Dossier

La prensa católica estadounidense ante el proyecto hispanista del primer franquismo (1939-1941)

American Catholic press and the hispanidad project of early Francoism (1939-1941)

Rafael Escobedo Romero
Universidad de Navarra, España

Avances del Cesor

Universidad Nacional de Rosario, Argentina

ISSN: 1514-3899

ISSN-e: 2422-6580

Periodicidad: Semestral

vol. 22, núm. 33, 2025

revistaavancesdelcesor@ishir-conicet.gov.ar

Recepción: 18 diciembre 2024

Aprobación: 04 agosto 2025

Publicación: 05 diciembre 2025



DOI: https://doi.org/10.35305/ac.v22i33.2007

Resumen: El régimen franquista aspiró a redimensionar sus relaciones con las repúblicas hispanoamericanas por medio del proyecto político y cultural que recibió el nombre de hispanidad. Aunque las iniciativas españolas despertaron recelos u hostilidad, tampoco dejaron de conectar significativamente con las inquietudes e intereses de determinados sectores de las sociedades y opiniones latinoamericanas, particularmente con la cosmovisión tradicional que situaba lo católico en el centro de esa identidad hispana. La hispanidad franquista –discursivamente en competencia con el panamericanismo de impulso estadounidense– planteó interesantes desafíos al norte del río Grande. Aunque más adelante adquiriese valor como herramienta anticomunista, durante la guerra mundial, se receló no tanto de una irreal amenaza neoimperial como de la instrumentalización que podía hacer el Eje para proyectarse en el hemisferio. En este contexto, resulta del mayor interés prestar atención a las actitudes hacia la hispanidad de los católicos estadounidenses, o más bien de sus principales creadores de opinión.

Palabras clave: Iglesia católica, Estados Unidos, España. Franquismo, América Latina. Segunda Guerra Mundial. Hispanidad, Commonweal (revista).

Abstract: Franco’s regime aspired to redefine its relations with Latin American republics through the political and cultural project called hispanidad. Although these Spanish initiatives raised suspicions or hostility, they also connected significantly with the concerns and interests of certain sectors in Latin American societies and opinions, especially with the traditional worldview that placed Catholicism in the heart of Hispanic identity. Francoist hispanidad –discursively competing with U.S.– sponsored Pan-Americanism posed interesting challenges north of the Rio Grande. In spite of its later value as anti-Communist tool, during World War II, the concern wasnot so much about an unreal Spanish neo-imperialist menace as for Axis powers to exploit it for their own purposes in the hemisphere. In that context, it is of foremost interest to pay attention to attitudes toward hispanidad by American Catholics, or rather by their main opinion makers.

Keywords: Catholic Church, United States, Spain, Francoism, Latin America, World War II, Hispanidad, Commonweal (magazine).

Introducción

El proyecto franquista de la hispanidad,[1] herramienta del régimen para su proyección exterior en clave nacionalista, elemento discursivo de autolegitimación hacia el interior (Marcilhacy, 2014, p. 73; Pardo, 1995, pp. 36-45), interpretación tradicionalista de la historia y proyecto político antiliberal al que se adhirieron tanto las formulaciones fascistas del falangismo como las de la derecha radical autoritaria (García de Jalón, 2023), “construcción [cuyos] principios conservadores y su evanescencia ideológica encajaron a la perfección con los mutables intereses de la dictadura franquista” (Delgado, 2003, pp. 136-137), entre otras categorizaciones similares propuestas por la historiografía (Fernández de Miguel, 2006, pp. 271-280, Gómez Marín, 2011, González Cuevas, 2018, Piqueras, 2018), fue un fenómeno que debe ser comprendido en el marco de las discusiones de largo alcance acerca de la identidad hispanoamericana,[2] las cuales no eran, en realidad, sino un capítulo dentro de las grandes batallas ideológico-culturales del Occidente contemporáneo. Si la idea franquista de hispanidad tuvo tanta importancia no fue por la capacidad del famélico Estado español de desplegar política cultural o ideológica. Tampoco, como tanto se discutió, por el respaldo que pudieron prestar las potencias del Eje. Los temas presentes en el discurso de la hispanidad, y en el planteamiento en conjunto de la idea, interpelaban a las sociedades hispanoamericanas, despertando adhesiones o rechazos. Las discusiones sobre la hispanidad contuvieron tres planos de conflicto, siendo los dos primeros de carácter político-cultural, mientras que el tercero, aunque vinculado a los anteriores, fue de naturaleza más bien geoestratégica. De este modo, las controversias en torno a la propuesta de la hispanidad se desarrollaron, en primer lugar, en el plano convencional de la tensión izquierda-derecha, o liberalismo-conservadurismo, a lo que pueden añadirse, claro está, derivaciones más complejas. En segundo lugar, dentro de esa tensión merece un enfoque específico el que tiene que ver con la identidad religiosa de las sociedades hispanas. Por último, la hispanidad, más que plantear una alternativa plausible a la hegemonía estadounidense, sí que por lo menos expresaba una voluntad de resistencia frente al panamericanismo,[3] con implicaciones ciertamente delicadas en el contexto de la Segunda Guerra Mundial.

La idea franquista de hispanidad se enraíza en –o forma parte de– el discurso más amplio del americanismo, hispanoamericanismo o hispanismo,[4] que, en torno a la efeméride del cuarto centenario del Descubrimiento y a la coyuntura de la pérdida de las últimas colonias españolas en 1898, se desarrolló a ambos lados del Atlántico para celebrar y reforzar los vínculos entre España y la América hispana. Se trataba en origen de un discurso que no otorgaba un énfasis particular a la dimensión religiosa. Sin embargo, a partir de los años veinte, fue cuajando una interpretación tradicionalista y católica del americanismo, que fue la que adoptó con entusiasmo el término hispanidad. Dos autores se significaron especialmente en la promoción de la idea: Zacarías de Vizcarra y Ramiro de Maeztu. El primero era un sacerdote vizcaíno afincado en Buenos Aires, impulsor del cambio de denominación del Día de la Raza por Día de la Hispanidad. Para Vizcarra, la hispanidad no solo tenía el significado meramente descriptivo de conjunto de los pueblos hispánicos, sino además el que se refería más bien a aquellas cualidades morales y culturales que les habían dotado de identidad histórica. Siguiendo a Menéndez Pelayo, la América hispana era el producto de la evangelización española, mientras que su emancipación lo era de la secularización liberal. El vasco Vizcarra inspiró al también vasco Maeztu (1934), quien, con su Defensa de la Hispanidad, elaboró de forma completa el discurso que emplearía el franquismo.[5] La propuesta de Maeztu partía de una rendida nostalgia del pasado glorioso de la España imperial y de los valores propios de la temprana modernidad en su versión contrarreformista; valores tales como jerarquía, honor, lealtad, caballerosidad, fervor religioso, abnegación, contrapuestos todos ellos a la modernidad racionalista, liberal y materialista (Marcilhacy, 2014, pp. 73-77).

La hispanidad, por lo tanto, no era, como ya hemos señalado, sino una dimensión más del conflicto o tensión del catolicismo, o de la cultura cristiana tradicional, con la modernidad occidental. Se trataba, por lo tanto, de un fenómeno que podía interpelar, como de hecho lo hizo, a católicos de otros horizontes histórico-culturales. En este sentido, una de las respuestas más interesantes fue la de los católicos de Estados Unidos. Ya habíamos avanzado que la hispanidad, en tanto que hispanoamericanismo, se presentó como alternativa o contraposición a la idea de panamericanismo promovido desde Washington. Los católicos estadounidenses se encontraban, por lo tanto, con un discurso político que se enfrentaba a los intereses nacionales de su propio país. Pero el desafío intelectual de la hispanidad iba en realidad mucho más allá. La propuesta cultural tradicional que representaba la hispanidad chocaba con los ideales republicanos y democráticos constitutivos de Estados Unidos. Estos valores eran objeto de una sincera estima también por parte de los católicos norteamericanos. Muchos de sus compatriotas, sin embargo, cuestionaban esa sinceridad a la vista justamente de realidades como la que la hispanidad representaba, la cual, a su vez, era plenamente coherente con las actitudes negativas que la Iglesia católica mantuvo, hasta el Vaticano II, hacia la libertad religiosa y la separación Iglesia-Estado. De este modo, aunque el catolicismo estadounidense se enfrentaba también a la cultura materialista, liberal y secular de la contemporaneidad, rechazaba igualmente las fórmulas más tradicionalistas, históricamente antiamericanas, de los catolicismos europeos o hispanoamericanos (McGreevy, 2003, Escobedo, 2020, 2023a).

Trataremos de valorar en estas páginas el eco que la hispanidad tuvo en la prensa católica estadounidense durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial. Recurriremos, para ello, a diversas publicaciones, con especial atención a Commonweal y a America, que eran –lo siguen siendo en buena medida– los dos semanarios de comentario crítico de cultura y actualidad más prestigiosos del catolicismo norteamericano (Escobedo, 2023b, pp. 317-319). La prensa no solo es creadora de opinión sino caja de resonancia también de los problemas que preocupan a sus lectores (Sampedro, Hallin y Waisbord, 2023, pp. 193-221). Y a los lectores católicos, sin duda, les preocupaba el tratamiento que de la hispanidad hacía la prensa secular o generalista, en tanto en cuanto, de forma directa o indirecta, representaba un cuestionamiento del catolicismo en el foro público estadounidense. Este tratamiento presentaba unos argumentos más o menos permanentes o poco variables, pero, al mismo tiempo, la cuestión de la hispanidad fue evolucionando al ritmo de los acontecimientos mundiales, los cuales, a su vez, fueron determinando el curso histórico del régimen franquista que la promovía. Las líneas básicas de discurso y actuación de lo que fue la hispanidad se hicieron presentes en la acción diplomática del Estado franquista desde el primer momento,[6] pero el impulso decisivo fue la creación, en noviembre de 1940, del Consejo de la Hispanidad.[7] Este impulso vino en el momento álgido de las armas alemanas, muy poco después de la entrevista de Hendaya, en el momento, en fin, de mayor poder de la Falange y del presidente de su Junta Política y ministro de Exteriores Ramón Serrano Suñer. Hasta su caída en desgracia en septiembre de 1942, la hispanidad franquista fue netamente un proyecto falangista (Simón, 2021). Desde nuestro punto de vista, sin embargo, el hito cronológico verdaderamente relevante para las actitudes estadounidenses, católicas o no, hacia la hispanidad es Pearl Harbor. Con la entrada de Estados Unidos en la guerra, en noviembre de 1941, el panamericanismo podría decirse que se vistió de uniforme, de manera que España tuvo que modular notablemente su discurso si no quería comprometer más su precaria neutralidad (Thomàs, 2010, pp. 21-66). Detendremos nuestro análisis en ese punto, dejando para futuras investigaciones las actitudes hacia la hispanidad de unos estadounidenses en guerra total contra los fascismos, pero también en los nuevos contextos de la Guerra Fría.

La premisa imprescindible para la comprensión del fenómeno histórico de la hispanidad es que las ideas victoriosas de la Guerra Civil española estaban presentes también en las sociedades latinoamericanas. Como en otros lugares del mundo, esta guerra suscitó gran atención y una acalorada discusión pública. Muchos de los conflictos presentes en España lo estaban también, a su modo, en los países de Hispanoamérica. En ese contexto, la llamada Falange Exterior había desplegado desde 1936 una importante red de contactos en el continente (Simón, 2021). La política de hispanidad en los inicios del franquismo estuvo completamente en manos de Falange, a la que en gran medida quedó subordinada la misma infraestructura diplomática oficial, y aspiraba a lo que en pocas palabras podía definirse como un verdadero “protectorado espiritual” (Marcilhacy, 2014, pp. 82-83). Las resistencias en Latinoamérica, sin embargo, fueron muy importantes desde el principio, también entre la derecha, así como desde los distintos gobiernos hispanoamericanos (Marcilhacy, 2014, pp. 90-91). La presencia de nutridos grupos de exiliados contribuyó también a prevenir sobre el carácter profascista (o simplemente, fascista) del discurso de la hispanidad, enfatizando la real o potencial capacidad de ser utilizado como vector de influencia por parte de las potencias del Eje, así como sobre las ambiciones “tutelares” del nuevo régimen español. Esos grupos de exiliados resultaron, de hecho, de gran utilidad para la acción exterior de Estados Unidos en favor del rival proyecto panamericanista (Delgado, 2003, p. 140). Las victorias militares de Hitler reforzaron, pues, los recelos, pero al mismo tiempo permitieron a España insinuar su capacidad de gran interlocutor entre la hispanidad, o sea, el conjunto de lo hispano, y el nuevo orden europeo (Delgado, 2003, pp. 141-142). Fue, por lo tanto, el periodo de nuestro estudio el momento en el que la hispanidad franquista se desplegó con mayor optimismo, el momento en el que la hispanidad pudo permitirse una cierta veleidad imperial.

Preocupación por la hispanidad en la prensa secular

En este ambiente de triunfalismo y de grandes expectativas, Franco decretó, el 2 de noviembre de 1940, como ya habíamos mencionado, la creación del Consejo de la Hispanidad. El New York Times interpretó su establecimiento como expresión del deseo del régimen franquista de “reestablecer la antigua influencia [de España] en Sudamérica”.[8] En efecto, el preámbulo del decreto, con su ampulosa retórica, parangonaba la misión que se asignaba al nuevo organismo con la del antiguo Consejo de Indias: “la función que se le asigna, trasunto de aquellas otras gloriosas tareas del Consejo de Indias, padre de leyes justas, ordenador de pueblos, creador de cultura, que fue cabeza rectora de nuestra política más allá de los mares”.[9]El corresponsal estadounidense, por supuesto, no dejaba de prestar atención a esta tan significativa apelación a la historia, aunque aclaraba que el mismo preámbulo renunciaba explícitamente a cualquier reivindicación territorial, la cual, por otro lado, resultaría en realidad completamente fantástica a la vista de las capacidades de España.[10]

El juicio de la revista izquierdista The New Leader fue mucho más duro. El Consejo de Hispanidad era el resultado del entendimiento entre Serrano Suñer y Ribbentrop. Dick Reynard, autor del artículo, lo iniciaba denunciando que:

Mientras un bloque pro-Franco de funcionarios y subsecretarios del Departamento de Estado preparan planes para prestar a España millones de dólares en algodón, tabaco y, quizás, petróleo y alimentos, el ministro de Exteriores de Madrid conspira con su homólogo de Berlín para volver Sudamérica contra los aliados y contra los esfuerzos de Estados Unidos para implementar su política de defensa hemisférica.[11]

De acuerdo con Reynard, Hitler habría prometido a Serrano “completa hegemonía española sobre Argentina, Uruguay, Bolivia, Chile, Paraguay, Colombia y tal vez otras antiguas colonias que una vez formaron parte del imperio de Felipe II”,[12]además, por supuesto, de territorios en el norte de África. Desde el punto de vista nazi, las promesas alemanas sobre Hispanoamérica eran:

el as en la manga de Hitler en su juego con Madrid. Si algo puede servir para ganar a Franco y a sus apoyos clericales para la estrategia del Eje es la idea de un control español –y, por lo tanto, clerical– del último baluarte del catolicismo.[13]

Reynard apuntaba, por lo tanto, al factor religioso como completamente central en los designios hispanistas del régimen de Franco. Solo después de estas consideraciones es cuando el periodista estadounidense se refiere a la creación del Consejo de la Hispanidad, como órgano coordinador de la propaganda española y configurado, según Reynard, a partir del modelo “del Departamento nazi de Alemanes en el Extranjero, del cual es director Herr Ernest Bohle, uno de los hombres a los que Serrano Suñer ha visto frecuentemente en Berlín”. El autor era consciente de lo ridículo que sería exagerar el alcance de las aspiraciones españolas: “Aquí, algunos grupos, por lo demás bien informados, tanto en círculos gubernamentales como diplomáticos, parecen dispuestos a burlarse de cualquier esfuerzo de los españoles por interferir en los planes estadounidenses de defensa”.[14] Sin embargo, advertía de que

ignoran la crisis que ya han creado agentes españoles en Uruguay en relación al intento de Montevideo de arrendar terrenos a Estados Unidos para una base naval. El Sindicato Universitario Español, la organización estudiantil de la Falange, dirigido desde Madrid, ha inundado a los ministros uruguayos con telegramas urgiéndoles a no cooperar con [Estados Unidos].[15]

Añadía a lo anterior que “emisiones especiales para América Latina han estado exhortando a estas naciones a no ‘ser intimidadas por los Estados Unidos’.Por supuesto, y a pesar de la importante implantación de la Falange Exterior en varios países latinoamericanos, su capacidad de acción era bastante limitada, pero no podía descartarse que esta se multiplicase con “la Gestapo y la maquinaria consular alemana”. Aún más, las actividades de Falange no comprometían la neutralidad de los Estados latinoamericanos en la medida que podían hacerlo las alemanas: “Puede trabajar públicamente, mientras que los agentes del Reich deben operar clandestinamente.El artículo concluía lapidariamente: “Es obvio que Franco está controlado por Suñer, que Suñer está controlado por Berlín, y que Berlín puede ahora dar órdenes como le plazca a la Falange Española en Sudamérica”.[16]

Un poco después, en enero de 1941, unas palabras de Serrano Suñer llamaron de nuevo la atención del Times de Nueva York.En un discurso ante militantes falangistas, Serrano aseguró que el régimen quería restaurar la conciencia de:

“aquella antigua gran comunidad hispánica (…) compuesta no solo de España sino también de sus antiguas colonias». Aseguró que los sudamericanos que, con «un estrecho nacionalismo y falso orgullo nacional», se oponían a la hispanidad a menudo estaban apoyados por esfuerzos exteriores para «imponer otras civilizaciones», que no nombraba, «sobre la propia entidad de los pueblos de Sudamérica.[17]

De todos modos, tanto la información del New Leader como la de la cabecera neoyorkina no dejaban de ser sueltos secundarios. En la segunda de ellas ni siquiera era el tema principal. En cambio, la información enviada por el corresponsal del New York Times en Panamá ocupó un espacio algo más amplio. En ella, se advertía al público americano de que todo el programa de la hispanidad y los llamados Centros de la Hispanidad que se habían establecido en distintos lugares del continente estaban completamente dirigidos a fortalecer el frente propagandístico del Eje, especialmente después de que tanto nazis alemanes como fascistas italianos hubiesen sido “arrogantes”, cometiendo“muchas equivocaciones”.En realidad, lo que limitaba la acción de estos dos países era una condición de beligerantes que España no tenía. El articulista incurría en algunos errores factuales bastante evidentes[18] y describía la red falangista más que como un servicio de espionaje como una especie de secta, que operaba al margen y por encima de la diplomacia española ordinaria. Según la tal vez demasiado aventurada opinión del corresponsal, la Falange Exterior monitorizaba las actividades de los españoles en el extranjero y les obligaba a colaborar bajo amenaza de represalias a sus familias en España.[19]

La discusión católica: la polémica Ryan-Junco

El primer medio católico importante en prestar atención a la hispanidad fue The Commonweal, cuya línea editorial respecto del franquismo fue, en general, de hostilidad (Escobedo, 2023b). El sacerdote y latinoamericanista Edwin Ryan, profesor en la Universidad Católica de Estados Unidos, en Washington, razonaba en febrero de 1941 su recelo hacia la hispanidad franquista. Comenzaba congratulándose por el renovado interés en Estados Unidos por América Latina, virtualmente inexistente diez años antes. Sin embargo, señalaba que ese interés estaba poco informado, también entre los católicos. Lamentaba que algunas manifestaciones de simpatía hacia la hispanidad por parte de católicos norteamericanos parecían ignorar que esta era “un movimiento dirigido desde España bajo el patrocinio de Hitler para socavar la influencia de Estados Unidos en América Latina”.[20]

Muy poco después, Commonweal volvió a contar con otra colaboración de Ryan sobre la hispanidad[21]. Consideraba que el movimiento puramente cultural que arrancó con el cambio de siglo era “irreprochable”y debía despertar la simpatía de cualquiera que aprecie la cultura hispánica, pero “el gobierno comunista percibió las posibilidades del ‘hispanismo’ y comenzó a usarlo como fuerza política, y el presente régimen español está continuando esa política”.Según Ryan, Franco estaba buscando una “más estrecha colaboración política” y llegaba a asegurar que “en Sudamérica algunos de los más honestos y entusiastas seguidores del hispanismo están de hecho hablando de restaurar la dominación española”. Para Ryan, el movimiento era netamente antiestadounidense, puesto que consideraba que cualquier avance de la política de “buena vecindad” se traducía automáticamente en la misma medida en una disminución de la influencia política española, la cual, a su vez, en aquellos momentos de cenit del poder nazi, no era sino un instrumento en manos del Eje.[22] Ryan se alineaba así con las valoraciones más exageradamente alarmistas, tanto en cuanto a los propósitos neoimperiales de España como de las actividades pro-Eje en Latinoamérica:

Aunque los hispanoamericanos reverencian la cultura española, como es natural y correcto, es probable que haya muy pocos, si es que hay alguno, favorables a ver a España gobernando otra vez en cualquier parte del hemisferio occidental. Sin embargo, el número de los españoles que viven en Hispanoamérica no es irrelevante y algunos de ellos son muy influyentes, mientras que los agentes de Hitler en esa parte del mundo son muy numerosos y excelentemente organizados.[23]

Los recelos de Ryan no eran muy distintos de los de la prensa secular, lo que desde su propia perspectiva católica le generaba una inquietud añadida. Más bien, era precisamente su preocupación por la Iglesia lo que convertía el fenómeno de la hispanidad franquista en algo particularmente irritante a sus ojos. Para Ryan, la hispanidad no era, en manos del franquismo, sino otra manera más de instrumentalizar políticamente a la religión católica. “Unir a la Iglesia con una causa política no es un truco nuevo para los políticos españoles o hispanoamericanos”.[24]

La réplica a la anti-hispanidad de Ryan y de Commonweal vino de manos del escritor mexicano Alfonso Junco, un intelectual conservador que se significó por su defensa del franquismo en el más antifranquista de los países hispanoamericanos (Sola, 2014a, 2014b, 2016)[25]. Para empezar, desechó por completo la posibilidad de que existiese en la cabeza de nadie, ni en España ni en Hispanoamérica, idea tan peregrina como la de una especie de neoimperio español en América. Rechazando la interpretación de la hispanidad como una causa política, Junco la conceptualizaba como “algo mucho más elevado y más profundo, que trasciende lo meramente político, circunstancial, cambiante y contingente”.Además, “la hispanidad no es una enemiga de Estados Unidos. Busca una amistad sincera con los Estados Unidos, una amistad digna, respetuosa y mutuamente fructífera”,aunque advertía que “Lo que no desea –incluso aunque se presente de guisa halagadora – es deformación y subordinación. Seguro que no puede haber nada ofensivo en esta actitud para los estadounidenses inteligentes y empáticos”.Para ello, era necesario un mejor conocimiento del mundo hispánico por parte de los estadounidenses.[26]

No obstante esta protesta de mutua cordialidad, una parte larga y sustancial del artículo de Junco se dedicaba precisamente a enumerar los agravios, agresiones y amenazas de Estados Unidos –de su Gobierno, de su cultura y de sus intereses económicos– contra la América hispana. Culpaba a Estados Unidos de haber promovido la desintegración en pequeños y débiles Estados la antigua unidad de Hispanoamérica, de haberle arrebatado territorios y de haber intervenido numerosas veces en su política interna, en muchas ocasiones para instalar a regímenes decididamente opresivos. A esta parte de su discurso, que se asemejaba mucho al que podía desplegar un autor de izquierda, Junco añadía tres agravios de procedencia estadounidense que preocupaban específicamente al conservadurismo católico y al tradicionalismo cultural del que este conspicuo vindicador mexicano del franquismo era netamente representante. A saber: la propaganda protestante, sembradora, con sus métodos agresivos y sus ocasionales alianzas con gobiernos anticlericales, de desunión en el cuerpo nacional; la difusión de costumbres y modas inmorales como el divorcio, el jazz o los clubes nocturnos; y, por último, un cierto indigenismo antihispánico.[27]

Ryan respondió en una carta al director. Reiteraba de nuevo su aprecio por la cultura española pero, al mismo tiempo: “como ciudadano de los Estados Unidos, me opongo a cualquier movimiento que pueda perjudicar a mi país y no admito que el hecho de que yo sea católico me obligue a admirar todo lo español”.[28]No era Ryan, pues, hispanófilo a fuer de católico, como sí que lo eran no pocos dentro de la Iglesia estadounidense (Escobedo, 2020, p. 348). Sin embargo, su intento de contradecir a Junco no resultó demasiado lucido. Su argumento a favor de la existencia de un proyecto español de dominación política se armó sobre una un tanto anacrónica miscelánea selección de acontecimientos, varios de ellos acaecidos más de cien años antes, con los que pretendía demostrar cómo España había conspirado repetidamente para poner a las repúblicas hispanoamericanas en contra de Estados Unidos. Tal vez merezca la pena resumir el listado de acontecimientos para que quede más de relieve la poca consistencia de su temor a un neoimperialismo español: la renuencia de Fernando VII a reconocer las repúblicas hispanoamericanas que dificultó la normalización de relaciones con la Santa Sede, la sospecha de que en 1846 un expresidente ecuatoriano intentó recabar ayuda española para volver al poder, varias conferencias en torno a 1856 en las que supuestamente la diplomacia española intentó acciones concertadas con las repúblicas hispanoamericanas contra Estados Unidos, manifestaciones públicas de algunos intelectuales de que el acercamiento hispanista podía ser un medio para disminuir la influencia estadounidense, alguna publicación neoimperialista sin relevancia real o incluso alguna conexión germanófila durante la anterior guerra. Todo ello le llevaba a concluir que

La historia del movimiento justifica que lo tratemos con precaución, especialmente en estos días de conspiración e intriga, ya que es fácil para personas astutas obtener control de un movimiento y ponerlo al servicio de propósitos cuyos sinceros y desinteresados partidarios nunca desearon.[29]

Para la periodista de origen venezolano Lulu Vargas, Ryan erraba en los detalles, pero acertaba en el fondo. Prevenía del riesgo de caer en una “Leyenda Rosa” para contrarrestar a la Leyenda Negra y defendía a los Estados Unidos de su tiempo en tanto en cuanto la Good Neighbor policy de Roosevelt había dejado ya atrás las actitudes abusivas del pasado. Sí admitía, en cambio, que el proselitismo agresivo protestante no era bueno para las relaciones con América Latina. Concluía rechazando el uso político que se hacía de la hispanidad, comprendiendo y apoyando a aquellos estadounidenses que se sentían atacados por tal uso.[30]

El interés despertado por la respuesta de Junco llevó a Commonweal a invitarle de nuevo en octubre[31]. El concepto de hispanidad se enfrentaba, para Junco, a varios falsos antagonismos. Se ocupó primero de lo que hoy llamaríamos indigenismo pero que él denominaba “indianismo”.Para el autor mexicano, el auténtico hispanismo es el mejor indianismo”,[32] puesto que, a través del “mestizaje”,[33] este quedó incorporado a la hispanidad sin el lastre del racismo de otras culturas europeas. Hispanidad significaba para Junco ante todo unidad: realización de unidad respecto de la fragmentación precolombina y aspiración de unidad frente a la fragmentación política de las repúblicas hispanoamericanas entre sí y con la madre patria española. El más poderoso aglutinante de esa unidad hispana era precisamente la religión: “Con la llegada del cristianismo, los sacrificios sangrientos y el canibalismo fueron abolidos. Los indios fueron elevados a un más elevado plano de existencia, de dignidad humana y de fraternidad común”[34].Las patrias hispanoamericanas nacieron de una desgraciada guerra civil, que fue aprovechada por los seculares enemigos de España para dividir y dominar. Para Junco, en la época republicana, la independencia política vino acompañada de una creciente sumisión a los designios de los pueblos anglosajones, para los cuales

uno de los más efectivos medios de promover nuestra sujeción espiritual es deformar, despreciar o suplantar lo hispánico, que constituye la verdadera alma de nuestra cultura, el núcleo de nuestro ser, el valladar de nuestra persistencia en vivir en nuestra propia tradición. Es por esto por lo que cuando los escritores anglófonos tratan de estas cosas tendemos a recibirlos con desagrado o suspicacia. Sus palabras parecen revestir deliberadamente oscuros propósitos, aunque esto a menudo solamente se debe a la ignorancia, a la información incompleta o a la dificultad para penetrar en lo que son maneras de ser y de vivir profundamente diferentes.[35]

Fruto de esta mezcla de tergiversación y desconocimiento, señalaba su desagrado hacia ciertos términos de curso común –entonces y hoy– como Latinoamérica en vez de Hispanoamérica, el epíteto periodístico de “nación azteca” para referirse a México o los vocablos colonia y colonial para aquello que debiera ser más propiamente llamado virreinal. Sin embargo, para Junco era sumamente importante destacar, como lo enfatizaba en cursiva, que “la Hispanidad no es enemiga de los Estados Unidos”. El remedio que proponía para el desencuentro entre la Hispanoamérica y la Angloamérica no era otro que el del catolicismo. Ese era el elemento común que podía unir a una porción muy significativa de los anglosajones del norte con los hispanos del sur:

los católicos de ambas Américas podemos establecer los más seguros lazos de unión y amistad. Nosotros, los hispanoamericanos, podemos entender y amar a los Estados Unidos más fácilmente a través de sus buenos católicos. Ellos, por su parte, pueden entendernos y amarnos más fácilmente, y pueden preparar el camino en su país para una mejor comprensión de lo que somos y de lo que queremos.[36]

Este era, en efecto, el gran factor de relevancia de la hispanidad para la cultura católica de los Estados Unidos. El reverendo Ryan dio cumplida respuesta en la sección de cartas al director unos días después. Criticó el intento de Junco de ignorar deliberadamente el contenido político de la hispanidad, considerando ingenuo que careciese de él simplemente porque sus postuladores lo negaran. Y retaba a Junco, que en aquel momento viajaba hacia a España, a que el Consejo de la Hispanidad proclamase “oficial y públicamente que está contra los nazis y no contra Estados Unidos”.[37]

Hispanidad y Leyenda Negra

La otra gran cabecera católica, la revista jesuita América, no se interesó específicamente por la hispanidad hasta mayo de ese mismo 1941. Ciertamente, ya en diciembre de 1939 deslizó un breve comentario editorial en el que daba por buena aquella discutible interpretación que contraponía el sentido espiritual de la cultura española frente al materialismo de la cultura de Estados Unidos: “Es bueno recordar que la cultura española es definitivamente espiritual en contenido y propósito. La cultura estadounidense, por el contrario, tiene una tendencia puramente materialista, que definitivamente no suscitará el aprecio de nuestros vecinos sudamericanos”.[38] Al contrario que el profesor Ryan, en efecto, los jesuitas tendieron casi siembre a la hispanofilia a fuer de catolicismo. En mayo de 1941, la periodista y activista católica Eileen Egan escribió un largo artículo para defender el proyecto de la hispanidad de la consabida doble incriminación de plataforma para un neoimperialismo español y de cobertura para el Eje[39]. Para Egan, la política cultural de hispanidad que quería desplegar el franquismo era un proyecto admirable:

España, desperezando su alma tras una larga decadencia y recordando su gran pasado, proclama a la Hispanidad como ese brazo de la civilización latina y cristiana que ella ha representado en el mundo. Una política en favor de la Hispanidad[40] se propone fortalecer esta cultura allí donde exista y promover la unidad espiritual entre los portadores de esta cultura allí donde vivan. No es un movimiento político. Que el estándar de valores de esta cultura choque en algunos puntos con los valores más importantes de los anglosajones, y tal vez con la mente moldeada por el capitalismo, es esperable.[41]

Criticaba la interpretación en clave política y criticaba también que la Leyenda Negra, injusta y parcial, dominaba completamente la historiografía sobre España y lo hispano, llegando incluso a formar parte de la herencia cultural del mundo anglosajón.[42] En un sentido más pragmático, un comentario editorial de la misma revista aseguraba poco después que la actitud negativa hacia Franco constituía un “gran y torpe escollo en el camino de nuestras relaciones con Sudamérica”.[43]

Con todo, el New York Times continuó informando de movimientos alarmantes, dando prácticamente por sentado que cualquier cosa relacionada con hispanidad, Consejo de la Hispanidad o similar era financiada directamente por Berlín. Preocupaba todo el hemisferio, pero sobre todo México,[44] así como también Cuba, donde el gobierno de la isla estaba haciendo esfuerzos para tener bajo control la actividad propagandística del franquismo.[45] Una organización de exiliados republicanos, el Comité Unido Americano-Español de Ayuda (United American Spanish Aid Committee) envió telegramas al secretario de Estado Hull y al embajador británico Halifax para impedir el viaje de cuatro mexicanos que querían volar a España para reunirse con el Consejo de Hispanidad.[46] Su vuelo tuvo escalas en Estados Unidos, pero cuando llegaron a la isla de Bermuda, los británicos les denegaron finalmente la continuación del viaje.[47] Como se informaría algo más tarde, ya con Estados Unidos dentro de la guerra, la potente colonia exiliada española en México se mostró activa contra estas redes de propaganda. El corresponsal del New York Times en México llamaba también la atención del desmarque de elementos católicos de los proyectos de hispanidad por su vinculación con el nazismo.[48]

Conclusiones

Varios eran los ingredientes que convertían en repulsiva para la sensibilidad estadounidense la idea de hispanidad: primero de todo, era promovida por un régimen dictatorial de derechas, amigo de Hitler y Mussolini; planteaba, además, un desafío a los esfuerzos de Estados Unidos por alinear en su esfera de influencia a las repúblicas iberoamericanas; despertaba sin dificultad todos los prejuicios antihispánicos de la Leyenda Negra; y representaba, en definitiva, la cosmovisión más tradicional, antiliberal, antidemocrática y antiprogresista del catolicismo. Los medios generalistas –todavía más si estaban más marcados editorialmente hacia la izquierda– contemplaron el fenómeno con la menor de las benevolencias. Para los medios católicos –para los creadores de opinión pública católica, si se prefiere–, la hispanidad planteaba, en cambio, interesantes dilemas y elementos para la reflexión. Las respuestas católicas, como hemos comprobado, distaron de ser unánimes. En los años siguientes, a partir de la entrada de Estados Unidos en la gran conflagración mundial y, más adelante, en las inquietudes del mundo bipolar, las discusiones se adaptaron a esas cambiantes circunstancias, aunque, como trataré de demostrar en ulteriores aportaciones, las líneas básicas ya quedaron más o menos bien establecidas.

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Notas

1 Aunque en los textos nos encontraremos Hispanidad con mayúscula, emplearemos, siguiendo la recomendación académica, el término hispanidad en minúsculas. En los textos en inglés no suele traducirse, aunque nos encontramos a veces con la traducción Hispanism, que en español y durante el siglo XX tiene un matiz semántico algo distinto (véase Marcilhacy, 2014). En una ocasión, hemos encontrado incluso la traducción Hispanicism: Vargas Vila, L. (25 de julio de 1941). Hispanidad. The Commonweal. Archivo de la revista, Nueva York, Estados Unidos.
2 Emplearemos de forma bastante indistinta en este trabajo los términos Hispanoamérica y Latinoamérica, y sus derivados, si bien ya el uso de uno u otro resulta bastante revelador de la naturaleza de muchas de estas discusiones (véase Marcilhacy, 2010, pp. 157-168).
3 Sobre el concepto de panamericanismo, en conflicto con los hispanoamericanismos, ya de derechas, ya de izquierdas, véase Correa (2020), Marcilhacy (2010, pp. 134-152) y Sepúlveda (2005, pp. 244-253 y 259-263).
4 Nuevamente, nos encontramos con el uso de varios términos intercambiables, aunque con sus matices de significado. Véase: Marcilhacy (2010) y Sepúlveda (2005, pp. 99-175).
5 Sobre Defensa de la Hispanidad, véase González Cuevas (2003, pp. 309-317).
6 Esto queda de manifiesto en un comentario editorial de la revista America del 16 de diciembre de 1939, al que más adelante nos referiremos.
7 Ley de 2 de noviembre de 1940, por la que se crea el Consejo de la Hispanidad. Boletín Oficial del Estado (7 de noviembre de 1940), 312, p. 7649. Acceso en línea: https://boe.es/. Sobre el Consejo de la Hispanidad, véase Delgado (1992, pp. 268-285).
8 Spain Forms Council For South America (8 de noviembre de 1940). The New York Times. Repositorio digital por suscripción: nytimes.com (NYT). La traducción de textos del inglés es del autor.
9 Ley de 2 de noviembre de 1940, por la que se crea el Consejo de la Hispanidad. Boletín Oficial del Estado (7 de noviembre de 1940), 312, p. 7649.
10 Spain Forms Council For South America (8 de noviembre de 1940). The New York Times.
11 Reynard, D. (30 de noviembre de 1940). Spain’s “Hispanidad Council” Fronts for Reich Consuls in West Indies, Latin America. The New Leader. Biblioteca de la Universidad de Navarra (BUN), Pamplona, España. Sobre The New Leader: Bernstein, R. (25 de enero de 1989). 65th Birthday Party for a Voice of Liberal Opinion. The New York Times.
12 Reynard, D. (30 de noviembre de 1940). Spain’s “Hispanidad Council” Fronts for Reich Consuls in West Indies, Latin America. The New Leader.
13 Reynard, D. (30 de noviembre de 1940). Spain’s “Hispanidad Council” Fronts for Reich Consuls in West Indies, Latin America. The New Leader.
14 Todas las citas entre comillas de este párrafo corresponden a: Reynard, D. (30 de noviembre de 1940). Spain’s “Hispanidad Council” Fronts for Reich Consuls in West Indies, Latin America. The New Leader.
15 Reynard, D. (30 de noviembre de 1940). Spain’s “Hispanidad Council” Fronts for Reich Consuls in West Indies, Latin America. The New Leader.
16 Todas las citas entre comillas de este párrafo corresponden a: Reynard, D. (30 de noviembre de 1940). Spain’s “Hispanidad Council” Fronts for Reich Consuls in West Indies, Latin America. The New Leader.
17 Hamilton, T. J. (31 de enero de 1941). Spain Links Pleas to Stand on 'Honor'. The New York Times.
18 Atribuye a Rafael Sánchez Mazas, «con cuartel general en San Sebastián», la dirección de Falange Exterior, cuando lo cierto es que Sánchez Mazas no era ya delegado del Servicio Exterior de Falange y la sede del organismo hacía tiempo que se había trasladado a Madrid (González Calleja, 1994, p. 295 y 282). Más chocante –cuando no risible– es cuando afirma que las siglas JONS significan “Juventudes Obreras Nacional Sindicalistas” (National Syndicalist Youth Workers).
19 Calhoun, C. H. (16 de marzo de 1941). Franco Front Active In Western Hemisphere. The New York Times.
20 Ryan, E. (7 de febrero de 1941). Latin America Is Dynamite. The Commonweal. Un lector de nombre hispano reprocharía poco después a Ryan su dogmatismo al referirse a la hispanidad, aunque coincidía con la necesidad de católicos estadounidenses bien formados en estudios latinoamericanos (Ferroz, L. (21 de marzo de 1941). Latin America Is Dynamite. The Commnoweal. TC). La condición del padre Ryan de profesor y secretario ejecutivo del Instituto de Estudios Iberoamericanos de la Universidad Católica de Estados Unidos parece deducirse de U. S. Senate (1941, 2, p. 830) y de Deplores Abuse of Science to Kill (20 de mayo de 1940). The New York Times.
21 Ryan, E. (21 de marzo de 1941). “Hispanismo” Yesterday and Today. The Commonweal.
22 Todas las citas entre comillas de este párrafo corresponden a: Ryan, E. (21 de marzo de 1941). “Hispanismo” Yesterday and Today. The Commonweal.
23 Ryan, E. (21 de marzo de 1941). “Hispanismo” Yesterday and Today. The Commonweal.
24 Ryan, E. (21 de marzo de 1941). “Hispanismo” Yesterday and Today. The Commonweal.
25 Junco, A. (6 de junio de 1941). The U. S. and Hispanidad. The Commonweal.
26 Todas las citas entre comillas de este párrafo corresponden a: Junco, A. (6 de junio de 1941). The U. S. and Hispanidad. The Commonweal.
27 Junco, A. (6 de junio de 1941). The U. S. and Hispanidad. The Commonweal.
28 Ryan, E. (27 de junio de 1941). U. S. and Hispanidad. The Commonweal.
29 Ryan, E. (27 de junio de 1941). U. S. and Hispanidad. The Commonweal.
30 Vargas Vila, L. (25 de julio de 1941). Hispanidad. The Commonweal. Sobre Lulú Vargas (1910-2005): Lulu Vargas Lists Attendants (15 de agosto de 1938). The New York Times; Lulu Vargas A Bride In Church Ceremony (21 de agosto de 1938). The New York Times; Porter Loring Mortuaries (c. 22 de diciembre de 2005). Obituary information for Lulu Vargas-Vila Lee. Página de internet: https://www.porterloring.com/obituaries/Lulu-Vargas-Vila-Lee?obId=18261130 .
31 Junco, A. (10 de octubre de 1941). What is Hispanidad? The Commonweal.
32 Cursiva de énfasis en el original.
33 En español en el original.
34 Todas las citas entre comillas de este párrafo corresponden a: Junco, A. (10 de octubre de 1941). What is Hispanidad? The Commonweal.
35 Junco, A. (10 de octubre de 1941). What is Hispanidad? The Commonweal.
36 Junco, A. (10 de octubre de 1941). What is Hispanidad? The Commonweal.
37 Ryan, E. (7 de noviembre de 1941). What is Hispanidad? The Commonweal.
38 Sección “Comment” (16 de diciembre de 1939). América. Biblioteca de la Universidad de Georgetown, Washington, Estados Unidos (BUG).
39 Egan, E. (24 de mayo de 1941). Grim Horsemen Soon May Ride Out of Prostrate Spain. América. Sobre Eileen Egan (1912-2000): Malone, A. (20 de octubre de 2000). Eileen Egan, pacifist, helped start Pax Christi. National Catholic Reporter. Disponible en línea: https://natcath.org/NCR_Online/archives2/2000d/102000/102000h.htm.
40 Las dos veces en español en el original.
41 Egan, E. (24 de mayo de 1941). Grim Horsemen Soon May Ride Out of Prostrate Spain. América.
42 Egan, E. (24 de mayo de 1941). Grim Horsemen Soon May Ride Out of Prostrate Spain. América.
43 Sección “Comment” (5 de julio de 1941). América.
44 Madrid Conference Will Woo America (5 de octubre de 1941). The New York Times.
45 Guests of Franco Barred by British (14 de octubre de 1941). The New York Times.
46 Hull Asked to Bar Group (7 de octubre de 1941). The New York Times.
47 Guests of Franco Barred by British (14 de octubre de 1941). The New York Times.
48 Spaniards in Mexico Act to Curb Falange (11 de febrero de 1942). The New York Times.
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