Reseñas

Mónica Bolufer Peruga. Arte y artificio de la vida en común. Los modelos de comportamiento y sus tensiones en el Siglo de las Luces. Madrid: Marcial Pons, 2019, 448 páginas.

Miriam Moriconi
Investigaciones Socio-históricas Regionales. Universidad Nacional de Rosario. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

Avances del Cesor

Universidad Nacional de Rosario, Argentina

ISSN: 1514-3899

ISSN-e: 2422-6580

Periodicidad: Semestral

vol. 18, núm. 25, 2021

revistaavancesdelcesor@ishir-conicet.gov.ar

Recepción: 22 Julio 2021

Aprobación: 06 Octubre 2021

Publicación: 05 Diciembre 2021



DOI: https://doi.org/10.35305/ac.v18i25.1539

La colección Estudios/Moderna de la editorial Marcial Pons se ha apreciado al incorporar la obra que aquí se reseña. Mónica Bolufer Peruga, desde la Universidad de Valencia, contribuyó a la disciplina histórica con su trayectoria docente y con su vasta labor investigativa. En la línea de la historia social y cultural destaca por su enfoque de género, cultivado tempranamente en su formación y plasmado en su tesis doctoral La construcción de la identidad femenina: reformismo e ilustración (1995), bajo la dirección de Isabel Morant Deusa. No es desatinado volver sobre algunos pasos de su curriculum al tratar de un libro donde se encuentran consolidadas ideas elaboradas durante más de una década de trabajo y un largo recorrido que incluye estancias en instituciones europeas y americanas que avalan su proyección internacional. Estas instancias son igualmente reseñables por manifestarse en los agradecimientos, en el ingente aparato erudito de esta publicación, así como una larga lista de archivos y repositorios donde llevó a cabo la encomiable tarea de recolección documental.

El objeto primigenio de su trabajo fue la noción y las prácticas de civilidad. Su investigación lo ha convertido en un tema que, colocado en la trama de la vida en común, renueva los clásicos estudios sobre la civilización de las costumbres. En Arte y artificio… se recupera críticamente el legado de Norbert Elias y otros estudios sobre cortesía, urbanidad y buenas maneras, desde las aportaciones de la historia de los conceptos, la historia intelectual, la historia de las emociones, la historia de la vida privada, la historia de las mujeres y el género. La indagación en las prácticas de lecturas, las relaciones y la visión de sí de las personas coetáneas, descubre dimensiones que otorgan originalidad a esta propuesta. Guiada por las contribuciones de los enfoques culturales en sus vertientes americana, francesa, italiana e inglesa, e informada por los aportes de la sociología, la antropología, la filosofía, la filología y la crítica literaria, su atención desborda los aspectos formales y protocolarios de las normas de comportamiento. No se limita a las formas deferenciales del trato, la compostura en la mesa, la etiqueta o el ceremonial en el ámbito cortesano, objeto una vasta producción académica, sino que traspasa otros flancos intersectados por códigos de civilidad muy variables siguiendo a personas que enlazaban el reducto cortesano-curial, con otros círculos de sociabilidad, el ambiente doméstico y ciertos espacios de intimidad.

El libro está organizado en cuatro capítulos introducidos por la explicación del contexto investigativo y cierra con “Algunas reflexiones finales” donde la autora recoge los ejes principales de su propuesta. La edición ofrece un índice onomástico, recurso que siempre se agradece en una publicación como esta, que será de consulta obligada en estudios sobre la modernidad.

El enfoque surge de una profunda reflexión heurística sobre las fuentes y la estrategia metodológica conveniente para no acotar el análisis a la tónica excluyente y verticalista de los códigos de civilidad. Retoma la fuente tradicional para el tema que han sido los manuales de urbanidad y, alertando sobre las interpretaciones surgidas de este sesgado recorte, incluye textos de muy diversa naturaleza. A través de tratados pedagógicos, literatura satírica, correspondencia privada, novelas, diarios, prensa, memorias y literatura de viaje muestra el efecto integrador y el grado de difusión que tuvieron las prácticas de civilidad en el siglo XVIII cuando, paralelamente, se cuestionaron el carácter artificioso de la cortesía, los valores aristocráticos y el progreso económico. La autora respalda en la complejidad resultante de la pesquisa su crítica a las tesis ancladas exclusivamente en el sentido funcionalista del encuadramiento social de la civilidad, puesto que en la casuística de estas prácticas también releva flexibilidad, autoimposición y voluntad de individuación, como capacidad de agencia en la construcción de identidades grupales y de nuevas subjetividades.

El vocabulario y los léxicos de la urbanidad ocupan el primer capítulo donde se reconstruye el dilatado campo semántico y las tensiones conceptuales entre términos que designaban los ideales de comportamiento civil (entre muchos otros: cortés, cortesano, cortesía, político, política, policía, civilización, civilizar). En esta primera exploración identifica dos constelaciones de sentidos: la corte y el entorno urbano. Estos universos relacionales estarán presentes a lo largo de la obra. Las distancias entre ambos mundos, sus zonas de contacto, impasse y trasvases originados en el flujo de personas y consumos literarios, se hacen visibles en el ensanchamiento semántico de la cortesía en la modernidad europea. La prospección reconoce etimologías compartidas entre distintas lenguas, pero con significados dispares y cronologías disímiles en cuanto a sus usos. Se repasan las tradiciones clásicas y renacentista, la cultura humanista y la ética barroca del desengaño y la vanitas, cuyos sedimentos en el Siglo de las Luces son expuestos de manera incontrastable en otras partes del libro. De ese repertorio emerge la convivencia y yuxtaposición de valoraciones positivas y negativas de la cortesía. Intervienen en estas textualidades las críticas femeninas a la galantería, algunas con formulaciones muy conscientes del propósito de fijar la desigualdad entre los sexos que trasuntaban esas maneras arregladas del trato.

El análisis repara en la inestabilidad del ideal de “naturalidad”, entre las concepciones de lo innato y lo adquirido, así como en la mudanza de los referentes de las palabras utilizadas para significar el orden, el desarrollo tanto moral como material de las personas y la sociedad. Así, pone de relieve las resonancias del vocabulario de la civilidad en el pensamiento político y moral y en las prácticas de gobierno de sí, de la casa, de la república y del imperio.

A tono con los estudios sobre cultura escrita, el capítulo “Textos y autorías” trata de las condiciones de producción (formatos, ediciones y tiradas) y circulación de la literatura de civilidad. Las versiones traducidas y glosadas en el XVIII constituyen el material principal a partir del cual se distinguen adaptaciones, recreaciones, plagios y redireccionamientos en un contexto de movilidad social –ascendente y descendente– exigido por mantener a resguardo algunas fronteras que marcaban diferencias entre personas, en el interior de los grupos o de los ambientes que frecuentaban. La sociabilidad dieciochesca, con etiquetas más relajadas por fuera del espacio aúlico, generó círculos mixtos –igualmente elitistas– que, a diferencia de otros ambientes homosociales o predominantemente masculinos, estimularon una performance que fue cifrando una “ficción de igualdad y armonía” (p. 135). Los salones y tertulias, donde las mujeres tuvieron particular protagonismo, son un ejemplo de ese otro modo de gestionar las diferencias en este siglo. El conjunto de textos reunidos refleja el interés progresivo por discernir las singularidades de los públicos (aristocrático, plebeyo, masculino, femenino, adulto, juvenil, escolar) a quienes estaban dirigidas esas obras. Estos tópicos organizan los contenidos del capítulo, apuntalado con la producción intelectual de mujeres, muchas de ellas hoy conocidas gracias a estudios previos de la autora.

El tercer capítulo se adentra en el consumo de esa literatura, componiendo algunas facetas del mercado editorial y profundizando en el registro experiencial de las lectoras, lectores y escribientes. Abreva en los títulos impresos, índices y anuncios de venta para explicar los dispositivos de prefiguración de públicos lectores. El escrutinio de inventarios de bibliotecas, de anotaciones al margen o en las portadas de algunos ejemplares, se orienta al rescate de indicios sobre las recepciones de esta literatura. Este abordaje se complementa con el minucioso examen de una escritura en primera persona en el que la perspectiva de género confiere mayor calado al análisis de la experiencia narrada.

El último capítulo despliega las modulaciones singulares y espacio-temporales de la civilidad. Es un acercamiento en clave de alteridad. El objetivo es comprender los niveles de conciencia de la relatividad cultural alcanzados en las sociedades del XVIII respecto de los usos corteses. Así, el viaje propio y el ajeno se convierten en espejo que devuelve la imagen de la propia civilidad; posible rastrear desde el impulso cosmopolita o como forja de los “caracteres nacionales”. Con esta preocupación inquiere en una frondosa literatura en la que compulsa “La civilidad de los extraños”.

La civilidad hispánica del Siglo de las Luces, abordada en un contexto amplio de modernidad transnacional, es interpelada desde las condiciones emergentes y residuales de la fragmentación de la Cristiandad, la expansión colonial, las guerras interimperiales, la conflictividad social, los procesos revolucionarios y los conatos de secularización.

La autora ha podido detenerse en las gramáticas de la civilidad generadas en la observación de las poblaciones indígenas, las elites criollas, la servidumbre, los “microcosmos diplomáticos”, las mujeres como agentes de civilización o las religiosidades consideradas más o menos apegadas a los códigos de civilidad. Es la confirmación de que el estudio de la disciplina de los comportamientos ofrece dimensiones aún más amplias en clave política y en clave socio-cultural. Remite a modos de pensar, imponer y experimentar condiciones y atributos como: rango, sexo, edad, oficio, creencias o raza; a las percepciones de lo universal, lo particular y lo situacional. Asimismo, es una vía de acceso al conocimiento de los procesos de individuación que definen a la modernidad. Las huellas biográficas que surcan estas páginas condicen con la centralidad que concede la autora a la constitución de las subjetividades.

En este libro la historia de la civilidad cobra nuevos bríos con la perspectiva de género, el giro emocional y el agency turn. Pluralidad, diversidad, alteridad, inclusión son palabras tan permeables al artificio de los discursos actuales, como esta reseña puede serlo a la civilidad afectada o excesiva. Las lectoras y los lectores podrán comprobar que en la praxis de la historiadora esos conceptos denotan su arte en plena madurez, en una temática que ya tiene su impronta.

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