Reseñas

Reseña de: Andrea Andújar y Ernesto Bohoslavsky (Comps.). Todos estos años de gente. Historia social, protesta y política en América Latina. Buenos Aires: Ediciones Universidad Nacional de General Sarmiento, 2020, 152 páginas.

Carolina Brandolini
Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales del Litoral Universidad Nacional del Litoral Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas , Argentina

Avances del Cesor

Universidad Nacional de Rosario, Argentina

ISSN: 1514-3899

ISSN-e: 2422-6580

Periodicidad: Semestral

vol. 19, núm. 26, 2022

revistaavancesdelcesor@ishir-conicet.gov.ar

Andújar Andrea, Bohoslavsky Ernesto. Todos estos años de gente. Historia social, protesta y política en América Latina. 2020. Buenos Aires. Ediciones Universidad Nacional de General Sarmiento. 152 pp.

Recepción: 06 Septiembre 2021

Aprobación: 08 Mayo 2022

Publicación: 05 Junio 2022



DOI: https://doi.org/10.35305/ac.v19i26.1628

Convencidos de la existencia de un “hilo rojo” que enlaza a la historia social con anhelos de transformación, Andújar y Bohoslavsky convocaron a seis historiadores inscriptos en este enfoque a compartir reflexiones y experiencias acerca de sus objetos de estudio y de su propia práctica situada en la compleja trama del presente latinoamericano. Los capítulos del libro responden a dos interrogantes: ¿Qué puede aportar la historia social desde el estudio de las protestas al presente de América Latina? ¿Qué vínculos existentes (o deseables) pueden identificarse entre la propia práctica investigativa y los sujetos colectivos que empujan acciones de protesta en la actualidad? Ambas preguntas generan textos de longitudes y densidades variadas, que apelan a diversas estrategias argumentativas y provienen de distintas geografías.

El primer capítulo titulado “Tarea y promesa de la imaginación histórica” de José Antonio Piqueras, presenta un amplio panorama del derrotero de la historia social en Europa y Estados Unidos que permite reparar en sus especificidades. Este enfoque, según el autor, aparece tempranamente a finales del siglo XIX, irrumpe con fuerza en la segunda posguerra, se transforma a partir de los ‘80 y llega hasta la actualidad -sobreviviendo a los embates del posmodernismo-, con una agenda renovada en temáticas e interrogantes. Para el autor, esta perspectiva está dotada de una pasión crítica y creadora que precisa de una activa imaginación: con un objeto de investigación siempre cambiante, recurre a la metáfora de la fotografía para indicar que el desafío consiste en utilizar lentes de gran versatilidad, capaces de acercarse a los sujetos sin perder la profundidad de campo. Si bien Piqueras centra su mirada en producciones y debates europeos y estadounidenses, su recorrido abarca persistencias e inquietudes que refieren al quehacer de esta corriente y que se esgrimen como advertencias y provocaciones provechosas para quienes hacen historia social hoy, desde -y para- el presente latinoamericano.

El segundo capítulo responde ordenadamente a las preguntas de la convocatoria, montando el escenario para desplegar sus argumentos en la historia reciente de México. En “Algunas reflexiones sobre la historia y la protesta social”, Carlos Illades analiza un conjunto de acciones colectivas surgidas durante la presidencia de Vicente Fox. El autor aborda cuatro protestas, detallando el contexto de alternancia política, los sujetos movilizados, sus motivaciones, sus demandas, los formatos de acción utilizados y otras características comunes y específicas a cada caso. Comienza con los pueblos indígenas del Neozapatismo organizados por el reconocimiento de su autonomía; sigue con los ejidatarios de San Salvador Atenco alzados en defensa de sus tierras comunitarias; continúa con el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad que peleó por el resarcimiento de las víctimas de la llamada “guerra contra el crimen organizado”, y termina con la protesta por la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Illades ubica estos acontecimientos en temporalidades más largas, remarcando el modo en que algunos rasgos identitarios y ciertos formatos de acción se recuperan y/o resignifican en un nuevo contexto. También describe sus características y esboza una explicación acerca de sus límites para saltar a la esfera de la política partidaria. Por último, destaca los beneficios de asumir una postura intelectual comprometida capaz de vencer la lógica mercantilizante de la academia y de dialogar con los movimientos sociales.

El capítulo - “La miopía de lo visible. Mujeres, protesta e historiografía”- de Mirta Zaida Lobato repasa la producción historiográfica argentina reparando en cuándo y de qué modos han sido abordadas las protestas. Argumenta que el tratamiento académico de estos fenómenos fue tardío y estuvo centrado en las huelgas de la clase trabajadora. Destaca, sin embargo, una importante producción realizada tempranamente por militantes de izquierda cuyo aporte al conocimiento del movimiento obrero fue fundamental. Para Lobato, la proliferación de estudios académicos dedicados a protestas durante los ‘80 enriqueció la mirada sobre el pasado de los sujetos subalternos, pero presentó la limitación de universalizar la experiencia masculina. Sin embargo, existieron también, paralelamente, producciones académicas que desde los márgenes de los estudios de género y la militancia feminista, repusieron la presencia de las mujeres en las huelgas y en el mundo del trabajo. El texto responde a las preguntas de la convocatoria desde coordenadas de género: el presente argentino, en el que mujeres y feminismos ocupan agendas y calles, se capitaliza en el ámbito de la historiografía retomando la relevancia de aquellos aportes “marginales” que fueron pioneros en brindar interpretaciones sobre protestas. Luego de listar diversos temas que una mirada atenta al género enriquecería, la autora resalta la capacidad del presente feminista para dislocar, descentrar y desplazar visiones del pasado.

El capítulo de Rodrigo Laguarda se titula .Al final del arcoiris. Sobre homosexuales como sujetos de interés en la academia mexicana” y se destaca por un atrapante tono autorreflexivo. El autor narra su propia trayectoria académica emprendida a contrapelo de las expectativas instituidas y con permanentes cruces de frontera disciplinares y nacionales. El tema que lo motivó luego de obtener su graduación en Historia, fueron las subjetividades homosexuales en la ciudad de México, objeto de estudio que lo llevó a lidiar con una doble reticencia disciplinar: la de observar el pasado reciente y la de atender a una problemática que se consideraba irrelevante. Luego se vinculó con la antropología, recurriendo a herramientas provenientes de la semiótica y la etnología. Este cruce, sumado a otros posteriores con la academia norteamericana, le permitió avanzar en un camino propio, guiado por convicciones y deseos acerca del sentido de construir conocimiento. La historia social, para Laguarda, implica una manera de llevar a cabo la práctica investigativa en la que las motivaciones surgen de un interés sincero, personal y político, capaz de sortear los obstáculos que imponen ciertas lógicas competitivas. Un deseo de diálogo activo con los sujetos del presente capaz de generar una escritura atractiva no sólo para los pares sino también para quienes están del otro lado de la muralla académica.

El capítulo “Historia de la esclavitud, movimientos sociales y políticas públicas contra el racismo en Brasil” de Silvia Hunold Lara, responde las consignas de los coordinadores sintetizando los cambios y permanencias presentes en la historiografía brasileña abocada a la esclavitud y reparando en la forma en que diversas corrientes se han ido vinculando (o no) con movimientos antirracistas. La autora destaca que a finales de los ‘70 surgieron lecturas superadoras del binomio libertad-esclavitud que habilitaron dejar de suponer que el inicio de la historia del trabajo en Brasil se produjo con la abolición. El cambio de perspectiva se relaciona con un contexto de revitalización de los movimientos antirracistas, aunque la relación entre las universidades y la militancia negra siguiera siendo laxa durante varios años debido al profundo elitismo de una academia predominantemente blanca. La rica producción historiográfica de las últimas décadas que cruza las categorías de clase y raza, pondera la existencia de un sinfín de matices y grises en la experiencia de los sujetos subalternos y augura un próspero futuro para la historia social brasileña. Avance que se acelera con los cambios en las universidades que está propiciando la reciente política de cuotas raciales, a pesar de los difíciles tiempos políticos que corren en Brasil.

El último capítulo, “De puentes y precipicios. Una perspectiva sobre los vínculos entre historia/s y movimientos sociales en Bolivia (de 1970 a la actualidad)”, a cargo de Rossana Barragán Romano da cuenta de una realidad nacional singular. Las particularidades del mundo intelectual boliviano y la estrecha conexión entre sus producciones y las identidades que van asumiendo los sujetos que encarnan los complejos movimientos de protesta en la Bolivia de las últimas décadas, representan un caso particular que la autora reconstruye meticulosamente. Desde finales de los ‘70 se observa un pasaje desde identidades proletarias (fundamentalmente mineras) y campesinas hacia identidades que ponían el énfasis en lo étnico: sujetos que repudiaban ya no sólo la explotación capitalista sino también la opresión y el “desprecio hacia lo indígena” como problemas estructurales y conectados. Esta mutación se vinculó con los resultados de investigaciones académicas que reconstruyeron cartografías, luchas e identidades comunitarias, convertidas en herramientas potentes para la protesta. Proceso que continuó y se profundizó durante los ‘80 y ’90 al calor de la resistencia emprendida ante el avance neoliberal. En este camino, la identidad indígena fue derivando hacia la noción de pueblos indígenas y el concepto de tierra hacia el de territorio comunitario, transformaciones que, a su vez, se plasmaron en acciones estatales. El cambio de siglo trajo aparejadas fuertes protestas como la “guerra del agua” en el 2000 o las luchas por el gas en 2003, y la consolidación de un nuevo pacto político que allanó el camino para la llegada al gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS). La autora resalta de forma crítica y comprometida que el estrecho vínculo entre intelectuales y movimientos sociales mostró entonces como nunca antes “sólidos puentes” pero también “abismales precipicios”.

A la luz del contenido de Todos estos años de gente…, es posible concluir que el libro cumple y también sobrepasa la pretensión de sus coordinadores. Los autores convocados trenzan prolijamente sus propios “hilos rojos”, pero dejan además varios flecos colorados para que aquellos lectores latinoamericanos que se sientan interpelados, puedan anudar desde la historia social sus prácticas historiográficas con anhelos de mejores futuros.

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