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El método y el propósito de la economía política marxista según Isaak Illich Rubin: Nueva evidencia documental
The Method and Purpose of Marxist Political Economy according to Isaak Illich Rubin: New Documentary Evidence
El método y el propósito de la economía política marxista según Isaak Illich Rubin: Nueva evidencia documental
Prohistoria, vol. 31, 2019
Prohistoria Ediciones
Recepción: 19 Diciembre 2018
Aprobación: 23 Mayo 2019
Resumen: En este ensayo analizamos las contribuciones del economista Isaak Illich Rubin (una víctima de las purgas de Stalin) al estudio del método de la economía política marxista. El artículo comienza analizando la contraposición que Rubin hace entre la teoría laboral del valor y la teoría subjetiva del valor, y luego pasa a examinar el concepto de valor de uso en Marx (que es clave para comprender la crítica de Rubin al marginalismo), las diferencias entre las teorías del valor de Marx y de Ricardo, la distinción que Marx hizo entre los conceptos de valor y de la forma del valor, los ensayos de Rubin sobre la teoría marxista del dinero, y su análisis del desarrollo dialéctico de categorías en el sistema económico de Marx, que condujo a su descubrimiento de la dialéctica de la crisis capitalista. El ensayo cierra con una descripción de la concepción de Marx y de Rubin sobre la crítica de la economía política como la base científica del comunismo.
Palabras clave: Economía política, marxismo, marginalismo, dialéctica, crisis, comunismo.
Abstract: In this essay we analyze the contributions of the economist Isaak Illich Rubin (a victim of Stalin’s purges) to the study of the method of Marxist political economy. The article begins by analyzing the counterposition that Rubin makes between the labor theory of value and the subjective theory of value, and then goes on to analyze the concept of use value in Marx (which is key to understanding Rubin’s critique of marginalism), the differences between the theories of the value of Marx and Ricardo, the distinction made by Marx between the concepts of value and the form of value, Rubin’s essays on the Marxist theory of money, and his analysis of the dialectical development of the categories in Marx’s economic system, which led to his discovery of the dialectics of the capitalist crisis. The essay closes with a description of Marx’s and Rubin’s conception of the critique of political economy as the scientific basis of communism.
Keywords: Political Economy, Marxism, Marginalism, Dialectics, Crises, Communism.
Introducción
El economista marxista Isaak Illich Rubin (Исаак Ильич Рубин), una víctima de las purgas de Stalin, es conocido entre el público de habla castellana sobre todo por su obra Ensayos sobre la teoría marxista del valor[1]; además han sido publicadas en español las dos primeras secciones de su Historia del pensamiento económico con los títulos de Los mercantilistas y Los fisiócratas.[2] Estos dos libros establecieron sólidamente la reputación de Rubin como uno de los principales exégetas de los escritos económicos de Marx, tanto por su conocimiento erudito de la historia de la económica política como por su manejo de la dialéctica, basado en un estudio detallado de los escritos de Hegel en el original alemán.
Pero Rubin es también autor de numerosos trabajos que hasta hace poco solo estaban disponibles en ruso, incluyendo una historia detallada de la fisiocracia y una biografía de su principal representante, François Quesnay[3], así como de una colección de ensayos titulada Economistas contemporáneos en Occidente,[4] y de numerosos artículos sobre historia de la economía política y teoría económica.[5] Recientemente hemos traducido media docena de dichos ensayos para un volumen que editamos conjuntamente con el profesor de la Universidad de Toronto, Richard B. Day, titulado Responses to Marx's Capital: From Rudolf Hilferding to Isaak Illich Rubin,[6] que tiene como eje el método de la economía política marxista. Comienza analizando, por ende, la recepción de los tres volúmenes de El Capital y de los tres volúmenes de Teorías sobre la plusvalía por los teóricos de la socialdemocracia alemana y austriaca, así como por académicos que en su momento llamaron la atención de Marx y Engels, tales como Illarion Ignat’evich Kaufman y Werner Sombart.[7] El volumen incluye, entre otros ensayos sobre el método de la economía política marxista, las polémicas de los marxistas con la teoría subjetiva del valor, también conocida como teoría de la utilidad marginal o marginalismo. El propósito del presente artículo es dar a conocer al público de habla hispana los contenidos fundamentales de los ensayos de Rubin sobre el método y el propósito de la economía política marxista contenidos en Responses to Marx's Capital.
La teoría laboral y la teoría subjetiva del valor
Comenzaremos nuestro análisis de los aportes de Rubin describiendo los contenidos de su artículo sobre la “Escuela austriaca” para la Gran Enciclopedia Soviética.[8] La teoría de la utilidad marginal (conocida hoy en día como “microeconomía neoclásica”) se presentó como la palabra final en la ciencia económica: un principio universal de elección, enraizado en la psicología humana, que se basaba en una única premisa fundacional: el “valor” de cualquier mercancía deriva exclusivamente de su capacidad para satisfacer una necesidad humana. Una mercancía que es abundante se usará para satisfacer necesidades menos urgentes y, por lo tanto, tendrá un precio menor; por el contrario, un bien escaso tendrá un precio más alto porque satisfará necesidades de mayor prioridad. Cuantas más unidades de cualquier mercancía posea un individuo, menos va a valorar la unidad siguiente o marginal. El valor, en este caso, se convierte en nada más que precio, y el precio no tiene un anclaje objetivo, como lo afirmaba la teoría laboral del valor, en un único determinante del costo: el gasto de trabajo vivo y la parte alícuota del trabajo incorporado en el capital constante.
En el artículo que Rubin escribió para la Gran Enciclopedia Soviética, afirmó que los rudimentos de la teoría de la utilidad marginal ya se habían desarrollado en el siglo XVIII, pero que
“Fue en la década de 1870 que aparecieron casi simultáneamente las obras de Carl Menger, [William Stanley] Jevons y Léon Walras, los fundadores de la nueva escuela, entre los que Menger desarrolló más minuciosamente la base psicológica de la teoría y Walras la base matemática. Durante la década de 1880 [Friedrich von] Wieser y [Eugen von] Böhm-Bawerk, estudiantes de Menger (los tres vivían en Austria), trabajaron en detalle la teoría psicológica, que también es llamada con frecuencia la teoría austriaca. A finales del siglo XIX se extendió entre la ciencia universitaria burguesa en casi todos los países del mundo.”[9]
La nueva economía que surgió del marginalismo temprano, y que generalmente prevalece hasta nuestros días, persigue fines apologéticos del capitalismo, mientras que la economía política marxista, como señala Rubin, es un estudio de la historia, de las relaciones sociales, e incluso de la filosofía, destinado a demostrar la caducidad histórica del capitalismo. El marxismo considera al “valor” y a todas sus ramificaciones como categorías determinadas de una fase histórica pasajera de la producción mercantil, mientras que la “economía”, en su significado burgués actual, trata la producción mercantil como un orden natural cuyo origen y destino están más allá del alcance de la investigación. La teoría austríaca del marginalismo, con su individualismo ontológico y su teoría del valor puramente subjetiva, era por lo tanto la antítesis del análisis marxista.
Con tales cuestiones fundamentales en disputa, era de esperar que los marxistas ofrecieran una respuesta vigorosa.[10] Las críticas marxistas tempranas más conocidas del marginalismo son La crítica de Böhm-Bawerk a Marx de Rudolf Hilferding[11] y el libro de Nikolai Bujarin, La economía política del rentista (Crítica de la economía marginalista).[12] Dado que ambas han sido traducidas al castellano, y que resumir estos trabajos va más allá del alcance de este ensayo, nos limitaremos a referir al lector a las mismas y a sintetizar los contenidos del ensayo de Rubin sobre la “Escuela austriaca” para la Gran Enciclopedia Soviética.
El tema central de todos los escritos de Isaak Rubin es que las relaciones sociales históricamente formadas entre las personas en el proceso de producción son el verdadero objeto de estudio de la economía política. En consecuencia, el marxismo se centra en el surgimiento dialéctico de las formas económicas, utilizando la historia económica y el desarrollo de los medios de producción para iluminar ese análisis. Mientras que el marxismo comienza con el todo social, lo analiza hasta llegar a sus elementos constituyentes (la mercancía como “célula” de la sociedad burguesa) y luego lo reconstruye concretamente en el pensamiento como una totalidad contradictoria, la teoría psicológica del valor busca las “causas finales” de los cambios de los precios en los juicios de utilidad marginal emitidos por individuos singulares. El resultado, según el análisis de Rubin, es una serie de problemas que involucran: a) cómo determinar el valor conjunto de una serie de unidades, cada una de las cuales tiene una utilidad marginal decreciente; b) cómo determinar el precio de los medios de producción, cuando su valor se considera derivado de los diferentes valores de las cosas que dichos medios de producción pueden utilizarse para producir; c) cómo asignar valores discretos a dos o más medios de producción que pueden usarse para producir una mercancía en particular; y d) cómo explicar el valor de cambio y la ganancia.
Rubin demuestra que Marx estaba perfectamente familiarizado con el hecho de que la demanda total disminuye con un aumento en el precio y que la oferta aumenta, lo que permite una representación diagramática de lo que comúnmente se conoce como las “curvas” de oferta y la demanda. Rubin pasa entonces a explicar estos fenómenos estrictamente en términos de la teoría marxista del valor, observando que los escritores de la escuela marginalista se olvidan de preguntar por qué cambian los precios, y solo analizan cómo lo hacen. Preguntarse por qué cambian los precios es volver a las categorías de la teoría de la teoría laboral del valor de Marx. Dado que el subjetivismo marginalista no agrega nada a nuestra comprensión de las causas de la determinación de los precios, Rubin concluyó que su significado real debía ser explicado en términos políticos de clase. La escuela de economía austriaca es
“una tendencia teórica que se corresponde con la ideología de la burguesía en la época de la declinación del capitalismo, un momento en el que cualquier estudio objetivo de las tendencias del desarrollo social lleva a la conclusión de la destrucción inevitable de la economía capitalista. En esta época, el método objetivo, social e histórico (cuyo núcleo fue establecido por los clásicos, como los principales ideólogos de una burguesía joven y progresista) se convierte en propiedad exclusiva de la teoría económica marxista, mientras que la ciencia burguesa apela al método subjetivo, psicológico y anti-histórico. La supuesta "naturaleza" psicológica inmutable del hombre llega a servir como punto de partida para la investigación teórica y como argumento para la imposibilidad de una economía socialista. No es de extrañar que la escuela austríaca haya lanzado una celosa polémica contra el marxismo y haya disfrutado de un éxito rápido y clamoroso entre los estudiosos burgueses, que han visto en ella... un arma teórica afilada para la lucha contra el marxismo y el socialismo.”[13]
El concepto de valor de uso en Marx
En su ensayo sobre “La enseñanza de Marx sobre la producción y el consumo”, Rubin señaló que, aunque Marx no analizó sistemáticamente la relación entre producción y consumo en un texto en particular, dicha relación es sin embargo esencial “para una comprensión adecuada de los fundamentos metodológicos de toda la teoría económica de Marx”. Rubin agregaba, sin embargo, que los puntos de vista de Marx sobre el tema habían “atraído la atención no tanto de los marxistas como de los críticos de Marx, quienes, con una monotonía considerable, han repetido el argumento de que Marx ignoró el proceso de consumo de los productos y olvidó la existencia del valor de uso”.[14] Rubin descartó este argumento y lo atribuyó a la preocupación marginalista por los juicios individuales de utilidad, que supuestamente determinan el valor de una mercancía.
Marx, por el contrario, siempre consideró el valor de cambio en términos objetivos y trató al consumo como un momento en el proceso de reproducción como un todo. En su crítica del marginalismo, Rubin objetó que los austríacos excluían del análisis económico a las clases sociales; reemplazaban a la forma capitalista de la economía por la “actividad económica pura”; transformaban a la sociedad en “una agregación de Robinson Crusoes individuales”; afirmaban que “las fuerzas motrices de la economía son las experiencias psicológicas y las motivaciones de los individuos como consumidores”; transferían el eje de la investigación de la esfera de la producción al consumo; e ignoraban así la dinámica de la economía capitalista y sus tendencias de desarrollo.[15] Rubin rechazó esta indiferencia al contexto social, enfatizando que las “necesidades” humanas son un producto de la historia y evolucionan junto con el trabajo humano.
El incentivo inmediato para el estudio de Rubin provino de la publicación de secciones de los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 de Marx, que aparecieron en 1927 por iniciativa de David B. Riazanov, amigo íntimo de Rubin y director del Instituto Marx-Engels. Estos cuadernos, que Marx escribió para uso personal como trasfondo para La sagrada familia (1845), demuestran más claramente que cualquier otra fuente la deuda de Marx con Hegel y también con la reinterpretación antropológica que Ludwig Feuerbach hizo de la dialéctica hegeliana de la objetivación y de la alienación.
Rubin comenzó señalando que Feuerbach reemplazó la comprensión idealista de Hegel de la “necesidad” por las necesidades naturales del hombre. Pero Marx fue más allá de Feuerbach, como comentó Riazanov, al “desarrollar aún más todos los elementos revolucionarios de la dialéctica hegeliana”. Marx preguntó cómo la naturaleza activa del hombre se manifiesta en el trabajo –en “la actividad concreta de la autoobjetivación”[16]– y cómo las cosas creadas para satisfacer las necesidades actúan a su vez sobre el productor, enriqueciendo sus sentidos y sus necesidades como un ser social históricamente cambiante. Marx vio desarrollarse las necesidades con la división social del trabajo en el proceso histórico de producción social: “la historia de la industria y la existencia, que se ha hecho objetiva, de la industria, son el libro abierto de las fuerzas humanas esenciales, la psicología humana abierta a los sentidos”.[17]
Partiendo de las leyes generales del desarrollo de las necesidades, Marx analizó las necesidades y el consumo en la sociedad productora de mercancías. La división del trabajo implica la satisfacción de las necesidades a través del intercambio, con el resultado de que cada individuo se esfuerza por despertar nuevas necesidades en el otro. Marx escribió que “cada cual trata de crear una fuerza esencial extraña sobre el otro, para encontrar así satisfacción a su propia necesidad egoísta”.[18] Rubin señala el “despertar artificial de los deseos, fantasías y caprichos refinados, antinaturales e incluso imaginarios”.[19] El refinamiento de las necesidades, que tiene el potencial de promover la cultura y la sensibilidad humana, resulta en cambio deshumanizante cuando el consumo fastuoso de los ricos es acompañado por la degradación de las necesidades humanas entre los trabajadores.[20]
En los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, Marx ya interpretó el consumo y el desarrollo de las necesidades con referencia a las clases sociales, pero todavía tenía que proporcionar una explicación histórica de la relación entre las necesidades y la producción. En este punto, Rubin recurrió a La ideología alemana, en la que Marx describió la producción de nuevas necesidades como “el primer hecho histórico”.[21] Mientras que los economistas burgueses suponen que existe una totalidad de necesidades por adelantado y completamente independientes de los medios para satisfacerlas, Marx relacionó la producción de necesidades con el desarrollo de los medios de producción. Rubin enfatizó que las “necesidades” humanas no pueden ser concebidas como los caprichos subjetivos de los consumidores. En otras palabras, como ocurre con los medios de producción en desarrollo y con las formas cambiantes de las relaciones de producción, las “necesidades” humanas son siempre un producto de la historia. Considerando al instrumento de trabajo como “el vínculo mediador entre el hombre y la naturaleza”, Rubin observó que “Marx enfatiza la enorme importancia del instrumento del trabajo tanto en el proceso de desarrollo de la actividad productiva del hombre como en el proceso de desarrollo de las necesidades humanas”.[22]
El siguiente texto importante de Marx que Rubin consideró en su análisis de la evolución de las necesidades humanas es Contribución a la crítica de la economía política (1859). Con la conexión histórica entre las necesidades y la producción establecida, la siguiente pregunta se refería al intercambio y la distribución. En una sociedad productora de mercancías, el propósito inmediato de la producción se convierte en el valor de cambio en lugar del valor de uso. La producción y el consumo comienzan a separarse al mismo tiempo que permanecen conectados. Aquí la mercancía aparece como una unidad inmediata de valor de uso y valor de cambio; sin embargo, ambos siguen siendo determinaciones contradictorias: la mercancía es un valor de uso, pero no es directamente un valor de uso. Marx explicó que “si la mercancía sólo puede devenir en cuanto valor de uso al realizarse como valor de cambio, por otro lado sólo podrá realizarse como valor de cambio si en su enajenación se acredita como valor de uso”.[23] Mostrando cómo la forma mercancía necesariamente implica la mediación a través de la "forma absoluta" del valor de cambio, o del dinero como la mercancía universal, Rubin sigue a Marx al distinguir el circuito C-M-C del circuito M-C-M. En una importante nota al pie, señala que el análisis de Marx sobre la naturaleza dual de la mercancía era una reminiscencia directa de la dialéctica de Hegel del Ser y la Nada:
“Hegel considera primero el “ser” y luego la “nada”, para reconciliarlos posteriormente en “el devenir” (das Werden). Marx sigue el mismo esquema: primero considera tanto al valor de uso como al valor de cambio como un ser; luego viene la contradicción de su ser, seguida por la exploración de su devenir, es decir, el proceso del movimiento real de las mercancías en el intercambio. La similitud con los esquemas de Hegel también se puede observar en otro punto: el valor de uso y el valor de cambio se consideran inicialmente como determinaciones aisladas; luego entran en una conexión externa, y cada una es considerada como el medio externo para la realización de la otra. Luego viene la interpenetración de estos opuestos cuando adoptan la forma de mercancía y de dinero.”[24]
Rubin luego sigue analizando, a través de varios niveles de complejidad, la relación entre producción y consumo en la sociedad capitalista. En una sociedad productora de mercancías, el propósito inmediato de la producción pasa a ser el valor de cambio en lugar de valor del uso. La producción y el consumo comienzan a separarse al mismo tiempo que permanecen conectados. La primacía del valor de cambio por sobre el valor de uso se hace más evidente en la sociedad capitalista. En la producción simple de mercancías, el objetivo final del artesano era satisfacer sus necesidades. Ahora los dos momentos del proceso de reproducción se separan aún más, al mismo tiempo que permanecen necesariamente conectados a través de la demanda del mercado. La demanda, a su vez, asume un carácter determinado por la distribución de clase de los ingresos. El desarrollo de la producción crea necesidades crecientes tanto para los artículos de consumo como para los medios de producción, pero existe una “ley inherente a la economía capitalista que mantiene el consumo de los trabajadores a un nivel bajo frente al crecimiento gigantesco de la productividad del trabajo”. El consumo permanece determinado por la producción y por las formas sociales en que se produce, y no “por las necesidades y por la voluntad arbitraria de los individuos separados”.[25]
A Marx no le interesaba la utilidad subjetiva del trabajo ni la utilidad objetiva del producto, sino las relaciones de producción entre las personas. Habiendo establecido ese principio metodológico, Rubin luego describe las diversas formas en que el valor de uso figura en “las determinaciones de forma económicas” (die ökonomischen Formbestimmungen), pasando del cambio inicial de forma de la mercancía, a través del intercambio, a las formas constantes y variables del capital, que Marx distingue en términos de sus respectivas funciones sociales más que de cualquier diferencia material-técnica.[26]
En los esquemas de reproducción del tomo II de El Capital, la forma natural de los productos tuvo que ser considerada al examinar las relaciones entre los dos sectores de la producción (el sector I, productor de medios de producción, y el sector II, productor de artículos de consumo), pero nuevamente Rubin enfatiza que Marx se interesó principalmente en la estructura social del proceso de reproducción, no en los valores de uso concretos. Marx también atribuyó una importancia única al “valor de uso formal” del dinero, así como al valor de uso peculiar de la fuerza de trabajo para el capitalista (su capacidad, como trabajo abstracto, de crear plusvalor), pero lo hizo para explicar al capitalismo como una forma social de relaciones de producción.[27]
La tesis de Rubin es que el valor de uso, aunque nunca está ausente de la obra de Marx, siempre debe considerarse en un contexto histórico y no puede considerarse como “un objeto independiente para la investigación en economía teórica”[28]:
“El proceso de producción capitalista es una unidad del proceso de trabajo (es decir, el proceso de producción de valores de uso) y del proceso de producción y expansión del valor. La economía política toma este último aspecto del proceso de producción, es decir, el proceso de producción y expansión de valor, como el sujeto especial de su investigación. Pero el proceso de expansión del valor representa la forma que asume el proceso de producción de productos o de valores de uso. Por lo tanto, este último proceso es siempre una parte de nuestra investigación, aunque no como un objeto independiente para el análisis de esta ciencia sino como otro aspecto del proceso único de reproducción, que estudiamos como la “estructura social de la producción” (Lenin). De ello se desprende que el valor de uso se incluye en el ámbito de nuestra investigación sólo en la medida en que sea necesario para comprender el proceso de producción y expansión del valor.”[29]
La teoría del valor en Marx y en Ricardo
En su ensayo “Características fundamentales de la teoría del valor de Marx y cómo difiere de la teoría de Ricardo”, Rubin abordó una dualidad relacionada a la dualidad entre valor de uso y valor –la que existe entre el trabajo concreto y el trabajo abstracto– para establecer una distinción similar entre Marx y Ricardo en términos de sus respectivas teorías del valor: “Es precisamente en el ‘carácter dual del trabajo’ que Marx vio el elemento central de su teoría del valor... El carácter dual del trabajo refleja la diferencia entre el proceso material-técnico de producción y su forma social. Esta diferencia... es la base de toda la teoría económica marxista, incluida la teoría del valor”.[30]
Así como la teoría de la utilidad marginal enfatizaba los valores de uso concretos en lugar de la “forma” del valor, Ricardo estudió el proceso material-técnico de producción, y particularmente el resultado de los cambios en la productividad del trabajo, sin hacer referencia a la “forma social” particular de las relaciones de producción capitalistas. Mientras Adam Smith estaba al tanto de las etapas históricas, pasando de la Era de los Cazadores a la de los Pastores, luego a la de la Agricultura y finalmente a la del Comercio[31], que consideraba como la más apropiada para el florecimiento de la naturaleza humana, Ricardo condujo a la economía política en una dirección diferente, al tomar las relaciones capitalistas como dadas y ubicadas más allá del alcance de la investigación. Marx, por el contrario, enfatizó que la economía política presupone la sociedad capitalista como su objeto de estudio, y que las categorías económicas resultantes son exclusivamente las de la formación social capitalista.
Con pocas excepciones, tales como Richard Jones y más tarde la escuela histórica alemana[32], la falta de interés de Ricardo por la historia se convirtió en una característica común de la teoría económica burguesa, que culminó en la preocupación de los marginalistas por una lógica universal de determinación de precios a través de juicios subjetivos e individuales.
Mientras que Marx fue el sucesor de Ricardo en términos de ver al trabajo como el contenido del valor, fue mucho más allá de Ricardo en su diferenciación entre el trabajo concreto y abstracto, y en el tratamiento resultante del valor como una forma histórica específica, una forma social cuyo contenido es trabajo concreto que ha sido abstraído.
Rubin evalúa la teoría económica de Marx con referencia a las “determinaciones de forma” en su contexto histórico. La lógica dialéctica de la obra de Marx aprehende en la teoría la sucesión lógica de las relaciones de producción que surgen de las contradicciones fundamentales de la producción y del intercambio de mercancías. Marx enfatizó en la Contribución a la crítica de la economía política que la economía política presupone la sociedad capitalista como su sujeto, y que las categorías económicas resultantes son exclusivamente las de la formación social capitalista. El trabajo y los medios de producción ciertamente son anteriores al capitalismo, pero cuando Marx escribe sobre el trabajo y los medios de producción, su preocupación es el trabajo asalariado y los medios de producción que son propiedad del capital. Las categorías de la economía política son “abstracciones” que son “producto de condiciones históricas” y que “poseen plena validez sólo para estas condiciones y dentro de sus límites”.[33]
En términos de lógica, Hegel también creía que el todo está implícito en las partes y que, por lo tanto, puede deducirse de ellas. En el análisis de Marx, esto significa que todas las contradicciones del capitalismo están implícitas en la contradicción fundamental de la mercancía. Rubin sigue a Marx al enfatizar que el trabajo individual concreto, en una sociedad productora de mercancías, solo puede convertirse en trabajo social a través de un proceso de abstracción que da origen a la dialéctica de la reificación o cosificación de las relaciones sociales, como producto del fetichismo de las mercancías. El “valor” es una forma social, cuyo contenido es trabajo concreto que ha sido abstraído.
“La igualación de todos los tipos de trabajo a través de la igualación en el mercado de todos los productos del trabajo como valores: esto es lo que Marx entiende por el concepto de trabajo abstracto. Y dado que la igualación del trabajo a través de la igualación de las cosas resulta de la forma social de la economía mercantil, en la cual no hay una organización social directa y una igualación directa del trabajo, se sigue que el trabajo abstracto es un concepto social e histórico. El trabajo abstracto no expresa una igualdad fisiológica de los diversos tipos de trabajo, sino más bien la igualación social de los diversos tipos de trabajo que ocurre en la forma específica de la igualación, a través del mercado, de los productos del trabajo como valores.”[34]
El valor, el dinero, el capital y las otras diversas categorías de economía política son, por un lado, relaciones entre las personas, pero también son simultáneamente “cosas” que han adquirido una existencia social-funcional. El valor de cambio no es la propiedad inherente a un producto útil del trabajo humano, ni el trabajo asalariado es la forma natural de la actividad productiva humana. Sin embargo, el requisito de que el trabajo se vuelva abstracto para aparecer como trabajo social también implica la consecuencia de que las formas sociales resultantes parecen ser reales y concretas. “Esta ‘reificación’[35] consiste en el hecho de que la cosa, con respecto a la cual las personas entran en una cierta relación entre ellas, cumple la función social especial de unir a las personas, la función de mediador o ‘portador’ de la relación de producción particular entre personas”.[36]
Era perfectamente comprensible que la economía política clásica tratara las formaciones sociales anteriores como “obsoletas” o “artificiales”. El capitalismo parecía ser “racional” y “natural” precisamente porque respondía, al menos por un tiempo, a la necesidad de desarrollar las fuerzas productivas. En ese sentido, las formas sociales de reificación (cosificación) se hicieron objetivamente necesarias. Las comunidades humanas anteriores mediaron diversas actividades laborales humanas a través de la cultura, el consenso o alguna autoridad social reconocida. El capitalismo, por el contrario, depende del papel regulador de la ley del valor. Marx creía que la reificación solo terminaría cuando los productores asociados socializaran los medios de producción y planificaran conscientemente sus propias actividades laborales. Mediante el ejercicio de la previsión consciente, todos los elementos del trabajo social se volverían entonces concretos y verdaderamente racionales.
Rubin concluye que, si bien Marx fue el sucesor de Ricardo en términos de considerar al trabajo como el contenido del valor, también fue mucho más allá de Ricardo en su diferenciación entre el trabajo concreto y el trabajo abstracto, y en el tratamiento resultante del valor como forma histórica específica. Con su elaboración del “carácter dual” del trabajo y del valor, Marx, más que completar la teoría de los clásicos, se convirtió en el creador de una teoría económica completamente nueva.
El valor y la forma del valor
En su ensayo “Hacia una historia del texto del primer capítulo de El capital de Marx” Rubin llevó a cabo un análisis textual detallado de la teoría del valor desarrollada por Marx en la Contribución a la crítica de la economía política y en el Capítulo I (“La mercancía”) de El capital, utilizando las Teorías sobre la plusvalía para mostrar vínculos de conexión importantes entre las ideas contenidas en ambos trabajos.
En general, la Contribución a la crítica de la economía política es considerada una obra precursora de El capital. Siendo este el caso, el problema que plantea Rubin es cómo y por qué las dos obras difieren tan sustancialmente cuando comparamos las exposiciones que en ellas hace Marx de la teoría del valor. Que Marx no estaba satisfecho con su versión preliminar en la Contribución a la crítica de la economía política queda demostrado por el hecho de que reescribió dicho trabajo en los primeros tres capítulos de El capital, a lo que también añadió numerosas revisiones del primer capítulo en la segunda edición. La razón, según Rubin, es que en la Contribución a la crítica de la economía política “Marx todavía no estableció una distinción clara entre el valor y el valor de cambio... la Contribución a la crítica de la economía política aún carece de una exposición del desarrollo de los polos de la expresión del valor (es decir, la forma relativa de valor y la forma de equivalente) y del desarrollo de la forma de valor (es decir, las formas de valor simple, total o desplegada, general y monetaria)”.[37]
En la Contribución a la crítica de la economía política, Marx aún no distinguía estrictamente el contenido del valor de la forma de valor, por lo que trató el valor de cambio cuantitativamente, mientras que en El capital agregó al análisis una dimensión cualitativa. Rubin demuestra este punto haciendo referencia a la distinción entre la “relación de valor” (Wertverhältnis) –que relaciona la cantidad de trabajo materializada en un producto con la cantidad de trabajo materializada en otro– y la “expresión de valor” (Wertausdruck), en la que el valor de una mercancía se expresa en términos del valor de uso de otra mercancía. En el último caso, la primera mercancía asume la “forma relativa” y la segunda la “forma de equivalente”, una diferencia cualitativa que apunta claramente al valor de cambio mismo como una “forma” de valor. Ambos términos de la ecuación todavía contienen la misma cantidad de trabajo materializado, su “denominador común”, pero Rubin enfatiza que el cambio de forma en la “expresión de valor” pone en movimiento “la transformación dialéctica (lógica e histórica) de una forma de valor en la otra”.[38] Es la distinción “polar” en El capital entre la forma de valor “relativa” y la “equivalente” la que apunta al surgimiento del dinero, como el equivalente universal, y a la distinción de Marx entre trabajo concreto y trabajo abstracto.
La necesidad de distinguir entre trabajo concreto y trabajo abstracto surgió del hecho de que Ricardo no diferenció entre valor y valor de cambio. Como comenta Rubin, “el desdoblamiento de las mercancías en mercancía y dinero le parecía un acto puramente formal y externo”.[39] El resultado, sin embargo, fue que Ricardo creó un “abismo infranqueable” entre el valor y el valor de cambio, lo que llevó a Samuel Bailey, un crítico de Ricardo, a argumentar que la teoría laboral del valor no tenía sentido. Bailey pensó que el valor de una mercancía se mide en términos de la cantidad de cualquier otra mercancía por la que es intercambiada. Hay tantos tipos de valor como mercancías, y todos los valores son puramente relativos: “Una cosa no puede ser valiosa en sí misma sin referencia a otra cosa, de la misma manera que una cosa no puede ser distante en sí misma sin referencia a otra cosa”.[40] El resultado de este razonamiento, como objetó Marx, era que el valor de cambio es “algo contingente y puramente relativo”.[41] En ese caso, señala Rubin, no podría existir ninguna ley objetiva que rigiera los fenómenos de cambio: “Si nuestro objetivo es revelar la sujeción de los fenómenos de cambio a la ley [económica], no podemos considerar al valor de la mercancía como algo fortuito y arbitrario, establecido nuevamente con cada acto de intercambio de una mercancía determinada por otra mercancía concreta”.[42]
Rubin explicó que la estructura del argumento de Marx en El Capital, a diferencia de la argumentación en Contribución a la crítica de la economía política, resultó de la necesidad de abordar dos desafíos simultáneamente: Marx tuvo que responder a las críticas de Bailey a Ricardo, y al mismo tiempo aclarar la confusión que Ricardo mismo dejó. La diferencia entre Ricardo y Bailey fue que “el primero ignoró la forma de valor, mientras que el segundo pensó que era posible prescindir del concepto de valor”.[43] Rubin resumió sus argumentos como sigue:
“Mientras los clásicos concentraron su atención en el valor y consideraron la forma de valor como algo externo e intrascendente, Bailey cayó en el error opuesto. Dirigió su atención principalmente a la multiplicidad de expresiones de valor e imaginó “haber destruido, mediante esa referencia a las múltiples y diversas expresiones relativas del valor de una misma mercancía, toda definición del valor”.[44] Para refutar los ataques de Bailey, que amenazaban toda la teoría laboral del valor, Marx tuvo que hacer una clara distinción entre el “valor” y las “expresiones de valor”, distinción de la que lógicamente siguió la necesidad de proporcionar análisis separados del valor y del valor de cambio. Pero sólo fue posible finalmente superar las críticas de Bailey llenando el vacío dejado por Ricardo.... A diferencia de los clásicos, [Marx] complementa la teoría del valor con la teoría de “la forma de valor o el valor de cambio”, que aparece en la tercera sección del mismo capítulo [“Capítulo I: La mercancía”]. La necesidad de organizar la investigación en estas dos direcciones opuestas es lo que explica la estructura única del primer capítulo de El capital.”[45]
La teoría marxista del dinero
Los “Ensayos sobre la teoría del dinero de Marx” de Rubin son una continuación de los Ensayos sobre la teoría marxista del valor[46], ya que siguen el camino de Marx de la teoría del valor a la teoría del dinero: la sección primera del libro primero de El capital se titula “Mercancía y dinero”, e incluye tres capítulos titulados: “La mercancía”, “El proceso de intercambio” y “El dinero, o la circulación de mercancías”. Rubin no completó este proyecto, probablemente porque los crecientes ataques políticos a sus ensayos previos lo convencieron de que no había posibilidad de publicar su trabajo sobre la teoría del dinero, de modo que los “Ensayos sobre la teoría del dinero de Marx” fueron publicados por primera vez en 2011 gracias a su familia, que preservó el trabajo, y a Lyudmila L. Vasina, quien lo editó para su publicación.
Rubin presupone, como Marx, que el todo es lógicamente anterior a las partes. Comenzar con el “valor” de una “mercancía” es presuponer la totalidad de una sociedad productora de mercancías (una etapa particular de la historia, una forma particular de propiedad, una distribución particular de clases sociales, etc.) cuya forma celular debe ser determinada mediante el análisis y cuyas contradicciones deben entonces ser reconstruidas mediante el desarrollo dialectico de las categorías de la economía política.
La teoría del dinero comienza con la teoría del valor, y Rubin introduce su comentario sobre esta última especificando que Marx estaba haciendo abstracción de la circulación completamente desarrollada de las mercancías, pero al mismo tiempo tomándola como presuposición de su análisis. En su primera página, Rubin dice que “la teoría del dinero resulta de la teoría del valor pero, al mismo tiempo, la teoría del valor no se puede construir sin la teoría del dinero”.[47] Esto es importante porque, si Marx no hubiera presupuesto el dinero como el medio de la circulación desarrollado de las mercancías, habría tenido que comenzar con el intercambio de dos artículos in natura –es decir, con dos productos que no sean mercancías–, en cuyo caso podría tener sentido decir, como lo hacían los marginalistas, que “dicho intercambio puede estar regulado por las necesidades individuales de los participantes y por su evaluación subjetiva de la utilidad relativa de los productos”.[48] Solo comenzando explícitamente con la producción mercantil –la producción de cosas útiles para la venta– fue posible para Marx “eliminar de antemano la forma psicológica individual de plantear la pregunta (es decir, el valor de uso) y desde el principio definir el tema de su investigación, el valor de cambio, como un objeto que pertenece al mundo social, como una función o forma social del producto del trabajo”.[49]
Rubin señala que comenzar con la “mercancía” es presuponer la existencia de períodos anteriores de producción, la necesidad de una ecuación generalizada de las mercancías como la única forma de conexión social entre productores de mercancías formalmente disociados pero conectados materialmente, el papel de la igualación de las mercancías en el desplazamiento del trabajo entre las diferentes ramas de la producción (es decir, la función del valor de cambio como regulador de la distribución del trabajo social), y, finalmente, la modificación del valor de cambio de las mercancías como producto de los cambios en la productividad del trabajo social, todo lo cual muestra cuán absurdo es intentar generar una teoría de la determinación de los precios a partir de juicios individuales de utilidad marginal.
La mercancía, al ser un atributo de un “mundo social” particular, también es necesariamente una de las formas de este último: es una “forma social” de las relaciones de producción entre las personas, el hilo conductor que recorre todo el trabajo de Rubin. Los críticos marginalistas de Marx, escribe Rubin, mostraron una “impotencia total” al tratar de combinar el “psicologismo subjetivo” con el “naturalismo objetivo”, mientras que Marx vio que la producción mercantil solo puede entenderse adoptando el método dialéctico, el cual, al ser utilizado para examinar la estructura de la sociedad productora de mercancías es, al mismo tiempo, un “método sociológico”. La economía política determina analíticamente su categoría fundamental y luego reconstruye sintéticamente su objeto de estudio, pasando, en este caso, del trabajo social a la teoría desarrollada del dinero.
Cuando aborda directamente por primera vez la cuestión del dinero, Rubin proporciona un esbozo de sus ensayos que es útil tener en cuenta:
“El examen del mecanismo de dependencia social entre la ecuación del trabajo y la ecuación de las mercancías... constituye el objeto de estudio de la teoría marxista del valor, que es la primera etapa de nuestra investigación. Después de mostrar cómo la ecuación del trabajo adopta la forma de la ecuación generalizada de las mercancías, Marx se aboca al análisis de este último proceso, mostrando que la ecuación generalizada de las mercancías sólo es posible en la medida en que todas sean equiparadas con una sola mercancía, que adquiere el carácter de dinero. Esta es la teoría del origen y de la función social del dinero, o la segunda etapa del estudio. Sólo después de eso es posible considerar las propiedades individuales del dinero como resultados finales del proceso de circulación, que al principio parecen ser independientes de este último e inherentes al dinero mismo. Esta es la teoría de las funciones del dinero, o la tercera etapa de la investigación. En otras palabras, estas tres etapas de la investigación pueden caracterizarse como la doctrina 1) del valor o de la mercancía; 2) de la transformación de la mercancía en dinero; y 3) del dinero en sí.”[50]
Unos párrafos después, Rubin ofrece más detalles cuando resume el orden del razonamiento de Marx:
“Del fenómeno concreto del dinero es necesario descender a la ecuación de las mercancías o la forma de valor, y desde esta última es necesario descender aún más a la doctrina del contenido del valor o del trabajo social. El primer nivel de la investigación conduce del trabajo social (o el contenido del valor) a la forma de valor; el segundo, de la forma de valor al dinero; y el tercero trata del dinero como el resultado final. Como vemos, los distintos niveles de análisis pasan gradualmente de uno a otro, ya que el enlace final de cada uno es el primer enlace del siguiente. El vínculo que conecta la teoría del valor con la teoría del dinero es la doctrina de la forma de valor.”[51]
Marx comienza dejando de lado las intenciones subjetivas de los participantes en el intercambio. Todas las mercancías son cualitativamente iguales en términos de la unidad de su función social como productos del trabajo, pero para que el intercambio tenga lugar deben superar su desigualdad como valores de uso, deben ser equiparadas en términos del trabajo abstracto y socialmente necesario que representan, o sea, de su propiedad común como valor de cambio.
Dado que el intercambio es siempre, como enfatiza Rubin, una relación de producción entre las personas, ¿cómo se relacionan los participantes en el proceso de intercambio entre sí? Si no están haciendo juicios sobre la base de la utilidad marginal, ¿cómo está estructurado el acto de intercambio? Formalmente, las partes participan del acto de intercambio en pie de igualdad, pero al propietario individual de la mercancía le parece que su propia voluntad es pasiva y que está subordinada a la del comprador, quien, como sugiere la teoría de la utilidad marginal, emite activamente un juicio acerca del valor de la mercancía. Pero en realidad la pregunta es irrelevante.
En términos de Marx, la ley del valor significa que el proceso de intercambio establece su propia ley. Marx habló de una sociedad de productores de mercancías conectados a través del movimiento de las cosas. Rubin comenta que “detrás de la forma supuestamente ‘metafísica’ de la doctrina sobre la naturaleza dual de la mercancía, encontramos un análisis sociológico de las relaciones de producción entre los productores de mercancías”.[52] La forma general de intercambiabilidad implica el dinero, como la medida universal del trabajo abstracto y del valor de cambio, y el dinero, a su vez, ahora aparece como el verdadero “portador” reificado de la relación económica: “La mercancía que cumple la función de iniciador activo de las relaciones de intercambio entre productores de mercancías, es decir, que posee la capacidad de intercambiabilidad universal directa con cualquier otra mercancía, es el dinero”.[53]
Rubin señala que la ley del valor y la circulación de mercancías mediada por el dinero también son “medios de coerción”:
“El dinero es un “poder social” que se convierte “en poder privado, perteneciente a un particular” y mide “la riqueza social de su poseedor” (Marx 1867, pp. 161-162). El acto de intercambio “libre”, que presupone formalmente la igualdad absoluta de ambos participantes, de hecho reside en la iniciativa de uno de ellos, el propietario del dinero. Esto es lo que supera la limitación y la restricción del proceso de intercambio fundado en la correspondencia de las voluntades de dos contrapartes. La base de la sociedad mercantil es la “relación jurídica, cuya forma es el contrato”, pero “el contenido de tal relación jurídica o relación entre voluntades queda dado por la relación económica misma”.[54] La relación económica de intercambio, que se completa con el desarrollo del dinero, introduce la conformidad a la ley económica y la constancia en un sistema de relaciones jurídicas basado en la correspondencia de las voluntades individuales de diferentes personas.”[55]
El dinero establece quién es el elemento pasivo y quién es el elemento activo en el acto de intercambio. La producción mercantil implica un “acuerdo libre” y una “coincidencia de voluntades” que puede ser iniciada por cualquiera de las partes en el intercambio, siempre que uno sea el poseedor de dinero o de un producto que sea libremente intercambiable por dinero de acuerdo con la ley del valor. Rubin escribe:
“La aparente libertad de “motivación” por parte de productores de mercancías separados presupone necesariamente una “limitación” (restricción, constreñimiento) objetiva de la acción por parte de todos los productores de mercancías en su conjunto: la primera, sin la última, haría el proceso social de producción imposible al transformar a la sociedad en un caos de actividades descoordinadas y entrecruzadas llevadas a cabo por personas individuales.”[56]
Con un análisis exhaustivo de la historia y de las categorías del dinero y del intercambio, Rubin guía a su lector a través de los tres primeros capítulos de El capital, que termina en el punto donde Marx pasa de la acumulación de dinero, como atesoramiento, a la transición a la siguiente categoría superior, el capital. El “producto último de la circulación de mercancías”, escribió Marx al comienzo del cuarto capítulo, “es la primera forma de manifestación del capital”.[57] Lamentablemente el manuscrito, después de analizar las funciones del dinero como medida de los valores, medio de circulación, atesoramiento y medio de pago, se interrumpe antes de describir su función como dinero mundial, una omisión que debe ser añadida a la larga lista de crímenes de Stalin.
El desarrollo dialéctico de categorías en el sistema económico de Marx
En su reseña del primer volumen de El capital, Illarion Kaufman tuvo dificultades para entender cómo Marx podía ser “más realista que todos sus predecesores”, a pesar de que la “forma externa de su presentación” era tan sugerente de la filosofía idealista alemana.[58] En su lectura dialéctica de las obras económicas de Marx, Rubin muestra que Marx fue capaz de alcanzar ese realismo precisamente debido a su capacidad de recurrir a Hegel en una ciencia de la economía política inspirada filosóficamente.
En su resumen del libro de Hegel Ciencia de la Lógica, Lenin observó: “Es completamente imposible entender El capital de Marx, y en especial su primer capítulo, sin haber estudiado y entendido a fondo toda la Lógica de Hegel. ¡¡Por consiguiente, hace medio siglo ninguno de los marxistas entendía a Marx!!”[59] Lenin agregó en sus Cuadernos filosóficos que
“En El capital Marx analiza primero la relación más simple, más ordinaria y fundamental, más común y cotidiana de la sociedad burguesa (la mercancía), una relación que se encuentra miles de millones de veces, a saber, el intercambio de mercancías. En ese simple fenómeno (en esta “célula” de la sociedad burguesa) el análisis revela todas las contradicciones (o los gérmenes de todas las contradicciones) de la sociedad moderna. La posterior exposición nos muestra el desarrollo (a la vez crecimiento y movimiento) de esas contradicciones y de esa sociedad en la Σ [suma] de sus partes individuales, de su comienzo a su fin.”
Estos comentarios de Lenin resumen el hilo conductor de Rubin en su ensayo “El desarrollo dialéctico de categorías en el sistema económico de Marx”, que está dedicado enteramente al método dialectico de Marx y culmina con un análisis de las crisis.[60] En el mismo Rubin completó la tarea que proyectaba Lenin: comenzó con la “célula” inicial de la sociedad burguesa y luego siguió a Marx dialécticamente (es decir, lógica e históricamente), revelando todas las contradicciones fundamentales de la sociedad capitalista. Como Lenin, Rubin entendió que El capital de Marx fue concebido en el marco de su apropiación crítica de la Lógica de Hegel.
Como en la Ciencia de la Lógica de Hegel, el análisis de Rubin se mueve dentro de un círculo dialéctico de necesidad, partiendo de la inmediatez de una categoría simple (la mercancía, por ejemplo) pasando por su diferenciación interna (los dos polos de la expresión del valor) hasta llegar una nueva identidad en una categoría superior (en este caso, el dinero, que sirve como equivalente universal para la circulación de mercancías), la cual también resulta contradictoria (el dinero como atesoramiento privado o como medio de pago para saldar obligaciones de crédito privadas, dos funciones que tienen la capacidad de interrumpir la circulación) y por lo tanto genera un desarrollo ulterior. Rubin muestra que en todo el movimiento dialéctico de los tres tomos de El capital hay un proceso secuencial de inmediatez que se disuelve en contradicción y que luego regresa a la inmediatez de una autoidentidad más compleja, pero también transitoria –todo lo cual expresa las relaciones de producción continuamente cambiantes entre las personas. Cada grupo de fenómenos, que constituye una unidad, da paso a la polarización y a la diferencia; y cada grupo, que parece ser contradictorio, constituye una unidad dentro de cuyos límites los fenómenos son una antítesis.
En el primer volumen de El capital Marx escribió: “El hecho de que los procesos que se contraponen autónomamente configuren una unidad interna, significa asimismo que su unidad interna se mueve en medio de antítesis externas”.[61] “Tal”, agrega Rubin, “es el carácter dual de la ley de la unidad de los opuestos”.[62] Rubin enfatiza que, a lo largo de este movimiento dialéctico, nada se pierde. Es el automovimiento de la mercancía lo que resulta en el trabajo asalariado y en el capital; pero, a la inversa, el capital es inconcebible sin la producción mercantil. Las categorías superiores siempre contienen a las inferiores, así como las inferiores dan lugar a las superiores.
Marx descubrió este movimiento lógico-histórico cuando combinó el método analítico con el sintético. Mediante el análisis, diseccionó al capitalismo para llegar a los conceptos fundamentales de trabajo y de mercancía; a través de la síntesis, reconstruyó la unidad contradictoria (pero sujeta a una ley) del capitalismo como un todo en el desarrollo de las categorías de su sistema económico.
Marx vio más allá de la “apariencia” de los fenómenos para descubrir sus conexiones internas como parte del proceso único de producción social. En el análisis de Marx, los fenómenos que se han “desvinculado” se revelan como relaciones de producción “alienadas” entre personas, o formas sociales de relaciones entre personas que, como dice Rubin, se “fundieron” con las cosas. Rubin muestra, en cada nivel de análisis, a las “determinaciones de forma” reificadas confrontándose entre sí en una condición de contradicción y lucha.
La autonomía externa y la “alienación” de todos los fenómenos económicos en la sociedad capitalista tienen su causa básica en el carácter anárquico y desorganizado de esta última, en la disolución de la sociedad en una serie de productores “independientes” que se encuentran en una relación de alienación recíproca entre sí. Las relaciones de producción entre las personas se reifican o “cosifican” y se adhieren a los elementos materiales de la producción, se alejan del trabajo humano mismo, así como las unas de las otras, y adoptan una forma irracional y enajenada.
Los economistas clásicos destruyeron la separación de las diferentes formas de ingresos no laborales y de capital y revelaron en el trabajo la fuente del valor y del plusvalor. Sin embargo, aparte del hecho de que los clásicos no resolvieron completamente este problema, ya que no aislaron claramente el concepto de plusvalor de sus manifestaciones externas (la ganancia, el interés y la renta de la tierra), sino que solo delinearon el camino hacia una solución, su método sufría de una deficiencia esencial: intentaron, con la ayuda del análisis, reducir la separación y la alienación de formas de la riqueza las unas de las otras, reduciéndolas a su unidad interna –es decir, en última instancia, al trabajo. Pero la escuela clásica estaba limitada por esta reducción analítica y no tomó la ruta sintética inversa; no mostró cómo las diferentes formas sociales surgen de la unidad, separándose gradualmente y volviéndose externamente independientes las unas de las otras; no mostró el proceso de desarrollo gradual de las formas, el proceso de génesis de las formas sociales de los productos del trabajo.
Marx logró no solo descubrir la unidad que yace en la base de los fenómenos contradictorios sino también rastrear todo el proceso de génesis de las formas sociales, que conduce a la diferenciación dentro de la unidad y a la aparición dentro de ella de formas antitéticas. La diferenciación de las actividades y de las relaciones entre los productores de mercancías; la “reificación” o “cosificación” (Versachlichung) de las relaciones de producción, su “coalescencia” con las cosas y su “osificación” (Verknöcherung) como formas sociales de las cosas; la creciente “independencia” o “autonomización” (Verselbständigung) y la “alienación” (Entfremdung) de las relaciones de producción y de las correspondientes formas sociales de las cosas; la génesis de las formas simples a las más complejas, que son antitéticas a las primeras y al mismo tiempo constituyen una unidad con ellas; todos estos son simplemente aspectos diferentes del proceso de desarrollo de una sociedad de productores de mercancías que se vuelve cada vez más compleja.
El capitalismo es, por una parte, la negación de la producción mercantil simple y, por otra parte, su desarrollo ulterior. La conexión entre la economía mercantil simple y la economía capitalista tiene el carácter, por lo tanto, de una unidad de opuestos. La aparición del capital significa la aparición de contradicciones dentro de un entorno previamente homogéneo. Rubin analiza la aparición del capital –y de sus crisis– como un proceso en el que se realizan simultáneamente: 1) la ley sociológica de la división social del trabajo y de la diferenciación de los grupos y de las clases sociales; 2) la ley económica de la reificación de las relaciones de producción entre las personas y de su fusión con las cosas; y 3) la ley dialéctica general de la unidad de los opuestos.[63]
La dialéctica de la crisis capitalista
Marx insistió que “en las crisis del mercado mundial estallan las contradicciones y los antagonismos de la producción burguesa”.[64] Las crisis son inherentes a la economía capitalista, no a una economía mercantil simple. Pero como el desdoblamiento de la mercancía en mercancía y dinero –y, por lo tanto, la disolución del acto único de intercambio en dos actos independientes de compra y venta– ya ocurre en la economía mercantil simple, en la misma ya existe la posibilidad (aunque no la necesidad) de crisis. Todas las formas de separación de las relaciones de producción entre las personas y de las formas sociales de las cosas son consideradas por Marx como las condiciones o los momentos de la crisis. El desdoblamiento (Verdopplung) de la mercancía en mercancía y dinero, la metamorfosis de la mercancía, es “la forma más abstracta de la crisis (y, por tanto, la posibilidad formal de ella)”.[65]
En la doctrina sobre las funciones del dinero, Marx trazó la alienación gradual del dinero de la mercancía; esta alienación se hizo muy pronunciada en la función de medio de pago. De hecho, la aparición de la función de medio de pago crea la segunda condición de posibilidad de las crisis, ya que, dada la conexión de toda una serie de productores de mercancías a través de una cadena de obligaciones de pago, la imposibilidad de que uno de ellos venda sus mercancías afecta inmediatamente a toda la serie de los otros productores.[66]
Las categorías de una economía mercantil simple implican la posibilidad de las crisis, pero la necesidad de las crisis no radica en las condiciones de una economía mercantil simple, sino en las condiciones de una economía capitalista, más específicamente en el desdoblamiento del proceso de producción del capital en el proceso de producción y el proceso de circulación. En este desdoblamiento encontramos reproducido, en una nueva forma y sobre una base nueva, el desdoblamiento de la mercancía en mercancía y dinero, que representa la primera y más abstracta posibilidad de las crisis.
La crisis se desarrolla sobre la base del desdoblamiento de la esfera de la circulación del capital de la esfera de la producción directa. Pero incluso dentro de la esfera de la circulación, el capital adopta las formas diferentes y separadas de capital dedicado al tráfico de mercancías y de capital dedicado al tráfico de dinero; cada una de estas formas tiene una relativa independencia respecto al proceso de producción y se mueve sobre la base de leyes específicas y particulares. Este desdoblamiento del capital constituye, por lo tanto, una de las condiciones importantes para el estallido de la crisis. El desdoblamiento de la esfera de la circulación de la esfera de la producción; el desdoblamiento del comercio al por mayor del comercio al por menor, etc. y el movimiento independiente y único del capital de préstamo y del interés: todos estos fenómenos juegan un papel importante en la explicación del curso de las crisis.
La separación de las diferentes partes del plusvalor en las diferentes formas de ingresos no laborales (ganancia empresarial, interés, ganancia comercial y renta de la tierra) y la relativa autonomía de movimiento que estos ingresos separados adquieren es uno de los momentos más esenciales de las crisis, porque los tipos de ingresos separados no son simplemente el resultado sino también la presuposición del proceso de producción. Este rol lo desempeña, sobre todo, la tasa media de ganancia, que es el regulador de la expansión y de la contracción de la producción. El capitalista anticipa de antemano la tasa media de ganancia y, dependiendo de la posibilidad de recibir una tasa de ganancia más alta o más baja, expande o contrae la producción. Este papel autónomo de la tasa de media de ganancia anticipada por el capitalista tiene una enorme importancia para comprender las crisis. En esencia, la crisis estalla cuando desaparecen las condiciones para que el capitalista reciba la tasa media de ganancia.[67]
Las presuposiciones del proceso de producción incluyen no solo la tasa media de ganancia sino también los otros ingresos no laborales. Su magnitud se toma como preestablecida, y los participantes en la producción esperan anticipadamente adquirir estos ingresos no laborales en cierta cantidad. Mientras la producción continúe bajo las condiciones previas, estos ingresos se reciben realmente en la medida acostumbrada, y las expectativas de los participantes en la producción están de hecho justificadas. Pero con el cambio en las condiciones de producción que acompaña al inicio de una crisis, la posibilidad de adquirir estos ingresos en las sumas habituales desaparece. Con el inicio de una crisis, vemos claramente la inadaptación de estas formas sociales separadas de las cosas, y particularmente de las diferentes formas de ingresos no laborales, a las condiciones del proceso de producción. En las condiciones de una crisis, “los tributos fijos –interés, renta– anticipados sobre una tasa de ganancia y explotación del trabajo que no varían, siguen siendo los mismos y, en parte, no pueden pagarse. Por lo tanto, [estalla la] crisis”.[68]
La crisis pone fin a la aparente autonomía de las diferentes formas de ingresos no laborales. Mientras el proceso de producción se mueva en condiciones inmutables que se repiten continuamente, puede parecer que los ingresos separados son realmente independientes entre sí y que su suma constituye el valor de la mercancía. En realidad, estas formas diferentes y antitéticas de ingresos están de hecho conectadas a través de la unidad de toda la masa de trabajo social y de la masa de valor que este crea. En condiciones normales, la conexión de los diferentes ingresos con el valor de las mercancías, y su limitación como resultado de este valor, no es detectable en la superficie de los fenómenos. Pero una crisis, que cambia las condiciones generales de producción y, por lo tanto, las condiciones para la formación del valor y del plusvalor, revela la interconexión de todos los ingresos y su subordinación a la ley del valor. “Son las crisis las encargadas de poner fin a esta apariencia de autonomía (Selbständigkeit)[69] de los diferentes elementos en que constantemente se descompone el proceso de producción y que el mismo proceso recrea constantemente”.[70]
Las relaciones de distribución de la sociedad capitalista, que, en palabras de Marx, son simplemente el reverso de las relaciones de producción, forman la base para la aparición de una contradicción entre la producción y el consumo. Las relaciones antagónicas de distribución reducen el consumo de la gran masa de la sociedad a un mínimo, lo cual implica que “cuanto más se desarrolla la fuerza productiva, tanto más entra en conflicto con la estrecha base en la cual se fundan las relaciones de consumo”.[71] Por un lado, un rasgo característico de la sociedad capitalista es precisamente el desdoblamiento de la producción del consumo y la antítesis entre ellos: por otro lado, la unidad de estos dos momentos se restablece por la fuerza en una crisis.
Las crisis revelan con particular claridad el carácter de la sociedad capitalista como una unidad de opuestos. Si la sociedad capitalista no constituyera un sistema de relaciones de producción separadas y relativamente autónomas entre las personas y de formas sociales de las cosas –un sistema repleto de las mayores contradicciones– las crisis no podrían ocurrir. Por otro lado, sin embargo, estas mismas crisis revelan el carácter de este sistema como una unidad y muestran la subordinación de todos los elementos separados a una única ley reguladora, la ley del valor. Las crisis restablecen temporalmente el equilibrio, pero solo para sentar las bases para un desarrollo más amplio y para la intensificación de las contradicciones inherentes al capitalismo. Las condiciones se crean cada vez más, por lo tanto, para el inicio de una crisis grandiosa que destruya al sistema mismo de las relaciones de producción en la sociedad capitalista y haga necesaria la transición de la forma de economía capitalista a la socialista.[72]
Conclusión: La crítica de la economía política como base científica del comunismo
El último capítulo del tercer tomo de El capital se titula “Las clases”, y en él Marx muestra las raíces económicas del antagonismo entre asalariados, capitalistas y terratenientes. Pero dejar al descubierto los fundamentos económicos de la lucha de clases en la sociedad actual era solo una parte del proyecto de investigación de Marx. Otro objetivo, incluso más importante, era mostrar cómo las tendencias de desarrollo del capitalismo revelan que se trata de una etapa transitoria en la historia de la humanidad, que apunta más allá de sí misma a una etapa superior, en la que los antagonismos de clase serán trascendidos.
Siguiendo a Marx, Rubin concluye que, en última instancia, todo el sistema de contradicciones de la sociedad capitalista apunta más allá de sí mismo a la restauración de la comunidad humana. La comprensión de la historia por Marx comienza con la familia patriarcal y con la comunidad primitiva, y termina con la proyección de una comunidad restaurada que trasciende las divisiones de clase pero también conserva la riqueza de la historia. Como escribe Rubin, una historia de luchas de clases que culmina en el conflicto entre los que poseen y los que crean los medios de producción, prepara el terreno
“para una verdadera “eliminación” de las formas de vida social enajenadas y aisladas y para una verdadera revelación de la unidad que se encuentra en su base. Cuanto más crece el poder del trabajo “alienado” (capital) sobre el trabajo vivo, más se crean las condiciones para la eliminación de esta alienación. Es precisamente porque el capital desarrolla las poderosas fuerzas productivas del trabajo, que ya no pueden operar dentro de los límites de las relaciones de producción capitalistas, que también prepara su propio fin.”[73]
En otras palabras, para Rubin, como para Marx y el resto de sus discípulos, la crítica de la economía política solo tiene sentido como base científica del comunismo. Según el marxismo –y aquí no estamos parafraseando a Rubin sino extrayendo nuestra propia conclusión de su análisis– toda la historia de la humanidad ha sido una historia de la apropiación gradual de la naturaleza por parte del trabajo humano y de la esclavización progresiva de la mayoría por una minoría cada vez más pequeña de explotadores. La concentración y centralización de los medios de producción, así como la división internacional del trabajo producida por el capitalismo, han sentado las bases para una nueva formación social, una asociación de productores libres e iguales que ejercerán un control consciente sobre su procesos de producción y reproducción, y por lo tanto regularán el curso del desarrollo social a fin de asegurar el mayor alcance posible para el desarrollo de la personalidad humana. El trabajo concreto, con el cual Marx comenzó el primer volumen de El Capital, regresará de la abstracción al concreto universal del trabajo autodeterminado en la forma de un plan social determinado por los productores asociados.
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Notas