absoluto no puede llevar a nadie a tomar partido por o contra él, (porque tomar partido es optar por una parte) y el pueblo es la totalidad. No se puede entonces, como mantiene Eva, con contradicción insuperable, decidir que solo es “pueblo” nuestro bando, y “no pueblo” el bando opuesto. Si somos parte del pueblo (un todo), no podemos optar por una parte de ese todo y seguir llamándolo pueblo (todo). No es posible convertir el todo en parte, o la parte en todo. Es así como el pueblo no puede ser un todo proletario, ni un todo obrero, ni un todo descamisado, ni un todo trabajador. El pueblo descamisado es solo parte del pueblo. Pueblo, en cambio, sin calificativo limitador, a diferencia de obrero, pobre, rico, etc. somos todos, trabajadores o zánganos. Eva, empero, no tiene consciencia de la imposibilidad lógica que resulta del empleo que hace de la voz pueblo. El motivo es simple. Pueblo, en su boca, es un eufemismo que reemplaza plebe. Cuando se es parte de la plebe sí se puede tomar partido por ella, contra los que no lo son. Y eso es lo que Eva pide aquí. Reclama, para sí misma y para los jerarcas de su partido, el derecho a que se los incluya en la plebe descamisada, porque, dice, se sienten tal y eso basta, aunque no vistan como plebe (ni lo sean). Pero como plebe no es voz abarcadora, y no confiere la representatividad espuria que da pueblo, desde el principio de su actividad política Perón y su esposa solo se sirvieron de esta última expresión, y el líder intituló la primera recopilación de sus discursos, en 1944, haciéndose eco de lo ocurrido ante el Cabildo de Buenos Aires en 1810, El pueblo quiere saber de qué se trata y, ya presidente, un segundo volumen, El pueblo ya sabe de qué se trata, en 1946.[40]

Mantener que los jerarcas peronistas eran descamisados por derecho de solidaridad, es tan absurdo como reclamar para todos ellos el título de obreros, aduciendo que les bastaba para serlo (¿en esencia, de manera mística?), el que se preocupasen, o dijesen preocuparse, por el bienestar de los demás obreros. Hay ecos de esta pretensión, por otra parte, en la expresión “el primer trabajador” y “el primer descamisado” que se aplicó muchas veces a Perón. Se pudo intentar porque trabajador es menos flagrante en su distinción de clases sociales que obrero, pues si bien son voces sinónimas que Perón y sus seguidores englobaban en la constelación “descamisados”, el sustantivo obrero corresponde a “trabajador manual retribuido”, mientras que trabajador, que engloba a obrero y a jornalero, evoca sobretodo el verbo del que deriva, trabajar, cuyo sentido DRAE define, en su primera acepción como “ocuparse en cualquier ejercicio, obra o ministerio”. La Marcha Peronista, que se cantaba con frecuencia en los actos públicos, y en especial el Día del trabajo, acaba con cuatro palabras, dirigidas al líder, tras invocar su nombre: “sos el primer trabajador” y nunca, no solo por razones métricas, “el primer obrero”.[41] A su vez, llamarlo “el primer descamisado” –lo cual ocurrió muy pocas veces, quizá porque la palabra no merecía la apreciación entusiasta del líder– tampoco parecía contradictorio, en la medida en que, como se ha visto, no significaba nada en concreto, pues como su mujer explica muy bien en la cita que acabo de hacer, se puede ser descamisado sin serlo.

Debe observarse que Eva omite mencionar otros aspectos concretos del vivir que pueden medirse de manera objetiva, tales como bienestar, riqueza, educación, prestigio, todos de importancia, y cuya ausencia se transluce solo de manera parcial en el vestido. Su última frase recién citada invierte además el sentido de la precedente, pues si el personaje “materialmente descamisado” puede no ser un “descamisado auténtico”, según indica –es decir que esa persona pobre puede no sentirse parte de la plebe– no hay, contra lo que afirma la frase que sigue, ninguna garantía de que “todo obrero [sea] un descamisado”. Nada impide que un obrero aspire a dejar de ser obrero y a convertirse en patrón o, si se prefiere la expresión, en explotador capitalista –y por tanto no se sienta a sí mismo descamisado, auténtico o no, desde un punto de vista esencial o espiritual o místico, como el que preocupa aquí a la consorte de Perón. Es inclusive muy posible, supongo, que muchos obreros aspiren a convertirse en patrones, o en capitalistas, si se prefiere, e imagino que lo harían, si pudiesen, sin detenerse en reparos espirituales.

Otro uso de descamisado digno de nota es el que encuentro en una frase que Eva pronunció el 22 de agosto de 1951, durante la campaña electoral que precedió al segundo mandato de su marido, a quien se dirigió desde los balcones de la Casa Rosada con las palabras:

“Al final yo, mi general, con la plenipotencia espiritual que me dan los descamisados, os proclamo, antes de que el pueblo os vote el 11 de noviembre, presidente de todos los argentinos.”[42]

Resulta difícil imaginar que Eva llamase a su cónyuge “mi general” en la vida diaria ni que se dirigiese a él diciéndole “os” (“os proclamo”) en lugar de “te” (“te proclamo”). Pero está claro que la frase tiene aquí la intención de convertir a Perón en general no de su mujer, sino de los descamisados. Estos pasan así de constituir una militancia a ser una milicia, no una milicia cualquiera, empero, sino una milicia religiosa, la de los creyentes en Perón. De ahí que la “plenipotencia” que Eva se arroga sea “espiritual”. Son entonces los creyentes quienes ungen a Perón con el mandato presidencial sin necesidad de elecciones, en las que de cualquier modo triunfará pues el pueblo –obsérvese que Eva dice “el pueblo” para significar esta vez una mayoría electoral– votará por él en elecciones superfluas, pues su mujer lo ha proclamado presidente tres meses antes. Recuérdese que cinco años antes, en 1946, Eva había declarado que le interesaba “confundirse con los trabajadores” para servir de “puente […] entre el general y los descamisados”.[43] La función que se atribuye ahora no es tan distinta. Pero se trata esta vez de una intercesión dotada de plenos poderes espirituales. Bajo el cariz religioso de su declaración Eva otorga a los descamisados un papel no tan diferente al de los fieles en el culto católico, y acerca su propia figura a la Virgen María, intercesora entre los fieles y el Hijo que es a la vez Padre. Así, por inescapable corolario Eva coloca al “general” en la posición de este último.

El poder “espiritual” que Eva se arroga, y que, en su opinión, le conceden los descamisados, resulta de un procedimiento de validación mágico o místico, que queda implícito. Podemos intuir, no obstante, que surge de la superioridad moral que las víctimas (los descamisados en este caso) tienen siempre sobre sus victimarios reales o supuestos (los oligarcas). Las primeras adquieren así derechos reivindicatorios de justicia o venganza que, en este caso, ejercerían delegándolos, por intermedio de su mujer que habla en nombre de ellos, al líder. Ese ejército de los descamisados que Eva le ofrece a Perón no se quedará de brazos cruzados, todo lleva a pensar, al menos en la intención de quien lo propone, sino que desempeñará, en un momento no especificado, funciones que tampoco se detallan, pero que podemos suponer reivindicativas de sus derechos ultrajados, no solo en el plano material, que nada de lo declarado excluye, sino espiritual. Todo ello confiere a Perón una misión efectiva, específica en el plano de las acciones concretas, pero también redentora en un plano metafísico.

El gradual endiosamiento del líder, cuando aún coronel, figuraba ya en ciernes cinco años antes, en la primera campaña electoral, aunque, parecería, de manera velada. En efecto, el 8 de febrero de 1946, antes de que Perón fuese electo presidente por primera vez, su esposa declaraba en el estadio Luna Park de Buenos Aires:

“Han de comprender que yo, como mujer del pueblo, al que en ningún momento he de olvidar, lucharé a la par del coronel, que si abrazó la bandera de los descamisados fue persiguiendo un ideal que no sabe de traiciones ni de renunciamientos.”[44]

Donde la “bandera de los descamisados” que Perón supuestamente abrazó y que no consiente traiciones ni renunciamientos se equipararía, en alguna medida, a la cruz “abrazada” por Cristo, salvo que Perón no ejercería su acción benéfica sobre la humanidad toda, para empezar sino, más sectariamente, sobre los descamisados, si bien, como se ha visto, ya en 1948 contemplaba que su doctrina, la doctrina justicialista, se extendería al mundo.

Es lícito preguntarse entonces en qué medida la rivalidad con el culto de la religión católica que los seguidores del líder manifestaban a su figura puede haberse reflejado, en la primera mitad de los años cincuenta, en la hostilidad y el conflicto con las instituciones de la Iglesia, que llevaron, poco antes del derrocamiento de Perón, a la quema de templos. A su vez está claro que Perón comprendió muy pronto que ese conflicto había contribuido en medida muy importante a su remoción del cargo presidencial. Podemos entender entonces que tratase, en las semanas y meses que siguieron a su abandono del poder, en dar una nueva orientación a sus ideales políticos, más acorde con la ortodoxia católica, lo cual explicaría a su vez el renovado entusiasmo por Francisco de Asís y los integrantes de su orden, a la que llamó en la misma entrevista con Pavón Pereyra mencionada arriba “los descamisados de la iglesia”.

Tras el regreso de Perón al poder, en los años setenta, descamisados perdió gran parte de su importancia. Quizás porque la situación económica durante esta nueva encarnación del mito justicialista fue diferente a la del primer periodo, y solo se pudo favorecer de manera mucho menos acentuada los intereses de las clases pobres, tratando más de apaciguar sus reclamos sociales que de satisfacerlos, en oposición a lo ocurrido dos decenios antes. En esta segunda encarnación del régimen, la voz descamisados y las asociaciones de sentido que transmite, pasaron a ser de interés casi exclusivo para los grupos de izquierda, en lugar de formar parte, como dos décadas antes, de las reivindicaciones centrales del movimiento. Cupo entonces a los nostálgicos de la Juventud Peronista y a los integrantes del grupo Montoneros –alianza significativa– publicar un semanario conjunto con el título El Descamisado, en los años 1973-1974.[45] Encuentro en sus páginas la siguiente declaración, publicada en el número del 11 de septiembre de 1973, del jefe montonero Mario Firmenich interrogado sobre un posible abandono del uso de la fuerza por su grupo, que nos permitirá apreciar el tenor de este Descamisado sanguinario, aunque de papel:

“De ningún modo, ya que el poder político viene de la boca de un rifle. Si llegamos a este punto, es porque teníamos rifles y los usamos. Si los abandonamos, sufriremos un retroceso en nuestra posición política. En la guerra hay momentos de enfrentamientos como los que pasamos, y hay momentos de tregua, en donde se prepara la próxima confrontación.”[46]

Existió a su vez un Comando Descamisado vinculado al mismo periódico. Se trató de una pequeña facción fundada en 1968 por, entre otros, escribe R. Gillespie,

“los futuros líderes montoneros Horacio Mendizábal y Norberto Habegger. Cuando salió de la cárcel en 1969 Dardo Cabo, hijo de líder sindical Armando Cabo, pasó a ser su jefe. Previamente [Cabo] había estado a cargo de la guardia personal de Isabel Perón durante su estadía en la Argentina entre octubre de 1965 y julio de 1966; y como líder del movimiento derechista Nueva Argentina, dirigió una invasión abortada a las islas Malvinas en septiembre de 1966, destinada a provocar un incidente internacional durante la visita a la Argentina del duque de Edimburgo. Cabo nunca se convirtió en uno de los Montoneros más izquierdistas, ni siquiera tras su designación como director del semanario El Descamisado en 1973. Su nombre y el de Descamisados han sido vinculados con el del Ejército Nacional Revolucionario (ENR) que, aunque presentado en los informes montoneros como otra organización independiente guerrillera que se les unió a principios de los años setenta, parece haber carecido de vida propia […] Lo más probable es que el ENR no fuese más que un escuadrón de muerte de Descamisados.”[47]

Tras la muerte de Perón un año más tarde, en 1974, descamisados, palabra y concepto, fueron perdiendo gradualmente vigencia política, por más que hayan seguido siempre existiendo intentos esporádicos de volver a dársela. Así es como el “Partido de los Descamisados para la Victoria” publicó, en forma irregular, la revista Los Descamisados en 1986 y 1987.

La pérdida progresiva y gradual de la fuerza que tuvieron voz y concepto en la Argentina en los últimos decenios se debe no solo a las circunstancias y peripecias políticas que hemos observado, sino también en parte a la democratización generalizada del atuendo, resultado directo de una mayor prosperidad en occidente. Esta llevó a que resultase menos palmario categorizar la riqueza y la posición social de la persona por el vestido con la misma nitidez que en épocas precedentes. La disminución en la frecuencia del uso de la corbata y la chaqueta entre los hombres, y del vestido suntuario en general y la tendencia general contraria a la ostentación flagrante de la riqueza en el día a día, considerada hoy por muchos de mal gusto, e incluso ridícula, contribuyeron a ello. Su consecuencia es que el contraste que existió por siglos entre el atuendo habitual de ricos y pobres es menos flagrante, y la noción ignominiosa de la persona “mal vestida” o “descamisada”, perdió fuerza y significación en muchas sociedades.

Referencias

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Notas

[2] Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) define camiseta, en la segunda acepción de la voz, como “camisa corta, ajustada y sin cuello, de franela, algodón, seda o de cualquier otra tela, ordinariamente de punto, y que por lo común se pone sobre la carne”.
[3] LUNA, Félix Perón y su tiempo, Sudamericana, Buenos Aires, 1984 p. 293 y ss. Luna reproduce un texto, en cierta medida hipotético, del discurso pronunciado por Perón, que compagina de diferentes fuentes, dado que, afirma, no existen registros escritos completos ni tampoco grabaciones.
[5] LUNA, Félix Perón y su tiempo, cit., p. 412.
[6] LUNA, Félix Perón y su tiempo, cit., p. 412.
[7] LUNA, Félix Perón y su tiempo, cit., p. 412.
[8] SIGAL, Silvia La Plaza de Mayo…, cit., p. 289.
[9] LUNA, Félix Perón y su tiempo, cit., p. 412.
[12] SIGAL, Silvia La Plaza de Mayo…, cit., p. 296.
[13] SIGAL, Silvia La Plaza de Mayo…, cit., p. 300.
[14] PERÓN, Juan Domingo Habla Perón, Buenos Aires, ¿1950/1951? Publicado por la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación incluye unas ochocientas citas de textos leídos hasta fines de 1949. El breve prólogo de la página 5 indica que se trata de una “segunda edición, corregida y aumentada con nuevos pensamientos extraídos de los últimos discursos del Presidente de la Nación”.
[15] PERÓN, Juan Domingo Habla Perón, cit., p. 97.
[16] En dicha conversación el entrevistador le recuerda a Perón que en los meses de su exilio paraguayo “solía denominar a los franciscanos como los descamisados de la iglesia”. PAVÓN PEREYRA, Enrique Conversaciones…, cit., p. 41.
[17] PERÓN, Juan Domingo Habla Perón, cit., pp. 22-23. Las palabras entre corchetes son mi reconstrucción hipotética del texto original faltante.
[18] PERÓN, Juan Domingo Habla Perón, cit., p. 25.
[19] SIGAL, Silvia La Plaza de Mayo…, cit., p. 269.
[20] PERÓN, Juan Domingo Habla Perón, cit., p. 104.
[21] PERÓN, Juan Domingo Habla Perón, cit., p. 120
[22] La Razón, 17 de octubre de 1945. Reproducido en PERÓN, Eva Porqué soy peronista, Ediciones Argentina, Buenos Aires, 1972 [1948], p. 27.
[23] WAISSBEIN, Daniel “Historia de Descamisado”, cit.
[26] LUNA, Félix Perón y su tiempo, cit., p. 417.
[28] BALLENT, Anahí “Unforgettable kitsch, Images around Eva Perón”, en KARUSH, M. y CHAMOSA, O. (eds.) The New Cultural History of Peronism, Durham y Londres, 2010, p. 162. [The monument, to be located in front of the presidential residence, was to consist of a column, the base of which was to contain the mausoleum, and upon which would rest a gigantic statue of the descamisado. It was intended to be “the largest monument in the world” and to become “the eighth wonder”. The total height of the monument was to be 450 feet (by comparison, the Statue of Liberty measures only 150 feet); the statue alone was to be 197 feet tall […] The design included fourteen elevators and a silver sarcophagus. Verticality was the most striking element of the composition. Visitors would be able to climb to the head of the figure, 433 feet high, and there would be various observation points along the way, including a terrace above the descamisado´s anvil. Viewed from the river, the monument would dominate the city´s skyline. It was intended to be an urban symbol like the Statue of Liberty, or the mythical Colossus of Rhodes.]
[29] 70 codos es el tamaño que indica Plinio el Viejo en su Naturalis Historia, Lib. XXXIV, Cap. XVIII, Par. III
[30] [“It is often said that artists shouldn’t get mixed up in politics. The argument was never more poignantly bolstered than by the experience of an Italian sculptor named Leone Tomassi. He seems to be stuck with a batch of heroically proportioned marble statuary that he has been working on for three years, after receiving confirmation from General Juan D. Peron to portray him in a monument somewhat larger than the Statue of Liberty. Now that the regime in Argentina has unearthed all that wealth Peron stashed away, we suggest that in the interests of international amity a modest proportion be set aside for Signor Tommasi who otherwise stands destined to become the last of Peron’s shirtless ones –a descamisado saddled by a prank of politics with several tons of petrified dictator”.]
[32] Daniel Santoro en su trabajo sin fecha (c. 2010) “La cuestión racial. El peronismo como cosa de negros y la leyenda del descamisado gigante” (www.danielsantoro.com.ar) insiste en dicho aspecto: “Como ninguna otra fuerza política, el peronismo tiene una identidad racial de origen que se expresa en apelativos tales como “cabecita negra”, “grasita” o, el más ecuménico, “los negros”, fruto de una mirada lejana y desatenta que designa al pasar a todo aquello que no sea caucásico”.
[33] También la adopta Santoro: “gauchos, peones rurales, mucamas, obreros bonaerenses y morochos provincianos era una multitud dada a los excesos y a los gustos no homologados”. Son los mismos que llama, con orgullo reivindicativo, “la negrada” (ver nota anterior).
[34] PERÓN, Juan Domingo El pueblo ya sabe de qué se trata…, cit., p. 193.
[35] PERÓN, Juan Domingo El pueblo ya sabe de qué se trata…, cit., p. 399.
[36] A un interés similar obedece la dramatización de la novela histórica Juan Cuello de Eduardo Gutiérrez (1851-1889), en ARDITI ROCHA, René y RAMÍREZ, Enrique Los gauchos descamisados: Juan Cuello, Buenos Aires, 1948.
[37] PERÓN, Eva La razón de mi vida, Relevo, Buenos Aires, 1973 (1951), p. 27, para las dos primeras citas, y p. 30, para la última.
[38] SELGAS Y CARRASCO, José Fisonomías contemporáneas, Madrid, 1889, p. 52: “Y ¡oh terquedad de la paradoja! no […] busquéis [al descamisado] solamente en las regiones más bajas de la sociedad: buscadlo más bien en las más altas regiones de las jerarquías sociales; porque puede ser marqués, puede ser conde, puede ser duque, puede llegar hasta ser príncipe… Felipe Igualdad ¿no fue un descamisado? Las demagogias triunfantes tienen también sus dinastías, sus tronos, y sus reyes .”
[39] PERÓN, Eva La razón de mi vida…, cit. p. 92.
[40] SIGAL, Silvia La Plaza de Mayo…, cit., pp. 296 y 298.
[41] Menos frecuente fue la expresión “el primer descamisado”, pero “descamisado” sirvió para designar irónicamente a Perón. Jorge Luis Borges, discutiendo con Adolfo Bioy Casares y el padre de este, el 26 de setiembre de 1956, “el film sobre Martín Fierro que el actor Petrone (…) dice querer que hagamos”, opina que “va a ser muy difícil hacer el film. Pensá: cuando se vea el ejército, la bandera argentina, y la gente tratando de huir para que no la enganchen va a parecer un ataque contra el ejército, a favor del Descamisado”. Véase BIOY CASARES, Adolfo Borges, edición al cuidado de Daniel Marino, Barcelona, 2011, pp.142-3.
[43] PERÓN, Eva La razón de mi vida, cit., p. 273.
[44] PERÓN, Eva La razón de mi vida, cit.
[45] JAMES, Daniel Resistencia e Integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina, Siglo XXI, Buenos Aires, 1990, p. 47, traducción de Resistance and Integration, Peronism and the Argentine Working Class, 1946-1976, Cambridge, 1988.
[47] GILLESPIE, Richard Soldiers of Perón, Argentina´s Montoneros, Oxford, 1982, pp. 108 y 109. [Finally, the Descamisado Command was a small Peronist group founded in 1968 by, among others, the future leaders of Montoneros, Horacio Mendizábal and Norberto Habegger. Upon his release from prison in 1969, Dardo Cabo, son of the trade union leader Armando Cabo, became its leader. Previously, he had been in charge of Isabel Peron´s bodyguard during her October 1965-July 1966 visit to Argentina; and as leader of the right wing New Argentina Movement, led an abortive “invasion” of the Malvinas (Falkland) Islands in September 1966, designed to provoke an international incident during a visit to Argentina by the Duke of Edinburgh. Cabo was never to become one of the more left wing Montoneros, even after being appointed editor of their weekly El Descamisado in 1973. His name and that of the Descamisados have been associated with that of the “National Revolutionary Army” (ENR), which, though presented in Montonero accounts as a further independent guerrilla organization, which joined them in the early 1970s , appears to have lacked a life of its own. … In all probability the ENR was no more than a Descamisados´”hit-squad”].
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