Artículos
Redes sociales, catolicismo liberacionista y represión en el Barrio San Martín. Mendoza, 1959-1976
Social Networks, Liberationist Catholicism and Repression in San Martin Neighborhood. Mendoza, 1959- 1976
Redes sociales, catolicismo liberacionista y represión en el Barrio San Martín. Mendoza, 1959-1976
Prohistoria, vol. 31, 2019
Prohistoria Ediciones
Recepción: 29 Diciembre 2018
Aprobación: 21 Mayo 2019
Resumen: Durante los años ’60 y ’70, en el Barrio San Martín, se produjeron una serie de hechos y procesos que tendrían hondas repercusiones en la sociedad mendocina de la época. Alrededor del sacerdote jesuita José María “Macuca” Llorens confluyeron numerosos jóvenes, que junto a vecinos/as del naciente barrio obrero, protagonizaron experiencias novedosas y disruptivas, que provocarían alarma en las fuerzas de seguridad. En este trabajo, apuntaremos a identificar las principales redes densas que se dieron en el espacio comunitario del Barrio San Martín, a fin de analizar, por un lado, de qué modo estas contribuyeron en los procesos identitarios vivenciados por estudiantes y vecinos y, por otro, qué implicancias tuvieron en la constitución de redes sociales extensas que aportaron a la creciente movilización social y política de la Mendoza de esos años. Se estudiará, asimismo, cómo estas redes fueron percibidas por las fuerzas armadas y de seguridad, y cómo la figura de Llorens como “generador de militancias” adquirió cierta “peligrosidad”, según la visión de los perpetradores del terror estatal y paraestatal.
Palabras clave: Redes sociales, represión , catolicismo liberacionista, militancias , educación, catolicismo liberacionista.
Abstract: During the '60s and '70s, in the San Martín neighborhood, a series of events and processes took place that would have profound repercussions on the Mendoza society of the time. Around the Jesuit priest José María “Macuca” Llorens many young people came together, who together with neighbors of the nascent working class neighborhood, starred in novel and disruptive experiences, which would cause alarm in the security forces. In this work, we aim to identify the main dense networks that were woven in the community space of the San Martín neighborhood, in order to analyze how they contributed to the identity processes experienced by students and neighbors, and what implications they had in the constitution of extensive social networks that contributed to the growing social and political mobilization of Mendoza during those years. It will also study how these networks were perceived by the armed and security forces, and how the figure of Llorens as a “generator of militancy” acquired a certain “dangerousness”, according to the vision of the perpetrators of state and parastatal terror.
Keywords: Social networks, repression, liberationist Catholicism, militancy, education.
Introducción
El Barrio San Martín, se ubica en el oeste de la ciudad de Mendoza y forma parte de la aglomeración del Gran Mendoza. Este barrio se conformó en la década de 1930 a partir de un grupo de familias instaladas en las inmediaciones de lo que, en ese entonces, era el vertedero de residuos de la ciudad de Mendoza.[1] Durante los ‘60 y ’70, este barrio se convirtió en un lugar en el que se produjeron una serie de hechos y procesos que tendrían hondas repercusiones en la sociedad mendocina de la época. Alrededor del sacerdote jesuita José María “Macuca” Llorens, confluyeron numerosos jóvenes, que junto a vecinos/as del naciente barrio obrero, protagonizaron una serie de experiencias novedosas y disruptivas, que provocarían alarma en las fuerzas de seguridad.
Las diversas experiencias a las que nos referimos comenzaron con el proceso de organización del barrio hacia fines de la década del 50 y con la creación de la Cooperativa Integral. Señala al respecto Milagros Molina:
“El 7 de junio de 1959, con 98 asistentes reunidos en asamblea, surgió la Cooperativa Integral que tuvo como signo distintivo la institucionalización de la organización comunitaria como arma para enfrentar los desalojos y dar respuesta a las necesidades de vivienda y servicios básicos. Acciones, todas ellas, que debieron comenzar clandestinamente[2] y que por ello fue definida por Llorens como una Opción fuera de la ley”.[3]
A partir de ese momento el barrio comenzó a actuar como centro de organización política e irradió ciertas experiencias de educación alternativas como las campañas alfabetizadoras y de educación de adultos en el marco de la Campaña de Reactivación Educativa de Adultos para la Reconstrucción (CREAR) y la DINEA (Dirección Nacional de Educación de Adultos), y de militancia social como los Campamentos Universitarios de Trabajo (CUT). Esta experiencia impulsada por Llorens, uno de los principales referentes de MSTM (Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo), llevó a que decenas de jóvenes universitarios y católicos se acercaran en primer lugar a la militancia barrial, y en segundo lugar a una serie de instancias “de crítica social y formación teológica y política” impulsadas por curas tercermundistas a través del Instituto de Acción Social y Familiar (IASIF) y el Instituto de Liberación y Promoción Humana (ILPH) donde los y las jóvenes tuvieron la oportunidad de cuestionar su accionar en el barrio, el perfil de las carreras que estaban estudiando y acercarse a organizaciones políticas. En ese sentido y en tercer lugar, la militancia barrial fue para muchos y muchas el trampolín hacia la militancia política ya que el Barrio San Martín fue uno de los lugares donde los agrupamientos de la izquierda marxista a través del PRT-ERP (Partido Revolucionario de los Trabajadores - Ejército Revolucionario del Pueblo) y peronista, a través de organizaciones como el PB (Peronismo de Base) - Coordinadora Peronista[4] tuvieron fuerte presencia.
Estas densas tramas transformaron al barrio en una usina de experiencias organizativas disruptivas, sobre las cuales las fuerzas armadas y de seguridad desplegarían, primero acciones de vigilancia e inteligencia y luego acciones represivas que culminaron con la desaparición de jóvenes que habían trabajado en el barrio junto al jesuita.
Para adentrarnos en las tramas organizativas producidas en y desde el Barrio San Martín, incorporaremos la variable espacio utilizada en la historia social del trabajo por autores como Pablo Ghigliani, quien recurre a esta herramienta teórica para analizar las experiencias organizativas de trabajadores/as de la Federación Gráfica Bonaerense en los ‘60 y ’70. Ghigliani toma los aportes de Mike Savage quien plantea que la formación de clase “se apoya en la constitución y extensión en el espacio de al menos dos tipos de redes sociales, aquellas denominadas redes densas (relaciones estrechas, cara a cara, típicas del espacio comunitario o de trabajo) y las redes extendidas (aquellas que ligan a los miembros de la clase a través de lugares geográficos o laborales diferentes)”.[5] Savage, comenta Ghigliani, postula que la formación de la clase trabajadora depende del despliegue contradictorio de ambas dinámicas, siendo la primera un factor clave para la constitución de identidades socio-culturales, y la segunda, para la organización y la movilización política.[6]
En este artículo, apuntaremos a identificar las principales redes densas que se dieron en el espacio comunitario del Barrio San Martín, a fin de analizar por un lado, de qué modo estas contribuyeron en los procesos identitarios vivenciados por estudiantes y vecinos, y por otro, qué implicancias tuvieron en la constitución de redes sociales extensas que aportaron a la creciente movilización social y política que caracterizó a la “siestera” provincia de Mendoza durante los años ‘60 y ‘70.
Para ello partiremos de dos premisas:
1-El barrio actuó como espacio cotidiano de organización y “sociabilidades”[7], y esos vínculos primarios tuvieron gran impacto no solo en las militancias territoriales sino también en las políticas, partidarias, gremiales, sociales y religiosas irradiadas desde ahí. Todas estas a su vez influyeron en el proceso de organización y movilización de la época.
2- Las redes densas y extensas fueron percibidas claramente por las fuerzas armadas y de seguridad, y la figura de Llorens como “generador de militancias” adquirió cierta “peligrosidad”, según la visión de los perpetradores del terror estatal y paraestatal. En ese contexto la mayor parte de las personas que formaron parte de las redes sociales provenientes del barrio, fueron víctimas de manera directa e indirecta del Terrorismo de Estado.
Uno de los operativos desplegados por las Fuerzas Armadas y de seguridad a nivel local, que culminó en la desaparición de jóvenes que habían trabajado con Llorens, fue el “operativo antijesuita”.[8] Se sabe de la existencia de este operativo gracias a las averiguaciones de Dolores Monzó, madre de una de las desaparecidas Leonor Mercuri, quien en su declaración ante la CONADEP, relató que “por medio de una amiga que trabajaba en una empresa privada donde pedían informes al SIDE para tomar empleados, mandé el dato de María Leonor y la respuesta decía “detenida en el operativo antijesuita en Mendoza”.[9]
Vale la pena aclarar que no es objetivo de este trabajo analizar los profundos cambios y tensiones al interior del catolicismo. Haremos breves menciones al respecto para contextualizar las militancias en el Barrio San Martín pero, tal como hemos señalado, el objetivo es examinar las redes densas y extensas que se generaron a partir del mismo y el accionar de la violencia represiva sobre sus protagonistas.
Del basural al barrio
La actuación de organizaciones ligadas al catolicismo posconciliar y al MSTM, fue fundamental en las diversas experiencias que vamos a describir, ya que fue alrededor del jesuita Llorens que se aglutinaron jóvenes estudiantes, pobladores y diversos agrupamientos que dieron los primeros pasos de un proceso organizativo sin precedente en los barrios mendocinos. En el siguiente apartado realizaremos algunas precisiones conceptuales y trazaremos un panorama de algunas de las redes militantes existentes en el barrio entre comienzos de los ‘60 y la dictadura.
Catolicismo liberacionista y MSTM en Mendoza
Para referirnos a los diversos grupos que estuvieron vinculados a los cambios ocurridos al interior de la iglesia, usaremos el concepto “catolicismo liberacionista” de Michael Löwy quien lo define como “una nueva cultura religiosa que expresa las condiciones específicas de América Latina: capitalismo dependiente, pobreza masiva, violencia institucionalizada y religiosidad popular”.[10] Este autor entiende además que si bien este movimiento social-religioso ha sido designado como “teología de la liberación” el término no es apropiado ya que el movimiento es anterior y sus miembros no son “teológicos en absoluto”.[11] A su vez, “se le llama «Iglesia de los Pobres», pero esta red social trasciende con mucho los límites de la Iglesia como institución, aun en su definición más amplia.[12] Por otra parte, seguimos a Luis Donatello quien sostiene que el catolicismo liberacionista argentino “aparece con la renovación que significó el Concilio Vaticano II, y, durante los momentos que este duró, se hizo sumamente difícil distinguir entre aquellos que apoyaban los designios del Concilio de los católicos liberacionistas”.[13] Esta tendencia según Donatello “se apoyó tanto en una serie de estructuras institucionales de la Iglesia Católica que existían previamente al Concilio, como en otra serie de grupos y organizaciones que surgieron con el objeto de transmitir su espíritu”.[14]
El término catolicismo liberacionista entendemos es el más adecuado para nombrar el movimiento que surge alrededor del padre Llorens, por diversas razones. En primer lugar, tanto el movimiento barrial iniciado por el jesuita que se remonta a fines de las década del 50 como los primeros CUT, ocurrieron previo al surgimiento del MSTM. Yamile Alvarez ha sostenido que los CUT sirvieron de modelo y se constituyeron en un antecedente muy importante de vinculación “entre un sacerdote católico y jóvenes universitarios a través del compromiso social a favor de los desposeídos.”[15]
Sobre el origen de estas corrientes Virginia Dominella sostiene que su surgimiento se vincula a “un heterogéneo conjunto de tendencias renovadoras vinculadas con el replanteo conciliar” a partir de cierta renuencia del “catolicismo conservador con sus distintas variantes (…) a aplicar las recomendaciones conciliares”.[16] En este marco surgían “los Curas obreros, los Campamentos Universitarios de Trabajo, el diálogo entre católicos y marxistas, la revista Cristianismo y Revolución y el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM).[17] Los conflictos que comenzaron a mediados de los años ´60 y estallaron en diferentes lugares del país: Córdoba (1964-1966), Mendoza (1965-1966), San Isidro (1966-1968) o Rosario (1968-1969), marcaron el tono que el impacto del Concilio provocó en distintas diócesis.[18] Estos procesos, tal como señala Dominella, tuvieron distintas temporalidades. En el caso de Bahía Blanca por ejemplo, los conflictos ocurrieron entre fines de los ‘60 y 1975.
En Mendoza el antecedente inmediato del surgimiento del MSTM fue el “Movimiento de los 27”, tal como se denominó al conflicto generado entre el Arzobispado y veintisiete sacerdotes diocesanos que reclamaron la aplicación de la reformas conciliares, hecho que llevó a su expulsión de la Iglesia y a la posterior adhesión de varios de sus integrantes al MSTM.
Respecto de la relación entre Llorens y el MSTM, en este trabajo seguimos a Ronaldo Concatti, delegado del MSTM en Mendoza, quien asevera que Llorens no solo perteneció sino que fue uno de sus máximos referentes. Además tal como han señalado Catoggio y Mallimaci, el MSTM:
“fue un movimiento sacerdotal que, más allá de sus miembros orgánicos, se convirtió en el centro que articuló una red social más amplia que se conoció como tercermundismo. Muchos militantes identificados con el tercermundismo se definieron exclusivamente por su trabajo en pos de la organización de los sectores populares y se volcaron de lleno a actividades como la pastoral villera o el trabajo sindical. En esta línea, algunos continuaron o retomaron la experiencia iniciada por los curas obreros en el país a principios de los ‘60.”[19]
A continuación, analizaremos los espacios de sociabilidad generados en el barrio que contaron con la participación de personas que a través de sus compromisos social, religioso, político, educativo fueron parte de las redes del catolicismo liberacionista de la Mendoza de los ‘60 y ‘70.
Macuca Llorens y el barrio. Campamentos Universitarios de Trabajo y pedagogía de la liberación
¿Quién fue Macuca y por qué fue tan importante en los procesos que nos proponemos abordar? El padre Llorens, como menciona Mercedes Meinieri, se había acercado a la experiencia de los “sacerdotes obreros” en Córdoba, junto con el jesuita Alejandro Del Corro, pasando luego por Buenos Aires donde dirigía a grupos de jóvenes de Acción Católica que ayudaban en la construcción de casas de un barrio obrero en las afueras de la ciudad . En 1958 fue enviado a Mendoza por la Compañía de Jesús donde emprendió su labor eclesial y de militante social junto a los pobres.[20] La llegada de Macuca a Mendoza y al barrio fue clave.
“Ante la falta de respuesta a las necesidades de vivienda y urbanización por parte de la organización barrial existente, un núcleo de pobladores junto al sacerdote J. M. Llorens formaba, en marzo de 1959, la Cooperativa Integral del B° Gral. San Martín, tomando como referencia inicial la experiencia de los “sintecho” de Chile”.[21]
En un contexto de erradicación de villas de emergencia, vecinos de este y otros asentamientos, “enfrentaron a “la topadora” con organización comunitaria. En este proceso, el Barrio San Martín además actuó como punta de lanza para fortalecer a otras poblaciones. Señala al respecto Baraldo:
“la acción de la Cooperativa Integral se extendió por fuera de los límites del barrio, acudiendo en forma solidaria a otros asentamientos populares en caso de amenazas de desalojo, organizando instancias organizativas y proponiendo soluciones habitacionales para sus pobladores”.[22]
Además de su rol fundamental en la puesta en funcionamiento de la cooperativa y en la organización comunitaria, la presencia de Macuca fue crucial también en la atracción de jóvenes, que en un contexto de radicalización política, comenzaron a acercarse a las barriadas obreras. En este punto seguimos a Touris cuando plantea para el caso porteño, que el trabajo que los curas tercermundistas desarrollaron en villas fue “potenciador de la radicalización social y política que asumieron las reivindicaciones de los habitantes de las villas” y que “además fue la visagra que unió a los villeros con los sectores juveniles del peronismo sobre los cuales los clérigos tercermundistas tuvieron un gran ascendiente.”[23]
Una primera experiencia muy significativa en esa dirección fue la de los Campamentos Universitarios de Trabajo (CUT) que consistió en el acampe de estudiantes en el barrio para realizar tareas colectivas y asistenciales. Los CUT funcionaron en diferentes puntos del país. Dice Ezequiel Ander Egg “En el CUT se elegía un lugar donde hacer campamento, generalmente en un pequeño pueblo de una provincia pobre y allí se vivía lo mismo que los pobladores de ese lugar.”[24] Y agrega:
“Una vez instalados en el lugar cada uno hacía su aporte según los estudios que estaba realizando. Así por ejemplo, los estudiantes de Pedagogía y de las escuelas de Magisterio en general enseñaban algo (…) los estudiantes en Medicina prestaban algunos servicios relacionados con sus conocimientos, los de ingeniería agronómica o veterinaria hacían sus aportes técnicos a campesinos (…) y así, en las diferentes carreras. En estas instancias también se promovía la formación y discusión política”.[25]
Agrega Ander Egg “de lo que se trataba era que los universitarios tuvieran la vivencia de lo que es la pobreza, la marginalidad, la exclusión”.[26] De este modo “aprendían a conocer los problemas sociales que en lo más profundo son problemas humanos. Aprendieron no de los libros sino en la convivencia”.[27]
El primero de los campamentos se realizó en 1964 en el Barrio San Martín y en el futuro Infanta, ubicado al oeste de dicho barrio. Tal como señala Yamile Alvarez, ese año un grupo de 50 estudiantes convivieron durante dos semanas con los pobladores, colaborando en la transformación del basural en barrio.[28] La experiencia de convivir con los pobladores y participar en tareas comunitarias, sumadas a las largas charlas sobre la realidad política y social que mantenían con el jesuita, llevó a que muchos estudiantes transformaran su inicial sensibilidad social en acciones militantes concretas y en conciencia política. Miguel Longo –ex seminarista y colaborador del Padre Llorens– comenta:
“Sin duda alguna, la experiencia de compartir las condiciones de vida de sectores marginales y el contacto con su forma de pensar derivó en que muchos estudiantes asumieran compromisos políticos con el fin de transformar la realidad social (…) hubo quienes a partir de esta experiencia iniciaron su militancia en organizaciones políticas, mientras que otros continuaron con el activismo social.”[29]
El compromiso con la comunidad fue tal, que como señala Baraldo, muchos jóvenes volvieron a trabajar al barrio y algunos inclusive se instalaron allí. Un dato significativo es que fue desde Mendoza, y a partir de Llorens, que el movimiento de los CUT se extendió al resto del país. Luego del primer campamento de 1964, al año siguiente se llevaron a cabo otros dos campamentos, y a partir de 1966 la experiencia se nacionalizó. Macuca como referente nacional de los CUT, viajó por el país promoviendo nuevos campamentos y hasta su finalización en 1972, se realizaron sucesivamente en el norte de Santa Fe, Neuquén, Cutral Có, Cipolletti, General Roca, Salta, Santiago del Estero y Catamarca.[30]
Luego de la experiencia de los CUT, y al calor de un exponencial crecimiento de la militancia barrial, surgieron otras instancias organizativas centradas en la educación de adultos. Al respecto Chaves señala que hacia los ’70, “los formatos alternativos de militancias barriales y escolares” fueron favorecidos por la estructura educativa de la DINEA la cual posibilitó e impulsó “un perfil de militante pedagógico- social” que además de trabajar en espacios educativos barriales realizaba tareas comunitarias.[31] Esto se combinó con la creación en 1973 de la Campaña de Reactivación Educativa de Adultos para la Reconstrucción (CREAR) la cual apuntó a alfabetizar adultos pertenecientes a sectores educativamente marginados. La CREAR, que “se interesó claramente por la consolidación de una propuesta orgánica para los trabajadores, junto a otros sujetos socialmente subordinados”, abrió centros de adultos en todo el territorio y “capacitó a los coordinadores de base, con el objeto de promover la participación, y como fuera entendida en la época, esto incluía diversas posibilidades políticas e ideológicas”.[32]
En Mendoza, el Barrio San Martín fue escenario de ambas prácticas pedagógicas que combinaban elementos de “la pedagogía de la liberación, de la teología de la liberación” con “elementos marxistas en el marco de un proyecto de liberación nacional y popular”.[33] Una figura clave fue el jesuita Juan Luis Moyano, responsable de la CREAR en el Barrio San Martín (vinculado a Llorens). Sobre su participación Moyano comenta “llegamos a ser cinco jesuitas en esa comunidad y dos vivíamos en un rancho de adobe, con piso de tierra, sin agua corriente y con luz bajada de los cables públicos”.[34] Otra figura crucial es la del delegado en Mendoza de la DINEA, Atilio Vacca, quien “colaboró en la promoción del “Centro Educativo Comunitario Nº29” lugar donde se realizó la construcción de casas por cooperativa y se pasó de la villa de emergencia al barrio”.[35]
Una de las experiencias pedagógicas novedosas surgida en este contexto, fue la “escuela redonda” en la que Moyano tuvo un papel destacado. Norma Zamboni quien participó en la organización de la comunidad y en la “Escuela Redonda” señala:
“El que era responsable de la campaña CREAR (…) era de los jesuitas, estaba trabajando con el Padre Llorens, y vivía allí con el Padre Llorens, Juan Luis Moyano. Él estaba más en política, y en teatro callejero. Era el coordinador de la CREAR, y daba clases en el Centro Comunitario, daba clases de ERSA. Era Estudios de la Realidad Social Argentina (…) a él lo tomaron preso y eso ha sido por el 75. Antes de la dictadura, porque yo me acuerdo, haberlo ido a visitar a la cárcel (…) después salió y tuvieron la opción de irse del país.”[36]
Agrega Zamboni que ese centro educativo surgió desde las bases y funcionaba a través de una junta comunitaria integrada por diferentes instituciones del barrio.[37]
Respecto de la CREAR, Chaves señala que funcionó como espacio de militancia territorial “además de concientización ideológica. En el caso del Barrio San Martín, estas militancias peronistas y de izquierda se combinaron con ideas procedentes de la teología de la liberación y con el accionar de sacerdotes tercermundistas de influencia jesuita.[38] Estas instancias organizativas decantaron en un jardín de infantes, una escuela de apoyo escolar y numerosos centros de alfabetización de adultos impulsados por los estudiantes, tal como menciona el mismo Llorens en su libro Opción Fuera de la Ley.[39]
Todas estas experiencias actuaron como multiplicadoras de tramas militantes hacia adentro y hacia afuera del barrio. Tal fue el crecimiento de las redes densas comunitarias, que prácticamente todos los agrupamientos políticos de izquierda de la época se interesaron en formar parte de esa trama.
El San Martín como un “Ganges” de la militancia
Sobre la relación entre participación social y política de jóvenes cercanos a grupos católicos en Argentina, estudios realizados a escala local han iluminado y complejizado este tema. Para el caso de Bahía Blanca, Virginia Dominella ha demostrado cómo los espacios sociales del catolicismo liberacionista propiciaron la participación política de otras maneras
“las ramas especializadas de la Acción Católica se constituyeron en ámbitos de sociabilidad para los y las jóvenes que impulsaron su acercamiento a la sociedad y a la política en vistas a la transformación social, en tanto fueron una instancia fundamental en la profundización de su compromiso temporal.”[40]
A su vez, Mallimaci ha señalado el carácter histórico del papel de la Iglesia en la formación de militantes, y el hecho de que muchos jóvenes hayan tenido sus primeras actividades sociales, culturales y de conocimiento de la realidad nacional en estos espacios que a su vez los impulsaron a la acción.[41]
En esa dirección, el trabajo comunitario realizado junto a Llorens, significó para muchos/as jóvenes un primer acercamiento a la militancia. Mercedes Meinieri ilustra la mística generada alrededor de los CUT y del trabajo de Llorens al señalar que “en la época había un dicho, de broma que aseguraba que el Barrio San Martín era una especie de “Ganges” local al que había que ir por lo menos una vez en la vida para purificarse”.[42]
Respecto de la gravitación de ciertos sectores religiosos en estas experiencias, Baraldo menciona que los cambios al interior del cristianismo fueron de vital importancia en “los procesos de formación de gran parte de la nueva generación militante que engrosó las organizaciones sociales y políticas de la Nueva Izquierda de las décadas de 1960 y 1970, contribuyendo en varios casos a su constitución y/o desarrollo”.[43] Muchos militantes cristianos, al calor de la época, se radicalizaron ideológicamente y se acercaron a organizaciones políticas y político-militares.
Para el caso de los sacerdotes tercermundistas referenciados en Macuca, la inclinación política se dirigió hacia el peronismo. Señala Baraldo “la opción política de los STM (Sacerdotes del Tercer Mundo) de Mendoza se transformó en una práctica concreta, desde la que aportaron a la construcción de una nueva estructura, la Coordinadora Peronista, (FAP)”.[44] También Montoneros tuvo presencia en el barrio. De hecho uno de los primeros desarrollos de la regional Mendoza, hacia 1971, fue en el Barrio San Martín.[45]
Las trayectorias de los y las militantes, lejos de ser lineales y uniformes, se presentaron de modo imbricado. Si bien señalamos que muchos jóvenes a partir de la militancia barrial y/o cristiana habían incursionado en la política, se dio también el caso inverso. A partir del gran crecimiento en la organización comunitaria, muchos agrupamientos políticos se interesaron en tener trabajo territorial en el San Martín.
En el caso del PRT-ERP, por ejemplo, Violeta Ayles señala cómo dos militantes cordobeses, que son trasladados por su organización a Mendoza, hacen pie en el Barrio San Martín. Nos referimos a Diana Triay y Sebastián Llorens quienes habían llegado a la provincia en junio de 1973.[46] Sebastián había estado a cargo del CUT de 1964 en el mismo barrio y era sobrino del cura. Leonor Mercuri, militante del PRT-ERP, quien también fue trasladada a la provincia por su organización, se sumó también al trabajo territorial de la mano de Macuca. Respecto de la presencia del PRT-ERP en el San Martín, fue vox populi por décadas, que la primera ambulancia del barrio habría sido un aporte de esta organización.[47]
Otros casos de militantes de otras provincias que se vincularon al barrio al llegar a Mendoza fueron: la pareja porteña Nora Rodríguez Jurado y Rafael Olivera, pertenecientes al Movimiento Evita y a Montoneros respectivamente. También militantes cristianos que habían participado en los CUT en otras provincias, al llegar a Mendoza, comenzaron a militar en el Barrio San Martín. Es el caso de Picky Zanoco y Hugo Medina, que en 1967 habían sido responsables de los CUT en Cutral Co; y de Gloria Fonseca y Miguel Longo quienes habían estado a cargo de los CUT en 1968 en Tucumán.
Todas las personas mencionadas (excepto Miguel Longo) junto a María Inés Correa Llano, Carlos Jakowezick, María de Carmen Moyano, Zulma Zingaretti, Mercedes Vega de Espeche, María Cristina Lillo y Domingo Britos, se encuentran desaparecidas.
La multiplicación de redes
Además de las instancias organizativas barriales, educativas, religiosas y partidarias que fueron parte de las redes densas comunitarias, a medida que nos adentramos en la década del ‘70 advertimos el despliegue de redes extensas que van ligando a militantes de diferentes extracciones y ámbitos.
Algunas de ellas, que describiremos a continuación, apostaron a la creación de espacios de discusión política en las que los y las militantes cristianos/as tuvieron una vez más, gran influencia. Nos referimos al Instituto de Acción Social y Familiar, un espacio de discusión política y teológica; y más tarde el Instituto de Liberación y Promoción Humana.[48] Estos espacios, señala Baraldo, “permitieron transformar los interrogantes de los jóvenes en un compromiso con la organización de los vecinos y posibilitaron también, el pasaje de muchos jóvenes a la militancia política”.[49] Varios de los participantes de estas experiencias eran estudiantes de la Escuela de Servicio Social y asistentes sociales que trabajaban en el barrio, quienes encontraron en estos ámbitos, un lugar donde reflexionar sobre las contradicciones “percibidas en su propia práctica”.[50]
El amplio despliegue de estas redes extensas propició también algunas experiencias novedosas. Una de ellas, surgidas desde el IASIF, fue el Centro de investigaciones de la Mujer (CIM), una temprana experiencia feminista vinculada a grupos ecumenistas y católicos tercermundistas. Entre 1969 y 1972, desde el CIM, se llevaron a cabo una serie de conferencias y seminarios, producto de los cuales se publicó Opresión y marginalidad de la mujer en el orden social machista. Este libro, analizado en trabajos anteriores, parte de la idea de que “ha llegado la hora de las mujeres, el momento de entrar en el mundo que los hombres concibieron y edificaron a su imagen y semejanza para transformarlo cambiando por entero el rostro de la civilización humana”.[51]
A su vez, otra experiencia disruptiva ligada a estas redes, analizada también en otro trabajo[52], fue la de los Seminarios Educativos, una instancia de discusión sobre la futura ley de educación, de la que participó, en setiembre de 1973, toda la docencia provincial. Los debates dados en el marco de los Seminarios partieron de un documento elaborado por el gobierno y el gremio docente, SUTE, denominado “Pautas educativas”. Estas Pautas generaron un enorme escándalo debido a su corte “marxista” y a propuestas que supuestamente subvertían los roles de género, tales como la creación de guarderías para los hijos/as de docentes[53]. La reacción de sectores de la derecha local ligados al Opus Dei, que incluyó marchas de silencio, entrevistas con el gobernador y telegramas al presidente, logró frenar el anteproyecto de ley surgido de estas discusiones.
Tanto en el IPLH, IASIF, CIM y en la elaboración de las polémicas “Pautas” participaron activamente referentes del MSTM, de la DINEA, CREAR, y de diversas instancias organizativas aquí descriptas. A modo de ejemplo, dos de las personas que fueron protagonistas en la elaboración de las polémicas “Pautas” y en la publicación feminista mencionada, fueron Ezequiel Ander Egg y Norma Zamboni quienes además habían sido parte de DINEA y CREAR.
Por último, un hecho que terminó de entrelazar todas las redes aquí descriptas fue el golpe de Estado que derrocó al presidente Salvador Allende en setiembre de 1973. Este hecho produjo una nueva reconfiguración de las tramas militantes que confluyeron en ayuda de los y las refugiados/as chilenos/as que llegaron de a miles a Mendoza.[54] Con ese fin fueron creadas organizaciones tales como el CEAS (Comité Ecuménico de Acción Social), COMACHI (Comisión de Ayuda Argentino Chilena) y se puso en marcha la filial local de ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados). En esas instancias, participaron personas pertenecientes a todas las experiencias analizadas, y el MSTM, ecumenismo y metodismo tuvieron un rol central.
El ámbito desde el cual se articuló la acogida de los y las chilenas fue la Fundación Ecuménica de Cuyo (FEC), experiencia subsidiaria del IASIF y el ILPH, creada en 1972 por la pastora Alieda Verhoeven, el obispo Federico Pagura, de la Iglesia Metodista, Mauricio López, de la Iglesia de los Hermanos Libres, Rolando Concatti y Oscar Bracelis, ex curas tercermundistas. Ante la avalancha de asilados, la Fundación empezó a alojarlos, primero en sus casas y luego en los templos. Probablemente una de las figuras centrales en las redes de ayuda a los exiliados/as chilenos/as fue el ex rector de la Universidad de San Luis, el profesor y pastor Mauricio López quien se encuentra desaparecido. Comenta al respecto Concatti:
“Mauricio López tuvo una participación importante en dos aspectos. Por un lado, él estaba organizando la universidad de San Luis (…) y toda esta gente entró mucho a la universidad porque entre las ocupaciones que los legitimaba a los chilenos era ser estudiantes, se les dio facilidad para estar en las facultades (…) y ser estudiantes les daba cobertura legal. Por otro lado Mauricio había vivido en Ginebra ocho años, como muy alta figura del Consejo Mundial de Iglesias y ahí había estado en una comisión de ayuda a refugiados y tenía una aceitada relación con la ACNUR (…) su actuación también fue decisiva en la constitución del CEAS”. [55]
Retomando el planteo del comienzo queremos, en primer lugar, enfatizar la articulación de las experiencias descriptas y señalar que durante estos años de “toma del cielo por asalto” la articulación de redes de hombres y mujeres que bregaban por una transformación del orden vigente muestra una serie de anudamientos: la organización comunitaria encabezada por Llorens y los campamentos universitarios, estaban directamente vinculados a las experiencias político pedagógicas que se dieron para esta época y con las incipientes militancias de decenas de jóvenes que trabajaron con el jesuita. A su vez, el lazo entre las diversas organizaciones políticas y que realizaban trabajo político ideológico como el llevado a cabo por los y las integrantes del IASIF, se vinculaba y retroalimentaba con el movimiento ecuménico y el movimiento de curas tercermundistas y con experiencias gremiales. Muchos/as de los que militaban en el San Martín tenían participación en más de uno de los espacios organizativos irradiados desde el barrio. A su vez gran parte de ellos/as estuvieron vinculados a las acciones de solidaridad con el pueblo chileno, y a diversas acciones de protesta que exceden este artículo.
En segundo lugar, nos interesa señalar cómo los dispositivos represivos que comienzan a actuar desde los primeros ‘70, ven con preocupación la “usina de militancias” generada alrededor de Llorens y la multiplicación de las redes sociales vinculadas al barrio. En esa dirección a continuación analizaremos el despliegue del aparato terrorista paraestatal sobre los y las jóvenes ligadas al jesuita en los años previos al golpe de Estado.
El comienzo del terror: la violencia paraestatal
En Mendoza, hacia 1973/74, al igual que en el resto del país, grupos paraestatales actuaron violentamente contra militantes y organizaciones que ya por esos años comenzaron a ser denominadas “subversivas”. En la provincia, las versiones locales de las 3 A, tuvieron distintas denominaciones siendo el Comando Anticomunista Mendoza (CAM) y del Comando Moralizador Pío XII las más importantes.
En el análisis minucioso de las víctimas del terror tanto estatal como paraestatal, muchas veces no se logra descifrar cuál de las identidades militantes fue motivo de la persecución. Esta situación se agrava en el caso analizado, ya que en la densa trama del barrio se entrelazaban el activismo religioso, social, cultural, político partidario y pedagógico. De todas maneras, la cacería desatada sobre los y las jóvenes que militaron junto a Llorens y la denominación de “operativo antijesuita” por parte de la Inteligencia militar, da cuenta de que dicha red barrial se convirtió en un blanco para las fuerzas represivas.
A partir de la investigación de Dominella, sabemos que la persecución de personas vinculadas al catolicismo liberacionista en Bahía Blanca tuvo características similares que en Mendoza. Esta autora da cuenta de una serie de atentados cometidos contra católicos liberacionista y muestra claramente cómo “los enfrentamientos intraeclesiásticos aparecieron cada vez más entrelazados y confundidos con los que atravesaban a la sociedad.”[56]
Para el caso mendocino, fueron numerosas las acciones violentas que apuntaron contra personas de las redes del catolicismo liberacionista. Previo al golpe de Estado, estallaron bombas contra los ex curas tercermundistas Oscar Bracelis, Rolando Concatti, y contra la imprenta Paulos, de otro ex cura. A dicha imprenta se la acusó de adoctrinar “a personas de intereses ajenos a la Patria”.[57] En la capilla Virgen de los Pobres del Barrio San Martín estalló una bomba en agosto del 75, azarosamente Macuca no se encontraba allí. También estallaron artefactos explosivos en el Centro Cultural Israelita, en ocasión de celebrarse una reunión de la comisión que nucleaba a organizaciones de ayuda de los emigrados chilenos COMACHI (Comité Argentino-Chileno). Ander Egg y Norma Zamboni sufrieron primero la irrupción de un grupo armado en su domicilio y luego la explosión de una bomba.
También durante estos años comenzaron los primeros secuestros. En 1974 la DINEA fue intervenida por el gobierno nacional y de forma paralela, la revista “El Caudillo”, órgano de difusión de las 3 A, la acusó de ser un espacio de “infiltración subversiva” y de “copamiento ideológico” marxista por lo cual celebra su intervención.[58] En ese marco, hacia fines de 1974, al salir de una reunión de DINEA fueron detenidos todos los alfabetizadores del Barrio San Martín por la policía de Mendoza. Sobre ese hecho, el jesuita Moyano relata “fuimos llevados a la comisaría de la policía provincial, en la que estuvimos durante la primera semana, nos tuvieron incomunicados…”[59] Luego de un simulacro de liberación, fue secuestrado: “en mi caso, mientras oficialmente era dejado en libertad después de haber firmado mi salida de la comisaría, unos agentes de la policía federal me secuestran llevándome por una puerta posterior”.[60] El jesuita estuvo tres días desaparecido, mientras era sometido a interrogatorios y torturas”. Producto de las presiones de familiares y amigos, el 5 de diciembre de 1974 fue legalizado, puesto a disposición de PEN (Poder Ejecutivo Nacional) y llevado a la Penitenciaría provincial.
Respecto de la posible participación de grupos católicos en la represión, vale la pena traer a colación el hecho de que así como hubo sectores del catolicismo que cuestionaron puntos cruciales del status quo y formaron parte de proyectos revolucionarios, hubo otros que fueron parte de la cruzada “antisubversiva” y participaron en la “caza de brujas” desatada contra aquellos/as que habían estado relacionados con el MSTM.
En Mendoza, a partir de investigaciones realizadas sobre el Comando Moralizador Pío XII, se ha señalado algunos vínculos entre personas de la orden de Santo Domingo y la represión paraestatal.[61] Al respecto Rolando Concatti comenta que las agresiones provenientes de grupos católicos marginales, nucleados en la iglesia y en la escuela de Santo Domingo, eran constantes. A estos grupos Concatti adjudica un hecho ocurrido en el año 72, cuando en su vivienda de calle Catamarca le escribieron “haga patria, mate un cura tercermundista, acá adentro hay uno”.[62] Otro testigo de la época, E., también comenta sobre la relación entre el Comando Moralizador Pío XII y grupos de la iglesia: “Eran pocas personas, en su mayoría civiles, eran lefebvristas, ultramontanos totalmente (...) sobre todo con los dominicos...los dominicos siempre fueron los inquisidores...los canes de dios...”[63]
Otros que atentaron contra “la idea misma de Dios” y que además entraron en las redes extensas militantes al cumplir un rol vital en la ayuda a exiliados/as chilenos/as fueron los metodistas, quienes a través de Mauricio López y de la ACNUR pusieron en marcha gran parte de las campañas de solidaridad con refugiados/as. La iglesia metodista y sus integrantes también fueron “castigados” con bombas y persecuciones. De hecho su mayor referente, Mauricio López, fue secuestrado y continúa desaparecido.
Finalmente, entre junio y setiembre de 1976, en el marco del denominado “operativo antijesuita[64]”, se produjo el secuestro y la desaparición de jóvenes militantes ligados a Llorens.
Las víctimas
Dentro del denominado operativo antijesuita se encuentra un universo de víctimas que en la órbita judicial estaría integrado por Nora Rodríguez Jurado, Rafael Olivera, María Leonor Mércuri, María Inés Correa Llano, Carlos Jakowezick, Zulma Zingaretti, Mercedes Salvadora Vega de Espeche y María Cristina Lillo. Sin embargo hay otras víctimas que aunque no figuran en la justicia como parte de dicho operativo, tuvieron relación con el padre Llorens y militancia social en el Barrio San Martín. Nos referimos a: Picky Zanocco, Taco Medina, Diana Triay, Sebastián Llorens, Graciela Mellivosky, Domingo Britos, Horacio Bisone.
A continuación esbozaremos un panorama general que muestra el modo a través del cual se desplegó el denominado operativo antijesuita. Para ello describiremos algunas de las detenciones y secuestros, y desapariciones, lo que nos permitirá analizar algunas características del accionar de inteligencia y el modus operandi represivo utilizado por las fuerzas armadas y de seguridad a nivel local.
La cacería
El despliegue del accionar represivo comenzó el mismo día en que se produce el golpe de Estado. El 24 de marzo de 1976, el ejército detuvo al padre Llorens quien fue llevado al CCD D2 ubicado en el Palacio Policial. Como señalamos, la persecución comenzó antes de esa fecha, hecho que se ve reflejado en la persecución sufrida por la familia Llorens. En enero de 1975 había sido detenida por la policía federal y sometida a torturas con picana eléctrica la sobrina del cura, Teresita Fátima Llorens, militante del PRT-ERP que había participado a su lado en el trabajo barrial. El ensañamiento con la familia del cura no quedó ahí. Dos de sus hermanos, Pablo y Sebastián y la pareja de este último, Diana Triay, militantes del PRT-ERP que habían trabajado en el Barrio San Martín, fueron secuestrados y desaparecidos.
El grueso de las desapariciones de este operativo tuvo lugar entre junio y setiembre de 1976. Los secuestros de dos médicas militantes perretistas, y que trabajaron con Llorens, muestran la sistematicidad y simultaneidad del operativo. Mercedes Vega de Espeche y María Cristina Lillo fueron capturadas casi en simultáneo la madrugada del 8 de junio de 1976. Lillo, “colaboraba en la organización de la cooperativa de viviendas, revisaba a los vecinos de la villa y los derivaba a distintos nosocomios conforme las patologías que presentaban. Asimismo, daba clase de alfabetización a la comunidad del barrio.”[65]
Al mes siguiente, en julio de 1976, fueron secuestrados Nora Rodríguez y Rafael Olivera. Rosalía Garro, compañera del matrimonio, ha señalado el compromiso de Nora con la tarea social, como miembro de la Agrupación Evita, en la zona de Desamparados en San Juan y a Rafael como “cuadro la organización político-militar Montoneros”, y la cercanía de ambos con círculos tercermundistas.[66] También su participación en villas en tareas de educación, promoción comunitaria y organización popular vinculados al peronismo, y tareas sociales en el Barrio San Martín, en el caso de Nora como alfabetizadora de adultos.
Rafael fue secuestrado el 12 de julio mientras conducía su bicicleta. Al día siguiente, Nora llevó a sus dos hijas Soledad y Rosario a la guardería. Al regresar, dejó a su hija menor Guadalupe de once meses durmiendo, y salió a realizar unas compras con su hija mayor, Ximena. Al salir del supermercado fue secuestrada junto a la niña. Las hijas del matrimonio fueron llevadas a Buenos Aires por los abuelos paternos y un tío que se hizo cargo.
El 22 de agosto de 1976 fue secuestrada Zulma Zingaretti por un grupo de tareas, en presencia de su madre. Su hermano Humberto recuerda que Zulma ayudaba en villas, en colaboración con el padre Llorens. “Era muy generosa, practicaba el amor al prójimo y eso se demuestra en el acto espontáneo de haber dado refugio en esa casa a un matrimonio chileno”.[67] Dos meses después, el 9 de setiembre de 1976, María Leonor Mercuri, militante del PRT-ERP, estudiante de Servicio Social y empleada del Banco Nacional de Desarrollo, fue secuestrada poco antes de llegar a su casa. Leonor además se desempeñó como docente dando clases de apoyo en el Barrio San Martín.
Una semana después, el 16 de setiembre de 1976, personal del Ejército secuestró María Inés Correa Llano y a su marido Carlos Ángel Jakowczyk quienes también participaban de las tareas sociales propiciadas por el jesuita. Ella hacía manualidades en tejido y bordado mientras que él se abocaba a actividades deportivas. Correa Llano estaba embarazada de siete meses y era muy amiga de Mercuri. Según vecinos, los llevaron envueltos en sábanas y desde ese momento no se supo nada más de los dos ni del niño o niña que, presumiblemente, ha nacido en cautiverio.
Otros casos de desapariciones de jóvenes que no figuran en este operativo pero que realizaron tareas sociales con Llorens fueron: María del Carmen “Pichona” Moyano, activista de la Dirección de Transporte, quien fue secuestrada embarazada y dio a luz una niña en la ESMA en junio de 1977; los responsables de CUT Stella (Picky) Zanocco secuestrada el 3 de febrero de 1978, Hugo (Taco) Medina, el 1 de agosto de 1978 y Gloria Fonseca el 9 de abril de 1977. También Domingo Britos secuestrado el 1 de julio de 1976, Graciela Mellivosky participante de los CUT de Tartagal secuestrada el 25 de setiembre de 1976, Horacio Bisone secuestrado el 25 de setiembre de 1978, Juan y Alberto Bernal secuestrados la madrugada del 28 de mayo de 1976 (Juan y su esposa Raquel Herrera fueron asesinados y Alberto secuestrado y desaparecido).
Como se señaló al comienzo, se supo de este operativo antijesuita gracias a una serie de averiguaciones hechas por la madre de Leonor Mercuri, quien luego enterarse de su existencia, y tal como declaró ante la CONADEP, habló “con el Padre Iñaqui de Azpiazu y él averiguó por un militar conocido que el operativo había existido pero no podía dar más información”.[68] No obstante, el informe también decía que sería liberada, aunque en una segunda averiguación tiempo después, la respuesta fue que no averiguara más, que no podían quedar testigos vivos y esa fue la última noticia que tuvo la mujer de su hija y de sus compañeros.[69]
También en documentos judiciales se mencionan otras referencias al operativo:
“En la carta que presentó ante el Consulado de España, la Sra. Dolores Monzó recordó que el 25 de diciembre de 1976 en oportunidad de celebrarse un almuerzo en una quinta en Buenos Aires le entregó una nota al Coronel Ciro Ahumada (fallecido) –quien cumplía servicios en Mendoza– con todos los datos de identificación de María Leonor y éste le comentó que muy probablemente la chica hubiera sido detenida en razón del Operativo antijesuita”.[70]
En ese documento también se señala que un primo de la madre de Leonor que “tenía contactos” “con un comisario”, al consultarle por su sobrina, el Comisario le habría mencionado la existencia del operativo.[71]
Aparentemente, las redes militantes de Llorens venían causando preocupación desde comienzos de los ’70. Informes de Inteligencia[72] destinados casi exclusivamente a las actividades del cura y a la Cooperativa de viviendas así lo demuestran.[73] En un informe del 14 de Junio de 1971, cuando se hace referencia al trabajo de Llorens en el Barrio San Martín, se advierte sobre “la probable evolución del mismo” de la siguiente manera:
“teniendo en cuenta el medio ambiente en el que se desarrollan las actividades y las mejoras sociales y económicas que se aducen, las mismas cuentan con el apoyo popular, campaña que podría sobrepasar los límites del Barrio San Martin e incrementarse con la conquista de otros sectores de condiciones similares de vida…”[74]
Otros documentos hacen referencia a una supuesta llegada de armas de origen soviético que tenían como destino Cuba pero a nivel local Llorens las recibiría; y a su condición de “comunista o cripto comunista”, como señalara Pedro Sánchez Camargo, ex jefe del CCD D2, en su declaración ante la Cámara Federal.[75] También en los interrogatorios, los torturadores solían preguntar por Llorens, a quien consideraban “agitador izquierdista” y “adscripto a la línea de pensamiento de los llamados sacerdotes del tercer mundo, como Camilo Torres, que estaban vinculados a algunos movimientos guerrilleros de América Central…”[76]
La participación de los servicios de Inteligencia del Ejército está presente en las acciones de espionaje previas que fueron realizadas sobre las víctimas. Al respecto, la señora Rodríguez de Zingaretti (madre de Zulma), relató que en una oportunidad en la que “visitó el edificio de la calle Martínez de Rosas y Emilio Civit (sede del Destacamento de inteligencia 144 en ese momento), fue seguida por una persona que le dijo que no se diera vuelta y que ‘concurriera al Comando para entrevistar al Teniente Coronel Gómez Saa, quien sabía dónde se hallaba su hija’, sin embargo, nada de ello fue posible”.[77]
Por último queremos señalar dos cuestiones. En primer lugar que las tareas de inteligencia sobre este grupo fueron realizadas por servicios de las FFAA y de seguridad desde varios años antes al golpe de Estado[78], y que la Comunidad Informativa y el Destacamento 144 cumplieron un rol fundamental en la organización de los secuestros. En segundo lugar, que además del Ejército, la policía de Mendoza tuvo participación en algunos operativos. En el secuestro del matrimonio Rodríguez-Olivera el ex D2 estuvo a cargo, así lo demostró el testimonio de la mayor de las niñas Olivera, Ximena; por otro lado, el hallazgo de un libro de sumarios del D2 en el que están asentados los nombres de Nora Rodríguez y Rafael Olivera, con fecha 15 de julio de 1976 así lo demuestran.[79]
Conclusiones
El esfuerzo por espacializar e identificar la constitución y consolidación de redes sociales a partir de la experiencia de la militancia barrial encabezada por Llorens en las décadas de los ‘60 y ’70 en Mendoza, apuntó a visibilizar parte del tejido social destruido por la última dictadura militar. A través del recorrido realizado, pudimos observar cómo las diversas experiencias organizativas, lejos de ser aisladas, formaron parte de una trama de redes sociales que hacia la época estudiada, tuvo un enorme desarrollo.
La variable espacial de las redes densas y extensas nos permitió observar cómo las militancias territoriales ocurridas en el Barrio San Martín desde mediados de los ‘60, fueron generadoras de otras militancias políticas, que desde diversos lugares, cuestionaron aspectos centrales del status quo. Cuestionamientos que apuntaban a formas de organización comunitaria, al sentido de la educación y su rol emancipatorio, al rol de la iglesia católica en la sociedad, al papel de los intelectuales en el cambio social, a la división sexual del trabajo y al rol que le cabía a las mujeres y docentes en el mundo público y privado, a las posibilidades de crear redes de solidaridad internacionalista y a “la idea misma de dios”.
De allí que las personas que conformaron estas redes fueran percibidas como amenazantes por los sectores civiles y militares que tomaron el poder en marzo de 1976. El tejido social militante era tan denso que muchas veces no es claro si la acciones represivas sufridas por alguno/a de estos/as jóvenes se debía a su participación en una u otra red. Lo que queda claro a partir del saldo de víctimas y de las redes analizadas, es que la mayor parte de las personas que formaron parte de las redes sociales provenientes del barrio fueron víctima del Terrorismo de Estado. Vale la pena enfatizar cómo las tramas sociales -destruidas por la dictadura- fueron tan claramente advertidas por los perpetradores del terror. El documento de Inteligencia que ya en 1971 advertía sobre el “peligro” que implicaba que las redes de Llorens “sobrepasaran en Barrio San Martín” da cuenta de ello.
Por último, sin subestimar la autonomía que las militancias surgidas del Barrio San Martín alcanzaron en la Mendoza de los ’70, hay que destacar la figura del padre Llorens como generador de experiencias políticas y sociales disruptivas. El enorme peso de su figura se hace visible también en el nombre que los servicios de Inteligencia del Ejército le dieron al operativo que culminó en la desaparición de jóvenes que lo habían acompañado en el trabajo comunitario.
Mendoza, 29 de diciembre de 2018
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