Dossier

De la encrucijada de los años noventa a la renovación del nuevo siglo. La consolidación de un campo historiográfico del anarquismo en la Argentina

From the crossroads of the nineties to the renovation of the new century. The consolidation of a historiographical field of anarchism in Argentina

Ivanna Margarucci *
Universidad de Tarapacá, Chile
Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas, Argentina
María Laura Fernández Cordero
Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

Avances del Cesor

Universidad Nacional de Rosario, Argentina

ISSN: 1514-3899

ISSN-e: 2422-6580

Periodicidad: Semestral

vol. 21, núm. 31, 2024

revistaavancesdelcesor@ishir-conicet.gov.ar

Recepción: 28 abril 2023

Aprobación: 10 junio 2024

Publicación: 05 diciembre 2024



DOI: https://doi.org/10.35305/ac.v21i31.1999

Financiamiento

Fuente: Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (Chile)

Nº de contrato: Fondecyt Postdoctorado N° 3230006

Beneficiario: Ivanna Margarucci (Investigadora Responsable)

Resumen: El artículo tiene por objetivo describir y mapear el campo historiográfico del anarquismo en la Argentina consolidado en las dos primeras décadas del siglo XXI. A partir del análisis de una serie de antecedentes, la hipótesis afirma que, si a fines de los años noventa algunos autores diagnosticaron una “paralizante encrucijada” de los estudios de la historia de la izquierda argentina, más de un cuarto de siglo después, ese campo enseña su fortalecimiento y “renovación”. Para explicar este proceso multifacético se consideran las siguientes variables: la creación y sostenimiento de archivos de la sociedad civil, la celebración periódica de reuniones científicas y la proliferación de las producciones académicas. A su vez, se plantea que la elaboración de estados de la cuestión sucesivos, al dar cuenta de las transformaciones, los problemas centrales y las discusiones que atraviesan al campo, evidencian ellos mismos el dinamismo del proceso. A partir de este panorama del presente, hacia el final del artículo, bosquejamos algunas apuestas para un campo que promete mantener esa tendencia.

Palabras clave: Anarquismo, Argentina, campo historiográfico, renovación.

Abstract: The article aims to describe and map the historiographical field of anarchism in Argentina consolidated in the first two decades of the 21st century. Based on the analysis of a series of antecedents, the hypothesis proposes that, if at the end of the nineties, some authors diagnosed a “paralyzing crossroads” of Argentine left-wing history studies, more than a quarter of a century later, this field shows its strengthening and “renovation”. To explain this multifaceted process, the following variables are considered: the creation and maintenance of civil society archives, the periodic holding of scientific meetings and the proliferation of academic productions. At the same time, it is proposed that the elaboration of the successive states-of-the-art, by accounting for the transformations, the central problems and the discussions that cross the field, evidence the dynamism of the process. Based on this overview of the present, towards the end of the article, we outline some bets for a field that promises to maintain this trend.

Keywords: Anarchism, Argentina, historiographical field, renovation.

Introducción

Al tiempo que desplegaba su acción en la Argentina, el anarquismo fue escribiendo los pormenores de su propia historia. Aquellas evaluaciones tempranas encontraron eco en la historiografía académica que, sobre todo en la última década, creció y se consolidó al ritmo de una serie de estados de la cuestión sucesivos.

Como parte de estas producciones, al inicio y al final de los años noventa, se publicaron dos balances muy importantes por el diagnóstico que hacían de la historia de la izquierda argentina, en general, y del anarquismo en particular, campos que, en realidad, estaban aún por construirse. Si en 1991 la socióloga Dora Barrancos revisaba las tensiones entre las clásicas lecturas militantes y los estudios profesionales del movimiento anarquista que, con el fin de la última dictadura cívico-militar y la transición a la democracia, comenzaban a despuntar, en 1997 los historiadores Jorge Cernadas, Roberto Pittaluga y Horacio Tarcus hacían un diagnóstico crítico del estado de situación y expresaban una fuerte demanda en torno de la debilidad de la producción, tanto militante como académica. Si bien su enfoque englobaba a las izquierdas en plural, el anarquismo era una de las principales vertientes analizadas.

Algunos años después, un conjunto de repasos escritos entre 2010 y 2023 continuó sopesando las vicisitudes de la historiografía del movimiento anarquista. En ellos se daba cuenta de las transformaciones, los problemas centrales y los debates a partir de los cuales se fue modificando el cuadro de situación descripto en esa aciaga década de 1990 (Nieto, 2010; Camarero, 2013; Fernández Cordero, 2014, 2018; Albornoz, 2015; Domínguez Rubio, 2020; Margarucci, 2023). Más allá de las diferencias de cada estado de la cuestión propuesto, esos balances sucesivos forman parte ellos mismos de “la renovación historiográfica nacida con el nuevo siglo” señalada por un trabajo colectivo que, retomando, aquel texto de 1997, evaluaba el presente de las historias del movimiento obrero y las izquierdas escritas durante el siglo XX (Colectivo editor, 2018).

A partir de estos antecedentes, la hipótesis que guía el presente artículo afirma que si en 1997 Cernadas, Pittaluga y Tarcus diagnosticaron una “paralizante encrucijada” de los estudios de la historia de la izquierda argentina, más de un cuarto de siglo después, la situación se modificó sustancialmente. Circunscripta al caso del anarquismo y a la producción académica, la hipótesis identifica la consolidación de un campo historiográfico local del movimiento que responde, en parte, al “programa de investigación sistemática” reclamado por aquellos autores.

Esta consolidación se explica por muchas variables, entre las cuales consideramos algunas fundamentales: la creación y sostenimiento de archivos de la sociedad civil, la celebración periódica de reuniones científicas y la proliferación de las producciones académicas. Si podemos hablar del fortalecimiento y la “renovación” de un campo es también porque fue dinámico en la elaboración de esos estados de la cuestión que sucesivamente, en la última década, fueron presentando las discusiones que atravesaban su propio desarrollo, a saber: la tensión entre historiografía militante y académica, el cuestionamiento de la escala temporal y espacial, el debate entre historiografía obrera e historiografía cultural, la distancia o autonomía de la cultura anarquista respecto de otros discursos de la época y la perspectiva crítica de género. Estas mismas discusiones, son, de hecho, un indicio y funcionan, a su vez, de vectores por donde discurre el avance del campo.

Excede a este artículo analizar el carácter transdisciplinar de dicha renovación, así como sus diálogos transnacionales, variables que dejaremos aquí en suspenso para alcanzar el objetivo de describir y mapear el campo historiográfico del anarquismo en la Argentina consolidado en las dos primeras décadas del nuevo siglo y avizorar nuevas líneas renovadoras.

Antecedentes para un estado de la cuestión actual

Varios son los artículos, folletos y libros que, desde el propio anarquismo, se escribieron sobre su pasado y su presente durante las primeras décadas de siglo XX. Tomemos por caso las intervenciones de algunos militantes vinculados con la Federación Obrera Regional Argentina (en adelante, FORA) —a partir de 1915, FORA del V° Congreso (FORA V)— en dos momentos liminares para la historia del movimiento y, por ende, su memoria. El primero fue Eduardo G. Gilimón con su compilación Hechos y comentarios: seguido de “Paginas íntimas” y algunos artículos de varios escritores (Gilimón, 1911), reeditado un siglo después como Hechos y comentarios y otros escritos: El Anarquismo en Buenos Aires (1890-1915) (Gilimón, 2011). El esfuerzo principal correspondió, sin embargo, al dirigente de la FORA V Diego Abad de Santillán, autor de una saga de libros —El anarquismo en el movimiento obrero, en coautoría con Emilio López Arango (López Arango y Abad de Santillán, 1925); El movimiento anarquista en la Argentina, desde sus comienzos hasta 1910 (Abad de Santillán, 1930) y La F.O.R.A.: Ideología y trayectoria del movimiento obrero revolucionario en la Argentina (Abad de Santillán, 1933) — y un artículo publicado en el Certamen Internacional del periódico La Protesta en su 30° aniversario: “‘La Protesta’. Su historia, sus diversas fases y su significación en el movimiento anarquista de América del Sur” (Abad de Santillán, 1927). Acompañaba a éste, el artículo de otro militante aficionado a los papeles e historiador, el austríaco Max Nettlau (1927), que tituló “Contribución a la Bibliografía anarquista de la América Latina hasta 1914”. Este trabajo lo complementaría más tarde Abad de Santillán en su “Breve resumen de la bibliografía anarquista argentina”, publicado en seis entregas en La Protesta de cara al Segundo Congreso Anarquista Regional que se desarrolló en Rosario en septiembre de 1932.[1]

Ahora bien, dado que el foco de atención de nuestro trabajo son las producciones académicas, es necesario avanzar varias décadas hasta llegar a los años noventa cuando comienzan a aparecer en el ámbito local contribuciones de esta índole.

En un complejo contexto asediado por la conflictividad social y la violencia política a las que les siguieron la represión y la censura, antes y durante la dictadura cívico-militar de 1976, no resulta extraño que las primeras indagaciones en clave académica procedieran del extranjero en el formato de tres tesis doctorales (“Orígenes del anarquismo en Buenos Aires, 1886-1901” del historiador español Gonzalo Zaragoza Ruvira (1972a),[2] “The Development of Argentine Anarchism: A Socio-Ideological Analysis” del politólogo norteamericano Richard Yoast (1975) y “El anarquismo en los sindicatos obreros de la Argentina a comienzos del siglo XX (1897-1905)” del historiador israelí Iaacov Oved (1975), dos de las cuales se publicarán, también en el exterior aunque con diferencia de algunos años, como libros (El anarquismo y el movimiento obrero en Argentina de Oved (1978) y el Anarquismo argentino (1876-1902) de Ruvira Zaragoza (1996). A diferencia de la anterior historiografía concentrada en el movimiento obrero forista-protestista, las producciones de 1970 intentaron avanzar, tímidamente, en un análisis cultural y “socio-ideológico”[3] del anarquismo porteño y litoral-pampeano, pero lo cierto es que, su principal mérito fue el de reconstruir el rol de ese anarquismo en la formación del movimiento de trabajadores. Poco conocidas en la Argentina, estas producciones coincidieron con una profusa circulación de artículos escritos en clave ensayística y periodística —no por eso menos documentados— como, por ejemplo, las entradas de la revista Todo es Historia. Algunas de ellas estaban firmadas por Osvaldo Bayer (1970) y anticipaban sus célebres libros editados en los años setenta:[4] Severino Di Giovanni: El idealista de la violencia, Los vengadores de la Patagonia Trágica (Bayer, 1972-1974) y Los anarquistas expropiadores, Simón Radowitzky y otros ensayos (Bayer, 1975).

Con la recuperación de la democracia en la primera mitad de la década de 1980, comenzaron a aparecer las primeras producciones académicas locales encaradas en dos direcciones. Por un lado, los libros que, recuperando una tradición iniciada entre la militancia y la academia en la década previa (Solomonoff, 1971, Spalding, 1970; Godio, 1972a, 1972b), se refirieron a la historia del movimiento obrero desde sus orígenes hasta “el advenimiento del peronismo” (Falcón, 1984; Bilsky, 1988) y a la presencia de socialistas, anarquistas y sindicalistas revolucionarios en él (Bilsky, 1983 y 1985; Godio, 1987), considerando asimismo uno de los episodios de mayor visibilidad de estos actores: la Semana Trágica de 1919 de Buenos Aires (Bilsky, 1984). Por el otro, las investigaciones interesadas en las historia de las mujeres y los incipientes estudios de género. Así, las trabajadoras y anarquistas, huelguistas, inquilinas y feministas, junto con sus periódicos, por ejemplo, La Voz de la Mujer de Buenos Aires (1896-1897), fueron objeto de atención de autoras locales y extranjeras como María del Carmen Feijoó (1982), Maxine Molyneux (1986), Mabel Bellucci y Cristina Camusso (1987) y Mabel Bellucci (1990 y 1994). En diálogo con esta bibliografía, la tesis de maestría de Dora Barrancos (1985) publicada como libro con el título Anarquismo, educación y costumbres en la Argentina de principios de siglo (1990), se preocupó por la constitución de una nueva subjetividad masculina y femenina a instancias del anarquismo, poniendo en entredicho el vínculo aún inexpugnable entre éste y el movimiento obrero.

El interés que, lentamente, despertaban los estudios anarquistas se evidenció en las Jornadas Interdisciplinarias sobre anarquismo organizadas entre el 25 y 27 de abril de 1991 por la Secretaría de Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires (en adelante, UBA). En su apertura, la propia Barrancos (1991) destacó la dificultad de “determinar la diferencia entre el oficio del historiador y el del militante, así como es una tarea de cierta magnitud rastrear la lectura en clave histórica del anarquismo más allá de la vida sindical” (p. 229). Si el programa del evento corroboraba esta dificultad a partir de su concurrencia “mixta”, la presencia de otras disciplinas además de la historia, junto con la mayor importancia atribuida en las ponencias a las dimensiones culturales e intelectuales del anarquismo, enseñaban que esa tarea ya había comenzado.[5]

Durante la década de 1990, Juan Suriano fue el responsable de continuar esa labor en el ámbito académico. Historiador de profesión, docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, investigador del Programa de Estudios de Historia Económica y Social Americana (PEHESA) del Instituto Dr. Emilio Ravignani de la misma facultad y director de la revista Entrepasados, entre otras actividades que desarrolló en la época, a mediados de los años noventa publicó tres artículos (Suriano, 1995, 1997a, 1997b) que fungieron de avances de una investigación de largo aliento, concentrada en el anarquismo porteño de entresiglos como un “movimiento cultural, político e ideológico” (Suriano, 2001, p. 28) —línea que continuarán, entre otros, sus discípulos Martín Albornoz (2021) y Luciana Anapios (2012). Estos avances decantaron en una tesis de doctorado defendida en 1998, editada tres años más tarde como libro. Anarquistas. Cultura y política libertaria en Buenos Aires, 1890-1910 se convirtió así en la síntesis del giro cultural que ya había comenzado a insinuarse desde los inicios de los años noventa y una referencia ineludible para los estudios posteriores que se filiaron o bien discutieron con él.

La presente recopilación permite observar que la multiplicación de aportes que depararía el nuevo milenio contó con numerosos antecedentes individuales y colectivos.

El fin de una encrucijada paralizante

En el mismo momento en que se producían algunas de estas novedades, Cernadas, Pittaluga y Tarcus (1997) publicaron en la revista El Rodaballo un texto muchas veces citado en la historiografía posterior de las izquierdas. La importancia de este balance radica no sólo en las reflexiones que plantearon, sino asimismo en su carácter programático. En él, se encontraba el origen del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI) fundado un año después, el 3 de abril de 1998.[6]

El diagnóstico era tajante. Parafraseando al escritor Gabriel García Márquez comenzaban señalando que, a diferencia de otros países de Europa e incluso América Latina, “la historia argentina de la izquierda no tiene quien la escriba” (p. 28). En el marco de una evaluación profunda que, además de detectar las vacancias, reseñaba los tipos de literatura hasta el momento existente y elaboraba una serie de apuntes metodológicos para el estudio de la historia de la izquierda, para los autores, aquejaba a la producción académica y militante una “paralizante encrucijada”. Considerando el objetivo del presente artículo, resulta significativo recuperar sus argumentos así como los tres obstáculos principales que presentaban como punto de partida de ese repaso.

En primer lugar, los autores mencionaban el problema de acceso a la documentación, provocado por la falta de las políticas públicas, ajenas a la formación y preservación de archivos y hemerotecas especializadas en el tema. Al mismo tiempo, algunas organizaciones políticas de la izquierda y hasta investigadores se mostraban reticentes a compartir aquellos que consideraban “sus” documentos. De ese modo, la tarea de investigación acerca de temas de carácter público acababa, privatizada. En segundo lugar, observaban el “desinterés” del mundo académico y la evidente orientación “hacia la derecha”, lo cual generaba que ni siquiera “el renovado campo de la ‘historia social’” se preocupara por la historia de la izquierda. La responsabilidad no era exclusiva de la academia y es por eso que, en tercer lugar, los autores analizaban la actitud de la propia izquierda y su falta de promoción de procesos significativos de “investigación o autorreflexión”, más allá de las pocas historias “oficiales u oficiosas” con las que cada identidad política contaba (Cernadas, Pittaluga y Tarcus, 1997, pp. 28-29).

Si bien, para los autores, el anarquismo en la Argentina gozaba de un relativo privilegio respecto de otras corrientes, dadas las inquietudes que había despertado entre algunos investigadores e investigadoras locales y extranjeros desde los años sesenta y en la “generación intermedia de historiadores” —como Bilsky, Falcón, Barrancos y Suriano—el panorama era desolador. Más allá de estos aportes individuales, demasiado recientes como para ser ponderados en aquel momento, lo determinante era “la ausencia de proyectos de investigación colectivos de largo plazo” (Cernadas, Pittaluga y Tarcus, 1997, p. 31).

Dos décadas y media después de ese texto podemos afirmar que la situación se ha modificado de forma sustancial. Desde comienzos del siglo XXI, un nuevo contexto político y mejores condiciones materiales para la producción intelectual promovieron nuevas demandas, preguntas y respuestas en torno de la historia de las izquierdas. En este escenario global y local, fue posible la consolidación de un campo historiográfico específicamente dedicado al estudio del movimiento anarquista en la Argentina.

Para dar cuenta de las derivas de este proceso, a continuación analizaremos las variables principales que contribuyeron a allanar algunos de los obstáculos considerados en ese viejo aunque no perimido balance.

La creación y sostenimiento de archivos de la sociedad civil

Respecto del problema del acceso a la documentación, debemos reconocer que algunos de los argumentos esgrimidos en 1997 continúan vigentes. Como sugiere Mariana Nazar (2021) a propósito de los documentos administrativos, “en la Argentina —en particular en los últimos 30 años— no se ha podido desarrollar una política pública integral que contemple la salvaguarda de este tipo de información” (p. 10), a lo que podríamos añadir, de casi ninguna otra.[7]

Es cierto que en el último tiempo los esfuerzos individuales y colectivos, las discusiones libradas en el ámbito público y la reciente creación de dos diplomaturas en archivística en las universidades nacionales de San Martín y Tres de Febrero promovieron una mayor concientización sobre la necesidad de una política pública semejante. Sin embargo, el patrimonio documental de las izquierdas no ha sido objeto de interés y cuidado de las instituciones estatales. Así, frente a la privatización, venta pieza por pieza o destrucción de estos documentos, sumados al drenaje hacia el extranjero de bibliotecas, hemerotecas y fondos de archivo siguiendo la lógica del “Archivo Imperial” que tan bien describió Thomas Richards (1993),[8] la sociedad civil respondió. En abril de 1998, un grupo de personas entre quienes estaba Horacio Tarcus, su actual director, fundó el CeDInCI, una asociación civil sin fines de lucro inspirada por el modelo de instituciones europeas como el Instituto Internacional de Historia Social (en adelante, IISG) de Ámsterdam y latinoamericanas como el Archivo Edgard Leuenroth (AEL) de la Universidad Estatal de Campinas, Brasil.

Amén de lo que esta iniciativa representó para la historia y memoria de diversas identidades políticas argentinas que confluían en esa “cultura de izquierdas” amplia y plural (Karababikian, Longoni, Pittaluga, Rot y Tarcus, 2004; Domínguez Rubio, 2021), se trató de un episodio de gran relevancia para la documentación del anarquismo. En 2001, Suriano destacaba en una nota al pie de su libro “la seria dispersión y carencia de fuentes” que él mismo padeció en el transcurso de su investigación:

Para estudiar al anarquismo hay que recurrir al ISSG de Ámsterdam, sin duda el reservorio más importante (por cierto incompleto) sobre el tema. En Argentina no existe una sola colección de fuentes de relevancia. Los archivos de la Federación Libertaria Argentina y de la Biblioteca José Ingenieros son incompletos y carecen de catalogación. La Biblioteca Nacional posee pocos materiales y en mal estado de conservación. Los archivos policiales o judiciales además de carecer cualquier criterio lógico de catalogación son, al contrario de lo que sucede en otras sociedades, inaccesibles. La absoluta carencia de una política de preservación de los archivos ha sido y sigue siendo un duro escollo para los investigadores. En especial de aquellos que buscan investigar a los movimientos de izquierda. En estas condiciones se hace difícil reconstruir una historia exhaustiva del anarquismo a nivel nacional (p. 29).

Frente a esta caracterización, que complementaba aquella realizada cuatro años antes por Cernadas, Pittaluga y Tarcus, la labor del CeDInCI ha sido determinante. En 25 años logró reunir y poner a la consulta pública 200.000 libros, 11.000 colecciones de revistas y periódicos, 40.000 volantes, 4.000 afiches y 170 fondos de archivo de personalidades ligadas al mundo de las izquierdas.[9] Entre ellos se destacan materiales diversos, alusivos o producidos (de manera particularmente copiosa) por distintas tendencias del anarquismo en la Argentina —obreras e intelectuales, individualista y organizacionista, forista y anarco-bolchevique, antorchista y faquista, setentista y anarco-punk, plataformista y autonomista, etc.,— los cuales recorren no sólo la “edad de oro” del movimiento, circunscripta según el consenso historiográfico entre las décadas de 1890 a 1930, sino diferentes tramos de su historia desde las últimas décadas del siglo XIX hasta la actualidad. Este impulso favoreció otros igualmente importantes, como la publicación de un relevamiento documental sobre la documentación del anarquismo argentino existente en el país y el extranjero a cargo del investigador del centro Lucas Domínguez Rubio (2018), comparable al que había hecho Bilsky en 1983 sobre el movimiento obrero y social argentino en la región parisina. Dicho relevamiento, de hecho, evidencia cómo la tarea de catalogación avanzaba a su propio ritmo en otros espacios militantes de Buenos Aires, por ejemplo en las bibliotecas y archivos de la Federación Libertaria Argentina (FLA) (Pérez, 2001, 2005) y la Biblioteca Popular José Ingenieros (BPJI).

Hay un dato que es clave y reconocido por quienes investigan estas temáticas. Si hasta 2005 era necesario viajar al IISG de Ámsterdam para consultar la colección de periódicos anarquistas argentinos que forman parte del Fondo Max Nettlau, lo cual era privativo para quienes no disponían del capital económico y académico necesario para hacerlo, a partir de entonces, con la adquisición del CeDInCI de los rollos de microfilm de esos periódicos, el material pudo comenzar a consultarse en Buenos Aires. Los formatos fueron variando —del microfilm al disco compacto con imágenes digitales— y hoy es posible estar a la distancia de un click de la colección digital más grande de La Protesta que existe en el mundo gracias a su digitalización y puesta en el acceso abierto en AméricaLee, el portal de revistas latinoamericanas del mismo centro de documentación.[10]

La mención de AméricaLee, cuyo catálogo cuenta además de La Protesta y sus suplementos con más de dos decenas de periódicos y revistas libertarias, remite al “giro digital” que alcanzó el estudio de las humanidades y cuyo impacto era imprevisible en los años noventa (Berry, 2011; Gardiner y Musto, 2015). Precedido por la publicación de ediciones facsimilares y el intercambio informal de fotocopias y fotografías entre investigadores e investigadoras, este giro vino a facilitar tanto el acceso como la circulación de documentos, revolucionando el estudio del movimiento anarquista en el mundo y, de igual modo, en la Argentina. Si consideramos otras iniciativas formales académicas y militantes de acceso abierto que fueron surgiendo desde hace dos décadas y la gran cantidad de títulos de publicaciones que estos portales ofrecen —por mencionar algunos, el Archivo Digital BAEL de la FLA y el Archivo Histórico de Revistas Argentinas (AHIRA), Argentina; la Hemeroteca Virtual La Antorcha en México y la List of Digitized Anarchist Periodicals (LIDIAP) sostenida por la Bibliothek der Freien de Berlín, Alemania; la colección Latin American Anarchist and Labour Periodicals Online (que reúne 971 periódicos de las izquierdas procedente del Fondo Max Nettlau del IISG de Ámsterdam) accesible de forma gratuita en archive.org—[11] advertimos la posibilidad que se abre, por ejemplo, para hacer una historia “polifónica” del anarquismo (Fernández Cordero, 2013). Esto es, reponer el concierto de diálogos y discusiones que se daban entre periódicos y revistas de diferente tendencia, procedencia geográfica o rango temporal.

Por otra parte, el aumento de estos reservorios digitales ha permitido federalizar los estudios anarquistas, pues ya no hace falta estar físicamente en Buenos Aires u otras grandes ciudades para acceder a la documentación. Fruto del esfuerzo individual de investigadores militantes desde comienzos del 2000 se crearon sitios web más o menos estables dedicados al pasado del anarquismo en diferentes geografías del país. Así, el blog Proyecto Allen seguido de Terrapalabra, a cargo de Hernán Scandizzo, las páginas de Issuu y Facebook Anarquist.s en Tucumán (rebautizadas Archivo de Documentación Ácrata Tucumana Flora Albornoz y Núcleo de Estudios Ácratas Tucumán) y el blog Ácratas en Salta, a cargo de José María Saravia y Edgardo Diz respectivamente,[12] comparten regularmente desde documentos hasta entradas sobre la presencia y actuación del movimiento anarquista en diversas localidades de la Patagonia y el Noroeste argentino.

La celebración periódica de reuniones científicas y la proliferación de producciones académicas

De la mano de estas transformaciones que atañen a la base material de la labor historiográfica, el “desinterés académico” sobre el que reparaban Cernadas, Pittaluga y Tarcus en 1997 acerca de la historia de izquierda argentina en general y la del anarquismo en particular, se ha convertido en un franco y creciente interés. Este desarrollo, que cuenta en los años noventa con el antecedente de las Jornadas de 1991 y las investigaciones de Dora Barrancos y Juan Suriano, constituye una novedad de las últimas dos décadas. Ella se manifiesta precisamente en la ampliación de esos eventos y la producción científica que, entre otras variables, promovieron la consolidación del campo.

El proceso que llevó a la organización del Primer Congreso Internacional de Investigadorxs sobre Anarquismo en 2016 en Buenos Aires, se remonta a 2003 cuando investigadores e investigadoras que confluían regularmente en la sala de lectura del CeDInCI se percataron de que estaban trabajando temas y documentos afines. A partir de estas primeras reuniones informales, el grupo impulsó un blog y, luego, una serie de Encuentros de Investigadore/as sobre Anarquismo que se repitieron en Buenos Aires en cinco ediciones bianuales desde el año 2007 al 2015. En respuesta al desarrollo de los encuentros, que edición a edición sumaban a participantes de otras provincias y países como Uruguay, Brasil y Chile, y la necesidad de darle forma institucional a espacios permanentes que acogieran este interés, se creó el Programa de Investigación del Anarquismo del CeDInCI (Margarucci, 2020a).[13] En 2009 y 2012, Suriano y su equipo desarrollaron en la Maestría del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín (en adelante, IDAES/UNSAM) los talleres Nuevas miradas y problemas sobre el anarquismo, que alimentaron de igual modo este inédito proceso de intercambio en torno del movimiento anarquista no sólo argentino, sino sudamericano.

A los encuentros le siguieron así los congresos internacionales: el primero en 2016 en Buenos Aires, coorganizado por el CeDInCI y el IDAES/UNSAM; el segundo en 2019 en Montevideo, Uruguay, organizado por docentes, investigadores e investigadoras de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República del Uruguay con el apoyo del CeDInCI; y el tercero en 2022 en San Pablo, Brasil, coorganizado por el mismo centro con la Biblioteca Terra Livre de esa ciudad. Los apretados programas de cada uno de ellos enseñan un piso estable de ponencias que ronda el centenar de trabajos, dedicados a los más diversos tópicos, geografías y temporalidades, entre los que el anarquismo en la Argentina mantiene una presencia destacada.[14] En la previa de los últimos dos congresos, se celebraron asimismo reuniones que, de algún modo, emulaban el diálogo “cara a cara” de los primeros encuentros: en 2018, las Jornadas de Intercambio del Programa de Investigación del Anarquismo del CeDInCI y, en 2021, el simposio internacional Palabras en Fuego: Pensar La Historia Anarquista en Las Américas organizado por el Departamento de Historia de Dartmouth College de Estados Unidos con el auspicio del Programa de Investigación del Anarquismo del CeDInCI, la Editorial Eleuterio y la revista Erosión de Chile.[15]

Con todo, el campo registra un dinamismo que excede la labor de dicho centro. En este sentido, es preciso mencionar la celebración en la misma época de otras reuniones académicas específicas, por ejemplo la I Jornada de Investigadores sobre Anarquismo en la Región NO(A), organizada en agosto de 2016 por el Centro de Investigación y Documentación sobre Antifascismo de Santiago del Estero con sede en la Biblioteca Sarmiento de la misma ciudad, junto con la presentación de mesas y ponencias en otros congresos dedicados a la historia de las izquierdas o bien más amplios, como las Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia realizadas cada dos años por los Departamentos de Historia de las universidades nacionales del país.

En los últimos años, nuevos seminarios y eventos internacionales dedicados a la temática fueron posibles gracias al intercambio entre investigadores e investigadoras argentinos y españoles en el Grupo de Investigación de Historia del Anarquismo Transnacional (GIHAT) conformado en 2020 con sede en la Universidad Nacional de Educación a Distancia, España.[16] En julio del 2023, tuvo lugar el Primer Encuentro en Uruguay de Investigadores/as e Historiadores/as sobre Anarquismos en Montevideo, organizado por el Grupo de Estudios sobre Trabajo Izquierdas y Género (GETIG) de Uruguay.[17] Estas reuniones, realizadas en respuesta a la necesidad de discusión colectiva de los y las investigadores, se relacionan de forma directa con la proliferación de las producciones académicas que detectamos con el inicio del nuevo siglo. Tomemos como indicador de esta expansión, la cantidad de tesis y libros escritos que, a diferencia de las ponencias, ensayos y artículos en revistas, también en crecimiento, remiten a los productos finales de investigaciones de mediano y largo plazo. Investigaciones posibilitadas por otra variable, sobre la que aquí no profundizaremos por motivos de espacio, que colaboró con el proceso descripto: la ampliación del sistema científico a través del aumento de becas de posgrado.[18]

De acuerdo a una exhaustiva búsqueda realizada en catálogos de los repositorios universitarios, podemos afirmar que desde 1998 —año en que Suriano defendió su tesis de doctorado— hasta el momento en el que realizamos este relevamiento, finales de 2023, se han defendido en el país 40 tesis de licenciatura, maestría y doctorado a las que se suman otras 13 en el exterior (Brasil, Chile, México, España, Francia, Inglaterra y Holanda). Así, siguiendo la trayectoria general detectada en otros países de América del Sur como Chile (Godoy Sepúlveda y Araya, 2020), en los últimos 25 años se han escrito 53 tesis, más de dos por año, relacionadas todas ellas con la rica historia de ese anarquismo en la Argentina que, como advertimos, ya no es más un tópico desatendido por la historiografía académica.[19] Del mismo modo, de esas 53 tesis, entre 2001 y 2021 se han publicado en la Argentina 14 libros a través de editoriales comerciales, universitarias e independientes, es decir, a razón de dos libros cada tres años, lo cual no es un dato menor considerando la compleja situación por la que atraviesa el mercado editorial nacional. A estas obras, se le suman más de una veintena de libros elaborados desde adentro o en la periferia de la academia, preocupados por la misma temática ácrata.[20]

De balances y debates

Junto con esta producción creciente, debemos considerar la multiplicación desde 2010 de balances que, al dar cuenta de las transformaciones, los problemas centrales y las discusiones que atraviesan al campo, evidencian ellos mismos su fortalecimiento y renovación. En diálogo con dos estados de la cuestión complementarios —el de Fernández Cordero (2018) sobre los estudios anarquistas locales en particular y el de Domínguez Rubio (2020) sobre la historiografía anarquista en el marco más amplio de las izquierdas— repondremos algunos de esos debates con el fin de evidenciar el carácter dinámico del campo que analizamos.

Una primera discusión a recuperar se refiere a la tensión entre historiografía militante y académica, explicitada en la década de 1990 por las intervenciones de Barrancos (1991) y Cernadas, Pittaluga y Tarcus (1997) y reactualizada en los años 2000 por Agustín Nieto (2010, 2013). En un registro inscripto en la efervescencia social y política posterior a la crisis del 2001, pero al mismo tiempo planteando una agenda de investigaciones por venir, Nieto se propuso superar dicha tensión cuestionando a la generación de historiadores militantes y académicos que lo precedían, responsables, según él, de elaborar un “sentido común historiográfico” y un “modelo ejemplar” del anarquismo argentino, en virtud del cual se lo encerró a éste en ceñidas fronteras ideológicas, organizativas, temporales, espaciales y contenciosas. Así, para esa historiografía el movimiento anarquista sería sinónimo de la línea política y editorial defendida por la FORA V y La Protesta, con una intervención limitada en el período comprendido entre las décadas de 1890 y 1910 y el espacio de la Capital Federal al que se lo tomaba por la totalidad del país. La estrategia seguida por el movimiento habría sido subsidiariamente sólo la de la oposición, no dejando resquicios este análisis para incorporar otras estrategias de vinculación con el Estado y demás identidades políticas.

De algunas observaciones hechas por Pittaluga, Cernadas y Tarcus y esta crítica al “sentido común historiográfico” y al “modelo ejemplar” del anarquismo argentino se derivó un cuestionamiento a la escala temporal y espacial tradicionalmente utilizada en los estudios anarquistas.

Mientras esos estudios, desde Zaragoza Ruvira a Suriano, focalizaron su atención en las últimas décadas del siglo XIX hasta la primera del XX, María Migueláñez Martínez (2010) se preguntó si los festejos del Centenario de 1910 —año de cierre del período abordado por Suriano— constituía un “hito histórico” o uno historiográfico para fechar el declive. Poco después, un libro colectivo compilado por Nieto y Oscar Videla (2018) propuso el ejercicio de extender esa periodización a lo largo de la curva vital del anarquismo hasta los años cincuenta, lo que suponía superar la barrera de otra fecha liminar —1930— signada, igual que la anterior, por la represión y los cambios políticos (Benclowicz, 2019), mientras que Domínguez Rubio (2017) recorrió el fértil “itinerario” de los proyectos editoriales libertarios hasta la década de 1970. Antes, Nadia Ledesma Prietto (2012) había visitado “la ampliación de las estrategias ácratas” hasta los años sesenta a través la intervención intelectual del médico anarquista Juan Lazarte.

Si estas producciones permitieron discutir la variable tiempo, según Ivanna Margarucci (2023) la variable espacio no habría sido todavía debatida con la misma profundidad. En este sentido, es cierto que la apuesta de ampliar y reducir la escala a partir de la aplicación del giro transnacional (Fernández Cordero, 2017a; Migueláñez Martínez, 2018, entre otros), producido en los años noventa en las ciencias sociales y el estudio del anarquismo en algunas provincias, representó una fuerte crítica al nacionalismo metodológico y el centralismo geográfico del siglo XX (Margarucci, 2020b, 2023). Sin embargo, las geografías ausentes en esos mapas entre transnacionales y provinciales/locales y, fundamentalmente, la falta de utilización del “principio de variación entre escalas” (Revel, 2015) considerado en otros términos por Cernadas, Pittaluga y Tarcus ya en 1997, acaban por corroborar antes que rectificar algunos de los postulados de la vieja historiografía vinculados con la centralidad del área rioplatense y la marginalidad político-ideológica del anarquismo en el interior del país.

Se trata de una discusión que remite, en definitiva, a la propia forma de elección de la escala tiempo y espacio: si tomando dicha escala como un dato más de la realidad o bien construyéndola a partir de la propia esfera de la actuación y proyección de un objeto de estudio, en ocasiones, vale aclarar, difícil de identificar en estado puro.

Otro debate que recuperaba algunos elementos de las intervenciones de la década de 1990, tiene que ver con la discusión entre historiografía obrera e historiografía cultural, reflotada a raíz de la valoración divergente del libro de Suriano hecha por Hernán Camarero (2013) y Martín Albornoz (2015) en dos balances: la introducción a la reedición del libro de Oved y un dossier sobre “La historia del anarquismo en Argentina reconsiderada”, respectivamente. Si para el primero, con la obra de Suriano se daba “sustento a conclusiones que tendían a concebir al anarquismo de principios de siglo como demasiado descentrado del sujeto laboral, relativamente ajeno a la contradicción capital-trabajo (…) y conquistado por un discurso populista (…) que obturaba las interpelaciones clasistas” (Camarero, 2013), para el segundo, lo positivo del “trabajo más relevante sobre el anarquismo en Argentina” eran precisamente esos descentramientos que permitieron relativizar “la contundencia y la homogeneidad ideológica” de la vieja historiografía obrerista (Albornoz, 2015, p. 12).

Mientras Albornoz se interesó en desarrollar esta línea a partir de sus propias investigaciones concentradas, de forma complementaria, en las representaciones sociales y culturales del anarquismo porteño (Albornoz, 2021) y la vigilancia transnacional del movimiento (Albornoz y Galeano, 2017), Camarero partió de esa crítica, que incluía a las interpretaciones “sesgadas o abusivas” de Suriano, para fundamentar su posicionamiento en un podcast del cual participó con Roy Hora donde intercambiaron sobre las características del movimiento obrero y las izquierdas anteriores al peronismo (Perochena, 2022).[21]

La atención orientada a los aspectos culturales del anarquismo remite a otro debate desarrollado durante los años noventa, en torno de su distancia o autonomía respecto de otros discursos de la época. Un trabajo reciente de Sebastián Stavisky (2023) repasa con detalle los pormenores de una discusión que necesariamente debemos resumir aquí sólo en sus principales hitos. Para autores como Jean Andreu, Maurice Fraysse y Eva Golluscio de Montoya (1990) la producción anarquista artística y literaria debía ser considerada una “contracultura” en flagrante conflictividad con el entorno político y cultural. En otros casos, como el estudio de Patricio Geli (1992) sobre los anarquistas enrolados en el discurso de la criminología, esa confrontación no permitía observar según él la convivencia de paradigmas diversos y la coexistencia de perspectivas opuestas que encontraban nuevas formulaciones en una sociedad muy dinámica y en plena modernización. Algo similar ocurría con los trabajos sobre la tuberculosis y la salud de Diego Armus (1994) quien, de manera explícita, rechazaría la condición contracultural para caracterizar el anarquismo como una cultura “alternativa” que, sin tener autonomía completa, dialogaba con otros paradigmas culturales de su época, desde los socialistas hasta aquellos procedentes de la alta cultura y la ciencia. Enfrentada a los discursos sobre la educación, la moral y la sexualidad, Barrancos (1990) tomó un camino intermedio al destacar los aspectos alternativos del anarquismo, sin dejar de observar su diálogo transversal y la influencia recibida de aquellos discursos circulantes. Por su parte, Suriano desbordaría aquel debate ya que, como planteó Albornoz (2015) en el balance arriba mencionado, su trabajo dio cuenta de todo un sistema de intercambios que incluían tanto las apropiaciones como las impugnaciones a los discursos hegemónicos.

En otro orden de discusiones, en 2011 la tesis de doctorado de Laura Fernández Cordero propuso una relectura crítica a partir del trabajo de las investigadoras del anarquismo precedentes comprometidas con la Historia de las mujeres, los estudios de género y las teorías feministas.[22] Aquellas autoras, entre las que se cuentan Feijoó, Molyneux, Barrancos y Bellucci, produjeron, desde los años ochenta y en consonancia con desarrollos similares en España, Brasil y Uruguay, una importante serie de trabajos relacionados con la participación de las mujeres en las filas anarquistas y con los aspectos relacionados con la salud y la libertad sexual distintivos del movimiento.[23] Esa producción respondía a una vacancia, propia de la historiografía en general, en relación con la escasa atención que habían recibido esas aristas, en especial, la presencia femenina y sus publicaciones específicas como el mencionado periódico La Voz de la Mujer y Nuestra Tribuna (1922-1925). La crítica de Fernández Cordero, reescrita en forma de balance en 2014, apuntaba a señalar, siguiendo a la historiadora Joan W. Scott, que los documentos estuvieron siempre a la vista y, de hecho, la bibliografía acerca del movimiento mencionaba algunos grupos femeninos o ciertas notas firmadas por las militantes más conocidas; sin embargo, señala la autora, sólo encontraron la relevancia que merecían cuando una mirada específica logró desmantelar el sesgo masculino de la mayoría de las narraciones. Es decir, según esta crítica, sería preciso no sólo sumar ese costado a la historia del movimiento, sino revisar los procesos de invisibilización recurrentes en la historiografía. En segundo lugar, la autora abogaba por evitar la esencialización de la identidad anarquista femenina y por superar tanto la invisibilización como la inclusión parcializada o anecdótica de aquellos reclamos mediante la simple cita de rigor del trabajo de las primeras investigadoras o de sus numerosas continuadoras. Sin dejar de mencionar que, tras aquellos importantes antecedentes, era necesario que una perspectiva crítica de género permitiera pensar, también, las masculinidades y la producción generizada de subjetividades. En suma, Fernández Cordero propuso una relectura general que diera cuenta del carácter distintivo del anarquismo ya que, si bien habría compartido con otras expresiones de izquierda la preocupación por la emancipación de la mujer y la crítica a la moral sexual imperante, esa convocatoria y el reclamo por la libertad sexual se incluían en su ideario como parte inescindible de la emancipación humana y esa centralidad se expresó en sus prácticas.

Estas cinco cuestiones en debate no son las únicas ni pueden separarse tan nítidamente como hemos hecho en este apretado análisis. Sí expresan, sin dudas, la existencia de un campo historiográfico local consolidado y, junto a las variables consideradas en los anteriores apartados, dan cuenta del dinamismo y la renovación que lo caracteriza. En conjunto, responden a una parte del “programa de investigación sistemática” reclamado hace un cuarto de siglo atrás por Cernadas, Pittaluga y Tarcus. Evidencia, a diferencia de lo que los autores se lamentaban en 1997, que hoy la historia del movimiento anarquista en la Argentina “tiene quien la escriba” y, también, quien la evalúe y la discuta.

Conclusiones

Encrucijada, renovación y apuestas

Mientras en 1997 era diagnosticada una “paralizante encrucijada” de los estudios de la historia de la izquierda argentina, en este artículo hemos demostrado que, para el caso de la historiografía del anarquismo en la Argentina, el panorama actual se muestra muy distinto. Para dar cuenta de lo que señalamos como un campo historiográfico local consolidado recurrimos a tres variables, sin desconocer que no son las únicas involucradas en un proceso necesariamente multifacético: la creación y sostenimiento de archivos de la sociedad civil —físicos y digitales—, la celebración periódica de reuniones científicas y la proliferación de las producciones académicas. A ellas sumamos otra variable, de carácter más complejo, relacionada con la sucesiva elaboración de estados de la cuestión con una evidente vocación de debate y discusión. Es por eso que le atribuimos a esta producción continua parte de la fortaleza y el dinamismo que nos permiten pensar el campo actual como una verdadera renovación.

La creación y sostenimiento de archivos físicos y digitales es, por su impacto, una variable de gran peso tanto en aquella evaluación de fin de siglo como en el presente. Si hablamos de archivos de la sociedad civil es porque, amén de las ayudas estatales nunca suficientes ni sistemáticas, el impulso de creación remite a la acción civil, institucional o independiente, académica y/o militante. El desafío es cómo apuntalar esta labor, desde el Estado y la sociedad, frente a la imperiosa necesidad de avanzar en la preservación, la puesta a la consulta pública y la digitalización del patrimonio documental del anarquismo y otras izquierdas que aún corre riesgo de perderse, ya sea por su deterioro y destrucción o el drenaje hacia el extranjero.

Por su parte, la celebración periódica de reuniones científicas resulta un claro indicador, no sólo del mayor interés académico frente al desinterés de la década de 1990, sino de la consolidación de un campo por varias razones. En primer lugar, da cuenta de una masa crítica de investigaciones en el país y el exterior. En segundo lugar, muestra una tendencia al intercambio colectivo tanto de documentos como de argumentaciones; de hecho, la iniciativa para los pequeños encuentros que luego se transformaron en congresos internacionales provino de las mismas personas que investigaban más que de directivas institucionales. Si bien este proceso no es desconocido en otros campos, aquí se vio un acento muy marcado en las construcciones horizontales y los diálogos internacionales como si sus protagonistas replicaran algunas de las improntas organizativas de su objeto de estudio. Este accionar impacta no solo en la producción de conocimiento, sino también en las prácticas necesarias para sostener el intercambio tales como el financiamiento, el rescate de archivos, el transporte solidario de materiales entre países, etc.

El diálogo remeda también el inveterado internacionalismo anarquista, impulsado incluso por la comunicación telemática y sin detenerse durante la pandemia, que paralizó gran parte de la actividad académica y cultural presencial. Resulta así un campo historiográfico local que, lejos de cerrarse sobre sus fronteras, mantiene un diálogo internacional que queda evidenciado en un dato: el 25% de las tesis producidas en los últimos 25 años se escribieron y defendieron en universidades del extranjero.

Analizada desde un punto de vista cuantitativo la proliferación de este tipo de producciones académicas, fruto de investigaciones de mediano y largo aliento, resulta también notable. Nuestro relevamiento arrojó más de 50 (de licenciatura, maestría y doctorado) defendidas en ese período, a razón de dos por año. Y no se trata solamente de un número, pues cada elaboración da cuenta en sus autorías de un espacio de formación de recursos humanos en desarrollo en el que, quienes comenzaron sus estudios a fines del siglo XX, hoy dirigen los proyectos de las nuevas generaciones. En este proceso, el sistema de becas hoy en serio riesgo ha sido un componente con sus vaivenes y sus propios límites, aunque insoslayable.

Otro aspecto importante, que otorga mayor entidad a la cuantificación de las tesis, es que muchos de estos trabajos alcanzaron el formato libro y llevaron su contenido más allá de las academias. De esta manera, algunos elementos como la propia historia del anarquismo y algunas biografías de sus militantes, pasaron a formar parte del diálogo público y se dieron cita, a través de entrevistas o reseñas, en los medios gráficos de comunicación tanto hegemónicos como alternativos.

Como afirmáramos, esta renovación se sostuvo no sólo por impulso de la producción en serie de trabajos académicos, sino porque en ellos se iban dando debates historiográficos que, muchas veces, asumieron la forma de balances explícitos. A partir del seguimiento que hicimos de aquellos que consideramos centrales, concluimos que algunos fueron saldados, mientras que otros continúan abiertos.

Si la tensión entre historiografía militante y académica se anunció y problematizó en los años noventa y se reactualizó en la efervescente primera década del 2000, hoy parece haberse eclipsado a instancias de la consolidación de un campo académico que respondió más contundentemente al reclamo que, a su tiempo, Cernadas, Pittaluga y Tarcus hacían también a las militancias. Con todo, esto no es sinónimo de la extinción de la historiografía militante, tal como puede advertirse en los aportes realizados por el activismo que aquí describimos en materia de bibliotecas y archivos, reservorios digitales y labor editorial, así como la concurrencia “mixta” que, al igual que en las Jornadas Interdisciplinarias… de 1991, aún caracteriza a varias de las reuniones científicas celebradas últimamente. En ellas conviven las ponencias con mesas de libros autogestionados y conferencias con visitas a centros culturales anarquistas.

También en franca disminución están las batallas por la escala temporal, respecto de la cual el foco se ha desplazado cada vez más desde 1910 hasta la década de 1930, llegando incluso, para algunos investigadores e investigadoras, hasta la de 1950. Década que, al igual que las experiencias de los años sesenta y setenta, espera por una mayor atención. Más allá de estas diferencias, la perspectiva común apunta a evidenciar la dinámica total de un movimiento anarquista, con sus momentos cambiantes, de avances, retrocesos y derivas, que remite a la construcción razonada de una escala tiempo en base a la esfera de actuación y proyección de dicho objeto. No sucede lo mismo con la escala espacial, donde la discusión se encuentra formulada pero, en modo alguno, resuelta, sobre la necesidad de avanzar en una agenda de investigaciones que propone integrar en un análisis multi-escalar lo que hasta ahora han sido contribuciones crecientes aunque dispersas sobre lo transnacional, lo provincial o lo local en algunos espacios en detrimento de otros.

Difícilmente se pueda decir que el debate entre historiografía obrera e historiografía cultural se encuentre zanjado, aunque éste parece tomar nuevos cauces a propósito de la discusión en ciernes entre aquella interpretación que se inscribe en la primera vertiente para defender el carácter confrontacionista del anarquismo en contra de la que se vale de la segunda para argumentar en favor de su integración al régimen oligárquico. Entretanto, y a diferencia del anterior debate, las caracterizaciones disímiles de la cultura anarquista como “contracultural” o “alternativa” dejó lugar a un enfoque superador y multidimensional, donde, en consonancia con los desarrollos de marcos más amplios como la historia social, cultural e intelectual, la vieja jerarquización entre política y cultura quedó perimida. De ahí que abordajes posteriores sobre aspectos culturales del anarquismo, problematizaran o no la cuestión, asumen la complejidad de los procesos de recepción, apropiación y circulación de tópicos, producciones y autorías diversas.

Por último, el aporte de la Historia de las mujeres parece haber sido contundente y la historiografía actual ha sumado biografías, publicaciones y debates que hacen a la participación femenina y a las problemáticas sexuales. Sin embargo, el uso de la categoría de género permanece, salvo contadas excepciones, en los trabajos que abordan vidas de mujeres o temáticas relacionadas con ellas. Es alentador ver cómo, poco a poco van surgiendo elaboraciones orientadas a las masculinidades y, en menor medida, miradas que sostienen una perspectiva crítica de género en la escritura de la historia del movimiento en general.

Es preciso advertir que las distinciones que vinimos haciendo con fines analíticos no se replican tan claramente en el devenir de las investigaciones, sobre todo en aquellas más actuales. Mientras política y cultura ya no son más dos esferas separadas, las aristas temporales, geográficas, genéricas, etc. interaccionan en las elaboraciones abriendo, incluso, nuevas impugnaciones y planteándose con ellas un horizonte ciertamente renovador.

Si lo que caracterizó entonces al campo consolidado durante el último cuarto de siglo fue la posibilidad de llevar a la academia la escritura de la historia del anarquismo en la Argentina, en base a la consulta de documentos debidamente preservados y el intercambio y discusión colectiva que dieron por resultado producciones académicas crecientes, las apuestas tienen que ver con seguir alimentando cada una de estas variables que, como hemos advertido, están interrelacionadas. Del mismo modo, se hace necesario atender a los debates, lo que ya es acuerdo y lo que aún sigue siendo desacuerdo, pues de allí se abren los caminos que permitirán continuar fortaleciendo, dinamizando y renovando el campo a partir de abordajes que necesariamente abrirán otras discusiones.

A partir de este panorama del presente, bosquejamos algunas apuestas para un campo que promete mantener esa tendencia, orientándose a su cuarto congreso internacional que tendrá lugar en octubre de 2025 en Chile.

Al mismo tiempo que aparecen nuevos sujetos y se abren nuevas temporalidades y geografías, sería interesante asistir a una mayor problematización del abordaje metodológico, un desafío que ya cuenta con algunos indicios derivados, en parte, de la diversidad de disciplinas en juego entre quienes investigan: historia, pero también, sociología, filosofía, literatura y semiología, ciencias de la comunicación, etc.

Un conjunto más amplio de herramientas metodológicas permitiría, a su vez, superar la utilización de las publicaciones anarquistas como fuentes de datos para dar paso a análisis más densos que den cuenta de sus condiciones materiales, su dimensión gráfica, sus conformaciones grupales, sus decisiones editoriales, sus polémicas, etc. Del mismo modo, debemos considerar que esas publicaciones no son el único documento posible, dentro de un repertorio documental mucho más amplio que, como el objeto, debe ser pensado a partir de sus diálogos con el contexto y otros actores sociales y políticos.[24] De ahí, la necesidad de ir descubriendo o bien construyendo nuevos archivos.

Estas herramientas metodológicas serán claves en el próximo tiempo en la elaboración de una historia del anarquismo en Argentina más completa e integral, acaso menos compartimentalizada, en clave colectiva e individual, que incluya los recorridos biográficos de la militancia más célebre junto con la menos conocida. Mientras que una perspectiva de género crítica revitalizaría, como viene sucediendo, la relación de sus tempranos discursos en torno a la libertad sexual con nuestro presente diverso.

En simultáneo, resulta fundamental proseguir con la vocación por elaborar un estado de la cuestión sucesivo y en debate, con reactualizaciones de las transformaciones y cuestionamientos que se seguirán presentando. Como ya dijimos, en los balances se encuentra la clave para darle un rumbo al campo. Aquí, precisamente, radica la importancia de realizar un ejercicio semejante al que propusimos, ejercicio no en vano reiterado en la prolífica historia e historiografía del movimiento anarquista argentino.

Agradecimientos

Fondecyt Postdoctorado N° 3230006, Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (Chile).

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Anexo: Tesis de licenciatura, maestría y doctorado sobre anarquismo en la Argentina defendidas entre 1998 y 2023

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Tesis de maestría

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Tesis de doctorado

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Notas

1 Abad de Santillán, D. (12 de agosto de 1932). Breve resumen de la bibliografía anarquista argentina. La Protesta, p. 6; Abad de Santillán, D. (31 de agosto de 1932). Breve resumen de la bibliografía anarquista argentina. La Protesta, p. 7. A las seis entregas se le sumó una adenda: Abad de Santillán, D. (10 de septiembre de 1932). Bibliografía Anarquista Argentina. La Protesta, p. 7. Recuperado de https://americalee.cedinci.org/
2 Conjuntamente con su tesis, Zaragoza publicó a lo largo de la década una serie de artículos en donde adelantó y sintetizó algunos puntos de la misma (Zaragoza, 1972b, 1976, 1978a, 1978b).
3 Casi diez años después de la tesis de Yoast, Ruth Thompson (1984) propuso un análisis en la misma línea en el artículo publicado en inglés “The Limitations of Ideology in the Early Argentine Labour Movement: Anarchism in the Trade Unions, 1890-1920”.
4 Bayer, O. (agosto de 1967). Simón Radowitzky, ¿mártir o asesino? Todo es Historia (4); Bayer, O. (junio y julio de 1968). Los vengadores de la Patagonia Trágica. Todo es Historia (14-15); Bayer, O. (febrero y marzo de 1969). Di Giovanni, el idealista de la violencia. Todo es Historia (22-23); Bayer, O. (enero y febrero de 1970). Los anarquistas expropiadores. Todo es Historia (33-34). Décadas después Todo es Historia servirá de tribuna para las colaboraciones de Mabel Bellucci (321, abril de 1994) y Héctor Recalde (355, febrero de 1997) sobre la participación de las mujeres en el anarquismo.
5 La transcripción del programa de las jornadas puede encontrarse en Díaz (1991). Jornadas anarquistas. La letra A. Publicación anarquista (3), pp. 69-74. Uno de los participantes de aquellas jornadas y responsable de esta revista, publicada entre 1990 y 1993, fue Christian Ferrer (1999, 2004), quien desarrolló una línea ensayística propia.
6 En una nota de ese artículo, se aclara que algunas de esas ideas ya habían sido adelantadas en el libro de Horacio Tarcus, El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña publicado por El Cielo por Asalto en 1996.
7 Nótese, por ejemplo, que la ley de archivos n° 15.930 que establece las funciones del Archivo General de la Nación data de 1961. Ésta fue sólo reglamentada en parte con los decretos n° 232 y n° 1571 de 1979 y 1981 respectivamente.
8 En sintonía con la ausencia de políticas públicas sobre el patrimonio documental de las izquierdas, pocos autores se han detenido a examinar su destino, entre ellos, Tarcus (2011 y 2015) y Nazar (2015).
9 Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas. Recuperado de http://www.cedinci.org/
10 Esta colección surge de la reunión y digitalización de las colecciones de La Protesta pertenecientes al CeDInCI, la BPJI, la Biblioteca Nacional Mariano Moreno de Buenos Aires, Argentina, la Biblioteca de la Universidad de California, Estados Unidos, el IISG de Ámsterdam, Holanda y la Biblioteca Popular Arús de Barcelona, España, lo cual habla de otro rasgo distintivo de esta nueva etapa signada por la necesaria colaboración entre instituciones académicas y militantes. AméricaLee. Recuperado de https://americalee.cedinci.org/
11 Archivo Digital BAEL. Recuperado de http://www.federacionlibertariaargentina.org; Archivo Histórico de Revistas Argentinas. Recuperado de https://ahira.com.ar/; Hemeroteca Virtual La Antorcha. Recuperado de https://www.antorcha.net; List of Digitized Anarchist Periodicals. Recuperado de https://lidiap.ficedl.info/; Anarchist and Syndicalist Periodicals from Latin America. Recuperado de https://archive.org/details/anarquis-molatino.
12 Terrapalabra. Recuperado de https://terrapalabra.wordpress.com/; Archivo de Documentación Ácrata Tucumana Flora Albornoz. Recuperado de https://issuu.com/anarcostuc; Núcleo de Estudios Ácratas Tucumán. Recuperado de https://www.facebook.com/lxsaentucuman; Ácratas en Salta. Recuperado de https://acratasdesalta.wordpress.com/
13 La coordinación estuvo a cargo de Laura Fernández Cordero hasta 2020 y de Ivanna Margarucci a partir del mismo año. Programa de Investigación del Anarquismo, CeDInCI. Recuperado de https://cedinci.org/investigacion-del-anarquismo/
14 Actas I Congreso de Investigadorxs sobre Anarquismo (26, 27 y 28 de octubre de 2016). Recuperado de https://unsam.edu.ar/cedinci/PDF/Jornadas/Actas%20Final%20con%20indice_final.pdf ; “Programa II Congreso Internacional de Investigadorxs sobre Anarquismo(s)” (13 al 15 de julio de 2019). Recuperado de https://segundocongresoanarquismos.blogspot.com/p/blog-page.html; “Programa III Congreso Internacional de Investigación sobre Anarquismo” (8 al 11 de noviembre de 2022). Recuperado de https://3congressoanarquista.noblogs.org/programacao/
15 “Programa Jornadas de Intercambio del Programa de Investigación del Anarquismo” (18 de octubre de 2018). Recuperado de https://noticias.unsam.edu.ar/2018/10/16/jornadas-de-intercambio-del-programa-de-investigacion-del-anarquismo/; “Programa Palabras en Fuego: Pensar La Historia Anarquista en Las Américas” (1 de octubre de 2021). Recuperado de https://president.dartmouth.edu/events/event?event=64649#.ZDHOpXbMLIU
16 Grupo de Investigación de Historia del Anarquismo Transnacional. Recuperado de http://gihat.org/
17 “Primera Circular del Primer Encuentro en Uruguay de Investigadores/as e Historiadores/as sobre Anarquismos”. Recuperado de https://getig.wordpress.com/2023/02/17/primera-circular-del-primer-encuentro-en-uruguay-de-historiadoras-es-e-investigadores-as-sobre-anarquismos/
18 La ampliación del sistema de becas se dio, no sin discontinuidades y discusión por parte de quienes participan de él, a partir de distintos organismos: Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT) y universidades nacionales de todo el país.
19 Véase anexo “Tesis de licenciatura, maestría y doctorado sobre el anarquismo en la Argentina defendidas entre 1998 y 2023”.
20 Otro punto a destacar que colaboró en este proceso es el surgimiento de proyectos editoriales autogestionados cuyo catálogo se compone de forma exclusiva o mayoritaria de libros sobre el anarquismo, por ejemplo, Libros de Anarres, Ediciones Cúlmine y Tren en Movimiento.
21 Esta discusión en ciernes contrapuso la interpretación estructural-funcionalista de Hora (2019) acerca del anarquismo como un fenómeno integrado al régimen oligárquico de entre-siglos, frente al carácter “confrontacionista” del movimiento en el marco de un orden social y político basado por norma general, no en la inclusión y el diálogo, sino en la exclusión y el conflicto (Perochena, 2022).
22 La tesis de doctorado titulada “Subjetividad, sexualidad y emancipación. Anarquistas en Argentina 1895-1925”, fue reescrita y publicada como libro (Fernández Cordero, 2017b).
23 Para un desarrollo más exhaustivo, véase Fernández Cordero (2015).
24 Una tendencia en este sentido puede observarse en algunos trabajos recientes que incorporan un corpus más vasto y diverso, como los libros de Pablo Ansolabehere (2011), Ledesma Prietto (2016) y Albornoz (2021).

Notas de autor

* Investigadora Responsable Fondecyt Postdoctorado N° 3230006, Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (Chile).
Modelo de publicación sin fines de lucro para conservar la naturaleza académica y abierta de la comunicación científica
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