RESEÑAS
SOUL, Julia, Somiseros, La configuración y el devenir de un grupo obrero desde una perspectiva antropológica, Prohistoria Ediciones, Rosario, 2014, 306 páginas.
Patricia Jerez
área de Estudios Sobre la Industria Argentina y Latinoamericana
Facultad de Ciencias Económicas
Universidad de Buenos Aires
(Argentina)
pjerez@uolsinectis.com.ar
El texto de Julia Soul presenta un análisis pormenorizado de las relaciones laborales dentro de la Sociedad Mixta Siderúrgica Argentina (SOMISA), la más grande empresa siderúrgica integrada estatal. La autora se concentra en describir la conformación y el desarrollo del colectivo somisero, el que integraron los trabajadores de Somisa, así como también sus características y transformaciones desde el inicio de las operaciones de la planta en San Nicolás en 1960 hasta el fin de la década de los años 2000. De esta manera, abarca la evolución de este grupo de trabajadores durante distintas etapas de su desarrollo: mientras la empresa estuvo en manos del Estado, durante su proceso de privatización y en los años posteriores a dicho proceso.
Este trabajo es el resultado de la conjunción de las investigaciones desarrolladas por Soul tanto para elaborar su tesis de grado como de doctorado. Para llevar a cabo dicha tarea recurrió a la búsqueda de información en fuentes primarias y secundarias, a la realización de entrevistas a los trabajadores así como a la transmisión de experiencias e ideas por parte de delegados y dirigentes sindicales.
Una introducción, cuatro apartados y por último las conclusiones integran el texto.
En la introducción la autora brinda las herramientas necesarias para comprender la obra. Para ello refiere brevemente al alcance temporal de la evolución de la firma, presenta unas notas metodológicas sobre los colectivos inclusivos y reivindicativos ya que a través de estas categorías se pone en evidencia el accionar del colectivo estudiado, así como también desarrolla aspectos vinculados con el nacionalismo industrialista, proceso cuyas articulaciones condicionaron la constitución del colectivo somisero.
En el primer apartado Soul establece los elementos que modelaron la dinámica del colectivo somisero. Partiendo desde el reclutamiento de los trabajadores y los mecanismos que distinguieron dicho ingreso entre los trabajadores calificados y no calificados, la autora analiza posteriormente otros factores que dieron cuenta de esa dinámica. Entre ellos, los sectores y los turnos, esas referencias respectivamente de espacio y de tiempo de trabajo en donde se desarrolló la cotidianeidad laboral, los lapsos de refrigerio y descanso así como también la realización de las horas extras como otros elementos característicos que conformaron la jornada laboral. Surgieron así los colectivos laborales inclusivos, integrados por trabajadores y mandos inferiores y medios los que mantuvieron una relación orgánica en el proceso productivo, desarrollándose también los colectivos inclusivos de supervisores y jefes inmediatos. La autora también establece que en esta cotidianeidad laboral los trabajadores construyeron y se apropiaron de los saberes productivos, constituyéndose estos últimos en un elemento central de la configuración de los colectivos mencionados y de los mercados internos de trabajo desde el punto de vista institucional. Por otro lado, los mandos inferiores y medios jugaron un papel central en la viabilización y socialización de los saberes productivos, consolidando a los colectivos inclusivos. Por lo tanto, y en otras palabras, Soul manifiesta que los colectivos inclusivos constituyeron un medio para prolongar y reproducir el proceso de personalización de las relaciones sociales siendo los saberes productivos un factor básico para dar vida a dichos colectivos.
En el segundo apartado la autora analiza cómo se convierte el colectivo somisero inclusivo en reivindicativo de acuerdo con un proceso de identificación en clave gremial de la comunidad somisera. Estando el mencionado colectivo inscripto en la dinámica de una organización sindical de alcance nacional, las prácticas obreras de movilización se transformaron en unas de participación a través de cuerpos orgánicos, enmarcadas por la situación sociopolítica general de la década de los años sesenta extendiéndose en su análisis hasta mediados de los años setenta. Los dos grandes grupos de reivindicaciones del colectivo somisero a lo largo de su trayectoria refieren al reclamo salarial y a las condiciones de trabajo, específicamente al trabajo insalubre en ciertos sectores de la planta. El protagonismo de los mencionados cuerpos orgánicos como medio para dar forma a las prácticas reivindicativas permitió a los trabajadores desarrollar prácticas de no-subordinación defendidas por los delegados sindicales en los sectores y contempladas por las jefaturas inferiores. De esta manera en la vida cotidiana de la fábrica se daba una correlación de fuerzas que ponía en evidencia la importancia del poder sindical.
Soul analiza en el tercer apartado de este texto la situación experimentada por el colectivo somisero en la década de los años ochenta y en los primeros años de la del noventa ante los preparativos y la efectiva privatización de la empresa. En esta etapa la incertidumbre y el desorden invadieron el ámbito laboral dando señales del inevitable paso posterior que sobrevino con los planes de jubilaciones anticipadas, retiros voluntarios, y finalmente los despidos llevados a cabo como medio para lograr la racionalización administrativa previa a la privatización. Para ello la autora orienta al lector con una presentación de las ideas que gestaron esta situación basándose en la noción de reconversión productiva y en la de reforma del Estado. Los trabajadores protagonizaron la resistencia a este proceso de transformación y racionalización en un ambiente de crisis y confusión mientras que la estrategia sindical inicial y sostenida en 1986 de rechazo a la privatización se transformaba, en 1989, para centrarse en limitar el proceso de racionalización y, posteriormente, para establecer las condiciones laborales de los trabajadores que pasarían a integrar la empresa privatizada. Soul asimismo establece que los somiseros se percibían como espectadores de un proceso cuyos intereses y objetivos no les pertenecían, constituyéndose el Plan Privatizador en la explicación que los trabajadores elaboraron para sistematizar la sensación de angustia y desorientación generada ante ese inevitable proceso. La autora además sostiene que los trabajadores percibieron durante el período previo a la privatización dos elementos que no abandonarían la realidad de la planta privatizada: la individualización y la inestabilidad de las relaciones laborales.
En el cuarto apartado la autora analiza la etapa posterior a la privatización de la empresa en la cual la reconversión productiva iniciada y dirigida por los mandos gerenciales fue el proceso por medio del cual se fueron debilitando las prácticas laborales y sociales de los trabajadores, elementos básicos para delimitar el colectivo somisero. La cotidianeidad fabril fue sustancialmente modificada ya que los nuevos propietarios, el grupo Techint, realizaron las siguientes transformaciones: convirtieron a la firma en una empresa global, introdujeron cambios en los equipos de trabajo mediante la tercerización y subcontratación mientras que afectaron las tareas y la carga laboral a partir de la modificación de los medios de trabajo. De esta manera la construcción de colectivos de trabajo en base a la identificación entre los trabajadores y los objetivos de la firma se convirtió en el desafío de la empresa. Por lo tanto, la nueva cultura organizacional se desarrolló bajo una lógica de trabajo y de gestión laboral novedosa y diferente de la anterior. Procesos realizados bajo el concepto de just in time y la reorganización del tiempo de trabajo para cumplir con los requisitos de competitividad y eficiencia, respondiendo a las demandas del cliente, el protagonista del accionar diario de la nueva empresa global, fueron algunos de los elementos constitutivos de la mencionada lógica. Como describe la autora estas transformaciones fueron procesadas por los trabajadores a través de un contradictorio movimiento entre la apropiación de ciertas pautas y valores gerenciales y la reivindicación de sus propios saberes y relaciones. Asimismo, la intensificación del trabajo, la planificación, y la informatización y automatización de procesos formaron parte de los cambios organizacionales que permitirían aumentar la productividad. Las transformaciones en la forma de realizar los trabajos y las incumbencias de los puestos fueron categorizadas como un achatamiento de las estructuras al modificar la línea de mando y distribuir tareas y funciones entre puestos de trabajo de diferentes niveles de jerarquía. De esta manera se fueron desarticulando las relaciones y prácticas que daban sustento a los colectivos inclusivos. Asimismo, hay otro concepto que irrumpe en la cotidianeidad laboral de los trabajadores de Somisa y que la autora presenta en su texto y es el pasaje de la noción de patrón ausente a la de patrón en la planta, puesto en evidencia principalmente por la incorporación de profesionales de otras empresas del grupo Techint para ocupar puestos en diferentes niveles de mando, surgiendo la dicotomía entre somiseros y techineros. Por otra parte, el desmembramiento de los colectivos inclusivos derivó en la construcción de colectivos reivindicativos con nuevas características.
Por último, Soul enumera en las conclusiones las contribuciones realizadas con su investigación sobre la configuración y el devenir de este grupo obrero particular, el somisero, considerando que complementan y hacen más compleja la interpretación histórica y el análisis sociológico de la clase obrera argentina. Establece por lo tanto que el espacio fabril es una complicada red de vinculaciones ideológicas, económicas y políticas en constante evolución que se expresa concretamente en la cotidianeidad fabril. Asimismo menciona tres aportes realizados a partir de su investigación. Estos se refieren a los elementos de reflexión sobre mecanismos y procesos desarrollados en el espacio fabril que permiten elaborar y sostener relaciones de representatividad sindical, a la profundización del análisis del concepto de consenso productivo, y a los medios utilizados para analizar los procesos productivos.
Para finalizar entonces cabe agregar que el derrotero de los temas analizados en el texto describe la secuencia temporal de la evolución del colectivo somisero y las formas en que enfrenta las distintas etapas del devenir de su desarrollo, siendo su eje conductor la relación entre el capital y el trabajo en la cotidianeidad fabril, constituyéndose esta última en una instancia en donde se hacen efectivos los procesos incluidos en las políticas empresariales y en las prácticas de los obreros. La abundancia de relatos que surgen de las entrevistas realizadas por la autora enriquecen la explicación sobre el desarrollo del colectivo somisero, ejemplificando clara y precisamente las experiencias vividas por los trabajadores en la planta.
Por lo tanto, sólo resta mencionar que la obra de Soul contribuye a profundizar el conocimiento sobre la constitución y el desarrollo de un grupo de trabajadores en una de las principales empresas del sector siderúrgico nacional desde una perspectiva antropológica.
RESEÑAS
JEIFETS, Lazar y JEIFETS, Víctor, América Latina en la Internacional Comunista, 1919-1943. Diccionario Biográfico, Ariadna Ediciones, Santiago de Chile, 2015, 791 páginas.
Hernán Camarero
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad de Buenos Aires
(Argentina)
hercamarero@gmail.com
Los progresos en los estudios sobre el comunismo y en sus vínculos con la Tercera Internacional o Comintern en América Latina han sido notables durante las dos últimas décadas. La multiplicación de tesis de grado y posgrado, de libros y artículos, de jornadas académicas o de apertura de nuevos archivos o repositorios vinculados a esta temática, muestra la creciente vitalidad e interés por abordarla y por hacerlo de un modo renovado, con gran rigurosidad, más libre de prejuicios y a partir de una mirada crítica y comprensiva. A esos avances han contribuido, de manera decisiva, dos investigadores rusos, los doctores Lazar Jeifets y Víctor Jeifets, profesores en la Universidad Estatal de San Petersburgo. Lo han hecho en sus diversos libros y artículos referidos a las relaciones entre la Internacional Comunista (IC) y América Latina, así como en sus análisis específicos de partidos comunistas nacionales (en particular, el mexicano, el colombiano, el ecuatoriano, el cubano, el peruano y el argentino).
Dentro de esta producción se destaca el diccionario biográfico que aquí comentamos, referido a los hombres y mujeres de la IC en, o en relación con, América Latina entre 1919-1943. Hasta el momento, no existía una obra con este propósito específico. Una primera versión menor de este trabajo había aparecido en Europa en 2004, pero ahora se lo reformuló, corrigió y extendió de manera considerable, a partir de una edición realizada en el propio continente. Los autores lograron rescatar los recorridos de más de un millar de cuadros comunistas latinoamericanos o de extranjeros ocupados en la región. Esos caminos se reconocen en decenas de instancias, organismos o eventos claves de la IC para el subcontinente. Su indagación no resulta fácil, claro, teniendo en cuenta las duras condiciones de clandestinidad, ilegalidad y represión en la que actuaron estos militantes. A partir del examen de esos itinerarios individuales el lector puede descubrir los mecanismos formales e informales de funcionamiento de la IC, especialmente, en sus contactos con América Latina. El aporte de todo esto a la investigación histórica es claro.
Es que la importancia de la Comintern no puede ser subestimada. Había sido constituida hacia marzo de 1919, al calor del primer y más profundo impacto de la Revolución Rusa, ocurrida un año y medio antes, y a instancias de los bolcheviques, abriendo un ciclo nuevo y con características propias en la historia del movimiento revolucionario, del proletariado y, en cierta medida, de las clases subalternas de todo el mundo. Se asistió a una de las experiencias de coordinación y articulación de fuerzas políticas más ambiciosas de la historia. La idea era construir una entidad única y bajo una sólida estructura y dirección, que nucleara a los emergentes Partidos Comunistas (PP.CC) de los cinco continentes, en pos de la revolución socialista mundial, ayudando a extenderla fuera de la Unión Soviética (URSS). Durante la primera mitad de la década de 1920, la IC, que tuvo como primer presidente de su Comité Ejecutivo (CEIC) a GrigoriZinóviev, se convirtió en una asociación de notable actividad y dinamismo. Los cinco primeros congresos realizados por la Internacional hasta junio-julio de 1924, poco después de la muerte de Lenin, son testimonio de ello.
El fenómeno de burocratización que acabó con la entronización del régimen dictatorial de Stalin signó el destino del estado soviético. Lo mismo ocurrió con el proyecto de forjar un partido revolucionario mundial. Los cambios se percibieron ya con claridad en ocasión del VIº Congreso, en 1928, que anticipó en un año el desplazamiento del entonces Secretario General del CEIC, NikoláiBujarin, y la posterior llegada del búlgaro GeorgiDimitrov (1934) al cargo formal de dirección del organismo. En verdad, la orientación de la Internacional ya se definía por los intereses del grupo gobernante en el Kremlin. En los hechos, operaba como una suerte de oficina de asuntos exteriores del PC de la URSS (PCUS). El VIIº Congreso (1935), el del establecimiento de la línea del Frente Popular, abrió el período último, de imparable regimentación y agonía de la entidad, lo que concluyó con su disolución formal, bajo los imperativos de la Segunda Guerra Mundial, en mayo de 1943.
La Comintern, en su primera etapa, ayudó a la fundación, desarrollo y orientación de decenas de partidos marxistas en todo el orbe, sosteniendo debates teórico-políticos trascendentales e intentando fijar pautas estratégicas para el movimiento obrero y revolucionando a nivel mundial, regional o nacional. Su trayectoria, a lo largo de esos 24 años, que fueron desde el apogeo hasta la declinación, configura, pues, un capítulo clave para la comprensión de la historia mundial de la primera mitad del siglo XX.
La historiografía y las ciencias sociales consideraron estos asuntos con cierta asiduidad. Pero, sobre todo, en términos globales o para tratar algunas regiones y casos nacionales (especialmente de Europa). Además, se ha avanzado de manera perceptible en las dos últimas décadas, tras la disolución de la URSS y la caída de los regímenes del socialismo burocrático en Europa Oriental. En cambio, y en comparación con lo recién expuesto, la investigación sobre los comunistas y la Comintern en América Latina, evidenciaba un mayor rezago. La explicación de ello puede provenir de ciertas imágenes largamente cristalizadas. Es cierto que para la IC este subcontinente no constituyó una prioridad y que la incomprensión de algunas de las características y problemáticas de la región estuvieron bien presentes durante los primeros diez años. Pero quizás sea abusiva aquella idea que sostenía que fue recién en el VIº Congreso de 1928 cuando se produjo un total “descubrimiento” de la zona y se dinamizaron las intervenciones de la Internacional sobre los partidos del área. En verdad, ya en la primera mitad de los años veinte existía interés por la región y había inserción de sus partidos en el organismo mundial, al tiempo que una red de cuadros y dirigentes latinoamericanos viajaban a Moscú, mientras llegaban desde Europa diversos emisarios cominternianos.
Hasta los años noventa, si bien se contaba con varios estudios históricos generales o específicos sobre una buena parte de los partidos comunistas de la región (y ello sin desconocer la debilidad de algunos de esos trabajos o la cantidad de aspectos o períodos que quedaban desatendidos o inadecuadamente examinados), la naturaleza concreta del vínculo entre la IC y los diferentes PP.CC. del continente, estaba poco explorada. Se contaba con algunos ensayos pioneros, entre los que puede mencionarse el de Robert Alexander (Communism in LatinAmerica, de 1957) o el más conceptual de Manuel Caballero (La Internacional Comunista y la revolución latinoamericana, 1919-1943, de 1985). Pero faltaba aún realizar una tarea clave en el terreno del relevamiento empírico: la consulta de los materiales de los archivos provenientes de la ex URSS, en donde se conservaban las fuentes primarias de la propia IC. Eran esos documentos los que permitirían encontrar todo un universo de evidencias sobre una parte muy importante del accionar de los comunistas latinoamericanos: los referidos a las relaciones que ellos tuvieron con los distintas esferas de la Comintern. La originalidad y aporte del diccionario de los Jeifets es que, justamente, se basan en una estratégica cantera de fuentes primarias. Pudieron examinar los expedientes de los dirigentes, cuadros y militantes comunistas del subcontinente (o quienes eran emisarios allí), permitiendo así una precisa reconstrucción de esa actividad en los laberintos del mundo cominterniano. Esto pudo ser plenamente posible a partir de 1992, con la habilitación al escrutinio de los papeles que quedaron en el Archivo Estatal Ruso de Historia Social y Política (RGASPI). Y que hacia fines de los años noventa recibió un impulso especial, con la confección de un fichero biográfico de comunistas de todo el mundo, reunido en la Universidad de Hannover. Desde ese entonces, los autores han trabajado sobre esa masa documental, agregándole una exploración sobre otros archivos de la Federación Rusa, México y Estados Unidos.
En el análisis quedan expuestos varios organismos cominternianos. Por una parte, los de carácter regional, entre otros: inicialmente, el Buró Latinoamericano; luego, el Buró de la Propaganda Comunista para América del Sur; a partir de 1925 y ya bajo el sostén principal del Partido Comunista de la Argentina (PCA), el Secretariado Sudamericano (SSA), la institución regional de la IC que más tiempo funcionó en el hemisferio occidental. Es interesante advertir cómo, a partir de ciertas biografías, la creación y desarrollo de ese SSA, aparece como la muestra de un nuevo modelo argentino-céntrico de trabajo de la Comintern en América del Sur, que comenzó cuando en 1921 el PCA fue plenamente reconocido como sección y más claramente desde 1922 cuando el partido fue considerado base de la expansión comunista en Sudamérica (y el SSA fue concebido casi como la “Internacional de Buenos Aires”). Este fenómeno implicó una situación adversa para algunos de los enviados soviéticos a la región y un relativo fortalecimiento de las direcciones locales. En varios de los perfiles individuales pueden registrarse la actividad, no sólo de los diversos organismos de dirección y de incumbencia directa del CEIC (y de estructuras internas, como las escuelas de cuadros en Moscú, sobre todo, la Escuela Leninista Internacional), sino también de otras colaterales de la IC, como la Internacional Sindical Roja (Profintern), la Internacional Comunista Juvenil (ICJ), el Socorro Rojo Internacional (SRI) o la Internacional Roja del Deporte y la Gimnasia (Sportintern), así como de ciertas organizaciones auspiciadas por la Internacional, como la Liga Antiimperialista de las Américas o la Confederación Sindical Latinoamericana.
Además, las biografías brindan datos que contribuyen al conocimiento de hechos en los que los militantes cominternianos tomaron parte: en primer lugar, los congresos y cónclaves de la IC (tanto los generales como los específicos a la región, tal el caso de las conferencias de los PP.CC. latinoamericanos realizadas en Buenos Aires en 1929 o en Moscú en 1930 y 1934); y, también, en procesos históricos como la guerra civil española, las campañas de solidaridad antiimperialista o la contienda bélica librada por la URSS contra el nazismo. De conjunto, los rastros biográficos reconstituidos en la obra ofrecen una imagen matizada y compleja del funcionamiento de la IC, de sus relaciones con los PP.CC. del subcontinente y de la inserción que tuvieron los cuadros comunistas en la entidad. Y si bien se confirma el diagnóstico que establece los altos niveles de dependencia que las secciones nacionales poseían con la Internacional, también se comprende que no existía un sistema único de enlaces organizacionales entre el cuartel general de Moscú y los partidos locales, sobre todo de América latina, sino distintos modelos de interacción, que cambiaban sobre la marcha. Esa informalidad y accidentalidad en los vínculos asoman en más de una entrada a los personajes de esta historia.
La especificidad de los diccionarios biográficos es que se alejan de la exclusiva referencia a figuras “ilustres” o personajes “encumbrados”. Permite rescatar del olvido a muchos, a veces esfumados por selección o, incluso, mutilación de la memoria histórica, que en el caso del comunismo encontró un ejemplo claro en las prácticas estalinistas. Y brinda un insumo en otro sentido: a través de cientos o miles de pinceladas únicas, habilitan la posibilidad de análisis cuantitativos y cualitativos acerca de grandes colectivos sociales o políticos, detectando, detrás de las inevitables singularidades de cada vida (a veces en tiempos y espacios diferentes), los elementos comunes, invariantes, recurrentes o los disímiles, modificables, infrecuentes. Esta prosopografía coopera al desarrollo de una historia social y política más vasta. En este caso, además, debe reconocerse la imparcialidad y abordaje crítico con los que los autores encararon estos relevamientos biográficos, escapando de visiones condenatorias o laudatorias de cada figura. En síntesis, este diccionario sobre los cominternianos será de utilidad para los interesados en la historia del comunismo, de las izquierdas y del movimiento obrero y popular en todo el continente, convirtiéndose en una fuente de consulta indispensable.
RESEÑAS
NICKLAS, Charlotte y POLLEN, Annabella, Dress History: New Directions in Theory and Practice, Bloomsbury Academic, London, 2015, 240 páginas.
María Candela C. Bernasconi
Universidad Nacional de Rosario
(Argentina)
mariacandela@gmail.com
La indumentaria es la expresión misma de la sociedad” afirma Honoré de Balzac en su Tratado de la vida elegante. Ante dicha aseveración, podríamos preguntarnos: ¿puede ayudarnos efectivamente el análisis de la vestimenta a comprender mejor un grupo social en un determinado contexto? Si bien en un principio se lo consideró un tema trivial e incluso un tema “sólo de mujeres”, lo cierto es que el estudio de la historia de la vestimenta se ha convertido, en los últimos años, en un campo académico respetado y desarrollado en otras latitudes.
El libro aquí reseñado surge de un congreso realizado en el año 2011 en la Universidad de Brighton, Inglaterra. El contenido está organizado en doce capítulos, escritos por diferentes autores. Cada uno se concentra en un objeto de estudio específico. No obstante, todo el contenido debe ser entendido como una continuación de una línea de pensamiento generada y desarrollada por Lou Taylor, pionera en Inglaterra sobre el tema.De hecho, todos los autores hacen referencia a los aportes de dicha investigadora, sobre todo a aquellos presentes en The Study of Dress History(2002) y Establishing Dress History (2004).
Los lineamientos de Taylor que se destacan a través de los doce capítulos son: 1) El uso del concepto de dress (indumentaria o vestimenta) en detrimento de fashion, costume o clothing. Dressincluye diferentes tipos de prendas, como uniformes, indumentaria de trabajo, vestimenta de niños y ceremoniales, etc. 2) La tendencia a hacer “historia desde abajo”, explorando grupos o individuos menospreciados por la historia tradicional. 3) La importancia de la interdisciplinariedad, considerándola vital para el estudio de la dress history. 4) El empleo de diversas fuentes para la investigación.
En la Introducción, las autoras y compiladoras del libro afirman que la vestimenta es un medio fundamental -algunas veces el único disponible- por el cual grupos e individuos expresan y negocian sus identidades. Además, abordan la complejidad conceptual presente en los estudios actuales, distinguiendo tres conceptos diferentes pero interrelacionados, como lo son dress history, fashion history y fashion studies.
En el primer capítulo, Dress thinking: disciplines and indisciplinarity, el autor Jonathan Faiers manifiesta una clara preocupación por el diálogo interdisciplinario. Señala como problema fundamental el hecho que la dresshistory tiene una necesidad constante del apoyo de otras disciplinas para ser percibida per se como académica. El diálogo interdisciplinario lograría situar la historia de la vestimenta en el centro de la investigación crítica.
En el segundo capítulo, Gloves ‘of the very thin sort’: gifting Limerick gloves in the late eighteenth and early nineteenth centuries, la autora Liza Foley explora el significado cultural atribuido a los guantes de Limerick (Irlanda) hechos de piel de terneros no nacidos, corderos o cabritos. Para analizar su función social en Gran Bretaña a fines del siglo XVIII y principios del XIX, se sirve de la teoría del antropólogo Marcel Mauss. Éste afirma que dar un regalo es un acto que forja una relación entre las partes involucradas. La autora muestra cómo el concebir dichos guantes simplemente como un accesorio de moda haría perder de vista su función menos obvia pero más importante: establecer conexiones sociales y emocionales entre diferentes individuos.
El tercer capítulo se titula All out in the wash: convict stain removal in the Narryna Heritage Museum´s dress collection. El análisis está hecho en un contexto específico: el museo Narryna Heritage en Tasmania. A dicha isla fueron transportados, desde 1803 a 1853, aproximadamente 72500 convictos. La cantidad de prendas relacionadas con las mujeres convictas en la colección del museo es muy escasa. Para las autoras Jennifer Clynk y Sharon Peoples esto es preocupante, puesto que consideran que los museos deberían construir, mantener, legitimar y reforzar una amplia gama de identidades. Al no haber dado cabida a este tipo de objetos, el museo contribuye al silenciamiento de la historia de los convictos y convictas, haciéndose partícipe de la “amnesia” que durante décadas se tuvo en Australia sobre esa realidad.
En el cuarto capítulo, Aline T. Monteiro Damgaard presenta el tema Traje de crioula: representing nineteenth-century Afro-Brazilian dress. Su análisis consta de tres ejes. El primer eje gira en torno a quiénes vestían, en qué zona lo hacían y cómo estaba compuesto el traje de crioula. El segundo eje advierte del peligro de considerar las representaciones pictóricas de dichos trajes como copias objetivas de la realidad. En su mayoría, los creadores de esos dibujos, litografías, acuarelas o fotografías fueron extranjeros y las concibieron para un público determinado. La autora señala que las mismas no están libres de prejuicios, preferencias personales o políticas. El tercer eje procura poner de manifiesto las tensiones entre dos faldas que se han conservado y las representaciones pictóricas de las mismas. Considera que ese ejercicio de contraste es importante porque esas representaciones han influenciado la interpretación que se hace de dichas prendas.
The empress’ sold clothes: biographies of African dress at the Victoria and Albert Museum, escrito por Nicola Stylianou es el quinto capítulo del libro. El autor muestra cómo el museo fue cambiando de actitud respecto a objetos originarios de África, entre ellos, algunos pertenecientes a la esposa del emperador Tewodros II de Abisinia (Etiopía). El análisis está atravesado por una idea tomada del antropólogo cultural Igor Kopytoff quien afirma que todo objeto tiene una biografía cultural propia, que va cambiando según la cultura, la sociedad y el momento en que se lo estudia. Así, los objetos que analiza Stylianou -entre ellos algunos vestidos- son clasificados y reclasificados con el correr del tiempo. En un momento representaron la dolorosa pérdida para el pueblo de su emperatriz. Luego fueron considerados “trofeos” imperialistas de Gran Bretaña. Finalmente, en las últimas décadas, han sido reanalizados desde teorías postcolonialistas.
Kimberly Wahl está a cargo del sexto capítulo, Picturing the material/manifesting the visual: aesthetic dress in late nineteenth-century British culture. En los años 1870 a 1890, el aestheticdress surge como una práctica social compleja, que puede ser interpretada como una muestra de resistencia y rebelión a la sociedad británica de esa época. Inspirado en los vestidos medievales y griegos, se produce un redireccionamiento hacia vestidos que no encorsetaran y limitaran la figura femenina. El estilo del aesthetic dress fue plasmado en pinturas, dibujos, fotografías y en la literatura. Sin embargo, Wahl encuentra un gran desafío al intentar reconciliar dichas representaciones con aquellas prendas que quedaron y sirven como objetos de estudio. Concluye que las fuentes literarias y visuales del aesthetic dress condicen sólo parcialmente con la forma que tenían concretamente los vestidos de esa época.
Dress, self-fashioning and display at the Isabella Stewart Gardner Museumes el título del séptimo capítulo, presentado por Christine M. E. Guth.A fines del 1900, en los Estados Unidos, era infrecuente que las mujeres pudieran tener roles activos en ámbitos públicos, entre ellos los museos. Por ello, algunas mujeres pioneras crearon sus propias colecciones en las que podían expresar con libertad su individualidad. Este fue el caso de Isabella Stewart Gardner al diseñar su museo en Boston. Este capítulo pretende ampliar y complejizar los estudios académicos existentes, que relacionan el género con el acto de coleccionar -como una extensión del ser-. Guth hace foco en el rol que el cuerpo y la vestimenta jugaron en la forma en que Stewart Gardner diseñó su museo.
‘At once classical and modern’: Raymond Duncan dress and textiles in the Royal Ontario Museum fue escrito por Alexandra Palmer. En este octavo capítulo se examina el origen de los diseños de algunas telas creadas por RaymondDuncan. Al no haber registros muy detallados sobre su vida y cosmovisión, la autora se sirve de testimonios orales. Se destaca el de la hija de Duncan, Ligoa, que utiliza para complementar y corregir la imagen que se tenía sobre él. En los textiles analizados se manifiestan el estilo de vida y la ideología particular de Duncan, claramente influenciados por la estética y visión griega, en boga en algunos círculos europeos y americanos a principios del siglo XX.
El noveno capítulo se titula An ‘unexpected pearl’: gender and performativity in the public and private lives of London couturier Norman Hartnell. Hartnell fue un modisto londinense (1901-1979) recordado por vestir a la realeza británica, especialmente a Isabel II para su coronación. En todo lo escrito hasta el momento sobre su persona se ha omitido un aspecto relevante de su identidad: su homosexualidad. La autora Jane Hattrick emplea ideas de la teoría queer para elaborar un análisis crítico sobre el diseñador, considerando su homosexualidad como un aspecto clave de su identidad y también de sus creaciones.
From Kays of Worcester to Vogue, Paris: the Women´s Institute magazine, rural life and fashionable dress in post-war Britain es el título del décimo capítulo. Las áreas rurales son poco asociadas al concepto de modernidad; más bien, se conciben como zonas alejadas de lo moderno y, como consecuencia, alejadas de la moda. Por esta razón, dichas áreas son raramente incluidas en los estudios de la vestimenta, como si escaparan a la moda presente en las grandes metrópolis. La autora Rachel Ritchie demuestra, mediante un estudio de caso, el gran aporte que puede hacer a la disciplina el estudio de la vestimenta en contextos rurales.
El penúltimo capítulo, Radical shoemaking and dress reform from Fabians to feminists, fue escrito por Annabella Pollen. Se explora cómo ciertas ideas políticas pueden asociarse con algunos tipos de calzados, como las sandalias y el calzado hecho a mano. La autora vincula las prácticas reformistas e ideales políticos del siglo XIX en Inglaterra con los calzados y su proceso de elaboración. Pueden apreciarse así los ideales higienistas del momento, la resistencia a la elaboración industrial e impersonal del calzado e incluso las manifestaciones en contra de la moda.
El último capítulo, Dress and textiles in transition: the sungudi sari revival of Tamilnadu, India presenta un estudio de caso elaborado por KalaShreen. Ésta analiza la tradicional tela sungudi -considerada actualmente patrimonio cultural- con la que se confeccionan los sari en Tamilnadu, una zona de la India. Explora la producción y el consumo de esta tela, en el marco de un proyecto del World Crafts Council, el cual ha rescatado la antigua técnica manual utilizada en el proceso de manufactura.
Este libro permite contemplar cómo los autores yuxtaponen diferentes teorías y disciplinas en el análisis de sus objetos de estudio. Fuentes variadas -como archivos públicos y privados, fotografías, dibujos, diarios, testimonios orales, correspondencias, guantes, estolas, vestidos y telas- son referenciadas y comparadas de continuo. De este modo, evitan que la interpretación más obvia del objeto eclipse análisis más profundos, ricos y creativos. Siendo el estudio de la dress history un tema poco desarrollado en nuestra lengua, el libro aquí reseñado se presenta en sí mismo como una herramienta útil de análisis, a la vez que provee cuantiosas referencias bibliográficas a las cuales recurrir.
1 BALZAC, Honoré de, Tratado de la vida elegante, Editorial Impedimenta, Versión Kindle, 2012