DOSSIER

Anarquismo, francofilia y nación: Juan Emiliano Carulla frente a la Gran Guerra

Anarchism, francophilia and nation: Juan Emiliano Carulla facing the Great War

 

Emiliano Gastón Sánchez 1

Instituto de Estudios Históricos
Universidad Nacional de Tres de Febrero
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(Argentina)
esanchez@untref.edu.ar


Resumen

A partir de un análisis de sus escritos, redes intelectuales y memorias, este artículo estudia un momento clave del itinerario de Juan Emiliano Carulla: los años de la Primera Guerra Mundial. A lo largo de tres etapas claramente delimitadas su participación en la revista ácrata Ideas y Figuras, su labor en Europa como “corresponsal científico” del diario La Prensa durante 1916 y las intervenciones en Vida Nuestra, luego de su regreso a Buenos Aires, el artículo analiza los posicionamientos de Carulla en torno a la guerra y sus representaciones sobre el conflicto para comprender por qué un intelectual vinculado al anarquismo se torna partidario de los aliados y decide viajar a Francia con el anhelo de empuñar las armas en defensa de la Entente. Este análisis permite, a su vez, cuestionar el relato de la conversión de Carulla al nacionalismo como consecuencia de esa experiencia en la Gran Guerra, fijado por el autor en sus memorias y reiterado con frecuencia por la historiografía.

Palabras Clave: Juan Emiliano Carulla; Primera Guerra Mundial; Anarquismo; Nacionalismo

Abstract

From an analysis of his writings, his memories and his intellectual networks, this article studies a key moment of the itinerary of Juan Emiliano Carulla: the years of the First World War. Throughout three stages of his life: his participation in the anarchist magazine Ideas y Figuras, his work in Europe as a “scientific correspondent” of the newspaper La Prensa during 1916 and his contributions in Vida Nuestra, after his return to Buenos Aires, the article analyzes the stances of Carulla around the war and his representations about the conflict in order to understand the reasons why an intellectual linked to anarchism becomes a supporter of allies, and decides to travel to France with the desire to take up arms in defense of the Entente. This analysis allows, in turn, to question the story of Carulla’s conversion to nationalism as a result of that experience in the Great War, as set by the author in his memoirs and frequently reiterated by historiography.

Key Words: Juan Emiliano Carulla; First World War; Anarchism; Nationalism


Introducción

Dos instantáneas y un relato de conversión
En febrero de 1916, en uno de los últimos números de la etapa porteña de Ideas y Figuras, una revista literaria vinculada a la órbita cultural del anarquismo, una nota informaba sobre el viaje a Europa de Juan Emiliano Carulla (1888-1968). La fotografía que acompaña el escrito muestra a Carulla en la dársena del puerto de Buenos Aires junto a sus colegas y amigos de la revista, minutos antes de partir rumbo a Francia con el objeto de contribuir al esfuerzo de los aliados de la Entente. Según agregaba el anónimo autor del suelto, “el cruento drama europeo no podía pasar sobre su impresionable espíritu como un simple suceso sangriento; la tragedia enorme inquietábale constantemente. El dolor sin consuelo de los campos de batalla donde puede estar gestándose una nueva civilización… atraíale poderosamente. Era el dilema de cada mañana y por fin se resolvió”.2
A mediados de 1919, el semanario ilustrado Fray Mocho cubrió una típica cena de camaradería en honor al periodista Ángel M. Méndez, que había integrado las redacciones de los vespertinos La Razón y Crítica. En el texto que acompaña a la fotografía puede leerse: “Ángel M. Méndez, flanqueado por el muy aplaudido autor de El germen disperso (Emilio Berisso) y por el doctor Juan M. Carulla (sic), líder del movimiento pro restauración monárquica en la Argentina, ¡en serio, Manolo Carlés!”.3 Por ese entonces, Manuel Carlés era el líder de la Liga Patriótica Argentina, una agrupación contrarrevolucionaria surgida al calor de la represión de la Semana Trágica de enero de 1919.4
Esas dos instantáneas sintetizan un tópico recurrente sobre la trascendencia de la Gran Guerra en el itinerario intelectual de Carulla, considerada como una experiencia que impulsó su drástico viraje ideológico y político del anarquismo al nacionalismo monárquico de inspiración maurrasiana. Esta percepción de sus contemporáneos será reforzada por el propio Carulla en sus memorias, redactadas a finales de la década de 1940 y publicadas en 1951, cuando era una figura reconocida del universo intelectual del nacionalismo argentino y miraba con cierto desdén su pasado juvenil vinculado a la bohemia periodística y el anarquismo. En dicho libro, Carulla construye un relato de su conversión como resultado de un acercamiento a los teóricos del nacionalismo francés durante la Gran Guerra, que ha sido reiterado con frecuencia por la historiografía:
Tan pronto, pues, como llegué a Francia, una de las primeras cosas que hice fue procurar enterarme de la marcha del movimiento de L’Action Française. No podría negarlo; el trato directo con tres o cuatro de sus dirigentes, todos ellos magníficos combatientes de primera línea, así como la lectura del diario del partido y algunos libros de Maurras que no conocía, hubieron de influirme profundamente.5
Ahora bien, ¿por qué un intelectual vinculado al anarquismo se torna partidario de los aliados, decide viajar a Francia con el anhelo de empuñar las armas en defensa de la Entente y deviene, según el relato del protagonista, en un nacionalista maurrasiano? Al igual que en otras partes del globo, el estallido de la Gran Guerra planteó una situación inédita para los intelectuales anarquistas de Argentina, propiciando intensos debates sobre qué actitud adoptar frente a los hechos que tenían lugar en el Viejo Mundo. Esa conmoción fue más pronunciada en aquellos jóvenes que, como Carulla, habían accedido al anarquismo a través de la bohemia periodística y literaria, y mantenían compromisos más débiles con el movimiento, al no estar encuadrados en sus estructuras sindicales.6 Esta vinculación más “heterodoxa” y autónoma con el anarquismo, sumada a una mayor flexibilidad doctrinaria respecto de sus pares abocados a la actividad propagandística y sindical y, por último, a una francofilia ampliamente extendida entre los intelectuales locales en los años previos al inicio del conflicto, explican la mayor receptividad de Carulla ante las novedosas combinaciones ideológicas ensayadas por un sector de la izquierda francesa para explicar y justificar sus posiciones ante la conflagración europea.
Con el objetivo de analizar los posicionamientos de Carulla durante los años de la Gran Guerra, en las páginas que siguen se estudiarán sus escritos y crónicas periodísticas publicadas a lo largo de tres etapas claramente delimitadas. En primer lugar, el periodo que va desde el inicio de la contienda hasta su partida rumbo a Francia como voluntario, en enero de 1916. Durante esta primera etapa, Carulla publicó sus impresiones sobre el conflicto en Ideas y Figuras, una revista que más allá del neutralismo defendido por su director, Alberto Ghiraldo, dio cabida a los partidarios de la Triple Entente. La segunda etapa se desarrolla durante su estadía en Francia, a donde viajó con el propósito de alistarse a la Legión Extranjera, aunque finalmente terminó enrolado como auxiliar en el servicio sanitario del ejército francés. En ese periodo, Carulla fue contratado como “corresponsal científico” de La Prensa, uno de los diarios más importantes de Argentina e Iberoamérica. Fruto de esa experiencia, a lo largo de 1916, publicó una serie de crónicas dedicadas a diversos aspectos médicos del conflicto bélico en curso. Un tercer y último momento se abre luego de su regreso a Buenos Aires, marcado por las primeras repercusiones de la Revolución Rusa, el fin de la Gran Guerra y, a nivel local, por el ascenso del yrigoyenismo al poder y el inicio de un ciclo de violentas huelgas obreras. Los textos de esta última etapa, una serie de crónicas y artículos sobre la guerra y la revolución, fueron publicados en Vida Nuestra, una revista cultural impulsada por un grupo de intelectuales judíos aunque abierta a una vasta red de colaboradores locales.
El recorrido a través de los textos elaborados por Carulla al calor de la Gran Guerra revela las tensiones suscitadas por el conflicto europeo entre los intelectuales vinculados a la órbita cultural del anarquismo argentino y los cambios en sus apreciaciones del conflicto a partir de su experiencia en Europa. A su vez, el análisis de los escritos y las redes intelectuales en las que estuvo inmerso durante este periodo permiten cuestionar la veracidad del relato de conversión de Carulla. Las escasas referencias al nacionalismo en sus escritos de estos años como así también la pervivencia de sus contactos con el mundo del anarquismo local e internacional, confirman que dicha transición intelectual fue no sólo más compleja y ambivalente sino que no derivó directamente del impacto ideológico causado por la Gran Guerra. Estos elementos permiten considerar esos pasajes de la escritura memorialística de Carulla como una maniobra autobiográfica tendiente a explicar retrospectivamente su conversión al nacionalismo a partir de una suerte de “mito heroico”, fruto de un viaje iniciático que no fue tal.7

Anarquismo “defensista” y francofilia: los escritos de Carulla en Ideas y Figuras

“Cada telegrama desfavorable a los aliados repercutía dolorosamente en mí, así como sus éxitos tenían la virtud de regocijarme”, recuerda Carulla en sus memorias. “No vivía sino para exaltar la causa de Francia, de Inglaterra, de la latinidad, de la justicia, del derecho. Repartía mi tiempo en actos de adhesión a la causa aliada y en la redacción de artículos defendiendo la misma”.8 Hasta su partida rumbo a Francia, a comienzos de 1916, esa campaña tuvo lugar en las páginas de Ideas y Figuras, el ámbito privilegiado por Carulla para la publicación de sus primeras interpretaciones y posicionamientos ante el conflicto.9 Lejos de presentar una posición unívoca, esta publicación dio cabida a posturas antagónicas respecto a la caracterización de la guerra y la actitud que el anarquismo debía adoptar ante el nuevo escenario europeo, las cuales reproducían a nivel local los principales argumentos esgrimidos por las diferentes facciones que rápidamente se manifestaron al interior de los grupos y las redes de anarquistas que actuaban en Europa y Norteamérica.
El llamado “neutralismo revolucionario” fue la tendencia mayoritaria del movimiento anarquista europeo, impulsada por un grupo de intelectuales entre los que se destacan, Enrico Malatesta, Domela Nieuwenhuis, Emma Goldman, Alexander Berkman, Luigi Bertoni y Rudolf Rocker. Este grupo mantuvo su fidelidad al antimilitarismo y manifestó su oposición a todos los Estados que participaban de la Gran Guerra, a la que consideraban como el resultado inevitable del régimen capitalista. Para ellos, era necesario continuar con la lucha contra el patriotismo y el militarismo para transformar a la guerra en una revolución social. En febrero de 1915, los defensores de esta posición, conocidos también como el grupo “anarquista-internacionalista”, condensaron sus planteos en el Manifiesto anarquista internacional sobre la guerra.10
El “neutralismo revolucionario” fue también la tendencia mayoritaria del anarquismo argentino y se expresó a través de su periódico más importante, La Protesta, lo cual no es casual si se tiene en cuenta que allí solían publicarse los artículos de pretensión doctrinaria o de análisis de coyuntura que funcionaban luego como una referencia política para el resto del movimiento.11 No obstante, también contó con sus adeptos en otros estratos más heterodoxos de la publicística libertaria, que mantenían un vínculo problemático con el grupo de La Protesta, como es el caso de Ideas y Figuras, y en especial, de Alberto Ghiraldo.12
Desde las páginas de su revista, Ghiraldo realizó una activa defensa del neutralismo, secundado por otros colaboradores como Claudio Martínez Paiva y Francisco R. Canosa. Para el director de Ideas y Figuras, la guerra europea, motivada por conflictos económicos antes que ideológicos, representaba la crisis terminal del “régimen capitalista y gubernamental”, incapaz de resolver los problemas de estabilidad económica sin recurrir, cada vez con mayor frecuencia, al recurso de la guerra.13 Ante esa inminente crisis del capitalismo impulsada por la contienda que se extendía en Europa, el movimiento anarquista debía mantenerse al margen y esperar el estrepitoso final. En palabras de Martínez Paiva: “Europa arde; pero ¡qué importa si de ese fuego saldrá purificado el mundo! ¡Miremos el incendio!”.14
Esta defensa del “neutralismo revolucionario” no obturó la emergencia de algunas voces abiertamente partidarias de la Entente entre activos colaboradores de la revista como Julio Ricardo Barcos, J. Albar y el propio Carulla quien, entre agosto de 1914 y abril de 1915, publicó allí un total de ocho artículos dedicados a la guerra. El primero de ellos es quizás el más mesurado aunque ya pueden advertirse en él algunas diferencias con la interpretación de Ghiraldo y los defensores del neutralismo. De allí, la sugerente aclaración colocada a comienzos del artículo sobre su aversión al “militarismo y al patriotismo belicoso”, para evitar ser malinterpretado por sus compañeros.15 Por ese entonces, Carulla abrigaba la esperanza de que la guerra que había estallado en Europa fuera la que acabara con el sistema de la paz armada y diera lugar a una nueva civilización de “paz verdadera”, sustentada en los principios de la libertad y la solidaridad. No obstante, se mostraba reacio a la utilidad de la diplomacia y sorprendido por la actitud del proletariado europeo, que se había dejado arrastrar por el chauvinismo de sus gobernantes sin haber manifestado “ningún gesto de oposición a la locura siniestra de los monarcas de derecho divino”.16
En este primer artículo no se advierte una explícita adhesión a la causa aliada aunque sí es manifiesta su percepción sobre el fracaso de todas las vertientes del pacifismo, incluido el de los revolucionarios y socialistas. Esa postura inicial se reflejaba también en el análisis de las responsabilidades por el inicio de la guerra, atribuidas a grandes variables como el militarismo, los límites del proceso civilizatorio -que Carulla define como “los oscuros imperativos ancestrales que dormían bajo la cutícula de la civilización”- y las monarquías de “más allá de las riveras del Danubio”, pero sin hacer alusión a alguna potencia europea en particular.17
Sin embargo, no transcurrió demasiado tiempo para que sus intervenciones adquirieran un tono abiertamente partidario de la Entente y, en especial, de Francia. En octubre, Carulla publicó un segundo artículo en el que, por primera vez, consideraba a los dirigentes de Alemania y Austria-Hungría, incluida a la socialdemocracia de ambos países, como los “provocadores de la catástrofe”. Al mismo tiempo, echaba un manto de piedad ante el fracaso de los socialistas y anarquistas franceses en imponer el llamado a la huelga general dada la actitud favorable hacia la guerra del grueso del proletariado organizado, un problema muy complejo que “algunos han querido resolver hablando de traición y de apostasía”.18 Pasada la consternación inicial y rechazada la hipótesis de la “traición” de la Segunda Internacional, Carulla justifica en términos más pragmáticos que doctrinarios el accionar de un amplio sector de la dirigencia partidaria y sindical francesa. “¿Que otra actitud que la de cooperar en la defensa, podían adoptar los socialistas de los países agredidos por la barbarie teutona que se les venía encima con social-democracia y todo?”, se preguntaba el joven entrerriano. Esta interpretación sobre la contienda como una “guerra defensiva” fue utilizada también para explicar el accionar de las principales centrales obreras que habían visto en el comportamiento de Alemania un ataque “no contra el estado francés, sino contra el pueblo todo y contra las ideas de libertad de que éste viene siendo secular depositario”.19
De esta manera, la responsabilidad atribuida a las Potencias Centrales por el desencadenamiento de la guerra justificaba la decisión excepcional de la izquierda francesa de adherir al clima de Union Sacrée y colaborar en la defensa no del Estado ni de una concepción chauvinista de la Nación sino, más bien, de una serie de valores universales como el Derecho, la Libertad y la Justicia, asociados a la tradición revolucionaria, republicana y dreyfusard de Francia, “heredera de Grecia y Roma y depositaria de las libertades elementales”.20 En el marco de esa cruzada de la latinidad contra el militarismo y el espíritu de autoridad que encarnaban Alemania y Austria, Carulla entendía a la “colaboración revolucionaria” de los anarquistas como un “forzoso y noble deber” impulsado por el súbito estallido de un conflicto cuyas inusitadas características tornaban obsoletas a las teorías previas y transformaba en inútiles “combinaciones infantiles” las más acreditadas doctrinas filosóficas.
Para Carulla, la guerra ponía en cuestión la validez de los conceptos y teorías utilizados previamente para inteligir los comportamientos y valores asociados a los actores europeos. Al mismo tiempo, este diagnóstico avalaba sus críticas al dogmatismo de aquellos anarquistas que, mediante una reiteración de viejas claves interpretativas asociadas al antimilitarismo, trataban de sostener una posición neutral ante el nuevo escenario planteado por la Gran Guerra.21 No obstante, la intervención de los revolucionarios en el conflicto no excluía la posibilidad de una futura “civilización socialista” que, a juicio de Carulla, podría estar gestándose en los campos de batalla de la Vieja Europa. El desafío político e intelectual planteado por la guerra implicaba, entonces, saber interpretar una coyuntura paradójica pues el conflicto podía contener en su seno la paz del futuro garantizada por una “civilización socialista”, cuyas características no eran definidas por Carulla con demasiada precisión.
Los escritos de Carulla dejan en evidencia, a su vez, de sus contactos con ciertas figuras y publicaciones del anarquismo europeo, que funcionaban como una referencia de autoridad transnacional para legitimar sus posiciones en el ámbito local:
Malato y Almereida en Francia desde La Bataille Sindicaliste y La Guerre Sociale, Gioda, Tancredi y Oberdan Gigli desde Volontá en Italia y numerosos libertarios de los países agredidos… haciendo suyo un antiguo deseo de Kropotkine, exteriorizado varias veces después de 1870, han declarado… que es necesario apoyar el concurso a los ejércitos de Francia e Inglaterra que representan al decir de Alceste de Ambris -el hombre que, después de Malatesta, más ha contribuido al reciente despertar revolucionario de Italia- el espíritu de la libertad humana contra la dominación autoritaria y militarista que quiere abatirse sobre el mundo.22
La mayoría de estos intelectuales integraron la red de los llamados anarquistas “defensistas”, la segunda tendencia que emergió dentro del movimiento libertario europeo con motivo de la Gran Guerra.23 Posteriormente, sus planteos y posicionamientos fueron expresados mediante una “Declaración”, mundialmente conocida con el erróneo título del Manifiesto de los dieciséis, que constituía una respuesta diferida a los escritos de Malatesta en el periódico londinense Freedom y al ya citado Manifiesto anarquista internacional.24 Por ello, no es casual que una vez establecida su posición en defensa de la Entente, Carulla haya dejado de utilizar el término “internacionalista” en el título de sus intervenciones.
Ahora bien, como el propio Carulla reconocía a modo de balance en el último artículo de la serie, “Alemania debe ser vencida”, publicada durante los primeros meses de 1915, sus lecturas sobre la Gran Guerra no implicaban, en rigor, grandes innovaciones doctrinarias sino más bien, la reiteración de una serie de representaciones y claves interpretativas elaboradas por los intelectuales europeos y adaptadas por quienes acompañaron las posiciones “defensistas”.25 En gran medida, esta recepción de ciertos trazos de la “cultura de guerra” francesa explican la rápida adhesión de Carulla a la causa de la Entente y del anarquismo “defensista”.26 A ello, debería agregarse también la conmoción producida a nivel global por la invasión de Bélgica y la campaña de las “atrocidades alemanas” que tuvieron un enorme eco en la prensa y la opinión pública porteña.27
A los tópicos señalados hasta aquí cabría agregar, en primer lugar, una interpretación de la contienda como un guerra de razas y como un enfrentamiento entre dos paradigmas civilizatorios antagónicos representado por la Kultur germana y la Civilisation latina.28 En segundo lugar, una representación estereotipada de Francia y de la latinidad como las rectoras del mundo occidental, portadoras de una posición que desde hacía décadas Alemania había intentado desplazar sin éxito aunque poniendo en peligro la supervivencia de la civilización. Por ello, para Carulla, “la audaz tentativa bélica de Guillermo de Prusia no representa otra cosa que una de las tantas incursiones que los pueblos bárbaros del otro lado del Rhin han realizado a las tierras del oeste y del medio día de Europa”.29 No obstante, como señalaban con insistencia los intelectuales partidarios de Alemania, esa representación idealizada del conflicto como una cruzada de la libertad contra la “barbarie teutona”, se resentía con la presencia de la Rusia zarista en el bando de la Entente, sobre todo, entre los anarquistas que conocían los rigores de la represión, las cárceles y el exilio de sus compañeros rusos. Carulla resuelve esta contradicción responsabilizando a Alemania de la esclavitud del pueblo ruso y el sometimiento del eslavismo, dado el origen germano de destacados servidores de la autocracia rusa como, por ejemplo, el ministro de Hacienda y posteriormente, primer ministro del zar Nicolás II, Sergei Witte, o Dimitri Trepov, jefe de la policía de Moscú, uno de los responsable del restablecimiento del orden luego de la Revolución de 1905. Y lo mismo ocurría con el Santo Sínodo y la burocracia del Estado, controlados, según Carulla, por hijos de alemanes radicados en Rusia.30
En tercer lugar, como correlato inevitable de esa férrea asociación entre Francia y la superioridad de la civilización latina, una representación de la Alemania “bárbara” como una nación “unificada ydisciplinada bajo el dominio de la casta militarista, en lo material y de la subcasta de los ‘sabios’ materialistas en lo moral”.31 De allí que, gran parte de los ataques de Carulla apuntaban a desprestigiar o negar los avances científicos y culturales de Alemania luego de su unificación en 1870. A su juicio, “la ciencia alemana es, desde luego, hija de la ciencia latina. Lo propio pasa con el arte. Centenares de siglos antes de que en los territorios que comprenden el imperio germánico, se hubiese empezado a balbucear el a b c de los conocimientos, existía ya la civilización helénica, que junto con la sabiduría religiosa generó directamente a Roma, la madre eterna de la latinidad”.32 Lo mismo ocurre con el método experimental y el positivismo científico, considerados por Carulla como “hijo del genio galo”.
Luego de esta activa campaña de militancia en favor de los aliados de la Entente, a mediados de 1915 y sin mediar explicación, Carulla dejó de publicar en Ideas y Figuras.33 En los meses posteriores, maduró en él la necesidad de encontrar otras formas de compromiso con la causa aliada y a finales de ese año tomó la decisión de viajar a Francia con el objetivo de enrolarse en la Legión Extranjera para poder combatir con otro tipo de armas a la “barbarie teutona”. Según narra en sus memorias, la venta de los muebles de su consultorio de clínica general ubicado en el barrio de Boedo y de sus libros aportaron los fondos necesarios para cruzar el Atlántico rumbo a Barcelona en el vapor Cádiz.
Con retraso, Ideas y Figuras publicó el discurso pronunciado por Ghiraldo en el banquete de despedida en honor al “compañero Carulla” que tuvo lugar en “lo de Monti”, un tradicional restaurant-cervecería llamado, en rigor, “La Suiza”, que integraba el circuito de sociabilidad de la bohemia porteña. Ese texto resume la compleja relación que Carulla había mantenido con el director de la revista y el resto de los colaboradores partidarios del “neutralismo revolucionario”. En su discurso, Ghiraldo reconocía el móvil generoso y humano del viajero pues “no va Ud. a matar semejantes, sino a aplicar sus conocimientos profesionales en favor de uno de los bandos en lucha”.34 No obstante, la cordialidad y el anhelo de que “las balas de los salvajes de Europa respeten su vida”, Ghiraldo no se privó de marcar sus discrepancias con una decisión que, a su modo de ver, reiteraba los mismos “errores” de Kropotkin, ni de realizar una enconada, y no menos incómoda, defensa de su apego al neutralismo frente un guerra ajena a los intereses de los pueblos y los trabajadores.35 La crónica de este “ágape anarquista” publicada por Crítica incluye una transcripción del discurso de Carulla que, lejos de entrar en una polémica con Ghiraldo, agradeció los buenos deseos de los presentes y justificó en estos términos su opción por la acción directa: “ir hacia allá es salvarse del remordimiento que puede desanimar mañana a todos los que abandonaron al esfuerzo de los menos la tutela del bien común, atesorado en dos mil años de luchas contra lo que en el ser humano hay de bruto y en la naturaleza de misterio”.36

Un médico argentino en el infierno de Verdún: Carulla como “corresponsal científico” de La Prensa

Desde Barcelona, Carulla llegó por vía terrestre a París, donde su idealismo se estrelló contra la “glacial indiferencia” del funcionario encargado de la oficina de enrolamiento de la Legión Extranjera que tuvo a bien advertirle sobre el magro sueldo que recibiría como voluntario.37 “No pude menos que caer en la desazón”, relata Carulla y tras consultar a sus amigos argentinos radicados en París, llegó a la conclusión de que su compromiso con la causa de Francia sería más útil en su condición de médico que como un simple combatiente de trincheras. Poco tiempo después, se incorporó al ejército francés como médico auxiliar de la Cruz Roja.
Cabría, sin embargo, hacer algunas salvedades respecto de esta anécdota. En primer lugar, es muy probable que esa representación de la indiferencia europea frente al noble sacrificio de un joven sudamericano, sea indicio de una mirada crítica hacia Europa que emerge tibiamente durante su experiencia en la guerra y que se acentuará luego de su conversión al nacionalismo. En esa clave pueden leerse también las quejas de Carulla, durante su estadía en Francia, sobre la ignorancia de los europeos respecto de América Latina.38 En segundo lugar, existen algunas pruebas de que, en rigor, su incorporación como médico al ejército francés no fue el resultado de una mala experiencia con la Legión Extranjera sino que estuvo presente desde un primer momento. Así lo deja entrever Ghiraldo en su discurso en honor a Carulla y también las notas de despedida, que enfatizan su doble condición de médico e intelectual.39 Esas dos facetas definirán el perfil de Carulla durante su estadía en Europa. Su primera experiencia como médico en París tuvo lugar en el servicio de cardiología del Hôpital Saint Antoine. Poco tiempo después, en agosto de 1916, fue asignado a un hospital de sangre en la región de Châlons-sur-Marne durante la batalla de Verdún.40 En paralelo a esta labor como médico, en mayo de ese año comenzó a colaborar como “corresponsal científico” en La Prensa, gracias a la intermediación de su amigo Leopoldo Herrera, redactor del diario de la familia Paz.41
A diferencia de la centralidad que sus escritos habían adquirido en Ideas y Figuras, en La Prensa la voz de Carulla fue mucho menos trascedente. En primer lugar, porque las crónicas del joven médico entrerriano debían disputar un espacio con una verdadera legión de cronistas de fama internacional, enviados especiales y corresponsales instalados en Europa con anterioridad al conflicto, que nutrían cotidianamente las columnas del diario.42 En segundo lugar, y sin desconocer que la crónica científica fue uno de los registros elegidos por los intelectuales anarquistas a comienzos de siglo, porque el perfil asignado a Carulla como “corresponsal científico” le restaba importancia a sus crónicas, que lejos de compartir página con esos corresponsales de fuste, eran publicadas en la sección “Científicas”, plagada de notas sobre divulgación y no directamente vinculadas a la guerra.43 Ese fue el tenor predominante de sus crónicas, incluso en aquellas escritas al calor de su primera visita al frente occidental, en junio de 1916, dónde Carulla describió, desde un punto meramente profesional, las afecciones ocasionadas por los ataques con gas y las instalaciones de los hospitales de sangre cercanos al frente en la región de Châlons-sur-Marne.44
El ostensible cambio en el tono que se advierte a lo largo de las doce crónicas publicadas por Carulla en La Prensa, entre mayo de 1916 y enero de 1917, debe atribuirse, entonces, a este condicionamiento temático antes que al señalado desplazamiento ideológico. No obstante la preponderancia de ese registro, asociado a la divulgación científica, en sus crónicas se filtran algunas opiniones sobre el conflicto bélico y sus dimensiones políticas, que muestran cambios y continuidades respecto de la etapa anterior. La continuidad más evidente es su francofilia, expresada ahora mediante recurrentes elogios al papel de los servicios sanatorios franceses durante la conflagración: “Así como no hay ejército francés, sino, más bien, una nación entera en armas, lo mismo se puede decir que, más que la sanidad militar, es la medicina de toda Francia que se ha movilizado por la guerra”.45 Esta alabanza de la movilización de la medicina en defensa de “la nación en armas”, una reminiscencia de las guerras revolucionarias del siglo XVIII, se completaba con nuevas glorificaciones del “genio francés”, encarnado ahora en figuras como Henri Vallée, Director de la Escuela Veterinaria de Alfort, creador de un novedoso suero antidiftérico y antitetánico, considerado por Carulla como una nueva victoria de la cultura francesa “sobre la ruta que señalara el gran Pasteur”.46 En esa misma clave se inscriben las alabanzas del médico entrerriano a la capacidad de improvisación de la “gran república latina” para enfrentar los efectos físicos y psicológicos producidos por la guerra, el famoso Shell-shock, que Carulla denomina como un “estado ansioso” que produce “dementes incurables, paralíticos generales, maniáticos y melancólicos crónicos, delirantes, etc.”.47
Algunos pasajes de sus escritos muestran también, aunque en menor medida, una continuidad en sus vínculos y de ciertas percepciones asociadas al anarquismo. Ello puede verse, por ejemplo, en la extensa crónica dedicada a la campaña contra el alcohol en Francia, escrita luego de asistir a un meeting de la Liga Nacional contra el Alcoholismo en la Bourse du travail, “la famosa casa de los revolucionarios que antes de la guerra era la meca del sindicalismo universal, hacia la que se volvían, desde las más lejanas tierras, los ojos de los trabajadores, ansiosos de reformas efectivas y prácticas”.48 En ese marco, Carulla encomia el ascetismo de la minoría anarquista que en los años previos al conflicto trató de concientizar al pueblo francés con su prédica antialcohólica e higienista, absorbida ahora como un elemento más de la Unión Sagrada. En su reflexión en torno a las prohibiciones de producción y venta de alcohol, en especial, del ajenjo, “el verde néctar de los artistas, que tan deliciosamente alabara Verlaine”, Carulla justifica nuevamente en término más pragmáticos que doctrinarios los límites impuestos por la guerra a la libertad individual y la necesidad de una supeditación a los intereses y objetivos de un colectivo nacional más amplio.49
Ahora bien, dada las características de sus escritos como “corresponsal científico”, es difícil encontrar allí alguna referencia que permita advertir un viraje ideológico y político producto de su contacto con los teóricos del nacionalismo francés. A lo largo de todas sus crónicas para La Prensa existe una sola mención a Maurice Barrés, en la que destaca su acercamiento y la labor conjunta con los intelectuales de izquierdas que colaboraron en la defensa de la nación.50 Y una alusión al reciente libro que Gustave Le Bon había publicado con motivo de la guerra: Enseignements psychologiques de la guerre européenne, editado por Ernst Flammarion en 1915.51 No obstante, el conservadurismo del que Le Bon hacía gala en su obra, no constituye necesariamente un elemento que permita avalar un corrimiento ideológico como el señalado. Por el contrario, este autor continuaba siendo una referencia para figuras como Carulla, formadas en un ámbito académico marcado por el cientificismo, y provocaba admiración en otros intelectuales y periodistas vinculados de diverso modo a la bohemia y el anarquismo como Juan José Soiza Reilly, corresponsal de guerra del semanario Fray Mocho y el diario La Nación, quien a comienzos de 1916 publicó dos crónicas muy elogiosas del polígrafo francés y sus escritos en torno a la contienda.52
Sin embargo, existen dos rasgos en sus crónicas para La Prensa que revelan algunos cambios respecto de la etapa anterior. En primer lugar, la emergencia de una mirada más crítica sobre la guerra en general. En París, durante su visita a un establecimiento de la Federación de Mutilados, al contemplar “toda esa carnaza dolorosa”, Carulla afirma:
Sólo cuando las miradas curiosas logran descubrir, aquí un tronco sin piernas, allá un hombro del cual cuelga flácida y vacía una manga inútil y más allá las cuencas oscuras de dos ojos que ya no verán más la luz, se tiene la noción de que por encima de estos hombres ha pasado también la guerra, la espantosa guerra y se comprende entonces por qué, a pesar del aparente bienestar en que se encuentran, sus rostros no sonríen … Aquellos pueblos que todavía sueñan con empresas bélica podrían tomar aquí buenas lecciones el día en que deban hacer frente a los resultados de las batallas.53
Sin dudas, el contacto directo con el escenario del conflicto produjo en Carulla un cierto desencantamiento con sus ideas previas sobre la función moralizadora de una guerra entendida, hasta entonces, como una cruzada de la civilización contra la “barbarie teutona”. Estas fisuras en el anarquismo “defensista” de Carulla, explican también la emergencia de una atribución más amplia de responsabilidades por el desencadenamiento del conflicto, en la que Alemania deja de ser considerada como la única responsable de una guerra originada, en rigor, por el grueso de las élites europeas.54 Por último, en algunas de estas reflexiones Carulla muestra una menor confianza en la “utilidad” de la guerra y sus beneficios para el futuro de la “civilización socialista”.55
En segundo lugar, sus escritos para La Prensa revelan un número mayor de referencias a la Argentina, y en términos más amplios, a América latina, como una suerte de oasis de paz frente al cataclismo europeo.56 De esta manera, las reflexiones de Carulla dialogaban parcialmente con un extendido diagnóstico que vinculaba el desarrollo de la Gran Guerra al resurgimiento de un interrogante sobre la cultura nacional y el lugar ocupado por Argentina en el mundo a partir de una progresiva toma de distancia respecto del magisterio europeo, que convive problemáticamente con sus muestras de adhesión a los aliados.57

“Regreso a la patria”

Poco menos de un año en Europa alcanzó para minar el optimismo del joven Carulla. En sus memorias, a modo de balance de su experiencia en la guerra, afirmaba: “llegó un momento en que di por canceladas todas las posibilidades de triunfo para Francia, y decidí regresar a mi país. No experimenté entonces, ni experimento ahora, ningún remordimiento por haber tomado tal resolución. Voluntariamente acudí a cumplir lo que consideraba mi deber, y no escatimé esfuerzos, ni rehuí peligros durante esos años 1915 y 1916 de mi permanencia en Francia. Pero todo tiene su fin y mi voluntad de servir a aquella causa se encontraba exhausta”.58
En febrero de 1917 La Prensa informaba el regreso de su “corresponsal científico” a Buenos Aires. Esa nota, como así también el anuncio y la cobertura de la conferencia brindada por Carulla en el salón principal de la sede del diario, confirman definitivamente los propósitos médicos de su viaje a Francia.59 La entrevista con el repórter del diario y la trascripción del contenido de la conferencia revelan también una continuidad con la temática y las características de sus escritos publicados en La Prensa. No obstante, si bien es cierto que a su regreso Carulla mantuvo una distancia con Ghiraldo y la red de Ideas y Figuras, las críticas a la guerra y las fisuras de su anarquismo no se profundizaron con su retorno a Buenos Aires.60
A los pocos meses, Carulla comenzó a colaborar en Vida Nuestra, una revista cultural y literaria impulsada por un grupo de intelectuales y periodistas vinculados a la colectividad judía.61 No obstante, a diferencia de la mayoría de la prensa étnica que se publicaba en idish, como los diarios Di Yiddishe Zeitung y Die Presse, Vida Nuestra optó por el idioma castellano durante sus siete años de existencia (dejó de publicarse en septiembre de 1923, luego de 75 números), con la explícita intención de intervenir en los debates que acuciaban a la Argentina de ese entonces. Esto se tradujo en la apertura de sus páginas a un heterogéneo grupo de colaboradores de diferentes procedencias políticas e ideológicas. En primer lugar, intelectuales y periodistas vinculados a las redes culturales de la bohemia y el anarquismo como Ángel Falco, Tito Livio Foppa, Rodolfo González Pacheco, Alberto Palcos y Santiago Locascio. En segundo lugar, políticos e intelectuales provenientes del socialismo local como Alfredo Palacios, Enrique Dickmann, Antonio de Tomasso y Mariano Antonio Barrenechea. En tercer lugar, figuras asociadas al llamado “nacionalismo del Centenario” como Ricardo Rojas, Manuel Gálvez y Leopoldo Lugones. Y, por último, un ecléctico grupo de periodistas y escritores como Emilio Berisso, Héctor Pedro Blomberg, Alcides Calandrelli, José Ingenieros, Carlos Muzzio Sáenz Peña y Álvaro Melián Lafinur, entre otros.
En ese ámbito, Carulla publicó cinco colaboraciones entre julio de 1917 y agosto de 1918. Son artículos extensos, que se asimilan al registro practicado en Ideas y Figuras aunque con un tono menos virulento y en los cuales la guerra fue un tema predominante. Ante todo, como un recuerdo de su reciente experiencia en Europa, mediante la publicación de crónicas en las que impera un registro intimista y personal sobre sus impresiones y anécdotas de viaje.62 El resto de sus artículos en dicha revista revelan una continuidad de su simpatía por los aliados, en especial por Francia, y la pervivencia de intereses y percepciones asociadas al anarquismo.
Dejando atrás el “pesimismo” y las críticas manifestadas en algunos escritos de su etapa como “corresponsal científico”, la guerra vuelve a ser percibida por Carulla como una cruzada civilizatoria contra la “barbarie alemana” y, al mismo tiempo, como un proceso revolucionario que dará inicio a una nueva etapa de progreso moral, la cual ya se manifestaba, por ejemplo, en el novedoso lugar adquirido por las mujeres en los países combatientes.63 Para Carulla, ese proceso de emancipación del “alma de las mujeres”, parafraseando nuevamente a Le Bon, era concomitante con la liberación de pueblos y naciones “condenados a siglos de esclavitud” como Polonia y Galitzia. A su juicio, “quien haya tenido ocasión de visitar los países en guerra en los últimos tiempos habrá podido comprobar la realidad de esta revolución que tiende a destruir en poco tiempo lo que parecía la obra más sólida del cristianismo”.64 De esta manera, su reciente experiencia en Europa avala la interpretación de un proceso histórico que hilvanaba la conmoción producida por la Gran Guerra con las primeras consecuencias de la revolución que tenía lugar en Rusia, un “gran movimiento liberador” que expresaba un nuevo estado de conciencia de los pueblos de “civilización avanzada” y que según Carulla, “se acentuará después de la paz”.65 Lejos de una conversión al nacionalismo maurrasiano y de un supuesto abandono de la causa aliada, estos artículos muestran claramente un retorno a los temas que habían caracterizado a las intervenciones del médico entrerriano en la revista de Ghiraldo, actualizados a una nueva coyuntura de la guerra, marcada por el inicio de la revolución en Rusia.
Esa continuidad es ostensible también en el resto de sus escritos publicado en Vida Nuestra como, por ejemplo, en el artículo dedicado a Romain Rolland, escrito durante su estadía europea y que revela su intención, luego abandonada, de escribir un libro sobre sus “impresiones de la Europa bélica”. El propósito del texto, motivado por la entrega del premio Nobel de literatura a Rolland, no era hacer un crítica literaria de su obra sino “contribuir a poner en claro la conducta del gran escritor” durante la contienda.66 La valoración de Carulla sobre la campaña de Rolland, una de las figuras más destacadas del pacifismo intelectual europeo, explora una tensión evidente entre su defensa de los valores universales, que le permitió permanecer por “encima de la contienda”, y su más o menos explícita simpatía por Francia.67 Por ello, Carulla, que no se priva de señalar las “equivocaciones” del novelista, realiza una forzada interpretación de sus polémicas e intervenciones que, paradójicamente, coloca a Rolland como “un soldado más de la gran causa que defienden los pueblos que se han agrupado alrededor de la Francia inmortal”, un pueblo que una vez restablecida la paz en el mundo, sabrá recompensar los esfuerzos de “este noble hijo” que continúa la estirpe clásica de los grandes franceses.68
Finalmente, en el último artículo publicado en la revista, fechado en agosto de 1918, Carulla plantea desde la izquierda una serie de críticas a la revolución de octubre y a los bolcheviques, basadas en una combinación de su sensibilidad libertaria con algunos elementos provenientes de la propaganda aliada. Dicho artículo, que se titula “Máximo Gorki agoniza!”, plantea que el escritor ruso sufría el mismo mal que aquejara también a Georgi Plejánov y a Kropotkin: “Esos hombres se están muriendo de amargura y de desaliento moral. La revolución, que pudo haber dado nuevos bríos a sus espíritus fatigados en la lucha interminable, no ha hecho sino quitárselos”.69 Mediante un paralelismo con la Revolución Francesa, Carulla compone una imagen despótica de los líderes bolcheviques, -en especial de Lenin, “el brazo ejecutor de Marx, como antaño se llamaba a Robespierre el brazo de Juan Jacobo”-, responsables de haber torcido el rumbo de una revolución que marchaba hacia una sociedad nueva y más justa.
Gran parte de las críticas a la conducción bolchevique que Carulla reitera a partir de la defensa de Gorki, giraban en torno a su accionar en la guerra, en particular, a “la vergonzosa paz de Brest Litowsk [sic] y de la subsiguiente ocupación de Ukrania por el enemigo”, cuya principal consecuencia fue “separar definitivamente a la patria rusa de las democracias cuyos pueblos habían contribuido al derrocamiento del zarismo, al mismo tiempo que la entregaba atada de pies y manos al enemigo hereditario, a la Alemania ‘guardiana del principio monárquico’, según la declaración de Kropotkin en el Congreso de Moscú”.70 De esta manera, sus críticas al autoritarismo bolchevique, tan recurrentes en los círculos libertarios, se complementaban con una caracterización del proceso revolucionario que situaba a los acontecimientos de febrero como el inicio de un proceso de reformas liberales y democráticas mientras que los sentidos de la revolución de octubre, que también liberó a los judíos que habitaban en el Imperio zarista, se tornaban mucho menos inteligibles, como demuestran las diversas caracterizaciones y polémicas que circularon en las páginas de Vida Nuestra. No obstante, lejos estamos aquí del “virus maximalista” al que Carulla se refiere en sus memorias y de la caracterización del bolchevismo como un movimiento que “manchó la limpia tradición democrática de nuestra era constitucional y enturbió la transparencia del credo de Mayo”, pues en estas primeras lecturas la revolución fue representada como un fenómeno eminentemente europeo y sin un inmediata implicancia local.71
Los escritos publicados por Carulla en dicha revista no dejan lugar a dudas respecto de las continuidades temáticas e ideológicas con los círculos de la militancia cultural anarquista. Este hecho es confirmado, a su vez, por su único libro publicado durante el periodo objeto de este artículo: La paz futura, con traducción y prólogo del “Dr. Juan Emiliano Carulla”, que apareció a mediados de 1918. El libro consistía en una recopilación de las respuestas que destacados intelectuales europeos vinculados al anarquismo y al socialismo habían enviado a la revista Les Temps Nouveaux, “viejo y querido periódico dirigido por Jean Grave”, uno de los principales impulsores del Manifiesto de los dieciséis.72
Impulsada por el tratado de Brest-Litovsk y las negociaciones que tuvieron lugar a comienzos de 1918, la encuesta giraba en torno a las condiciones necesarias para garantizar el fin de la guerra y el restablecimiento de la paz en Europa. Entre quienes respondieron figuraban destacados exponentes del anarquismo “defensista” como Piotr Kropotkin, Jean Grave, Charles Malato y Christiaan Cornélissen y otras personalidades vinculadas a la izquierda europea como Gabriel Séallies, Charles Gide y H. G. Wells, entre otros.73 Para Carulla, esos nombres eran tan conocidos para los lectores porteños, que no ameritaban una presentación:
Baste el decir que son de los nuestros y que entre ellos están los más notables y audaces propulsores de la revolución, de esa revolución por la cual, con tanto amor, dimos lo mejor que había en nosotros en horas por cierto más obscuras y llenas de peligros que las actuales … buenos y sabios maestros que nos enseñaron a amar la libertad y la justicia.74
Las características de la consigna convocante, los participantes de la encuesta, las palabras del compilador en el prólogo y el perfil del sello editorial en el que fue publicado el libro, no dejan lugar a dudas de las cercanías que, aún en 1918, Carulla mantenía con el universo anarquista local e internacional.75 “Pocos resabios utopistas quedaban en mí”, afirma Carulla en las primeras páginas del capítulo de sus memorias dedicado al “regreso a la patria”.76 Sin embargo, los escritos publicados en Buenos Aires luego de su experiencia en la Gran Guerra no permiten avalar esa afirmación ni tampoco un claro acercamiento al nacionalismo de derecha.
Quizá el único indicio de algún tipo de cambio en sus percepciones antes de ser considerado como el “líder del movimiento pro restauración monárquica en la Argentina”, sea el silencio mantenido por Carulla ante la célebre encuesta “Sobre la situación de los judíos en Argentina”, lanzada por Vida Nuestra en enero de 1919, luego de que la represión de los trabajadores en la Semana Trágica adquiriera los contornos de un pogrom contra la población judía de Buenos Aires. Las preguntas de la circular enviada por la redacción a los “intelectuales y hombres representativos del país” giraban en torno a la supuesta responsabilidad de la colectividad israelita en los episodios de violencia como “justificativo” el accionar represivo, y a la contribución de los judíos a la vida nacional.77 La ausencia de su nombre entre los participantes de la encuesta es llamativa dado que hasta hace poco tiempo Carulla había colaborado en Vida Nuestra pero sería apresurado interpretar ese silencio como un aval a una acción antisemita en el marco de su conversión al nacionalismo.
Al menos públicamente, entre el estallido de la Gran Guerra y los primeros meses de la inmediata postguerra, el itinerario intelectual de Carulla muestra un recorrido que, a pesar de algunas oscilaciones, no parece asemejarse en nada a la supuesta parábola que lo conduce del anarquismo al nacionalismo monárquico a partir de una iluminación intelectual producida en el marco de su experiencia en Europa. Por el contrario, la rápida recepción de ciertos trazos de la “cultura de guerra” francesa, que permitieron a Carulla justificar su distanciamiento del antimilitarismo en favor de una activa defensa de la Entente, resurgieron con fuerza luego de su regreso a Buenos Aires, dejando atrás las fisuras que se hicieron evidentes durante su etapa como “corresponsal científico”. La pervivencia de sus vínculos con el “anarquismo defensista” comprueba la evidente operación de sus memorias, tendiente a establecer retrospectivamente un “mito heroico” sobre su conversión al nacionalismo a partir de un viaje iniciático a la Europa en guerra. Sin dudas, el lugar ocupado por Carulla en el universo nacionalista al momento de publicar esta suerte de testamento político incidió en esa interpretación del pasado, privilegiando determinados aspectos de su itinerario intelectual y una explicación de su adhesión al nacionalismo maurrasiano que mezclaba invención y realidad.

Notas

1 Agradezco a Patricio Geli y Daniel Lvovich los comentarios a una versión previa de este trabajo.

2 “Despedida del Dr. Carulla”, Ideas y Figuras. Revista semanal de crítica y arte (en adelante, Ideas y Figuras), Buenos Aires, 25/02/1916, s/p. Para una minuciosa descripción de esta publicación véase: Minguzzi, Armando Victorio, “Ideas y Figuras:estrategias intelectuales y dualidades polémicas”, en MINGUZZI, Armando Victorio (editor) La revista Ideas y Figuras de Buenos Aires a Madrid (1909-1919). Estudios e índices, Universidad Nacional de la Plata, Biblioteca Orbis Tertius, CeDInCI editores, La Plata, 2014, pp. 5-30.

3 “En honor a un periodista de rango”, Fray Mocho. Semanario festivo, literario, artístico y de actualidades, Buenos Aires, 15/07/1919, s/p.

4 Iniciada como una huelga por mejoras en las condiciones laborales en el taller metalúrgico de los hermanos Vasena, el conflicto se radicalizó luego del asesinato de varios trabajadores, transformándose en una huelga general que paralizó a la ciudad. La Semana Trágica fue el término con el que la prensa designó a la brutal represión de las fuerzas policiales y parapoliciales, que incluyó un pogrom contra la población judía de Buenos Aires. En ese marco, emergieron organizaciones políticas de extrema derecha, como la mencionada Liga Patriótica Argentina, pero también importantes asociaciones patronales como la Asociación del Trabajo. Véase, entre otros: McGee Deutsch, Sandra, Contrarrevolución en la Argentina, 1900-1932: La Liga Patriótica Argentina, Universidad de Quilmes, Bernal, 2003; Lvovich, Daniel, “La Semana Trágica: el Gran Miedo de 1919”, en Lvovich, Daniel, Nacionalismo y antisemitismo en la Argentina, Javier Vergara/Ediciones B, Buenos Aires, 2003, pp. 133-186 y Rapalo, María Esther, Patrones y obreros: la ofensiva de la clase propietaria, 1918-1930, Siglo XXI, Buenos Aires, 2012.

5 Carulla, Juan Emiliano, Al filo del medio siglo, Huemul, Buenos Aires, 1964 [original 1951], pp. 201-202. Lejos de ser un pasaje aislado, esta afirmación es reiterada en varias oportunidades: “Mis predilecciones ideológicas me había llevado a una posición derechista, inspirada en gran parte, por la lectura de la obra de Maurras, así como de los artículos que diariamente publicaba éste en su diario” (p. 190) y “He explicado ya, cómo en Francia me había sentido atraído por la lectura de Maurras, Daudet y demás hombres de L’Action Française, atracción que fue en aumento a medida que me interiorizaba más y más de la doctrina del autor de Enquéte sur la monarchie” (p. 229). La reiteración de este tópico puede verse en McGee Deutsch, Sandra, Contrarrevolución…, Op. Cit., p. 80; Devoto, Fernando, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna, Siglo XXI, Buenos Aires, 2006, pp. 188-189; MINGUZZI, Armando Victorio, “Ideas y Figuras…”, Op. Cit., pp. 10-11; REY, Ana Lía y RODRÍGUEZ, Fernando Diego, “Una pluma en la tormenta. El anarquismo argentino y la Gran Guerra a través de las crónicas de Juan Emiliano Carulla en la revista Ideas y Figuras”, en PolHis. Revista Bibliográfica del Programa Interuniversitario de Historia Política, Buenos Aires, 2014, Nº 14, pp. 103 y 113; Montaldo, Graciela, Museo del consumo: archivos de la cultura de masas en Argentina, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2016, pp. 222-223.

6 Para una caracterización más extensa sobre los vínculos de los periodistas, literatos y dramaturgos con el anarquismo y la profesionalización del campo intelectual porteño de comienzos del siglo XX véase, entre otros: DÍAZ, Hernán, Alberto Ghiraldo: anarquismo y cultura, CEAL, Buenos Aires, 1991, pp. 31-96; Rey, Ana Lía, Periodismo y cultura anarquista en la Argentina de comienzos del siglo XX. Alberto Ghiraldo en La Protesta y Martín Fierro, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2004 y “Periodismo y periodistas anarquistas en Buenos Aires a comienzos del siglo XX”, en Improntas de la historia y la comunicación, La Plata, Nº 4, 2017, pp. 1-20; Delgado, Leandro, “La participación del anarquismo en la formación del intelectual autónomo en el Río de la Plata (1900-1930), en A Contracorriente. Una revista de historia social y literatura de América Latina, Raleigh, 2010, V. 8, Nº 1, 2010, pp. 163-197 y ANSOLABEHERE, Pablo, Literatura y anarquismo en Argentina: 1879-1919, Beatriz Viterbo editora, Rosario, 2011, pp. 139-190; ANSOLABEHERE, Pablo, “La vida bohemia en Buenos Aires (1880-1920): lugares, itinerarios y personajes”, en BRUNO, Paula (directora) Sociabilidades y vida cultural: Buenos Aires, 1860-1930, Universidad de Quilmes, Bernal, 2014, pp. 174-181.

7 Como señalan Jorge Myers y Sergio Miceli en su introducción al dossier sobre las especificidades del estudio de la “escritura del yo” desde la historia intelectual, uno de los rasgos que distingue a la memoria de otros registros como el diario íntimo o la autobiografía, es que ésta “lleva implícita la idea de algún tipo de explicación de los hechos que configuraron la trayectoria de vida narrada”. Myers, Jorge y MICELI, Sergio, “Introducción”, “‘El duro deseo de durar’: relatos latinoamericanos en la periautografía los intelectuales del siglo XX”, en Políticas de la Memoria. Anuario de Investigación e Información del CeDInCI, Buenos Aires, 2016/2017, Nº 17, p. 14. Destacado en el original.

8 CARULLA, Juan Emiliano, Al filo…, Op. Cit., p. 165.

9 En sus memorias, Carulla afirma haber publicado también “centenares de artículos y comentarios” en Crítica, uno de los diarios porteños más virulentos en la defensa de la Entente: CARULLA, Juan Emiliano, Al filo…, Op. Cit., p. 165. Sin embargo, durante esta etapa solo se ha podido encontrar allí un artículo con su firma. Véase: CARULLA, Juan Emiliano, “Apuntes sobre el libro de Barcos”, Crítica. Diario ilustrado de la noche, impersonal e independiente (en adelante, Crítica), Buenos Aires, 28/06/1915, p. 3. No obstante, Carulla integraba la red de colaboradores del diario de Botana y mantenía vínculos personales con varios de ellos, como es el caso del poeta Ángel Falco. De hecho, el reclame de su consultorio fue publicado en varias oportunidades en las páginas del vespertino al igual que Ideas y Figuras. Por ello, no es extraño que Crítica fuera el único diario porteño que cubrió el banquete de su despedida.

10 Para una caracterización más amplia de estos debates, véase: Turcato, Davide, “Saving the future: the roots of Malatesta’s antimilitarism”, en ADAMS, Matthew y Kinna, Ruth (editores) Anarchism 1914-18: internationalism, anti-militarism and war, Manchester University Press, Manchester, 2017, pp. 29-48; LEVY, Carl, “Malatesta and the war interventionist debate 1914-17: from the ‘Red Weck’ to the Russian revolution”, en ADAMS, Matthew y Kinna, Ruth (editores) Anarchism 1914-18…, Op. Cit., pp. 69-92.

11 Echezarreta, Diego Gabriel y Yaverovski, Alejandro Martín, “El anarquismo argentino y la Gran Guerra”, en Política y Cultura. Revista Académica del Departamento de Política y Cultura, México, 2014, Nº 42, pp. 139 y ss.

12 En las semanas previas al estallido de la guerra, Ghiraldo había mantenido una disputa con La Protesta por el destino de unos fondos recaudados para su viaje al congreso anarquista de Londres, que se realizaría en agosto de 1914 y que fue suspendido por el inicio de las hostilidades. Ese enfrentamiento, que tuvo amplia repercusión en su revista, tensionó el vinculo no sólo de Ghiraldo con el anarquismo sino también de Carulla y Julio Barcos, asiduos colaboradores de Ideas y Figuras, que se solidarizaron con él y manifestaron su descontento con la conducción del movimiento. MINGUZZI, Armando Victorio, Ideas y Figuras…, Op. Cit., p. 10 y REY, Ana Lía y RODRÍGUEZ, Diego Fernando, “Una pluma en la tormenta…”, p. 104.

13 “No el gesto del káiser loco, pues; sí, la situación crítica y sin perspectiva halagüeña de la industria alemana; no la necesidad de la guerra por espíritu de revancha, por odio innato o por idiosincrasia de los pueblos; sí el presupuesto elevadísimo para elementos bélicos, de peso irresistible para las espaldas de los contribuyentes después de cuarenta años de aumento progresivo; no el reto fanfarrón del oso blanco sino el cálculo financiero y político de un gobierno tiránico que se encuentra frente a un conflicto interno de carácter popular y libertador, acallado fiera y aviesamente con la guerra”. GHIRALDO, Alberto, “Europa en guerra. La crisis de un régimen”, Ideas y Figuras, Buenos Aires, 21/08/1914, s/p.

14 MARTÍNEZ PAIVA, Claudio, “La última hecatombe”, Ideas y Figuras, Buenos Aires, 21/08/1914, s/p. En la misma línea, véase también CANOSA, Francisco R., “La conflagración europea y la minoría revolucionaria”, 19/11/1914, s/p.; “Al margen de la gran trajedia [sic]”, 27/01/1915, s/p. y “Frente al gran crimen”, 16/03/1915, s/p.

15 CARULLA, Juan Emiliano, “Digo esto a manera de advertencia para que no se dé a las opiniones que voy a verter una interpretación distinta de la que deben tener”, en CARULLA, Juan Emiliano, “La guerra vista por un internacionalista”, Ideas y Figuras, Buenos Aires, 21/08/1914, s/p.

16 Ibídem.

17 Ibídem.

18 CARULLA, Juan Emiliano, “La guerra y la revolución. Reflexiones de un internacionalista”, Ideas y Figuras, Buenos Aires, 22/10/1914, s/p.

19 Ibídem.

20 Ibídem.

21 “Espíritus demasiado nobles y valerosos… nuestros camaradas han pretendido esquematizar la vida y, lo mismo que un médico muy práctico y especializado, ante un fenómeno patológico extraordinario, han acudido a las fórmulas sociales conocidas, sin fijarse que en la emergencia se necesitaba algo más que las panaceas habituales”. Ibídem.

22 Ibídem. De hecho, una nota aclaratoria sin firma colocada al final de este artículo señalaba las similitudes de los argumentos esgrimidos por Carulla con el manifiesto publicado por Charles Malato en su revista Les Temps Nouveaux. Semanas después, una nota similar, esta vez firmada por el autor, fue incorporada en otro de sus artículos para señalar, nuevamente, la semejanza de sus posicionamientos con los expresados por destacadas figuras del anarquismo europeo: “Estas líneas tienen algo más de un mes de escritas. Debieron haber aparecido en el número anterior de la revista. Hago presente este hecho porque en los últimos días el correo nos ha traído noticias de que la mayoría de los hombres representativos de la revolución han enunciado estas mismas ideas nuestras, ideas que en boca de Kropotkine, el más sabio de los teóricos actuales del anarquismo, han adquirido tanta resonancia como para hacer de este ilustre anciano -al decir de Maeztu- el hombre más prestigioso de las izquierdas europeas. J. E. C.”. CARULLA, Juan Emiliano, “La guerra europea. Neutralidad y revolución”, Ideas y Figuras, Buenos Aires, 12/12/1914, s/p.

23 La excepción más evidente es, sin dudas, la de Enrico Malatesta, cuya equívoca incorporación al grupo “defensista” explica la tardía aclaración enviada desde Brighton por Jorge Navarro Viola, quien había entrevistado al revolucionario italiano para Ideas y Figuras en su paso por dicha ciudad balnearia. En un comentario sobre la decisión de Kropotkin de colaborar en la defensa de los aliados, Navarro Viola señalaba: “No es exacto, como se ha afirmado en Ideas y Figuras, que Malatesta se halle de acuerdo. Por el contrario, ha atacado amargamente la idea del gran patriarca la más clara inteligencia con que puede contar el anarquismo y con Malatesta han estado también Alejandro Beckmann en Norteamérica, Pierre Monate, Pedro Esteve y La Protesta entre nosotros”. NAVARRO VIOLA, Jorge, “Carta de Inglaterra”, Ideas y Figuras, Buenos Aires, 16/03/1915, s/p.

24 Redactado por Kropotkin y firmado por Christian Cornelissen, Jean Grave, Jacques Guérin, Charles Malato, Marc Pierrot, Paul Reclus y Varlaam Čerkezov, entre otros, el Manifiesto de los dieciséis fue publicado en el diario sindicalista francés La Bataille el 14 de marzo de 1916 y en La Libre Federation de Lausana, el 14 de abril del mismo año. Para una caracterización más amplia sobre el grupo “defensista” véase: RYLEY, Peter, “The Manifesto of the Sixteen: Kropotkin’s rejection of anti-war anarchism and his critic of the politics of peace”, en ADAMS y Kinna (editores) Anarchism 1914-18…, Op. Cit., pp. 49-68.

25 “No tuvimos en ningún momento la pretensión de enunciar consideraciones nuevas y originales con respecto al vasto tema de la guerra … El principal objeto nuestro, el mío especialmente, fue contribuir en América a la formación de un ambiente francamente hostil al militarismo y a las ideas conservadoras de Alemania, al mismo tiempo que propiciar el movimiento de simpatía hacia los países aliados, iniciado simultáneamente, desde el comienzo de la guerra, en Londres, París, San Petersburgo y los centros neutrales más distinguidos, por los hombres, intelectuales y obreros, a quienes más debe la causa internacionalista”. CARULLA, Juan E., “Alemania debe ser vencida V. Las causas de la guerra”, Ideas y Figuras, Buenos Aires, 08/04/1915, s/p.

26 La bibliografía sobre este aspecto es muy extensa. Pueden consultarse, entre otros, Prochasson, Christophe, Les intellectuels, le socialisme et la guerre, 1900-1938, Seuil, París, 1993, cap. IV-VII; Prochasson, Christophe y Rasmussen, Anne, Au nom de la patrie : les intellectuelles et la Première Guerre mondiale, 1910-1919, La Découverte, París, 1996, caps. IV y V y HANNA, Martha, The mobilization of intellect: French scholars and writers during the Great War, Harvard University Press, Cambridge, 1996.

27 Horne, John y Kramer, Alan, German atrocities, 1914: A History of Denial,Yale University Press, New Haven-Londres, 2001. Sobre el impacto de esta campaña en la prensa de Buenos Aires, véase SÁNCHEZ, Emiliano Gastón, “World War I Reportages: The Dispatches of Robert J. Payró during the German Invasion of Belgium”, en Griffiths, Andrew, PRIETO, Sara y Zehle, Soenke (editores) Literary Journalism and World War I: Marginal Voices, Presses Universitaires de Nancy - Éditions Universitaires de Lorraine, Nancy, 2016, pp. 135-156 y “La invasión alemana de Bélgica y la movilización visual en la prensa de Buenos Aires. Un estudio sobre las imágenes del diario Crítica durante los inicios de la Gran Guerra”, en Revista Contemporânea, Río de Janeiro, 2015, V. 2, Nº 8, pp. 1-39.

28 “la guerra que se desarrolla ante nuestros ojos, no es otra cosa que un formidable choque de dos razas, mejor dicho, de dos civilizaciones representadas por pueblos étnicamente distintos. La una, la latina o latino-sajona hoy, que ha mantenido miles de años la preeminencia como irradiadora de civilización y de progreso, con respecto a todas las gentes del mundo, y la otra, la germánica, civilización nueva, cuya cultura y cuyas instituciones apenas han visto la luz de algunas décadas, pero que cuenta en cambio con una formidable potencia económica y guerrera”. CARULLA, Juan Emiliano, “Alemania debe ser vencida I”, Ideas y Figuras, Buenos Aires, 04/01/1915, s/p.

29 Ibídem.

30 “Rusia, el núcleo máximo del eslavismo, ha venido siendo hasta ahora dirigida por hombres y por ideas procedentes de Berlín… los hombres más funestos para la libertad del pueblo, los más leales servidores de la autocracia, han sido de procedencia germana: Plewe, White, Trepoff, y que, hasta antes de la guerra, en el Santo Sínodo o sea la suprema autoridad religiosa del Imperio, predominaban asimismo aquellos. También hay que hacer constar que en Rusia, una gran parte de la tierra, del capital y de los altos puestos administrativos, yacían en poder de alemanes o de hijos de alemanes”. CARULLA, Juan Emiliano, “Alemania debe ser vencida II. Política y cultura”, Ideas y Figuras, Buenos Aires, 27/01/1915, s/p.

31 CARULLA, Juan Emiliano, “Alemania debe ser vencida III. Política y cultura”, Ideas y Figuras, Buenos Aires, 18/02/1915, s/p.

32 Ibídem.

33 Su última intervención en la revista (“Al margen del IX Congreso”), la cual no guarda relación con la guerra, fue publicada en mayo de 1915, en coincidencia con el inicio de algunos cambios administrativos y una reorganización de la redacción que incluyó la mudanza de sus talleres y oficinas bajo la nueva firma de Araujo Hnos. y Cía. MINGUZZI, Armando Victorio, “Ideas y Figuras…”, Op. Cit., p. 7. Este proceso implicó una interrupción de varios meses en la periodicidad de la revista (de octubre de 1915 a febrero de 1916) que puede contribuir también a explicar el alejamiento de Carulla. De hecho, el primer número publicado luego de esta interrupción, incluye el suelto de despedida citado al inicio de este artículo.

34 GHIRALDO, Alberto, “Los anarquistas y la guerra. Discurso pronunciado en Buenos Aires la noche del 11 de enero de 1916 en el banquete de despedida del Dr. Juan Emiliano Carulla”, Ideas y Figuras, Buenos Aires, 02/03/1916, s/p.

35 “Yo sé que está usted con uno de los bandos en lucha. Yo no. Y aunque esto no me faculte para considerar que sea yo quien se encuentre dentro de la verdad, quiero explicar aquí todo mi pensamiento dándole así una prueba más de verdadero compañerismo y franqueza. — ¡No hay inocentes!— exclamó airado Henry después de arrojar una de sus terribles bombas y cuando alguien pretendió hacerle reflexionar sobre las víctimas sin culpa causadas por aquellas. — ¡No hay inocentes! afirmó, porque todos los miembros de la clase a quien yo ataco han sido cómplices con su estímulo, con su aplauso o con su silencio de la persecución en masa llevada contra mis compañeros. ¡No hay inocentes! digo yo también al pensar en los gobiernos bandidos, responsables directos de la hecatombe actual. ¡No hay inocentes! digo yo al pensar que no hay uno solo de esos gobiernos que no haya oprimido, vejado, tiranizado, humillado, martirizado a un pueblo extraño con la complicidad general”. Ibídem.

36 “El banquete al Dr. Carulla”, Crítica, Buenos Aires, 11/01/1916, p. 3.

37 “—Si es por la paga, por lo que usted quiere enrolarse —me dijo el oficial legionario cuando me presenté a solicitar mi alta en el ejército en calidad de voluntario—sepa usted, señor, que no ganará gran cosa.
—¿Cómo puede usted decirme esto —le respondí yo—, si el solo hecho de haber venido de la Argentina, prueba mi desinterés? No es el sueldo lo que me interesa, sino prestar servicio y dar mi vida, si es necesario, por la causa de Francia”. Carulla, Juan Emiliano, Al filo…, Op. Cit., p. 177.

38 CARULLA, Juan Emiliano, Al filo…, Op. Cit., pp. 173 y 184.

39 En su anuncio del banquete de despedida, Crítica afirmaba: “El doctor Juan Emiliano Carulla, que hasta hace poco amenizara sus horas con las áridas lecturas de Kropotkine y la inocente timba familiar de cierta redacción, se va a Europa … a curar heridos en la guerra. El, cree que no volverá y probablemente sueña en el ‘monumento que al mártir de la ciencia argentina’, elevarán generaciones patriotas en algún punto de los bélicos campos de la Champagna”. “El Dr. Carulla se va… Banquete inminente”, Crítica, Buenos Aires, 10/01/1916, p. 3. Por su parte, la citada nota de Ideas y Figuras, señalaba: “Europa lo verá llegar armado con un bisturí y una pluma”.

40 Según relata en sus memorias, “Nuestra labor fue muy dura, pues Châlons era el centro sanitario principal hacia el que convergían, incesantemente, los convoyes y demás vehículos de transporte atestados de heridos… la misión que se me había asignado, en calidad de médico auxiliar, era la de participar en una campaña de vacunación contra la tifoidea… la enorme afluencia de heridos obligó a sanidad a echar mano a cuanto médico hubiera a su alcance. Así fue como debí pasar a un servicio de cirugía, donde, a pesar de no poseer yo dicha especialización, colaboré afanosamente y muchas veces hasta ver agotadas mis fuerzas por el cansancio de la larguísimas y penosas jornadas en el tratamiento de millares de heridos franceses”. CARULLA, Juan Emiliano, Al filo…, Op. Cit. p. 187.

41 Ídem, p. 174. A comienzos del siglo XX, Herrera integró, junto con Aquiles Lorenzo, Julio Arraga y Emilio Troise, el grupo de intelectuales que impulsaron la fracción del sindicalismo revolucionario dentro del movimiento obrero argentino y que, posteriormente, actuaron como interlocutores del presidente Hipólito Yrigoyen durante los conflictos portuarios de 1917. Algunos pasajes de sus memorias permiten conjeturar que, en los años previos a la guerra, Carulla pudo acceder a Maurras a través de la obra de Georges Sorel, dada la fugaz coincidencia de ambos grupos en el Cercle Proudhon. “Difícil establecer las causas de por qué el sindicalismo soreliano se codeó entonces con el monarquismo de L’Action Française de Maurras, pero lo cierto, por lo que a mí respecta, es que a raíz de ese episodio político, empecé a interesarme vivamente por las doctrinas dinásticas propugnadas por este movimiento”, CARULLA, Juan Emiliano, Al filo…, Op. Cit., p. 200. Sin embargo, sus escasas referencias al sindicalismo revolucionario francés durante los años de la Gran Guerra no hacen alusión a este aspecto. Acerca de esa experiencia POUMARÈDE, Géraud, “Le Cercle Proudhon ou l’impossible synthèse”, en Mil Neuf Cent. Revue d’histoire intellectuelle, París, 1994, V. 12, Nº 1, pp. 51-86. Sobre Herrera y la red de intelectuales sindicalistas: Caruso, Laura, “Una correntada de energía afluyendo exuberante como un río en épocas fluviales: el sindicalismo revolucionario a través de la obra de Julio Arraga”, ponencia presentada en VII Jornadas de Sociología de la UNLP, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, La Plata, 2012.

42 La lista de corresponsales La Prensa durante los años de la Gran Guerra es muy extensa pero podrían mencionarse, entre otros, a los españoles Ramiro De Maeztu, Azorín y Ramón Pérez de Ayala; los italianos Luigi Luzzatti y Giovanni Miceli; el francés Marcel Prevost y el corresponsal de guerra argentino que permaneció por más tiempo en el continente europeo, Alejandro Sux, pseudónimo del escritor y militante anarquista Alejandro Maudet.

43 Por sólo dar un ejemplo, la primera crónica de Carulla comparte sección con artículos como “La dolencia de la plantas” y “La Edad de Piedra”. Cf. “La medicina en Francia. Perfeccionamiento de los servicios sanitarios (Especial para La Prensa). París, abril de 1916”, La Prensa. Diario de la mañana (en adelante, La Prensa), Buenos Aires, 30/05/1916, p. 7.

44 CARULLA, Juan Emiliano, “En los hospitales del frente después de un ataque con gases (Especial para La Prensa). París, agosto de 1916”, La Prensa, Buenos Aires, 12/09/1916, p. 8 e “Impresiones del frente francés. Una visita a los puestos sanitarios de la primera línea (De nuestro corresponsal científico en Francia). París, julio de 1916”, La Prensa, Buenos Aires, 18/09/1916, p. 5.

45 Ibídem.

46 CARULLA, Juan Emiliano, “Crónicas científicas de Francia. Un reciente triunfo de la medicina. El suero de Leclaine-Vallée”, La Prensa, Buenos Aires, 06/06/1916, p. 7.

47 CARULLA, Juan Emiliano, “La medicina en el frente de batalla. Enfermedades metales consecuencias de la fatiga y el agotamiento (Especial para La Prensa). París, septiembre de 1916”, La Prensa, Buenos Aires, 21/11/1916, p. 7.

48 CARULLA, Juan Emiliano, “El problema alcohólico en Francia (Especial para La Prensa). París, abril 12 de 1916”, La Prensa, Buenos Aires, 13/06/1916, p. 7.

49 “¡Basta de elegantes nihilismos, de disolventes individualismos y de cómodos laissez faire!, parecen haberse dicho intelectuales, políticos y dirigentes de la opinión pública y, uniendo la acción a la palabra, mientras los ejércitos de Francia contienen al enemigo, de más allá de las fronteras, han dado comienzo a la batalla… contra este enemigo interior que roe a la nación, empobreciendo y cargando de fermentos disolventes las linfas de la raza”. Ibídem.

50 “M. Maurice Barrès, el famoso escritor nacionalista, cuyos largos años de propaganda en favor de una vuelta al Ancien Régime han olvidado sus enemigos, los pacifistas y los antimilitaristas de la vigilia de agosto de 1914”. CARULLA, Juan Emiliano, “La reeducación profesional de los mutilados. París, mayo de 1914”, La Prensa, Buenos Aires, 20/06/1916, p. 8.

51 “¡Con tal que no se realice la grave profecía del sabio Le Bon, que en su último libro, que he de comentar algún día, nos dice que esta guerra colosal puede bien ser la primera, mejor dicho el preludio, de una serie de guerras que oscurecería la memoria de los más prolongados conflictos que ha conocido la Humanidad!”. CARULLA, “La medicina en Francia…”, Op. Cit. p. 7.

52 Para más detalles sobre esta figura véase Sánchez, Emiliano Gastón, “Bohemia anarquista, modernismo y periodismo: las crónicas de Juan José Soiza Reilly durante la Primera Guerra Mundial”, en Izquierdas. Una mirada histórica desde América Latina, Santiago, 2017, Nº 35, pp. 98-123.

53 CARULLA, Juan Emiliano, “La reeducación profesional…”, Op. Cit., p. 8.

54 CARULLA, Juan Emiliano, “Los niños y la guerra (Especial para La Prensa). París, noviembre de 1916”, La Prensa, Buenos Aires, 24/12/1916, p. 5.

55 “Frente al enorme cataclismo que nos envuelve cabe preguntarse a sí mismo o tal vez con más razón, cuáles serán las consecuencias futuras de esta universal crisis de exterminio y de dolor… ¿Qué herencia gravitará sobre el porvenir de los niños que han vivido en estos días apocalípticos?”. Ibídem. En el mismo sentido, en una crónica sobre la muerte de Elías Metchnicoff, microbiólogo ruso que fuera Premio Nobel de Medicina en 1907, Carulla escribía: “La sensación desoladora de soledad, de orfandad intelectual se activa al arrojar una mirada sobre el vasto campo de la destrucción. Las voces de los que todavía son capaces de sentir y de alentar una parcela de ideal interrogan angustiadas: ¿dónde están los que han de suplantar a estos muertos? Y nadie responde porque todos han arrojado el corazón y la inteligencia a la pendiente por donde resbala la humanidad arrastrada por las más locas ilusiones del instinto y del orgullo”. “Un muerto ilustre (Especial para La Prensa). París, agosto de 1916”, La Prensa, Buenos Aires, 27/09/1916, pp. 6 y 7.

56 En su crónica dedicada a los padecimientos de los niños durante el conflicto, afirma: “la guerra de que hablo, la que querría exponer en toda su fealdad a los padres de América, de la ancha América inmaculada, que en estos días es, ella misma, como un niño que sufre del homicida frenesí de sus mayores, es la que he visto viviendo entre los pueblos en duelo y visitando los asilos y los refugios en donde una inagotable piedad ha recogido a millares y millares de niños sin padres y sin amparo”. CARULLA, Juan Emiliano, “Los niños y la guerra…”, Op. Cit., p. 5. También en “El problema alcohólico…”, Op. Cit. p. 7.

57 Sobre este aspecto véase, entre otros, TATO, María Inés, “La disputa por la argentinidad. Rupturistas y neutralistas durante la Primera Guerra Mundial”, en Temas de historia argentina y americana, Buenos Aires, 2008, Nº 13, pp. 227-250; Compagnon, Olivier, América latina y la Gran Guerra. El adiós a Europa (Argentina y Brasil, 1914-1939), Crítica, Buenos Aires, 2014; SÁNCHEZ, Emiliano Gastón, “La prensa de Buenos Aires ante ‘el suicidio de Europa’. El estallido de la Gran Guerra como una crisis civilizatoria y el resurgimiento del interrogante por la identidad nacional”, en Memoria y Sociedad. Revista de Historia, Bogotá, 2014, V. 18, Nº 37, pp. 132-146 y RINKE, Stefan, Latin America and the First World War, Cambridge University Press, Cambridge, 2017.

58 CARULLA, Juan Emiliano, Al filo…, Op. Cit., p. 197. Curiosamente, Carulla comente un error al situar esa experiencia entre los años 1915 y 1916, dado que emprendió su viaje en enero de 1916.

59 “Se ausentó al viejo mundo, deseoso de profundizar, al lado de los grandes profesionales, lo que podría llamarse ‘medicina de guerra’ o más propiamente, ‘cirugía de guerra’”; “partió de la Argentina a comienzos de la guerra, con el propósito de observar de cerca los servicios de medicina y cirugía del ejército francés en campaña”. Cf. “La guerra. Doctor Juan E. Carulla”, La Prensa, Buenos Aires, 15/02/1917, p. 12 y “En el frente francés. La cirugía de guerra. Conferencia del doctor Carulla”, La Prensa, Buenos Aires, 16/03/1917, p. 9.

60 Entre mayo de 1918 y diciembre de 1919, Ghiraldo volvió a editar Ideas y Figuras en Madrid. Esta segunda época de la revista no contó con la colaboración de Carulla en ninguno de los once números publicados antes de su clausura definitiva.

61 La dirección colectiva de la revista estuvo a cargo del dibujante Aarón Bilis, León Kibrick, E. Mizes, León Lissin y Salvador Kibrick. Y si bien no formaron parte de la dirección, Salomón Resnick y Alberto Gerchunoff fueron también activos colaboradores de Vida Nuestra.Años más tarde, en junio de 1923, Salvador Kibrick y Samuel Resnick, abandonaron la revistapara fundar el periódico Mundo Israelita.

62 La primera de ellas, está dedicada a su visita al frente en Champagne y a rol de los soldados africanos movilizados desde las colonias francesas. La segunda, es una típica crónica de viaje, escrita a bordo del buque que lo trasladaba hasta Barcelona, en la cual Carulla hace alarde de su defensa de los aliados frente a un grupo de españoles que preferían la neutralidad. CARULLA, Juan Emiliano, “Apuntes de viaje”, Vida nuestra. Publicación mensual israelita (en adelante, Vida Nuestra), Buenos Aires, 04/1918, pp. 231-232 y 06/1918, pp. 276-277.

63 “El ataque imprevisto llevado contra los pueblos que representan y que continúan la civilización clásica, por aquellos otros pueblos que aún no han salido totalmente de la barbarie original, no obstante el adelanto que en ellos han alcanzado la instrucción y las industrias, ha determinado una brusca modificación de los primeros. A tal transformación ha seguido un universal mejoramiento de la moral individual y colectiva.” CARULLA, Juan Emiliano, “La revolución femenina durante la guerra”, Vida Nuestra, Buenos Aires, 08/1917, p. 35.

64 “La revolución femenina…”, Op. Cit., p. 37.

65 Ibídem.

66 CARULLA, Juan, E. “Un hombre de paz. Romain Rolland”, Vida Nuestra, Buenos Aires, 10/1917, p. 85.

67 Cf. PROCHASSON y RASMUSSEN, Au nom…., Op. Cit., pp. 142-152.

68 “Un hombre de paz…”, Op. Cit, p. 87.

69 Carulla, Juan E., “Máximo Gorki agoniza!”, Vida Nuestra, Buenos Aires, 08/1918, p. 34.

70 Ibídem.

71 CARULLA, Juan Emiliano, Al filo…, Op. Cit., p. 213.

72 CARULLA, Juan Emiliano, “Traducción” y “Prólogo”, en La paz futura. Opiniones de algunos grandes pensadores revolucionarios, Bautista Fueyo editor, Buenos Aires, 1918.

73 La pregunta que guiaba la encuesta era: “¿Cuáles son, según usted, las cláusulas de paz que deberán apoyar los que quieren la federación internacional de los pueblos, que quieren sustituir el empleo del cañón por la concordia y la discusión para arreglar las relaciones entre los pueblos?”. No obstante, la compilación incluía también un extenso artículo del anarquista argentino Augusto Gonzalbo, “La revolución del proletariado debe dar fin a la guerra”, que no integró la encuesta original. CARULLA, Juan Emiliano, La paz futura…, Op. Cit., pp. 111-124.

74 CARULLA, “Prólogo…”, Op. Cit., p. 5.

75 Entre los títulos que figuran en la contratapa del libro cabría destacar: Ferrer y Nakens, de Eduardo Gilimón; La anarquía ante los tribunales, de Pietro Gori; Rapsodias paganas, de Vicente Martínez Cuitiño; Sobre la ruta de la anarquía, de Pierre Quiroule y Entre campesinos, de Enrico Malatesta.

76 CARULLA, Al filo…, Op. Cit., p. 199.

77 Las decenas de respuestas publicadas en los números siguientes, incluyeron las opiniones de Leopoldo Lugones, Alfredo Palacios, Ricardo Rojas, Rodolfo Rivarola, Alfredo Bianchi, Rodolfo Giusti, Folco Testena, Edmundo Guibourg, José Ingenieros, Carlos Ibarguren y el diario La Protesta, entre otros.

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Recibido: 01/02/2017.
Aceptado: 11/05/2018.
Publicado: 07/06/2018.