Dossier “Muerte, política y memorias en la Argentina contemporánea”

Escribir la muerte de Eva: necrológicas y memorias populares en argentina

Writing Eva’s Death: Obituaries and Popular Memories in Argentina

Sandra Gayol
Universidad Nacional de General Sarmiento. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

Avances del Cesor

Universidad Nacional de Rosario, Argentina

ISSN: 1514-3899

ISSN-e: 2422-6580

Periodicidad: Semestral

vol. 18, núm. 25, 2021

revistaavancesdelcesor@ishir-conicet.gov.ar

Recepción: 21 Mayo 2021

Aprobación: 13 Agosto 2021

Publicación: 05 Diciembre 2021



DOI: https://doi.org/10.35305/ac.v18i25.1533

Resumen: El artículo analiza cartas de pésame, poesías y composiciones musicales que hombres y mujeres enviaron al presidente Juan Domingo Perón por la muerte de su esposa Eva en 1952. Para comprender cómo se construye una narrativa de dolor por la muerte se presta atención a los lenguajes, objetos y situaciones que estructuraron la escritura, así como a las emociones asociadas con la pérdida. Por medio de las cartas se intentó comunicar y poner algún orden a las experiencias de dolor; narrar el sentir del pueblo como indicador de la fecundidad del lazo político entre los dolientes y el peronismo; o proponer cómo recordar a Eva muerta y quien debería quedarse con la herencia política y emocional que planteaba su desaparición. El corpus de cartas brinda una oportunidad única para explorar cómo algunos hombres y mujeres intentaron dar sentido a un evento histórico crucial para sus vidas, para el peronismo y para la política argentina por fuera del ritual planificado y controlado por el estado.

Palabras clave: muerte escrita, emociones, memorias populares, peronismo, Argentina.

Abstract: The article focusses on the analysis of condolence letters, poetry and musical compositions that men and women sent to President Juan Domingo Perón regarding the death of his wife Eva in 1952. It dives into the very diverse languages, objects and situations that structured the writing, as well as the emotions associated with the loss. Through the letters, an attempt was made to communicate and put in order the experiences of pain; to narrate the feelings of the people as an expression of the prolific political bond between the mourners and Peronism; or even to propose how to remember Eva and who should keep the political and emotional heritage posed by her disappearance. The corpus of letters provides a unique opportunity to explore the ways in wich some men and women tried to make sense of a crucial historical event in their lives in particular, for Peronism in general, and for Argentine politics beyond the ritual as it was planned and controlled by the State.

Keywords: written death, emotions, popular memories, Peronism, Argentina.

Introducción

Yo pienso que no lograremos reponernos nunca, Don Alejandro… Tenía tanta Fé… y de la noche a la mañana… para siempre. eso es lo más triste: ¡para siempre! al menos en esta vida su figura llena de belleza era nuestro orgullo y todos los argentinos la sentíamos un poco ‘madrecita’. Todas las noches, sueño con Evita, es extraordinario… y me siento tan feliz. es como si me dijera cosas. Ella sabrá ahora quiénes realmente la comprendían. Yo deseo leer una oración póstuma, no he escuchado a ninguna mujer ofreciéndole algo. En “nombre de todas”. No se debe olvidar que legamos derechos, que ella dejó “para las argentinas” … Hace falta “adoctrinar” a la gente. tenemos el deber de continuar su obra, junto al maestro acompáñenlo… me apena tanto lo solo que se ha quedado. Son dos frases finales de “Nuestra Evita” las que más me han impresionado: “Aún falta mucho para la hora de los pueblos” … y “Que sólo se queda Perón”.

Por la red de emisoras quisiera leer esas líneas el día domingo, ellas encierran cierta convicción de permanencia, de que no nos abandonará “Evita” mientras pensemos en ella y tratemos de imitarla…

Reciba como siempre mi amistad y mi afecto y la confianza de mi estado de ánimo, segura de su comprensión.

Cosme Beccar 105 San Isidro Mariela Reyes1

En su práctica de escritura Mariela articula de manera excepcional el impacto emocional generado por la muerte y las resonancias políticas que planteaba la desaparición. Fechada el 27 de julio de 1952, día que comenzó el funeral de Estado más largo y multitudinario de la Argentina contemporánea,2 la epístola que acompaña una “oración” es parte de un conglomerado mayor de cartas de pésame enviadas al presidente Juan Perón por el fallecimiento de su esposa Eva Duarte.3 Estas misivas no fueron explícitamente pedidas o alentadas desde el gobierno, y si bien estuvieron dirigidas a Juan Perón — en forma directa o apelando a la intermediación de algún funcionario público - no siempre contienen temas vinculados con los asuntos públicos en forma de peticiones, demandas materiales o proposiciones.4

Si son cartas públicas, en el sentido que fueron escritas a figuras públicas diferentes a los amigos y familiares, contienen historias mínimas muy personales que articulan una escritura disparada por la muerte de la mujer más poderosa de la Argentina. Es en esta ambigüedad, en su escasa “publicidad”, donde reside uno de los rasgos más interesantes y desafiantes de estos documentos.5

Este artículo se detiene en el contenido y la materialidad de estas cartas. Se interesa en estudiar y comprender cómo se construye una narrativa de dolor por la muerte. Para ello presta atención a los lenguajes, objetos y situaciones que estructuraron la escritura, así como a las emociones asociadas con la pérdida. Emociones entendidas como prácticas resultantes de la interacción del sujeto con el mundo, más que como propiedades intrínsecas del yo o estados interiores (Ahmed, 2004).6 Dolor es la palabra que, con diferentes sentidos y usos, aparece con más frecuencia en la escritura. Es sabido que no se mantiene constante en el curso del tiempo y que es un asunto de la historia cultural como de la historia política (Wailoo, 2014). La interpretación de las cartas, entonces, pone en diálogo arquetipos literarios, nociones de género, actitudes ante la muerte y el contexto político específico en que fueron escritas.

Miradas en conjunto las epístolas transmiten la sensación de co-presencia e interacción dialógica entre el remitente, el destinatario Perón, el conglomerado de hombres y mujeres que integraba el peronismo, quienes no lo integraban y la muerta. Pero también muestran una gran diversidad en estilos, elementos políticos, históricos y retóricos que buscaban dar sentido a cada practica de escritura. Sin perder de vista ambos aspectos y sin omitir que quienes escriben se autodefinen como peronistas, ordené mi archivo a partir de tres temas o “asuntos” que priman en las cartas que casi siempre, como la de Mariela que inicia estas páginas, hablan de varias cosas a la vez. Un primer tema es la experiencia personal por la muerte de Eva a través de lenguajes que apelan a la perplejidad, perturbación, rabia y desolación como estados inescindibles del dolor emocional que alentó la desaparición. Por medio de las cartas sus autores buscaban comunicar y poner algún orden a sus experiencias de dolor. El segundo tema aglutinante es el dolor colectivo. Escribir para “narrar el sentir del pueblo” en tanto expresión de la fecundidad del lazo político entre los dolientes y el peronismo. Y el tercer tema pivotea entre cómo recordar a Eva muerta y quien se quedaría con la herencia política y emocional que planteaba su desaparición. El corpus de cartas brinda una oportunidad única para explorar cómo algunos hombres y mujeres intentaron dar sentido a un evento histórico crucial para sus vidas, para el peronismo y para la política argentina.

Cada uno de estos tres “asuntos” es abordado en un apartado por separado. Previamente realizo consideraciones sobre algunos presupuestos y aproximaciones metodológicas que orientaron la interpretación general de los documentos.

Escribir la muerte de Eva a su esposo, el presidente

La muerte escrita tiene una historia tras de sí. En pequeñas esquelas, por medio de cartas, en libros de condolencias, con epitafios en la lápida, los seres humanos se manifestaban ante la pérdida. En la correspondencia privada de la élite argentina del siglo XIX, por ejemplo, se escribe el pésame al deudo o se comunica mediante cartas el fallecimiento. El uso de la tarjeta de pésame, adaptación por la muerte de la carta de visita, usada inicialmente por la burguesía se había extendido entre los sectores medios y entre las mujeres en las primeras décadas del siglo XX. Con la expansión de la prensa de masas también crecieron las necrológicas y los obituarios en los periódicos que irían siendo adoptados por sectores sociales más amplios al tiempo que aumentaban los lectores de los obituarios de los otros (Petrucci, 1998). Los telegramas también se usaban para dar el pésame. Si bien su origen se remonta al siglo XIX con la invención del telégrafo, en Argentina su uso socialmente significativo superó los intercambios diplomáticos y comerciales con el exterior recién entrado el siglo XX. En los años ’30 de ese siglo la construcción de edificios para el área de telecomunicaciones facilitó el envío de telegramas y también de cartas entre una población cada vez más alfabetizada. Con el peronismo, entre 1947-48, se proyectaron, licitaron y se inició la ejecución de 80 edificios de Correos y Telecomunicaciones, mientras que entre 1933 y 1946 se habían construido 60 (Collado, 2013, p. 33). A mediados del siglo XX la infraestructura material, la tecnología, la alfabetización y la política de masas crearon las condiciones para hacer posible la escritura por la muerte de Eva.

El presidente, además de telegramas y tarjetas de pésame (Gayol, 2021), recibió cartas de pésame. Las escribieron hombres y mujeres que vivían en diferentes lugares de la Argentina. No sólo fueron confeccionadas en plena conmoción por la muerte, hecho que les otorga un apreciable valor testimonial, sino que fueron una forma de participación fúnebre en un momento en que desde el Estado y desde la sociedad civil se multiplicaban las iniciativas para homenajear y despedir a la extinta. Es imposible saber cuántas cartas se enviaron y cuán representativas son las conservadas del total de cartas mandadas al presidente. Todas están firmadas por personas individuales -casi ninguna por organizaciones, instituciones o familias-, están escritas a mano -raramente a máquina- e informan ocasionalmente sobre la ocupación socio profesional del emisor. Pero no hay razón para pensarlas como poco representativas de la relación de parte de la población con la muerte, con Eva y con el gobierno peronista.

Esto no quiere decir que los documentos no tengan limitaciones. Como todas las cartas dirigidas al poder registran expresiones acordes con las reglas de interacción con las autoridades. No sólo es una escritura condicionada por una relación desigual de poder sino también condicionada por un despliegue extraordinario de “dispositivos de sensibilización” que desde el Estado pretendían determinar qué y cómo sentir y cómo comportarse ante la muerte.7 Como nos recuerda Cécile Dauphin (2002) “cada uno ajusta lo que dice a una especie de regla tácita: lo que se puede decir, lo que es apropiado mostrar, lo que se puede escribir” (p. 48). No se escribe una carta de pésame para criticar a la muerta ni a los deudos, aunque sí se desliza en ocasiones el carácter todavía inconcluso de la “Nueva Argentina Justicialista”. La capacidad de decir lo correcto a la persona indicada en el momento adecuado es una habilidad social. La muerte también tiene sus reglas y como sostuvo hace mucho tiempo Marcel Mauss (1921) no sólo el llanto, sino toda suerte de expresiones orales de los sentimientos son fenómenos sociales caracterizados por la no-espontaneidad y por la obligación más perfecta. Pero, como también aclaró, no significa que las emociones no sean intensamente sentidas, todo lo contrario.

A diferencia de las tarjetas y los telegramas de pésame que tienen el formato preestablecido y la brevedad del mensaje es un rasgo inherente; las cartas de pésame no poseen estos condicionamientos y permiten suponer mayor autonomía en la construcción narrativa. Muchas de ellas son extensas, de varias páginas, y una parte significativa fue acompañada de poesías y, en menor medida, de composiciones musicales calificadas por sus autores como “ofrenda”, “oración” “homenaje” o “contribución”. Analizo en interacción ambos escritos pues permiten comprender mejor los sentidos posibles de la práctica de escritura. Norbert Elias (1987) habla de un rango relativamente limitado de palabras disponibles, aunque piensa en la modernidad tardía, para expresar la pérdida y las formas en que las emociones desencadenadas por la muerte se ven alteradas por el lenguaje. Presté atención a las palabras, las frases y oraciones y, siguiendo a Joanna Bourke (2014) no polarizo necesariamente entre lenguaje y experiencias pues es el lenguaje el que da acceso a un mundo de experiencias que son “traídas” en/por el lenguaje. Este invoca palabras, gestos y se relaciona con el cuerpo y la cultura. Bourke entiende que el cuerpo está comprometido en los procesos lingüísticos y en las interacciones sociales que constituyen sensaciones. La cultura remite tanto a estas interacciones como a las interacciones medio ambientales, es un compromiso de las personas con su entorno.8 Si las experiencias son “traídas en/por el lenguaje” también, y siguiendo a Monique Scheer (2012), considero que las emociones “son” en el proceso de escritura. Las cartas son objetos materiales, pero en situaciones específicas las interpreto como objetos emocionales porque estimulan emociones en los emisores y/o receptores. También, como propusieron especialmente Miller (1987) y Labanyi (2010), pueden describir otros objetos emocionales que, veremos en algunos ejemplos más abajo, devinieron centrales para la narración, para quien escribe y posiblemente para los receptores.

Escribir para contar y ordenar las experiencias de dolor

Desde 1950, cuando Eva se desmayó por primera vez en público, los rumores sobre su estado de salud nunca se apagaron. Los opositores mediante chismes la dieron varias veces por muerta y cuchicheaban que el presidente no ingresaba a la habitación en donde yacía moribunda por miedo a contagiarse (Navarro, 1997, p. 300). Desde el 22 de julio de 1952, una seguidilla de comunicados oficiales transmitidos por la Radio del Estado y la cadena nacional de radiodifusión preparaban a la población para el desenlace inminente. El cuerpo escuálido de Eva, visto por última vez el 4 de junio de 1952 en la asunción del segundo mandato del presidente Juan Perón, era una prueba elocuente del avance de la enfermedad. También su voz débil, difícil de reconocer. El comunicado oficial sobre su muerte el 26 de Julio puso fin a las crónicas de esta muerte anunciada que no perdió por ello poder perturbador.

En las cartas hombres y mujeres escriben el hecho como repentino, como una irrupción violenta en un mundo/su mundo establecido. Lo expresan generalmente a través de la metáfora “un tremendo golpe” o invocando estados internos como “estupor” y “desesperación”.9 El acontecimiento, sostiene Leclerc-Olive (2008), es una irrupción. Esta irrupción, que tiene la fuerza de un volcán, es también una interrupción. Anula el tiempo de la situación en que se está y marca un nuevo fundamento del tiempo. Es en la intersección de estos dos momentos y situaciones cuando florece la escritura por la muerte de Eva. Es en ese momento que M. del Pilar F. de Lanchares Rey se puso a escribir.

La primera vez que leí a Pilar me sorprendió el control total y la fuerza emocional de su escritura.10 Indica el orden en que debe leerse: primero el poema y luego la carta y ella es tan protagonista como Eva. La epístola está dirigida al subsecretario de prensa y difusión Alejandro Apold -a quien llama Carlos- aunque el destinatario último es el presidente. Su determinación es coherente con una escritura muy prolija, su pulso no tiembla y es evidente que conoce las reglas gramaticales del género. “Cuando el peronismo llegó por primera vez al gobierno (ella) era maestra en medio del campo en un galpón por 70$”.11 Alfabetizada en los años veinte, posiblemente lo fue con los libros de lectura aprobados por el Consejo Nacional de Educación en los que las muertes -de amiguitos, familiares, vecinos, desconocidos - eran un tópico recurrente en la educación emocional de los infantes argentinos. Esta familiaridad no la hace, por lo menos en su escritura, menos desgarradora. Perturbada por el fallecimiento de Eva e incapaz de dormir se puso a escribir el poema como un modo de imponer algún orden en sus experiencias y de intentar comunicar sus emociones.

“Porque me duele tanto, tanto, perderla. Ella fue todo para nosotros”. Con esta frase inicia “mi explicación” de sus versos que titula “Planto en la muerte de Evita”. La composición está plagada de metáforas que, como sostiene Bourke (2014), juegan un rol central en contextos de habla de dolor (p. 477). Comienza con una analogía entre la muerte, la sombra y la noche muy frecuente en la poesía y el lenguaje popular de entonces. “En sus puños de sombra / la noche te ha encerrado. / ¡Es inútil el trueno / los torrentes / los vientos perseguidores de distancia! / ¡Todo es inútil ya!”.

La referencia inmediata es el comunicado oficial del 26 de julio de las 20.25 y el inicio de su práctica de escritura pues fue “en la madrugada del 27 de julio” que escribió los versos. La abrumadora realidad de la muerte es a la vez solitaria y compartida. Solitaria porque cuenta en la carta, que fecha el 31 de julio, “no quiere ir a despedirla para no verla muerta”; y compartida porque sabe que miles de personas se movilizan al velorio, que hombres y mujeres escriben como ella y también que se llora en el espacio público para expresar la pena. Su pena es “tan inmensa”, escribe, que se sale del cuadro oficial y del orden ritual claramente definido por el gobierno para ordenar su confusión y sus cambiantes estados emocionales en la soledad de su hogar. El trastorno y la desorientación, el shock cuando recibió la noticia, la fragilidad, son de Pilar, pero también los imagina socialmente compartidos cuando escribe en plural:

¿Cómo encontrar el camino y seguir sin ti? / ¿Qué vamos a hacer ahora? /¿cómo llamarte? / ¿Cómo podremos alcanzarte? / El pensamiento no basta/ Ni basta el dolor/ Ni basta la nostalgia/ Ya estamos solos, lejos de ti/ ¡Oh no!

Interpela, concluye y también increpa a la muerta. Es en el cuerpo de Eva donde encarnan las respuestas a sus preguntas, donde se alojan las metáforas más recurrentes y la evidencia de la muerte irreversible.

El doctor Pedro Ara ya había empezado a intervenir el cuerpo de Eva con sustancias químicas para preservar su integridad, evitar su putrefacción, y exhibirlo en el segundo piso de la Confederación General de Trabajo de la República Argentina. Ni la carta y poesía de Pilar, ni las restantes que encontré en el archivo, dialogan y se apropian de ese cuerpo embalsamado que, como sostiene Beatriz Sarlo (2003), condensa las virtudes del régimen peronista y personaliza su legalidad (p. 91). Por el contrario, es el frío cadavérico del cuerpo fisiológico de Eva el que permite captar e imaginar la terrible finalidad de la muerte. “Fría, muda, helada, quieta, impenetrable” eso es Eva para Pilar, su cuerpo muerto y sus consecuencias. También para Amparo Susana Giménez, por ejemplo, quien “dedica con el mayor respeto” una poesía titulada “A Evita” en la que “estás fría y estás quieta” funciona como anáfora de cada uno de sus versos.12 El frío en el cuerpo es un proceso físico por la alteración de combinaciones y componentes químicos que modifican su temperatura. La mención recurrente al cuerpo muerto como frío buscaba describir un estado cuyo desenlace lo había iniciado el corazón. Era cuando se detenían los latidos del corazón, se creía entonces, que se producía la muerte. Y es porque se detienen los latidos que la sangre deja de circular y se empieza a modificar el peso y la temperatura corporal. En esta interacción entre lenguaje y cultura la frialdad de Eva muerta proseguía con su intangibilidad.

Ahora eres lo intangible. / La seda de una aurora. / Eres la angélica suavidad del amor. / Pero eres una sombra. / Solamente una sombra / No es la dulzura de tu voz, / tu mirada, / tu sonrisa / la suavidad de tus manos. / Es la nostalgia de tus ojos, / de tus manos, de tu boca… [sic].

Eva es “intangible”, repite una y otra vez. No hay ninguna posibilidad de acción, no hay nadie a quien recurrir en esta “oración” fúnebre con escasas referencias religiosas. No hay inscripción tampoco en el “sistema de mitos y símbolos que sentaron las bases de un verdadero imaginario político peronista” (Plotkin,1993, p. 95). El contraste con los discursos y las acciones del gobierno es evidente. Desde 1950, este buscaba profesar su propia variante de la religión católica oficial (Caimari,1995) y especialmente días previos a la muerte, animó con fruición la equiparación entre Eva y los mártires y, mediante la miríada de publicaciones que controlaba –por ejemplo, en Mundo Peronista–, se estampaban en letra de molde, a la par de coloridas imágenes, transposiciones del evangelio y homologaciones entre Eva y la virgen María. Ni en la “oración” ni en la carta Pilar insinúa la posibilidad de trascendencia. Leyéndola no parece del todo claro que haya ido la difunta Eva a un mundo mejor. No escribe tampoco que la “llevará” en su corazón ni propone formas de memorialización.

En su intento de hacer su experiencia comunicable (“me duele tanto, tanto perderla”), Pilar brinda información y conocimiento sobre eventos de su pasado que hicieron posible, legítimo y comunicable su dolor personal pues, como sostiene David Morris (1993), la emergencia de expresiones de dolor en un contexto determinado depende de la identificación previa de quién era capaz de experimentarlo (p. 38-40).

“Éramos tan pobres (hasta el hambre) y tan desgraciados, porque teníamos ideales y no los veíamos realizar. Nadie nos escuchaba”. Así cuenta Pilar su situación en 1945. El “éramos”, la alusión al nosotros empieza constreñida a su familia nuclear en un rasgo habitual de la escritura de las mujeres, pero se expande cuando avanza en su carta hasta abrazar al conglomerado peronista. La llegada del peronismo fue un punto de inflexión: Pilar deja de trabajar en un “galpón” para hacerlo en una escuela urbana, su esposo “profesor de francés” consigue un trabajo como docente, así como sus dos hijos “de 15 años bachilleres”. El dolor por la muerte es situado en la intersección de su biografía familiar, las políticas públicas implementadas por el peronismo en el gobierno y los nuevos vínculos afectivos que éste estimuló. La novedad del peronismo en el poder consistió en que el Estado se ocupó de allanar el camino del ascenso social removiendo los obstáculos y ampliando los procesos que venían ocurriendo en la economía nacional. Este hecho aportó a los trabajadores autoestima y la conciencia de pertenecer a una Argentina más igualitaria (Torre y Pastoriza, 2002, p. 278 y siguientes) y generó nuevas relaciones y experiencias afectivas. Los procesos de racionalización y modernización no son independientes de la afectividad que es indispensable para evaluar la relevancia de aquellos y la de los temas en juego, para inhibir o alentar prácticas políticas individuales y colectivas (Slaby, 2020). Eva en la política argentina muestra precisamente el entrecruzamiento entre racionalización y afectividad (Gayol, 2020), y las cartas de pésame escritas a partir de su muerte agregan que la “democratización del bienestar” que el peronismo garantizó encarnó en “cosas reales” y en “cuerpos de personas reales” en las que indefectiblemente se involucraron emociones, situaciones individuales y familiares previas y elementos políticos que, juntos, se entrelazaron con el dolor por la desaparición física de Eva. Es aquí cuando la metáfora del cuerpo helado cobra su sentido más pleno. Es un lamento por un cuerpo “impenetrable”, incapaz de conmover, de conmoverla a Pilar, así como a los peronistas en su conjunto. Eva es “intangible”, está muerta. Dejó de ser una mirada, una sonrisa, una voz, una mano que acaricia, un cuerpo activa y emocionalmente comprometidos en la interacción social y en la práctica política.

Ahora sí somos pobres. / Porque no tenemos tu voz, / ni tu consuelo, / ni tu palabra, / ni tu mirada, / ni tu sonrisa. / Paseamos en el silencio / los harapos de nuestras almas / y en la soledad, / tendemos las manos / en eterna solicitud hacia ti. / Ahora sí somos pobres… / Ahora sí somos demasiado pobres.

Narrar el sentir del pueblo peronista

Las cartas muestran claramente que la muerte de Eva brindó un gran contexto para la producción e interpretación política de las lágrimas. Se lee con frecuencia: “la he llorado”.13 Son los hombres quienes lo enuncian más que las mujeres. Esto no quiere decir -la conservación de las cartas es azarosa- que la escritura de las lágrimas fue sólo masculina. En el papel las lágrimas, o su manifestación más intensa como el llanto, emergen en relación con una situación o acción en sí misma. Son dichas cuando se evoca el funeral y también recuerdos y pensamientos de una muerte pasada, generalmente de un familiar, que se reactiva con la muerte de Eva. Hay lágrimas que son la manifestación de un deber: “tu acción fue tan grande que tenemos que llorar”14 y también podían querer ser un signo externo de una emoción interior. En este caso se articulan en la narración buscando mostrar la intensidad de la aflicción. La muerte lo “impregna todo de dolor”, escribe Humberto Saavedra, “dolor que nosotros los argentinos lloramos”, concluye.15

Como recurso literario, las lágrimas fueron cruciales para escribir “el sentir del pueblo” y trazar su confluencia con el peronismo. Es lo que hizo “un gaucho muy pobre” en su carta y en su poema, escritos también la madrugada del 27 de julio, y a las “tres de la mañana”, al “saber de la tremenda y negra noticia del fallecimiento de nuestra queridísima y admirada Evita”.16 El primer rasgo disonante en relación con las otras cartas de pésame y con los versos y poesías que encontré en el archivo es el soporte y el estilo general de la escritura. La pluma y letra homogénea se plasman en papel de diferentes tamaños y texturas y que ya había sido usado en uno de sus lados. Este intento evidente de representar hasta en la materialidad “la condición y el sentir del pueblo pobre de la Argentina” se volcaba en una carta escrita en “estilo gauchesco” y en un “poema campero” titulado “mi oración”. El actor clave de esta intervención, en un momento de duelo colectivo, es Teófilo Olmos, poeta popular que se incorpora desde su advenimiento al movimiento liderado por Juan y Eva Perón. Inicialmente inclinado a la escritura romántica, desde mediados de los años ´20, se volcó a la producción criollista. Cofundador de la Agrupación Bases, en La Plata en 1928, interesado en exaltar la figura del gaucho y próximo en los inicios a los conservadores de la provincia, también fundó en la misma ciudad el Fortín Tradición Argentina en donde se practicaban, y practican, danzas folklóricas.17 Olmos es un ejemplo de la centralidad del criollismo en la cultura argentina y su intersección con el peronismo.18 De su escritura me interesan rescatar la endeblez de la frontera entre la oralidad y la cultura letrada y el hecho de que ni su carta ni su poema buscan ceñirse enteramente a quien firma como autor. Dentro de este encuadre y en toda su narración resaltan las lágrimas por su poder de comunicar. En La Plata, cuenta al inicio de la epístola,

todos los gauchos andamos tropezando en el suelo de amargura ante el tremendo cimbronazo que hemos tenido al perder de la vida a la heroína mujer que todo lo dio…

No refiere al centro de la ciudad sino a los “barrios” y a la “circunvalación” que sabemos, fue clave en los apoyos y movilizaciones en los orígenes del peronismo. Es en este espacio, componente nodal de su performance, en donde los cuerpos de los gauchos están a punto de caerse, flaquean y se doblan por la muerte de Eva. Este inicio, que es un gesto poético hacia el que confluyen también trozos de la propaganda oficial como el martirio, es seguido en la narración por el dolor del presidente y el llanto popular. Olmos tiene la delicadeza de pedir en su carta que “haga conocer al presidente [su oración] cuando esté más sereno que ahora que está sufriendo junto a su querido pueblo, de ese pueblo que sigue llorando”. Pero no parece necesitar a las lágrimas para transmitir la intensidad del sufrimiento del hombre más poderoso de la Argentina. Ningún “lagrimón”, podría haber escrito Olmos acorde con la literatura criollista popular, le “rodó por la cara” al general Juan Perón. Tampoco, podría haber escrito Olmos, “se le turba la vista”. El accionar del mandatario es contado en un marco acorde a su ser varón y a su rol político. También aquí, en tanto jefe y padre de la nación, el presidente no llora en público y es él quien consuela y cobija a un pueblo desolado y lloroso. Teófilo Olmos, es decir, el gaucho pobre que “a veces ni para yerba ni tabaco tengo, pero eso sí con ¡Perón hasta la muerte y más allá de la muerte!”, también llora. Sus lágrimas son inescindibles de su práctica de escritura -cuenta que llora y escribe-, de las prescripciones sociales y de género, de su filiación política y del marco literario en el que se inscribe. En el poema Eva encarna acciones y gestos corporales constitutivos del hombre criollo:

Sagrada y bendita se fue pa los pagos / del cielo, ayá donde más alto estará, / tirándole el lazo de sus bendiciones / al pueblo que siempre la recordará… caudal de bondades pá los sin ventura / la santa en persona, perfecta y sin par, / poncho soberano de bien sobre el mundo, / ¡tu causa era grande lo mesmo que el mar!

Junto con este solapamiento entre la muerta y los valores positivos del sujeto masculino criollo sobresale el sufrimiento popular por la pérdida:

Te sienten las almas que vos socorriste, / con ríos de yanto (sic) que no tienen fin; / y para coronarte son pocas las flores/ que tienen las plantas del patrio jardín… Hasta las piedras del Andes yoraron (sic) / Cuando tu existencia, dulce se apagó, / El viento viajero se hamacó de angustia / Y entre las lomadas también soyozó (sic).

Las metáforas del llanto, los “ríos de yanto” y hasta el involucramiento de la naturaleza y el entorno físico, son habituales cuando se trata de narrar eventos de dolor. En este caso además, no son independientes de una tradición literaria. El nexo con el poema de José Hernández, el Martin Fierro, es obvio. Este libro ya había sido utilizado por diferentes sectores políticos y reapropiado por el peronismo en el gobierno para contraponer cómo era la vida del criollo trabajador antes de la presidencia de Juan Perón. El llanto y las lágrimas en el poema de Olmos recuerdan el “exceso afectivo lacrimógeno que recorre el texto fundante de la literatura argentina” (Peluffo, 2013, p. 195). Más de sesenta años después, los gauchos de La Plata continúan llorando. Pero no lo hacen del mismo modo. Los “ríos de yanto” no encarnan en ningún nombre propio y del “gaucho pobre” se han erradicado los desbordes afectivos. Cuando se cuenta a sí mismo, Olmos escribe con “el alma rota y mientras con la punta del poncho me quitaba el agua tibia y salada que bañaba mis ojos”, es difícil imaginar incontinencia en sus actitudes y expresiones emocionales. Nada más alejado del gaucho que lloraba torrencialmente en los pajonales del desierto (Peluffo, p. 198). Posiblemente se trate de un acto acorde con la operación cultural de la cultura letrada ya asentada para los años cincuenta de desterrar el “sentimentalismo cursi” del Martín Fierro cuestionado tanto por Lugones como por Borges, precisamente, por sus “excesos lacrimógenos” (Peluffo, pp. 193-196). Pero también es claro que las lágrimas dialogaban con prácticas sociales y mecanismos de construcción de identidades de género y políticas del momento en que la carta y el poema fueron escritos.

A mediados del siglo XX, las mujeres en la Argentina solían ser las primeras en llorar en un velorio, incluso si no conocían al difunto o a su familia. Llorar por un desconocido no implicaba que necesariamente se sintieran conmovidas, sino que era su responsabilidad social hacerlo. El exceso de lágrimas, como de otros fluidos corporales, tendía a asociarse con las mujeres y, también importante, a mediados de siglo, los desbordes lacrimógenos ya no eran una cuestión moral sino médica pues indicarían debilidad y desequilibrios mentales y emocionales.

Una de las representaciones habituales que la oposición construyó sobre Eva fue, precisamente, la de una mujer que llora y grita sin control y motivo aparente. Cual simple histérica, Eva era también retratada como una manipuladora emocional a partir de, entre otras cosas, su propio llanto público. Lágrimas, llanto, desmayos eran un tríptico femenino dominante que no ocluía siempre otras variantes en la que ingresaban los varones. En los años ’40, entre los fisiólogos era un lugar común afirmar que ciertas formas de expresión emocional, entre las que consideraban las lágrimas, eran necesarias para hombres y mujeres. Esta “bondad” fue pregonada también en expresiones de la cultura popular argentina como el tango y el radioteatro.19 En momentos precisos y de forma adecuada, los hombres también estaban “habilitados” para llorar. Es así como actuaron los “gauchos pobres” y Teófilo Olmos en su escritura, y muchos varones en la Argentina en 1952.

La noción de que llorar es débil y afeminado está siempre en el background de las discusiones sobre las lágrimas en la historia de la cultura occidental (Dixon, 2015) y quizás por ello Democracia sostenga, en varios momentos de la cobertura del funeral, que “llorar es un acto viril”. No obstante, cuando escribe siempre las que “caen en redondo desmayadas son las mujeres”.20 Llorar por Eva, entonces, en el momento, lugar y de la manera adecuada, no colisionaba con la masculinidad viril.21 Si la muerte es la causa y Eva el objeto de las lágrimas, estas se terminan de entender en los textos aquí analizados en la coyuntura política específica. Los discursos oficiales esperaban y alentaban el dolor y el llanto porque, además de ser una obligación moral porque “ella todo lo dio”, se presentaban como una prueba de la fecundidad del vínculo con Eva y con el peronismo. Los opositores, por su parte, denunciaban azorados lo que consideraban un despliegue desaforado de emociones en el espacio público prueba, creían, de la manipulación del régimen y del impacto político emocional del peronismo en la sociedad argentina. Una lágrima, sostiene Dixon (2015), es un signo universal no en el sentido de que tenga el mismo significado en todos los tiempos y en todos los lugares sino porque, dependiendo del contexto mental, social y narrativo, puede significar casi cualquier cosa. Las lágrimas delicadas y estoicas y sutiles del “gaucho pobre” esgrimidas para “mostrar el sentir del pueblo” peronista que narró Teófilo Olmos se entienden, entonces, en la confluencia entre el poder ritual de la ocasión misma, las prescripciones de género, una tradición literaria ya legitimada y luego estimulada por el peronismo en el gobierno y la coyuntura política específica. Más que un intento de expresar emociones internas son la expresión intelectual y encarnada de un individuo situado que escribe en plural en un marco político específico.

Altares, imágenes y voz para preservar su memoria

Antes del fallecimiento, iniciativas oficiales muy diversas se multiplicaron para homenajear a una Eva moribunda que veía replicar su imagen y su nombre en ciudades, en actos multitudinarios, en libros escolares, en odas y elegías poéticas y en proyectos arquitectónicos. Cuando ocurrió su muerte la vorágine conmemorativa se profundizó y alcanzó quizás su expresión oficial más grandilocuente en la constitución de una comisión parlamentaria, creada en 1952, para impulsar el Monumento a Eva Perón.22 Junto con estas iniciativas hubo otras más discretas que me interesa reponer porque muestran una multiplicidad de acciones populares poco conocidas que aspiraban, precisamente, a preservar y propalar su memoria. Estas acciones, veremos, generalmente no reposaban en espacios materiales públicos sino en la imagen y la voz de Eva como dispositivos nodales para garantizar su recuerdo.

Es conocida la relevancia del rostro de los dirigentes en la política de masas, así como es sabido que el peronismo hizo lo propio con sus líderes hasta llegar a la canonización de la figura de Eva en el curso de 1951. Por ello no sorprende que las cartas de pésame soliciten “una imagen de ella”23 y que brinden indicios de un incremento de la circulación de éstas entre una parte significativa de la población argentina a partir de su deceso. “Evita no nos abandonará mientras pensemos en Ella y tratemos de imitarla” afirma José al presidente y le pide además una “imagen viviente de Eva”.24 No específica cuál, y en general es difícil saberlo, pero es probable que prefiera alguna en la que está sonriente, por ejemplo, aquella en la que aparece además de semiperfil, con el cabello rubio recogido en un rodete, los aros y la gargantilla de rubíes, y que es también la que ilustra la tapa del libro La Razón de mi vida editado en septiembre de 1951 y la portada del diario Democracia del 27 de julio de 1952. La traducción de La Razón de mi vida a varios idiomas la habían desparramado por el mundo y el hecho de que esa misma imagen fuera llevada como estandarte en los actos políticos peronistas desde 1951 la regaron de familiaridad y legitimidad. En las misas, en las manifestaciones de duelo y también en los altares improvisados en el espacio público en ocasión de su muerte era también esa imagen la que estructuraba las ceremonias (Santos Lepera, 2012). La solicitud converge también con actitudes hacia la muerte que por lo menos desde los años treinta se percibe en los cementerios públicos. Colocar fotografías del difunto, flores, símbolos religiosos y textos breves eran parte de una composición funeraria popular que se reproducía también en los espacios domésticos.

Para quienes escribieron cartas, poseer la figura de Eva tal vez fuera una manera sencilla y accesible de garantizar alguna forma de prevalencia más allá de la muerte, una manera de hacer presente su ausencia. Félix Cucurullo, por ejemplo, en su carta de pésame solicita una foto de Eva para ponerla en “el lugar privilegiado de la casa”.25 Ya tiene, cuenta, “una imagen de Jesús” pero necesita una de ella. “Hace como un mes”, recrimina a Apold, escribió a la subsecretaría pidiendo una “de esos almanaques tan hermosos de nuestro Líder y de Evita” pero no obtuvo respuesta. El 17 de agosto en su carta de pésame, vuelve a solicitar el “obsequio” [sic] no le importa, prosigue, que “sean de años vencidos lo que importa es tener la imagen de quien tanto agradecimiento ha ganado del pueblo argentino”.

Está claro que para Félix no se trata de una foto específica de Eva sino “cualquiera” que, sugiere, recortará, reubicará y pondrá en relación con otros objetos y consigo mismo en el “espacio privilegiado de la casa”. La ausencia que repone la foto no se reduce al reflejo o al eco, sino que lo acentúa y lo vuelve intenso vinculándolo con los afectos. Félix cuenta que ya puso un clavel blanco que se trajo de Trabajo y Previsión cuando, el 9 de agosto, fue al velorio. El clavel, que inspiró la poesía que dedica al presidente y que acompaña su epístola, ya está en el “espacio privilegiado” de su casa. Si lo tomó, se justifica, fue porque “marca una fecha inolvidable de amor de pueblo” que en el espacio y tiempo de su hogar mutó a “reliquia”. Reliquia, es la palabra que él mismo elige para su escritura, por su excepcionalidad -ya no quedan flores del velorio- y porque había sido, cuenta, un “objeto de Eva” y, por ende, digno de veneración. La flor, la imagen de Jesús y la de Eva que vuelve a pedir en su carta del 17 de agosto serán parte de un espacio de oración y de memoria cuyos efectos dependerán de la disposición emocional de su propietario (Félix) quien la usará para crear un nexo y conectarse con Eva.26 Cuando esto sucede posiblemente las imágenes y el clavel produzcan nuevas emociones que podrán coincidir o no con las “lágrimas, el amor y el dolor” que, afirmó, experimentó cuando fue al velorio.

Haberla escuchado es tan potente en la correspondencia como el privilegio de haberla visto personalmente o tocado. Precisamente, es con la voz que Eva penetró en la intimidad de los hogares argentinos primero como actriz de radio y luego como lideresa política que arenga, moviliza, ordena, increpa, propone y cobija.27 La desaparición estimuló sugerencias para “poder oírla a pesar de estar muerta”.28 Partiendo de un dato que considera obvio, “en la república argentina de la nueva era no hay hogar que no posea una radio combinada ya sea grande o chica o un tocadiscos”, Julio Barsottini propone “grabar miles de discos, que pueden ser vendidos por las entidades obreras a beneficio de la benemérita Fundación Eva Perón”. Puntualmente insta al presidente a “grabar y transmitir algún trozo de esos magníficos e inolvidables consejos de la compañera Evita [por ejemplo], el de salutación con motivo de festejarse la nochebuena o el que ustedes crean más oportuno”.29 Como un todo orgánico– como palabra y gesto, significante y sonido, medio y mensaje- la voz de Eva fue crucial en su vínculo con las masas (Ehrick, 2015) y la carta de Julio lo ejemplifica claramente. Pero, en general, no parece importar tanto el contenido sino el tono y la capacidad de esa voz memorable de propiciar prácticas emocionales y memoriales en su interacción con los escuchas.

La voz de las mujeres en el espacio público solía ser atacada por demasiado aguda, florida, fuera de foco e irracional (Ehrick, 2015) también la de Eva que, a su vez, cargaba con los cuestionamientos a su vocalización por su clase social y porque, se afirmaba especialmente desde la oposición política, la pronunciación y los tonos eran una evidencia de sus cambiantes estados emocionales. En las cartas de pésame no se describe la voz muy aguda de los inicios, tampoco la que transmite por sus modulaciones y con gestos corporales energía y firmeza, por ejemplo, en sus discursos desde 1948, sino aquella “dulce y tierna”. Es posible que evoque la de la madre confortable o la de la abnegada esposa, aunque en su articulación narrativa la “voz inconfundible de ternura y bondad”, como también escribe Julio, se engarza con el rol de vigía que imagina para Eva. Más aún, luego de resaltar la “voz dulce y tierna”, remata: “Evita” [sic] desde “allá arriba, desde la región celeste, descubrirá a los malvados y traidores y será nuestra eterna guía, apartándolos del camino peronista”.30 “Malvados y traidores”, es decir, quienes dentro del movimiento luchaban contra otros grupos peronistas para defender intereses personales (Poderti, 2010, p. 211) y no compartían las normas emocionales.31

Es evidente que su carta de pésame no permanece ajena a la fogosa lucha interna por la que atravesaba el peronismo. Las disputas por espacios de poder o las deserciones y expulsiones de hombres y mujeres se perciben casi desde sus inicios, pero crecieron en torno a los años ’50. Estos, otrora peronistas, rápidamente pasaron a integrar, parafraseando a Loris Zanatta (2011), una inmensa zona gris en los márgenes del régimen. La muerte de Eva brindó una oportunidad para echar también a esa zona gris a los “malvados y traidores” de la hora mediante el escrutinio y valoración de sus expresiones emocionales. Julio Sojo (h) escribe al presidente:

para reafirmarle mi más absoluta lealtad. Como fuera el deseo de nuestra jefa espiritual de la nación. Lo acompaño de todo corazón en esta triste hora en que a los buenos argentinos sólo nos queda el consuelo de pensar en que Evita desde el cielo continuará velando por su querido pueblo.32

Los “buenos argentinos”, que eran peronistas, se distinguían de los “malos”. Entre estos se encontraban todavía los “peronistas por accidente por haber sido favorecidos por la acción del gobierno revolucionario”.33 Si el dolor como disposición emocional necesitaba del amor este era constitutivo de la lealtad y pertenencia política al peronismo. El amor y su propio martirio, por Perón y por su pueblo, habían sido el significante central en la discursividad pública de Eva (Gayol, 2020) y volvían a serlo en la coyuntura crítica que profundizó su muerte. Quiénes “no la amaron de verdad” eran los mismos, o confluían con los que “lloraban de apariencia”.34 La posibilidad de expresiones de dolor que la situación particular habilitaba era particularmente atractiva para usarse en estas querellas pues, como sostiene Boddice (2014), el dolor es, en el mejor de los casos, una etiqueta confusa. Describe al mismo tiempo una apariencia o superficie, un estado interno –fisiológico y neurológico–, y la recepción de ambos tal como los proyecta otro (p. 4). Determinar qué dolor es auténtico era/es una cuestión de poder. A través de la pluma y mediante estas manifestaciones de condolencias se realizaban calificaciones morales y juicios sobre la autenticidad de las expresiones afectivas de los otros que se exigieron como precondición para la pertenencia política al peronismo.

Conclusiones

Escribir una carta de pésame y un poema, ofrendar versos al presidente, componer una canción u ofrecer un relato breve como epitafio para el Monumento que albergaría el cuerpo de Eva, fueron formas personales de involucrarse con la muerte por fuera del ritual público diseñado y controlado por el estado. El análisis de estos textos muestra cómo confluyen en la narración de la aflicción metáforas ambientales habituales para expresar situaciones dolorosas, objetos materiales que pueden trocar en objetos emocionales, actitudes ante la muerte de más vieja data y trozos de la biografía de quién escribe. La decisión de escribir sobre sentimientos privados en una carta pública muestra que no había una partición a priori entre un dominio de lo privado y otro de lo público. Fueron los actores quienes decidieron contar sus asuntos y emociones a un funcionario público, mantener ciertas dimensiones como privadas y que, tal vez, luego hicieron públicas, así como mezclar cuestiones de interés general con sus afectos personales.

La fuerza emocional de la muerte deriva menos del hecho en sí que de la ruptura permanente de una relación tan pública como íntima, individual y política a la vez. Ser peronista, como se autodefinen quienes escribieron las cartas, es una condición práctica en la que se implican ideología, políticas públicas, disposiciones emocionales y trayectorias individuales situadas. En ese momento de particular efervescencia social el “sentir del pueblo peronista” merecía ser representado pues era un indicador de la fecundidad del lazo político y parte de la herencia emocional en disputa que planteó la desaparición. En estas querellas las normas del sentir fueron una vara que dictaminaba quién era peronista y quién no podía serlo. El hecho de que las emociones sean performativas -esto es, dirigidas a un público o receptor/res- facilita la construcción de comunidades emocionales fundadas en valores y deseos comunes. La muerte y los lenguajes en que se expresó intentaron, precisamente, reforzar la articulación entre fidelidad política, amor a la muerta, derecho al dolor por su pérdida y continuidad en el peronismo.

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Notas

1. Mariela Reyes, 27 de julio de 1952. Comisión 21, Caja 6. Fondo Nacional de Recuperación Patrimonial (FNRP), Archivo General de la Nación de la República Argentina (AGN). Todas las cartas citadas están en el AGN, en el mismo Fondo y Comisión. Varía la numeración de las cajas.
2. El funeral comenzó el 27 de julio y se prolongó hasta el 11 de agosto. Ese día, según fuentes oficiales, asistieron a las exequias 2 millones de personas, la ciudad de Buenos Aires tenía, según el censo de 1960, casi tres millones de habitantes y la Argentina 18 millones.
3. Encontré 137 cartas fechadas entre el 27 de julio y 20 de agosto de 1952 que son la base de este artículo.
4. La bibliografía sobre las cartas de petición o con sugerencias estimuladas por el gobierno es muy extensa. Entre otros: Guy (2016); Elena (2005); Acha (2007); Comastri (2020); Gutiérrez (en prensa).
5. Tomo el concepto de cartas públicas de Fitzpatrick (1996).
6. Las emociones designan experiencias subjetivas relacionadas con los sentimientos, sensaciones, percepciones y reacciones corporales. A los efectos de este artículo las distinciones terminológicas entre afectos, emociones y sentimientos, sobre la que hay una abundante literatura, no son muy útiles pues aparecen entremezclados en la escritura de los documentos que analizo.
7. Por dispositivos de sensibilización me refiero a medidas del gobierno sobre cómo llevar el luto y hasta cuándo y cómo asistir al funeral, así como a los sonidos, símbolos y declaraciones públicas que buscaban transmitir y propiciar determinadas emociones y actitudes.
8. La relación entre lenguaje y experiencia y su articulación con el cuerpo y la cultura son usados por Bourke (2014) para proponer una historia de las sensaciones en Gran Bretaña. Como es evidente el objetivo de este artículo es mucho más modesto y, también se advertirá, algunos de los documentos que analizo se entienden mejor pensando al lenguaje como representación.
9. María Teresa Nozzardi, 31 de julio de 1952, Buenos Aires. FNRP, Caja 6. AGN,
10. La fuerza emocional se refiere al tipo de emociones -que no son siempre secuenciales y ninguna anula a las demás- que una persona experimenta en relación con situaciones y hechos específicos dentro de un campo de relaciones sociales puntuales. Rosaldo (1991, p. 15).
11. M. del Pilar F. de Lanchares Rey, 31 de Julio de 1952, Zapiola, 164, Chivilcoy. Caja 6. FNRP. AGN.
12. Cada uno de sus versos empieza: “Estás fría y estas quieta…, y tú que nunca dormías / Estas fría y estás quieta (…), tus labios, dulces labios! / Estás fría y estás quieta…y todas las flores del mundo/ Estás fría y estás quieta (…), y es el pueblo todo, que se crispa”. Amparo Susana Giménez, 10 de agosto de 1952, Buenos Aires. Caja 4. FNRP. AGN.
13. Ángel Fassi, 8 de agosto de 1952. Caja 2. FNRP. AGN.
14. Guillermo Cases, s/f. Caja 2. FNRP. AGN.
15. Humberto Saavedra, 9 de agosto de 1952, Ciudad de Buenos Aires. Caja 15. FNRP. AGN.
16. Téofilo Olmos, 5 de agosto de 1952, calle 14 entre 78 y 78 (bis), Barrio Circunvalación, La Plata. Caja 6. FNRP. AGN.
17. Los escritos de Olmos se recopilaron en Canciones Sentidas. Desde 1974 un tramo de la calle 27 de la ciudad de La Plata lleva su nombre y en 2003 fue declarado por decreto Ciudadano Ilustre Post Mortem del partido de La Plata. Sobre la agrupación Las Bases, véase Casas (2017).
18. Para la centralidad del criollismo: Adamovsky (2019, especialmente capítulos 8 y 9).
19. Por ejemplo, los libretos de la compañía de radioteatro más popular de la Argentina de los años ’30, Chispazos de tradición, con frecuencia señalan que los personajes hombres se emocionan, lagrimean y sollozan. Es el padre quien indica al hijo varón que se “deje llevar” por las emociones y si en la vida, aconseja, “hay que ser fuerte”, especialmente para el día de mañana ser un “buen padre”, no por ello se prohíben las lágrimas. Tomo las frases de la obra El puñal de los centauros representada por la compañía Chispazos de Tradición liderada por Andrés González Pulido (guionista y dramaturgo). El radio teatro fue emitido por LR3 Radio Nacional de lunes a viernes a las 18,30 hs. y entre 1932 y 1936 con gran éxito de audiencia.
20. Sin cesar se renuevan las multitudes (3 de agosto de 1952). Democracia, p. 1. Biblioteca Nacional de la República Argentina, Buenos Aires.
21. En los años ’50 y ’60 publicaciones como Para Ti alertaban de los “excesos” -las comillas son de la publicación y muestran las tensiones que generaba calificar qué comportamiento o expresión era excesivo- en el luto. Incluso si el siglo XX muestra una asociación persistente entre mujeres y lágrimas, también se escribieron artículos en los que se desaconsejaba a las mujeres que estuvieran “siempre dispuestas a llorar”. En la representación de la “mujer moderna” de estos años, por otro lado, las lágrimas raramente aparecen.
22. Para el proyecto Monumento-Mausoleo y los debates entre los funcionarios y los cuadros técnicos del gobierno Ballent (2005). Sugerencias para este proyecto Monumento inspiradas en las discusiones oficiales pueden encontrarse, por ejemplo, en: Julio Giménez Salvatierra, s/f, Pozo de Tigre, Formosa. Caja 15 FNRP. AGN.; Julio Argentino Banchieri, 6 de agosto de 1952, Valle Hermoso, Sierras de Córdoba. Caja 6. FNRP. AGN.
23. Daniel Casas, 4 de agosto de 1952, Médanos. Caja 38. FNRP. AGN.
24. Julio Casalanguita, 12 de agosto de 1952, Necochea. Caja 3. FNRP. AGN,
25. Félix Antonio Cucurullo, 17 de agosto de 1952, Funes, Rosario. Caja 7. FNRP. AGN.
26. Sobre la relación dinámica entre objetos, sujetos y memoria, véase: Milic (2014, p.160 y 173). En realidad, Félix cuenta que trajo tres claveles “del sepulcro de Trabajo y Previsión”. Uno para su altar doméstico, otro para “El Partido Peronista Femenino y otro para el Partido Peronista masculino de Funes”. Es probable que imaginara cercana la muerte de Eva pues indica que “mandó una carta el 17 -en la que pide la imagen por primera vez- cuando la señora estaba muy débil”. Caja 6. FNRP. AGN. En la misma línea, pero para armar “una biblioteca exclusivamente con obras y folletos enviados desde esa Secretaría, para ilustrar a quien quisiera frecuentar nuestra biblioteca, necesito uno o dos libros con la extraordinaria labor de la señora desde la Fundación que lleva su nombre (…) y para difundir su obra necesitamos fotos, folletos y también el libro cuyo título es El Parlamento Argentino (…) como Pd: si tiene estampillas con la efigie del General y de Eva le ruego algunas”. A Angel Gazzani, 14 de agosto de 1952, Amenábar 464, Rosario de Santa Fé. Caja 6. FNRP. AGN.
27. Según el censo nacional de 1947, había en Argentina un aparato de radio cada dos familias.
28. La expresión es de José Michel quien en su carta escribe que “por momentos cuando toca la guitarra nos parece oír la voz dulce de Su Esposa, voz que llenaba masas de fieles y humildes con esperanza y amor”. Prof. De guitarra José Michel y su hijo Luis, s/f. Caja 6. FNRP. AGN. Izabel Marazita de Cobos propone, en cambio, pasar por la radio “todos los días y a la hora que nos dejó se transmita por la radiofonía el Ave María en su memoria…”. Izabel Marazita de Cobos, s/f, Azul, AGN, FNRP, Caja 7.
29. Julio Barsottini, 5 de agosto de 1952, calle Iturri 1474, Capital. Caja 6. FNRP. AGN.
30. Angel Cosso le confiesa a Perón “haber jurado íntimamente en Trabajo y Previsión a ELLA la señora EVITA estar por el resto de mis días al servicio de la Institución Peronista, defenderlo a Ud. mi general con la vida y si las circunstancias lo requieren aplicar el dicho correntino de morir matando”, Angel Cosso, 12 de agosto de 1952, Condarco 3178 D. E, Buenos Aires. Caja 7. FNRP. AGN.
31. Tomo el concepto de norma emocional de (Hochschild, 1979).
32. Julio Sojo (h), s/f, Montevideo 1545, Ciudad de Buenos Aires. Caja 38. FNRP. AGN.
33. Lugardi Montenegro, 28 de julio de 1952, Estancia Navarro, Santa Fé del Chañar, Dto. Sobremonte, Córdoba. Caja 8. FNRP. AGN.
34. Ambas expresiones de Rúben Igárzabal y (no se lee), 5 de agosto de 1952, Jesús María. Caja 7. FNRP. AGN.
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