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La posición del MIR (Praxis) frente al movimiento peronista (1955-1964)

The position of the MIR (Praxis) regarding the peronist movement

Javier Díaz
Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani" - Centre de Philosophie Juridique et Politique. CY Cergy Paris Université - Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas. Universidad de Buenos Aires - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

Avances del Cesor

Universidad Nacional de Rosario, Argentina

ISSN: 1514-3899

ISSN-e: 2422-6580

Periodicidad: Semestral

vol. 18, núm. 25, 2021

revistaavancesdelcesor@ishir-conicet.gov.ar

Recepción: 23 Marzo 2021

Aprobación: 05 Julio 2021

Publicación: 05 Diciembre 2021



DOI: https://doi.org/10.35305/ac.v18i25.1530

Resumen: En este trabajo analizaremos el desenvolvimiento de la posición del Movimiento Izquierda Revolucionaria (Praxis) frente al peronismo en cuanto movimiento político. Los trabajos de Silvio Frondizi publicados entre 1946 y 1956, con sus análisis sobre el régimen de Perón, constituyeron el punto de partida de aquella, pero hacia fines de 1957 comenzó a expresarse la necesidad de ir más allá y posicionarse frente al movimiento como tal. La organización postuló, desde 1958, que este se encontraba en “crisis y desintegración”, tesis que presidió los sucesivos análisis específicos. A lo largo de 1958 y 1959 el MIR-P se delimitó de los grupos del incipiente “peronismo de izquierda” y desalentó cualquier expectativa en ellos. Pero a partir del viraje político que impulsó Frondizi desde fines de 1960, basado en la búsqueda de un “camino nacional” a la revolución, modificó notoriamente su discurso sobre el peronismo y orientó al grupo Praxis a establecer afinidades, vincularse y converger con algunos de los nuevos grupos y dirigentes de su ala izquierda.

Palabras clave: izquierda, peronismo, marxismo, praxis.

Abstract: In this paper we will analyze the position of the Movimiento Izquierda Revolucionaria (Praxis), regarding the peronist movement. The works of Silvio Frondizi published between 1946 and 1956, with his analysis of Peron´s regime, were the starting point of that position, but towards the end of 1957 there is a need to go further and take a stance regarding the peronist movement itself. The organization postulated, since 1958, that this movement was in "crisis and disintegration", thesis that presided over the following specific analysis. Throughout 1958 and 1959 the MIR-P delimited itself from the incipient “left peronism” groups and discouraged all expectations on those. However, the political turn that Frondizi promoted since the end of 1960, based on the search of a “national path” for the revolution, notably modified the discourse on peronism and guided the Praxis group to establish affinities and converge with some of the new groups and leaders of its left wing.

Keywords: left, peronism, marxism, praxis.

Introducción

En este trabajo analizaremos el desenvolvimiento histórico de la posición del Movimiento Izquierda Revolucionaria (Praxis) (en adelante, MIR-P) frente al peronismo en cuanto movimiento político. La investigación busca contribuir a comprender el origen y la naturaleza de la nueva izquierda que se desarrolló en Argentina desde los cincuentas: el MIR-P constituye un caso específico de ella y a la vez germinó en otras organizaciones que actuaron en los 60 y 70.1

El origen del MIR-P se encuentra en la trayectoria de su fundador y principal dirigente. Abogado y profesor formado en el pensamiento liberal democrático, Silvio Frondizi (1907-1974) adoptó el materialismo histórico como método de análisis alrededor de 1946. Durante una década, el grupo Praxis funcionó como un centro de estudio, formación teórica y difusión de ideas a través de folletos y libros. En noviembre de 1955, vio la luz el periódico de la organización: Revolución. Órgano argentino de esclarecimiento político (finalmente subtitulado Órgano del Movimiento Izquierda Revolucionaria-Praxis), bajo la dirección de Marcos Kaplan.2 Su aparición coincidió con la publicación en dos tomos (en 1955 y 1956) de La Realidad Argentina. Ensayo de interpretación sociológica, el libro de Silvio Frondizi que cumpliría el papel de programa de la organización. A partir de entonces, el MIR-P comenzó a intervenir en el plano político y desarrollarse en términos militantes.

En las elecciones de febrero de 1958, mientras que gran parte de la izquierda llamó a votar por Arturo Frondizi, acompañando las directivas de Perón, el MIR-P lanzó una campaña por el voto en blanco. El giro a derecha del gobierno (mantenimiento de la proscripción del peronismo, represión, educación religiosa, privatizaciones) y la gesta cubana provocaron la radicalización de amplios sectores de la juventud y las vanguardias políticas (Altamirano, 2007, pp. 100-101). Esta situación le permitió al MIR-P captar a un número considerable de jóvenes y alcanzar su máximo crecimiento entre 1958 y 1960, cuando llegó a contar con alrededor de trescientos militantes, en su mayoría estudiantes, repartidos entre Capital Federal, el Gran Buenos Aires, La Plata, Zárate, Córdoba, Mendoza y Bahía Blanca.

A partir de mediados de 1959, Silvio Frondizi inició un gradual viraje teórico y político que desembocó en la salida del folleto Bases y punto de partida para una solución popular (1961). El periódico Movimiento, que vio la luz durante la segunda mitad de 1961, terminó de expresar este giro hacia un discurso nacional, popular y democrático alejado de las referencias previas a la revolución socialista. La consecuencia fue la crisis del MIR-P y la escisión de diversos grupos de militantes. Praxis terminó de disolverse en 1964.

Silvio Frondizi publicó su primer análisis del fenómeno peronista en el folleto La crisis política argentina, en marzo de 1946, inmediatamente después del triunfo electoral de Perón (Frondizi, 1946). Allí se distanció de la visión entonces dominante en el liberalismo y en la izquierda, que veían en el peronismo un fenómeno esencialmente reaccionario. En contraposición, ponderó los aspectos positivos implicados en el nuevo movimiento, como la politización y concientización de las masas (Tarcus, 1996, pp. 80-81). Su estudio más extenso del régimen peronista, que vio la luz en La Realidad Argentina, redactado entre 1953 y 1954, fue sintetizado con estas palabras:

si Frondizi recurre a la caracterización de “bonapartismo” para definir ciertos rasgos formales del gobierno y el régimen peronistas, es su tesis del peronismo como un intento fallido de revolución nacional-burguesa la que le da un sello original y, al mismo tiempo, la que permite mantener un ponderado equilibrio en la valoración política del fenómeno. (Tarcus, 1996, p. 141)

De hecho esa tesis y este equilibrio serían destacados durante los años siguientes por Silvio Frondizi y demás miembros del MIR-P3 a la hora de presentar los trazos fundamentales de su pensamiento. El corolario de este análisis era rechazar tanto las posiciones que atribuían al peronismo un carácter fascista como aquellas que lo veían como un movimiento de liberación nacional (Strasser, 1959, p. 32). Según el autor de La Realidad Argentina se debía evitar

caer en los dos tipos de errores cometidos respecto al peronismo: la idealización de sus posibilidades progresistas, magnificando sus conquistas y disimulando sus fracasos, y, por el otro lado, la crítica negativa y reaccionaria de la “oposición democrática” (Strasser, 1959, p. 30)

Como señalaron Amaral (2006, pp. 34, 40) y Rath (2015, pp. 70-71), en su libro Frondizi concibió al peronismo básicamente en cuanto régimen político, pero no en cuanto movimiento político. Sin embargo, sostuvo, lejos de un concepto estático, que desde 1952 aquel régimen había entrado “en retroceso reaccionario” (Frondizi, 1956a, pp. 125; 130) y estaba desenvolviéndose en su “etapa regresiva” (Frondizi, 1955a, p. 221). En sus últimos años el gobierno de Perón había iniciado “un franco proceso de capitulación frente al imperialismo yanqui” (1955a, p. 235). Con estas posiciones difícilmente podría haber sido cierto que Praxis, como se afirmó, “buscó acercarse al Partido Socialista de la Revolución Nacional (PSRN)” (Brienza, 2006, pp. 52-53). Los praxistas fueron convocados a una asamblea de ese partido por Esteban Rey y Raúl Moiraghi, en marzo de 1955 (casi un año después de que el Partido Socialista de la Revolución Nacional (en adelante, PSRN) se hubiera presentado a elecciones sin que Praxis lo hubiera llamado a votar), con el objetivo de sumar fuerzas para enfrentar a la dirección del heterogéneo partido liderado por Enrique Dickmann; aun así, aquellos se limitaron a asistir como observadores externos y se negaron explícita y públicamente a integrarse al partido.4

La primera caracterización del peronismo en la oposición (1955-1960)

En diciembre de 1955 Silvio Frondizi publicó un escrito en el periódico peronista El Líder, en el cual explicitaba su valoración contradictoria del gobierno derrocado (1955b, p. 71). A los pocos meses del golpe, constataba que la dictadura militar había logrado “la mayor peronización de las masas” (Frondizi, 1956b, p. 86) y en ese contexto proponía una solución “que supere ideológicamente al peronismo” (Frondizi, 1956c, p. 1).

Bajo la represión y la proscripción, el peronismo “viró en la práctica a posiciones nacionalistas revolucionarias y de izquierda, tanto en los comandos clandestinos como en buena parte de las organizaciones sindicales” (Salas, 2015. p. 17). Al comenzar a intervenir en el plano gremial, los militantes debieron elaborar caracterizaciones más precisas del movimiento peronista en cuanto tal, que jugaba allí un rol dirigente. Según el MIR-P la intervención de la Confederación General del Trabajo (en adelante, CGT) y de los sindicatos por parte de la dictadura de Aramburu había encontrado a los trabajadores en un estado de indignación y mayor conciencia de su fuerza

Pero, desgraciadamente, los encuentra también carentes de una dirección unificada, combativa, inteligente y honesta.

Los trabajadores saben bien que laorganización anterior, aunque representó un gran progreso, tenía graves fallas. La principal falla fue su control por “jerarcas”, que se aislaron de su propia base obrera. (…) Caído el peronismo, una parte se entregó sin lucha, otra se convirtió en colaboradora del nuevo gobierno, y el resto ha sido incapaz de ofrecer una verdadera salida progresista a los trabajadores, reduciéndose a conspirar con generales, curas y elementos patronales.5

Se trataba de una crítica ya no del gobierno de Perón sino de la conducta seguida por las direcciones sindicales que le respondían. La prensa praxista caracterizaba que la CGT peronista (antes de la intervención) estaba dominada por “burócratas incondicionales al Estado”.6 Sin embargo, frente al congreso normalizador de la central obrera convocado por los interventores en 1957, propuso la formación de un “bloque de congresales antilibre”, es decir un frente, en la práctica, de la izquierda con las agrupaciones peronistas en contra del oficialismo.7 En este punto, su orientación no guardaba demasiada distancia de la de las demás organizaciones de izquierda: el Partido Comunista (en adelante, PC) había ya comenzado precariamente a practicar acuerdos con el gremialismo peronista, concretados primero en la Intersindical y luego en la formación de las 62 Organizaciones (James, 1990, pp. 109-112; Schneider, 2005, pp. 103-109); más pequeña, la corriente trotskista liderada por Nahuel Moreno también venía promoviendo agrupamientos “antilibres” (González, 1996, pp. 142-183).

La línea de Praxis evidenció la necesidad de un desarrollo en un artículo de un joven Aldo Comotto.8 En efecto, se daba cuenta allí de que “los mitos e ídolos propios de una primera experiencia no concluida todavía están enraizados en el seno de la clase trabajadora”, es decir de la persistencia de la ideología peronista en el movimiento obrero. Comotto estaba expresando la voluntad de sortear un obstáculo del cual Silvio Frondizi no había dado cuenta en La Realidad Argentina, escrito antes del golpe contra Perón. A fines de 1957, no había un régimen, pero sí un movimiento y una ideología peronistas dominantes en la clase obrera. Esta hegemonía tuvo su correlato en la mesa directiva de las 62 Organizaciones, que agrupó a la mayoría de los sindicatos, incluyendo a los de mayor cantidad de afiliados, constituyéndose en la más importante representación del movimiento obrero organizado (Melón Pirro, 2009). Los sindicatos orientados por el PC, tras un breve lapso dentro de las 62, terminaron por formar un bloque separado: el de los 19, y aquellos dirigidos por los “amarillos” (o “gorilas”) se alinearon con el nombre de “32 Organizaciones Democráticas” (James, 1990, pp. 111-112; Schneider, 2005, p. 108).

El MIR-P no tardó en expresar críticas a la flamante dirección de las 62, en particular al bloque peronista, “supeditado a la política pasiva, expectante y hasta colaboracionista de los Comandos Superior y Táctico”.9 Unos meses después de la asunción de Arturo Frondizi como presidente de la nación, Revolución balanceaba que luego del congreso de La Falda, de fines de 1957, la conducción de las 62 había tendido a abandonar el trabajo organizativo en las bases gremiales, adoptando “actitudes electoralistas –a la cola de los grupos neo-peronistas primero, y siguiendo las directivas del comando peronista en el exilio, luego”.10 En agosto de 1958 las 62 habían organizado un acto en Plaza Once; en esa ocasión Amado Olmos, del gremio de Sanidad, había exhumado el programa de La Falda “tras un largo sueño en el rincón de los papeles en desuso”.11 Con todo, estimaba que las 62, “pese a sus deficiencias, son la avanzada del movimiento obrero argentino”, formada por una nueva camada de dirigentes sindicales “forjados en la lucha” que habían sido quienes “enfrentaron con más decisión” a la Libertadora.12 Respecto de los motivos de la conducta de las 62, el MIR-P constataba que estas respondían “ideológica y políticamente al peronismo”13 y señalaba “la coincidencia de planteos ‘nacionales y populares’ entre el gobierno y la dirección peronista”.14

A partir de la campaña electoral de 1958 el MIR-P estableció un diagnóstico que presidió sus análisis sucesivos y que sería defendido hasta la disolución del grupo en 1964: el peronismo había entrado en su etapa de crisis y desintegración,15 lo que implicaba una polarización interna entre la base obrera y la dirección burguesa del movimiento. “En la medida que ese proceso objetivo de superación del peronismo se transforme en un proceso consciente hacia el cual tiende la vanguardia revolucionaria, estarán dadas las premisas fundamentales de la transformación de nuestra estructura económico-social.”16 La organización conceptuaba una superación objetiva que requería necesariamente, y allí ubicaba el papel de la vanguardia, devenir subjetiva para posibilitar la revolución social. Pero en los hechos -agregamos nosotros- aquella transición no se expresó única ni principalmente como un salto directo del peronismo al marxismo. Durante la presidencia de Frondizi, al contrario, el gremialismo peronista tendió a dividirse en dos alas: la “línea blanda”, simbolizada por Eleuterio Cardozo (del sindicato de la Carne) y asociada a la adopción de actitudes moderadas en función de lograr concesiones por parte del gobierno, se caracterizaba por apoyar el “integracionismo” promovido por Rogelio Frigerio; en oposición, la “línea dura” o intransigente, referenciada en John William Cooke y en gremios como el de Farmacia (encabezado por Jorge Di Pascuale), buscaba continuar la “resistencia” hasta lograr el retorno de Perón (James, 1990, pp. 179-183). Aunque la “línea blanda” fue formalmente minoritaria y rechazada de palabra, el movimiento de conjunto tendió más bien a orientarse en ese sentido (Melón Pirro, 2009, p. 100).

Claudio Perinetti, joven dirigente del trabajo sindical del MIR-P, fue el primero en dar cuenta de la existencia de un ala “izquierda” en el peronismo.

La tercera de las tendencias (…) fue la que designaremos como peronismo “de izquierda”. Esta tendencia, en la que militan activistas trotzkistas que se han incorporado al movimiento peronista, se expresa principalmente a través de “Palabra Obrera” y del grupo que edita “El Guerrillero”. Se notan algunas diferencias de matices entre ambos núcleos, basadas principalmente en que “Palabra Obrera” planteó más radicalmente la inconveniencia táctica de parar el 17 y en que -a diferencia de “El Guerrillero”- critica más suavemente la gestión de la Mesa, defendiéndola como organismo.17

Como puede verse y a diferencia de lo que ocurrirá posteriormente, el concepto de “peronismo de izquierda” era aplicado entonces a dos organizaciones que actuaban en forma autónoma respecto de las direcciones del movimiento. Tras reseñar las mociones que esta tendencia había presentado en el plenario de las 62 del 3 de octubre de 1958, Perinetti afirmaba que

el peronismo de izquierda se encontró en ambos plenarios ante un callejón sin salida. (…) estos grupos (…) encuentran trabas de todo tipo para desarrollar esta idea en el movimiento peronista. Por ejemplo, su necesidad de acreditar fervor y disciplina peronistas, los limita en la lucha contra las direcciones políticas (…). Además, partiendo de una afirmación falsa: la de que el peronismo es hoy el frente nacional antiimperialista, obstaculizan la alianza real del proletariado con la pequeña burguesía. (…) hoy, después de la experiencia de los últimos años, son cada vez más amplias las capas de esta clase social, que estarían dispuestas a vincular sus luchas a un programa político obrero, pero no lo harían con el partido Peronista, por haber calado hondo en ellas el rechazo de muchos aspectos totalitarios del régimen peronista.18

La enfatización de las limitaciones del “peronismo de izquierda” se debía naturalmente al ángulo político del MIR-P y a su necesidad de delimitación, pero también estaba determinada por el hecho de que los sectores que aquí identificaba con ese nombre representaban un componente marginal, de poca significación dentro del movimiento inspirado por Perón. En contraposición, Perinetti destacaba el papel de la experiencia a la hora de verificar la tendencia de la clase obrera a superar el peronismo.19

En octubre de 1958, fue creado el Consejo Coordinador y Supervisor del Peronismo, al mismo tiempo que estallaba la huelga petrolera que marcaría el inicio de la resistencia obrera contra el gobierno de Arturo Frondizi. La huelga general de enero de 1959, desatada por la represión a la ocupación del Frigorífico Lisandro de la Torre, motivó nuevas reflexiones de Perinetti sobre el papel que estaba desempeñando el peronismo en el movimiento obrero. Tras aclarar que Revolución venía denunciando con anterioridad la política de negociación y colaboración con el gobierno por parte de Perón y los órganos políticos y sindicales peronistas, volcaba estos conceptos:

Cuando el 5 de Noviembre [sic] de 1958, en momentos en que se cumplía la huelga de los petroleros de Mendoza, los sectores del “peronismo de izquierda” recibieron alborozados e ilusionados el telegrama de Perón que ordenaba plegarse a la misma y pasar a una línea de oposición al gobierno, nosotros, atentos al recorrido anterior de la conducción peronista, recordamos aquello de: “perro que ladra no muerde…”. La evidencia de que se trataba de una simple maniobra de presión llegó un mes después, al trascender la concertación de una nueva tregua política.20

Durante los meses siguientes, Perinetti continuó denunciando “el entreguismo, los hábitos negociadores y el espíritu sectario” de las distintas conducciones gremiales (las 62, los 19 y los 32). Respecto de la Mesa Coordinadora de las 62, en particular, señalaba su “conducta claudicante, puramente declaracionista”, afirmando que era

una actitud congruente con la seguida por el Consejo Coordinador y Supervisor del Peronismo (…) y ajustada a las siempre oscuras y ambiguas directivas de Ciudad Trujillo. (…) Al creciente desprestigio de este equipo en el seno de las masas obreras -por obra de su colaboracionismo con el gobierno-, se suma el ya antiguo disconformismo [sic] de las “Regionales rebeldes” del interior con la gestión nacional de la Mesa.21

Como puede verse, su crítica se dirigía a las direcciones del movimiento, de Perón (entonces exiliado en la capital dominicana) hacia abajo; abarcaba además a las diferentes alas del sindicalismo peronista: en efecto, Perinetti no dejaba de indicar “la falta de coordinación y de programa coherente de los elementos rebeldes”.22

Por otra parte, a mediados de 1959, Perón denunció públicamente el incumplimiento del pacto preelectoral con Arturo Frondizi que debía garantizarle al peronismo, a cambio del voto, el levantamiento de las proscripciones. Marcos Kaplan analizó en ese contexto los motivos de aquella jugada política.

Sobre las razones que pueden haber llevado a Perón a dar un paso que en cierta medida contradice su política anterior (…), puede[n] anotarse las siguientes hipótesis que convergen y no se excluyen:

1) Necesidad de adoptar una actitud más combativa ante los ojos de una masa popular descontenta por la debilidad, ineptitud y corrup[c]ión que han desplegado los jerarcas peronistas;

2) Necesidad de mejorar la posición negociadora de Perón (…) mostrando los peligros de un peronismo combativo y las ventajas de un arreglo con dirigentes representativos y responsables (…).

3) Aporte secreto y sin compromisos previos, por parte de Perón, a posibles negociaciones con fuerzas opositoras de tipo nacionalista-falangista.

4) (…) la seguridad de que los dirigentes sindicales y políticos del peronismo no se tomarían muy en serio la nueva línea “dura” y “revolucionaria” (…).23

En el mismo sentido, Perinetti afirmaba en otro artículo que el peronismo estaba ensayando “un nuevo viraje desde su política de tolerancia y colaboracionismo (…) hacia una pretendida línea insurreccional sobre la que ya fracasó durante la Libertadora, con el propósito de retener su base popular.”24

Desde agosto de 1959 Silvio Frondizi comenzó a expresar un cambio en el discurso público sostenido por el MIR-P. En un artículo en Revolución, condimentado con tópicos habituales del discurso populista, planteó por primera vez la necesidad de “un frente clasista que agrupe a todas las fuerzas populares”,25 una formulación ambigua que lo alejaba de la táctica del frente único de los trabajadores, sostenida anteriormente por el MIR-P (Díaz, 2017), y lo acercaba a la del frente popular.

Un artículo que analizaba las diferentes líneas que los sectores de la burguesía sostenían con relación al movimiento proscripto, por otra parte, aseguraba que la actitud de Perón, cualquiera sea, contribuiría a “acelerar el proceso de disolución y reagrupamiento interno” que se operaba dentro del peronismo. En particular hacía el siguiente pronóstico:

La línea falangista irá ganando cada vez más la adhesión de la mayor parte de los jerarcas políticos y sindicales del peronismo, impulsados a ello por su ideología, antecedentes y trayectoria, por su servilismo ante las fuerzas de la burguesía, y por el agotamiento de sus posibilidades, especialmente en relación a [sic] masas más desconfiadas y exigentes. Ello dará necesariamente a la dirección oficial del peronismo un sello definidamente reaccionario, clerical, patronal, antiizquierdista, y quizás oficialista.

Por lo mismo, se irá acentuando el enfrentamiento de la jerarquía peronista (…) con la llamada “línea dura” o ala izquierda del Movimiento, que podría quizás capitalizar -no sabemos hasta dónde y por cuánto tiempo- el descontento, el anti-clericalismo y la combatividad de las bases proletarias y populares del Movimiento.

(…) al “ala izquierda” peronista le espera una dura lucha. Sólo podrá enfrentarla con algún éxito si supera los vicios y limitaciones de la vieja dirección, si elabora un programa y una organización verdaderamente revolucionarios, si confía exclusivamente en las posibilidades de las masas, si liquida todo lo que sea fetichismo, sectarismo y sentido mesiánico, si se abre a la colaboración amplia con las tendencias de la izquierda revolucionaria.26

Este escrito muestra una primera inflexión en la consideración de la izquierda del peronismo. El MIR-P, en efecto, aceptaba la posibilidad no ya de que elementos de este sector avanzaran hacia una posición que los llevara a romper con el peronismo, sino de que el ala izquierda, como tal, elaborara un programa y una organización “verdaderamente revolucionarios” que la llevasen a “la colaboración amplia” con las organizaciones de izquierda. ¿En esa “colaboración amplia” pensaba Silvio Frondizi al referirse a “un frente clasista que agrupe a todas las fuerzas populares”? De todas formas se trataba de una referencia genérica que ni especificaba ni distinguía entre los sectores más representativos de la “línea dura” (encabezada por los dirigentes sindicales peronistas más combativos, tales como Di Pascuale o Sebastián Borro, del Frigorífico Lisandro de la Torre) y aquellos a quienes un año antes Revolución reservaba el epíteto de “peronismo de izquierda”.

Estas nociones, que entroncaban con una valoración positiva, sostenida por el MIR-P desde hacía años, de la evolución política atravesada por la clase obrera bajo el peronismo, fueron acompañadas por una constatación de que en esa evolución estaba incluida la propia ideología obrera peronista. A fines de 1958, por ejemplo, expresaba en Revolución: “A la masa obrera peronista le va quedando solamente el recuerdo místico de un caudillo, pero va largando por la borda, todo el lastre burgués de terceras posiciones, unión nacional, conciliación de clases, etc., que tiene el peronismo doctrinario.”27 Podemos apreciar lo mismo en un artículo dedicado a las tendencias internas del Partido Socialista en el cual el MIR-P criticaba a una de ellas, representada por el centro de San Martín, por defender el revisionismo histórico rosista e intentar así, identificándose con la ideología de algunos dirigentes peronistas, lograr el apoyo de las bases de este movimiento. Decían los praxistas respecto de estos socialistas “falangistas”:

No han sido capaces de advertir el cambio que se viene operando en el “peronismo” de los trabajadores, que no es el peronismo de los dirigentes corrompidos y negociadores. Aquellos están más cerca de gritar ¡viva la Revolución Social! que de agitar los mitos reaccionarios (…).28

Afirmaciones como estas sugieren que el MIR-P tendía a percibir, a su modo, las divergencias tematizadas por James (1990, pp. 131-143) entre la ideología peronista formal y la conciencia práctica obrera. Con todo, en su discurso el peronismo sin comillas era el de los dirigentes y, además, eran los trabajadores, y no el “peronismo” de estos, quienes estaban más cerca de la revolución que de la reacción.

A fines de 1959, continuaron analizándose los “síntomas de disolución y reagrupamiento interno” del peronismo.29 Según el MIR-P los dirigentes se equivocaban al pensar que las masas peronistas los seguirían indefinidamente; al contrario, la crisis estaba llevando a estas cada vez más a adaptarse teórica y prácticamente a las nuevas condiciones de lucha. Como consecuencia estaban surgiendo nuevas camadas y cuadros militantes en la clase obrera que acumulaban experiencia, hacían balances y avanzaban políticamente. En este contexto se producía una lucha de facciones enfrentadas, entre las cuales se mencionaba a un sector derechista representado por Monseñor Plaza y, en oposición, a la tendencia encabezada por Cooke.30 El MIR-P tenía en cuenta particularmente a la facción expresada por el periódico El Guerrillero y a los uturuncos en Tucumán.31

A comienzos de 1960, Oscar Albrieu, dirigente del sector político del peronismo, afirmó en una reunión que el partido justicialista “no sabe actuar en la ilegalidad”. Esta confesión fue aprovechada por Mario Reles, uno de los cuadros jóvenes del MIR-P, para combatir las ilusiones de los sectores combativos o de izquierda.

El peronismo, para adecuarse a la irritación, indignación y rebeldía en que quedó el movimiento obrero en setiembre de 1955 y que ha venido creciendo desde entonces, para no quedar separado completamente de las masas, comenzó a hacer alarde de su contenido “revolucionario”. A la caída de Perón surgieron por todos lados “teóricos” que descubrían en el peronismo una doctrina y una acción revolucionarias. (…) El partido que se había dejado vencer sin resistencia por las mismas fuerzas que había protegido, el Ejército y el Clero, resultaba ahora que tenía una acción revolucionaria. Por suerte la declaración del propio Sr. Albrieu viene a desmentir todo esto.32

Reles estaba aquí atribuyendo a las pretensiones “revolucionarias” del peronismo un carácter oportunista, determinado por la necesidad de no perder apoyo popular, pero también extrayendo la conclusión de que tales pretensiones no tenían ningún fundamento real. La confesión de Albrieu ponía en evidencia, según el texto de Reles, la incompatibilidad entre peronismo y revolución.

En la misma edición se analizaban las consecuencias del traslado de Perón desde República Dominicana a Europa, que hacía patente el fracaso de las tentativas por hacerlo retornar al país. El descontento creciente de las masas peronistas con sus dirigentes, según el MIR-P, explicaba las reacciones contradictorias de estos. Por un lado, los jerarcas del sector político, menos ligados a las bases, mostraban una actitud más conservadora, de buena voluntad hacia el imperialismo y la patronal y alertando contra el posible progreso de la izquierda en las masas. En las jerarquías sindicales, en cambio, influían simultáneamente las presiones del gobierno, la Iglesia, etc., por un lado, y las de sus propias bases, por el otro. De allí la gama de posturas diferentes que exhibían, que incluía acuerdos con el gobierno, preferencia por la negociación y, lo que puede leerse como previsión del vandorismo, una “tendencia de las 62 a ejercer la hegemonía del movimiento peronista, desplazando a los jerarcas políticos”.33 Como en el escrito de Reles, el peronismo en general era colocado en una perspectiva opuesta a la de la revolución obrera. Más aún, valía esto para Perón en particular: de allí que el imperialismo yanqui siguiera conservando “bajo la manga el ‘naipe Perón’, para el caso que el regreso del General fuera útil para frenar o canalizar un incontrolable ascenso de masas”.34 Vemos aquí expresado un pronóstico clave: frente a un levantamiento de masas que la burguesía no pudiera controlar, el retorno de Perón aparecería como un recurso, en colusión con el imperialismo, para poner fin a ese proceso revolucionario. No deja de resultar de interés ponderar esta previsión atendiendo al curso que seguiría la historia argentina una década después.

Al mismo tiempo, sin embargo, Silvio Frondizi publicó un artículo en el que introdujo un elemento que hasta ese momento era ajeno al discurso praxista.

Nosotros tampoco creemos en la solución Perón: éste no regresará y si lo hace se mantendrá muy poco en el poder, porque a la crisis general debe agregarse la toma de conciencia de la masa peronista que le exigirá medidas drásticas, cuyo incumplimiento le significaría la caída en el desprestigio a corto plazo. Y en la tercera variante, si regresara y tomara el camino revolucionario, bienvenido sea Perón: Máxime cuando en esas condiciones tendría que recurrir necesaria y fatalmente a las fuerzas de izquierda.

John William Cooke ya lo dijo hace poco en un documento extraordinario: el peronismo poco o nada en serio puede hacer por sí solo. Si quiere marchar adelante y cumplir su papel histórico tendrá que conjugarse con las fuerzas progresistas afines.35

La primera oración incluía un pronóstico que difícilmente pueda considerarse errado, tanto porque, desde entonces, Perón permaneció más de una década sin regresar como porque, tras su retorno, el peronismo se mantuvo menos de tres años en el poder, durante los cuales se produjo un fuerte choque con un sector de sus bases, que le exigían al gobierno medidas que este no estaba dispuesto a tomar. Pero luego, como puede verse, Frondizi claramente flexibilizaba su propia caracterización previa de Perón como un “instrumento del sistema capitalista” (Strasser, 1959, p. 32) y del peronismo como “sirviente del gran capital” (Frondizi, 1955, p. 296). Aunque pensaba que era poco probable, admitía un eventual retorno del general exiliado y, en ese caso, contemplaba dos variantes: que Perón perdiera el apoyo de las masas por no cumplir con sus exigencias, o que tomara el camino revolucionario. Es decir que Perón podría elegir si continuar o no al servicio de la burguesía. La coincidencia con Cooke no podía ser ajena a esta apuesta por un desenvolvimiento revolucionario del movimiento nacionalista, es decir por una “vía cubana”, una deriva “castrista” del peronismo. Que este último, por lo demás, debería “conjugarse con las fuerzas progresistas afines” no era sino la proyección, como ha mostrado Sigal (1991), de la voluntad de los progresistas de conjugarse con el peronismo.36

A partir de entonces comenzó a desarrollarse también en el MIR-P la idea de la necesidad de una confluencia con el ala izquierda del peronismo. Tan solo un mes después, en efecto, se hizo un pronóstico en términos notoriamente distintos a los anteriores. El agravamiento de la crisis económica, la presión imperialista y la intransigencia del gobierno configuraban un cuadro nuevo; “el peronismo, tronchados sus lazos con el gobierno, imposibilitado de ejercitar su espíritu de presión, desnuda el siguiente dilema: entrega incondicional (…) en ecuaciones integracionistas o lucha revolucionaria.”37 En este dilema, que como tal sólo contemplaba dos alternativas, y aunque en teoría la integración del peronismo debía lograrse a través de concesiones tales como el levantamiento de la proscripción o la devolución de la CGT, el MIR-P buscaba descalificar toda integración como entrega “incondicional”. Pero lo que llama la atención es que era el peronismo, y no ya la clase obrera, quien estaba ante una alternativa que incluía la lucha revolucionaria como uno de sus términos. Esto no significaba que el peronismo en su conjunto optaría por una u otra variante:

En el futuro la crisis del peronismo se va a ir reflejando en una batalla campal entre la tendencia falangista que ya se ha lanzado a la ofensiva y aquellos sectores del peronismo que van comprendiendo que a la Iglesia, al Ejército y a los sectores pretendidamente “progresistas” de la burguesía argentina hay que ir excluyéndolos de la nómina de invitados al frente antiimperialista. (…) la crisis partidaria del peronismo va tomando el colorido de una puja entre una derecha clerical y militarista frente a una izquierda sensible a la r[a]dicali[za]ción de las bases obreras.38

Aunque la mención a la exclusión del frente antiimperialista de los sectores “progresistas” de la burguesía constituía seguramente una expresión de deseos -ni siquiera en 1964 (Raimundo, 2000) o en 1968 (Bozza, 2001, p. 149) el autodenominado peronismo revolucionario abandonó la invitación policlasista a empresarios nacionales “no comprometidos” con el imperialismo-, se trata de un lúcido pronóstico que, durante los quince años posteriores, los enfrentamientos internos en el peronismo entre sectores que llegarían a apoyar a la dictadura militar clerical de Onganía y otros que alcanzarían a postular la conducción obrera de la revolución (Bozza, 2001, pp. 145-149), no harían sino verificar. El autor del texto pasaba entonces a considerar los factores que, a su juicio, le otorgaban al ala derecha una fuerza mucho mayor que a su rival interno; uno de ellos era el “imperialismo yanqui que en última instancia podría utilizar a Perón y a su burocracia como equipo suplente ante el desprestigio que el elenco actual está sufriendo”.39 De ello se desprendía una conclusión:

Todas estas fuerzas y tendencias, aunque contradictorias entre sí, y a veces sin quererlo, favorecen a la derecha falangista en la crisis del peronismo. Hay que tener en cuenta que cada vez tiene mayor cabida en la burguesía el planteo de un nuevo peronismo pulido y aromatizado con ingredientes burgueses como paragolpe del avance marxista.40

Era esto lo que explicaba que el ala derecha, según el MIR-P, se estuviera imponiendo efectivamente en el conflicto interno peronista. Como demostración de los éxitos del sector falangista, se registraban diversas evidencias. Entre ellas se constataba que los dirigentes sindicales peronistas, entre ellos tanto Eleuterio Cardozo (Carne) como Andrés Framini (Textiles), venían manifestando una concepción política “en un sentido falangista”, mientras que “hombres combativos y valientes” como Sebastián Borro (dirigente del Frigorífico Lisandro de la Torre) “han permanecido anónimos” en las direcciones del peronismo.41 El artículo finalizaba caracterizando al ala izquierda del peronismo. Esta era referida en un comienzo como una corriente ajena a la propia, cuya política se criticaba, para luego adoptar un tono prescriptivo, postulando lo que esta tendencia debería hacer, llegando incluso a utilizar la primera persona (“Hay que… sumergirnos en las bases obreras”). Las tareas que el peronismo de izquierda debía encarar, además, implicaban un cambio en su táctica pero no una ruptura con el peronismo ni con la ideología nacionalista. En definitiva eran las mismas tareas que pretendía acometer el MIR-P: acción de masas, organización clandestina y celular, dilucidación revolucionaria de los problemas concretos, aparato militante nuevo y vigoroso. La crítica se dirigía a los métodos y a los objetivos tácticos del peronismo de izquierda, no a sus fines estratégicos. Esta búsqueda de coincidencias se mantuvo hasta el último número de Revolución, en el cual se aseveraba que comprender el desarrollo de las tendencias internas peronistas era fundamental para “balancear las posibilidades de una acción en común”.42

Tras las elecciones legislativas del 27 de marzo de 1960, el MIR-P hizo un balance en el cual verificaba la continuidad de la evolución política de la clase obrera en sentido contrario a la dirección peronista. Por un lado, constató que los jerarcas, tanto políticos como sindicales, no sólo habían tardado el máximo tiempo posible en llamar al voto en blanco, sino que algunos de ellos habían entablado negociaciones con sectores de la Unión Cívica Radical Intransigente (en adelante, UCRI) para otorgar apoyo electoral a cambio de concesiones. Por otra parte estimó que la elevada cantidad de abstenciones y votos nulos reflejaba la profundización de la distancia entre la jerarquía peronista y sectores de las bases del movimiento.43

La última expresión de la posición del MIR-P sobre el peronismo, en esta primera etapa de la organización, la encontramos en el “editorial sindical” redactado por la Secretaría Obrera del MIR-P, que encabezaba Claudio Perinetti, y publicado en el que sería el último número de Revolución. Allí se partía de reconocer que las 62 Organizaciones eran una dirección heterogénea, compuesta por un conjunto de tendencias que iba desde las más burocráticas hasta “las más sanas y espontáneamente revolucionarias”, para afirmar sin embargo que no debían depositarse esperanzas en ninguna de sus alas:

El plenario de Rosario demostró una vez más que, en el nivel burocrático en que se realizaron sus actividades y deliberaciones, poco es lo que puede esperarse de algunos sectores internos que responden más consecuentemente a la presión de las bases (…).44

Al igual que en otros aspectos que hemos abordado en trabajos previos (Díaz, 2017), podemos oír aquí una disonancia entre la voz de Perinetti y la de Silvio Frondizi.

La reorientación política respecto del peronismo (1960-1964)

En mayo de 1960, al mismo tiempo que el periódico Revolución era prohibido por el Plan Conmoción Interna del Estado (en adelante, Plan Conintes) y cesaba su publicación, Silvio Frondizi viajó a Cuba, donde mantuvo reuniones con el Che Guevara, así como con Cooke y Alicia Eguren (Tarcus, 1996, pp. 346-353; Napurí, 2009, pp. 186-193, 202-228). Como resultado de aquella estadía escribió, entre junio y septiembre, su libro La revolución cubana. Su significación histórica. El examen de esta obra nos permitió en otro trabajo, al que remitimos (Díaz, 2020), apreciar los motivos por los cuales se produjo el pasaje a una etapa diferente en el pensamiento político de su autor. En efecto, a fines de 1960 Silvio Frondizi impulsó un giro político a través del folleto Bases y punto de partida para una solución popular. La peculiaridad de su nueva concepción a partir de este viraje es que combinó un registro discursivo nacional-popular con la prédica en favor de la democracia directa. Como parte de este reposicionamiento abandonó la idea de construir un partido obrero marxista y adoptó la consigna de gestar un Movimiento Popular Revolucionario. Como consecuencia se produjo la ruptura de todo un sector de la juventud como reacción frente a lo que veían como un “viraje oportunista” de su maestro.45

La Revolución Cubana se distinguió por esbozar una apología del “frente nacional” como instrumento adecuado para la primera etapa de la revolución (Frondizi, 1960, pp. 74-75; 157-159), introduciendo una alteración sustancial respecto del arsenal teórico desplegado hasta entonces por el MIR-P. Esta nueva concepción, visiblemente distanciada del discurso praxista anterior, acercaba a Silvio Frondizi a ideas como las que en Argentina eran difundidas cada vez más popularmente por Jorge Abelardo Ramos. Esto explica que el libro haya sido elogiado públicamente por una revista de la llamada “Izquierda Nacional”.46 Entre los factores que explican el cambio, indudablemente la lectura del proceso caribeño, que incluía una fuerte identificación con su dirección política, tuvo un papel determinante.

Pero el tono utilizado para referirse al peronismo cambió sustancialmente a partir del folleto Bases y punto de partida para una solución popular, publicado a comienzos de 1961 en Buenos Aires y redactado a fines del año anterior. Allí se afirmaba que en 1955, frente al golpe reaccionario, “Perón no tuvo la posibilidad de luchar” (1961, p. 154). Esta sentencia contrastaba drásticamente con el discurso que hasta entonces venía sosteniendo la organización. Tan sólo unos meses antes, se leía en el periódico del MIR-P: “La confianza de las masas peronistas en el regreso del Líder se vio siempre afectada, por la sensación (…) de que Perón no debió abandonar el poder sin lucha”.47 También a principios de 1960, como vimos, Mario Reles aseguraba que el partido justicialista “se había dejado vencer sin resistencia por las mismas fuerzas que había protegido, el Ejército y el Clero”.48 El propio Silvio Frondizi había afirmado, tres meses después del golpe de Estado, que el fracaso del peronismo “se debió a que los dirigentes del movimiento peronista no se atrevieron a tomar medidas de fondo” (Frondizi, 1955b, p. 71). Ángel Marini había sido más contundente: frente al golpe, el peronismo había sido “incapaz de movilizar verdaderamente al pueblo, prefiriendo la huída [sic] vergonzosa cuando no el apoyo servil a las nuevas autoridades”.49 Se trataba indudablemente de un abandono de la posición anterior sobre el peronismo, “disimulando sus fracasos”, como hacían quienes antes eran rechazados (Strasser, 1959, p. 30). Pero el concepto más importante de Bases…, con relación al peronismo, rezaba así:

La “Libertadora” fracasó porque no quiso comprender que el peronismo, como movilización de masas, es un hecho cumplido de manera irreversible, y que toda solución política debe tenerlo en cuenta. La U.C.R.I., a través de la acción de Arturo Frondizi, pareció en un momento dado comprenderlo así. (Frondizi, 1961, pp. 154-155; itálicas en el original)

Con estas palabras se esbozaba una “nueva” actitud (nueva con relación al MIR-P) frente al peronismo: se trataba de comprenderlo y tenerlo en cuenta, tal y como lo había predicado pero no realizado Arturo Frondizi. El hermano del presidente ingresaba así en su propia “situación revisionista” (Altamirano, 1992, p. 66): la reorientación que emprendió, en efecto, fue parte de un movimiento más general en el cual las principales organizaciones de izquierda, como el PC y el Partido Socialista Argentino (PSA), así como sectores que abandonaban el radicalismo intransigente (como el que lideraba Ismael Viñas), comenzaron a coincidir con el peronismo en la oposición al desarrollismo y a buscar un acercamiento con él (Tortti, 2009; Pacheco, 2012; Camarero, 2014), siguiendo los pasos antes minoritarios del PSRN, algunos grupos trotskistas y de aquellos nucleados en torno a Rodolfo Puiggrós o Jorge Abelardo Ramos. Más ampliamente, la misma reorientación se verificó en el movimiento estudiantil universitario (Califa, 2014) y aun en toda la fracción social que encarnó la llamada “nacionalización de las clases medias”. La pertenencia de Silvio Frondizi y de gran parte de los praxistas a la universidad es también un factor explicativo del reposicionamiento.

Finalmente, el grupo volvió a editar un periódico: entre junio y diciembre de 1961 vieron la luz los cuatro números de Movimiento. Por un Movimiento Popular Revolucionario.50 La publicación estaba inscrita plenamente en la nueva línea política basada en “encontrar la versión nacional de la revolución social”51 y que incluía la proclamación del objetivo de alcanzar “la Segunda Independencia Económica y Social”.52

La reorientación se vio reflejada en el primer número de la nueva prensa. Silvio Frondizi criticaba allí a “algunos elementos peronistas o mejor pseudo-peronistas, que negocian el bienestar del pueblo a cambio de una seguridad para sus propias personas”.53 Es decir que aquellos pertenecían formalmente al movimiento proscrito, pero en realidad eran “pseudo-peronistas”: el verdadero peronismo era ahora el del pueblo. Movimiento comenzó a establecer una posición de afinidad no ya únicamente con las bases sino también con sectores de la dirigencia peronista.54 El surgimiento de estos nuevos dirigentes era entendido como reflejo o producto de la contradicción cada vez mayor entre masa y dirección peronista.55

La particularidad de Movimiento fue que en lugar de asignar, como hacía un año antes el MIR-P, a estas nuevas direcciones un papel doble, consistente en dar expresión al descontento de las bases, por un lado, para mantenerlas en el cuadro del nacionalismo y la colaboración de clases, por el otro, se veía en ellas un rol únicamente positivo e incluso se identificaba programáticamente con ellas.

el sector sindical, las bases juveniles y una serie de grupos progresistas del peronismo, resisten -con distintos métodos y fines- el camino esbozado por el ala derecha de la dirección (…). Surgen agrupaciones como el “Peronismo Revolucionario de Acción Nacionalista” (P.R.A.N.), de Rosario, que proclaman su apoyo a Cuba, y a la lucha de los países subdesarrollados y de las clases expoliadas. Los mismos atacan al imperialismo yanqui, y a sus aliados políticos e ideológicos, sin ocultar sus reservas hacia la línea diplomática de la URSS y hacia la pretensión de importar la revolución desde el extranjero, pero sin caer tampoco en el anticomunismo maccarthysta. Preconizan una revolución enraizada en la realidad argentina, que cumpla la liberación nacional, y transforme íntegramente la actual estructura (…) de la Argentina. Se definen como anticlericales. Llaman a la concreción de un Frente de Liberación Nacional, “conducido hegemónicamente por la clase trabajadora, en estrecha y directa vinculación con todas las clases nacionales anti-imperialistas”.

En conferencia pública, un dirigente sindical de Sanidad (…) pide la hegemonía obrera en la conducción del peronismo y en la revolución que se aproxima.56

Lejos había quedado la advertencia de Perinetti (quien se había ya separado del MIR-P junto al grupo disidente de Capital Federal) respecto del peronismo, según la cual “poco es lo que puede esperarse de algunos sectores internos que responden más consecuentemente a la presión de las bases”. Pero también aquella del propio Mario Reles (uno de los destacados cuadros jóvenes de la etapa de Movimiento) respecto de los alardes revolucionarios del peronismo con el solo objetivo de “adecuarse a la irritación, indignación y rebeldía” del movimiento obrero.

Incluso sin identificarse por completo con estos sectores, el MIR-P establecía una coincidencia programática y, por ende, una diferenciación a un nivel fundamentalmente identitario o ideológico. La revolución que se aproximaba según el dirigente sindical de Sanidad, o aquella “enraizada en la realidad argentina” que predicaba el PRAN, ¿era una revolución socialista o, como todo parecía indicar, una nueva Revolución Nacional? Difícilmente hubieran querido hacerse esa pregunta quienes buscaban una “versión nacional de la revolución social”. La “hegemonía obrera en la conducción del peronismo”, ¿era diferente de la “tendencia de las 62 a ejercer la hegemonía del movimiento peronista” que el propio MIR-P había pronosticado un año y medio antes?57 ¿No podía significar la obtención, por parte de la burocracia sindical, de una mayor representación dentro del movimiento nacionalista burgués, como era el caso de Juan Lechín en el Movimiento Nacionalista Revolucionario boliviano, como había sido la intención de algunos en el difunto Partido Laborista argentino y tal como sería poco después el vandorismo? El grupo Praxis de la etapa de Movimiento no se hacía estas preguntas.

En el siguiente número fue publicado un reportaje a Damián Martínez, sindicalista y dirigente en Rosario del PRAN.58 Entrevistado por Movimiento, Martínez no hacía ninguna referencia a la “conducción obrera” de un frente de liberación nacional; en su lugar defendía “una democracia social donde sea cierta la felicidad del Pueblo y donde se forje la grandeza de la Nación”59 y hacía esta reflexión:

El Peronismo es la fuerza argentina que, a mi juicio, cuenta con mayores posibilidades de ser la vía por donde todos arribemos a una Nueva Argentina, sin privilegios irritantes y sin explotadores del esfuerzo ajeno, libres del imperialismo y destruida la oligarquía que le sirve incondicionalmente. O lo que es lo mismo, para arribar a una democracia popular.60

Sintomáticamente el reportaje fue reproducido sin la menor delimitación o señalamiento crítico por parte de los editores del periódico. Como puede comprobarse, se trataba de una concepción íntegramente peronista, que preconizaba una “democracia social”, enmarcada en el discurso nacionalista y populista propio del peronismo clásico (que atacaba al imperialismo, la oligarquía y los “privilegios irritantes”).

Estas consideraciones fueron acompañadas por una actividad tendiente a vincularse con agrupamientos del peronismo de izquierda. Como ha mostrado González Canosa, la militancia de Praxis en esta etapa incluyó acciones conjuntas con grupos peronistas y del “nacionalismo popular” en el Gran Buenos Aires, particularmente en Avellaneda, e incluso su participación en Fuerza Autónoma Popular, un partido político comunal de formación “neoperonista”, dirigido por el ex intendente peronista de Morón, César Albistur Villegas.61 Como consecuencia los praxistas militaron a favor de la candidatura de Andrés Framini para gobernador en las elecciones provinciales de marzo de 1962 (González Canosa, 2012, p. 80). Es posible que la actividad del grupo haya jugado algún papel en el proceso de redefinición ideológica que atravesaron algunos sectores peronistas mediante la incorporación de elementos marxistas en el análisis y el discurso (Raimundo, 2000).

La nueva línea del grupo estaba lejos de asumir el peronismo como identidad propia (como en la “peronización” que se generalizó a fines de los 60) o de hacer “entrismo”. Pero los elementos reseñados impiden sostener que Silvio Frondizi, tras el viraje de 1960, haya actuado “sin intentar un acercamiento” al peronismo (Georgieff, 2008, p. 284). Lo que buscaba, en sintonía con la mayoría de la izquierda a comienzos de esa década, era confluir tanto con los sectores radicalizados del peronismo como con grupos escindidos de otros partidos en un nuevo reagrupamiento de izquierda.62

De la evolución que cumpla este conflicto profundo que hoy desgarra al peronismo, y del reagrupamiento de sus bases obreras y populares y de sus mejores militantes con desprendimientos similares que se prefiguran ya en los viejos partidos de izquierda y centro-izquierda y en tendencias similares de la masa independiente, dependen en gran medida las posibilidades de progreso revolucionario para el país en los próximos años.63

Por ese motivo criticaba a quienes promovían la unidad de todo el peronismo, incluyendo a sus alas conservadoras, en lugar de la convergencia con la izquierda no peronista.64 Uno de los fundamentos de esta posición era el entendimiento de que el peronismo efectivamente estaba perdiendo prestigio o autoridad entre las masas obreras.65 La particularidad de esta aproximación es que buscó aquel punto de confluencia no en un frente, lo cual requería una organización propia, sino mediante una autodisolución en el vértice de un movimiento inexistente que se postulaba para encabezar.

Tras la desaparición de Movimiento a fines de 1961, los praxistas no volvieron a contar con un órgano periódico. Entre 1962 y 1964 la agrupación se expresó públicamente a través de algunos panfletos firmados por Silvio Frondizi, cuya postura no llegó nunca a implicar el reconocimiento de la vigencia del peronismo o de la conservación intacta de su ascendiente sobre los trabajadores. Al contrario, mantuvo su tesis sobre la crisis y desintegración del mismo (Frondizi, 1964, p. 168). Probablemente este haya sido uno de los motivos por los que la mayoría de quienes desde 1961 integraron el grupo se separó de su mentor en 1964 para pasar luego a ingresar al peronismo por distintas vías.

Conclusiones

Hemos examinado la posición que el MIR-P adoptó, a lo largo de su existencia, respecto del movimiento peronista. Los trabajos de Silvio Frondizi publicados entre 1946 y 1956, con sus análisis sobre el régimen de Perón, constituyeron el punto de partida de aquella, pero hacia fines de 1957 comenzó a expresarse la necesidad de ir más allá y posicionarse frente al movimiento como tal. La organización postuló, desde 1958, que este se encontraba en “crisis y desintegración”, tesis que presidió los sucesivos análisis específicos (y que incluso persistió en el grupo tras el viraje político del verano de 1960-61 y a lo largo del primer lustro de la década de 1960). En este sentido visualizaba una contradicción creciente entre las bases y las jerarquías, tanto sindicales como políticas: si las primeras se orientaban hacia la izquierda y la revolución, las segundas lo hacían hacia la derecha y la reacción. El corolario de esta línea, explicitado en febrero-marzo de 1960, fue, por un lado, el diagnóstico según el cual el empresariado tendía a aceptar un “nuevo peronismo” aburguesado frente al avance de la izquierda y, por el otro, el pronóstico con arreglo al cual el retorno de Perón podría constituir un recurso de última instancia del imperialismo para frenar un ascenso de masas.

A lo largo de 1958 y 1959, el MIR-P se delimitó de los grupos del incipiente “peronismo de izquierda” y desalentó cualquier expectativa en ellos. Durante los últimos meses de 1959 y los primeros de 1960, en el discurso praxista comenzaron a coexistir dos posturas: por un lado, una insistencia en la posición mantenida hasta entonces, destacando los límites de los diferentes sectores del peronismo; por el otro, una estimación cada vez más favorable de las posibilidades de su ala izquierda y una búsqueda de convergencia con ella. Aunque el carácter anónimo de varios artículos y el uso de seudónimos impiden realizar mayores precisiones, hubo dos voces que expresaron las respectivas inclinaciones. Por un lado, Claudio Perinetti mantuvo, hasta el último número de Revolución, la delimitación respecto de los grupos radicales y disidentes del peronismo, sin dejar de ver en ellos un síntoma de la evolución positiva por parte de un sector de la clase obrera. Silvio Frondizi, por el otro, introdujo la aproximación a la prédica de Cooke y la aceptación de la posibilidad de que Perón regresara para optar por el “camino revolucionario”. A su vez, a partir del viraje que impulsó desde fines de 1960, basado en la búsqueda de un “camino nacional” a la revolución, modificó notoriamente su discurso sobre el peronismo y orientó al grupo, a través del periódico Movimiento, a establecer afinidades, vincularse y converger con algunos de los nuevos grupos y dirigentes de su ala izquierda. Carlos Altamirano se preguntaba en un ensayo: “¿Qué aguardar, entonces?, ¿la crisis o la transmutación del peronismo? Durante los diez años posteriores a 1955 (…), la izquierda se polarizará y se debatirá entre esas dos expectativas” (1992, pp. 79-80). Los praxistas no fueron la excepción: si en los años cincuenta se inclinaban por la primera variante, en los primeros 60 unificaron y combinaron esas dos expectativas en una sola.

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Tortti, M. C. (2009). El “viejo” partido socialista y los orígenes de la “nueva” izquierda. Buenos Aires: Prometeo.

Notas

1 Una versión preliminar de este artículo fue presentada en las III Jornadas Internacionales de Historia de los/as Trabajadores/as y las Izquierdas, organizadas por el Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas (CEHTI) y la revista Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, que tuvieron lugar en junio de 2021. Agradecemos las críticas y sugerencias aportadas por Matías Rubio, en aquella ocasión, y posteriormente por los/as evaluadores/as anónimos/as de Avances del CESOR.
2 Marcos Kaplan (Buenos Aires, 1926–México, 2004), entonces cerca de recibirse de abogado, había sido discípulo de Silvio Frondizi en el Colegio Libre de Estudios Superiores. Dentro del MIR-P fue el dirigente y teórico de mayor importancia luego de su mentor.
3 Prólogo (sin firma), en Frondizi (1958, p. 5).
4 Raúl Moiraghi y Esteban Rey, Al compañero Silvio Frondizi y por su intermedio a los cros. de CESA (8 de marzo de 1955). Fundación Pluma, Buenos Aires; El grupo Praxis aclara noticias inexactas (5 de abril de 1955). CESA. Órgano del Centro de Estudios Sociales Americanos. Boletín Latinoamericano, año 3, s/N°, febrero-marzo [abril], 1955, p. 8. Cedinci, Buenos Aires. Sobre el PSRN ver Herrera (2011).
5 Por el reagrupamiento sindical de los trabajadores argentinos (noviembre de 1956). Revolución. Órgano de esclarecimiento político (en adelante, Revolución), año II, Nº 6 (enero de 1957), p. 4. Las itálicas corresponden a negritas en el original. La colección completa del periódico Revolución se encuentra dividida entre el Cedinci, en Buenos Aires, el archivo digital El Topo Blindado y el archivo personal del Dr. Ramón Torres Molina, en Pergamino.
6 Marini, A. (mayo de 1957). El movimiento obrero debe combinar la acción gremial con la lucha política. Revolución, año II, Nº 7, p. 6.
7 ¿Qué táctica debe seguir la vanguardia obrera en el congreso de la C.G.T.? (octubre de 1957). Revolución, año II, nº 9, p. 4.
8 Camotto (sic), A. A. (diciembre de 1957). La Vanguardia Estudiantil y la Construcción del Partido Obrero. Revolución., año II, N° 10, pp. 3-4. Aldo Comotto (Buenos Aires, 1938 - 1993) era entonces estudiante de Derecho.
9 Un mes de nuevo gobierno: nada resuelto aún en los sindicatos (1º de junio de 1958). Revolución, año III, Nº 14, p. 1; nótese que no se incluye en la crítica al Comando Nacional Peronista, que en la Capital Federal lideraban César Marcos y Raúl Lagomarsino. Aunque era un comando vinculado con John W. Cooke, enfrentó a este desde mediados de 1957 y en febrero del año siguiente llamó a votar en blanco, al igual que el MIR-P. El Comando Táctico fue fundado en 1956 por Cooke desde Chile, con el objetivo de dar una estructura jerárquica y organizada al movimiento; a mediados de 1958 fue disuelto y reemplazado por la Delegación Nacional del Comando Superior Peronista, que en el exilio presidía Perón. Cf. Melón Pirro (2009, pp. 116-117) y Gorza (2011).
10 Vocero sindical (1º de septiembre de 1958). Revolución, año III, Nº 17, p. 2.
11 Vocero sindical (1º de septiembre de 1958). Revolución, año III, Nº 17, p. 2.
12 Un paso adelante: el plenario de las ‘62’ (1º de septiembre de 1958). Revolución, año III, Nº 17, p. 4.
13 Un paso adelante: el plenario de las ‘62’ (1º de septiembre de 1958). Revolución, año III, Nº 17, p. 4. Itálicas nuestras.
14 Perinetti, C. (1º de octubre de 1958). Encrucijada obrera: política revolucionaria propia o triunfo de la reacción patronal. Revolución, año III, nº 18, p. 1. Esto ha sido reconocido posteriormente por Daniel James: “El crédito abierto a Frondizi por los sindicatos no fue simple resultado de consideraciones pragmáticas (…), existía también una simpatía ideológica fundamental con algunos principios básicos de la política desarrollista” James (1990, p. 151); itálicas en el original.
15 Votamos en blanco y trabajar en la construcción del partido obrero revolucionario (15 de febrero de 1958). Revolución, año III, nº 11, p. 5; Indarte, D. (marzo de 1960). La crisis del peronismo y sus tendencias en pugna. Revolución N° 33, p. 3.
16 30 días de política (noviembre de 1958). Revolución. Buenos Aires, año III, N° 19, p. 1.
17 Perinetti, C. (noviembre de 1958). El sindicalismo peronista en las experiencias de octubre. Revolución. Buenos Aires, año III, N° 19, p. 4. El Guerrillero era editado por el Comando Nacional Peronista (ver nota nº 8). Palabra Obrera expresaba a la organización dirigida por Nahuel Moreno que hacía “entrismo” en el peronismo; llamó a votar por Arturo Frondizi acompañando la directiva de Perón.
18 Perinetti, C. (noviembre de 1958). El sindicalismo peronista en las experiencias de octubre. Revolución. Buenos Aires, año III, N° 19, p. 4. Las itálicas corresponden a negritas en el original.
19 Perinetti, C. (enero de 1959). 1958. Seguidismo político y espontaneidad en el movimiento obrero. Revolución, N° 21, p. 4.
20 C.P. [Claudio Perinetti] (febrero de 1959). Partido Obrero a la orden del día. Revolución, N° 22, p. 3.
21 Perinetti, C. (abril de 1959). Encrucijada obrera. Revolución N° 24, p. 1.
22 Perinetti, C. (abril de 1959). Encrucijada obrera. Revolución N° 24, p. 1.
23 Kaplan, M. (julio de 1959). Sociedades anónimas y fuerzas armadas gobiernan a la nación. Revolución, año IV, N° 27, p. 3.
24 Perinetti, C. (julio de 1959). Mientras el gobierno gana tiempo muchos dirigentes sindicales lo pierden. Revolución, año IV, N° 27, p. 4.
25 Frondizi, S. (agosto de 1959). Un nuevo estilo de vida y de trabajo salvará al hombre y al país. Revolución Nº 28, p. 1.
26 Actualidad política en tres notas (octubre-noviembre de 1959). Revolución, año IV, N° 30, p. 3.
27 30 días de política (noviembre de 1958). Revolución. Buenos Aires, año III, n° 19, p. 1. Aunque se trataba naturalmente más de una apuesta que de un diagnóstico, corresponde consignar que el estudio de la ocupación del Frigorífico Lisandro de la Torre, en enero de 1959, ha permitido concluir que el nacionalismo, uno de los puntales de la ideología peronista, “podía ser usado por los trabajadores no como base de la colaboración entre las clases sino más bien como razón fundamental de conflicto entre ellas” (James, 1990, p. 162).
28 ¿Socialismo falangista? (diciembre de 1959). Revolución, año V, N° 31, p. 6.
29 ¿Qué pasa en el peronismo? (diciembre de 1959). Revolución, año V, N° 31, p. 5.
30 Para un análisis de las posiciones de Cooke en estos años ver Gillespie (1989).
31 ¿Qué pasa en el peronismo? (diciembre de 1959). Revolución, año V, N° 31, p. 5. Sobre la guerrilla de los uturuncos ver Salas (2015).
32 Reles, M. (febrero de 1960). La jerarquía peronista y la ilegalidad. Revolución, año V, N° 32, p. 3.
33 Perón se aleja, las masas siguen adelante (febrero de 1960). Revolución, año V, N° 32, p. 4.
34 Perón se aleja, las masas siguen adelante (febrero de 1960). Revolución, año V, N° 32, p. 4.
35 Frondizi, S. (febrero de 1960). 1960: el pueblo lucha por su liberación. Revolución, año V, N° 32, p. 2.
36 En otro artículo del mismo periódico se señalaba, buscando compartir un lugar común con el nacionalismo, que “en el Norte y Oeste de la Argentina las brasas de la tradición montonera no se han apagado del todo”; cf. Guerrillas en el norte (febrero de 1960). Revolución, año V, N° 32, p. 3.
37 Indarte, D. (marzo de 1960). La crisis del peronismo y sus tendencias en pugna. Revolución, año V, N° 33, p. 3.
38 Indarte, D. (marzo de 1960). La crisis del peronismo y sus tendencias en pugna. Revolución, año V, N° 33, p. 3. El estrecho seguimiento que el MIR-P hacía de la evolución de los sectores peronistas de izquierda puede ponderarse si se tiene en cuenta que Cooke, habiendo tenido contacto con militares por lo menos hasta 1959, recién en agosto de 1960 proclamó: “Postular que debemos influir sobre los factores de poder (Ejército e Iglesia) para que nos ayuden o nos perdonen, es una traición” (Raimundo, 2012, pp. 8; 20). El punto de inflexión, a partir del cual el sector radicalizado del peronismo abandonó la esperanza de encontrar militares dispuestos a combatir, es ubicado por Raimundo (2012, pp. 16-17) luego del fracaso del intento de golpe por parte del general retirado Miguel Iñíguez, el 30 de noviembre de 1960.
39 Indarte, D. (marzo de 1960). La crisis del peronismo y sus tendencias en pugna. Revolución, año V, N° 33, p. 3.
40 Indarte, D. (marzo de 1960). La crisis del peronismo y sus tendencias en pugna. Revolución, año V, N° 33.
41 Indarte, D. (marzo de 1960). La crisis del peronismo y sus tendencias en pugna. Revolución, año V, N° 33.
42 Partido Comunista: en un callejón sin salida (mayo de 1960). Revolución, año V, N° 35, p. 6.
43 ¿Y ahora qué? Comprobado: el voto en blanco triunfó, pero no basta; las elecciones pasaron, la dictadura ‘legal’ se agrava (abril de 1960). Revolución, año V, N° 34, p. 3.
44 [Secretaría Obrera del MIR-P] (mayo de 1960). En el frente obrero. Revolución, año V, N° 35, p. 12.
45 Movimiento Izquierda Revolucionaria-Praxis, ¿Táctica… o entrega? La política del profesor Silvio Frondizi. Buenos Aires, abril de 1961, p. 3.
46 La revolución cubana a través de un libro de Silvio Frondizi. Política, año I (2ª época), Nº 6 (1961).
47 Perón se aleja, las masas siguen adelante (febrero de 1960). Revolución, año V, N° 32, p. 4.
48 Reles, M. (febrero de 1960). La jerarquía peronista y la ilegalidad. Revolución, año V, N° 32, p. 3.
49 Marini, À. (mayo de 1957). El movimiento obrero debe combinar la acción gremial con la lucha política. Revolución, año II, Nº 7, p. 6.
50 El primero de ellos fue dirigido por Mario Reles y los tres siguientes por Marcos Kaplan.
51 Perspectivas del congreso de la C.G.T. (octubre de 1961). Movimiento. Por un Movimiento Popular Revolucionario (en adelante, Movimiento), año I, N° 3, p. 8. Cedinci, Buenos Aires. Ver también: Buscar el Camino Nacional (junio de 1961). Movimiento, año I, n° 1, p. 9. El punto de vista exactamente opuesto sostenía Silvio Frondizi en Strasser, 1959, pp. 51-52.
52 CGT: ¿congreso para la crónica periodística? (diciembre de 1961). Movimiento, año I, N° 4, p. 4.
53 Frondizi, S. (junio de 1961). El pueblo ya está en marcha. La situación política argentina por Silvio Frondizi. Movimiento, año I, N° 1, p. 1.
54 Los mariscales de la derrota intentan copar el peronismo (agosto de 1961). Movimiento, año I, N° 2, pp. 4-5.
55 Los mariscales de la derrota intentan copar el peronismo (agosto de 1961). Movimiento, año I, N° 2, p. 4.
56 Los mariscales de la derrota intentan copar el peronismo (agosto de 1961). Movimiento, año I, n° 2, p. 5.
57 Perón se aleja, las masas siguen adelante (febrero de 1960). Revolución, año V, n° 32, p. 4.
58 Reportaje a la izquierda peronista. Habla Damián Martínez del P.R.A.N. (octubre de 1961). Movimiento, año I, n° 3, p. 4. Se trataba de una agrupación creada ese mismo año en Rosario por militantes cercanos a Cooke y de una de las primeras expresiones, junto con el Peronismo de Acción Revolucionaria de Córdoba (dirigido por Marcelo Repezza), de lo que Raimundo (2000) denomina “peronismo proto-revolucionario” (Eidelman, 2004, p. 23; González Canosa, 2012, p. 80).
59 Reportaje a la izquierda peronista. Habla Damián Martínez del P.R.A.N. (octubre de 1961). Movimiento, año I, n° 3, p. 4.
60 Reportaje a la izquierda peronista. Habla Damián Martínez del P.R.A.N. (octubre de 1961). Movimiento, año I, n° 3, p. 4.
61 Este partido político tuvo alguna base en los municipios de Morón, San Justo, San Fernando y Moreno; en este último prácticamente fue creado por los militantes del MIR-P (González Canosa, 2011, p. 12). Ver: Fuerza Autónoma Popular de Moreno. Declaración de principios y programa (diciembre de 1961). Movimiento, año I, n° 4, pp. 2-3.
62 La Nueva Concordancia (agosto de 1961). Movimiento, año I, N° 2, p. 5. Ver también: Frente desde arriba o reagrupamiento desde abajo (agosto de 1961). Movimiento, año I, N° 2, pp. 5-6.
63 La reacción conservadora intenta copar el peronismo (agosto de 1961). Movimiento, año I, N° 2, p. 7.
64 1955-1961: de la derrota a la victoria con un Movimiento Popular Revolucionario (octubre de 1961). Movimiento, año I, N° 3, p. 5.
65 Perspectivas del congreso de la C.G.T. (octubre de 1961). Movimiento, año I, N° 3, p. 8.
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