Dossier

"Vivir como machos en un mundo de maricones". Representaciones de lo masculino y lo femenino en la derecha peronista (1943-1975)

"Living like machos in a world of faggots." Representations of the masculine and the feminine in the Peronist right (1943-1975)

Juan Luis Besoky
Universidad Nacional de La Plata, Argentina

Avances del Cesor

Universidad Nacional de Rosario, Argentina

ISSN: 1514-3899

ISSN-e: 2422-6580

Periodicidad: Semestral

vol. 20, núm. 29, 2023

revistaavancesdelcesor@ishir-conicet.gov.ar

Recepción: 22 Febrero 2023

Aprobación: 28 Agosto 2023

Publicación: 05 Diciembre 2023



DOI: https://doi.org/10.35305/ac.v20i29.1885

Resumen: El presente artículo es una aproximación a las diversas formas en que la derecha peronista, entendida como un conglomerado de organizaciones, publicaciones e intelectuales, concibió, utilizó y representó el modelo de hombre y de mujer. Atendiendo a las caracterizaciones sobre el militante ejemplar, sobre el modelo de argentinidad y también sobre la figura del enemigo se pretende indagar las continuidades, variaciones y rupturas en las formas de representación sexo genérica. Para esto, nos enfocamos en primer lugar en la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN) y en los cambios producidos luego del desplazamiento de Juan Queraltó de la dirección por Guillermo Patricio Kelly en 1953. Nos interesa observar en qué medida la completa “peronización” de la organización repercutió en las formas de concebir la participación política de la mujer y el modelo de masculinidad. En segundo lugar, analizamos las continuidades o rupturas sobre estas mismas cuestiones en los años cincuenta y sesenta en el campo de la derecha nacionalista fundamentalmente en el Movimiento Nacionalista Tacuara. Por último, nos centramos en el surgimiento de la revista El Caudillo de la Tercera Posición en los años setenta como fiel vocero del peronismo de derecha. Aquí pretendemos observar en qué medida las concepciones originales de la ALN y del campo nacionalista se vieron modificadas en el contexto mundial de lo que Eric Hobsbawm (2006) llamó la revolución cultural. Para esto consultaremos las publicaciones partidarias (Alianza y El Caudillo), los discursos públicos de los militantes y las intervenciones políticas.

Palabras clave: estereotipos de género, derechas, masculinidades, homofobia, peronismo.

Abstract: This article addresses to the various ways in which the Peronist right, understood as a conglomerate of organizations, publications and intellectuals, conceived, used and represented the model of man and woman. Considering the characterizations on the exemplary militant, on the model of Argentineness and also on the figure of the enemy, it is intended to investigate the continuities, variations and ruptures in gender representations. For this, we focus first on the Alianza Libertadora Nacionalista (ALN) and on the changes produced after the displacement of Juan Queraltó from the leadership by Guillermo Patricio Kelly in 1953. We are interested in observing to what extent the complete "peronization" of the organization had an impact on the ways of conceiving women’s political participation and the model of masculinity. Secondly, we analyze the continuities or ruptures on these same issues in the 1950s and 1960s in the nationalist right-wing, fundamentally in the Movimiento Nacionalista Tacuara. Finally, we focus on the emergence of the magazine El Caudillo de la Tercera Posición in the 1970s as a faithful voice for right-wing Peronism. Here we intend to observe to what extent the original conceptions of the ALN and the nationalist camp were modified in the global context of what Eric Hobsbawm (2006) called the cultural revolution. For this we will consult the party’s publications (Alianza and El Caudillo), the militants' public speeches and the political interventions.

Keywords: gender stereotypes, rights, masculinities, homophobia, peronism.

Introducción

En este artículo se realiza una primera aproximación al estudio de la derecha peronista (Besoky, 2013) en clave de género siguiendo los aportes de Joan Scott (1996). Interesa analizar la manera en que fueron construidas y difundidas las representaciones sexo genéricas desde 1945 hasta 1975. Para esto se seleccionaron algunas agrupaciones y publicaciones emblemáticas del peronismo de derecha a fin de revisar las continuidades y rupturas presentes en la representación del militante ideal, la caracterización del “enemigo” y el papel otorgado a las mujeres dentro de la propia organización.

Una de las hipótesis que guían este trabajo es que existió una continuidad en las construcciones convencionales que excluyeron a las mujeres de la política legitimándolas en su papel maternal y doméstico, con la excepción de un breve interregno en los años finales del primer peronismo. La otra hipótesis tiene que ver con la construcción del militante varón anclado en un modelo de masculinidad enfocado en la virilidad falocéntrica y homofóbica. Este último aspecto se volvió más presente en los años setenta cuando pareció ser una respuesta a la revolución sexual de la década anterior.

La investigación comienza por la Alianza Libertadora Nacionalista (en adelante, ALN), una de las primeras organizaciones nacionalistas que adhirió al peronismo, a través del análisis de su prensa (Alianza), pero también incorporando las fotografías y las imágenes presentes. Poniendo el foco en los cambios producidos en la dirección de la organización en 1953 se pretende observar en qué medida la completa peronización de la ALN repercutió en las formas de concebir la participación política de la mujer y el modelo de masculinidad.

Posteriormente, la investigación se centra en organizaciones como Tacuara, para los años sesenta, y la revista El Caudillo de la Tercera Posición (en adelante, El Caudillo) para los años setenta. De esta forma, se pretende observar en qué medida las concepciones originales de la ALN y del campo nacionalista se vieron modificadas en el contexto mundial de lo que Eric Hobsbawm (2006) llamó la “revolución cultural”, con el avance del feminismo, las libertades sexuales y los cambios en el modelo de familia y masculinidad.

Todas estas publicaciones y organizaciones brindan una mirada suficientemente abarcativa de la derecha peronista a lo largo de más de tres décadas y de los cambios y continuidades en sus concepciones sobre lo masculino y femenino.

La Alianza Libertadora Nacionalista

La Alianza de la Juventud Nacionalista (en adelante, AJN), nombre original de la rebautizada Alianza Libertadora Nacionalista, se creó en 1937 por Juan Queraltó como un desprendimiento de la Legión Cívica Argentina. Para la década de 1940 ese núcleo juvenil inicial había logrado convertirse en una organización nacionalista importante y numerosa con aproximadamente 10.000 miembros activos. En base a los registros reunidos en 1942 por la Comisión Especial Investigadora de Actividades Antiargentinas, podemos saber que la AJN declaraba tener filiales en todas las provincias y una organización en base a seccionales con sus respectivos responsables, dentro de los cuales funcionaban los centros políticos denominados Fortines. Solamente en Capital Federal un documento de la propia organización registraba 45 seccionales con sus respectivos jefes llegando a un total de 2.645 socios. Era frecuente que el periódico oficial Alianza publicara fotos de los militantes (todos varones) de los diferentes Fortines. En las imágenes 1 y 2 pueden verse los varones militantes de la ALN de los Fortines de Ciudadela y La Boca vestidos prolijamente de traje y con el distintivo aliancista en el brazo izquierdo. En las paredes pueden verse retratos de José de San Martín y afiches con el emblema del cóndor de la ALN y otros respecto a la neutralidad argentina en la Segunda Guerra Mundial.

El Fortín de La Boca
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El Fortín de La Boca
Fortín de La Boca (2da quincena de febrero de 1945). Alianza, p. 8. Archivo CEDINCI

El Fortín de
Ciudadela
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El Fortín de Ciudadela
El Fortín Ciudadela desarrolla una labor ejemplar (2° quincena de noviembre de 1943). Alianza, p. 11.

Ideológicamente la Alianza atacaba al liberalismo, al sistema político corrupto de la democracia y a la oligarquía conservadora que había gobernado el país en los años de 1930. También era notoriamente antisemita y rechazaba por igual el comunismo y el capitalismo promoviendo la instauración de un Estado corporativo autoritario. En este sentido, los aliancistas no se alejaban demasiado de los fascismos europeos de los cuales eran admiradores. También coincidían en la intención de ganar la calle y disputarle a la izquierda el peso que tenía en la clase obrera. Su enfrenamiento con los militantes comunistas y socialistas daba cuenta del reemplazo de la dialéctica de los grandes discursos por la de “puños y pistolas”. La ALN prestaba especial atención a la forma en la cual debían realizarse las manifestaciones públicas y los desplazamientos. Estas, copiadas de la tradición militar, estaban detalladamente indicadas. En palabras del ex militante aliancista Roberto Giachetti, entrevistado por Rubén Furman (2014):

Éramos fanáticos de las marchas, a las que íbamos con camisas grises o verdes. Nos veíamos como paramilitares, con lazos con el ejército a través de oficiales de la reserva. Había un cabo y un suboficial que me mandaban. Para los actos de Alianza nos poníamos como distintivo un brazalete azul y blanco con la Cruz de Malta, la de los cruzados, una orden religiosa y militar que es como nos veíamos a nosotros mismos (p. 81).

De hecho, los rituales, estética e iconografía de los aliancistas no escapaban demasiado de lo que habían sido los movimientos fascistas. El culto a la virilidad, a la violencia, el uso del pelo engominado, las camisas grises, el saludo con el brazo en alto y el trato de usted entre camaradas eran ejemplos claros de esta influencia, así como también las referencias católicas y medievalistas como la cruz de Malta y el águila prusiana reemplazada por un Cóndor.

Estas representaciones, como advirtió George Mosse (1996), se asemejaban a la de los fascismos europeos, quienes retomaron tradiciones dominantes en las sociedades de su época para dar forma a una liturgia y a símbolos con los cuales llegaron al gran público. En ellos la belleza del cuerpo masculino de la antigüedad clásica, era exaltado en tanto representaba la virilidad, control, disciplina y dinamismo revolucionario.

La iconografía de la Alianza solía representar al militante aliancista siempre como un hombre trabajador o como un soldado, como puede verse en las imágenes 3, 4 y 5. Su aspecto viril, con la camisa abierta y la mirada altiva mientras sostenía el estandarte o la bandera nacional daba cuenta del carácter fuertemente masculino vinculado al heroísmo y al sacrificio que no era ajeno a los movimientos fascistas.

Soldados y
Obreros
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Soldados y Obreros
Revolucionarios si, mercaderes no (26 de junio de 1947). Alianza, p.1.

El soldado y el obrero
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El soldado y el obrero
El soldado y el obrero (6 de septiembre de 1945). Alianza, p. 3.

El Mártir
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El Mártir
Sacrificio de once martires (1ra quincena de octubre de 1953). Alianza, p. 3.

De hecho, como bien recuerda Raewyn Connell (2015), en términos de género el fascismo fue la afirmación desnuda de la supremacía masculina en sociedades que habían estado influidas por la igualdad de mujeres. En este sentido, los fascismos promovieron nuevas imágenes de masculinidad hegemónica que glorificaron la irracionalidad y las violencias sin restricciones.

En un análisis sobre la posición de los nacionalistas respecto a la sexualidad entre 1919 y 1940, Sandra McGee Deutsch (2005) ya había advertido la creencia ampliamente difundida de que la base de una nación poderosa era la familia heterosexual, constituida jerárquicamente bajo la autoridad del hombre y con roles de género claramente diferenciados. Para los nacionalistas incluso la sensualidad amenazaba con diluir la firmeza masculina. Existía el peligro de que las energías sexuales desatadas impulsaran a las mujeres a dejar sus hogares resultando en un caos moral y social. En su concepción, los enemigos del nacionalismo (liberales, izquierdistas, feministas, judíos) buscaban destruir la virilidad argentina, la familia cristiana y la nación misma.

Cabría preguntarse, teniendo en cuenta la visión de los nacionalistas en general y de los aliancistas en particular, por el lugar que otorgaron a las mujeres dentro de su propia organización. En base al memorándum de la Comisión Especial, mencionada anteriormente, Marysa Navarro Gerassi (1968) ha sostenido que la AJN contaba con 3 mil militantes mujeres. La cifra, tal como ha señalado Marcus Klein (2001), parece exagerada ya que la rama femenina de la organización denominada Alianza de la Juventud Nacionalista Femenina de Auxilio Social se estableció en junio de 1942, tras cinco años de funcionamiento de la rama masculina. Por otra parte, en los registros fotográficos de los mítines aliancistas por el día del Trabajador no se ven mujeres, así como tampoco hay referencias a ellas en las páginas del diario aliancista, lo que demuestra el reducido papel que se les asignaba.

En palabras de Klein, (2001) da la impresión que la AJN era sobre todo una organización de hombres jóvenes, predominantemente de clase media baja, aunque también había algunos de familias acomodadas. La edad y el género, no la clase, era la característica distintiva de los aliancistas. Sin embargo, para mayo de 1943, luego del golpe de Estado, la Alianza pasó a denominarse Alianza Libertadora Nacionalista. Cambio de nombre motivado por las intenciones de dejar de aparecer como una agrupación puramente juvenil, aunque seguía siendo casi en su totalidad una organización masculina.

Esta reticencia a otorgar un rol destacado a las mujeres en el accionar político puede verse en la decisión de la ALN —en setiembre de 1947—de oponerse a la promulgación del sufragio femenino por el peronismo. Al respecto señala Susana Bianchi (1986):

El único grupo que mostró una clara oposición hacia el sufragio femenino fue la Alianza Libertadora Nacionalista, que incluso procuró sin éxito provocar algunos conflictos en el acto de Plaza de Mayo de promulgación de la ley. De todos modos, esta oposición no resulta significativa ya que la Alianza —que en otros aspectos apoyaba a la política de Perón— constituía un sector minoritario sin peso efectivo en la política argentina (p. 295).

Si bien es cierto que la ALN apoyó a Perón manteniendo cierta autonomía, la relación no estuvo exenta de conflictos. La mayoría de ellos estuvieron relacionados con el progresivo intento de Perón de ir subordinando a la ALN y restringiendo su independencia. Un ejemplo de esto lo constituyó la creación de la Unión de Estudiantes Secundarios (en adelante, UES) en desmedro de la ya existente Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios (en adelante, UNES), rama estudiantil de la ALN. Furman (2014) cita el testimonio del joven militante Giachetti quien como jefe de la UNES fue invitado en 1948 por Perón a la Casa Rosada junto con Queraltó, para anunciarles la intención del gobierno de crear su propio destacamento juvenil: la UES. Esta se formaba con el mismo objetivo que tenía la UNES: combatir al comunismo y al radicalismo en la juventud estudiantil que manejaban la Federación de Estudiantes Secundarios de Buenos Aires. Según Furman (2014):

La cooptación de jóvenes unistas hacia el peronismo se hizo fácil teniendo a disposición los recursos del Estado. El 21 de setiembre del 49, los dirigentes estudiantiles nacionalistas visitaron la Isla Sarmiento en el Tigre a bordo del yate presidencial Tequara. Y en unas denominadas Jornadas de la juventud, el gobierno les facilitó el Luna Park. (…) Durante un tiempo, Giachetti optó por militar en la UNES y la UES en forma simultánea, pero teniendo en claro las ventajas de estar en una central estudiantil apoyada desde el gobierno. ―Había chicas, porque era muy difícil que las mujeres se acercaran a los nacionalistas. Daneri, que era un cuadro nuestro en la UNES porteña, se pasó directamente a la UES. Pero yo me mantuve en ambas (p. 83).

Con el paso de los años la UNES quedó cada vez más asfixiada. Su actividad en los colegios secundarios fue suprimida ya que el peronismo sólo permitía la existencia de la UES, controlada por el gobierno. En 1949 finalmente, los jóvenes de la UNES, dirigidos por Luis Denharter, abandonaron la ALN desencantados por el papel que le otorgaba Perón a esa organización y por el lugar cada vez más insignificante al que era reducido Queraltó. Muchos de ellos posteriormente, conformarían la agrupación Tacuara.

El testimonio del militante Giachetti es importante en tanto muestra el carácter marcadamente masculino de la ALN, incluso en su rama juvenil, si se lo contrasta con el naciente movimiento peronista que otorgaba a la rama femenina un papel destacado. Como bien ha demostrado Adriana Valobra (2010), “al efectivizar la sanción de la ley de derechos políticos y cumplirse durante su gestión la primera elección femenina, el peronismo inauguró una experiencia ciudadana nueva y única” (p. 172).

Incluso en partidos ideológicamente opuestos, señala Valobra (2010), se gestaron acciones para organizar la intervención de las mujeres. Si bien el socialismo y el anarquismo ya tenían canales más aceitados de participación femenina, el resto encontró en la ley de Derechos Políticos Femeninos y en el Estatuto de los Partidos Políticos una vía para estimular la actividad de las mujeres. Por ejemplo, el Partido Comunista se volcó a la creación de una estructura de masas como la Unión de Mujeres de la Argentina mientras la Unión Cívica Radical usaba los derechos políticos femeninos para confrontar con el peronismo sin necesariamente buscar una reorganización interna.

A pesar de todos estos cambios, la ALN permaneció inmutable, al menos, hasta el año 1953, cuando Queraltó fue desplazado de la conducción.

A continuación, se verán dos cuestiones vinculadas: por un lado, la completa subordinación de la ALN al peronismo a partir de la llegada de Guillermo Patricio Kelly y el impacto que generó esto en relación con la militancia femenina; y por el otro, cómo pervivieron ciertas concepciones sobre la masculinidad en organizaciones derivadas de la derecha peronista como Tacuara.

La llegada de Kelly: peronización y ¿feminismo?

En abril de 1953, uno de los militantes de la ALN —Guillermo Patricio Kelly—, con la evidente complicidad del gobierno peronista, decidió desplazar a Queraltó de la conducción. Para eso, convocó una asamblea en el teatro Augusteo donde cambió el nombre de la agrupación por el de Alianza Popular Nacionalista y rechazó cualquier discriminación racial. A partir de allí, Queraltó fue enviado al Paraguay, donde permaneció protegido por Stroessner hasta su regreso a la Argentina en 1973. La llegada de Kelly a la conducción de la ALN marcó una alteración completa del rumbo. Además de una subordinación total al gobierno, se abandonó cualquier resabio antisemita y se promovió la hermandad entre cristianos y judíos a través del periódico Alianza.

Otra de las consecuencias inmediatas de la nueva conducción de la ALN fue la mayor participación y visibilidad que se les otorgó a las mujeres a la organización. Bajo la nueva conducción, en la reunión del Comando Nacional de octubre de 1953, se eligió subsecretaria de la División Femenina a la camarada Ruth María Leichtfel y desde la dirección se procedió a fomentar, en los Fortines del interior del país, la creación de las secciones femeninas.[1] En la misma prensa partidaria son frecuentes las fotografías de hombres y mujeres en las diversas actividades realizadas.

Camaradas de Fortín Berisso
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Camaradas de Fortín Berisso
Mujeres en la Alianza (1° quincena de octubre de 1953). Alianza, p. 6.

Camaradas aliancistas
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Camaradas aliancistas
Información aliancista (1ra quincena de octubre de 1953). Alianza, p. 20.

Las mujeres pasaron a tener mayor espacio y visibilidad en la prensa aliancista como atestigua un artículo escrito por María Teresa A. De Alcántara, quien, además de jefa de la división femenina de la ALN era esposa del secretario ejecutivo. Sin embargo, seguía predominando un discurso fuertemente patriarcal. Bajo el título “Ya vivieron su vida”, la Jefa de la División femenina de la ALN criticaba la liberalización de la mujer que la alejaba del hogar, de la familia y de la religión. Recordaba que “el hogar bendecido por Dios, es la fuerza de una patria justa y soberana”. En este sentido, señalaba: “El reemplazar polleras por pantalones, o usar melenas existencialistas y hacer alarde de lenguajes fuertes, les hace creer que sus derechos son más reconocidos y su voluntad más respetada. Van poco a poco masculinizándose, adquiriendo gestos varoniles y perdiendo lógicamente sus encantos femeninos”.[2]

Esta visión no se distanciaba mucho de lo que el propio peronismo sostenía en publicaciones como, por ejemplo, “La razón de mi vida” de Eva Perón. Valobra (2010) reconoce que la igualdad adquirida en el plano de los derechos terminó adscribiendo a las mujeres a características tradicionales del “contrato sexual” (Pateman, 1988) que no se buscaron trastocar. De todas formas, si comparamos el inexistente papel que la mujer tenía en la ALN, antes de la llegada de Kelly, el cambio es notable. Esta modificación tenía que ver con la búsqueda de la completa homogeneización (y subordinación) de la ALN al movimiento peronista. La visibilidad de las mujeres y las menciones a la figura de Eva Perón, casi inexistentes en las publicaciones anteriores, dan cuenta de esto.[3]

Los herederos de la Alianza: el Movimiento Nacionalista Tacuara

Luego del Golpe de Estado de 1955, la ALN se disgregó y sus principales dirigentes marcharon al exilio o enfrentaron la cárcel. Sin embargo, antiguos militantes aliancistas tuvieron un papel importante en las primeras actividades de resistencia armada contra las nuevas autoridades. No solo actuaron, sino que también ejercieron un papel pedagógico en los jóvenes militantes del peronismo en lo referente al uso de la violencia callejera y el enfrentamiento con sectores antiperonistas.[4]

Este no fue el único aspecto donde la influencia de la ALN fue importante. Tal como ha demostrado Laura Ehrlich (2010), gran parte de los tópicos, imágenes y arquetipos presentes en el activismo juvenil peronista provenían del nacionalismo de derecha. Según ella, puede apreciarse en la juventud peronista de aquellos primeros años de la resistencia:

un arquetipo: se trata de un héroe masculino, basado en la adopción de un estilo de vida total, de entrega por la causa cristiana, nacional y peronista, y que prevé el paso por experiencias transformadoras (a modo de ritos de pasaje) a lo que suma un tipo de conducta, combativa, cuya propagación tendría una función purificadora sobre el conjunto del movimiento peronista.” (p. 218)

El 17 de octubre
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El 17 de octubre
17 de octubre. Justa. Libre. Soberana. (Año II n° 12, octubre de 1961) Trinchera de la Juventud Peronista, p. 6. Archivo CEDINCI

En este sentido tampoco es casualidad que muchos de estos valores y representaciones, ya presentes en el nacionalismo de los años cuarenta, se mantuviesen en otra de las organizaciones juveniles de derecha con bastante peso en la década del sesenta: el Movimiento Nacionalista Tacuara.

Valeria Galván (2012), que ha analizado las publicaciones de la derecha nacionalista en esos años, particularmente de Tacuara y del grupo Azul y Blanco, ha encontrado en sus representaciones y arquetipos:

dos imágenes contrapuestas de hombre parecen haber prevalecido en las representaciones del discurso nacionalista: el héroe viril, fuerte, capaz de liderar a las masas y de sacrificarse por la nación y su antítesis, el desviado, el monstruo, ese ser infrahumano que encarnaba en sus particularidades físicas todas sus falencias y vicios morales. Si la primera de estas imágenes se remite al ideal de heroicidad de los nacionalistas de 1930, a los fascismos europeos y, más remotamente, al estereotipo masculino burgués del siglo dieciocho, la segunda encuentra sus principales antecedentes en los desviados sociales de los albores de la modernidad (judíos, gitanos), rodeados de motivos tales como la fealdad física, la enfermedad, el nerviosismo, el afeminamiento, la suciedad, la desproporción física, la cobardía (p. 303).

En este sentido, como sostiene la autora, “mientras que la belleza, la actitud corporal proactiva, la mirada segura puesta en el horizonte y el sacrificio representan hidalguía, virilidad, patriotismo y, en conjunto, construyen un modelo positivo a imitar”, las otras caracterizaciones basadas en “la debilidad y deformidades físicas, la fealdad y las carencias en honor, higiene, virilidad y moderación de las pasiones primarias” daban cuenta de la ilegalidad, depravación moral y referían a una especie subhumana”. (Galván, 2012, p. 304).

El Descamisado
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El Descamisado
El descamisado (septiembre de 1964). Barricada, año 2, 7. Archivo CEDINCI

Los propios militantes de la organización sostenían que Tacuara encarnaba la masculinidad, la humanidad y la nación, mientras que el judaísmo, el psicoanálisis freudiano, y el materialismo dialéctico eran parte de una amenaza multiforme que pretendía reducir las instituciones básicas de la nacionalidad a pulsiones animales y desviaciones sexuales.

Esteban Campos (2019) —que trabajó sobre las representaciones sexo genéricas en la prensa del Movimiento Nacionalista Tacuara— advierte las mismas diferencias a la hora de caracterizar a los enemigos en contraposición a los valores rescatables propios:

La conducta desviada en el seno de Tacuara era metaforizada con la figura del invertido, por naturaleza cobarde y rastrero. En cambio, el buen militante nacionalista acometía al enemigo de frente, lo que desalentaba —filas adentro de la organización— cualquier posibilidad de ofensa por detrás que pusiera en riesgo las vías rectales simbólicas de los camaradas. La transgresión sexual, desde luego, también era incluida en la trama densa de la conspiración opositora. Para Ezcurra Uriburu, “el materialismo histórico, la economía liberal, el sufragio universal, pueden ser defendidos por un criminal, un estafador o un invertido sin otra condición que la elocuencia verbal o escrita”. En palabras del dirigente, el militante ideal era mitad monje mitad soldado, y debía entregarse de manera desinteresada por “multitudes que sólo pensaban en la plata, en las mujeres y en el fútbol, para quienes la patria, el espíritu y su propio sacrificio eran una estupidez” (p. 9).

Como destaca Campos (2019), la crítica puritana al aburguesamiento de la sociedad argentina era parte de una cosmovisión donde el desorden sexual se emparentaba al desorden político. Estas representaciones, como anteriormente señaló McGee Deutsch (2005), eran sostenidas por Tacuara y también por el resto del nacionalismo de derecha, desde al menos la década de 1940. Posteriormente, se vieron potenciadas a medida que la revolución sexual y cultural de los años de posguerra se profundizó. Es posible encontrar los mismos tópicos en las diversas organizaciones y publicaciones de la derecha peronista durante todo ese período.

El próximo apartado se centra en la representación sexo genérica de uno de los principales medios de difusión de la derecha peronista en los años 1970: El Caudillo de la Tercera Posición.

El Caudillo de la Tercera posición

La revista El Caudillo vio la luz el 16 de noviembre de 1973, cinco días antes de que hiciera su aparición pública la Alianza Anticomunista Argentina (en adelante, Triple A), para representar la voz de la derecha peronista y contrarrestar a la izquierda peronista. El Caudillo, cuyo diseño imitaba prácticamente a El Descamisado, se publicó de manera casi regular hasta fines de 1975 y llegó a vender aproximadamente 9400 ejemplares en los kioscos de la Capital Federal. El director de la revista fue Felipe Romeo y el jefe de redacción José Miguel Tarquini, ambos antiguos militantes de Tacuara (Besoky, 2010).

El estilo de la revista, escrito en un lenguaje llano y descontracturado, no ahorraba palabras a la hora de referirse a los enemigos, estando los insultos y amenazas a la orden del día. La frase “el mejor enemigo es el enemigo muerto” daba cuenta del estilo directo de la revista que tenía varias secciones e incluso una sección de humor donde los opositores eran ridiculizados y hostigados.

Algunos de los lugares comunes de los cuales se nutrió la revista para establecer una mirada sobre la izquierda tenían que ver con elementos ya presentes en el nacionalismo de derecha. La figura del montonero fue representada con lentes de intelectual, grandes orejas, nariz aquilina y con distintivos como la estrella de David, la hoz y el martillo o la bandera estadounidense. Esos rasgos buscaban enfatizar la caracterización de los sectores de izquierda del peronismo -englobados en la Tendencia revolucionaria- como intelectuales (por lo tanto, no trabajadores); marxistas (no peronistas; o sea, infiltrados); judíos (apátridas) y proyanquis (agentes de la Central de Inteligencia Americana). (Besoky, 2016). A esta caracterización le sumaban algunos gestos y ropa de mujer para tildarlos de afeminados.

Caricatura de la Tendencia I
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Caricatura de la Tendencia I
La Tendencia enloquecida (14 de marzo de 1974). El Caudillo de la Tercera Posición, año II, 18, p. 23. Archivo digital Ruinas Digitales

De hecho, era frecuente la atribución de rasgos femeninos a determinados grupos y personas como recurso constante dentro de la violencia discursiva presente en los artículos y caricaturas. Esto contrastaba con la virilidad y hombría que tenían los militantes del “peronismo ortodoxo”.

María Belén Martínez-Obertti (2021) -quien analizó la representación de lo femenino en la revista El Caudillo- encuentra que las categorías moralizantes en relación con la sexualidad utilizadas por la revista respondían a la denuncia de todo aquello que intentaba resquebrajar uno de los anclajes más importantes dentro del mundo cristiano conservador: la familia.

De esta manera El Caudillo denunciaba a los negociantes que “logran ganancias comerciando desde pastillas hasta pornografía, o sea, métodos para que el cuerpo de la mujer no pueda tener hijos o para que el corazón de la mujer no quiera tenerlos".[5] Parece evidente que para los redactores de la revista los cambios en la moral sexual y familiar que había traído el mundo de posguerra eran una clara amenaza a la que había que enfrentar de manera violenta.

Tal como ha advertido Simonetto (2015):

la identidad de El Caudillo encontraba un centro de su discurso en la figura masculina clásica heredada de las tradiciones y la moral católica conservadora. En sus páginas, se leía una constante apelación a la moral en rechazo a todo empleo de la sexualidad que no cupiera en las normas de la familia cristiana. La mirada androcéntrica promulgaba una virulencia contra todo aquello que escapara a los cánones establecidos como horizontes de la vida social y cultural (p. 143).

En consonancia con lo anterior, la revista atacaba por igual a los homosexuales y a las mujeres que se alejaban de su rol tradicional. Así, tal como ha señalado Silvia Federici (2018), la figura antagónica a la mujer madre de familia, ama de casa y esposa devota era la prostituta. No es casualidad que El Caudillo usara esta figura para atacar a sus enemigos.

Para la revista pertenecer a la guerrilla significaba ser prostituta. En un artículo titulado "El curriculum de una loquita llamada guerrilla" se hacía alusión a la prostitución y se planteaba la relación del enemigo con agentes externos en una especie de negociación oscura que atentaría contra la propia nacionalidad: "Actualmente la guerrilla es financiada desde París, donde funciona una estrecha red de entidades sinárquicas y representa los intereses más traviesos y más aviesos del sovietismo marxista".[6]

Como destaca Martínez-Obertti (2021), dentro del mismo número de la revista, en el artículo acerca de la subida de precios, “Leña a la explotación”, se presentó como contraparte el modelo de mujer doméstica que la revista ponderaba:

Mediante entrevistas en almacenes se les dio voz a las amas de casa bajo la premisa de que “las amas de casa protestan con razón por la abrupta escasez de algunos alimentos”. En contraste con la imagen anterior, el semanario construyó una antípoda consecuente con el riesgoso resquebrajamiento de su orden moral: mientras “la loquita” —prostituta— se divertía, las amas de casa protestaban con razón, como verdaderas guardianas del orden doméstico.

No solo la mujer que abandonaba su rol tradicional o que se sumaba a la guerrilla se convertía en prostituta, sino también a medios de comunicación como el periódico La Opinión de Timerman le era adjudicados rasgos feminizantes y prostibularios. Al señalar sus orígenes y relaciones con los poderes de turno El Caudillo decía:

Creadora de aparato sinárquico, se hizo mujer y con el tiempo prostituta. Se acostó con cuanto petrolero le salió al paso (se llamara Frondizi, Kissinger o Breznev, no importaba la cara… ), parió expoliadores al montón y sobrevivió defendida por matones y alcahuetes que nunca llegaron a ser siquiera sus rufianes.[7]

Por otro lado, como se señaló anteriormente, la homosexualidad era también objeto de ataque en las páginas de la revista. Así la moda unisex fue cuestionada en tanto representaba el resquebrajamiento de la división binaria de género.

Isabella Cosse (2019) —quien estudió las masculinidades presentes tanto en la izquierda como en la derecha— ha destacado la importancia que el peronismo derechista asignó a la disputa por la hegemonía simbólica sobre la figura del combatiente y héroe revolucionario. Para descalificar a la izquierda guerrillera buscaron atacar su virilidad. En este sentido, transformaron la ternura en cobardía y concibieron a sus enemigos como afeminados. A esto sumaron la descalificación generacional y de clase con la denigración misógina y homofóbica.

En otro número de El Caudillo, por ejemplo, las figuras de Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo eran colocados en pose femeninas, como si participaran de un cuadro del teatro de revista. La caracterización de los enemigos alejados del modelo de hombre viril era constante. En uno de los números sostenían: “No se la aguantan y lloran y lloran, como las mujeres y las maricas. Ellos hacen las cosas como maricones, de atrás (y no de frente, como los machos)”.[8]

Caricatura de la Tendencia II
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Caricatura de la Tendencia II
Acabar con los homosexuales (13 de febrero de 1975). El Caudillo de la Tercera Posición, p. 16

El punto culminante del ataque fue un artículo con el título: “Acabar con los homosexuales”. Allí se sostenía:

Objetores de Conciencia. Ocupantes de baños públicos por más tiempo del necesario para realizar la micción, ajustados en el vestir y sueltos en las costumbres, enemigos a muerte de la bruja de Susana Giménez, los maricones deben ser erradicados de nuestra sociedad.

Deben prohibirse las exhibiciones de cine, televisión o teatro que difundan esa perversión al pueblo. El enemigo quiere y busca un país vencido.

A los que ya son, proponemos que se los interne en campos de reeducación y trabajo, para que de esa manera cumplan con dos objetivos: estar lejos de la ciudad y compensarle a la Nación —trabajando— la pérdida de un hombre útil.

Hay que acabar con los homosexuales.

Tenemos que crear Brigadas Callejeras que salgan a recorrer los barrios de las ciudades para que den caza a estos sujetos vestidos como mujeres, hablando como mujeres, pensando como mujeres. Cortarles el pelo en la calle o raparlos y dejarlos atados a los árboles con leyendas explicatorias y didácticas.[9]

La revista proponía enviarlos a “países amigos” como Cuba donde serían tratados como corresponde. “Es por todos conocido que en los países comunistas los maricas son tratados como una verdadera lacra social y dejados de lado. Raleados, perseguidos y considerados como lo que son: un mal”. El artículo finalizaba haciendo referencia a la creación del Frente de Liberación Homosexual con el siguiente párrafo lapidario:

La sigla de “ellos” es el FLH. Pero no son los únicos. Las mujeres que patean en contra tienen también su corazoncito. Hace poco sacaron una revista: mitad tortilla, mitad marxismo. Son las que trepan a las motos, las que se sienten igual al hombre. Mujeres de pelo en pecho, bebedoras de hormonas masculinas, voz gruesa, han llegado en más de una oportunidad a asesinar policías y soldados.

Hay que terminar con los homosexuales. Encerrarlos o matarlos.

Caricatura del FLH
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Caricatura del FLH
Frente Homosexual de Liberación (10 de mayo de 1974). El Caudillo de la Tercera Posición, p. 23.

De hecho, El Caudillo ya había hecho referencia a los jóvenes revolucionarios del peronismo como “putos y faloperos”. En contraste, los militantes de la derecha peronista se veían a sí mismo como verdaderos “machos”. Tal como han destacado Insausti y Ben (2017) en su texto sobre las masculinidades hetero y homosexuales, en esos años ser macho no era contradictorio con la penetración sexual de “maricas”. Lo homosexual se asociaba a lo femenino, razón por la cual el sexo activo, no pasivo, no implicaba impugnación alguna a la masculinidad. Esto continuó así al menos hasta la década del ochenta cuando la más mínima participación en una actividad sexual con una persona del mismo sexo devino en prueba incontrovertible de homosexualidad (p. 41).

En un acto de la agrupación derechista Juventud Peronista de la República Argentina del primero de marzo de 1974, dijo el secretario general de la organización, Juan Alfredo Muciaccia:

Estamos aquí para reafirmar tres conceptos: primero, que Perón es el único Jefe del Movimiento; segundo, que el Movimiento Peronista es el único Movimiento revolucionario; y que el mañana peronista lo vamos a hacer los jóvenes peronistas. Perón es el Jefe porque nos dio la esperanza de vivir en un mundo mejor, porque nos hizo superar el asco de vivir en una comunidad corrompida y porque nos enseñó a vivir como machos en un mundo de maricones.[10]

La mujer en el peronismo de derecha

Llegado a este punto es válido preguntar por el lugar que se le asignaba a la mujer militante en el peronismo de derecha. Ya se vio que durante los años iniciales de la ALN el papel político de la mujer estaba bastante marginado y que incluso aun, cuando con la llegada de Kelly a la conducción se le dio mayor participación y visibilidad, igualmente siguió enfatizándose su papel en roles tradicionales: el cuidado del hogar y la familia.

Para el caso de Tacuara, Campos (2019) destacó que si bien no fue una organización exclusivamente masculina las mujeres ocupaban un lugar claramente minoritario en él. El dirigente Oscar Denovi, por ejemplo, recordaba que su esposa lo acompañaba a todos los actos de la agrupación, y además participó como candidata a concejal en 1962 por la Unión Cívica Nacionalista, un partido político que le permitía a Tacuara promocionarse electoralmente. Incluso en algunos registros de la prensa se menciona la existencia de “Brigadas Femeninas” en algunas localidades.

De todas formas, el lugar de las mujeres militantes tanto en la ALN como en Tacuara no parece haber tenido mucho peso. Cuando aparecen en cargos directivos es siempre a cargo de la sección femenina y no en otros sectores de la agrupación que están reservados a los hombres. Por lo general esas mujeres son siempre esposas, novias o hermanas de los varones dirigentes y su rol, como el testimonio de Denovi muestra, es el de acompañante.

En cambio, Anabella Gorza (2022), en su tesis sobre el rol de las mujeres peronistas en la resistencia encuentra que las mujeres a través de su militancia, “desbordaron los límites impuestos por los estereotipos con que comúnmente se las recuerda; un lugar secundario respecto a los militantes varones, un rol de acompañamiento —el lugar de madres, esposas, tías, prostitutas que ayudaron y cobijaron a los protagonistas de esta historia—, y una participación entendida muchas veces como instintiva y espontánea” (p. 99).

Sin embargo, en las organizaciones específicas de la derecha peronista es difícil encontrar esta situación. Ya sea por el fuerte machismo imperante o por el peso de los modelos tradicionales de género, tributarios del nacionalismo de derecha y del catolicismo, las mujeres eran sistemáticamente excluidas y su rol en espacios no específicamente femeninos, como por ejemplo en el ejercicio de la violencia (fundamental para la derecha) era inexistente. No hay tampoco mujeres que hayan tenido un papel dirigente destacado con la solitaria excepción (que confirma la regla) de Norma Kennedy cuya militancia se había iniciado en la izquierda y no en el nacionalismo.[11]

Frente a esto es interesante preguntarnos cómo compatibilizaba la revista El Caudillo el papel subordinado de la mujer con el rol claramente dirigente que tenía María Estela Martínez (Isabel) quien asumió la presidencia luego de la muerte de su marido.

Martínez-Obertti (2021) ha señalado que la exaltación a Isabel, bastante presente en la revista, tenía como objetivo aprobar públicamente su función como esposa de Perón. La defensa de Isabel no se vinculaba a la representación de un modelo de mujer que desde la política partidaria logró sus objetivos por mérito propio. Siguiendo a Margaret Power, Martínez-Obertti sostiene que “en momentos de crisis donde los hombres no podían ejercer su función habitual en el ámbito político se habilitó la acción de las mujeres —pero solo si eran madres y esposas— en la esfera pública como guardianas del orden”. Por lo tanto, señala la autora, al representar a Isabel en su función de mandataria, no hay un intento de trastocar los roles de género. La muestra de lealtad hacia Isabel enunciada en la revista destacaba que “Isabel hizo lo que debía hacer, de acuerdo con su rol de esposa y alumna de Perón. (…) La señora, no representó más que la mano ejecutora de Perón, que por designio divino -Dios, varón- respondería a la restauración del orden.”

En este sentido el rol de Isabel se asemejaba al de Eva Perón, pero también al de Encarnación Ezcurra, que acompañó a Juan Manuel de Rosas y garantizó el orden puesto en peligro tras la ausencia de su marido. Como advierte Martínez-Obertti (2022): “El rol de esposa y madre apareció indisociable de la condición femenina. Por lo tanto, la glorificación de Isabel remite al cumplimiento de su función como esposa y la representación del resto de mujeres en tanto madres”.

Conclusiones

En este artículo se pretendió realizar una primera aproximación a las continuidades y variaciones en las formas de representación sexo genérica de la derecha peronista. En primer lugar, a través del tipo de militante ideal que la ALN difundía y en los valores sobre la familia tradicional que concebía e impulsaba. Por otro lado, se revisó el lugar real que tenían las mujeres en la organización y la visión sobre su papel como ama de casa y esposa. Se encontró que, si bien la llegada de Kelly dotó de visibilidad e impulsó la rama femenina de la organización, en coincidencia con lo que venía sucediendo en el resto del peronismo, este cambio no implicó ningún cuestionamiento al rol tradicional de la mujer.

En segundo lugar, al analizar el caso de Tacuara, agrupación heredera de la ALN y espacio político de varios militantes que reaparecerían en la revista El Caudillo en los años setenta, se pudo observar las continuidades en la visión del nacionalismo de derecha. En ese sentido, fue posible rastrear la defensa permanente del modelo de la familia tradicional y el rol de la mujer como ama de casa y encargada del cuidado familiar. A esto se sumaba cierta construcción del héroe viril, fuerte y capaz como arquetipo de militante, frente al desviado o desviada que encarnaba en sus particularidades físicas todas sus falencias y vicios morales. Es interesante notar cómo a partir de la década del sesenta, en lo que parecía ser una clara respuesta a la revolución social y cultural de posguerra, Tacuara y El Caudillo incrementaron sus ataques contra las mujeres que abandonaban el rol tradicional pero también hacia los hombres y mujeres que cuestionaban la moral sexual conservadora. La violencia que se dirigía a homosexuales, guerrilleros, militantes de izquierda y demás opositores era novedosa por su virulencia y su frecuencia, pero no en los valores tradicionales que llamaba a defender.

Referencias Bibliográficas

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Notas

[1] (octubre de 1953). Alianza, 4, p. 7. Archivo CEDINCI, Buenos Aires.
[2] (octubre de 1953). Alianza, 4, p. 7.
[3] Véase por ejemplo el artículo “La mujer nacionalista ¡Presente!” en el cual se da cuenta de la reunión del 18 de mayo de las Camaradas de la Secretaría Femenina donde se homenajeó a “los camaradas caídos por la causa y a Eva Perón”. (1ra quincena de junio de 1953). Alianza, 136-137, p. 4.
[4] Testimonio de Carlos Villagra citado por Ehrlich (2010) en Anzorena (1989): “Uno de los grupos que nosotros más admiramos y más participación tuvo fue la Alianza Libertadora Nacionalista. Había compañeros trabajadores dentro de la ALN. El caso de La Plata es característico, en La Plata estaba el chino Palma, ex secretario general de la CGT, que era de la ALN. Nos enseñó mucho esa gente. Sobre todo, nos enseñó a manejar armas, y a armar cachiporras, y a cómo pegar y a cómo romper asambleas, y a cómo actuar en una manifestación”.
[5] “¡Oíme niño!” (26 de diciembre de 1974). El Caudillo de la Tercera Posición 56. Archivo CEDINCI. Citado por Martínez-Obertti (2021).
[6] El curriculum de una loquita llamada guerrilla (16 de noviembre de 1973). El Caudillo de la Tercera Posición, 1.
[7] Los ultras de la ultraderecha (8 de febrero de 1974). El Caudillo de la Tercera Posición, 13.
[8] El pasquín ‘De Frente’ acusa de traidor a Perón (7 de junio de 1974). El Caudillo de la Tercera Posición, 30.
[9] Acabar con los homosexuales (13 de febrero de 1975). El Caudillo de la Tercera Posición, 62. p. 16.
[10] Las voces dirigentes (1 de marzo de 1974). El Caudillo de la Tercera Posición, p. 5.
[11] Norma Kennedy (1933-2017) había sido una joven militante del partido Comunista que desde 1955 militó en la Juventud peronista y fue conocida por su intransigencia y sus agitados discursos. Norma Kennedy representó a la Rama Femenina en el acto organizado en la Federación de Box en 1965 durante la visita de Isabel Perón. Ella, fue quien propuso a Isabel para la vicepresidencia en agosto de 1973. En el congreso partidario de noviembre de 1972, cuando se eligió la fórmula Cámpora-Solano Lima, Perón había ordenado votar en favor de Cámpora y la Kennedy, jugó de dura y junto a los sindicalistas propuso la candidatura de Perón. Con la vuelta de Perón pasó a trabajar en el Ministerio de Bienestar Social, junto con Jorge Osinde y José López Rega. Este último la designó en la Secretaría de Movilización del Movimiento Justicialista. Durante el gobierno de Isabel protagonizó la campaña de las Mesas de Trabajo para combatir el desabastecimiento y el aumento del costo de vida. La dictadura militar la detuvo y encarceló el barco Treinta y Tres Orientales, y luego la trasladó a la cárcel de Devoto.
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