Dossier

¿Agentes subversivos y guerrilleros?: Jesuitas de izquierda en los archivos de inteligencia mexicana durante la segunda mitad del siglo XX

Subversive Agents and “guerrilleros”? Left wing Jesuits in Mexican Intelligence Archives during the Second Half of the 20th Century

Ana Lucía Alvarez Gutiérrez⃰
Universidad de Guanajuato, México

Avances del Cesor

Universidad Nacional de Rosario, Argentina

ISSN: 1514-3899

ISSN-e: 2422-6580

Periodicidad: Semestral

vol. 22, núm. 33, 2025

revistaavancesdelcesor@ishir-conicet.gov.ar

Recepción: 19 diciembre 2024

Aprobación: 05 septiembre 2025

Publicación: 05 diciembre 2025



DOI: https://doi.org/10.35305/ac.v22i33.2021

Resumen: En la década de 1970, tanto en la Dirección Federal de Seguridad (DFS) como en la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales (DGIPS), las dos agencias de inteligencia mexicanas dependientes de la Secretaría de Gobernación, realizaron una serie de informes en los que aseguraron que un grupo de jesuitas planeaban acciones subversivas en el territorio mexicano e incluso los señalaron como los responsables de la formación de la Liga Comunista 23 de septiembre, una guerrilla urbana activa en México desde 1973. En este artículo se busca analizar de dónde surgen estas afirmaciones y por qué cambió la percepción que la policía política tenía de estos religiosos

Palabras clave: DFS, DGIPS, guerrilla, jesuita, Guerra Fría.

Abstract: In the 1970s, both the Dirección Federal de Seguridad (DFS) and the Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales (DGIPS), the two Mexican intelligence agencies under the Ministry of the Interior, produced a series of reports alleging that a group of Jesuits were planning subversive actions within Mexican territory. They even identified them as responsible for the formation of the September 23rd Communist League, an urban guerrilla group active in Mexico since 1973. This article seeks to analyze the origins of these claims and the reasons behind the change in the political police’s perception of these religious figures.

Keywords: DFS, DGIPS, guerrilla, Jesuit, Cold War.

Introducción

Durante los “largos sesenta” en México, cuando aún se sentían los ecos del triunfo de la Revolución cubana en Latinoamérica y se agudizaban los discursos anticomunistas en medio de la Guerra Fría, así como del movimiento estudiantil, la Dirección Federal de Seguridad (en adelante, DFS) y la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales (en adelante, DGIPS) elaboraron una serie de informes secretos en los que aseguraron que en México existía un grupo de jesuitas que, a su parecer, buscaban desestabilizar al país. Ambas dependencias, subordinadas a la Secretaría de Gobernación, tenían como objetivo identificar, investigar y, en algunos casos, neutralizar cualquier posible amenaza para el territorio y en ese momento, al decir de estas agencias, los jesuitas representaban un peligro nacional.

En poco más de una década, estos ignacianos fueron catalogados por la DFS y la DGIPS como “agentes subversivos”, “guerrilleros” e integrantes de planes nacionales de conspiración en contra del gobierno. Además, se les señaló como las mentes maestras detrás de la fundación de la Liga Comunista 23 de Septiembre, un grupo político-militar de izquierda activo en México aproximadamente entre 1973 y 1982. ¿Quiénes eran estos sacerdotes? ¿Por qué se les acusaba de tales delitos? Umberto Eco (2012) escribió que los enemigos no son necesariamente diferentes o amenazadores, sino aquellos “que alguien tiene interés en representar como amenazadores, aunque no nos amenacen directamente”. (p. 16).

A pesar de que la mayor parte de las afirmaciones vertidas en los informes y fichas de la DFS y la DGIPS parecen exageradas –e incluso algunas de ellas están totalmente infundadas– surgen de un contexto en el cual el miedo al comunismo era usado como moneda de cambio político y paradigma a partir del cual se pensaba al enemigo. Durante la segunda mitad del siglo XX, en el imaginario de la clase alta y media en México, la línea entre ser de izquierda y ser guerrillero a menudo se diluía y, en medio del pánico al “fantasma comunista”, ciertos sujetos fueron identificados como “hostiles”. Esta asociación negativa a la izquierda fue utilizada por la DFS y la DGIPS para combatir cualquier oposición a las políticas gubernamentales, aunque solo se trataran de comentarios negativos en contra del gobierno o propuestas políticas y de acción distintas a las producidas por el Partido Revolucionario Institucional (en adelante, PRI). En ese clima, algunos jesuitas resultaron sumamente incómodos para ciertos grupos políticos e incluso económicos del país.

Esto no quiere decir que todo fuera una invención de los servicios de inteligencia. En efecto, existía un grupo de jesuitas con un perfil abiertamente de izquierda. Además, durante la década de 1960, varios de estos sacerdotes fungieron como directores del Movimiento Estudiantil Profesional (MEP), la rama estudiantil de Acción Católica que presidió Ignacio Salas Obregón, uno de los ideólogos de la Liga Comunista 23 de Septiembre, y también militaron varios líderes regionales de la misma organización. Sumado a ello, en medio de los cambios tanto conciliares como dentro de la propia Compañía, un puñado de jesuitas se cuestionó sobre la posibilidad del uso de la violencia como medio para crear un mundo más justo. Sin embargo, debe aclararse que en México ningún religioso tomó las armas ni se unió a ningún grupo político-militar durante la segunda mitad del siglo XX.

La relación entre los jesuitas y la Liga ha sido estudiada por historiadores como Fernando González (2007 y 2023), Jaime Pensado (2015), y Fortino Domínguez (2006), así como el periodista Pascal Beltrán del Río (2002). Sin embargo, en este artículo nos interesa analizar la forma en que fueron percibidos por la policía política. Nos parece que los miembros de los grupos de inteligencia mexicanos intentaron mostrar al gobierno lo peligroso que podían ser los jesuitas, no solo por su relación con la izquierda como lo plasmaron en los informes, sino por sus actividades sociales y por la fuerte crítica que hicieron a los gobiernos priistas. El objetivo de este artículo es analizar la lógica de peligrosidad y las narrativas que la DFS y la DGIPS construyeron en torno a ciertos jesuitas y su relación con el movimiento armado socialista en México. Nos proponemos analizar cómo la idea de jesuita “subversivo” fue cambiando a partir del contexto.

Creemos que los archivos de la DFS y la DGIPS, pueden ser una vía de entrada para entender el uso político del miedo y la forma en la que se prefiguraron enemigos donde quizá el peligro no era tal y cómo este fue cambiando con el pasar de los años. Consideramos que en este caso, además de la sorpresa que ocasionó la existencia de sacerdotes de izquierda, el miedo al comunismo fue utilizado para desacreditar la labor que los hijos de Loyola realizaban en zonas marginadas y a las organizaciones urbano-populares que surgieron cerca de los jesuitas. A través de los documentos de la DGIPS y la DFS, hemos podido identificar cuatro transformaciones importantes en la narrativa de peligrosidad que se construyó sobre los ignacianos.

Para mostrar estos cambios, el artículo está dividido en cuatro apartados. En el primero, se aborda la relación entre el Estado, los servicios de inteligencia y la iglesia católica. En el segundo, se analiza cómo, a partir de 1969, un grupo de jesuitas comenzó a ser percibido como una amenaza, y se explora la asociación que se hizo de estos religiosos con una estética guerrillera. En los apartados tres y cuatro, se indaga por qué las agencias de inteligencia asumieron que los jesuitas tenían centros de entrenamiento guerrillero en México y cómo se llegó a considerar que los jesuitas eran los ideólogos de la Liga Comunista 23 de septiembre.

Los católicos y las agencias de inteligencia en el periodo posrevolucionario

La relación entre la Iglesia católica y el Estado mexicano no siempre ha sido buena; incluso ha habido momentos de tensión en los que se han producido conflictos armados. Sin duda, el más emblemático de estos problemas sucedió a finales de la década de 1920, cuando el entonces presidente Plutarco Elías Calles (1924-1928) tomó la decisión de reglamentar el artículo 130 de la Constitución que, a decir de los católicos, atentaba contra la religión.[1] Ante estas medidas, el 31 de julio de 1926, el clero mexicano optó por suspender el culto y fue así como inició el conflicto conocido en la historiografía como la Guerra Cristera o Cristiada.[2] A pesar de que en 1929 ambos actores llegaron a un acuerdo y se estableció un modus vivendi, las tensiones siguieron sobre todo durante el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940), quien, entre otras cosas, modificó el artículo tercero de la Constitución y declaró la educación socialista, lo que iba contra los principios católicos de la época.[3]

Aunque esto se suavizó con la llegada de Manuel Ávila Camacho (1940-1946), quien dio marcha atrás a varias políticas socialistas cardenistas, el Estado siguió desconfiando de la Iglesia y los servicios de inteligencia vigilaron tanto a laicos comprometidos, como a asociaciones católicas y religiosos por más de medio siglo. Para ello, utilizó al Departamento Confidencial, fundado en 1924 por indicación del presidente Plutarco Elías Calles (1924-1928).[4]

En un periodo convulso como fue la época posrevolucionaria, el Departamento, hasta cierto punto, marcó el ritmo de lo que el gobierno en turno definía como peligroso y hacia dónde se encaminaba. Por lo tanto, en los documentos de esta dependencia, se puede rastrear la forma en la que el Estado catalogó a los católicos y el nivel de peligrosidad que se les fue otorgando en distintos momentos.[5] En 1936 este Departamento se transformó en la Oficina de Investigaciones Políticas y Sociales, en 1943 en la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales (DIPS) y posteriormente en la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales (DGIPS). Si bien los cambios de nomenclatura podrían indicar que sus atribuciones fueron aumentando, con el pasar de los años esta dependencia perdió fuerza, sobre todo tras la creación de la Dirección Federal de Seguridad (DFS). Pero esto no significó que dejara de realizar labores de vigilancia.

El nacimiento de la DFS se dio en un ambiente distinto al de los Servicios Confidenciales. Por un lado, los conflictos entre caudillos habían disminuido y a partir del año 1946 la presidencia de la República fue asumida por un abogado –Miguel Alemán Valdés (1946-1952)– y no un militar revolucionario. El país crecía económicamente y, de ser una nación mayormente rural, comenzaba un proceso migratorio a las ciudades. Además, el sistema político se consolidaba en lo que Sergio Aguayo (2010) llamó los cuatro pilares: “el presidencialismo, el partido dominante, una ideología legitimadora y el respaldo de la comunidad internacional” (p. 53).[6]

En este contexto, Miguel Alemán decidió crear una dependencia de inteligencia que respondiera directamente a él y, aunque hubo representación militar, la estructura de la agencia no pertenecía al ejército. El mundo estaba cambiando considerablemente después de la Segunda Guerra Mundial y el presidente quería “algo así como un FBI en huaraches”, que se encargara de la seguridad nacional.[7] Además, la creación de la DFS se dio en un tablero geopolítico distinto en el que los lazos entre Estados Unidos y México crecían. De hecho, Aguayo Quezada (2015) piensa que, quizá, otro de los motivos detrás de la fundación de la Dirección fue mejorar la imagen que Estados Unidos tenía sobre México (p. 5). Por su parte, Camilo Vicente Ovalle (2019) menciona que entre 1961 y 1972, 65 agentes de la DFS recibieron entrenamiento en Estados Unidos (p. 63).

La DFS inició sus actividades en 1947, aunque fue constituida legalmente seis años después bajo el mandato de Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958) (Cáceres Parra & Jasso López, 2021, p. 79). No obstante, Aguayo Quezada (2015) aclara que el presidente Ruiz Cortines no veía con buenos ojos a los miembros de la DFS, a quienes calificaba como “pistoleros” y de ser una dependencia del presidente pasó al mando de la Secretaría de Gobernación. (p. 75). A partir de 1958, la DFS se volvió una pieza central de vigilancia y represión para el Estado hasta 1985, cuando tras los asesinatos de Enrique “Kiki” Camarena –un agente de la DEA– y el periodista Manuel Buendía, se hicieron visibles los lazos entre narcotraficantes y las dependencias de seguridad mexicanas, lo que provocó el desmantelamiento tanto de la DFS como de la DGIPS (Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, 2023, p. 37).

Sin embargo, a pesar de los intereses políticos y económicos particulares que pudieran tener los agentes de la DGIPS y la DFS, había una identidad particular, se consideraban como una suerte de defensores de la Revolución Mexicana, entendiéndola como el priismo mismo.[8] Por lo que la idea del enemigo que perseguían tenía que ver también con el posicionamiento ideológico del gobierno, y durante la segunda mitad del siglo XX la izquierda era, quizá, el mayor peligro al que se podía enfrentar la nación, e incluso una afrenta al nacionalismo mexicano, tan exaltado en esos años.

Cabe mencionar que, si bien durante la Guerra Fría México se convirtió en un espacio seguro para exiliados de las dictaduras, mantuvo relaciones con Cuba a pesar del bloqueo económico impuesto por Estados Unidos, mientras que el gobierno mostró cierta tolerancia frente a los partidos comunistas y socialistas en el territorio. Esto no quiere decir que el Estado no ejerciera políticas represivas contra de los grupos de izquierda dentro del país. Según Soledad Loaeza (2013), los gobiernos priistas comenzaron una cruzada anticomunista, no solo por la presión estadounidense, sino también porque coincidía con los cambios políticos dentro del partido (p. 48). Además, señala que el cambio de postura del gobierno frente al comunismo posibilitó un acercamiento entre el Estado y la Iglesia, que en ese momento tenían un enemigo en común: el comunismo.

Esto se refleja en los archivos de la DFS. Por ejemplo, en 1963, un agente de la Dirección informó sobre la actividad política de un grupo de católicos que buscaban crear el Partido Demócrata Cristiano (en adelante, PDC), que según los datos vertidos en este documento, tenía como finalidad “defender a México del comunismo así como de aquellos que tratan de enriquecerse con el sudor del pueblo”.[9] Más allá del hecho de que en México el PDC no logró consolidarse,[10] la ficha anterior muestra cómo, a pesar de que los agentes daban cuenta de una actividad política de corte religioso, esto no parecía alarmar demasiado a los agentes de la DFS, que lo veían como contrapeso a la intromisión de la izquierda en el país.

Pero solo un par de años después, cuando parecía que la Iglesia y el Estado caminaban por el mismo rumbo y defendían al país del comunismo en un contexto generalizado de terror a la izquierda, la DFS y la DGIPS identificaron a un grupo de jesuitas de izquierda a quienes calificaron como enemigos. Redactaron una serie de informes, muchas veces a partir de información falsa o exagerada, en los que aseguraron que eran agentes subversivos, e incluso se realizaron ciertas acciones violentas en su contra.

Los jesuitas en Monterrey: de aliados en contra del comunismo a instigadores del movimiento estudiantil

La primera fuente que he podido identificar en la que se empieza a perfilar al jesuita como enemigo fue escrita el 30 de abril de 1969 en Monterrey, Nuevo León, una ciudad ubicada al noreste de México en la que se alzaban grandes empresas como Cervecería Cuauhtémoc y Fundidora de Fierros y Acero Monterrey, solo por mencionar algunas. Estas industrias se habían creado a partir de una hegemonía empresarial, caracterizada por su visión capitalista, antimarxista y católica,[11] que chocó con varios gobiernos revolucionarios, especialmente durante el mandato del presidente Lázaro Cárdenas.

El documento antes mencionado se titula “Informe sobre la investigación realizada en el medio social y político del estado de Nuevo León abril 1969”.[12] Fue escrito por el agente de la DFS, Ricardo Condelle Gómez, quien se identificaba con el número 28 y según Camilo Ovalle (2019), su misión, por lo menos desde finales de 1950, era vigilar a los miembros de las Juventudes Comunistas en Monterrey, dar cuenta de las actividades del Instituto de Intercambio Intercultural México-Ruso y hacer seguimiento a los priistas locales (p. 72).

Por lo que se puede ver en varios informes, para este agente la Iglesia Católica no representaba ningún problema; al contrario, la veía como aliada en la lucha contra el comunismo. De hecho, se puede inferir que un sacerdote diocesano de apellido Rady era su informante, ya que en algunos documentos se puede leer: “El Padre Rady informó” o “agrega el padre Rady”.[13] El verdadero peligro, según este agente, residía en un grupo de jesuitas en cuyas sotanas percibía que se ocultaban agitadores estudiantiles.

La llegada de los jesuitas a Monterrey está estrechamente ligada al desarrollo empresarial de la ciudad. Los industriales querían una universidad que proveyera de mano de obra calificada para la industria, pero que también estuviera alejada del influjo marxista que se había extendido en las instituciones públicas de educación superior; así como los cambios que se pudieran ocasionar a raíz de las políticas priistas.[14]

Por ese motivo fundaron elInstituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (en adelante, ITESM) en 1943 y, como parte del andamiaje ideológico de la institución, los hijos de Loyola se instalaron en Monterrey. La elección de los jesuitas no era fortuita, además de tener una larga tradición educativa, se habían encargado de la formación básica de varios empresarios regiomontanos, y tenían una estrecha relación con los hombres de negocios del país, uno de ellos, dice Herman von Bertrab (2004) fue Eugenio Garza Sada, dueño de la Cervecería Cuauhtémoc y accionista del ITESM (p.134).

El primer miembro de la Compañía en instalarse fueSeverino Soto, y posteriormente se sumó José Hernández Chávez que se encargó espiritualmente tanto de los estudiantes del ITESM, como los de la Universidad de Nuevo León.[15] Sumado a ello, el padre Hernández fundó dos agrupaciones estudiantiles: la Corporación de Estudiantes Mexicanos (CEM)[16] y el Movimiento Estudiantil Profesional (MEP).[17] Hasta mediados de la década de 1960, estas asociaciones disputaban las mesas directivas estudiantiles en el ITESM y la UNL y, aunque realizaban labores pastorales, funcionaban como una suerte de escudo ante el crecimiento de las Juventudes Comunistas en la UNL.[18]

A mediados de la década de 1960, estos jesuitas fueron relevados por un grupo de avanzada entre los que se encontraban los tapatíos, Xavier de Obeso y Salvador Rábago, además el doctor en Economía Hermann von Bertrab, el ingeniero Francisco Ramos y el filósofo Manuel Uribe Michel. Estos jesuitas se instalaron en Monterrey en un momento muy particular, por un lado, en 1962 el papa Juan XXIII, llamó a un Concilio ecuménico en el que, como explica María Pancho, “intentó responder al olvido de la institución provocado por la modernidad, el avance de la ciencia y el aumento de la secularización” y sin duda, la comunidad jesuita en Monterrey atendió el llamado del Papa (Pancho Rodríguez, 2013, p. 53).

Además, la Compañía de Jesús sufrió una serie de cambios a partir de la Congregación General XXXI, cuando fue elegido Pedro Arrupe como General de la Orden. Una de las primeras acciones de Arrupe fue declarar desolada la Compañía,[19] mientras pedía a los jesuitas actuar en relación con las necesidades del presente, (Aspe Armella, 2007, p. 47) iniciando así un proceso llamado Suvey.[20] Aunque hubo jesuitas que no abrazaron los cambios propuestos por el General; otros, entre los que se encontraban los encargados del MEP, comenzaron a asumir un compromiso con la realidad en la que vivían con una nueva forma de entender la fe en donde el católico debía interesarse en “la sociedad que hay que renovar”, como lo expresaron los mepianos en varias cartas.[21] El catolicismo para estos jesuitas y jóvenes universitarios no era un combate al marxismo, sino una lucha por la justicia.

Según el informe escrito por Condelle en 1969, el Clero se había mantenido al margen de la política hasta que se vio obligado a retomar acciones en este terreno cuando los sectores priistas cardenistas iniciaron el avance de la izquierda en la región. En este sentido, escribe el agente, el clero –que hizo mancuerna con los empresarios– solo buscaba “proteger a la familia”.[22] Pero, precisó el agente, a partir del segundo informe de gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), los jesuitas, especialmente Xavier de Obeso y Salvador Rábago, se volcaron en contra del gobierno, acción que fue condenada tanto por el clero como por los industriales.

Esta afirmación resulta interesante, porque eso implicaría que a partir de 1966, los agentes de la DFS comenzaron a desconfiar de los jesuitas; sin embargo, hubo varios reportes escritos entre 1966 y principios de 1969 en los que el mismo Ricardo Condelle afirmó que estos religiosos trataron de calmar los ánimos de los universitarios en medio de las protestas estudiantiles de julio y octubre de 1968 en la capital del país. Este movimiento, que inició como un pleito callejero reprimido por la policía, movilizó a los estudiantes de diversas partes de la República.[23] Aunque hubo muestras de apoyo por parte de algunos sectores de la población, el movimiento estudiantil también despertó el rumor de una posible conspiración comunista en el país y los agentes de la DFS se enfocaron en investigar a los grupos estudiantiles a nivel nacional.

Varios militantes mepianos recuerdan que, durante los meses de conflicto estudiantil, Xavier de Obeso o Salvador Rábago –asesores del MEP y la Corporación en Monterrey– reflexionaban sobre los hechos acontecidos en la capital del país y en colectivo se acordaba apoyar al movimiento.[24] Sin embargo, las menciones de Condelle al respecto son mínimas, por ejemplo, el 30 de septiembre de 1968, afirma que Raúl Ramos Zavala, estudiante de la UNL y líder de las Juventudes Comunistas en Monterrey, se había sorprendido por la solidaridad que habían mostrado los jesuitas con el movimiento, pero no menciona que los jesuitas tengan un papel muy activo.[25]

Posteriormente, tras la represión estudiantil perpetrada por el Estado el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, en la capital del país, los estudiantes del ITESM y la UNL organizaron en Monterrey una serie de conferencias en torno al movimiento. En una de ellas participó Hermman von Bertrab, pero ni en ese momento Condelle lo describió como agitador, al contrario, reportó que el jesuita había “exhortado a los asistentes a no caer en la violencia, ya que ello perjudica a los movimientos estudiantiles, así como rehuir cualquier acto que tenga tendencia política”.[26]

¿Por qué entonces Condelle escribió a mediados de 1969 que desde 1964 los jesuitas eran agitadores? Y escribe lo siguiente sobre ellos:

daban conferencias con sus puntos de vista y opiniones contra las declaraciones del Sr. Presidente sobre la apatía y pérdida de tiempo, que redundaban en perjuicios de la economía del País, al efectuar paros y huelgas los Estudiantes (…) los jesuitas daban su puntos de vista animando a los Estudiantes a manifestarse contra el Régimen porque éste trataba de maniatarlos.[27]

Nos parece que lo que despertó la desconfianza de Condelle fue el apoyo que los jesuitas dieron a los universitarios regiomontanos durante las protestas estudiantiles de 1969 en Monterrey. Por un lado, el 13 de enero de 1969 fueron expulsados del ITESM seis estudiantes que ocupaban puestos directivos en la Federación de Estudiantes del Tecnológico (en adelante, FETEC),[28] y en algunos casos, como el de José Luis Sierra, habían militado en grupos católicos como la Corpo. Los jóvenes fueron acusados de faltas graves a la moral tras su participación en un happening realizado en diciembre de 1968 dentro de las instalaciones del Instituto.[29] Esto desencadenó una huelga a la que días después se sumaron las madres de algunos alumnos. En el punto más álgido de la protesta, un periodista de El Norte fotografió al jesuita Hermman von Bertrab dando la comunión a los huelguistas.[30]

Von Bertrab recuerda que esto enfureció a Eugenio Garza Sada, quien habló con él y acusó a los jesuitas de instigar las protestas en el Tecnológico. Pocos meses después, Xavier de Obeso y Salvador Rábago también tuvieron un enfrentamiento con los empresarios en una cena y dijeron “nosotros apoyamos a los muchachos”, refiriéndose al apoyo que daban a los universitarios en las protestas. Dichos eventos pusieron fin al apoyo financiero que los jesuitas recibían de los empresarios, pero no evitó que los jesuitas acompañaran a los estudiantes de la Universidad de Nuevo León en la lucha por autonomía que se inició en octubre de 1969 y se extendió hasta julio de 1971.[31]

Fue tras estos eventos que Condelle comenzó a identificar a los jesuitas como radicales, afirmando que buscaban personas afines a sus ideales con el fin de “intervenir en los problemas de los sectores obrero, popular y campesino”.[32] Además, como lo muestra el informe de 1969, a partir de febrero de 1969 ya no se veía a los jesuitas como los sacerdotes que pedían a los estudiantes no hacer uso de la violencia, sino que se empezó a afirmar que los hijos de Loyola habían ayudado al movimiento estudiantil.[33] Por otra parte, a partir de 1970, cuando las protestas estudiantiles se agudizaban en la ya entonces Universidad Autónoma de Nuevo, Condelle comenzó a asociar a los jesuitas con la estética del guerrillero, una descripción que ya no se abandonó. Por ejemplo, hay una ficha de 1970 sobre Xavier de Obeso en el que se le describe con “piocha a lo guerrillero castrista”.[34]

Los jesuitas “agentes subversivos”

Como se mencionó anteriormente, en 1970 comenzó a asociarse la imagen del jesuita con cierta estética guerrillera, pero en 1971 las agencias de seguridad no solo se limitaron a describirlos físicamente como “subversivos”, también aseguraron que los hijos de Loyola estaban entrenando jóvenes para convertirlos en guerrilleros. El primer documento escrito al respecto que he podido localizar fue escrito por la DGIPS a finales de 1971 y lleva por título “Cuidad Nezahualcóyotl centro de conspiración del clero político”. En él se describe minuciosamente la supuesta labor realizada por un grupo de jesuitas en el municipio de Nezahualcóyotl, en el estado de México, una región marginal, conocida en esa época como un cinturón de miseria, en donde se vivían fuertes conflictos sociales debido a la falta de urbanización, así como las irregularidades en la venta de terrenos.

Este informe fue escrito en un contexto en el que el movimiento estudiantil ya no estaba en el centro de la preocupación de las agencias de inteligencia; el foco comenzaba a ponerse en los grupos guerrilleros que comenzaban a surgir en la región. A finales de 1970, el Frente Urbano Zapatista, una pequeña organización activa en la capital del país, asaltó la sucursal Coyoacán del Banco Nacional de México.[35] Además, Genaro Vázquez, líder de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria, se perfilaba en algunos medios de comunicación alternativa como un carismático guerrillero al igual que Lucio Cabañas, dirigente del Partido de los Pobres que estaban activos en el Estado de Guerrero.[36] Así mismo, a inicios de 1971, en Jalapa, Veracruz, la policía arrestó a un grupo de jóvenes pertenecientes al Movimiento Armado Revolucionario (en adelante, MAR) que habían ido a entrenar a Corea del Norte y buscaban generar una revolución socialista.[37]

Los movimientos político militares de izquierda ya no eran un rumor lejano, ni se encontraban en Cuba; habían llegado a México y en este imaginario los jesuitas de Nezahualcóyotl fueron tachados como instigadores detrás de la subversión. Según el agente de la DGIPS, los jesuitas de Nezahualcóyotl dividían su trabajo en tres niveles. En el primero realizaban actividades públicas en las iglesias. Posteriormente, cooptaban a los colonos más cercanos para que accedieran a un segundo nivel, con los cuales formaban grupos “reservados” para capacitación, conferencias, edición de periódicos y promoción de discusiones en contra del gobierno. Por último, elegían a algunas personas del grupo reservado para adoctrinarlas “sobre subversión, tácticas guerrilleras y la misión que se les asigna es la toma de poder”.[38]

Además, agregaban que el “centro de operaciones” estaba en el templo El Refugio y que su objetivo era obtener “el control masivo de obreros, campesinos y pueblo con el pretexto de redimirlos, pero en realidad para controlarlos y aprovecharlos para adueñarse del poder público”.[39] Por otra parte, el informe se centra en Martín de la Rosa, un joven jesuita de izquierda que formaba parte de un grupo conocido dentro de la Compañía como Los Profetas de París. Estos religiosos habían estudiado ciencias sociales en la Sorbona entre 1967 y 1969 y fueron testigos, e incluso partícipes, del movimiento estudiantil en Francia y la Primavera de Praga.[40]

A su regreso a México, de la Rosa retomó el contacto con uno de sus antiguos alumnos, José Luis Sierra Villarreal. Tras ser expulsado del ITESM, Sierra inició la carrera de sociología en la Universidad Iberoamericana (en adelante, UIA) a la par que desarrollaba un proyecto de inserción en Ciudad Nezahualcóyotl junto a Ignacio Salas, su antiguo compañero en el ITESM, quien en 1968 fungió como líder el MEP a nivel nacional y, al igual que Sierra, había participado en el Consejo Nacional de Huelga durante el movimiento estudiantil. A ellos se unieron otros dos estudiantes de la UIA: Miguel Rico Tavera y Carlos Garza Falla. El objetivo del proyecto era crear vínculos entre universitarios y obreros, ya que creían que el movimiento estudiantil había fracasado porque pedían al pueblo unirse a la protesta, cuando en realidad eran los estudiantes los que debían unirse al pueblo.[41]

En ese momento, Martín de la Rosa buscaba una nueva forma de aproximarse a la fe y vivir su compromiso cristiano, por lo que solicitó permiso al Provincial, Enrique Martín del Campo, para dejar las comodidades de la ciudad e instalarse en Nezahualcóyotl junto con los jesuitas Hernán, Bernardo, Gabriel Vigil y Alfonso Jéan.[42] Unos meses más tarde, estos jesuitas, a excepción de Martín de la Rosa, abandonaron la zona y en su lugar se unió Xavier de Obeso, Enrique Maza, Francisco Ornelas, Fernando Lazcano y el dominico Alex Morelli. Estos sacerdotes creían que era necesario generar una conciencia de clase para poder construir una sociedad más justa.

Por lo que se puede ver en algunos artículos de la revista Chistus, editada en ese momento por Enrique Maza, había un sentimiento de revolución inminente entre algunos sectores de la Compañía e incluso se debatía el uso de la violencia como un medio legítimo para generar la transformación.[43] Sin embargo, la labor que realizaban los jesuitas en Nezahualcóyotl no tenía fines armados y se remitía al terreno pastoral y educativo, al que desde luego cruzaba una línea política que no concordaba, con algunas políticas priistas. Incluso varios jesuitas de la comunidad de Nezahualcóyotl figuraron como firmantes en las cartas de repudio de la masacre de estudiantes de 1968 y la matanza estudiantil del 10 de junio de 1971,[44] publicada en el periódico Excélsior.[45]

Además, estos sacerdotes hacían constantes alusiones en sus sermones a la situación de injusticia que vivía el país y se solidarizaron al Movimiento Restaurador de Colonos (en adelante, MRC), un colectivo integrado por colonos para exigir la regulación de la tenencia de la tierra en la zona.[46] Aunque este grupo fue cooptado unos años después por el PRI, en 1971 era una organización que logró articular demandas claras contra el Estado que se vio forzado a intervenir en el problema entre fraccionadores y colonos.[47] Por otra parte, los jesuitas junto a los universitarios organizaron cursos de oratoria, proyectaron filmes con intenciones educativas, crearon escuelas, fundaron algunas cooperativas.

Sin embargo, la DGIPS describió estas iniciativas como vehículos por medio de los cuales buscaban derrocar al gobierno. En el Informe de 1971 se puede leer que en los cursos de oratoria usaban fotografías en las que aparecían: “un niño en el lodo [o] una mujer con una cubeta implorando agua”, con lo que incitaban a la población en contra del gobierno, culpando a este por la precariedad de la zona.[48] Los agentes de la DGIPS no solo omitieron o ignoraron que los cursos de oratoria fueron una iniciativa de José Luis Sierra, con la finalidad de dotar de herramientas orales a los obreros, sino que aseguran que son utilizados como medio de subversión.

Además, el agente de la DGIPS asegura que los jesuitas habían “participado en actividades subversivas con grupos de comunistas” y que desde 1967 “hicieron giras por América Latina para aprender tácticas guerrilleras que dicen enseñarán en Ciudad Nezahualcóyotl”.[49] Probablemente, el viaje al que hace referencia este documento es el que emprendió Martín de la Rosa con José Luis Sierra el 15 de julio de 1970,[50] que tuvo como finalidad conocer el funcionamiento de varios centros de documentación así como la labor que realizaban algunos grupos de Acción Católica en Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay, Perú, Chile, Uruguay y Colombia. José Luis Sierra precisa que durante ese viaje fue testigo de discusiones realizadas por jóvenes católicos sobre la posibilidad de tomar las armas frente a dictaduras, pero no era un viaje con fines subversivos y tampoco existen indicios para afirmar que los jesuitas enseñaban tácticas guerrilleras entre los colonos.[51]

Por otra parte, la narrativa en la que el jesuita era representado como agente subversivo no era construida exclusivamente por la DGIPS. En ese mismo año, la DFS afirmó que Xavier de Obeso, estaba realizando en el taller actividades subversivas y dice: “Esta actividad al parecer es dentro del Plan Nacional de Subversión”.[52] Además, en otra ficha se mencionó que este jesuita regresó a México después de su “destierro político en Colombia y Sudamérica”, en donde tuvo oportunidad de aprender teorías –sin precisar cuáles– que dará a conocer entre los estudiantes.[53] No queda claro a qué plan se refieren, pero en ese momento de Obeso era el encargado de una cooperativa de carpintería en Ciudad Nezahualcóyotl llamada Don Emiliano, en la que se realizaban juguetes Montessori.[54] La cooperativa era una apuesta económica distinta al capitalismo, en el que también se trataba de incidir en la identidad del cooperativista para obtener una conciencia de clase y a partir de este cambio generar una revolución.[55]

Aunque el rumor sobre los jesuitas como entrenadores de guerrilleros no se extendió demasiado en México, la prensa mexicana publicó algunas notas relacionadas con el arresto de algunos hijos de Loyola en América.[56] Este fue el caso de Luis Alegre en Bolivia, detenido bajo sospecha de formar parte de los planes conspirativos del Ejército de Liberación Nacional o el de Philip Berrigan arrestado en Estados Unidos por el delito de conspiración “incluyendo un presunto complot para secuestrar al asesor presidencial Henry Kissinger”.[57]

Asimismo, se realizaron algunos actos de hostigamiento en contra de los jesuitas. Por ejemplo, en 1972 un grupo paramilitar irrumpió en un Centro de Información y Acción Social (CIAS) a cargo del jesuita Guillermo Cortez en Torreón, según los agentes porque se les había informado que ese lugar era “una escuela de guerrilleros”, aunque no encontraron rastros de los supuestos guerrilleros, hicieron algunos destrozos.[58] Por otra parte, Óscar Maisterra, ex jesuita que trabajó muchos años en Nezahualcóyotl, mencionó en una entrevista que los miembros del grupo fueron amenazados en algunas ocasiones, motivo por el cual abandonaron Nezahualcóyotl.[59]

Los jesuitas y su relación con Liga Comunista 23 de septiembre según la DFS

El 22 de febrero de 1974, los jesuitas pasaron de ser percibidos como entrenadores de guerrilleros a mentes maestras detrás de la fundación de la Liga Comunista 23 de septiembre (LC23S), en los archivos de la DFS.[60] La Liga Comunista 23 de septiembre se había fundado once meses antes, en la ciudad de Guadalajara como resultado de la fusión de varios grupos armados de izquierda que estaban activos a lo largo y ancho del país. A decir de Alonso Vargas (2006), estas organizaciones fueron: el MAR 23 de septiembre, cuyos centros operativos estaban en Chihuahua y el sur de Sonora; Los Enfermos, provenientes de Sinaloa; Los Macias, con actividad en Tamaulipas, Sonora y Chihuahua; El Frente Estudiantil Revolucionario, de Guadalajara; Los Lacandones; Los Guajiros con actividad en la capital del país; y los Procesos que se movían mayormente en la Ciudad de México y Monterrey.

El informe había sido redactado por Luis de la Barreda Moreno, director de la DFS, e iba dirigido a Fernando Gutiérrez Barrios, subsecretario de Gobernación, a quien se le daba a conocer que el origen ideológico de la Liga “no [era] meramente comunista sino clerical con bandera del Marxista”.[61] Quizá esta afirmación tuvo relación con la raíz católica de algunos Procesos, organizaciónde la cual surgió la idea de fusionar a los grupos armados de izquierda activos en el país para generar la revolución socialista en México.[62] Estos militantes fueron José Luis Sierra e Ignacio Salas, quienes habían abandonado el proyecto de inserción en Nezahualcóyotl para “clandestiniarse” a finales de 1971.

José Luis Sierra asegura que ningún jesuita estuvo de acuerdo con esta decisión, fue a partir de ese momento que perdieron contacto con los sacerdotes.[63] Convertidos en guerrilleros, ambos jóvenes participaron en un doble asalto bancario en la ciudad de Monterrey en enero de 1972.[64] El operativo, aunque exitoso en un principio, generó la detención de varios procesos, entre ellos José Luis Sierra, y la noticia fue acompañada en los medios de comunicación regiomontana con una denuncia a los jesuitas de Nezahualcóyotl y Monterrey a quienes calificaba como la “influencia ideológica” de estos jóvenes “delincuentes”.[65]

Durante las torturas a las que fue sometido José Luis Sierra tras su detención, el ahora sociólogo recuerda que quiso alejar la atención de los agentes de la DFS de sus compañeros Procesos, por lo cual habló desmedidamente sobre su relación con los jesuitas, es por ello que considera que fue a partir de su interrogatorio que se pensó a los jesuitas como guerrilleros.[66] Sin embargo, como se puede ver en los informes de la DFS y la DGIPS la idea de jesuitas subversivos o guerrilleros existía antes de cualquier acción de Los Procesos. Además, en el informe de 1974 no se menciona este asalto ni se cita el interrogatorio de José Luis Sierra.

El señalamiento de los jesuitas como mentes maestras detrás de la Liga coincide con la detención y posterior asesinato de José Ignacio Olivares Torres, un antiguo militante de La Corporación en Monterrey, quien además de participar en la fundación de la Liga, fue integrante del Buró Político de dicha organización y encargado del Comité de la Zona de Occidente.[67]

En octubre de 1973, la Liga secuestró, casi de manera simultánea, al empresario tapatío Fernando Aranguren y al cónsul inglés Anthony Duncan, en la ciudad de Guadalajara. Estos hechos se dieron en un contexto de pánico, cinco meses antes las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo habían secuestrado en esta misma ciudad al cónsul estadounidense Georges Leonhhardy, y a cambio de su vida el gobierno mexicano pactó la liberación de 30 miembros de grupos político militares y su traslado a Cuba (Castellanos, 2014, p. 282). Sumado a ello, en septiembre de ese mismo año el industrial regiomontano Eugenio Garza Sada había perdido la vida en un intento de secuestro, y aunque en ese momento los medios apuntaban a una acción con fines meramente económicos, se empezaba a correr el rumor sobre la responsabilidad de un grupo guerrillero en estos hechos.[68]

El mismo día en que se privó de la libertad a Duncan y Aranguren la LC23S mandó un comunicado afirmando que ellos eran responsables del secuestro y a cambio de su vida solicitaban la cantidad de 200.000 pesos y la liberación de 51 detenidos que debían ser trasladados a Pyongyang, en Corea del Norte.[69] El Estado mexicano se negó a negociar con la Liga,[70] un par de días después Anthony Duncan fue liberado,[71] mientras que Fernando Aranguren recibió un disparo en la cabeza y su cuerpo fue abandonado en la ciudad de Guadalajara el 18 de octubre. Entre los responsables de este operativo se encontraba Ignacio Olivares Torres, y su fotografía fue mostrada menos de un mes después en varios periódicos junto con la de Ignacio Salas Obregón y otros doce compañeros, señalándolos como culpables del asesinato de Aranguren e integrantes de la LC23S.[72]

Noventa y nueve días después, la fotografía de Ignacio Olivares reapareció en los periódicos en una nota titulada “Fue Asesinado un Cabecilla de la Liga `23 de septiembre´”. El cuerpo del joven había sido abandonado en Tlaquepaque, Jalisco, con visibles signos de tortura.[73] A esto siguió una cadena de detenciones publicadas en segundas planas, en las que se daba por sentado que la Liga estaba siendo desmantelada. Y aunque en estas notas se hace mención del pasado comunista, feroces –como se les llamaba a los miembros del Frente Estudiantil Revolucionario– o como integrantes del MAR, de algunos militantes de la Liga, los periódicos no mencionan las raíces católicas de otros militantes a pesar de que varios de ellos ocupaban puestos altos en el organigrama de la organización.

Por ejemplo, Ignacio Salas era el responsable de la Coordinadora Nacional, es decir, líder de la Liga, además se le considera como ideólogo de la organización. Otros militantes de grupos católicos que en 1974 se unieron a la Liga fueron Héctor Torres, responsable del comité del Noreste; María de la Paz encargada de los grupos de formación en el noreste;[74] Juan Carlos Flores, líder de la Liga en Baja California,[75] así como Juan Manuel Báez, Eufemia Belén Almanza, Juan Veloz e Hilda Dávalos, todos pupilos en algún momento de los jesuitas y militantes de La Corporación o el MEP.

Considerando el papel que tuvieron los antiguos alumnos de los jesuitas en la Liga entre 1973 y 1974, no es de extrañar que en algún momento los agentes de la DFS se cuestionaran si las enseñanzas de estos sacerdotes y el compromiso temporal que habían forjado los universitarios en grupos como el MEP y la Corpo habían influido en su decisión de tomar las armas. Sin embargo, afirmar que la Liga tenía orígenes católicos nos parece exagerado. Si bien hay cierta visión teleológica sobre el desarrollo de la revolución en los documentos producidos por la Liga, creemos que esto tiene que ver con un análisis marxista y no tanto con una visión católica.[76]

Quizá otro motivo por el cual los jesuitas fueron asociados con la fundación de la Liga podría relacionarse con Ricardo Condelle, quien como se mencionó anteriormente era el encargado de informar al director de la DFS sobre los acontecimientos ocurridos en Monterrey y redactó los informes que hablan de los jesuitas como subversivos a inicios de la década de 1970. En 1973, la DFS comenzó a especializarse en la detección y eliminación de grupos guerrilleros. Para ello creó el Cuartel General Contra la Subversión y Condelle fue nombrado como uno de sus dirigentes (Ovalle, 2019, p. 73).

Pareciera que este agente había desarrollado un particular repudio por los jesuitas, ya que en 1975, a petición del director de la DFS, Ricardo Condelle elaboró una lista de presos del penal de Topo Chico y aprovechó para recordarle al director de la Dirección que el 85% de la ideología de la LC23S, “fue alentada por los padres JESUITAS JAVIER DE OBESO Y MANUEL SALVADOR RÁBAGO GONZÁLEZ” –aunque no precisa como saca este porcentaje– y lamentaba profundamente que a pesar de las pruebas que la DFS ha reunido sobre estos dos jesuitas, no hayan sido arrestados.[77]

Pero Condelle no era el único que responsabilizaba a los jesuitas por la radicalización de los jóvenes. Fernando González recupera un testimonio de Ángeles de la Mora, quien asistió al velorio Ignacio Olivares en la que asegura que el padre de Olivares, don Leopoldo Olivares, se aproximó al entonces jesuita Alfredo Rentería y le dijo “Ustedes los jesuitas son unos hijos de puta, porque aceleraron a los muchachos y se quedan atrás”. Además, el jesuita Jesús Gómez Fregoso recuerda que don Leopoldo le dijo “Padre, dígale al padre De Obeso que es muy diferente jugarse la vida como los hombres, y no bajo una sotana de cura” (González, 2023, p. 255).

Este mismo investigador también desenmaraña un rumor relacionado con Xavier de Obeso. Se decía que este jesuita se cuestionó seriamente unirse a la Liga, pero tras los asesinatos de Aranguren y Sada, decidió no hacerlo. Este es el único caso en el que parece que un jesuita estuvo a punto de unirse a un movimiento político militar.

Conclusiones

A partir de 1969 los jesuitas pasaron de ser clasificados por la policía política como aliados del Estado en contra del comunismo, a enemigos asociados a la izquierda y mentes maestras detrás del movimiento armado socialista. Este cambio de narrativa en los informes, aunque no se fundamenta en evidencia directa; es una vía para entender los temores y criterios de análisis de la policía política en contexto de Guerra Fría. Por un lado, en un contexto en el que los servicios de inteligencia estaban diseñados para proteger los principios de la Revolución, entendida como el triunfo del priismo, cualquier crítica al gobierno era rápidamente interpretada como subversión.

Las fuentes muestran que ningún jesuita dirigió escuelas de guerrilleros en barrios marginales, pero si buscaban un cambio radical en el país. Hablaban abiertamente en contra de las políticas económicas presidenciales, lanzaban comunicados en la prensa en contra de la represión estatal e intentaban construir un país políticamente distinto a partir del trabajo de base. En este sentido, los Hijos de Loyola sí fueron subversivos, pero no en términos armados o violentos, sino por su posicionamiento en contra del priismo.

La DFS y la DGIPS, calificaron a estos religiosos como peligrosos y se les acusaba de ser entrenadores de guerrilleros, pero los informes se centraban en descripciones de actividades educativas y pastorales, y ni siquiera mencionaban los debates en torno a la viabilidad del uso de la violencia que se vivieron en el seno de la Provincia mexicana en esos años. La noción de jesuita como enemigo, se ancló además en el miedo al comunismo que pululaba en el país en un contexto de Guerra Fría. En sus informes, se proyectaba una especie de velo conspiranoico en el que estos jesuitas eran parte de planes nacionales violentos en donde su capacidad de acción se sobredimensionaba.

Aunque ciertamente, algunos de los jesuitas investigados por la policía política fueron educadores de varios líderes de la Liga Comunista 23 de septiembre, la radicalización de estos jóvenes no puede atribuirse exclusivamente a los principios católicos: fue un proceso multifactorial influido por el contexto político, social y económico. Diversas entrevistas con antiguos militantes de la LC23S, tanto de la corriente católica como de la izquierda, coinciden en que ningún sacerdote participó directamente en la lucha armada. Incluso exmilitantes como María de la Paz Quintanilla recuerdan que Salvador Rábago expresó su tristeza al saber que sus alumnos habían decidido tomar las armas.

Por otro lado, me parece que la noción de jesuita como enemigo subversivo o guerrillero no trascendió más allá de los informes de la policía política y de algunos sujetos cercanos a los jóvenes católicos radicalizados. Por ejemplo, para la prensa mexicana las acciones de la Liga fueron en su mayoría actos de terrorismo o delincuencia común y el gobierno evitó asociar públicamente a la Iglesia con estos movimientos. Valdría la pena investigar por qué.

Por último, este artículo muestra que la relación entre la Iglesia y el Estado tras el conflicto cristero, fue compleja. El gobierno toleró y aplaudió el activismo político de la Iglesia cuando este convenía a sus intereses, pero eso no significaba que confiara en esta institución, siempre mantuvo vigilados a los religiosos, dividiéndolos entre sacerdotes patriotas como Rady y sacerdotes subversivos como los jesuitas de izquierda que criticaban al régimen.

Los jesuitas de izquierda no fueron agentes armados, pero sí actores sociales que, al cuestionar la realidad y proponer caminos de trasformación, fueron clasificados automáticamente como enemigos de la nación. Esto no solo se quedó en un terreno narrativo, los Hijos de Loyola fueron espiados, hostigados e incluso hubo algunas acciones armadas en su contra, lo cual muestra un pequeño espectro de las estrategias de control y represión del estado mexicano durante la segunda mitad del siglo XX.

Agradecimientos

Agradezco a la Universidad Iberoamericana que financió este proyecto de investigación y al Archivo Histórico de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús.

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Notas

1 El artículo 130 declaraba que el Estado era laico, se prohibía al clero desempeñar cargos públicos, o hacer proselitismo político; se obligaba a todos los religiosos a registrarse ante el Estado y, en caso de ser extranjeros, contar con un permiso especial. Para poder realizar manifestaciones públicas era necesario contar con la autorización del Estado. Por último, respecto a la educación, –que en buena medida estaba en manos de religiosos– se aclaraba que esta debía ser laica.
2 Sthephen Andes (2010) califica como “una sublevación popular, una lucha que tuvo lugar entre los años de 1926 a 1929, localizada en el área occidental de México y presente en más de trece estados de la República” (p. 70).
3 Roberto Blancarte (1992) menciona que entre las décadas de 1930 y 1960, la iglesia católica incrementó su lucha contra la izquierda, una muestra de ello fue la publicación de la encíclica Divini redemptoris, en la que se hace una fuerte crítica al comunismo ateo. (p. 75).
4 Valdez (2021) precisa que durante el gobierno de Venustiano Carranza se creó una oficina de investigaciones que, al igual que el Departamento Confidencial, dependía de la Secretaría de Gobernación (p. 47).
5 Valdez (2021) señala que el Departamento Confidencial vigiló tanto a sacerdotes como asociaciones de laicos por más de dos décadas. Algunas de estas asociaciones fueron la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), Los Caballeros de Colón, la Unión Nacional de Padres de Familia.
6 Según Aguayo Quezada (2010), el presidencialismo daba control al ejecutivo sobre el legislativo y judicial; el partido dominante aglutinó el poder para un grupo hegemónico que no permitió a otros llegar al poder; el apoyo internacional, además de aprobar las acciones del gobierno mexicano, limitaba la colaboración de gobiernos extranjeros a grupos subversivos en el territorio mexicano; y por último la ideología legitimadora, se encargó de dar el significado de lo “mexicano” usando el pasado para dar sentido al presente, pero también respondió al cuestionamiento de hacia dónde se iba como nación (p. 53).
7 Anónima (18 de abril de 1998). La Dirección Federal de Seguridad: Un cuerpo de élite que trabajó en el filo del espionaje, el crimen y la represión. Proceso. Recuperado de http://www.proceso.com.mx/177909/la-direccion-federal-de-seguridad-un-cuerpo-de-elite-que-trabajo-en-el-filo-del-espionaje-el-crimen-y-la-represion
8 Valdez (2021) afirma que desde un inicio los agentes de los Servicios Confidenciales se percibían a sí mismos como “elementos indispensables en la cruzada contra los enemigos del gobierno y todo aquel que intentara detener el avance de la Revolución” (p. 64). Mientras que Aguayo Quezada (2015) afirma que los agentes de la DFS “se consideraban parte de una élite (…) tenían la satisfacción de creer que estaban cumpliendo funciones de vital importancia para el gobierno y la nación”( p. 41).
9 Manuel Rangel Escamilla, Memorándum sobre la asamblea de orientación y propaganda organizada por el Partido Demócrata Cristiano, por la Dirección Federal de Seguridad, 22 de sep 1963. Recuperado de https://biblioteca.archivosdelarepresion.org/item/36781#?c=&m=&s=&cv= Archivos de la Represión (AR). Archivo General de la Nación (AGN), México.
10 González (2023) asegura que en 1962, varios jóvenes que militaban en grupos dirigidos por jesuitas, fueron “expulsados” del Partido Acción Nacional y constituyeron la Juventud Popular Demócrata Cristiana, en la Ciudad de México.
11 A decir de Cintia Smith, Nancy García y Jesús Pérez (2008) , las empresas en Monterrey se cimentaron sobre “la base de un modelo familiar tradicional y celosamente conservador, sustentado en una religiosidad sincrética que complementaba la dimensión humanista del catolicismo con la visión pragmática de las corrientes puritanas angloamericanas, donde el trabajo, el ahorro y la generación de la riqueza son muy valorados.” (p.14).
12 Ricardo Condelle Gómez. Informe sobre la Investigación realizada en el medio social y Político del Estado de Nuevo León, abril 1969, 30 de abril de 1969. Recuperado de https://biblioteca.archivosdelarepresion.org/item/36777#?c=&m=&s=&cv= . AR. AGN.
13 Ricardo Condelle Gómez. Asunto Edo de Nuevo León. Galería 1, 14 de marzo de 1969. AGN.
14 Sobre el apoyo de los industriales a la educación superior y su reacción frente a la creación de la Universidad Socialista en Nuevo León durante el gobierno de Cárdenas véase Mendirichaga (1968).
15 Entrevista a Bernardo Díaz de León Rodríguez realizada por Ana Lucía Álvarez, octubre de 2017.
16 La CEM tenía por objetivo realizar actividades apostólicas a lo largo del país y sus miembros fueron exclusivamente hombres. Entrevista a Leticia Villaseñor Roca realizada por Ana Lucía Álvarez, enero de 2018. Entrevista a Guadalupe Villaseñor Roca realizada por Ana Lucía Álvarez, octubre de 2017.
17 El MEP era una rama especializada de la Acción Católica Juvenil, que a su vez dependía de la Acción Católica, México.
18 En la Universidad de Nuevo León existieron por lo menos dos grupos estudiantiles de ideología marxista con gran influencia entre el alumnado: Los Espartacos; y Las Juventudes Comunistas. Carlos Ruiz (2008) afirma que, durante la década de 1960, hubo alrededor de 530 militantes de estas agrupaciones en Nuevo León (p. 37).
19 Periodo en el que los jesuitas buscaban una nueva forma de trabajo en el mundo contemporáneo. (La Bella, 2007, p. 195).
20 Survey consistió en realizar una serie de estudios sobre la sociedad moderna para “encausar después la actividad de la Compañía” (Aspe Armella, 2007, p. 49)
21 Reflexiones teológico pastoral sobre la acción apostólica del MEP. Caja 4. Sección 2, Depto. Movimientos Especializados. Movimientos Estudiantiles y Profesionales (MEP). Acción Católica Mexicana (ACM). Archivo Histórico de la Universidad Iberoamericana (AHUI), México.
22 Ricardo Condelle Gómez . Informe sobre la Investigación realizada en el medio social y Político del Estado de Nuevo León, abril 1969, 30 de abril de 1969, p. 67.
23 Respecto al inicio del movimiento estudiantil en México véase Rodríguez Kuri (2003).
24 Entrevista a Leticia Villaseñor Roca, realizada por Ana Lucía Álvarez, enero de 2018.
25 Galería 1, DFS, 100-17-1. AGN.
26 Galería 1, DFS, 100-17-1.
27 Ricardo Condelle Gómez. Informe sobre la Investigación realizada en el medio social y Político del Estado de Nuevo León, abril 1969, 30 de abril de 1969, p. 67.
28 FETEC (14 de enero de 1969). A la opinión pública al estudiantado del Tecnológico. El Norte (Monterrey, Nuevo León 10 961, p. A-10. Capilla Alfonsina Biblioteca Universitaria (CABU), México.
29 Sobre este evento véase. González, (2007).
30 Continúan protestas en el Tec (15 de enero de 1969). El Norte, Nº 10962.
31 Entrevista a Hermman von Bertrab por Ana Lucía Alvarez, septiembre de 2017.
32 DFS, 100-17-1. AGN.
34 Galería 1, DFS, 100-17-3-70 L.7 H.164.
35 Al respecto véase Simón (2024).
36 Al respecto véase Rodríguez (2024).
37 Al respecto véase Oikión (2006).
38 Ciudad Nezahualcóyotl centro de conspiración del clero político. DGIPS, 1508/2, Caja 1508A, Exp 2, FS 272, 22 junio-13 dic 1971. AGN.
39 Ciudad Netzahualcóyotl centro de conspiración del clero político”.
40 Entrevista a Gabriel Cámara por Ana Lucía Álvarez, marzo de 2022.
41 Entrevista a José Luis Sierra por Ana Lucía Álvarez, marzo de 2018.
42 Informe a la Provincia. Archivo Histórico de la Compañía de Jesús, México.
43 Por ejemplo, en 1966 Pierre Bigo, expresó “hay una esperanza de esta revolución no sea violenta… Habrá revolución. Violenta o pacífica, pero habrá». También se debatían cartas encíclicas como Populorum Progressio, en las que se condenaba el uso de la violencia, pero haciendo algunas salvedades: «la insurrección revolucionaria —salvo en caso de tiranía evidente y prolongada que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona y dañase peligrosamente el bien común del país— engendra nuevas injusticias”. Guillermo Michel Sinner (1 de julio de 1966). América Latina: tierra de angustia y de esperanza. Chistus, Nº 368, pp. 25-26. Biblioteca Dr. Jorge Villalobos Padilla, S. J, Néxico. Encíclica “Populorum progressio” de su santidad el Papa Pablo VI» (1 de mayo de 1967). Chistus, Nº 377, pp. 394-395.
44 La marcha del 10 de junio de 1971, fue la primera que se realizó en la capital del país después de la masacre del 2 de octubre de 1968. El objetivo era mostrar su solidaridad con los alumnos de la UNAL que en ese momento luchaban porque la universidad tuviera una Ley Orgánica que representara los intereses de los estudiantes y profesores y al mismo tiempo se diera la bienvenida a los líderes estudiantiles exiliados tras el 68. Aunque el problema en la Universidad regiomontana se resolvió antes del 10 de junio, la marcha se mantuvo y fue reprimida por un grupo paramilitar llamado Los Halcones, que dejó un saldo de varios muertos.
45 Llamado de Conciencia (Lunes 14 de junio de 1971), Excelsior, 24-a. Tomado del disco con documentos incluidos en el libro de Aguayo Quezada (2010).
46 José Luis Sierra e Ignacio Salas, colaboraron en la organizaron del MRC, para llevar a cabo huelgas de pagos y manifestaciones. Entrevista a José Luis Sierra por Ana Lucía Álvarez, marzo de 2018.
47 Sobre la lucha del MRC y el pliego petitorio véase Yeen, (2021)
48 Ciudad Netzahualcóyotl centro de conspiración del clero político. DGIPS 1508/2, Caja 1508A, Exp. 2, FS 272, 22 junio-13 dic 1971. AGN.
49 Ciudad Nezahualcóyotl centro de conspiración del clero político.
50 Sociales (15 de julio de 1970). El Informador, p.33. Hemeroteca Nacional de México (HNDM).
51 Entrevista a José Luis Sierra por Ana Lucía Álvarez, marzo de 2018.
52 Tarjetas Xavier de Obeso, 4 de julio de 1973. Galería 1, Fondo DFS, Exp. 12-11-73 H-41 L-1.
53 Galería 1, DFS, 100-17-1 L 23.
54 Entrevista a Gabriel Cámara realizada por Ana Lucía Alvarez, marzo de 2022. y Mexican Craftsmen make better Montessori materials. AHDLPM.
55 Al respecto véase Oliveros y de Obeso (1977).
56 Los jesuitas Desatenderán a los Ricos, Para Ayudar a los Pobres (12 de enero de 1971). El informador. p. 1. HNDM.
57 (24 de enero de 1972) El Infomador, p. 2, HNDM. (15 de marzo de 1972) El Informador, p.1, HNDM.
59 Entrevista a Óscar Maisterra realizada por Melissa Villacaña Díaz, marzo de 2013. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=i505lTH2lH0 [Consultado el 28 de enero de 2024].
60 Luis de la Barreda Moreno (22 de febrero de 1974). Liga Comunista 23 de septiembre. Galería 1, Fondo Liga Comunista 23 de septiembre, Legajo 1. AGN.
61 Luis de la Barreda Moreno (22 de febrero de 1974). Liga Comunista 23 de septiembre.
62 Entrevista a Gustavo Hirales realizada por Ana Lucía Alvarez, febrero de 2023.
63 Entrevista a José Luis Sierra realizada por Ana Lucía Alvarez, marzo de 2018.
64 Entrevista a Gustavo Hirales realizada por Ana Lucía Alvarez, febrero de 2023.
65 Trajeron a otros tres asaltabancos (19 de febrero de 1972). El Porvenir, p. 2. HNDM.
66 Entrevista a José Luis Sierra realizada por Ana Lucía Álvarez, marzo de 2018.
67 Salas Obregón Ignacio Arturo (Tarjetas), Recuperado de https://biblioteca.archivosdelarepresion.org/item/26073#?c=&m=&s=&cv=&xywh=-577%2C-193%2C5760%2C3840 AR. AGN.
68 Hoy se sabe que este operativo militar fue realizado por la LC23S, pero en ese momento los medios apuntaban a disidentes ferrocarrileros. Niegan móviles políticos en el asesinato de Garza Sada (22 de septiembre de 1973). El Informador, p. 1, HNDM. Dos secuestros casi simultáneos en Guadalajara (11 de octubre de 1973). El Informador, p.1.
69 Luis de la Barreda (10 de octubre de 1973). Estado de Jalisco. LC23S, 11-235-L1. AGN.
70 Gobierno y Pueblo no pactarán con criminales (13 de octubre 1973). El informador, p. 1.
71 Dejaron libre los plagiarios a Anthony Duncan (15 de octubre de 1973). El Informador.
72 Identifican a los Supuestos Asesinos de Aranguren (31 de octubre de 1973). El Informador, p. 6.
73 Fue Asesinado un Cabecilla de la Liga `23 de septiembre (6 de febrero de 1974). El Informador.
74 Entrevista a María de la Paz Quintanilla realizada por Ana Lucía Álvarez, junio de 2023.
75 Entrevista a María de la Paz Quintanilla.
76 Aunque Ricardo Melgar (2006) señala la existencia de ciertas características adoptadas por la Liga como es el caso del martirologio.
77 Carta de Ricardo Condelle Gómez, 6 de mayo de 1975. LC23S, Legajo 5. AGN.
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